Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Línea central de la revelación divina, La»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24 25 26 27 28
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

La línea central de la revelación divina

LA ECONOMÍA DIVINA Y LA IMPARTICIÓN DIVINA

MENSAJE ONCE

LA TOTALIDAD DE LA BENDICIÓN QUE TODO LO ABARCA, LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO COMPLETO DE DIOS EN CRISTO, CON MIRAS A QUE SE REALICE LA IMPARTICIÓN DIVINA CONFORME A LA ECONOMÍA DIVINA

(2)

  Lectura bíblica: 14-15, Ro. 8:23; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 1:20-27; 5:6; Jn. 14:16-20; Fil. 1:19b-21a; Ro. 6:5; Col. 2:12; Ef. 3:16-19; 4:3-6; Ro. 6:19b, 22b; 15:16b; 1 Ts. 5:23; 2 P. 1:4b; Tit. 3:5; Ef 4:23; Ro. 12:2a; 6:4; Os. 14:8

  En el mensaje anterior vimos que la descendencia triple llega a ser el Espíritu. Este Espíritu es el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es el Espíritu compuesto, y el Espíritu compuesto es el Espíritu todo-inclusivo, debido a que se le han añadido los elementos de la divinidad, la humanidad, la muerte de Cristo con su eficacia y la resurrección de Cristo con su eficacia, formando así un compuesto. La Biblia nos dice que Cristo, después de pasar por la encarnación, el vivir humano, la muerte y la resurrección, se hizo el Espíritu vivificante. Que Él llegara a ser el Espíritu vivificante fue la consumación de todos los procesos por los que Él pasó.

  Por lo menos cuatro mil años después de la creación del hombre, el Dios completo entró en un “túnel”, un proceso. Este “túnel”, este proceso, fue muy largo y tuvo como mínimo cuatro secciones. La primera sección del “túnel” fue la encarnación. La encarnación, según nos muestra Isaías en el capítulo 53, incluyó Su vivir humano y duró treinta y tres años y medio, además de los nueve meses que estuvo en el vientre. La segunda sección fue Su muerte todo-inclusiva, la cual, hablando con propiedad, duró sólo seis horas, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. Sin embargo, la preparación para Su muerte duró por lo menos una semana. Antes de Su crucifixión Él fue voluntariamente a Jerusalén. Según los tipos y las profecías del Antiguo Testamento, Él tenía que ser muerto el día de la Pascua (Éx. 12:3-6) en ese año específico (Dn. 9:25-26). De no haber sido así, el tipo acerca de la Pascua y la profecía de Daniel acerca de las setenta semanas (vs. 24-27) no se habrían podido cumplir. Él sabía en qué año, mes y día esto ocurriría. Así que, Él fue a Jerusalén conforme a la fecha ordenada de antemano. Entró en Jerusalén y permaneció allí una semana, incluyendo el día de Su muerte (Jn. 12:1 véase Mr. 12:37, nota 1). Por lo tanto, se requirió al menos una semana para que pasara por Su muerte. En esos seis días anteriores a Su muerte, Él estaba allí muriendo; Él estaba siendo inmolado. Matarle a Él no fue un asunto sencillo. Antes que Él fuera arrestado, varios grupos de personas lo pusieron a prueba, entre ellos los principales sacerdotes, los saduceos, los fariseos, los herodianos, los escribas y los ancianos.

  La tercera sección del “túnel” o proceso fue Su resurrección. En Su resurrección Él entró en otro ámbito: el ámbito divino, espiritual y celestial. Antes de Su resurrección Él estaba en nuestra esfera, y antes de Su encarnación Él estaba en la esfera eterna con el Padre. Ahora Él está en la cuarta sección: la ascensión.

  En la primera sección de Su proceso, Él era el Dios completo hecho un hombre perfecto en la humanidad teniendo sangre y carne. Luego, después de treinta y tres años y medio Él se hizo el Espíritu vivificante. Esto lo puso en otro ámbito. Su encarnación lo sacó de la esfera celestial y eterna, y lo puso en el mundo en el cual estamos nosotros. Él estuvo aquí por treinta y tres años y medio. Luego, mediante el proceso de muerte y resurrección, Él fue introducido en otra esfera. Hoy, en esta otra esfera Él está en resurrección y en ascensión. Su resurrección siempre va a la par de Su ascensión. Hoy Él está en ascensión y está ocupado haciendo muchas cosas.

  Él se hizo el Espíritu vivificante, y a este Espíritu se le han añadido la divinidad, la humanidad, Su muerte todo-inclusiva con la eficacia de la misma, y Su poderosa resurrección con la eficacia de ésta, para formar así un compuesto. Éstos son los elementos con los cuales el Espíritu vivificante ha sido compuesto. Ahora Él se ha hecho el Espíritu compuesto. El Espíritu compuesto es el Espíritu todo-inclusivo. Si queremos tener a Dios, tenemos que acudir a este Espíritu. Fuera de Él no se encuentra a Dios. Si queremos ver un hombre genuino, verdadero, real y perfecto, tenemos que acudir a Él. Jesús es dicho hombre, y Él hoy está en el Espíritu. Si queremos disfrutar de Su muerte, experimentarla y participar de dicha muerte con su eficacia, tenemos que acudir al Espíritu. El elemento de la muerte de Cristo está en el Espíritu. Si deseamos experimentar Su resurrección y el poder de ésta, también tenemos que acudir a este Espíritu. Hoy el Espíritu es la realidad de la persona divina, el Dios Triuno. Este Espíritu también es la realidad del único hombre perfecto. En este Espíritu nosotros también tenemos la realidad de la muerte de Cristo y la realidad de la resurrección de Cristo.

  Lamento mucho que muchos amados hermanos que han estado en el recobro del Señor por años, nunca han ahondado en estas verdades profundas. Ésta es la razón por la cual su vida cristiana es inestable, débil y fluctuante. Le doy gracias al Señor por haberme guardado durante más de sesenta y seis años con estas verdades profundas. Cada paso que damos en nuestra educación humana, desde el jardín infantil hasta la universidad, hace que pasemos por ciertos cambios en nuestro comportamiento, en nuestra conversación y en nuestra actitud. A fin de poder servir al Señor adecuadamente, necesitamos cierto grado de educación humana, y también necesitamos ser llenos, saturados e infundidos de la educación espiritual que nos hace conocer la Biblia, pero no como páginas impresas en blanco y negro, sino en su significado espiritual, celestial y divino. Todos nosotros necesitamos dedicar cierto tiempo para obtener la educación celestial, divina y espiritual. Especialmente animo a los jóvenes a estudiar estas verdades; esto les ayudará a crecer. Cuando yo era joven y conseguía un libro de peso espiritual, no dejaba que se pusiera el sol sin antes dedicarme con empeño a estudiarlo, hasta el grado de no preocuparme mucho por comer ni dormir. La razón por la cual he tenido una vida tan larga y saludable es mi estudio de las verdades de la Biblia. Estudiar ha sido mi “pasatiempo”. No importa cuántas cosas me hayan ofendido, he descubierto que la mejor manera de hacer a un lado las cosas ofensivas es estudiar las verdades divinas que están en la santa Palabra.

I. EL ESPÍRITU TODO-INCLUSIVO ES LA TOTALIDAD DE LA BENDICIÓN QUE TODO LO ABARCA, LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO COMPLETO DE DIOS EN CRISTO, CON MIRAS A QUE SE REALICE LA IMPARTICIÓN DIVINA CONFORME A LA ECONOMÍA DIVINA

  En este mensaje vamos a considerar otros diez elementos del Espíritu todo-inclusivo, quien es la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios en Cristo, con miras a que se realice la impartición divina conforme a la economía divina.

K. Es las primicias del disfrute que tenemos de Dios como nuestra herencia

  El Espíritu todo-inclusivo es las primicias del disfrute que tenemos de Dios como nuestra herencia y, como tal, imparte Sus riquezas en nosotros hasta la redención (la glorificación) de nuestro cuerpo, es decir, nuestra gloriosa filiación divina. Romanos 8:23 nos dice que el Espíritu hoy es las primicias. Las primicias del Espíritu son sencillamente el Espíritu mismo en calidad de las primicias de la cosecha venidera de lo que Dios es para nosotros. El Espíritu, es decir, el Espíritu compuesto quien es la consumación del Dios Triuno, nos ha sido dado como primicias. Estas primicias son las primicias de Dios como nuestra herencia. Dios mismo se nos ha dado como nuestra herencia. Hechos 26:18 afirma categóricamente que nosotros los salvos estamos siendo santificados para una herencia (véase la nota 6), y esa herencia es Dios mismo (Ro. 8:23; Ef. 1:14). En esta tierra nosotros podemos heredar casas, bonos y acciones de grandes corporaciones. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que todo lo que tenemos, con el tiempo, será reducido a nada, puesto que cuando llegue la hora de la muerte, seremos despojados de todo. Por lo tanto, este tipo de herencia terrenal es vanidad de vanidades (Ec. 12:8). No obstante, Cristo, la descendencia triple en la humanidad, llega a ser el Espíritu, y este Espíritu es las primicias de la herencia divina. En otras palabras, el Espíritu como primicias es el primer aspecto de Dios como nuestra herencia. Este Espíritu, en calidad de primicias, es dado indudablemente para nuestro disfrute. Así que, Él es las primicias de lo que disfrutamos de Dios como nuestra herencia. Como tal, Él nos imparte las riquezas de Dios, quien es nuestra herencia, para la redención de nuestro cuerpo. La redención de nuestro cuerpo en el futuro será resultado de esta impartición.

  Hoy en día estamos disfrutando la impartición de las riquezas de la herencia divina, la cual es Dios mismo, y dicha impartición da como resultado la glorificación de nuestro cuerpo. Esta glorificación no será una cosa repentina que ocurrirá cuando el Señor Jesús regrese; será el resultado de nuestro disfrute actual. Tal disfrute da por resultado esa glorificación, es para ella y tiene este fin. Versículos tales como Efesios 1:13-14 y Efesios 4:30 dicen que el Espíritu nos sella para la redención de nuestro cuerpo. Por lo tanto, la redención futura de nuestro cuerpo será resultado del disfrute que tenemos de Dios, disfrute que va siempre acompañado de la impartición de Su elemento en nuestro ser. Esto nos cambia y nos transforma con miras a la redención y glorificación de nuestro cuerpo, lo cual está por venir.

L. Como Espíritu de nuestra filiación, Él nos guía a nosotros los hijos de Dios, por medio de la vida y naturaleza del Padre

  El Espíritu todo-inclusivo, como Espíritu de nuestra filiación, nos guía a nosotros los hijos de Dios al impartir a nuestro ser la vida y naturaleza del Padre en nuestra vida diaria, para que seamos hijos de Dios en la práctica (Ro. 8:14-15). Romanos 8:14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Como hijos de Dios, debemos vivir, andar y tener nuestro ser conforme al guiar del Espíritu. Sin embargo, si vamos al cine, es posible que no tengamos la certeza de que estemos implementando la filiación práctica. Me causó una profunda impresión la historia que leí acerca de un destacado predicador estadounidense. Él se mudó a una nueva casa e invitó a su padre a que viera la casa y todo el mobiliario. El padre vio los cuartos y todo el mobiliario y dijo: “Hijo, todo está muy agradable, pero hay una enorme carencia: no hay indicio alguno de que tú eres un hijo de Dios”. Asuntos tales como la manera en que nos peinamos, la forma de vestirnos y la decoración de nuestros hogares indican si somos hijos de Dios en la práctica o no. No estamos hablando de la filiación en doctrina, sino de la filiación en la práctica. La realidad de nuestra filiación en la práctica se manifiesta en nuestro vivir: en la manera de comportarnos, de vestirnos, en los lugares adonde vamos. Todos éstos son indicadores del aspecto práctico de nuestra filiación.

M. Como Espíritu compuesto, a quien se le añadieron la naturaleza divina de Cristo y Su naturaleza humana, así como la muerte y resurrección de Cristo para formar así un compuesto, a fin de ser el ungüento de la unción

  El Cristo todo-inclusivo es el Espíritu compuesto, a quien se le añadieron la naturaleza divina de Cristo y Su naturaleza humana, así como la muerte y resurrección de Cristo, para formar así un compuesto, a fin de ser el ungüento de la unción, el cual nos unge con todos los elementos que lo componen a Él, para que nosotros permanezcamos en el Señor a fin de recibir Su impartición con miras a que conozcamos la verdad de la Trinidad Divina en la economía de Dios (2 Co. 1:21; 1 Jn. 1:20-27). El ungüento es diferente del aceite. El aceite puro sólo consta de un elemento; pero el ungüento, como en una pintura, no tiene un solo elemento básico, sino que es un elemento básico al cual se le han añadido otros elementos. Éstos se combinan para convertirse en un ungüento como una especie de pintura. El Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu compuesto como un ungüento, el cual nos unge con todos los elementos que lo componen.

  En el Antiguo Testamento se ve tipificado que el Espíritu nos unge con todos los elementos que lo componen. Éxodo 30 nos dice que después que Moisés hizo el ungüento compuesto (vs. 23-25), Dios le dijo que ungiera el tabernáculo, todos sus utensilios, el altar y a los sacerdotes (vs. 26-30). Todo lo que estuviera relacionado con el servicio y la adoración a Dios tenía que ser ungido con este ungüento. Esto indica que todo lo nuestro que tenga alguna relación con la adoración y el servicio a Dios necesita ser ungido por el Espíritu compuesto.

  El capítulo 2 de 1 Juan trata del Espíritu que unge (vs. 20-27). El Espíritu compuesto nos unge con todos los elementos que lo componen, a fin de que nosotros permanezcamos en el Señor (v. 27). La Biblia nos dice que permanezcamos en el Señor (Jn. 15:4), pero muchos cristianos no buscan la manera de hacerlo. Hace cerca de cincuenta años yo tenía el deseo de permanecer en Cristo. Un día hallé el libro titulado Permaneced en Cristo, de Andrew Murray. En ese libro Murray dice que para permanecer en Cristo necesitamos consagrarnos al Señor. Sin embargo, mi experiencia consistió en que yo me consagraba al Señor muchas veces, pero aun así no sabía cómo permanecer en Él. Ciertamente ésa no era la manera. Después de muchos años de leer 1 Juan 2, descubrí que la manera de permanecer en el Señor es ser ungido. La unción es el camino. En tanto que uno sea ungido con este ungüento compuesto, uno permanece en el Señor. En 1 Juan 2 se nos dice que permanezcamos en el Señor según la unción (v. 27). La unción es en realidad el Señor mismo en movimiento. Él nos unge para que nosotros permanezcamos en Él a fin de recibir Su impartición con miras a conocer la verdad de la Trinidad Divina en la economía de Dios. En 1 Juan 2 se nos enseña la verdad de la Trinidad Divina en la economía de Dios. Finalmente, esa verdad es la enseñanza de la unción. Cuando tenemos la unción del Espíritu compuesto, tenemos al Hijo, y cuando tenemos al Hijo, tenemos al Padre. Así que, en la unción tenemos a los tres: al Padre, al Hijo y al Espíritu. Ésta es la Trinidad Divina en la economía de Dios.

N. Como realidad de Dios, de Cristo y de la vida divina

  El Espíritu es la realidad de Dios, de Cristo y de la vida divina y, como tal, imparte el elemento de Dios, de Cristo y de la vida divina en nosotros como suministro de vida para nuestro sustento divino y espiritual (1 Jn. 5:6; Jn. 14:16-20; Fil. 1:19b). Según 1 Juan 5:6 el Espíritu es la verdad, la realidad. La realidad mencionada en este versículo debe de ser la realidad del Dios Triuno, de Cristo y de la vida divina. Esta realidad nos abastece de manera divina y espiritual, y hace que tengamos el sustento divino y espiritual. Como se mencionó en Filipenses 1:19, este suministro y sustento viene a ser finalmente la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Juan 14:16-20 habla del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y nos dice que el Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo es hecho real para nosotros como Espíritu. Por lo tanto, el Espíritu es el Hijo hecho real para nosotros, y el Hijo es la corporificación del Padre. Cuando tenemos esta realidad, tenemos la corporificación misma y también tenemos al Dios Triuno. Esto viene a ser la abundante suministración que nos abastece y nos sustenta en nuestra vida espiritual.

O. Como realidad de la resurrección de Cristo con Su muerte

  El Espíritu todo-inclusivo también es la realidad de la resurrección de Cristo con Su muerte, e imparte en nuestro ser la muerte de Cristo con su eficacia y la resurrección de Cristo con su poder, para que seamos identificados con Cristo y experimentemos Su muerte y resurrección (Ro. 6:5; Col. 2:12). Así como no podemos separar la ascensión de Cristo de Su resurrección, asimismo no podemos separar la resurrección de Cristo de Su muerte. Si tenemos la resurrección de Cristo, ciertamente disfrutaremos Su muerte. Sin embargo, no experimentamos primero la resurrección de Cristo, sino que primero experimentamos Su muerte.

  En el mismo año que fui salvo, empecé a leer algunos libros escritos por el hermano Watchman Nee. En esos libros él enseñaba principalmente que necesitamos darnos cuenta de que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo (Ro. 6:6). Empecé a considerar cómo podría ser yo crucificado con Cristo. Cristo había sido crucificado hacía dos mil años en el monte Calvario en las afueras de Jerusalén. En cuanto al tiempo, Él había sido crucificado dos mil años antes, y en cuanto al espacio, Él se hallaba muy lejos del lugar donde yo vivía. Él era Él, y yo era yo. ¿Cómo podría ser yo crucificado juntamente con Él?

  A. B. Simpson, fundador de la Alianza Cristiana y Misionera, publicó varios libros y escribió un buen número de himnos excelentes acerca de experimentar la muerte y la resurrección de Cristo (véase Himnos, #199 y #200, Hymns, #484 y #692). Uno de estos himnos (Hymns, #692) dice: “Una pequeña palabra el Señor ha dado / Para nuestra ayuda en la hora de necesidad: / Considerémonos muertos al pecado / Para estar muertos en verdad”. El coro dice: “Consideremos, consideremos / Consideremos, en vez de sentir; / Sigamos considerando siempre, / Y Él hará que sea real”. Yo traté de “considerar, considerar y considerar”, y descubrí que esto ciertamente no produce resultados. Cuando me daba por muerto, más vivo estaba. El hermano Nee, a comienzos de su ministerio, habló de que uno debía considerarse muerto. Por ejemplo, los mensajes del hermano Nee que fueron publicados como La vida cristiana normal fueron dados en 1938. Más adelante, él empezó a ver el Cuerpo de Cristo, y su ministerio maduró más. En ese entonces, él decía que la verdadera experiencia de la muerte de Cristo está en el Espíritu, según Romanos 8. Él decía que Romanos 6 sólo podía ser experimentado en Romanos 8. Romanos 6 contiene la doctrina, el hecho, de nuestra identificación con Cristo en Su muerte y resurrección; pero la experiencia de este hecho es por el Espíritu, como se ve en Romanos 8. Si vivimos, andamos y lo hacemos todo conforme al Espíritu, experimentaremos la muerte de Cristo y Su resurrección. Es de este modo que podemos ser identificados con Cristo y experimentar Su muerte y resurrección.

P. Como Espíritu de Jesucristo, nos provee Su abundante suministración

  El Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu de Jesucristo, y nos provee Su abundante suministración para que nosotros magnifiquemos a Cristo viviéndole (Fil. 1:19b-21a). Muy temprano en mi vida cristiana se me dijo que debía vivir a Cristo y magnificarle. No obstante, no tenía forma alguna de hacerlo. Filipenses 1:20 habla de magnificar a Cristo, y el versículo 21 menciona el asunto de vivir a Cristo, pero yo no veía que la manera de vivir a Cristo y magnificarle se hallaba en el versículo 19. Este versículo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. No menciona al Espíritu de Dios ni al Espíritu de Jehová, sino al Espíritu de Jesucristo. Indudablemente éste es el Espíritu procesado, el Espíritu compuesto y consumado. El Espíritu de Dios ha venido a ser el Espíritu de Jesucristo porque Dios el Espíritu ha sido procesado y consumado. En este Espíritu está la abundante suministración, y la abundante suministración de este Espíritu es la manera en que nosotros podemos magnificar a Cristo viviéndole. La suministración del Espíritu es, indudablemente, una impartición. La abundante suministración se imparte en nuestra vida cristiana y, luego, nosotros magnificamos a Cristo viviéndole.

Q. Como Espíritu que mora en nosotros, nos fortalece (por medio de la impartición divina) en nuestro hombre interior

  El Espíritu vivificante, el Espíritu compuesto, el Espíritu todo-inclusivo, es el Espíritu que mora en nosotros, quien nos fortalece (por medio de la impartición divina) en nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, a fin de que seamos plenamente capaces de aprehender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios, la cual es la iglesia (Ef. 3:16-19). En Efesios 3:16 Pablo oró pidiendo que Dios nos fortaleciera en nuestro hombre interior por Su Espíritu. Vivir en el hombre exterior no requiere que nosotros hagamos nada. Cada mañana cuando nos levantamos estamos en el hombre exterior. Si no velamos, nos quedaremos en el hombre exterior todo el día. Nosotros hablamos en el hombre exterior, nos reímos en el hombre exterior, expresamos nuestra actitud en el hombre exterior; todo lo hacemos en el hombre exterior. No somos más que el hombre exterior. Pero nosotros debemos vivir en el hombre interior. Sin embargo, esto puede ocurrir sólo si entramos en nuestro hombre interior. Según Efesios 3:16, la manera de entrar en el hombre interior es ser fortalecidos por el Espíritu. El Espíritu nos fortalece en nuestro hombre interior.

  Cuando tenemos nuestra vigilia matutina y experimentamos un avivamiento matutino, estamos en el hombre interior. Antes de eso es posible que hayamos deseado discutir con alguien en nuestro hombre exterior; pero después de diez minutos estábamos en el hombre interior al haber sido fortalecidos por el Espíritu. No obstante, después de diez minutos quizá estemos de nuevo en el hombre exterior. En ese momento necesitamos orar. Es por eso que la Biblia nos dice que oremos sin cesar (1 Ts. 5:17). Sólo orar e invocar el nombre del Señor pueden fortalecernos en el hombre interior y guardarnos en el hombre interior. Este tipo de fortalecimiento también es una impartición; imparte el elemento divino en nuestro ser y nos fortalece en nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Cristo está en nuestro espíritu; pero Él necesita extenderse de nuestro espíritu a nuestro corazón para poder hacer Su hogar allí a fin de que nosotros seamos plenamente capaces de aprehender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, es decir, las dimensiones de Cristo. Necesitamos conocer a este Cristo ilimitado para ser llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Aquí la plenitud simplemente significa la manifestación, la expresión, de Dios, la cual es la iglesia. La iglesia es la expresión de Dios. Cuando Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, podremos conocer las dimensiones de Él. Entonces seremos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Esto se lleva a cabo exclusivamente por la impartición interior del Espíritu. Primero, el Espíritu nos fortalece en el hombre interior; luego, el Espíritu nos fortalece para que Cristo haga Su hogar en nuestro ser, haciéndonos la expresión de Dios a fin de que Dios sea plenamente expresado.

R. Como Espíritu de la unidad del Cuerpo de Cristo, es la esencia del Cuerpo

  El Espíritu es la unidad del Cuerpo de Cristo, pues es la esencia del Cuerpo, el cual está constituido de Cristo como elemento procedente de Dios el Padre, quien es el origen, a fin de llevar a su consumación la mezcla del Dios Triuno con el Cuerpo de Cristo por medio de la impartición divina (Ef. 4:3-6). Cristo es el elemento del Cuerpo, y el Espíritu es la esencia. Este elemento procede de Dios el Padre, quien es el origen. Por consiguiente, con respecto al Cuerpo de Cristo, el Padre es el origen, el Hijo es el elemento y el Espíritu es la esencia. Éste es el Dios Triuno: el origen, el elemento y la esencia. Estos tres están compenetrados y mezclados con el Cuerpo de Cristo.

  El Cuerpo de Cristo, la iglesia, es “cuatro en uno”: el Padre, el Hijo, el Espíritu y el Cuerpo. Efesios 4:4-6 habla de un Cuerpo, un Espíritu, un Señor y un Dios el Padre. En el Cuerpo, el Espíritu es la esencia. La esencia necesita el elemento, el cual es el Señor Cristo. El elemento debe tener un origen, una fuente, el cual es el Padre. El Padre es la fuente, el origen. Del Padre procede el elemento, y dentro del elemento está la esencia. Dios es el origen, el Hijo es el elemento, el Espíritu es la esencia, y el Cuerpo es la constitución misma. Éstos son “cuatro en uno”. Sin embargo, sólo los tres primeros son dignos de nuestra adoración; el cuarto, el Cuerpo, no debe ser deificado como objeto de adoración.

  El Espíritu, como unidad del Cuerpo de Cristo, es la esencia del Cuerpo y, como tal, lleva a su consumación la mezcla del Dios Triuno con el Cuerpo de Cristo por medio de la impartición divina. Hoy se está llevando a cabo la mezcla del Padre, quien es el origen, del Hijo, quien es el elemento y del Espíritu, quien es la esencia, con el Cuerpo. Esta mezcla sigue dándose hoy y llegará a su consumación. El Espíritu es la esencia del Cuerpo a fin de llevar esta mezcla a su consumación.

S. Como consumación del Dios procesado, nos santifica con la naturaleza divina y santa de Dios

  El Espíritu es la consumación del Dios procesado y, como tal, nos santifica con la naturaleza divina y santa de Dios para que nosotros seamos apartados y hechos santos para Dios (Ro. 6:19b, 22b; 15:16b; 1 Ts. 5:23; 2 P. 1:4b). El Espíritu hoy es un Espíritu consumado, la consumación del Dios Triuno procesado. Este Espíritu está santificándonos con la naturaleza divina y santa de Dios. Esta santificación es indudablemente la impartición de la naturaleza santa y divina de Dios en nuestro ser a fin de que seamos apartados y hechos santos para Dios. La naturaleza de Dios es el elemento mismo que contiene la esencia de la santidad de Dios. Con esta esencia podemos ser y seremos santificados para Dios.

T. Como Espíritu que regenera, nos renueva con la novedad de la vida de resurrección de Cristo y con la frescura del Dios que existe para siempre

  El Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu que regenera y, como tal, nos renueva con la novedad de la vida de resurrección de Cristo y con la frescura del Dios que existe para siempre como abeto verde (Tit. 3:5; Ef. 4:23; Ro. 12:2a; 6:4; Os. 14:8). La regeneración es una renovación. El Espíritu que regenera nos renueva con la novedad de la vida de resurrección de Cristo y con la frescura del Dios que existe para siempre como abeto verde. Oseas 14:8 nos dice que Dios es como un abeto, el cual es un árbol que conserva su verdor durante todo el año. Este verdor es una especie de frescura. Nosotros necesitamos la novedad de la vida de resurrección de Cristo, y también necesitamos la frescura de lo que Dios es. El Espíritu que regenera nos renueva con estas dos cosas. Esta renovación también es una impartición. Sin recibir la impartición de la novedad de Cristo y de la frescura de Dios, nosotros no podríamos ser renovados. Para ser renovados necesitamos cierto elemento, y ese elemento es la novedad de Cristo y la frescura de Dios.

  En todos los puntos anteriores, podemos ver que todo lo que hace el Espíritu todo-inclusivo, vivificante y compuesto es una impartición. Principalmente, Él imparte a Cristo como corporificación de Dios con todas las experiencias de encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión. El Espíritu imparte en nuestro ser al Dios Triuno procesado para que Él sea todo para nosotros. Ésta es la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración