
Por lo general, las personas piensan que es fácil predicar el evangelio, como si uno pudiera predicar simplemente al pronunciar las palabras. Ninguna cosa que se haga de manera correcta y apropiada resulta fácil de hacer, ni puede llevarse a cabo por medio de la vida natural. Quienes tienen el debido entendimiento saben que nada es más demandante que servir al Señor, debido a que esto nos exige una elevada norma, nivel y moralidad. En la comunidad humana, aquello que exige la norma más elevada es servir al Señor. Sin embargo, la impresión de la gente es, por lo general, que es sencillo servir al Señor. En cierta familia, los padres de tres hijos varones habían recibido una elevada educación. Todos los miembros de la familia eran cristianos, pero tenían el extraño concepto de que el más listo de los tres debía estudiar medicina, el que no era tan listo debía estudiar negocios, y el menos competente debía estudiar teología. Éste es un concepto erróneo que la gente suele tener.
En 1952 y 1953 hubo un entrenamiento para colaboradores en Taipéi. En aquellos días la educación no estaba asequible a todos, por lo que el nivel educativo no era elevado. Debido a esto, en ese entrenamiento admitimos a muchos hermanos y hermanas que no tenían una educación elevada. Ellos amaban mucho al Señor y estaban dispuestos a consagrarse a Él. Sin embargo, ahora, después de haber pasado más de treinta años, la experiencia nos dice que un nivel educativo bajo es una gran deficiencia y carencia entre nuestros colaboradores.
Por lo tanto, tengo la profunda convicción de que nuestro entrenamiento debe tener ciertos requisitos. Los entrenantes deben haber terminado una educación universitaria o al menos haberse graduado de un colegio comunitario. Éste no es solamente un requisito para los entrenantes, sino que también debe ser el mínimo requisito educativo para todos nosotros. Incluso si algunos ya han recibido un diploma, o hasta un doctorado, no deben dejar de aprender. Servir al Señor requiere un continuo aprendizaje. Yo siempre tengo a la mano diccionarios del idioma chino, inglés, griego y otros diccionarios. En mi colección de libros, la categoría más grande son los comentarios bíblicos y la segunda categoría son los diccionarios. Bajo la cubierta de la sangre del Señor, debo decirles a ustedes que hasta el día de hoy nunca he dejado de aprender. Sin embargo, es bastante decepcionante, penoso y hasta vergonzoso, que no muchos de los que recibieron el entrenamiento aquí hace treinta años han continuado su aprendizaje. Por consiguiente, la manifestación de su función es mínima, y sus logros no son notorios. La razón de ello es que no tienen un espíritu deseoso de explorar nuevos territorios, ni se esfuerzan por aprender ni anhelan aprender más. Por consiguiente, es imposible que obtengan algún progreso.
Todas las principales compañías estadounidenses emplean especialistas. Incluso si los empleados ya han obtenido doctorados, la compañía los motiva a seguir aprendiendo. Si los médicos no siguen avanzando en su educación, se quedarán atrás al cabo de unos pocos años. Las enfermeras también deben presentar exámenes periódicamente cada cierto número de años. Ésta es nuestra observación de lo que se hace en el mundo. Por este motivo, nos ha parecido que el nivel educativo de los entrenantes de tiempo completo debe ser elevado.
Además de esto, también alentamos a aquellos que han recibido el entrenamiento que no se consideren personas calificadas. Deben entender que el hecho de que estén calificados hoy no garantiza que lo sean mañana. Por lo tanto, debemos mantenernos al día. Si tenemos un día más, debemos continuar aprendiendo ese día, y si tenemos un año más, debemos continuar aprendiendo ese año. Si dejamos de aprender, nos quedaremos atrás inmediatamente. El tiempo y la era nos eliminará. Debemos estar advertidos de esto.
Ésta ha sido la situación del servicio en Taiwán en los pasados treinta años. La obra de un colaborador que recibió su entrenamiento hace más de treinta años puede haber sido considerada aceptable, pero si va a laborar en los Estados Unidos, es posible que no pueda satisfacer la necesidad ni estar al día con la época. Una vez que su entorno cambia, su situación llega a ser diferente. Si él intenta laborar en los Estados Unidos como lo venía haciendo en Taiwán, esto no funcionará y no será apropiado. No es fácil adaptarnos a cierto ambiente. Para adaptarnos a cualquier cosa, se requiere cierta capacidad, pero para adaptarnos a un nuevo ambiente, se requiere una gran capacidad.
Yo nací en P’englai en la provincia de Shantung. Cuando tenía diecinueve años, me mudé a Chifú, una ciudad portuaria con una población de más de 200,000 personas. Mi madre nació en el cristianismo. Puesto que ella era de la tercera generación de la Iglesia Bautista Americana, había recibido alguna educación en el cristianismo, así que su modo de pensar era más bien moderno. Aunque la familia era pobre, ella se esforzó por enviarme a una escuela de idioma inglés para que recibiera una educación en este idioma moderno. Le doy gracias al Señor por esto, y también creo que esto fue la preparación soberana del Señor. Cuando fui a los Estados Unidos a la edad de sesenta años, no sólo los chinos se sorprendían, sino que incluso los estadounidenses se maravillaban por la manera en que este colaborador podía predicar en inglés. No sabían que yo había empezado a estudiar los libros en inglés desde que era joven. Lo que intento comunicarles es que todos debemos entender que para adaptarnos a un nuevo ambiente, se requiere cierto adiestramiento.
Después que fui llamado y salvo por el Señor en 1925, empecé a servirle a tiempo completo en 1933. El hermano Watchman Nee tuvo mucho que ver con esto. Cuando interiormente atravesaba un período de lucha, no sabiendo si el Señor quería que abandonara mi carrera, el hermano Nee me escribió una carta en la que me decía que su sentir era que yo debía servir al Señor a tiempo completo. Esto influyó de gran manera en mí. Pese a que no nos habíamos correspondido por mucho tiempo, él me escribió esta carta desde el extranjero en el momento en que yo más lo necesitaba. Así que, me pareció esto muy significativo. Después que renuncié a mi trabajo, en la noche de ese mismo día, partí a Shanghái para reunirme con él. Él entonces me retuvo y me pidió que asumiera la responsabilidad de dar mensajes en Shanghái. Esto sucedió hace cincuenta y cuatro años. En aquel tiempo, la gente común y corriente de la región de Shanghái no entendía el mandarín, sino que todos hablaban su propio dialecto. Por esta razón, no sabía cómo dar mensajes. Dar mensajes a un grupo de personas que no entendía el mandarín no era nada fácil. Sin embargo, el Señor fue misericordioso conmigo y me ayudó a adaptarme al medio en el que estaba. Aprendí que aunque la pronunciación era diferente, las personas todavía podían entenderme si hablaba cuidadosamente. Esto fue un aprendizaje para mí. Siempre es bueno aprender otras destrezas. No hay ninguna habilidad o destreza que no sea útil. Todas las destrezas son útiles en el momento en que se presenta la necesidad.
Todos debemos aprender a estar al corriente de la época en que vivimos. Yo empecé a escribir materiales espirituales en 1930. El primer artículo que escribí se titulaba “¿Qué es la regeneración?”, el cual tuvo muy buena acogida. Antes de 1930 no había literatura apropiada para las personas regeneradas, así que escribí este artículo lo mejor que pude. Nunca me imaginé que tendría tan buena acogida. Al siguiente año el Señor levantó una iglesia en mi pueblo natal, Chifú, donde empecé a dar mensajes como portavoz de la Palabra. Hasta el día de hoy, cincuenta años más tarde, nunca he dejado de avanzar en mis estudios ni he dejado de aprender.
Cuando el Señor levantó la iglesia en Chifú, yo no sabía griego, pero sí consideraba esto muy importante y tenía deseos de aprender. Por lo tanto, le pedí a un amigo mío que me comprara un interlinear de griego-inglés del Nuevo Testamento en Shanghái. A partir de diciembre de 1932, yo quería usar la Biblia en griego, pero no pude, pues nunca había estudiado el griego. Sin embargo, debido a que en ese tiempo ciertos cristianos de China habían publicado algunos libros sobre el griego, yo pude coleccionarlos con el fin de aprender el griego por mí mismo. Poco a poco, fui aprendiendo a consultar la Biblia en griego. Les he dado estos testimonios con la esperanza de que todos los que sirven al Señor no dejen de aprender diligentemente, constantemente y sin cesar.
La diferencia entre aprender y no aprender es muy grande. En la antigüedad en China la posición que tenía el maestro del príncipe heredero a la corona era muy especial. Un día un maestro estaba en el estudio imperial enseñando al príncipe, y el emperador se acercó a la ventana para escuchar cómo el maestro enseñaba y cómo el príncipe estaba aprendiendo. Justo en ese momento, el maestro reprendía severamente al príncipe, diciéndole que debía estudiar más concienzudamente. Esto no le agradó nada al emperador, quien, sintiéndose molesto con la reprensión, dijo: “El príncipe será el monarca si estudia; y si no estudia, también lo será”. El maestro entonces le respondió: “Si estudia, será un monarca iluminado; y si no estudia, será un monarca atolondrado”. Al escuchar estas palabras, el emperador se sintió avergonzado y se marchó.
Nunca debemos pensar que cualquiera puede predicar, y que no importa si es una persona instruida o no. La diferencia entre aprender y no aprender es muy grande. Aparentemente, quienes laboramos para el Señor podemos participar en la obra, ya sea, por ejemplo, que estemos dispuestos o no a aprender y a usar diccionarios. Sin embargo, la historia nos muestra que estudiar nos hace “monarcas iluminados”, y no estudiar nos hace “monarcas atolondrados”. Si laboramos sin ser instruidos, ¿qué clase de obra realmente estaremos llevando a cabo? Me duele muchísimo que a pesar de que Taiwán ha enviado al extranjero colaboradores para que laboren para el Señor, son muy pocos los que han obtenido logros o un incremento. Yo empecé a laborar en los Estados Unidos en 1962, hace más de veinte años. En estos veinte años el Señor ha levantado más de cuatrocientas iglesias en Norteamérica —en los Estados Unidos, en Canadá y en México— y en Europa, África, Australia y Suramérica. Esto se debe a que nunca estoy satisfecho con mis logros; antes bien, sigo aprendiendo y mejorando todo el tiempo.
Si deseamos laborar por el Señor, debemos aprender continuamente. La obra del Señor no solamente requiere una persona con un doctorado, sino muchas con conocimiento de astronomía, geografía, negocios, economía y otras materias, porque todas éstas están relacionadas con la vida humana. En el sistema educativo chino, la economía es una materia todo-inclusiva; sin embargo, la obra del Señor abarca aún mucho más que la economía. Hasta el día de hoy, yo sigo leyendo el periódico todos los días. De este modo, leo sobre acontecimientos y personas, y descubro cuán exitosas son ellas en sus trabajos y a qué dedican sus vidas. Esto lo hago para mi aprendizaje. Además, debemos prestar atención a los principales acontecimientos mundiales, no para satisfacer nuestra curiosidad, sino para nuestro aprendizaje. Al aprender de esta manera, podemos aprender lecciones y ser alumbrados a través del entendimiento que ganamos de asuntos y personas, así como de nuestra propia experiencia respecto a cómo nos conducimos y nos relacionamos con los demás. Aunque las personas en las noticias probablemente no han creído en el Señor, con todo, ellas siguen siendo las más destacadas en la sociedad humana. Ellas no sólo son exitosas en el campo laboral, sino que también son personas sabias y virtuosas, de las cuales debemos aprender lecciones.
Nuestro aprendizaje debe abarcar muchas áreas. Incluso es útil aprender carpintería y herraje, si esto es posible. Por causa de la obra de producir literatura, es muy bueno aprender bien otros idiomas. Además de nuestro idioma nativo, el idioma chino, debemos aprender inglés y español, y de ser posible, debemos aprender también alemán y francés. Aunque el proceso de aprendizaje pueda ser difícil y penoso, este aprendizaje nos ayudará a relacionarnos con otros más fácilmente. Cuando ciertos hermanos de los Estados Unidos vinieron a Taiwán, aprendieron un poquito de chino, y ahora es mucho más fácil conversar con ellos. De igual manera, si no podemos comunicarnos con las personas en sus idiomas nativos cuando viajamos al extranjero, será como si fuésemos sordos y mudos. Por consiguiente, debemos seguir aprendiendo.
Según nuestra observación, no sólo a los colaboradores de mayor edad les hace falta un espíritu ávido de aprender, sino que también a los jóvenes les hace falta este elevado espíritu. Aunque los jóvenes son más emprendedores, en términos generales su espíritu emprendedor aún no es lo suficientemente adecuado. En su mayor parte, todo aprendizaje debe ser iniciado por uno mismo, como por ejemplo, al leer más literatura y usar los diccionarios. Uno no puede ser descuidado, pasando por alto todas las palabras desconocidas a medida que lee, porque de ese modo seguirá sin entender lo que no entiende, y seguirá sin saber hacer lo que no puede hacer. No debemos ser descuidados, dejando pasar por alto todas estas cosas. Si ustedes investigan lo que no entienden y aprenden a hacer lo que no saben, definitivamente experimentarán un progreso, y su aprendizaje será considerable.
Toda persona joven que desee servir al Señor debe memorizar 1 y 2 Timoteo y estudiar diligentemente cada uno de los puntos que allí se mencionan. En ningún otro libro de la Biblia se nos instruye cómo servir al Señor tanto como en estos dos libros. Alguien una vez preguntó dónde se halla la palabra entrenamiento en la Biblia. En principio, se halla en 1 Timoteo. Los versículos 7 y 8 del capítulo 4 dicen: “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha”. El ejercicio es aún más riguroso que el entrenamiento.
La palabra ejercítate aquí está relacionada con los famosos juegos olímpicos. Pablo aquí se refería a la manera en que los atletas olímpicos ejercitaban sus cuerpos, y decía que los cristianos debemos ejercitarnos igualmente para la piedad. En 3:16 nos dijo lo que es la piedad: “Grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne”. Debemos ejercitanos de tal manera que Dios sea manifestado en la carne. Esto involucra todo nuestro vivir cristiano. La vida cristiana en su totalidad es Dios manifestado en la carne; por lo tanto, todos debemos ejercitarnos de esta manera. Si todos los jóvenes pudieran apartar unos cuantos años para ejercitarse como los que participan en los juegos olímpicos, revolucionarían el mundo entero. Al principio, el ejercicio puede parecer insoportable, pero a medida que nos acercamos más a la meta, nos hacemos más competentes. Para ello es necesario el entrenamiento. Esto se aplica a las cosas físicas y, mucho más, a los asuntos espirituales.
En 1 Timoteo vemos que el entrenamiento consiste en ejercitarnos para la piedad. Este ejercicio primeramente exige que quienes están aprendiendo a servir al Señor no impartan diferentes enseñanzas en su servicio. No debemos suponer que alguien que sirve al Señor puede decir lo que se le antoje acerca del cielo y de la tierra, del oriente y del occidente, y de todo lo demás. Es cierto que podemos hablar de muchos temas; sin embargo, hay una cosa que no podemos hacer: impartir una enseñanza diferente. Hay una norma según la cual podemos calificar de “diferente” una enseñanza. En 1:3-4 Pablo dijo a Timoteo: “Que no enseñen cosas diferentes [...] más bien que la economía de Dios”. Esta norma es la economía de Dios. Todo lo que no concuerde con la economía de Dios es una enseñanza diferente.
El folleto más eficaz que podemos usar al salir a tocar a las puertas y predicar el evangelio es El misterio de la vida humana. Este folleto evangélico es muy eficaz porque fue escrito absolutamente según la economía de Dios. Una economía es un plan, una intención. La economía de Dios es el plan de Dios, y este plan, esta intención, consiste en que el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se imparta a Sí mismo en el hombre paso a paso para ser la vida de éste y expresarse en su vivir, a fin de obtener una entidad corporativa de hijos que sean formados como Cuerpo de Cristo, el cual se manifiesta en cada localidad como iglesias locales, en las cuales nosotros, los miembros del Cuerpo, servimos al Señor. Ésta es la definición de la economía de Dios, y éste es el criterio por el cual determinamos si cierta enseñanza debe ser enseñada o no. Si una enseñanza concuerda con este criterio, puede ser enseñada; de lo contrario, no puede enseñarse, porque toda enseñanza que no concuerde con la economía de Dios es una enseñanza “diferente”. El cristianismo se encuentra dividido a causa de las enseñanzas diferentes. Una enseñanza diferente no necesariamente es una mala enseñanza, ni tampoco una enseñanza inapropiada o errónea. Al contrario, una enseñanza puede ser correcta y buena, y aun así diferir de la economía de Dios.
Pablo también dijo que él fue constituido maestro de los gentiles (2:7). Él era un “director técnico” que enseñaba a los hombres (v. 8), a las mujeres (vs. 9-15; 3:11) y también a los ancianos y los diáconos (vs. 1-10, 12-13). Si leemos cuidadosamente los requisitos de un anciano, tal vez nos parezca que sólo los ángeles pueden serlo. En todo el cristianismo, e incluso entre nosotros, hay muchos ancianos que están lejos de ser ancianos calificados porque no han sido entrenados. El versículo 2 del capítulo 3 dice con respecto a los requisitos de los ancianos: “Es, pues, necesario que el que vigila sea irreprensible, marido de una sola mujer, moderado, sensato, decoroso, hospitalario, apto para enseñar”. Ser decoroso es comportarse de forma ordenada, es ser apropiado para la situación. La raíz de esta palabra en griego denota decorar algo de modo que no sólo se vea bonito sino que sea práctico, embellecer algo pero con fines prácticos. Esto significa que un anciano necesita ser equipado y hecho de nuevo. La manera de ser hechos de nuevo es recibir adiestramiento. Ser adiestrados es ser hechos de nuevo, a fin de llegar a ser hermosos, útiles y, por tanto, capaces de adaptarnos a cualquier entorno. Por ejemplo, si compramos un corte de tela pero no hacemos nada con él, no será útil para nada. Una cortina no es simplemente un trozo de tela que cuelga de una barra. A fin de que la tela llegue a ser una cortina, es necesario medirla, cortarla y coserla de tal modo que corresponda a su entorno, es decir, la ventana.
En la primavera de 1935 varios colaboradores estuvimos viviendo juntos. A mí me tocó compartir el cuarto con un hermano de mayor edad. En ese entonces el cuarto era muy pequeño, y no en todos los cuartos había un lavamanos con tubería de agua, así que teníamos que traer el agua al cuarto para lavarnos. Debido a que el cuarto era muy pequeño, el cabecero de la cama por poco tocaba la pared del lado opuesto, dejando muy poco espacio para caminar. Por ello, cada vez que traía agua a la habitación tenía que hacerlo con mucho cuidado, pues temía que si al pasar movía la vasija tan sólo un poco, salpicaría agua en la cama del hermano. Algunas veces, aunque no salpicaba el agua, goteaba un poco de agua de por debajo de la vasija. Cada vez que caía agua sobre la cama del hermano, yo confesaba de inmediato mi falta. Necesitaba confesar casi todos los días, hasta que finalmente este hermano se enfadó.
Un día, mientras tenía comunión con otro hermano, él dijo que aunque es bueno confesar, lo mejor es no cometer la falta. En ese momento yo también estaba allí, y cuando escuché esto, quería que me tragara la tierra. Sin embargo, no podía dejar de usar el agua. Así que, cada vez que dejaba caer agua sobre la cama del hermano, era una falta que cometía y, por tanto, tenía que confesarla. No obstante, si confesaba mi falta, esto enfadaría al hermano; pero si no la confesaba, no tendría paz en mi conciencia. Esto fue muy difícil para mí. Sin embargo, las palabras del hermano fueron suaves y llenas de sabiduría: “Aunque es bueno confesar, lo mejor es no cometer la falta”. Por un lado, yo me sentí avergonzado; pero, por otro, hice lo posible por encontrar la manera de no cometer la falta. Con el tiempo descubrí que puesto que estaba acostumbrado a vivir en mi propio cuarto, no podía adaptarme con facilidad al nuevo ambiente en el que tenía que vivir con otra persona. Es por eso que no podía hacer ni siquiera algo tan pequeño. Después que caí en cuenta de esto, cambié mi manera de hacer las cosas. Primero limpiaba bien la vasija por debajo, y luego evitaba llenarla tanto. Además de esto, empecé a caminar dando la espalda a la cama del hermano, para que aun si goteaba agua, ésta cayera al piso. De este modo, me adapté a mi nuevo entorno. Las palabras del hermano —“Aunque es bueno confesar, lo mejor es no cometer la falta”— me dio la oportunidad de ser hecho de nuevo para poder adaptarme al nuevo ambiente.
Quienes asisten al entrenamiento y viven en el centro de entrenamiento diariamente son adiestrados para no cometer errores, en vez de tener que confesar sus faltas continuamente. No es fácil vivir juntos. Cuando uno hace algo insignificante, esto afecta a los demás, y si vuelve a hacerlo, debe confesar. Podemos usar como ejemplo las comidas que tomamos. Por causa de los entrenantes procedentes del extranjero, el centro de entrenamiento decidió preparar comida china y comida occidental, según la manera en que los entrenantes se inscribieron. Sin embargo, a la hora de la comida, algunos de los que se inscribieron para comer comida china, tomaron de la comida occidental. Así que al final sobró comida china, pero no hubo suficiente comida occidental. Quizás esos entrenantes pensaron que simplemente querían probar de la comida occidental, pero esto hizo que se comportaran de forma indisciplinada y no se adaptaran a su entorno. Ellos no debieron haberse tomado la libertad de escoger qué clase de comida comer. Tampoco debieron decidir sin la debida autorización ni tampoco invitar libremente a otros para que vinieran y comieran lo que quisieran. Esto es una muestra de lo que es no adaptarnos a nuestro entorno. Debemos ser cuidadosos, adaptarnos a nuestro entorno, someterlos a regulación y actuar de manera ordenada.
Uno que sirve al Señor debe ser capaz de adaptarse a cualquier situación. Por ejemplo, supongamos que en una reunión cinco hermanas están sentadas en una pequeña banca. Si a una de las hermanas le parece que hay demasiadas personas en la banca, es posible que decida abrirse paso para sentarse en una banca donde hay hermanos sentados. Sin embargo, esa acción sería desagradable. No debemos pensar que esta norma que les presento es demasiado elevada. Si una persona es indisciplinada, quienquiera que sea, no puede servir al Señor. No muchos de los que sirven al Señor logran hacer mucho. Según mi observación, esto se debe a que no sólo somos personas creadas, sino también caídas e incluso contaminadas.
El hombre nace en una condición caída. Luego, después que nace, se contamina en la casa, en la escuela y en la sociedad. Es posible que no aprenda muchas cosas buenas en la casa, en la escuela o en la comunidad, sino que aun sin darse cuenta aprenda muchas cosas malas, y luego estas cosas vengan a formar parte de su constitución. Incluso si estas cosas no son pecaminosas, es posible que sean contaminantes. Tal vez parezca razonable abrirnos paso para sentarnos en una banca donde hay más espacio, pero esto en realidad no es apropiado. Hoy en día, nuestra sociedad está en caos y hay mucha rivalidad, pero en la vida de iglesia debemos ser personas apartadas de todo eso y conducirnos ordenadamente.
Según las normas, una banca debe ser para cuatro personas. Sin embargo, supongamos que un día en una reunión un hermano muy corpulento se siente en la banca y no deje suficiente espacio para tres hermanos más. ¿Qué debemos hacer entonces? El hecho de que ese hermano se siente allí les quita espacio a los demás, causándoles sufrimiento. ¿Deberíamos entonces asignarle otro asiento a él? Es cierto que es corpulento, pero él no es así por decisión propia. Quizás esto sea una molestia para él mismo. Por esa razón, debemos ser comprensivos con él. Él es nuestro hermano, nacido del mismo Padre. Nuestro Padre es soberano en todas las cosas, y Él hace que todas las cosas cooperen para bien. Por consiguiente, el hecho de que el hermano corpulento se siente junto a nosotros es también para nuestro bien. Este bien redunda en que experimentemos la cruz. Pablo reprendió a los hermanos en 1 Corintios 6 por entablar juicio contra otro hermano. Él dijo: “¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” (v. 7); es decir, ¿por qué no dejar que otros tomen ventaja de nosotros? En todos estos asuntos, debemos aceptar lo que el Padre dispone para nosotros en Su soberanía y llevar la cruz.
Por otro lado, el hermano corpulento debe entender que puede causarles incomodidad a otros, especialmente en las reuniones. Por consiguiente, él debe ejercer dominio propio en el comer por causa de su salud y también por el bien de los demás. Así que, en las reuniones no debe sentarse como se sienta más cómodo, sino más bien ocupar las tres cuartas partes del espacio que necesita. Además de esto, debe estar dispuesto a sentarse no entre las personas, sino al final de la banca. Esto es lo que significa adaptarse al entorno en que uno esté. Si los santos se ejercitan de esta manera, no habrá problemas en la iglesia. Por lo tanto, todos debemos ser adiestrados y aprender a adaptarnos a cualquier situación.
Compartir la habitación con alguien que ronca es otro ejemplo de la necesidad de adaptarnos a nuestro entorno. Por lo general, el que ronca no se da cuenta de ello. Aun cuando otros se vean afectados y no puedan dormir, él puede dormir en paz. Por lo tanto, el que ronca debe advertirles a los demás al respecto y no sentirse avergonzado. Puesto que Dios lo creó con esa característica, él no debe negarlo, sino reconocerlo humildemente y dejarles saber a los demás de antemano para que tomen las medidas necesarias. Por otro lado, si a usted le toca compartir el cuarto con alguien que ronca y no lo deja dormir, debe aceptarlo en paz. Ésta puede ser una oportunidad para que vele y ore toda la noche, adaptándose a su entorno para redimir el tiempo. Quizás usted ya tenía el deseo de velar y orar por la noche pero no pudo hacerlo por sí mismo. Así que, ahora tiene a alguien que le brindará esa ayuda. Tal vez podría orar, diciendo: “Oh Señor, te doy gracias por darme a un hermano roncador para ayudarme a velar y orar en la noche. Señor, quizás éste sea un juicio de parte de Ti, porque sabía que debía ayunar, velar y orar, mas nunca lo hice. Ahora Tú me has dado una oportunidad para compartir este cuarto con un hermano que ronca. Señor, te doy gracias porque tú nunca Te equivocas”. Eso es lo que significa adaptarnos a nuestro entorno.
Cuando empecemos a aprender a servir al Señor, es imprescindible que seamos capaces de adaptarnos a nuestro entorno. Esto es necesario al relacionarnos con nuestra familia, con los demás, y aún mucho más al laborar con otros. Necesitamos relacionarnos con los ancianos, con los diáconos y con todos los santos. Todas estas lecciones tendremos que aprenderlas cuando empecemos a servir al Señor. Servir al Señor es como estar en una familia. Según lo dispuesto por el Señor, el esposo y la esposa no pueden divorciarse, y ninguno de los dos puede abandonar a sus propios hijos. Sin embargo, quienes tienen más experiencia saben que esto no es fácil. En cierta ocasión una hermana testificó que puesto que para salir a tocar a las puertas se requieren tres personas en el equipo, ella y su esposo una vez fueron puestos juntos en el mismo equipo con otro santo. Anteriormente, ella y su esposo no se llevaban bien, pero debido a la coordinación en la vida de iglesia, ya necesitaban llevarse bien. Aunque es cierto que el esposo y la esposa no siempre se llevan bien, ellos no se pueden separar ni divorciar; un matrimonio no puede ser disuelto. Nuestro servicio al Señor y nuestra relación con los santos en la iglesia son semejantes a la relación que hay entre los miembros de una familia, la cual no puede disolverse. Si alguien quisiera separarse de todos los que no compaginan con él, tendría que separase de todo el mundo por el resto de su vida, pues no encontraría a nadie que fuese igual a él. Por lo tanto, debemos ejercitarnos para adaptarnos a nuestro entorno y a las necesidades de los demás.
La Biblia habla de honrar a los padres. El verdadero significado de honrarlos es acomodarnos a sus necesidades. Algunas veces los hijos parecen honrar mucho a sus padres, pero cuando llega el momento de darles su medicina, los hijos se imponen en la manera en que se la darán. Eso no es lo que significa honrar. Si los hijos les obligan a los padres a que los escuchen cómo quieren que coman y hagan otras cosas, no los estarán honrando. Honrar a nuestros padres significa acomodarnos a sus necesidades. Si ellos quieren comerse la comida fría, debemos servirles la comida fría, y si se la quieren comer despacio, debemos dejar que se la coman despacio. Debemos mostrarnos flexibles con ellos en todo lo que nos pidan. Esto es honrarlos. Para que en una familia haya paz, ello dependerá completamente de la adaptabilidad que muestra cada miembro. Una cosa es segura: si todos quieren hacer las cosas a su antojo, no habrá paz en la familia. Solamente podrá haber paz si la esposa se acomoda a las necesidades de su esposo, y el esposo hace lo mismo con la esposa. Si ambas partes se muestran flexibles mutuamente, la capacidad de adaptación no será un problema. Si usted se acomoda a las necesidades de él, y él hace lo mismo con usted, ambos quedarán bien, y habrá verdadera paz entre ellos. La vida de iglesia es una vida en la que todos los miembros se acomodan a las necesidades de los demás. Sucede lo mismo con los colaboradores que viven juntos.
Las Epístolas de 1 y 2 Timoteo hablan de la necesidad que tenemos de ser adiestrados en todas las partes de nuestro ser. Pablo dice en 1 Timoteo 3:14-15: “Esto te escribo con la esperanza de ir pronto a verte, pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios”. Esto nos habla de la necesidad de ser entrenados.
Todo hombre está conformado por tres partes: espíritu, alma y cuerpo. A fin de servir al Señor apropiadamente, es preciso que todas estas tres partes sean ejercitadas. No sólo necesitamos ejercitar nuestro espíritu, sino también nuestra alma y nuestro cuerpo. En 1 Timoteo 4:8 se nos habla del ejercicio corporal. Luego en 2 Timoteo 1:7 leemos: “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura”. El hecho de tener esta clase de espíritu y mente también implica la necesidad de ejercitarnos. Por último, Pablo dice: “El Señor esté con tu espíritu” (4:22). Dios nos ha dado un espíritu fuerte, y el Señor Jesús está en nuestro espíritu; por lo tanto, debemos ejercitar nuestro espíritu. Además, otros pasajes de 1 y 2 Timoteo hacen referencia al ejercicio que está relacionado con una mente cuerda y sensata, la cual es una parte de nuestra alma (1 Ti. 2:9; 3:2). Por consiguiente, vemos que en 1 y 2 Timoteo se nos habla del ejercicio de todo nuestro ser. Las tres partes que componen nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— necesitan ser adiestradas.
Si nosotros vivimos solos, tenemos la opción de ser bulliciosos o callados, pero si vivimos con otros, debemos entrar y salir del cuarto silenciosamente y no ser muy bulliciosos. Esto requiere nuestro aprendizaje, y también es un ejercicio del cuerpo. Además, a menudo hablamos de la necesidad de ser sensatos. El verdadero significado de la sensatez es que nuestra mente tenga el debido equilibrio y dominio propio. Sin embargo, muy pocos de nosotros tenemos esta clase de mente. Es por eso que éste es uno de los requisitos para ser anciano. La mente de un anciano debe ser apropiada, muy equilibrada y exhibir dominio propio. El ejercicio de la mente es muy difícil. Una persona que no se enoja es alguien que tiene una mente equilibrada y que exhibe dominio propio.
Ejercitar la mente es ejercitar el alma. El cultivo de nuestra naturaleza, de lo cual hablan los chinos, no es otra cosa que el ejercicio de la mente. Nosotros somos personas caídas y hemos sido saturados de muchos malos hábitos. Muchos de los problemas se deben a nuestra mente. Por esta razón, la Biblia a menudo habla del ejercicio apropiado de nuestra mente. Nuestro cuerpo necesita ejercicio, nuestro espíritu necesita ejercicio, y con respecto a nuestra alma necesitamos aún más ejercicio y entrenamiento. Si nos ejercitamos de esta manera, les aseguro que seremos hombres que se destacan entre los demás. No solamente podremos servir al Señor, sino que todo cuanto hagamos será sobresaliente y de una norma elevada.
Además, debemos prestar atención al entrenamiento de nuestro carácter. Debemos ejercitarnos y poner en práctica de una manera seria todo lo que está escrito en el libro Carácter. Esto es importante no solamente para nuestro espíritu, sino también para nuestro cuerpo y nuestra alma. Todas las partes de nuestro ser, nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, necesitan ser adiestradas. Sólo entonces podremos tener un carácter apropiado y un servicio duradero lleno de vida.
(Mensaje dado el 11 de febrero de 1987 en Taipéi, Taiwán)