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Mensajes del libro «Lecciones de vida, tomo 4»
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LECCION CUARENTA Y CUATRO

LA SANTIFICACION, TERCERA ETAPA

  Hemos visto que en la plena salvación de Dios, cuando la santificación se aplica a nosotros, se divide en tres etapas. La primera etapa es para nuestro arrepentimiento, la segunda es para nuestra justificación, y la tercera es para nuestra transformación. Vimos la primera etapa en la lección treinta y siete y la segunda en la lección cuarenta. Ahora veremos la tercera etapa, la santificación que es para nuestra transformación. Esta santificación es la misma que se recalca en Romanos 6:19 y 22.

I. EL PODER DE ESTA SANTIFICACION ES EL ESPIRITU SANTIFICADOR

  1) “...sean ... agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Ro. 15:16).

  Según la forma en que este versículo está escrito, la santificación se realiza gradualmente. Esto concuerda con lo que vimos antes, que la santificación de Dios en nosotros se divide en tres etapas y se lleva a cabo poco a poco. Por lo tanto, la santificación aquí mencionada seguramente incluye la tercera y final etapa de la santificación, que es el hacernos aceptables a Dios por medio de esta transformación que santifica. Esta tercera etapa se lleva a cabo en el Espíritu santificador. El Espíritu Santo, quien es el Espíritu santificador, es el poder que santifica en esta etapa final. Debemos vivir en este Espíritu santificador, viviendo y andando por El, y actuando y obrando conforme a El, a fin de disfrutar la santificación de esta etapa final.

II. LA VIDA DE ESTA SANTIFICACION ES EL CRISTO SANTIFICADOR

  1) “Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios ... santificación” (1 Co. 1:30).

  Cristo es santo (Lc. 1:35), y es Aquel que nos santifica (He. 2:11). El fue hecho la santificación de Dios para nosotros porque El es la vida que nos santifica por dentro, infundiendo los elementos de Su vida divina en todo nuestro ser para santificarnos gradualmente. Esta santificación no se obtiene de una sola vez, exteriormente en posición; más bien, crece de una forma gradual, interiormente en nuestra disposición. Si deseamos experimentar la máxima santificación en la plena salvación de Dios, tenemos que tomar a Cristo como vida y vivir por El en la unión orgánica.

III. LA REALIDAD DE ESTA SANTIFICACION ES LA NATURALEZA SANTIFICADORA DE DIOS

  1) “Santifícalos en la verdad [realidad]; Tu palabra es verdad” (Jn. 17:17).

  La naturaleza de Dios es santa, y la palabra de Dios nos trae la realidad de tal naturaleza para que la obtengamos como la realidad de nuestra santificación. Esto es ser santificado en realidad. Cuando vivimos por la vida santa de Cristo en el Espíritu santificador, la realidad de la naturaleza santa de Dios vendrá a ser la realidad que nos santifica.

IV. LA PERFECCION DE ESTA SANTIFICACION ES LA DISCIPLINA DEL PADRE DE LOS ESPIRITUS

  1) “Padre de los espíritus ... [nos disciplinó] para que participemos de Su santidad” (He. 12:9, 10).

  El Padre de los espíritus, quien es nuestro Padre que nos regenera en nuestro espíritu, desea que disfrutemos la santidad de Su naturaleza. Si no cooperamos con El, El nos disciplina, forzándonos a que estemos dispuestos a seguir Su santidad, para perfeccionarnos en Su santidad. Esto se intensifica aun más en la etapa final de Su santificación. Por lo tanto, no debemos menospreciar Su disciplina (He. 12:5). Si menospreciamos Su disciplina o la rechazamos, seguramente perderemos la oportunidad de disfrutar de Su santidad en la santificación de Dios, y especialmente en la etapa final de Su santificación.

V. EL AVANCE DE ESTA SANTIFICACION ES NUESTRO EMPEÑO EN LA VIDA CRISTIANA

  1) “Seguid ... la santificación, sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14).

  Literalmente, seguir la santidad es proseguir hacia la santidad. Esto, por supuesto, se refiere a nuestro constante proseguimiento de la santidad, después de haber sido salvos y santificados posicionalmente para Dios, hasta estar madurados y ser glorificados. Debemos especialmente empeñarnos en proseguir hacia la santidad en la etapa final de la santificación de Dios. Este es el empeño en la vida cristiana que debemos tener.

VI. LA PERFECCION DE ESTA SANTIFICACION ES QUE NOSOTROS NOS LIMPIEMOS

  1) “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co. 7:1).

  Dios nos perfecciona en Su santificación, y también quiere que nosotros mismos nos perfeccionemos en Su santificación. Dios nos perfecciona por medio de la disciplina; nosotros nos perfeccionamos por medio de nuestra propia limpieza, quitando toda contaminación de carne y espíritu, y estando en el temor de Dios. Frecuentemente, por falta de limpiarnos a nosotros mismos conforme a la iluminación de Dios y por no seguir al Espíritu Santo para quitar toda contaminación de carne y espíritu, llegamos aun a no temer a Dios. En ese momento, el Padre de los espíritus, quien es nuestro Padre en nuestro espíritu, no tiene otra alternativa que ejercitar Su disciplina sobre nosotros para perfeccionarnos en Su santidad. Esto es para que temamos a Dios, estemos dispuestos a cooperar con El y nos limpiemos a nosotros mismos, quitando toda contaminación por dentro y por fuera, a fin de perfeccionar lo que El desea que obtengamos: la santidad en Su naturaleza.

VII. TODO NUESTRO SER DISFRUTA DE ESTA SANTIFICACION: EL ESPIRITU, EL ALMA Y EL CUERPO SON COMPLETAMENTE SANTIFICADOS

  1) “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23).

  En la plena salvación de Dios, debemos disfrutar la santificación de Dios hasta tal punto que todo nuestro ser esté en este disfrute. Nuestro espíritu, alma y cuerpo deben ser santificados por completo con la naturaleza santa de Dios, para que seamos guardados completamente, irreprensibles, para la venida de nuestro Señor Jesús. Esta es la realización máxima de la santificación que disfrutamos en la plena salvación de Dios.

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