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Mensajes del libro «Ley y gracia de Dios en Su economía, La»
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CAPITULO CUATRO

LA CONSUMACION DE LA EXPERIENCIA QUE LOS CREYENTES TIENEN DE LA GRACIA DE DIOS EN SU ECONOMIA

  Lectura bíblica: Ef. 1:6-8, 22-23; 1 Co. 3:12; Ap. 21:18-21a; Jn. 17:11, 21-23; Ef. 4:3-4a; 1 Co. 1:13a; Ef. 2:7, 10

BOSQUEJO

  1. La consumación es la iglesia como el Cuerpo de Cristo—Ef. 1:6-8, 22-23:
    1. Como el organismo que Dios, en Su economía, se propone obtener para la Trinidad Divina.
    2. Como la meta máxima de Dios al crear al hombre a Su imagen y de Su intención que el hombre le tome a El como vida.
    3. Como el propósito final de la ley de Dios en Su economía, al guardar a Su pueblo escogido y llevarlo a Cristo.
    4. Como el producto de la experiencia que el hombre tiene de la gracia en la economía de Dios, la cual es El mismo como el Dios Triuno procesado, que tiene Su consumación máxima en la Nueva Jerusalén.
  2. Cada parte del Cuerpo orgánico de Cristo es el fruto de la gracia en la economía de Dios:
    1. Con Dios el Padre en Su naturaleza como sustancia, representado por el oro puro—1 Co. 3:12; Ap. 21:18b.
    2. Con Dios el Hijo en Su redención como elemento, representado por las perlas—1 Co. 3:12; Ap. 21:21a.
    3. Con Dios el Espíritu en Su obra transformadora como esencia, representado por las piedras preciosas—1 Co. 3:12; Ap. 21:18a, 19-20.
    4. Sin tener en absoluto nada del elemento natural humano ni de la obra que el hombre realiza por su propio esfuerzo.
  3. El organismo de la Trinidad Divina toma el atributo de unidad de la Trinidad Divina como su propio atributo:
    1. El atributo único o singular de la Trinidad Divina es la unidad—Jn. 17:11, 21a, 22b.
    2. En el atributo único o singular de la Trinidad Divina, el organismo de la Trinidad Divina también tiene el mismo atributo único—Jn. 17:21b, 22b-23.
    3. El atributo de la unidad de la Trinidad Divina es llamado la unidad del Espíritu en el Cuerpo orgánico de Cristo—Ef. 4:3-4a.
    4. Producir cualquier división en el Cuerpo orgánico de Cristo es insultar y menospreciar al Dios Triuno, cuyo atributo es la unidad—cfr. 1 Co. 1:13a.
  4. El producto de la gracia en la economía de Dios es un poema—Ef. 2:10a:
    1. Para exhibir las superabundantes riquezas de la gracia en la economía de Dios—Ef. 2:7.
    2. Para llevar a cabo las buenas obras que Dios preparó de antemano para que los creyentes anduvieran en ellas—Ef. 2:10b.

  Oración: Oh Señor, te adoramos. Te adoramos por Tu economía y por Tu hablar. Nos humillamos ante Ti desde lo más profundo de nuestro ser. Tú eres el Señor que habla. Tu nos hablas palabras llenas de revelación y de suministro de vida. Oh Señor, al llegar al último mensaje, oramos pidiendo que nos hables detallada y completamente. También oramos pidiendo que Tus palabras lleguen a cada uno de nosotros, de modo que todos escuchemos Tu hablar. Oh Señor Jesús, Tú, como el Dios que habla, eres el Verbo de Dios; te adoramos. Tócanos en nuestro interior y siembra Tu palabra en nuestro ser. Oh Señor, límpianos con Tu sangre preciosa; necesitamos que nos limpies cada día. Aún tenemos la suciedad de nuestro ser natural, la suciedad de nuestra carne, la suciedad de nuestros deseos y la suciedad de esta tierra. Señor, todo esto necesita ser limpiado completamente con Tu sangre preciosa. Te agradecemos y te alabamos porque Tu preciosa sangre viene siempre acompañada de Tu unción. Después que Tu sangre nos limpia, disfrutamos la unción del ungüento. Creemos firmemente que Tu ungüento nos está ungiendo. Una vez más te pedimos que nos des la expresión y que nos concedas Tu hablar fresco y actual. Amén.

  En este mensaje llegamos a la conclusión, que es la consumación de la experiencia que los creyentes tienen de la gracia de Dios en Su economía. En el transcurso de llevar a cabo Su economía, Dios primero dio la ley. La ley es Su retrato, Su imagen, Su “fotografía”, pero no es propiamente Su persona orgánica. Gálatas 3:21 dice que la ley no puede vivificar porque en ella no hay vida. Aunque una fotografía no puede dar vida, ciertamente tiene su función. Dios, en Su economía, usa la ley para poner al descubierto la naturaleza pecaminosa y hechos malignos de los pecadores. Delante de la ley de Dios, toda boca queda cerrada. Hemos violado y quebrantado cada uno de los Diez Mandamientos, desde el primero hasta el último. Hemos tenido muchos ídolos delante de Dios. No hemos tomado a Dios como nuestra satisfacción, ni hemos tomado lo que El ha hecho por nosotros como nuestro reposo. Por el contrario, hemos abandonado a Dios como la fuente de agua viva y hemos cavado para nosotros cisternas rotas que no retienen agua (Jer. 2:13). No nos hemos remontado a nuestro origen o principio para honrar a nuestra fuente, a saber, al mismo Dios que nos creó. Además, nuestro corazón se ha llenado de asesinato, adulterio, robo, mentira y codicia. No hemos expresado en nuestro vivir las virtudes externas de Dios conforme a Sus atributos internos.

  David era una persona muy devota. En el salmo 1 David proclama cuánto apreciaba la ley y meditaba sobre ella día y noche, tal como un árbol plantado junto a corrientes de agua. No obstante, a pesar de las palabras de David en el salmo 1, Dios repudió el pensamiento de David y proclamó acerca de Su Ungido: “Mi hijo eres tú; Yo te he engendré hoy” (2:7b). En la resurrección, Dios engendró a Su Ungido como Hijo primogénito. Dios no desea que tengamos la ley en alta estima, sino que escuchemos a Su Primogénito ungido. El salmo 3 fue escrito por David mientras huía de la rebelión de su hijo Absalón, la cual era producto del pecado que David cometió al dar muerte a un hombre para arrebatarle a su esposa. Aunque en el salmo 1 David era una persona que valoraba la ley, en el salmo 3 vemos que estaba huyendo de su hijo rebelde como consecuencia directa de haber matado a un hombre y haberle quitado a su esposa. El resultado de que David valorara la ley fue asesinato y adulterio. La ley de Dios puso en evidencia, por completo, la naturaleza pecaminosa de David y sus hechos malignos. Todo el libro de ciento cincuenta salmos nos muestra que Dios usa la ley para poner al descubierto la naturaleza pecaminosa y los hechos malignos del hombre.

  Ahora, los creyentes neotestamentarios en la economía de Dios ya no se hallan bajo la ley, sino bajo la gracia. La gracia en la economía de Dios es la corporificación de Dios mismo. Dios se hizo carne para morar entre nosotros, lleno de gracia, y de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia. Cuando Dios viene, la gracia viene. La corporificación de Dios es la gracia para nosotros. Cuando recibimos la gracia, obtenemos a Dios.

  La economía de Dios consiste en obtener un organismo para la Trinidad Divina. ¿Cómo realiza Dios esto? Dios lo llevó a cabo al hacerse carne, viniendo a ser un hombre a fin de que la divinidad y la humanidad se unieran y se mezclaran para producir un Dios-hombre. Este Dios-hombre es la gracia. El es la gracia para con todos aquellos con quien se encuentra; adondequiera que vaya, El es la gracia. El es simplemente la gracia. Si lo tenemos a El, tenemos la gracia. Por lo tanto, en la Biblia la gracia es llamada la gracia de Cristo. La gracia corporificada vino para que nosotros la recibiéramos como nuestro disfrute y suministro. Sin embargo, son muy pocos los que ven esto hoy en día, son menos los que lo predican, y aun son menos los que lo expresan en su vivir.

  Si experimentamos la gracia en la economía de Dios, habrá una consumación: el Cuerpo orgánico de Cristo. Cristo es gracia para nosotros, y como tal, El entra en nosotros para ser nuestra vida y nuestra persona. El no sólo vive en nosotros, sino que también vive con nosotros. Además, El desea que nosotros vivamos juntamente con El. Esta es la manera en que disfrutamos la gracia como nuestro suministro interior. Tal disfrute de la gracia espontáneamente produce un resultado. Dicho resultado no consiste simplemente en que hagamos el bien, sino en que Cristo viva con nosotros y que nosotros vivamos con El. Cuando vivimos a Cristo y lo magnificamos, llegamos a ser miembros vivientes y orgánicos de Cristo, y somos unidos orgánicamente como un organismo, que es la iglesia. Tal organismo crece continuamente, y finalmente consumará en la Nueva Jerusalén.

  La última estrofa de Himnos, #358 dice:

  En Tu casa y en Tu Cuerpo     Edifícame, Señor; Este vaso colectivo     Mostrará Tu resplandor; Que Tu novia, ciudad santa,     Aparezca en la tierra, Refulgente candelero     Que exprese Tu valor.

  El cristianismo no ha visto esto; por lo tanto, allí no existe tal resultado. Espero que en el recobro del Señor haya tal posibilidad y tal expresión. Esta es mi carga, y ésta es la razón por la que me contristo. En la actualidad hay muchos argumentos y discusiones, pero no son muchos los que han visto esta visión. Si ustedes ven esta visión, llorarán. ¿Dónde está la “ciudad santa” hoy? ¿Es posible que la novia de Cristo, la ciudad gloriosa, “aparezca en la tierra” hoy? ¿Estamos nosotros disfrutando la gracia y el suministro de la gracia? Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Somos un grupo de personas que verdaderamente necesitan de Su misericordia. Debemos ser aquellos que experimentan y disfrutan la gracia en nuestro vivir diario y en nuestras palabras y acciones. Esta gracia es la corporificación de Dios que suministramos a otros, a fin de que ellos también puedan recibir la gracia juntamente con nosotros. Como resultado de esto, nuestra experiencia tendrá una consumación: el Cuerpo de Cristo.

I. LA CONSUMACION ES LA IGLESIA COMO EL CUERPO DE CRISTO

  La consumación de la experiencia que los creyentes tienen de la gracia de Dios en Su economía es la iglesia como el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:6-8, 22-23). ¿Cómo se produce el Cuerpo de Cristo? Nosotros éramos pecadores caídos, pero Cristo vino y derramó Su sangre para redimirnos y llevarnos de vuelta a Sí mismo. Cristo es la esfera y elemento de nuestra salvación. La sangre preciosa de Cristo nos redimió y nos trajo de vuelta a Cristo como esfera y elemento. En Cristo disfrutamos Su elemento y, con Su elemento, hemos sido hechos la preciosa posesión de Dios. Efesios 1:19-23 nos muestra que el poder que Dios hizo operar en Cristo lo resucitó de los muertos a fin de que El pudiera trascender el mundo, ascender a los cielos, sentarse a la diestra de Dios, aplastar al enemigo, tener todas las cosas bajo Sus pies y ser dado por Cabeza sobre todas las cosas. Dicho poder es dado “a la iglesia”, o sea, es trasmitido a la iglesia. La iglesia como Su Cuerpo recibe la transmisión de este poder. Ya que la Cabeza tiene este poder, el Cuerpo también recibe la trasmisión de este poder. Es de esta manera que se produce el Cuerpo de Cristo.

A. Como el organismo que Dios, en Su economía, se propone obtener para la Trinidad Divina

  La iglesia es el organismo que Dios, en Su economía, se propone obtener para la Trinidad Divina. Si hoy se manifestara la gloria de la novia, la ciudad santa, esto sería la aparición del organismo divino.

B. Como la meta máxima de Dios al crear al hombre a Su imagen y de Su intención que el hombre le tome a El como vida

  El Cuerpo de Cristo es la meta máxima de Dios al crear al hombre a Su imagen y de Su intención que el hombre le tome a El como vida. Esta es la meta culminante que se ve en Génesis 2. Génesis 2 muestra que después de que el hombre fue creado a la imagen de Dios, Dios le puso delante del árbol de la vida a fin de que el hombre recibiera la vida de Dios, la cual estaba representada por el árbol de la vida. De esta manera, el hombre tendría la vida e imagen de Dios para expresarle y llegar a ser Su organismo. Sin embargo, han pasado seis mil años y hasta el día de hoy Dios no ha obtenido Su meta máxima.

C. Como el propósito final de la ley de Dios en Su economía, al guardar a Su pueblo escogido y llevarlo a Cristo

  El propósito final de la ley de Dios en Su economía, al guardar a Su pueblo escogido y llevarlo a Cristo, es el Cuerpo de Cristo. Incluso la ley de Dios en Su economía tenía un propósito o meta final, a saber, el Cuerpo de Cristo. Aunque Dios usó la ley para poner al descubierto la verdadera condición de las personas, lo hizo con la expectativa de que la ley abriría el camino a la gracia y El lograría Su propósito final por medio de la gracia. De no ser así, ¿por qué habría la ley de guardar bajo su custodia al pueblo escogido de Dios y servir como su ayo para llevarlos a Cristo como gracia? La ley tiene una función positiva ante Dios, esto es, conducirnos a Cristo, quien es la gracia. Esta fue la experiencia de David. Cuando leemos el salmo 51, el cual es una confesión de su pecado, podemos ver que él conocía la gracia y que, hasta cierto grado, tenía bastante entendimiento con respecto a la gracia. ¿Que le condujo a la gracia? La ley. Al principio él apreciaba la ley, se deleitaba en ella y confiaba en que podía guardarla. En aquel tiempo él no se conocía a sí mismo, pero la ley vino y puso en evidencia su naturaleza pecaminosa y hechos malignos. Después de ser reprendido por Dios, él se arrepintió y pudo ser llevado a la gracia.

D. Como el producto de la experiencia que el hombre tiene de la gracia en la economía de Dios, la cual es El mismo como el Dios Triuno procesado, que tiene Su consumación máxima en la Nueva Jerusalén

  El Cuerpo de Cristo es también el resultado de la experiencia que el hombre tiene de la gracia en la economía de Dios, la cual es El mismo como el Dios Triuno procesado, que tiene Su consumación máxima en la Nueva Jerusalén. Hymns, #979 es un himno dulce que habla de las muchas características de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Durante los últimos dos mil años, los lectores ordinarios de la Biblia e incluso los eruditos de la Biblia han estado perplejos con respecto a la Nueva Jerusalén, preguntándose si ésta es una ciudad física o si se trata de otra cosa. Debido al concepto natural del hombre, según el entendimiento humano, la mayoría considera que la Nueva Jerusalén es una ciudad física. Aún recuerdo que cuando era joven cantaba un himno que decía que un día entraríamos a la ciudad de oro que tiene una calle de oro, puertas de perla y muros de jaspe. Pero dentro de mí, me decía: “¿El Señor murió y derramó Su sangre para salvarme y llevarme a una ciudad de oro?”. A partir de aquel momento, empecé a indagar para descubrir qué era realmente la Nueva Jerusalén. Finalmente, alrededor de 1960, vi claramente que esta ciudad no es una ciudad física, sino una señal que expresa una realidad espiritual que no puede ser descrita con palabras ordinarias. Dios empieza a usar tales señales en Génesis 2, donde hallamos el árbol de la vida. El árbol de la vida reaparece en el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 2:7, el Señor dice: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el paraíso de Dios”. Y al final de Apocalipsis, vemos que el árbol de la vida está presente en la Nueva Jerusalén (22:2). Basado en esto llegué a la osada conclusión de que la Nueva Jerusalén es una señal, debido a que el árbol de la vida que está en la ciudad es una señal. Puesto que dicho árbol no es un árbol físico sino una señal, la ciudad santa también debe ser una señal.

  Además, Apocalipsis 21:22 dice que en la Nueva Jerusalén no hay templo. ¿Qué es el templo? El templo es Dios y el Cordero, el lugar donde el pueblo de Dios adora a Dios y le disfruta. Por lo tanto, el templo de Dios es también una señal. El templo no es un edificio físico que se encuentra dentro de la ciudad; más bien, Dios y el Cordero son el templo. Además, Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. Tanto la lámpara como la luz se refieren a la gloria de Dios; por eso ambas, la luz y la lámpara, son señales y no son cosas físicas. En la Nueva Jerusalén también vemos que Cristo es el Cordero. Esto seguramente no significa que en la Nueva Jerusalén Cristo sea un cordero de cuatro patas y una cola, sino que el Cordero es una señal. Esto no es todo, pues la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios (v. 3). Finalmente, toda la ciudad llegará a ser un tabernáculo; esto también es una señal. Por una parte, la Nueva Jerusalén es una ciudad que tiene puertas, cimientos y un muro; por otra, es el tabernáculo de Dios, o sea, el lugar donde Dios mora con el hombre. Por último, esta ciudad es la novia, la esposa del Cordero (v. 2). Estos elementos indican que toda la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, no es una ciudad física; más bien, es la señal máxima, la señal más sobresaliente de toda la Biblia, la cual representa el agregado, la totalidad de los santos redimidos de todas las generaciones, quienes han sido regenerados, transformados y glorificados, como la consumación de la experiencia que el hombre tiene del Dios Triuno, que es el Cuerpo orgánico de Cristo.

II. CADA PARTE DEL CUERPO ORGANICO DE CRISTO ES EL FRUTO DE LA GRACIA EN LA ECONOMIA DE DIOS

  Cada parte del Cuerpo orgánico de Cristo es el fruto de la gracia en la economía de Dios. La gracia es el disfrute que tenemos del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el disfrute de vida. Y la vida de Dios está con Dios el Padre como sustancia, con Dios el Hijo como elemento y con Dios el Espíritu como esencia.

A. Con Dios el Padre en Su naturaleza como sustancia, representado por el oro puro

  Primero, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Padre en Su naturaleza como su propia sustancia, representado por el oro puro (1 Co. 3:12; Ap. 21:18b). El oro representa la naturaleza divina de Dios el Padre como la fuente con todos sus atributos.

B. Con Dios el Hijo en Su redención como elemento, representado por las perlas

  En segundo lugar, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Hijo en Su redención como su propio elemento, representado por las perlas (1 Co. 3:12; Ap. 21:21a). Las perlas representan a Cristo el Hijo, en Su muerte vencedora y en Su resurrección que imparte vida, juntamente con todas las virtudes y atributos.

C. Con Dios el Espíritu en Su obra transformadora como esencia, representado por las piedras preciosas

  En tercer lugar, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Espíritu en Su obra transformadora como su propia esencia, representado por las piedras preciosas (1 Co. 3:12; Ap. 21:18a, 19-20). Las piedras preciosas representan la obra transformadora del Espíritu juntamente con todos Sus atributos. El oro, la plata y las piedras preciosas representan los variados deleites y las diferentes experiencias que los creyentes tienen de Cristo en las virtudes y atributos del Dios Triuno. Todos estos materiales preciosos son el fruto de nuestra participación y disfrute de Cristo en nuestro espíritu por medio del Espíritu Santo. Unicamente estos elementos sirven para producir el edificio de Dios.

  El Cuerpo orgánico de Cristo, el cual es la iglesia, es producido mediante la transformación que experimentan los santos redimidos y regenerados por medio del Dios Triuno consumado, a saber, el Espíritu. Por lo tanto, necesitamos llenarnos del Espíritu, quien es la esencia de la Trinidad Divina. Hoy el Espíritu es el Espíritu todo-inclusivo y vivificante, y El es Cristo hecho real en los creyentes. Cristo, el postrer Adán, después de pasar por una muerte todo-inclusiva, en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante como esencia de la Trinidad Divina, a fin de entrar en nosotros para ser nuestra vida y nuestro todo. Día tras día necesitamos ser llenos y saturados de El, así como impregnados e infundidos por El. Por lo tanto, al leer el Nuevo Testamento, no podemos evitar encontrarnos con la palabra Espíritu. Especialmente en las epístolas vemos que el énfasis recae en el Espíritu, y el Espíritu frecuentemente está ligado a la gracia. Cuando enseñamos y pastoreamos a otros, no los exhortamos a que hagan algo; esto es lo que hace la religión, pero no es así como opera el Espíritu. Necesitamos ser llenos del Espíritu, que es la esencia de la Trinidad Divina, a fin de que nuestra mente llegue a ser más sobria, que nuestra voluntad se haga más firme y que nuestra parte emotiva se llene de amor. Cuando tenemos el Espíritu en nosotros, tenemos la esencia del Dios Triuno en nuestro ser.

  El Dios Triuno pasó por varios procesos. El se hizo carne, llevó un vivir humano y pasó por una muerte todo-inclusiva. En Adán, la muerte no es agradable, pero en Cristo, la muerte es muy preciosa. La muerte de Cristo, al igual que los antibióticos, mata todos los gérmenes. La muerte de Cristo dio fin a la vieja creación, a la carne, al viejo hombre, al pecado, a Satanás, al mundo, a las ordenanzas, a los mandamientos y a todas las diferentes costumbres de la humanidad. La muerte de Cristo también liberó la vida divina que estaba en El. A partir de esta muerte, El entró en el poder generador de vida, que es la resurrección. En esta resurrección, El fue engendrado como Hijo primogénito de Dios. En un principio El sólo era el Hijo unigénito de Dios, que no poseía humanidad. Pero después de Su encarnación, debido a que Su carne, o sea Su humanidad, no era el Hijo de Dios, El tuvo que pasar por la resurrección y ser “hijificado”. Ahora El ya no es solamente el Hijo unigénito de Dios, sino que también es el Hijo primogénito de Dios. En la eternidad pasada El era el Hijo unigénito de Dios, quien poseía divinidad pero no humanidad. Pero en Su resurrección, El fue engendrado como Hijo primogénito de Dios, y ahora posee tanto divinidad como humanidad. Además, en Su resurrección El nos regeneró, a fin de que naciéramos como hijos de Dios. El es el Hijo primogénito de Dios, y nosotros somos los muchos hijos de Dios. En la resurrección El también fue transfigurado para llegar a ser el Espíritu vivificante. En la eternidad pasada El no tenía todos estos elementos, pero una vez que pasó por estos procesos, El llegó a ser el Espíritu vivificante, todo-inclusivo y compuesto que mora en los creyentes. Este Espíritu es el Dios Triuno consumado, el Dios Triuno procesado, quien está disponible para que nosotros le comamos, le bebamos y le disfrutemos. El mismo dijo que podíamos comerle, y que todo aquel que le comiera ciertamente viviría por causa de El (Jn. 6:57).

D. Sin tener en absoluto nada del elemento natural humano ni de la obra que el hombre realiza por su propio esfuerzo

  El Cuerpo orgánico de Cristo no tiene, en absoluto, nada del elemento natural humano ni de la obra que el hombre realiza por su propio esfuerzo. En un principio, nosotros éramos hombres de barro; sin embargo, en la Nueva Jerusalén no hay nada de barro, sino únicamente oro puro, perlas y piedras preciosas. Ya que el oro representa la naturaleza divina de Dios, el hecho de que la Nueva Jerusalén sea de oro puro implica que dicha ciudad está constituida por completo de la naturaleza divina de Dios y toma dicha naturaleza como su elemento. Las perlas son producidas por las ostras en las aguas de muerte; esto significa que Cristo entró a las aguas de muerte, fue herido por nosotros y secretó Su vida sobre nosotros para convertirnos en perlas preciosas. Las perlas preciosas no son creadas, sino que son producidas de materiales que fueron transformados. Nosotros fuimos creados de barro, pero después de haber pasado por el intenso calor y la presión ejercida por la obra del Espíritu Santo en nosotros y en nuestras circunstancias, somos transformados en piedras preciosas útiles para el edificio eterno de Dios.

  Todos necesitamos pasar por la regeneración y la transformación, y así podemos llegar a ser parte de la Nueva Jerusalén. En Su economía, Dios dispone las personas, cosas y eventos que nos rodean, ordenándolos de una manera maravillosa a fin de que podamos aprender las lecciones de ser quemados y presionados, de modo que seamos transformados en vida. Ya sea en la vida de iglesia o en la vida familiar, todos hemos experimentado tal fuego y presión. Si no hemos sido presionados y quemados, ciertamente seguiremos siendo madera natural, heno y hojarasca, y no podremos ser piedras preciosas para la edificación. A fin de convertirnos en piedras preciosas, necesitamos ser transformados. Apenas argumentamos, ya sea en el hogar o en las reuniones de la iglesia, el fuego se extingue y la presión desaparece; si esto ocurre, seguiremos siendo materiales naturales, y no seremos materiales transformados que sirvan para la edificación.

  Si no estamos dispuestos a ser transformados por medio del fuego y la presión hoy, no podremos entrar en la Nueva Jerusalén. En Su economía, Dios ha preparado el reino milenario como una recompensa para los creyentes transformados que hayan vencido. Si somos transformados en vida, al recibir hoy la obra del Espíritu y la disciplina de Dios, seremos recompensados por el Señor a Su regreso, es decir, recibiremos la recompensa del reino y entraremos en su gloria. Los creyentes que no estén dispuestos a ser transformados en vida recibiendo la obra del Espíritu y la disciplina de Dios, serán echados a las tinieblas de afuera cuando el Señor regrese, donde se arrepentirán con llanto y crujir de dientes. El fuego y la presión de hoy, a lo más, durará cien años; pero en el futuro, el fuego y la presión serán diez veces mayor, pues durarán mil años. Esto es lo que la Biblia revela claramente. El cielo y la tierra pasarán, pero ni una jota ni una tilde de las Escrituras pasará (Mt. 5:18). Los vencedores reinarán con Cristo en el reino milenario y recibirán la filiación. Además, ellos servirán a Dios y a Cristo como sacerdotes reales, en la gloria de la manifestación de Cristo. Los vencedores ya serán piedras preciosas en el milenio, mientras que aquellos que han sido derrotados, los materiales naturales que no han sido transformados, estarán en las tinieblas llorando y crujiendo los dientes. Después del milenio, todos los salvos finalmente estarán en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Sin embargo, durante el milenio únicamente los vencedores estarán en la Nueva Jerusalén, pues aquellos que sean derrotados no estarán allí.

III. EL ORGANISMO DE LA TRINIDAD DIVINA TOMA EL ATRIBUTO DE UNIDAD DE LA TRINIDAD DIVINA COMO SU PROPIO ATRIBUTO

  El organismo de la Trinidad Divina toma el atributo de unidad de la Trinidad Divina como su propio atributo. Las palabras que el Señor dijo en Juan 17 muestran claramente que el atributo único o singular de la Trinidad Divina es la unidad. Ya que el atributo singular de la Trinidad Divina es la unidad, el atributo singular del organismo de la Trinidad Divina debe también ser la unidad. Si estamos en discordia con los miembros del Cuerpo de Cristo, no estamos en la unidad y contradecimos el atributo único o singular de dicho organismo.

  El atributo único o singular de la Trinidad Divina es la unidad (Jn. 17:11, 21b, 22b). En tal atributo de la Trinidad Divina, el organismo de la Trinidad Divina también posee el mismo atributo único (v. 21a, 22b-23). Esta unidad, como atributo de la Trinidad Divina, es llamada la unidad del Espíritu en el Cuerpo orgánico de Cristo (Ef. 4:3-4a). Producir cualquier división en el Cuerpo orgánico de Cristo es insultar y menospreciar al Dios Triuno, cuyo atributo es la unidad (cfr. 1 Co. 1:13a). Crear divisiones es blasfemar contra Dios. Por lo tanto, en Romanos 16:16-17 Pablo era intransigente y firme al decir que debemos fijarnos en aquellos que disienten, que causan divisiones y tropiezos, y que debemos apartarnos de ellos. En este organismo no puede haber divisiones. El atributo esencial de dicho organismo es la unidad.

IV. EL PRODUCTO DE LA GRACIA EN LA ECONOMIA DE DIOS ES UN POEMA

  El producto de la gracia en la economía de Dios es un poema (Ef. 2:10a). Los cielos, la tierra y el hombre, quienes fueron creados por Dios, no son el poema de Dios. En cambio, la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, es el poema de Dios.

A. Para exhibir las superabundantes riquezas de la gracia en la economía de Dios

  El fruto de la gracia, en la economía de Dios, es un poema que exhibe las superabundantes riquezas de la gracia en la economía de Dios (Ef. 2:7). Estas riquezas, en sus variados aspectos, se mencionan una y otra vez en el Nuevo Testamento, especialmente en las epístolas escritas por Pablo. Dicha gracia es rica, abundante, se multiplica y aumenta.

B. Para llevar a cabo las buenas obras que Dios preparó de antemano para que los creyentes anduvieran en ellas

  Nosotros hemos sido salvos por la superabundante y rica gracia, a fin de que llevemos a cabo las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10b). Las buenas obras para las cuales Dios nos creó no son las que se consideran buenas según nuestro concepto humano, sino que se refieren a las buenas acciones específicas que Dios planeó y ordenó de antemano para que anduviésemos en ellas mientras vivimos en Su organismo. Por una parte, hemos de exhibir la rica gracia de Dios, y por otra, hemos de llevar a cabo lo que Dios predeterminó. Estas buenas obras deben de referirse a hacer Su voluntad para llevar la vida de iglesia y ser el testimonio de Jesucristo.

CONCLUSION

  Ahora que hemos visto las cosas presentadas en estos cuatro mensajes, les pediría que examinemos y consideremos nuestra situación actual. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. ¿En qué situación nos encontramos? ¿Qué es la gracia para nosotros? Para el apóstol Pablo todas las cosas eran como basura, y la gracia era Dios en Cristo. Fue por gracia, o sea, por el Señor a quien él experimentaba, que Pablo laboró para el Señor mucho más que todos los apóstoles. Al igual que Pablo, debemos tomar al Dios Triuno procesado y consumado como la gracia en nuestro vivir y en nuestra labor. Nuestro vivir, en su totalidad, debiera ser así; no debiera consistir simplemente en hacer cosas apropiadas o cosas buenas. Tal vivir completo no tiene en absoluto nada que ver con que hagamos lo que es correcto o errado, ni con que hagamos el bien o el mal, sino que es un vivir que se halla por completo en la esfera del Dios Triuno procesado. En tal vivir, tomamos únicamente la vida divina como el principio que nos rige. Todo cuanto procede de la vida divina, es lo que Dios desea; y todo lo que no procede de la vida divina, es rechazado por Dios. Esta vida es la rica gracia que tiene a Dios el Padre como su sustancia, a Dios el Hijo como su elemento y a Dios el Espíritu como su esencia; esta vida es Dios mismo que viene a nosotros para ser nuestra gracia. Este es el vivir que debemos llevar. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos bendiga para que podamos llevar tal vida, a fin de que podamos experimentar la consumación de la gracia de Dios en Su economía.

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