
En Efesios 3:8 Pablo dice: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia”. Dios le dio a Pablo la gracia de hacer dos cosas: en primer lugar, de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo y, en segundo lugar, de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas (v. 9). Ésta es la comisión y la encomienda que Pablo recibió por la gracia de Dios.
El evangelio del cual se habla en Efesios 3 es muy diferente del evangelio que normalmente escuchamos y predicamos. Este capítulo no dice que el hombre es pecaminoso, que el Señor Jesús murió por el hombre y que si creemos en Él, disfrutaremos de gozo y paz. En vez de ello, dice que el evangelio es las riquezas de Cristo, quien es una persona todo-inclusiva. Este Cristo incluye tantos aspectos que Sus riquezas son inescrutables, inconmensurables e insondables.
El evangelio que ha predicado el cristianismo a través de los años nos ha hecho personas superficiales y torpes. Esto se debe a que el evangelio que se predica en el cristianismo siempre empieza desde la perspectiva del pecador, diciéndonos que somos pecadores que merecen perecer, que todo tipo de desastre y sufrimiento nos sobrevienen hoy debido a que somos pecaminosos y que, por tanto, debemos arrepentirnos. Esto es absolutamente cierto, y en efecto la Biblia nos habla de estas cosas. Sin embargo, éste es un evangelio muy básico y superficial. El cristianismo hoy únicamente sabe predicar esta clase de evangelio y no pasa de allí. Si les pidiéramos a las personas que avanzaran y empezaran a predicar el evangelio de la vida o el evangelio del reino, no sabrían qué decir. En general, principalmente conocen el evangelio del perdón de pecados, pues sólo predican que el hombre es pecaminoso, pero que, pese a ello y debido al amor de Dios, Cristo murió por nosotros para redimirnos y, si nosotros creemos en Él, tendremos paz, gozo y vida sempiterna.
El cristianismo ni siquiera ha explicado claramente en qué consiste la vida sempiterna. Muchos creen que la vida sempiterna se refiere al hecho de que iremos a una mansión celestial después de morir, donde disfrutaremos las bendiciones eternas, aunque ellos no son capaces de definir qué es la bendición. Según nuestra perspectiva carnal, la bendición es la entrada por la cual pasamos a la Nueva Jerusalén, donde estaremos en una calle de oro y veremos puertas de perla y un muro de piedras preciosas. El cristianismo ha hecho que la vida sempiterna y la Nueva Jerusalén sean cosas de la esfera física y, por tanto, carece de la revelación adecuada del evangelio.
Debemos recordar que necesitamos tener una perspectiva nueva y más profunda del evangelio. Esto no significa que dejemos de reconocer que somos pecadores o que el Señor Jesús murió por nosotros. Nosotros no simplemente reconocemos que el Señor murió por nosotros los pecadores, sino que también valoramos este hecho y lo tenemos como un tesoro. El libro de Romanos nos presenta el evangelio, a partir del aspecto más superficial, pero aun esto es más profundo que el evangelio que comúnmente se predica en el cristianismo; muchos en el cristianismo no han visto de qué habla Romanos. Podemos decir que el evangelio en Romanos es “superficial” porque también empieza desde la perspectiva del hombre. Romanos 1 hace notar que el hombre ha caído, ha pecado y ha sido abandonado por Dios. Dios creó los cielos, la tierra y todas las cosas para que testifiquen por Él, a fin de que el hombre pueda conocer a Dios por medio de Sus maravillosas obras. Sin embargo, el hombre no aprobó tener en su pleno conocimiento a Dios, sino que desechó a Dios y adoró ídolos. Como resultado, el hombre cayó en toda clase de pecados. Esto es el contenido del comienzo de Romanos (vs. 20-32).
Sin embargo, a medida que avanzamos en Romanos, vamos subiendo una escalera celestial, escalón por escalón. Cuando llegamos al capítulo 16, este libro nos introduce en asuntos sumamente profundos como los que se mencionan en Efesios. El capítulo 16 concluye diciendo que el evangelio de Dios es según el misterio que había estado escondido desde la eternidad, es decir, el misterio que se mantuvo en silencio desde tiempos eternos (vs. 25). Así pues, Romanos comienza desde la perspectiva de los pecados del hombre en el capítulo 1 y asciende progresivamente hasta hablarnos acerca del misterio mantenido en silencio desde tiempos eternos. Si deseamos conocer este misterio, debemos leer Efesios. Efesios no empieza desde la perspectiva del hombre, sino desde la perspectiva de Dios, o sea, desde la perspectiva de la eternidad. Por esta razón, Efesios 3 nos dice que Pablo no sólo predicó el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, sino que también alumbró a todos en cuanto al misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas. Este misterio no sólo ha sido anunciado, sino también revelado al alumbrar a todos. Este misterio es el mismo misterio mencionado en Romanos 16.
El Nuevo Testamento habla de algo llamado “misterio”. Este misterio aparece por primera vez en Romanos como el misterio de Dios que se mantuvo en silencio desde tiempos eternos y que abarca en su totalidad el misterio escondido en el Nuevo Testamento. Este misterio estaba escondido en Dios desde la eternidad sin principio ni fin. Luego, este misterio que estaba escondido en Dios fue dado a conocer en las dos epístolas de Efesios y Colosenses para alumbrar a todos. Ahora podemos ver que este misterio tiene dos aspectos. Por un lado, Cristo es el misterio de Dios y, por otro, la iglesia es el misterio de Cristo (Ef. 3:4, 9; Col. 2:2; 4:3). Más aún, 1 Timoteo 3:16 también dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad”, Efesios 5:32 dice: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”, y en 1 Corintios 2:7 también se menciona la “sabiduría de Dios en misterio”.
De los versículos anteriores sobre el tema del misterio, vemos que Cristo es el misterio de Dios. Sin embargo, quizás esto no nos parezca personal, puesto que el misterio de Dios sólo tiene que ver con la relación entre Cristo y Dios. En contraste, la iglesia como misterio de Cristo sí parece tener más relación con nosotros. Aun así, ello depende de si vivimos o no en la iglesia. Si no vivimos en la iglesia, este misterio tampoco tendrá mucho que ver con nosotros en términos prácticos; la iglesia será la iglesia, y nosotros seremos nosotros, y no habrá mucha conexión entre ambos. El gran misterio de la piedad mencionado en 1 Timoteo es un principio primordial, pero todavía es incierto en qué medida nosotros estamos relacionados con dicho misterio. La sabiduría en misterio mencionada en 1 Corintios 2 es un asunto aún más misterioso.
Hay otro versículo de la Biblia que habla sobre el misterio que estaba escondido en Dios. Este versículo es el más sustancial y práctico para nosotros. Es Colosenses 1:27, que dice: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Este versículo tiene dos versiones en los manuscritos antiguos. Uno dice “en vosotros”, y el otro, “en nosotros”. Tanto en vosotros como en nosotros son frases correctas porque Pablo habló de ambas maneras. Esto nos muestra que el misterio es tanto personal como sustancial para nosotros.
Cristo era originalmente un misterio en Dios. Hoy en día, cuando Cristo como misterio entra en nosotros, llega a ser un misterio en nosotros. Esto es muy personal para nosotros. Este misterio se tardó cuatro mil años en ser forjado en nosotros y así llegar a ser el misterio que está en nosotros. Temo que algunos de ustedes nunca hayan oído hablar de esto. Transcurrieron cuatro mil años desde la época en que Dios creó a Adán hasta la encarnación del Señor Jesús. Cuando Dios creó a Adán, lo creó conforme a Cristo. El hecho de que Adán fuera creado a la imagen de Dios significa que él fue creado según Cristo, porque la Biblia dice que Cristo es la imagen de Dios (2 Co. 4:4; Col. 1:15). Por lo tanto, cuando decimos que el hombre fue creado por Dios conforme a Su imagen, queremos decir que el hombre fue creado por Dios conforme a Cristo. Esto nos muestra que este misterio se encontraba allí aun en Génesis 1.
Aunque algunos han estado en el cristianismo por muchos años, es posible que no hayan escuchado nada de esto. Que el hombre fuera creado conforme a la imagen de Dios es el hecho literal, pero su significado intrínseco es que Dios, al crear al hombre, lo hizo conforme a Cristo. Dios creó al hombre de esta manera porque Su intención era que éste contuviera a Cristo. Era necesario que el hombre fuese creado conforme a Cristo porque un día Cristo entraría en él y moraría en él. Cuando Cristo mora en un hombre, se siente cómodo y encaja muy bien, porque el hombre fue creado conforme a Él. Podemos usar como ejemplo una caja rectangular y un objeto redondo. Si ponemos el objeto redondo dentro de la caja, “se sentirá incómodo”; en cambio, si metemos algo que tenga el mismo tamaño y forma de la caja, éste se sentirá muy cómodo y encajará bien. Cuando Adán fue creado en Génesis 1:26, Dios hizo saber el significado intrínseco de Su misterio.
De Adán a Abraham transcurrieron dos mil años y de Abraham a Cristo transcurrieron otros dos mil años. Fue después de cuatro mil años que Dios se hizo carne. En el principio Dios creó al hombre conforme a Cristo, pero el hombre creado no supo cuál era el propósito de su existencia. Nadie sabía de esto, incluyendo a Adán, Moisés e incluso los ángeles. Solamente Dios lo sabía. Éste era un misterio escondido en Dios, un misterio que se mantuvo en silencio. Cuando Abraham apareció, Dios lo llamó y le dijo: “En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Gn. 22:18); sin embargo, aunque Abraham recibió esa promesa, él no sabía nada de esta descendencia ni tampoco sabía quién sería dicha descendencia.
Esto fue así hasta que un día de entre la descendencia de Abraham hubo una mujer llamada María, quien dio a luz a una persona maravillosa. Por un lado, esta persona maravillosa, Jesús, era un hombre; por otro, Él también era Jehová. Por consiguiente, Él era Emanuel, Dios con el hombre (Mt. 1:23). Fue en aquel tiempo que el misterio en Dios empezó a entrar en el hombre. Durante todo este viaje de cuatro mil años, de Adán a Abraham y de Abraham a Cristo, Dios no estuvo ocioso en ningún momento. Al contrario, estuvo muy activo. Él creó el universo con todas las cosas que hay en él, y creó al hombre. Posteriormente, hizo muchas cosas en la historia humana.
Luego un día este Dios con Su misterio entró en una mujer de entre la humanidad y fue concebido, y después salió del vientre de ella. Éste es el hombre del cual hablan los cuatro Evangelios. Él era una persona tan maravillosa y misteriosa que nadie podía conocerlo ni hablar de Él a fondo. Él era tanto hombre como Dios, tanto Jesús como Jehová. Más aún, Él era también la vida, la luz, el amor, el sol y la estrella de la mañana. Él era mucho más que cualquier descripción humana porque era verdaderamente una persona maravillosa y llena de riquezas. Cuando Él estuvo en la tierra, las personas podían estar a Su alrededor, morar con Él, y caminar y vivir con Él cada día, pero nadie llegó a conocerle a ciencia cierta. Los discípulos que estuvieron con Él por tres años y medio lo observaron cada día. Ellos le tocaron, e incluso Juan se reclinó en Su pecho; sin embargo, no hubo nadie que supiera quién o qué era Él. La razón es que en aquel tiempo el misterio de Dios había entrado en Él.
Debido a la encarnación, el misterio que originalmente estaba en el Dios del universo ya se encontraba en un hombre en este universo. El misterio en esta persona era exactamente igual al misterio que estaba en Dios. Sin embargo, este hecho no sólo lo ignora la gente del mundo, sino incluso muchos en el cristianismo. En la época del apóstol Pablo, florecieron diversas filosofías, especialmente la filosofía griega, en los alrededores del mar Mediterráneo. Hace dos mil años la tierra habitada se centraba en torno a la región del mar Mediterráneo. Las antiguas culturas babilónica y egipcia, y sobre todo la cultura griega, se habían extendido hasta el mar Mediterráneo. Además, la cultura judía también estaba allí. Estas cuatro culturas se mezclaron entre sí, dando por resultado cierta clase de filosofía. Sin embargo, ni siquiera con esta filosofía la gente supo que el misterio que originalmente había estado en Díos, había entrado en una persona para ser el misterio que está en el hombre.
Después que el Señor Jesús efectuó la redención, el evangelio fue predicado a las personas de las naciones alrededor del mar Mediterráneo. Sin embargo, aunque las personas oyeron mucho acerca de Él, no lo entendieron. Incluso los gnósticos, quienes tenían una elevada reputación en ese entonces y cuyas teorías filosóficas eran muy misteriosas, no tuvieron ninguna visión de este misterio. Sin embargo, Aquel en quien el misterio estaba, no pudo ser restringido y detenido; al contrario, Él estaba listo para crecer y multiplicarse. Él fue un grano de trigo que llegó a ser cien granos. Luego, los cien granos llegaron a ser diez mil, y los diez mil llegaron a ser incontables granos.
Este misterio estaba en Dios desde la eternidad, y conforme a este misterio Dios creó al hombre. Después de cuatro mil años, sucedieron muchas cosas entre la humanidad, pero este misterio aún estaba en Dios y no había entrado en el hombre. Fue cuando Dios se encarnó y entró en el hombre que Él mismo llegó a ser el misterio en el hombre. La primera persona que llegó a poseer este misterio fue Jesucristo, quien era el grano de trigo. Así, el misterio que estaba en Dios llegó a ser el misterio que estaba en el hombre Jesús. Al principio, este misterio estaba en un solo hombre, pero después este hombre pasó por la experiencia de la muerte, y Su muerte sembró este grano de trigo en la tierra, el cual después creció y llevó mucho fruto (Jn. 12:24).
Pedro, uno de estos granos, también pasó por la experiencia de la muerte y llevó mucho fruto. Mediante este proceso de repetida multiplicación, el grano de trigo llegó al oriente de Asia en los siglos XVIII y XIX, y en el siglo XX nosotros también llegamos a ser parte de este aumento. Así pues, el misterio de Dios estaba primeramente en Sí mismo, y luego, hace dos mil años, cuatro mil años después que Adán fue creado, este misterio entró en el hombre. Sin embargo, dicho misterio no se detuvo allí, sino que continuó propagándose y multiplicándose. Después de la muerte y resurrección de Cristo, el misterio que había entrado en aquel hombre se reprodujo, se multiplicó y se duplicó. Por lo tanto, este misterio también ha llegado a ser el misterio que está en usted y en mí. A esto se refiere Colosenses 1:27 cuando dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.
Al principio esta esperanza estaba únicamente en Dios, y más tarde llegó a ser nuestra esperanza, la esperanza en el hombre Jesús. Hoy en día, cuando el hombre Jesús entra en nosotros, Él llega a ser la esperanza que está en nosotros. Que no sólo oigamos de estas cosas, sino que también “veamos el video” que nos muestra que el misterio que estaba en Dios un día llegó a ser el misterio que estaba en Jesucristo, quien está en nosotros hoy y se ha convertido en nuestra esperanza de gloria.
La suma de todos nosotros da por resultado la iglesia. Por lo tanto, el misterio que está en todos nosotros es el misterio que está en la iglesia. En Dios hay un misterio, en Cristo hay un misterio, en cada uno de nosotros hay un misterio, y en toda la iglesia también hay un misterio. Todos estos misterios no son muchos misterios, sino uno solo. El misterio que está en nosotros se halla en la iglesia, el misterio que está en la iglesia se halla en Cristo, y el misterio que está en Cristo se halla en Dios. Dicho misterio es llamado el “misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”.
Pablo dijo que este misterio estaba escondido en Dios, que creó todas las cosas. Él mencionó la creación porque este misterio es una respuesta a la creación de Dios. La razón por la cual Dios creó todas las cosas es este misterio. Este misterio es la explicación de la creación de Dios, y más aún, este misterio es una respuesta a todas las generaciones. ¿Cuál es la razón o explicación de todas las generaciones? ¿Por qué existieron Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón y todos los profetas? ¿Por qué Israel posteriormente fue llevado cautivo a Babilonia, y por qué hubo un recobro? La razón de todo esto era un misterio. Cuando Saulo de Tarso conoció al Señor cuando iba camino a Damasco, el Señor le hizo una pregunta muy sencilla: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Pablo fue cautivado, y desde ese día en adelante el Señor empezó a “mostrarle un video”. No mucho después, Pablo también “mostró este video” en todo lugar. Él primero alumbró a los que estaban en la región alrededor del mar Mediterráneo en cuanto al misterio que había estado escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas. Luego, todos nosotros quienes leemos el Nuevo Testamento hoy también hemos sido alumbrados y ahora todos nosotros vemos el misterio.
Hoy, en el siglo XX, a muchas personas les gusta estudiar la vida humana a fin de explorar el misterio de la vida humana. Pero pocos se dan cuenta de que el misterio más grande es Cristo en nosotros. Este misterio está estrechamente relacionado con el Espíritu. El cristianismo hoy lee y explica las Escrituras, pero no habla mucho acerca del Espíritu. La Iglesia Bautista del Sur, la denominación con el mayor número de cristianos en los Estados Unidos, les dice a sus predicadores que es mejor no hablar acerca del Espíritu. Dichos predicadores hablan acerca de la Biblia, pero piensan que puesto que el Espíritu es tan misterioso, hablar del Espíritu simplemente acarreará problemas. Sin embargo, la Biblia habla acerca del Espíritu. En particular, no se puede pasar por alto al Espíritu en las Epístolas de Pablo, pues forma parte de la perspectiva de Pablo en el Nuevo Testamento.
Dios es un misterio, Cristo es un misterio, los cristianos son un misterio, y la iglesia también es un misterio. Si en la iglesia no somos misteriosos, estaremos acabados y la iglesia también estará acabada. Sin el misterio no tenemos a Dios, a Cristo, a los cristianos ni a la iglesia. Una vez que el misterio desaparece, la llamada iglesia se convierte en una denominación, y nosotros los cristianos venimos a ser personas religiosas. Este misterio es la razón principal por la cual no somos personas religiosas. No somos religiosos, pero sí somos personas muy misteriosas. Dios, Cristo, los cristianos y la iglesia no son muchos misterios, sino un solo misterio. Este misterio es nada menos que el Espíritu. Este Espíritu es Dios, y este Espíritu también es Cristo. Por lo tanto, hoy los cristianos y la iglesia también tienen que ver con el Espíritu.
Pablo dijo: “Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él [Dios] fue manifestado en la carne” (1 Ti. 3:16). Cuando lo que hablamos a nuestros padres es el propio Cristo, tal vez ellos deseen conocer los detalles de este misterio. Pero cuanto más tratemos de responder a sus preguntas, más fácilmente caeremos en una trampa y menos ellos entenderán. Lo mejor es no responder. En el principio, el misterio que estaba en Dios se mantuvo en silencio, y hoy es difícil para nosotros romper ese silencio. Incluso si queremos responder y declarar este misterio, no podemos hacerlo. Pablo dijo que las riquezas de Cristo son inescrutables (Ef. 3:8). Por lo tanto, es difícil hablar de ellas claramente y también es difícil que la gente las entienda. Sin embargo, nosotros mismos debemos primeramente ser este misterio. Cuando los jóvenes se hacen cristianos, ellos deben llegar a ser un misterio a los ojos de sus padres. Si no son un misterio, estarán acabados como cristianos.
No debemos seguir esforzándonos por explicar el misterio. Cuanto más nos esforcemos, más confuso se hará. Después de algunos años de haber creído en el Señor, gradualmente podremos tratar de hablar a nuestros padres acerca de dicho misterio. Aunque no podremos explicar este misterio, podremos preguntarles: “¿Somos nosotros, sus hijos, igual como éramos antes?”. Si lo único que pueden decir es: “En general sigues siendo el mismo, sólo que un poco más alto”, entonces estaremos acabados, porque como cristianos tenemos muy poco de este misterio. Quizás después de cierto tiempo ellos puedan decir: “Tú ciertamente eres diferente comparado con lo que eras hace cinco años”. Tal vez les preguntemos en qué somos diferentes, pero aun si ellos intentan explicarlo, no podrán. Entonces, podremos decirles de una manera apropiada: “Éste es el misterio. Ustedes no pueden hablar de él, ni yo tampoco. Hace cinco años no tenía este misterio, y por eso podían definir fácilmente lo que era. Sin embargo, cinco años más tarde hay algo en mí que ustedes pueden ver pero no pueden describir. Ni yo mismo soy capaz de describirlo. Éste es el misterio”.
Cuando sus padres oigan esto, lo tomarán muy en serio, porque en los pasados cinco años ellos han visto algo en usted que no logran explicar y les causa perplejidad. Todo el vivir de usted es extraordinario. Aunque nadie le dice lo que debe hacer, usted se comporta bien y es sumiso. Aunque nadie le exige hacer nada, usted ama a los demás. La expresión de su vivir les hace a otros pensar. Aunque su vivir y su modo de obrar aparentemente no sean muy diferentes del de sus compañeros de clase, usted les da a las personas la impresión de que definitivamente es diferente de los demás. Esto no significa que usted sea mejor o más inteligente que los demás, ni tampoco que sea peor o inferior a los demás. Esta diferencia no puede describirse en términos de lo bueno y lo malo. En vez de ello, debido a que es tan difícil de describir, les hará a otros preguntarse qué es. En realidad, preguntan así debido al misterio.
Espero que todos “veamos este video”, dándonos cuenta de que los cristianos son enteramente un misterio que las personas no pueden entender. El misterio que está en Dios se ha duplicado y reproducido en el hombre, es decir, en usted y en mí, convirtiéndonos en un misterio. Si la vida cristiana que llevamos delante de los demás es una vida que otros pueden ver claramente y pueden expresar con palabras, no hay nada de especial acerca de nosotros. No obstante, eso no significa que para ser un misterio tengamos que esconder algo de los demás; al contrario, somos personas completamente abiertas, sin ningún secreto y sin ninguna cosa escondida, pero los demás se maravillan con respecto a todo lo concerniente a nosotros. Aunque no se atreven a decir que somos personas peculiares, sencillamente somos para ellos personas enigmáticas. Esto se debe al misterio, el cual no puede ser expresado cabalmente por medio de palabras ni puede ser explicado claramente.
No es posible describir la honestidad de los cristianos. Esta honestidad trasciende a todas las virtudes del mundo de los hombres, está por encima de ellas y también es superior a ellas. Lo que el Señor Jesús dijo en Mateo 5:44: “Amad a vuestros enemigos”, también escapa toda comprensión humana. Esto se debe a que las personas siempre se rigen por el principio de ojo por ojo y diente por diente. El Señor Jesús fue el único que dijo que debíamos amar a nuestros enemigos. No podemos entender cómo alguien puede prestar atención a estas palabras y amar a sus enemigos, pero sí tenemos tal hecho. Esto es un misterio, y este misterio es Dios mismo. Dios, el misterio, entró en la humanidad, y este misterio se multiplicó muchas veces para entrar en nosotros, convirtiéndonos en un misterio. Después de recibir esta visión, Pablo alumbró a todos “mostrándoles el video” de este misterio. Hoy en día todos hemos recibido esta visión. Ahora, cuanto más “miramos este video”, más somos alumbrados y capacitados para alumbrar a otros.
Si verdaderamente hemos recibido esta visión, requeriremos el resto de nuestra vida y más para hablar acerca de ella. En los Estados Unidos algunos nos condenan diciendo que somos panteístas porque decimos que Dios lo es todo. Es cierto que nuestro Dios lo es todo, pero es una falsa acusación que somos panteístas. Sin duda alguna, Jesús es la verdadera naranja y la verdadera manzana, y Él es el mejor bistec. Cristo lo es todo. Él es nuestra comida y nuestra bebida, nuestro comer y nuestro beber. No importa qué bebamos hoy, no estamos satisfechos; es únicamente cuando bebemos a Cristo que nos sentimos verdaderamente satisfechos. Cuando el Señor Jesús predicaba en la tierra, Él a menudo usó muchas cosas como ejemplos de Sí mismo. No había ninguna cosa positiva que Él no pudiera usar como ejemplo. Esto se debe a que Él lo es todo. Éste es un aspecto del misterio. Nuestros ojos necesitan ser abiertos para ver que el misterio que estuvo escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas, no sólo ha sido manifestado a nosotros, sino que además nos ha sido revelado por iluminación.
El recobro del Señor consiste en recobrar la persona de Cristo. El cristianismo de hoy en cierta medida ha adulterado la palabra de Dios, y es por ello que necesitamos tener la capacidad de discernimiento y empeñarnos en conocer el recobro del Señor. A fin de que el Señor pueda regresar, debe haber un fuerte recobro de la persona de Cristo en un grupo de personas. Hoy en día, cuando salimos a tocar a las puertas y visitar a las personas, estamos predicándoles el evangelio de este Cristo. Por esta razón, primeramente debemos estar llenos de Cristo. Debemos creer firmemente que según lo que Dios ha dispuesto en Su soberanía hay hijos de paz. Cuando salgamos a tocar a las puertas, no debemos temer la oposición de los hombres, porque encontraremos a los hijos de paz. Luego, una vez que los encontremos, Cristo es lo que debemos predicarles fielmente.
En la tierra siempre habrá algunos que estarán hambrientos y sedientos, los cuales han sido preparados por el Señor. El evangelio siempre ha estado acompañado de la oposición y, por tanto, no debemos temer esto, sino valernos de todo denuedo. Cuando el apóstol Pablo salió a predicar el evangelio, especialmente cuando estuvo entre los judíos, su predicación siempre produjo dos grupos de personas: los que aceptaban su predicación y los que no la aceptaban y terminaron convirtiéndose en enemigos. Hoy en día, si no podemos producir esta clase de condición cuando guiemos a las personas en todo lugar a seguir al Señor, ello indicará que aún no somos un misterio. Sin embargo, esto no significa que debamos salir a causar problemas y a generar caos. Todo lo contrario, los cristianos somos el grupo de personas más pacífico e inofensivo. Sin embargo, los “microbios” de este misterio en nosotros suscitarán ciertas situaciones.
Únicamente los que han visto esto son apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros. En Efesios 4 Pablo habló de estas cuatro categorías de personas. Él mismo era todas estas categorías de personas, es decir, él era un apóstol, un profeta, un evangelista, y sobre todo, un pastor y maestro. Hoy en día, hasta el más joven entre nosotros, si verdaderamente ha visto este “video” del misterio de Cristo, también puede ser un apóstol, un profeta, un evangelista y un pastor y maestro. No llegamos a ser este tipo de personas por medio del estudio teológico, sino al ver este “video” celestial.
Si esta realidad logra forjarse en nuestra constitución intrínseca, ella nos regirá cuando salgamos a predicar el evangelio, a conducir las reuniones de hogar y a llevar a los nuevos creyentes a cantar y a leer la palabra de Dios. En otras palabras, dicha realidad regirá todo nuestro vivir. Como resultado, las personas que guiemos y ayudemos podrán conocer a Cristo de modo subjetivo, y no simplemente de manera doctrinal. Entonces en poco tiempo serán llevadas a la experiencia práctica del Cuerpo de Cristo. Espero que todos prestemos atención a este asunto, oremos por esto y también tengamos mucha comunión al respecto unos con otros.
(Mensaje dado el 10 de junio de 1987 en Taipéi, Taiwán)