
¡Alabado sea el Señor por la regeneración! Por medio de ella recibimos una vida nueva, un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Además, el Espíritu de Dios ahora mora en nosotros. Nuestro espíritu, el cual se amorteció por la caída del hombre, ha sido vivificado por el Espíritu vivificante. Como resultado, hemos comenzado a experimentar subjetivamente, la salvación completa de Dios. ¡Alabémosle por este nuevo comienzo tan maravilloso!
Pero, ¿es eso todo lo que incluye la salvación de Dios? No. Antes de que se efectúe por completo en nosostros la salvación de Dios, deben ocurrir muchas otras cosas. En esta lección veremos la santificación. La santificación es el proceso mediante el cual la naturaleza santa de Dios se forja en nosotros.
La santificación es necesaria a fin de que la naturaleza santa de Dios se forje en nuestro ser. Esta santificación es el proceso mediante el cual somos hechos santos. Algunas personas tienen el concepto de que, para ser hechos santos, deben esforzarse para no pecar y para mantenerse alejados de todo lo maligno. Pero, ¿cómo podríamos nosotros, siendo personas impías llenas de la naturaleza satánica, llegar a ser santos por el simple hecho de hacer o dejar de hacer ciertas cosas? ¡Esto es imposible!
En todo el universo, sólo Dios es santo. Su vida y Su naturaleza son santas. Si usted no tiene a Dios, no puede ser santo; si ha recibido sólo un poco de Dios, sólo tiene un poco de santidad. Si recibe más de Dios, tiene más santidad; pero si está lleno de Dios, entonces estará lleno de santidad. La santidad es simplemente Dios mismo.
Al creer en Cristo Jesús usted fue regenerado. ¿Es usted santo? Si responde que sí, entonces le preguntaría: “¿cuánto?” La regeneración es un nuevo nacimiento. Pedro nos dice que los nuevos creyentes son como bebés recién nacidos (1 P. 2:2). Por la regeneración nacimos de Dios y recibimos Su vida y naturaleza santas como nuestra porción. Por tanto, somos hechos un poquito santos. Luego, a medida que crecemos en esta vida y naturaleza divinas, llegamos a ser más santos. El crecimiento en vida viene al añadirse a nosotros más de la naturaleza santa de Dios. Este proceso de crecimiento se llama santificación.
Romanos 5:10 dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida”. Este versículo dice claramente que ser salvos en vida es “mucho más” que ser reconciliados. La reconciliación únicamente resolvió el problema externo que teníamos con Dios, pero la salvación en Su vida nos libra de nuestra naturaleza pecaminosa y nos introduce en la naturaleza divina y santa de Dios mismo. En esto consiste la santificación. El apóstol Pablo usó las palabras “mucho más” para demostrar la importancia que tiene la santificación en vida.
Somos santificados al tener contacto con el Espíritu de santidad (Ro. 1:4). El Señor entró en nuestro espíritu mediante la regeneración y ahora podemos tener contacto con el Espíritu de santidad siempre que nos volvemos al Señor y oramos. Cuando hacemos esto, la naturaleza santa se extiende a nuestra alma para santificarnos. Juan 17:17 también nos dice que somos santificados en la verdad de la Palabra. Por tanto, también necesitamos tocar al Señor por medio de la Palabra.
En esta lección vemos que no debemos estar satisfechos con el simple hecho de haber sido perdonados y limpiados por Dios, ni siquiera con el hecho de haber sido regenerados. Aunque ciertamente estas experiencias son maravillosas, no debemos detenernos en ellas. Más bien, debemos seguir adelante hasta alcanzar la plena madurez en la vida divina; sólo así seremos plenamente santificados, es decir, saturados con la vida y la naturaleza santa de Dios, a fin de expresarlo y representarlo plenamente.
Compendium of God’s Full Salvation [Compendio de la salvación completa que Dios efectúa] (LSM), capítulo 17.
o