
El primer problema del hombre en la caída es objetivo y tiene que ver directamente con Dios. Al usar la palabra objetivo nos referimos al hecho de que, aunque este problema nos concierne, es externo a nosotros. Recordemos el ejemplo del niño que desobedeció a su madre y bebió el veneno. Desobedecer a su madre era un problema objetivo. Aunque tenía mucho que ver con él, no era algo que afectara su ser interior. Debido a su desobediencia, él ahora tenía un problema con su madre y debía ser castigado por ello. Del mismo modo, el problema que nosotros tenemos con Dios debido a la caída de Adán es muy serio, y pronto tendremos que afrontar el castigo de Dios por ello.
Todos nos encontramos ahora bajo la condenación de Dios por causa de la desobediencia de Adán (Ro. 5:18a). Cuando Dios creó al hombre, no creó a muchos hombres sino sólo a uno. Esto significa que todos los hombres estaban incluidos en este único hombre. Por tanto, cuando Adán pecó, a los ojos de Dios todos fuimos incluidos en ese acto pecaminoso, aunque nunca hubiéramos personalmente pecado de la misma forma. Debido a esto, cuando Adán fue juzgado y quedó bajo la condenación de Dios, nosotros también fuimos juzgados con él y quedamos juntamente bajo la misma condenación.
Debido a que Dios nos condenó en Adán, todos permanecemos bajo la ira de Dios (Jn. 3:36b). Así pues, por el pecado de Adán hoy todos los hombres se encuentran bajo la ira de Dios, aguardando Su juicio final.
Finalmente, el hombre será juzgado y lanzado por Dios al lago de fuego para sufrir el juicio divino por la eternidad (He. 9:27). La Biblia nos muestra que Dios no preparó el lago de fuego para el hombre, sino para Satanás y sus ángeles caídos, quienes le siguieron en su rebelión contra Dios (Mt. 25:41).
Sin embargo, debido a que el hombre fue engañado por Satanás y se rebeló en contra de Dios al desobedecerle, éste debe ahora sufrir juntamente con Satanás el juicio de Dios en el lago de fuego (Ap. 20:15).
Exteriormente, y en relación con Dios, ésta es la terrible condición en la cual el hombre cayó debido a la transgresión de Adán. En lugar de disfrutar la vida de Dios y de expresarlo a El, el hombre ha sido condenado a morir y a participar en el juicio de Satanás.
El segundo problema que el hombre tuvo a causa de la caída, es subjetivo, es decir, para consigo mismo. Retomando el ejemplo anterior, el problema subjetivo corresponde al veneno que entró en el hombre, no al problema de la desobediencia. Al tomar del árbol del conocimiento, el hombre no sólo hizo algo indebido, lo cual podía resolverse con el perdón de Dios; en realidad, él tomó dentro de sí la misma vida de Satanás. Esta vida satánica que entró en el hombre amorteció, arruinó y contaminó todo su ser.
En primer lugar, el espíritu del hombre se amorteció cuando la vida satánica entró en él, y llegó a estar muerto en sus delitos y pecados (Ef. 2:1). Su espíritu amortecido perdió la función de tocar a Dios; es por eso que hoy los hombres no tienen la habilidad de tener contacto con Dios, y muchos inclusive no creen en El.
La vida satánica que entró en el hombre arruinó su alma, impidiéndole participar en el propósito de Dios. Su mente, la cual fue creada para conocer a Dios, quedó entenebrecida e incapaz de conocerle (Ef. 4:17-18a), debido a que se llenó de pensamientos vanos y razonamientos necios, que lo alejaron de Dios y de Su propósito. Su parte emotiva, la cual fue creada para amar a Dios, se desvió en pos de otras cosas y dejó de amarle. Hoy el hombre toma como objeto de su amor muchas cosas que no son Dios, e incluso en ocasiones le odia (2 Ti. 3:2-4). Por último, la voluntad, la cual Dios le dio al hombre para que lo escogiera y obedeciera, se hizo rebelde (Ef. 2:2b). Hoy, el hombre voluntariamente ha abandonado a Dios y se ha hecho uno con la voluntad de Su enemigo, Satanás. A causa de esto, el hombre vino a ser enemigo de Dios.
Cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento, la vida pecaminosa de Satanás entró en su cuerpo y lo convirtió en carne pecaminosa. La vida pecaminosa de Satanás está hoy en el cuerpo del hombre (Ro. 7:17-18a). Esta vida, la cual está llena de malos deseos y toda clase de maldad, convierte el cuerpo del hombre en un cuerpo de pecado que lo arrastra al pecado, y en un cuerpo de muerte que lo hace impotente para agradar a Dios y servirle (Ro. 6:6b; 7:24).
Esto nos muestra que el hombre fue condenado por Dios exterior y objetivamente, y que por otra parte, interior y subjetivamente, fue arruinado por la vida satánica. Llegó incluso a ser un hijo del diablo, debido a la vida pecaminosa que entró en él (Jn. 8:44; Ef. 2:2b). En tal situación triste y de ruina, el hombre no tiene ninguna esperanza y es incapaz de salvarse a sí mismo. Lo que le espera hoy es una vida llena de pecado, y en el futuro, el castigo eterno de Dios. Esta es la condición en la cual todos los hombres, incluyéndolo a usted y a mí, cayeron por el pecado de Adán. Esta horrible condición hizo que Dios, en Su amor, viniera a salvarnos.
Compendium of God’s Full Salvation [Compendio de la salvación completa que Dios efectúa] (LSM), capítulo 3
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