
En el aspecto de vida de la plena salvación de Dios, la experiencia que sigue inmediatamente después de haber experimentado la regeneración es la renovación.
1) “que ... os despojéis del viejo hombre” (Ef. 4:22).
No mucho después de que el hombre fue creado, él pecó y vino a ser un hombre caído. En la caída del hombre, Satanás inyectó en el hombre su naturaleza maligna de pecado envenenándolo completamente, haciéndolo corrupto y maligno, y finalmente haciéndolo un viejo hombre mezclado con la maldad satánica (Ef. 4:22). Necesitamos despojarnos de este viejo hombre transmutado y corrupto (Col. 3:9). Por lo tanto, en Su salvación plena, Dios preparó la renovación para nuestra experiencia y disfrute.
1) “Nos salvó ... mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo” (Tit. 3:5).
Aquí se nos dice que Dios nos salvó por medio de dos cosas, el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo. Esto habla del aspecto de la salvación por vida en la plena salvación de Dios, y es diferente del aspecto de la redención por la sangre. La salvación por vida se realiza por el lavamiento de la regeneración y por la renovación del Espíritu Santo. El lavamiento de la regeneración es un lavamiento que quita nuestro viejo hombre y todo lo del viejo hombre, mientras que la renovación del Espíritu Santo nos trae la vida de Dios como el nuevo elemento para que lleguemos a ser el nuevo hombre. Aunque la regeneración se realiza de una vez por todas, la eficacia de su lavamiento continúa junto con la renovación del Espíritu Santo. La renovación del Espíritu Santo es constante, comenzando con nuestra regeneración y continuando hasta la transfiguración de nuestro cuerpo y nuestra entrada en la gloria de Dios. Por lo tanto, después de ser regenerados, somos salvos todo el tiempo, continuando diariamente, y aun a cada hora, en la incesante renovación del Espíritu Santo. Esto es ser salvo en la vida de Cristo (Ro. 5:10).
1) “También nosotros andemos en novedad de vida” (Ro. 6:4).
La novedad de vida prueba que esta vida, la vida de Dios, es nueva. Debido a la caída, nuestra vida creada llegó a ser una vida vieja. La vida de Dios que uno recibe en la regeneración, la cual comienza la renovación, es una vida nueva. Después de la regeneración, esta vida de Dios es el medio básico para nuestra renovación continua. Si andamos conforme a esta renovante vida de Dios, manifestaremos la novedad de esta vida.
1) “Os daré [Yo, Dios] un corazón nuevo, y pondré [Yo, Dios] un espíritu nuevo dentro de vosotros” (Ez. 36:26).
Cuando somos regenerados, Dios no sólo nos imparte Su vida, sino que también nos da un corazón nuevo y un espíritu nuevo. El corazón nuevo produce en nosotros un deseo nuevo, un amor nuevo, y una inclinación nueva hacia Dios. El espíritu nuevo nos da una capacidad nueva para recibir a Dios como la satisfacción de nuestro nuevo hombre. Cuando deseamos y amamos a Dios conforme a este corazón nuevo, y recibimos a Dios por este espíritu nuevo, somos constantemente renovados.
1) “Despojéis del viejo hombre ... renovéis en el espíritu de vuestra mente ... vistáis del nuevo hombre” (Ef. 4:22-24).
En el momento de nuestra regeneración, entramos en el hecho del despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo hombre mediante la muerte y resurrección del Señor. Sin embargo, después de ser regenerados, todavía necesitamos la experiencia de despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo hombre a cada momento en nuestro vivir. Esto es llevado a cabo por el espíritu que está en nuestra mente renovada (Ro. 12:2). El espíritu de nuestra mente renovada es nuestro espíritu regenerado mezclado con el Espíritu de Dios, el cual se está extendiendo dentro de nuestra mente para hacer la obra de renovación en nuestra mente. Es en este espíritu renovado donde nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo hombre. Así somos renovados y llegamos a ser en realidad el nuevo hombre en la nueva creación. En este nuevo hombre, las cosas viejas pasaron, y son hechas nuevas (2 Co. 5:17). Nuestra vida cristiana no es asunto de religión ni de auto-mejoramiento, sino de ser un nuevo hombre de la nueva creación (Gá. 6:15). El conjunto final de este nuevo hombre de la nueva creación es la Nueva Jerusalén venidera, la cual manifestará de un modo particular en la eternidad, el aspecto renovador de la plena salvación de Dios.