
Las reuniones de hogar responden al anhelo que está en el hombre, pero al mismo tiempo éstas son contrarias a los hábitos, costumbres y tradiciones del hombre. Por un lado, el hombre tiene un deseo en su interior, pero, por otro, pocos están dispuestos a pagar el precio para satisfacer este deseo de forma práctica. El hombre fue creado por Dios y desea reunirse con sus semejantes. Esta naturaleza es una necesidad innata en él. Si alguien fuese enviado a vivir en una montaña, aunque se fuera allí con toda su familia, seguiría sintiéndose solo y necesitado. Esto se debe a que aunque se tiene a sí mismo y su familia, aún no ha satisfecho la necesidad que tiene por naturaleza de reunirse con otros, la cual Dios puso en él en el momento de crearlo. Por naturaleza al hombre le gusta reunirse con sus semejantes.
Los sociólogos, como resultado de su investigación, afirman que el hombre necesita la compañía de otros. Hace setenta años hubo una asociación juvenil cristiana que hizo hincapié en tres aspectos de la educación: el aspecto moral, el aspecto intelectual y el aspecto físico. La moralidad se refiere a la ética, el intelecto implica la sabiduría y la educación física es para el cuerpo. Según la Biblia, el cuerpo es la parte externa del hombre, el alma es donde reside el razonamiento y el intelecto, y el espíritu es la parte más noble donde se halla la moralidad. Sin embargo, en menos de diez años, aquella asociación juvenil cambió su lema, diciendo que la educación debía incluir cuatro aspectos: el aspecto moral, el intelectual, el físico y el social. En lugar de hablar de tres aspectos, dijeron que la educación debía incluir estos cuatro aspectos. Ellos se dieron cuenta de que en la sociedad humana existe tal necesidad que podemos llamar “la necesidad de congregarse”.
La lección 14 del segundo tomo de Lecciones de vida trata sobre las reuniones. En particular habla de la naturaleza humana y de su característica particular de congregarse. El hombre tiene una naturaleza social. Él no es como los lobos sino como las ovejas, las cuales siempre andan juntas. Es raro ver una oveja que viva sola. En cambio, un lobo es diferente, pues a menudo se halla solo. Para usar otro ejemplo, el hombre no es como las mariposas, sino como las abejas, las cuales por instinto vuelan juntas. En el momento en que un cristiano es salvo, la nueva vida que entra en él enriquece la vida humana que originalmente fue creada a la imagen de Dios. El intelecto del hombre, la característica moral y la buena naturaleza fueron creadas por Dios conforme a lo que Él mismo es. Así, el hombre es la forma externa, y Dios es el contenido interno. Una persona que no es salva no solamente tiene la imagen de Dios, sino que además tiene la necesidad de ser moral e intelectual, de hacer ejercicio físico y de reunirse con otros. Sin embargo, su vida humana no puede satisfacer plenamente todas estas necesidades. Es por ello que las personas van en la dirección equivocada en busca de satisfacción.
Hoy en nuestra sociedad abundan las actividades sociales. Prácticamente todas las formas de entretenimiento requieren de la participación de más de una persona. Un hombre a solas no puede entretenerse a sí mismo. Por ejemplo, para bailar se requiere la participación de un grupo de personas. Uno no puede bailar solo por mucho tiempo. Otras actividades son los juegos de pelota, los diferentes deportes, conciertos y clubes. Por consiguiente, debemos saber que el instinto de reunirse también puede conducir a toda clase de males.
Después que somos salvos, no sólo somos rescatados del pecado, sino mayormente de la condición inapropiada de nuestra naturaleza humana. Hay amor y afecto en nuestra naturaleza humana, pero si demostramos el amor y el afecto de manera inapropiada o impropia, vendrán a ser pecaminosas. Cuando demostramos estas cosas de la manera apropiada, no son pecaminosas. Asimismo, no hay nada de malo con comer y beber; al contrario, ¿cómo podría alguien sobrevivir sin comer y sin beber? Sin embargo, cuando un hombre se excede en el comer y el beber, hace que el comer y el beber sean pecaminosos. Eso es lo que la gente llama “comer, beber, estar de juerga y apostar”. Comer y beber son cosas esenciales para la vida humana y no tienen nada de malo; sin embargo, la clave es poner las necesidades en su lugar. Si las ponemos en el lugar correcto, son apropiadas; si las ponemos en el lugar equivocado, son pecaminosas. Como seres humanos que somos, tenemos la necesidad de amar y de reunirnos, pero tales necesidades tienen su lugar; de lo contrario, tanto el amor como el hecho de congregarnos producirán el elemento del pecado. Si tomamos en cuenta los crímenes cometidos en la sociedad en general, veremos que la mayoría de ellos se desprenden de estas dos necesidades: la necesidad de amar y la necesidad de congregarnos unos con otros. Todos los padres saben que no deben permitir que sus hijos se relacionen con niños groseros. Si les permiten andar con ellos, surgirán muchos problemas.
Es cierto que el hombre tiene una naturaleza que desea congregarse. Cuando un hombre es salvo, la vida de Dios entra en él. La vida divina desea aún más congregarse y, como resultado, intensifica más la necesidad del hombre de congregarse con otros. Debido a ello, desea reunirse. Sin embargo, para ello tiene que estar dispuesto a pagar el precio y a aprender a fin de tener una reunión apropiada. Las personas desean reunirse con otras, pero muchas de ellas no están dispuestas a pagar el precio. El cristianismo degradado, a fin de satisfacer las necesidades del carácter caído, negligente y relajado del hombre, inventó las reuniones grandes. Además, ha entrenado a muchos pastores y predicadores para que den mensajes a la congregación. Esto es similar a los chinos de la antigüedad que se congregaban para escuchar las leyendas de épocas pasadas.
Estos pastores y predicadores son buenos para entretener a las personas. Sobre todo en los Estados Unidos, casi todos los predicadores populares son buenos para hacer reír a la gente. Los mensajes amenos, el acompañamiento musical y los himnos que se cantan son una gran atracción en el cristianismo. En el pasado en la China continental el edificio de una iglesia era semejante a una casa de arquitectura occidental con una torre arriba. Era un lugar muy silencioso y limpio, y los asientos eran muy cómodos. Cuando las personas iban y se sentaban allí, nadie hacía ningún ruido ni se atrevía a discutir. Todos los que entraban se sentaban de una manera muy ordenada. Tocar el piano y cantar siempre eran parte del programa. Después de esto, un pastor tras otro ofrecía oraciones, leía las Escrituras, daba sermones y luego daba la bendición. Esto era algo muy atractivo. Por esta razón, a muchos les gustaba ir a la capilla el día del Señor por la mañana y por la tarde ir a partidos de fútbol. Esto satisfacía su necesidad psicológica y su necesidad física. Ésa era la clase de reunión del cristianismo que satisfacía la necesidad del carácter negligente y relajado de las personas, así como también su necesidad de congregarse.
Esto inconscientemente también se introdujo en el recobro del Señor. Sobre todo en los Estados Unidos, casi todos los que han venido al recobro del Señor, aunque han dejado las denominaciones y el terreno inapropiado, no han sido rescatados del hábito relajado y negligente de asistir a reuniones grandes. Muchos de los que han venido al recobro del Señor aún desean tener el servicio dominical, aunque no lo dirían con las mismas palabras. Han experimentado un cambio en cuanto a forma, mas no en cuanto al contenido.
En la sociedad actual la gente tiene libre el día del Señor. Durante los días de semana, personas de toda índole de oficios y profesiones se mantienen muy atareadas y exhaustas. Así que en su día libre, el día del Señor, la mayoría de ellas prefiere quedarse en cama hasta más tarde. Es por ello que los cultos dominicales en los Estados Unidos empiezan a las 11 a.m. Las personas van a las capillas sin ninguna prisa y de manera relajada. Es muy cómodo sentarse allí. Allí hay cánticos, un mensaje y chistes, todo lo cual eleva el disfrute de las personas “hasta los cielos”. Parece que todos los problemas relacionados con sus negocios, sus familias y sus hijos han sido lanzados muy lejos y han quedado completamente olvidados. Al final, el pastor ofrece algunas oraciones y da la bendición, y después pasan una bolsa o un plato para que la gente ponga allí su dinero, y todos salen alegremente de la iglesia. Ésta es la situación del cristianismo actual. Es por ello que existe la necesidad de un recobro. Si queremos ser agradables al Señor y buscar lo que Él desea, debemos estar dispuestos a pagar el precio de vivir la vida de iglesia que el Señor ha ordenado.
No es fácil recobrar las reuniones que el Señor ha ordenado: las reuniones de hogar. Para tener las reuniones de hogar, es preciso que todos se pongan activos y diligentes, y todos deben laborar. En las reuniones de hogar no hay un cuarteto de vocalistas ni un pastor que dé un mensaje o haga una oración. Nosotros tenemos que hacerlo todo. Podemos usar como ejemplo el comer. Aunque todos necesitan comer, no a todos les gusta cocinar. Las hermanas no pueden dejar de cocinar debido a las personas con quienes viven, tales como su esposo y sus hijos. Aun así, es posible que una hermana haga un trato con su esposo en el que ella cocinará sólo por seis días y se tomará un día libre; de lo contrario, no cocinará más. No sólo cocinar es una tarea difícil y desagradecida, pues también es una carga tener que lavar los platos después. Es por eso que en todo lugar encontramos toda clase de restaurantes, que sirven comida occidental o china. Las personas comen lo que se les antoja, y los restaurantes son un negocio próspero. Esto no sólo nos muestra lo mucho que a las personas les gusta comer, sino que también lo perezosas que son, pues les gusta comer pero no cocinar.
Con este ejemplo vemos que no sólo los que no son salvos tienen la necesidad de congregarse, sino más aún las personas salvas. Sin embargo, a todos les gusta venir a las reuniones con el pensamiento de que los demás les prepararán todo, y que ellos simplemente vendrán a disfrutar. Las personas salvas desean tener reuniones, pero pocas desean asumir la responsabilidad por las reuniones. Es por ello que necesitamos ser entrenados para laborar en las reuniones de hogar.
Debemos ver que practicar las reuniones de hogar no es un asunto insignificante. Si las reuniones de hogar no se conducen de la manera apropiada, el recobro del Señor estará acabado, y definitivamente no podremos avanzar. En el recobro del Señor, lo que determinará si los nuevos creyentes permanecerán es qué tan bien conduzcamos las reuniones de hogar. Si las reuniones de hogar son exitosas, las personas permanecerán, pero si no lo son, todo será un fracaso. Cuando vinimos a Taiwán por primera vez, nos preocupamos mucho por las pequeñas reuniones de grupo y no tanto por las reuniones grandes. Como resultado, obtuvimos un gran incremento. Sin embargo, después de laborar por más de treinta años, las pequeñas reuniones de grupo prácticamente han desaparecido, mientras que las reuniones grandes prosperan cada vez más. A los santos gradualmente les fueron gustando más las reuniones grandes y prefirieron que los hermanos dotados les dieran mensajes. Luego la iglesia empezó a adiestrar a las personas para saber cómo dirigirse desde el podio y dar mensajes, cultivando de manera específica este don. Una vez que caemos en esta situación, el “carro” ha dado un giro completo, y vamos de regreso a la degradación. Por esta razón, es necesario que cambiemos el sistema a fin de ser librados de esta situación anormal. Sin embargo, esto de ningún modo es una tarea fácil. Es como pedirle a una familia que deje de cocinar; ninguna familia haría esto porque todos necesitan comer. Hoy en día, el éxito que tengamos en las reuniones de hogar es lo que determinará si el recobro del Señor ha de propagarse, florecer o incluso sobrevivir. Si fallamos en las reuniones de hogar, volveremos a depender de las reuniones grandes, lo cual es sinónimo de degradación.
Esto no significa que no necesitemos en absoluto las reuniones grandes. El Nuevo Testamento habla de las reuniones grandes en las que toda la iglesia se reúne (1 Co. 14:23). Pablo también hace alusión a esto en Hechos 20:20. Sin embargo, en lo que se refiere a la vida humana y al comer, es cierto tanto al nivel local como universal que las comidas que se preparan en casa son más nutritivas y capaces de prolongar nuestra vida. Si una persona come en restaurantes todos los días, se volverá enfermiza.
El hermano Watchman Nee una y otra vez pregonaba la reunión como la que se describe en 1 Corintios 14:26. No debe ser una sola persona la que habla mientras las demás escuchan, sino que “cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación”. Usted tiene esto, y yo tengo aquello; “hágase todo para edificación”. Así que, el hermano Nee trató de implementar esto, y de hecho lo hizo. En sus escritos vemos que él aborrecía sobremanera las reuniones grandes que se celebraban el día del Señor. Él dijo que dichas reuniones grandes en el día del Señor debían ser abolidas, y que en lugar de ello, todos debían salir a predicar el evangelio. Sin embargo, aun después que las reuniones grandes se acabaron, no hubo muchos que salieran a predicar el evangelio. Por esta razón, él estudió la Biblia una y otra vez con la esperanza de hallar la manera apropiada de reunirnos.
Hemos visto claramente que si florecen las reuniones pequeñas, el recobro del Señor también florecerá. Una vez que las reuniones grandes son las que florecen, el recobro del Señor va en decadencia. Por lo tanto, las reuniones de hogar son cruciales, y éstas son también la carga que está sobre nuestros hombros. Esperamos que la generación más joven entre nosotros pueda ver claramente este asunto. Si el recobro del Señor ha de tener un camino por el cual avanzar, ello dependerá de si las reuniones de hogar son exitosas.
Desde 1984 yo dejé de lado la obra en los Estados Unidos con excepción de los dos entrenamientos bianuales. Al parecer yo detuve casi toda la obra allí solamente para regresar a Taiwán a fin de cambiar el sistema, experimentar y ver si la nueva manera podía funcionar. Aunque no estamos completamente seguros de que lograremos el éxito, estamos convencidos de que éste es el camino correcto. Si hemos de alcanzar el éxito, ello dependerá de la disposición que tengamos para laborar. Si estamos dispuestos a laborar, la nueva manera tendrá éxito; si no estamos dispuesto, no tendremos ninguna esperanza de éxito. La historia de la iglesia en los pasados dos mil años es un relato de repetidos fracasos. Los Hermanos fracasaron, la Iglesia Bautista fracasó y también el movimiento pentecostal. La razón principal de los fracasos es que la mayoría de ellos prefirieron tener reuniones grandes y que personas famosas dieran mensajes. No les interesó tener una buena reunión de hogar, donde todos tuvieran que ejercitar su espíritu, crecer en vida, conocer la verdad y ser disciplinados, restringidos, guiados y fortalecidos por el Señor en su vivir diario. A las personas no les gusta pagar este precio, y en vez de ello prefieren seguir el camino más cómodo.
Al mismo tiempo, no es fácil para el anfitrión de una familia tener una reunión de hogar. Antes de creer en el Señor, él tenía la libertad de hacer cualquier cosa en su casa, los siete días de la semana. Pero ahora que ha creído en el Señor, ha sido bautizado y ha aceptado tener una reunión en su casa una vez por semana, cuando llega el momento de la reunión, tiene que vestirse apropiadamente, ordenar su casa y esperar a que lleguen los santos a la reunión. Por un lado, él gana algo; pero, por otro, la reunión de hogar es una verdadera esclavitud para él. Además de ello, todos los asistentes de la reunión de hogar tienen que abrir su boca para orar, leer la Biblia y hablar. Si algo no sale bien, él no puede evitar sentirse molesto. Es por ello que decimos que no es fácil —e incluso es difícil— tener reuniones de hogar. Sin embargo, tenemos que aprender a superar estas dificultades.
Para afrontar las dificultades que se presentan en la reunión de hogar, primeramente debemos ser personas respetables, personas que los demás tengan en alta estima. Aunque el anfitrión de hogar sea una persona exitosa, famosa, jubilada y de más de sesenta años de edad, cuando vayamos a su casa a conducir la reunión de hogar y estemos allí de pie o sentados delante de él, él debe formarse una buena opinión de nosotros. Debemos ser personas de peso espiritual y respetables. Incluso antes de abrir nuestra boca para decir algo, nuestra expresión, apariencia y postura debe comunicar a la gente que somos personas de peso. Esto es algo que no se puede comprar con dinero ni se obtiene en un solo día; más bien, es algo que requiere ser cultivado por un largo período.
Debemos ser personas respetables delante de los hombres. ¿De dónde proviene este peso? El peso que tengamos proviene primeramente de la vida y, en segundo lugar, de la verdad. Si crecemos en vida y procuramos la verdad diariamente y año tras año, poco a poco aumentará en nosotros el elemento de la vida de forma espontánea, y lo mismo sucederá con el elemento de la verdad. Así, llegaremos a ser personas de peso y gravedad. Según la Biblia, la vida es el Señor mismo y la verdad también es el Señor mismo. Por consiguiente, nuestro peso espiritual es el Señor mismo. Él está añadiéndose a nosotros cada vez más. La adición de la vida y de la verdad es la adición del Señor mismo. Cuando la gente nos observa, ya sea en nuestro modo de hablar o en nuestra conducta, no percibirán ninguna frivolidad porque hay peso en nosotros.
Este peso proviene del cambio que opera el Espíritu Santo en nosotros y de Su crecimiento gradual en nosotros desde el día de nuestra salvación. Si ustedes jóvenes van a casa cada semana o cada mes, sus padres se sentirán muy contentos de ver cómo han cambiado y crecido. Ellos no pensarán que ustedes están fingiendo ser algo que no son, debido a que expresan esta vida espontáneamente. Es como dice nuestro refrán: “La sinceridad interior se expresa exteriormente”. Desde que fuimos salvos, día tras día hemos venido creciendo en vida. Por consiguiente, en nosotros aumenta un peso que aquellos que nos rodean pueden percibir.
Las reuniones de hogar nos exigen aprender ciertas destrezas, como por ejemplo, cómo estudiar Lecciones de vida, cómo leer las Escrituras, cómo cantar los himnos y cómo hablar. Todas estas destrezas son necesarias; sin embargo, no son lo primordial. Lo más importante es si espontáneamente manifestamos ante los demás peso y gravedad. En cuanto otros nos vean, percibirán que somos personas de peso. Esto no es algo fingido sino espontáneo. La manera en que usted habla es espontánea, y en esta espontaneidad hay algo que tiene peso. Este peso no es algo superficial, sino algo interno; es el Señor mismo quien se ha añadido a nosotros.
Para ello, necesitamos orar y ser llenos del Espíritu Santo. Este Espíritu Santo es el Señor; por lo tanto, ser llenos del Espíritu Santo es ser llenos del peso del Señor. Todos sabemos que se requiere tiempo para que la vida crezca. El crecimiento no se logra de forma instantánea. Para producir flores artificiales no se requiere mucho tiempo. De la noche a la mañana se pueden producir mil macetas con flores artificiales. Sin embargo, cuando se siembran semillas de flores verdaderas, es necesario regarlas y echarles fertilizantes por dos o tres meses para que puedan empezar a crecer. Por lo tanto, en nuestra vida de iglesia todas las actividades deben redundar en que el peso aumente cada vez más en nosotros. Este peso y gravedad son muy útiles en las reuniones de hogar.
Hasta un ladrón muestra respeto por una persona de peso espiritual. Una vez una hermana de edad, quien era una misionera noruega, tomó una embarcación para ir de Shanghái a Tientsin, que está en el norte. En el camino, el barco fue atacado por unos piratas, quienes se habían armado con espadas y lanzas para robar el barco. Después que capturaron al dueño del barco y al capitán, los piratas asumieron el control y empezaron a dar las órdenes. Sin embargo, lo extraño fue que cuando ellos vieron a esa hermana anciana, todos le mostraron respeto porque ella era una mujer llena del peso de vida en el Señor. Finalmente, esta misionera noruega llegó a ser la “comandante en jefe” y todos los piratas le prestaban atención. Esto se debía a que ella era una persona de peso. Aun su propia presencia manifestaba mucho peso, lo cual hizo que los piratas la respetaran y escucharan.
Esto es lo más importante que debemos tener cuando vayamos a poner en práctica las reuniones de hogar. Ser joven no es un obstáculo; algunas personas son frívolas incluso cuando son mayores. Por lo tanto, independientemente de si somos jóvenes o viejos, cuando vayamos a poner en práctica las reuniones de hogar, lo primero que debemos recordar es que debemos ser personas de peso y que este peso debe aumentar en nosotros diariamente. Debemos seguir adelante y aprender lecciones en vida, y también aceptar toda índole de quebrantamiento, restricción y disciplina. Al adquirir este aprendizaje en vida —por lo cual somos liberados de los hábitos de nuestro comportamiento, nos separamos de la influencia de otros, nos ejercitamos para orar cada vez más y permitimos que el Señor nos llene—, con el tiempo llegaremos a ser personas de peso espiritual.
Además de esto, debemos permitir que la verdad, las palabras que el Señor nos dio en la Biblia, nos santifique (Jn. 17:17). Las propias palabras del Señor nos dicen que la verdad puede santificarnos. La versión Chinese Union dice hacer santo en vez de santificar, lo cual es una traducción bastante pobre. Apartar sería una mejor traducción, pero la mejor traducción es santificar. La palabra del Señor no sólo nos renueva, sino que también nos santifica.
¿En qué parte de nuestro ser Su palabra nos santifica? Primeramente, Su palabra santifica nuestros conceptos y nuestros puntos de vista. La razón por la cual una persona tiene opiniones es que tiene sus puntos de vista y sus perspectivas; es debido a dichos puntos de vista que tiene opiniones. Lo primero que las palabras del Señor afectan es nuestros puntos de vista y nuestras perspectivas. Son muchas las fuentes donde se originan las opiniones que una persona tiene. En primer lugar, algunas opiniones son innatas; segundo, provienen de la educación familiar; y tercero, provienen de la educación formal, y luego son cultivadas en nuestro entorno social y de nuestros antecedentes sociales. Más aún, nuestros hábitos, la influencia de nuestras amistades, las experiencias que tenemos en la vida y otros asuntos forjan nuestros puntos de vista particulares.
No solamente un joven de veinte y pico años de edad tiene sus opiniones, sino también los niños de tan sólo siete u ocho años de edad. A veces los niños sorprenden a los adultos y hasta los hacen enojar porque se atreven a corregirlos. Esto nos muestra cuántos conceptos tiene una persona. ¿Qué puede cambiar los conceptos de una persona? Lo único que puede hacerlo es la verdad. Una vez que la verdad entra en alguien, opera en él y lo transforma. Cuando la verdad opera en alguien y lo transforma, ésta llega a ser vida. En último análisis, la verdad y la vida son una misma cosa, ya que son el Señor mismo. Cuando buscamos la vida, crecemos en vida, experimentamos restricciones y somos regulados por la ley del Señor en nosotros y, a la vez, cuando estudiamos la Biblia, buscamos la verdad y somos iluminados por ella, los conceptos que tenemos cambian inconscientemente y de manera completa.
El resultado más evidente del cambio que ocurre en nuestros conceptos es la unidad que existe entre los santos en la iglesia. Cuando los incrédulos vienen a las reuniones de la iglesia, se maravillan y dicen: “Esto es verdaderamente una iglesia internacional con toda clase de personas: negros, blancos, amarillos, cafés y rojos. Es increíble y tremendo que ustedes puedan reunir a estas cinco clases de personas”. Ellos no se dan cuenta de que esto no se logra por medio del esfuerzo humano. Nuestra capacidad para estar juntos se debe completamente a la verdad. Todos aquellos que son salvos tienen la vida del Señor, y la vida que está en nosotros nos exige amar a nuestros hermanos. Sin embargo, lo que verdaderamente nos capacita para compenetrarnos como una sola entidad es la verdad. Todos somos diferentes, pero con todo la verdad opera en nosotros y santifica nuestros conceptos. Nos santifica al grado en que no tenemos nuestro propio parecer. De este modo, ya no podemos distinguir quién es blanco, quién es negro y quién es café, pues todos hemos llegado a ser un solo y nuevo hombre.
La vida y la santificación que efectúa la verdad es lo que nos hace personas de peso espiritual. Cuando salgamos a visitar a las personas —no importa si estamos sentados o de pie, o si hablamos o guardamos silencio— mientras estemos allí, las personas deberán notar que tenemos peso espiritual. Esto será un gran perfeccionamiento para las reuniones de hogar. Espero que todos prestemos atención a este asunto. Además, tenemos que laborar. A fin de empezar una reunión de hogar y establecerla se requiere mucha labor. Esto no se logra simplemente yendo allí durante una semana, ni durante dos o tres semanas. Esto exige de nosotros una labor genuina y constante
Laborar no consiste simplemente en preparar una oración o un mensaje de Lecciones de vida. Es una preparación en muchos aspectos. Además, debemos aprovechar el tiempo y la oportunidad que tenemos, y no desperdiciar ni un minuto. No debemos hablar en exceso. Sin embargo, esto no significa que no debamos saludar a las personas, desearles buena salud o contestar a los que se dirigen a nosotros. Lo que queremos recalcar es que cuando le deseemos a alguien buena salud, o cuando les contestemos o saludemos, debemos experimentar cierta limitación o restricción. Nosotros somos quienes “conducimos el auto”, y el timón está en nuestras manos. Por lo tanto, no debemos ir demasiado lento; en vez de ello, debemos poner todo empeño en aprovechar el tiempo. Cada vez que hablemos con otros, debemos dejar en ellos la impresión de que les hablamos con seriedad. No debemos permitir que los demás nos menosprecien. Si alguien nos presenta cierto asunto, no debemos responder a la ligera, sino siempre responder con seguridad. Las palabras que hablemos deben tener peso y valor. Todo esto requiere práctica.
Ir a las reuniones de hogar una vez a la semana es una clase de siembra; estamos sembrándonos en ellos. Nosotros permitimos que ellos observen nuestra expresión, escuchen nuestra voz y capten los puntos principales de nuestras palabras. Si procedemos de esta manera, ciertamente seremos eficaces. En menos de medio año lo que hayamos depositado en ellos será establecido.
Debemos aprender una cosa más. Después que hayamos tocado a las puertas, hayamos conducido a las personas a la salvación y nos hayamos reunido con ellas por cierto tiempo, debemos llevarlas con nosotros a tocar a las puertas. Perfeccionarlas de esta manera es maravilloso. Al mismo tiempo, debemos ayudarlas a que aprendan cómo bautizar a las personas, y después que las bauticen, debemos enseñarles cómo concertar citas para que tengan reuniones de hogar con ellas. Todo ello exigirá mucho esfuerzo de nuestra parte para guiarlas poco a poco y perfeccionarlas paso a paso. No debemos simplemente aprender cierta técnica o saber cómo crear una buena atmósfera. Con respecto a todas estas cosas, necesitamos tener el debido conocimiento y práctica, y continuar edificando sobre ello.
No debemos simplemente entusiasmarnos mientras que, por otro lado, seguimos escasos de peso, del elemento de la vida, de la constitución de la verdad y sin laborar como es debido. Podemos comparar la manera apropiada de laborar con la costura. Si le damos un corte de tela a un diseñador calificado, quizás se tarde sólo unas dos horas en hacer una prenda de vestir. Sin embargo, si le damos el mismo corte a alguien que no sabe nada de costura, aunque trabaje arduamente por medio día, probablemente no termine la prenda e incluso dañe la tela, con lo cual, toda su labor resultará vana. Espero que no nos suceda que después de laborar arduamente en las reuniones de hogar, finalmente lleguemos a nada. Por lo tanto, debemos entender que necesitamos no sólo aprender y practicar de una manera común y corriente, sino también poner en práctica lo que aprendemos y aprender de lo que practicamos.
Todos sabemos que cuando nos dan un corte de tela, no debemos cortar la tela como se nos antoje. Aplicando el mismo principio, cuando vayamos a una reunión de hogar, no debemos considerarla con ligereza, pensando que es fácil tener una reunión de hogar y que todos saben cómo tocar a las puertas y abrir sus bocas para hablar. En vez de ello, debemos aprender a hacer estas cosas en coordinación. Lo mejor es formar un equipo de tres personas, cada una de las cuales sea un “líder del equipo”. Entonces todos ellos laborarán y aprenderán en coordinación. Hay un refrán chino que dice: “Si nosotros tres avanzamos juntos, al menos uno de ustedes dos podrá ser mi maestro”. El significado de la palabra china maestro en este dicho muestra que no importa de quién se trate, siempre habrá algo que podremos aprender de él. El punto no es que yo soy maestro, y por eso no necesito aprender más de los otros; antes bien, aunque los demás sean más jóvenes que yo, siempre habrá algo que podré aprender de ellos. Si salimos a laborar, debemos laborar de esta manera. Ya sea que seamos jóvenes o viejos, cuando vayamos a una reunión de hogar, debemos aprender los unos de los otros y estudiar juntos, no sea que laboremos en vano.
Cuando pongamos en práctica las reuniones de hogar, a menudo afrontaremos el problema de que las personas no nos darán una cálida bienvenida. La primera vez que vayamos, tal vez nos muestren un rostro cálido, pero la segunda vez, probablemente frunzan el ceño. Luego, a la tercera vez, quizás sencillamente nos digan que no necesitamos volver. Sin embargo, hemos aprendido del Señor a perseverar. Incluso si las personas nos dicen que no vayamos a su casa, debemos fortalecernos para ir una vez más. Es cierto que romper las barreras es difícil, pero si no dejamos de visitarlas, la puerta finalmente se nos abrirá, y encontraremos la manera de proseguir. Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Sin embargo, debemos estudiar cuáles son los motivos por los cuales las personas no quieren recibirnos. Cada vez que salgamos a poner en práctica las reuniones de hogar y seamos rechazados, debemos analizar y estudiar las razones a fin de encontrar la manera de corregir la situación.
Al implementar esta nueva manera, estudiaremos la situación a medida que practicamos y avanzamos, y estaremos preparados para hacer cualquier ajuste que sea necesario. Hasta ahora no hemos definido la manera de llevar a cabo la reunión. Aún no tenemos una forma definida para las reuniones de hogar ni para las reuniones grandes que se efectúan en el salón de reuniones. La razón de ello es que, por un lado, no queremos que reaparezca la vieja manera ni queremos seguir ninguna práctica que sea conforme al cristianismo degradado. Por otro, estamos dispuestos a buscar la nueva dirección del Señor y, conforme a lo que la Biblia nos ha mostrado, queremos experimentar poco a poco y practicar a medida que aprendemos. Por consiguiente, con respecto a qué tan pequeña debe ser la reunión de hogar o qué tan grande debe ser la reunión grande, estamos dispuestos a poner todo empeño en estudiar este asunto más a fondo. Éste es un momento crítico. Estamos dispuestos a realizar un estudio concienzudo de todos estos asuntos, de modo que podamos tener un principio que nos sirva de guía para seguir adelante en el futuro.
(Mensaje dado el 5 de mayo de 1987 en Taipéi, Taiwán)