
¿Tiene la certeza de que al arrepentirse y creer en el Señor Jesús, usted fue salvo? ¿Es totalmente real y segura su salvación, o es posible que la pierda después de haberla recibido? Leamos algunas porciones del folleto titulado: “La certeza, seguridad y gozo de la salvación”, para saber en qué se basa la seguridad de nuestra salvación.
“El que crea y sea bautizado, será salvo” (Mr. 16:16). “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13). Estos dos versículos [nos muestran que, inmediatamente después que una persona cree y se bautiza, invocando el nombre del Señor, es salva. Debemos reconocer y confesar este hecho sin depender de nuestros sentimientos].
“El que oye Mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no está sujeto a juicio, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Jn. 5:12-13). Estos dos pasajes de las Escrituras [nos revelan que, una vez que una persona cree en el Padre celestial y cree en el nombre del Hijo de Dios (el Señor Jesucristo), tiene vida eterna (es decir, la vida de Dios). Por lo tanto, todo aquel que cree no vendrá a juicio y perdición, sino que ha pasado de muerte a vida. Así que, basados en lo que la Biblia dice, y no en lo que dicen nuestros sentimientos, podemos asegurar que todo creyente es salvo y tine la vida de Dios].
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12-13). [El Señor Jesús da la potestad o autoridad de ser hechos hijos de Dios a todos aquellos que le reciben por fe, es decir, a los que creen en Su nombre. Esta autoridad es la propia vida de Dios, la cual causa que los que creen en el Señor Jesús, nazcan de Dios, es decir, que sean regenerados y hechos hijos de Dios. Esto también lo confirman las palabras de la Biblia, y no es algo que dependa de nuestros sentimientos.
Las palabras de la Biblia son absolutamente confiables, y jamás podrán ser cambiadas ni anuladas. Por otra parte, nuestros sentimientos fluctúan según el ánimo y las circunstancias en que nos encontremos, y no son dignos de confiar. La Biblia establece claramente que una persona es salva cuando cree en el Señor Jesús, sin importar lo que digan sus sentimientos humanos. Por tanto, debemos basarnos en las seguras palabras de la Biblia y desechar nuestros fluctuantes sentimientos, creyendo firmemente y estando plenamente seguros de que ya hemos sido salvos].
“El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). [Cuando creemos en el Señor Jesús y le recibimos como nuestro Salvador, Dios nos da Su Espíritu y lo imparte dentro del nuestro (Ez. 36:27). El Espíritu Santo nos ha sido dado para estar con nosotros para siempre (Jn. 14:17). El da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, aquellos que han nacido de Dios. Todos los que han creído en el Señor, se deleitan al dirigirse a Dios, diciéndole: “Abba, Padre” (Ro. 8:15). Es muy normal que los creyentes le digamos a Dios: “Abba, Padre”, pues al hacerlo experimentamos una sensación dulce y agradable en nuestro ser interior. Esto se debe al hecho de que somos hijos de Dios, nacidos de El con Su vida divina, y a que el Espíritu del Hijo de Dios ha entrado a nosotros. Esto constituye una prueba interna adicional de nuestra salvación].
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por El” (1 Jn. 5:1). [Una vez que creemos que Jesús es el Cristo, hemos nacido de Dios. Dios es amor (1 Jn. 4:16), y la vida de Dios es también la vida que ama. Por lo tanto, todo aquel que es engendrado por Dios, ama a Dios y ama también a todo aquel que ha sido engendrado por El, es decir, a los hermanos en el Señor].
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Jn. 3:14). [Esta palabra establece que, como creyentes, nuestro amor por los hermanos en el Señor es una prueba de que tenemos la vida eterna de Dios. Amar a los hermanos en la fe es una experiencia en la vida eterna de Dios, que solamente se tiene después de haber creído y ser salvo. Hay un gozo y un sentimiento de afecto inexplicables cuando una persona salva ve a un hermano en el Señor. Esta clase de amor hacia los hermanos es otra prueba de que hemos sido salvos. Podríamos llamarla, la prueba del amor o la prueba de nuestra experiencia en la vida de Dios.
Por lo tanto, por medio de la palabra precisa de la Biblia, del testimonio del Espíritu Santo en nuestro espíritu, y de nuestra experiencia de amor en vida, podemos saber con certeza que somos salvos. Además, la salvación que hemos recibido es una salvación eterna (He. 5:9). Una vez que hemos recibido esta salvación, no pereceremos jamás y nadie puede arrebatarnos de la mano del Señor ni de la mano del Padre celestial (Jn. 10:28-29)].
Así que, basados en la Palabra escrita de Dios, en el testimonio interior del Espíritu y en nuestra experiencia de vida, podemos estar plenamente seguros de que somos salvos.
La salvación de Dios es eterna. Una vez que hemos sido salvos, es imposible perderla. Nadie en el universo puede cambiar este hecho, ni Dios, ni Satanás, ni nosotros mismo.
[La seguridad de la salvación eterna de Dios se basa en la voluntad de Dios. Efesios 1:5 dice que hemos sido predestinados según el beneplácito de la voluntad de Dios y Juan 6:39 nos dice que la voluntad del Padre es que ninguno de aquellos que le ha dado al Hijo, se pierda. Esta es la voluntad eterna de Dios en cuanto a nuestra salvación. La voluntad de Dios es más firme y estable que una roca. El cielo y la tierra pueden ser removidos, pero la voluntad de Dios permanece para siempre. Su voluntad no sube ni baja como un elevador].
[La seguridad de la salvación se basa en la elección y el llamamiento de Dios. El nos escogió antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). No lo elegimos nosotros a El, sino que fue El quien nos eligió (Jn. 15:16), y Su elección no depende de nuestras obras, sino de El mismo quien llama (Ro. 9:11). Dios no sólo nos predestinó, sino que también nos llamó (Ro. 8:30), no conforme a nuestras obras, sino según el propósito Suyo (2 Ti. 1:9). Su llamamiento es irrevocable, es decir, que el nunca se arrepentirá ni se lamentará de habernos llamado. Su elección y llamamiento son inmutables y no tienen que ver con nuestras obras. Tanto la elección como el llamamiento de Dios, los cuales son iniciados por El y no por nosotros, son nuestra seguridad de salvación].
[La seguridad de la salvación eterna se basa también en la justicia de Dios, la cual se revela para fe (Ro. 1:16-17). Para mostrar Su justicia, Dios necesita justificarnos, y El justifica al que cree en el Señor Jesús (Ro. 3:26). El Dios justo nos ha justificado (Ro. 8:33). La justicia es el cimiento mismo de Su trono (Sal. 89:14), y Su trono está establecido para siempre].
[La seguridad eterna de nuestra salvación se basa además en la vida de Dios. El Señor dijo: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás” (Jn. 10:28). ¿Cree usted que la vida eterna puede ser revocada después de que nos ha sido dada? Decir que podemos perdernos después de haber sido salvos implica que la vida eterna que nos ha sido dada nos puede ser quitada. Esto es totalmente ilógico. Una vez que recibimos la vida eterna, jamás pereceremos].
Todo lo anterior nos revela que nuestra salvación es eterna, es decir, que no cambiará con el tiempo. Tampoco depende de que seamos buenos o malos. Nuestra salvación no cambia, ni cambiará por la eternidad.
Compendium of God’s Full Salvation [Compendio de la salvación completa que Dios efectúa] (LSM), capítulo 25.
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