Colosenses 1:27 dice: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Dios tenía un misterio que ni siquiera los ángeles conocían. Este misterio estaba escondido en Dios mismo, hasta que un día Él se hizo carne para llevar a cabo dicho misterio (Ef. 3:9). Él entonces llamó a los apóstoles y profetas y les reveló el misterio (v. 5). Puesto que todo esto se cumplió en la era del Nuevo Testamento, se le llama la economía neotestamentaria. Por lo tanto, la economía neotestamentaria de Dios consiste en llevar a cabo el misterio de Dios, y dicho misterio es el contenido mismo de la economía neotestamentaria. Este misterio tiene su respectiva gloria, y esta gloria es rica.
En el Nuevo Testamento las riquezas de esta gloria se hacen manifiestas especialmente entre los gentiles. La economía de Dios en el Antiguo Testamento se manifestó únicamente en la esfera pequeña de los judíos quienes ocupaban una pequeña franja de tierra. Sin embargo, después que Dios se hizo carne, vivió en la tierra, escogió a los apóstoles, fue a la cruz para morir, resucitó, ascendió y llevó a cabo este misterio, Él envió a Sus apóstoles a las tierras de los gentiles para que les llevaran este misterio. La gloria de este misterio que se manifestó entre los gentiles es mucho mayor que la gloria del Antiguo Testamento y la economía de Dios que se manifestó entre los judíos. Por esta razón Pablo dijo: “[Cuáles son] las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles”. En el griego hay dos palabras significativas: cuáles son, en la frase cuáles son las riquezas, las cuales implican que estas riquezas son indescriptibles. Dado que no es posible hablar de ellas o describirlas, se usa estas palabras a modo de descripción.
Hoy en día, todos disfrutamos de esta gloria y estamos en ella. Sin embargo, el cristianismo ha perdido casi por completo esta gloria. En el cristianismo esta gloria ha sido restringida y encubierta. Si ustedes van de visita al Vaticano, la sede de la Iglesia Católica Romana, podrán ver sólo cosas materiales, pero nada que esté relacionado con el misterio de la economía de Dios, y mucho menos con la gloria de Dios en el Nuevo Testamento.
Podemos comparar el misterio de Dios al sol, y la gloria de este misterio a la luz del sol. La luz del sol y el sol son uno solo. Así como la gloria de Dios es Dios expresado, la gloria de este misterio es la expresión del ministerio mismo. Cuando la luz del sol se oscurece por las nubes, el sol mismo está escondido, pero cuando la luz aparece nuevamente, el sol es expresado. La expresión del sol es la gloria del sol, que es el sol mismo. De igual manera, cuando Dios se esconde, la gloria se retira, y cuando Dios se expresa, la gloria resplandece, puesto que la gloria es Dios mismo. En la era del Nuevo Testamento, lo que recibimos y disfrutamos es precisamente la gloria de este misterio.
Colosenses 1:27 nos dice cuál es este misterio. Este versículo dice: “[Cuáles son] las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo...”. Cristo es el misterio. Luego dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Esto significa que la gloria de este misterio es nada menos que el resplandor de Cristo en nosotros. Hoy en día la gloria de este misterio ha llegado a ser una gloria que está entre los gentiles e incluso dentro de los gentiles. Cristo mismo ha llegado a ser una gloria en usted y en mí. Como hemos dicho, Cristo es este misterio. Él es el “sol”. Cuando Cristo resplandece en nosotros, Él mismo llega a ser la gloria en nosotros. Entonces esta gloria en nosotros llega a ser una esperanza, la cual es llamada la esperanza de gloria. Por lo tanto, Cristo, la gloria y la esperanza se refieren a lo mismo. Podemos comparar esto con el sol, la luz del sol y el calor del sol, los cuales son una misma entidad. Sin el sol, no puede existir la luz del sol, y sin la luz del sol no puede haber calor. Estos tres son una misma cosa.
Quizás algunos todavía no entiendan lo que estamos diciendo aquí. Sin embargo, podemos comprobar esto con nuestra experiencia. Antes de ser salvos, no teníamos ni esperanza ni gloria en nuestro interior. En aquel tiempo lo único que había en nuestro interior era vanidad y tinieblas, sin ninguna esperanza ni gloria. La razón de esta condición la encontramos en Efesios 2, donde se nos dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, sin Cristo y sin Dios, y sin gloria ni esperanza (vs. 1, 11-12). En nuestra vida pasada no hubo nada que nos hiciera sentir gloriosos. Sin embargo, desde que creímos en el Señor, nos sentimos gloriosos interiormente. En Mateo 17:1-3 el Señor Jesús se transfiguró en el monte. Pedro estaba allí, pero no pudo entender la gloria. Lo único que pudo decir fue: “Bueno es que nosotros estemos aquí” (v. 4). Hoy no debemos decir simplemente que es bueno, sino que es glorioso. Esto se debe a que Cristo ha entrado en nuestro ser, y Él está en nosotros como nuestra gloria.
“Las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles” no sólo se refiere a Cristo, sino también a Cristo en nosotros, quien llega a ser la esperanza de gloria. Por lo tanto, cuando salgamos a tocar a las puertas, no sólo debemos llevarles a Cristo a las personas, sino que también debemos darles el misterio, la gloria, las riquezas y la esperanza que se encuentran en la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la única manera en que verdaderamente anunciamos a Cristo.
Aunque las palabras de Pablo en Colosenses 1:27 son sencillas, contienen muchas palabras cruciales, tales como misterio, gloria, riquezas, esperanza y Cristo. Estas cinco cosas en realidad son una sola. La sustancia principal de este versículo son estas cinco palabras, y estas cinco son una sola. Lo que está escondido en Dios es el misterio. Cuando dicho misterio se expresa, es gloria. Luego, cuando viene a los gentiles en la era del Nuevo Testamento, llega a ser las riquezas; y cuando entra en nosotros, llega a ser la esperanza. El misterio, la gloria, las riquezas, la esperanza, todas ellas son una sola persona: Cristo. No sólo necesitamos ver esto, sino también proclamarlo. Cristo es lo que proclamamos, porque Él es misterioso, glorioso y rico, y porque Él es nuestra esperanza de gloria.
Los Estados Unidos es el principal y más grande país cristiano. Hay numerosas librerías cristianas que contienen decenas de miles de publicaciones. Sin embargo, es lamentable que ninguna de estas publicaciones nos imparta la visión en cuanto a las cinco palabras que acabamos de mencionar; es decir, no hablan del misterio, la gloria, las riquezas, la esperanza ni de Cristo. Por esta razón, el Señor necesita una obra de recobro, y ésta es nuestra carga. De hecho, éste es un gran ministerio, una gran comisión. El recobro del Señor no consiste en recobrar otra cosa que no sea la gloria y las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, entre usted y yo, el cual es Cristo en nosotros como la esperanza de gloria. Es preciso que veamos esto. No sólo necesitamos al Cristo objetivo, o sea, al Cristo según la letra que el cristianismo enseña; lo que necesitamos es al Cristo viviente, quien entra en nosotros y llega a ser nuestra gloria, nuestra esperanza y las riquezas que podemos disfrutar en nuestro interior. Estas riquezas y gloria son lo que nosotros anunciamos. Por eso, Pablo dijo que nosotros anunciamos a Cristo. Lo anunciamos como tal persona.
Por esta razón, lo que el Señor desea recobrar es nuestra plena liberación del cristianismo. Espero que todos podamos ver esto. Si el Señor ha de regresar, ello no simplemente dependerá de si salimos a tocar a las puertas, sino de cuánto lo conozcamos interiormente, de cuánta gloria Él tiene en nosotros, y de cuánto nosotros hemos disfrutado de Sus riquezas. Éstos son los puntos clave. Él es nuestra gloria, nuestro disfrute y las riquezas que poseemos interiormente, y, mucho más que eso, Él es nuestra esperanza que está por venir, nuestra añoranza. Éste es el propósito por el cual salimos a tocar a las puertas, es por eso que tenemos nuestras reuniones de hogar y también es por eso que enseñamos Lecciones de vida. Todo lo que hacemos, lo hacemos con esta finalidad. Incluso si nos enojamos, nuestro enojo debe ser Cristo. No es necesario hacer ninguna cosa, si ella no contribuye a engendrar a Cristo.
Hoy en día el Señor necesita que decenas de miles de personas engendren a Cristo. Espero que seamos de ese grupo de personas. Cuando salgamos a tocar a las puertas, tenemos que ir con el sentimiento de que vamos a engendrar a Cristo. Esto es muy valioso; no es algo insignificante. En el futuro necesitamos centenares de personas como éstas que salgan a tocar a las puertas en Dinamarca y en Inglaterra. Incluso necesitamos que un mayor número de personas como éstas vayan a los Estados Unidos a tocar a las puertas del viejo cristianismo.
Últimamente he recibido muchas cartas en las que me dicen que la nueva manera es verdaderamente viable. Una carta venía de Dallas, Texas, y decía que toda una familia —la madre, el hijo y la nuera— estaba llena de regocijo por los beneficios que obtuvieron de la nueva manera. Si hubiera mil nuevos creyentes que testificaran que han sido llenos de Cristo, que no desean saber otra cosa que no sea Cristo y que Cristo es su amabilidad o su enojo, su estudio, su trabajo, su práctica de tocar a las puertas, su reunión de hogar, su hablar, su cantar y su todo en todo lugar, sin duda alguna toda la tierra sería llena de esperanza. Todos necesitamos recibir esta visión.
En Colosenses 1:28 Pablo dice a continuación: “A quien anunciamos [...] en toda sabiduría”. Necesitamos aprender a ejercitar no sólo una clase de sabiduría sino “toda” sabiduría, la cual incluye diferentes tipos de sabiduría. Para ello, nuestros corazones necesitan ser ensanchados. Algunos jóvenes que han decidido proceder según la nueva manera creen que los hermanos de más edad y los que no han optado por la nueva manera se han quedado atrás. Esto demuestra la falta de sabiduría. En la práctica de la nueva manera en la iglesia no queremos nada viejo; pero al mismo tiempo debemos ejercitar toda sabiduría.
Para determinar si los nuevos creyentes deben reunirse en el salón de reuniones o en la comunidad el día del Señor se requiere que ejercitemos toda sabiduría. ¿Desea el Señor que las personas se reúnan únicamente en el salón de reuniones? ¿Está mal que en la comunidad haya varias reuniones para partir el pan? Éste es un asunto que tiene dos aspectos, por lo que nos exige ejercitar toda sabiduría. Tener toda sabiduría implicaría celebrar el partimiento del pan en la comunidad y también participar en las reuniones que se llevan a cabo en el salón de reuniones.
Según el Nuevo Testamento, Pablo dio muchos mensajes, escribió muchas epístolas e hizo muchas obras, pero nunca tuvo la expectativa de llevar a las iglesias a ser tan ordenadas como “cubitos de tofu”. Todas las iglesias del Nuevo Testamento tenían diferentes condiciones. Alguien una vez dijo que la iglesia en Filipos era la mejor de todas. Sin embargo, si examinamos cuidadosamente a la iglesia en Filipos, no pensaremos que era tan buena. Pablo dijo: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos” (Fil. 2:14). En una iglesia tan buena como la iglesia en Filipos aún había murmuraciones y argumentos. Pablo exhortó a los santos a estar firmes en un mismo espíritu, unánimes, y a tener el mismo pensamiento, el único pensamiento (1:27; 2:2; 4:2). Esto comprueba que ellos no tenían el mismo pensamiento, no tenían el mismo parecer, no eran unánimes ni estaban en un mismo espíritu. Ellos tenían muchas diferencias, y muchas personas eran uno sólo consigo mismas. Aunque esta iglesia tenía muchas cualidades positivas, sus deficiencias no eran pocas.
En la Biblia no encontramos ninguna iglesia que fuera perfecta y completa. Asimismo, hoy sobre la tierra no existe ninguna iglesia que sea completa y perfecta. El día de lo perfecto aún no ha llegado. En Colosenses 1:28 Pablo dice: “Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre [...] a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. Ser perfecto significa haber crecido en vida hasta alcanzar la perfección. Cuando alguien es perfecto, esto significa que ha crecido plenamente. Por consiguiente, quienes todavía están en la tierra hoy aún no han llegado a la madurez ni son perfectos. Es por eso que nuestros corazones necesitan ser ensanchados. Debemos anunciar a Cristo con multiforme sabiduría y en toda sabiduría.
Conforme a nuestro entendimiento natural, tal vez pensemos que las iglesias de la época de los apóstoles eran maravillosas. Sin embargo, el hecho es que cada iglesia que vemos en el Nuevo Testamento tenía sus deficiencias. Ni la iglesia en Jerusalén ni tampoco la iglesia en Éfeso eran completamente positivas; ambas tenían sus defectos. Lo que quiero decirles con esto es que adondequiera que ustedes vayan, no deben tener demasiadas expectativas. Todos los que creen en el Señor son encantadores. Ellos son hermanos y hermanas en el Señor, y en tanto que amen al Señor, con eso basta. No importa si su reunión de oración no se lleva a cabo a nuestra manera. Simplemente basta con que ellos oren al Señor.
Por consiguiente, todos necesitamos tener sabiduría. Los chinos tenemos un proverbio que dice: “Las partes internas de un gobernante son tan amplias que se puede navegar en ellas”, es decir, su capacidad es tal que hasta un barco podría navegar en ella. En 1 Reyes 4:29 se afirma: “Dios dio a Salomón sabiduría, gran entendimiento y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar”. Aquí se describe el corazón de Salomón como la orilla del mar que rodea todo el océano. Por consiguiente, no podemos exigir jamás que la vida de iglesia sea uniforme. No nos debe importar tanto cómo las personas nos traten a nosotros, ni debemos aferrarnos a nuestro punto de vista con respecto a cómo se debe partir el pan o cómo debemos reunirnos. Lo único que nos debe importar es Cristo. Debemos ministrar a Cristo y recibir al Cristo que otros nos imparten.
Pablo, después de declarar que él amonestaba a todo hombre y enseñaba a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, dijo: “Para lo cual también trabajo, luchando según la operación de Él, la cual actúa en mí con poder” (Col. 1:29). La palabra luchando es muy enfática. Es semejante a la manera en que los atletas se esforzaban y contendían en los juegos olímpicos. Toda competencia involucra una lucha. Mientras los atletas compiten en los juegos, ninguno se preocupa por su propia vida. Asimismo, cuando Pablo laboraba en la tierra, él mismo se consideraba como esa clase de persona, alguien a quien no le importaba su propia vida. Pablo usó la misma palabra para decirnos la clase de actitud y espíritu que él tenía mientras laboraba en la tierra. Él luchaba sin preocuparse por nada más.
Hoy en día necesitamos aprender cómo conducirnos, tocar a las puertas, hablar, enseñar la verdad, ministrar vida y conducir las reuniones de hogar, pero aún más necesitamos aprender que hay un elemento intrínseco en todas estas cosas. Este elemento intrínseco es el conocimiento y experiencia que tenemos de Cristo en nuestro ser interno. Independientemente de si somos viejos o jóvenes, todos debemos tener este elemento intrínseco. Espero que de hoy en adelante, todos tengamos una visión así de clara.
Efesios 3:8 dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Pablo dijo que el Señor le había dado la gracia, y que esta gracia lo capacitaba para luchar y ministrar a Cristo a los demás. Esta gracia le fue dada a él, el más pequeño de todos los santos. Pablo nunca pensó que él fuera una persona muy importante; en lugar de ello, dijo que era el más pequeño, que era menos que el más pequeño. Dios le dio a Pablo esta gracia para que él pudiera anunciar el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, riquezas que él mismo había visto y experimentado. El evangelio de Pablo es un evangelio elevado, pues no sólo incluye riquezas objetivas, tales como el hecho de que Cristo murió por los pecadores, fue crucificado y es nuestro Salvador, sino también las inescrutables riquezas del Cristo que él había experimentado y que se habían convertido en las riquezas que estaban en su interior. Pablo predicó este evangelio, y hoy éste es el mismo evangelio que nosotros predicamos.
Luego, el versículo 9 dice: “Y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. La palabra economía también puede ser traducida distribución, plan, ley doméstica o administración doméstica. El misterio, el cual estuvo escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas, es el misterio del universo. Este misterio es tan maravilloso y misterioso que es indescriptible. De hecho, este misterio es lo único que el Dios grande e infinito lleva a cabo en la eternidad y en el tiempo. Cuanto más grande es algo, más necesidad tiene de una distribución, manejo, administración y plan.
Todos necesitamos conocer la economía neotestamentaria de Dios. Quienquiera que conozca la economía neotestamentaria de Dios puede participar en ella. Esta economía es una administración. Si conocemos este misterio y también vemos lo que este misterio es en las manos de Dios, en Su mente y en Su sabia distribución, economía, plan y administración, ésta ocupará toda nuestra vida. Pablo dijo que a él le fue dada la gracia de hacer dos cosas: primeramente, de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo y, segundo, de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas. ¡Cuán grande es esta comisión!
Podemos comparar Efesios 3 con un video que Pablo presentaba a otros. Un video saca a la luz las cosas que aún no hemos visto. Cuando vemos un video, no sólo escuchamos el sonido, sino que además somos alumbrados por lo que vemos. “Alumbrar a todos” no simplemente significa hacer que todos entiendan, sino mostrar a las personas el “video” del misterio que estuvo escondido desde los siglos en Dios. Por lo tanto, mostrar a otros el “video” es cierto tipo de iluminación. A fin de mostrar cómo se lleva a cabo esta iluminación, podemos usar como ejemplo el video de una reunión. Aquellos que no asisten a cierta reunión quizás quieran enterarse después cómo estuvo la reunión. Si alguien no puede explicarles claramente cómo estuvo la reunión, simplemente puede mostrarles el video de dicha reunión. Una vez que el video sea mostrado, éste alumbrará a todos.
Espero que cuando salgamos a hablar de estas cosas, alumbremos a las personas con nuestro “video”. No debemos limitarnos a hablar; más bien, debemos mostrar a las personas una escena. Cuando salgamos, cada uno de nosotros debe ser un pequeño “reproductor de video”, abriendo nuestras bocas para mostrar a los demás una escena en las reuniones de hogar. Esto los alumbrará con Cristo, con las riquezas de Cristo y con Cristo en ellos como la gloria y esperanza. Pablo no simplemente salía a explicar algo sino a alumbrar. Las palabras de Pablo —“de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios”— son únicas en todo el Nuevo Testamento.
Independientemente de cómo conduzcamos las reuniones, tenemos que alumbrar a las personas con el misterio que estaba escondido en Dios. Este misterio originalmente estaba escondido en Dios, pero ahora no sólo nos ha sido revelado a nosotros, sino que también nos alumbra. Cuando este “video” les es mostrado a las personas, no sólo les quita los velos, sino que además las ilumina con todo su contenido. Cada vez que nos reunamos debemos ver un “video”, de modo que no sólo escuchemos algo, sino que además veamos el resplandor de la luz.
Cada día debemos ver más acerca de este misterio. Después de ver el “video” interiormente, la imagen quedará grabada en nosotros. Así, cuando salgamos a hablar a las personas, llegaremos a ser un “reproductor de video” que las alumbrará. Espero que por medio de mucha oración y mucha búsqueda permitamos que esto se convierta en una verdadera visión, en una verdadera capacidad de ver y en una verdadera práctica entre nosotros.
(Mensaje dado el 4 de junio de 1987 en Taipéi, Taiwán)