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Mensajes del libro «Línea central de la revelación divina, La»
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La línea central de la revelación divina

LA ECONOMÍA DIVINA Y LA IMPARTICIÓN DIVINA

MENSAJE TRECE

LA TOTALIDAD DE LA BENDICIÓN QUE TODO LO ABARCA, LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO COMPLETO DE DIOS EN CRISTO, CON MIRAS A QUE SE REALICE LA IMPARTICIÓN DIVINA CONFORME A LA ECONOMÍA DIVINA

(4)

  Lectura bíblica: Gá. 1:16a; 3:2; 4:29b, 6; 3:27; 2:20

  Oración: Señor, ponemos nuestra mirada en Ti para recibir Tu enseñanza, Tu instrucción, Tu dirección y también la interpretación de Tu Palabra. Necesitamos que nos enseñes, nos lleves a Tu luz. Señor, límpianos y úngenos, y bríndanos Tu ayuda para que te conozcamos por medio de Tu Palabra. Amén.

  Este mensaje tiene que ver con la manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo —la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios— en el libro de Gálatas. El libro de Gálatas nos dice que la bendición del evangelio completo de Dios es el Espíritu prometido (3:14). Este Espíritu prometido, cuando viene a nosotros en Su consumación, es el Espíritu vivificante. Según la interpretación de Pablo, la promesa que Dios dio a Abraham fue la bendición de este Espíritu vivificante. Necesitamos dedicar algún tiempo para ver la lógica con la cual Pablo dijo esto. Pablo era muy lógico tanto doctrinal como espiritual y económicamente conforme al plan de Dios.

  El libro de Gálatas nos presenta al mismo Cristo que es la descendencia triple en la humanidad. Él era el Dios completo en la eternidad. Luego, vino para prometer algo al linaje caído, comenzando con la primera pareja, Adán y Eva (Gn. 3:15). Creo que dirigió esta promesa particularmente a la mujer, Eva, porque Eva se arrepintió mucho de lo que había hecho. Fue ella quien habló con la serpiente, y como resultado, la serpiente le hizo daño a ella y también a su esposo por medio de ella. Por lo tanto, ella tenía toda la responsabilidad de aquel error, que condujo a la caída del hombre (2 Co. 11:3; 1 Ti. 2:14). Después de la caída, el Dios completo, Jehová, descendió del cielo a la tierra, al huerto del Edén, en busca del pecador caído: “Y Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás?” (Gn. 3:9). Ésta fue la primera visita que se hizo con el propósito de predicar el evangelio. Luego, Dios les dio la promesa. Esa promesa fue la primera predicación del evangelio. En esa promesa, en esa primera predicación del evangelio, el Dios completo hizo una promesa a la pareja, especialmente a Eva, al maldecir a la serpiente (v. 14). La primera predicación del evangelio fue la declaración de una maldición. Cuando Dios maldijo a la serpiente nociva, prometió a las personas que fueron dañadas que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (v. 15). En los sesenta y seis libros de la Biblia, se encuentra esta realidad maravillosa de la simiente de la mujer. Esto no es cosa insignificante. En Gálatas 4:4 Pablo dijo intencionalmente que Aquel que había de venir, Cristo, nació de mujer. Esto indica que Pablo sabía lo que Dios había prometido en Génesis 3:15. Pablo conocía la Biblia, el Antiguo Testamento; por lo tanto dijo: “Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer”.

  Después de la primera promesa, en Génesis 3:15, pasaron veintisiete siglos hasta los tiempos de Isaías, quien repitió la promesa de Dios: “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is. 7:14). Este hijo nacido de la virgen es la simiente de la mujer. Dos mil años después que se dio la primera promesa, nada sucedió para cumplirla. El hombre siguió cayendo, paso por paso, hasta el fondo, hasta Babel (Gn. 11:1-9). Sin embargo, Dios llamó a Abraham del linaje caído y le prometió que sería una bendición a todas las naciones de la tierra (12:1-3). Con el tiempo, Dios dio más detalles, diciendo que no sería por medio de Abraham directamente, sino por medio de su descendencia que todas las naciones de la tierra serían benditas (22:18). Esto llegó a ser la promesa dada a Abraham acerca de la descendencia de Abraham. Luego, aproximadamente mil años más tarde, Dios prometió a David que afirmaría para siempre el trono de su descendencia (2 S. 7:12-13). Ésta fue la promesa hecha a David acerca de la descendencia de David.

  Estas tres promesas, acerca de la simiente de la mujer, la descendencia de Abraham y la descendencia de David, se cumplieron cuatro mil años después de la creación del hombre (Mt. 1:1, 18-23). El Señor fue muy paciente. Primero prometió; luego, cuatro mil años más tarde, cumplió Su promesa. A la mitad de los cuatro mil años, repitió la promesa a Abraham, y después de otros mil años, la repitió a David. Mil años después de eso, Jesús vino para cumplir las tres promesas.

  Cristo, en calidad de la descendencia triple en la humanidad, es un gran tema en toda la Biblia. El Dios Triuno, el Dios completo, creó al hombre y luego se propuso nacer del hombre caído para ser una descendencia triple. El primer aspecto de esta descendencia consistía en destruir a Satanás y liberar al hombre caído del pecado, de la muerte y del yo. El segundo aspecto había de ser una bendición al linaje caído. Él mismo sería la bendición en Su Trinidad. En esto podemos ver que la Trinidad no se revela como una doctrina, sino que se revela con respecto a la impartición divina y el disfrute del linaje caído. La descendencia de Abraham es el Dios consumado. Ésta es la verdad que el Señor nos ha mostrado en Su recobro. Antes de la encarnación, Dios era completo, pero todavía no había alcanzado Su consumación. A la postre, Su intención era llegar a ser un Dios-hombre. Necesitamos darnos cuenta de que hoy en día nuestro Dios es totalmente diferente del Dios de los judíos y de los musulmanes. El Dios de los judíos y de los musulmanes sólo es una persona divina, no un Dios-hombre. Pero nuestro Dios hoy día es Dios más el hombre, el Dios-hombre. Nuestro Dios es un Dios que es uno con el hombre hasta el punto de que llegó a ser un hombre, un Dios-hombre. Ahora, en Su constitución Él tiene divinidad y humanidad como Sus elementos.

  Casi cada página de los sesenta y seis libros de la Biblia trata de la descendencia triple en humanidad. Esta descendencia triple en la humanidad es Dios hecho hombre. En primer lugar, Él vino a ser la simiente de la mujer para vencer a todos los enemigos, es decir, a Satanás, el pecado, la muerte y el yo del hombre. En segundo lugar, se hizo la descendencia de Abraham para ser el Dios Triuno consumado. Esta consumación comenzó con la encarnación y terminó en la resurrección. En resurrección esta Persona encarnada llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ésta es una gran verdad en la Biblia. El Credo de Nicea no menciona esto, ni tampoco menciona al Espíritu séptuple mencionado en Apocalipsis 1:4, 4:5 y 5:6. El Dios Triuno no sólo alcanzó Su consumación como Espíritu vivificante, sino que también se ha intensificado siete veces. Ésta es la clara revelación de la Biblia. En 1 Corintios 15:45 Pablo sólo vio al Espíritu vivificante; pero Juan no vio simplemente al Dios Triuno consumado, sino también al Dios Triuno consumado y siete veces intensificado.

  La conclusión de mi estudio de la Biblia es que el Dios Triuno, el Dios completo y eterno, un día se hizo una descendencia triple en humanidad: primero, para destruir a los enemigos de Dios; segundo, para llegar a Su consumación a fin de ser la bendición de Su pueblo escogido y; tercero, para ser la descendencia de David a fin de traer el reino. No sólo vino para ser una bendición a Su pueblo escogido, sino para establecer a Su pueblo escogido como un reino. Este reino es el gran monte que se menciona en Daniel 2:34-35, el cual llenará toda la tierra. El gran monte representa la triple descendencia corporativa en la humanidad, que incluye a todos los creyentes en Cristo. Todos estamos incorporados en ese gran monte.

  En primer lugar, la descendencia triple en la humanidad derrotó a todos los enemigos; en segundo lugar, llegó a ser el Dios Triuno consumado como nuestra bendición total, siete veces intensificada y, en tercer lugar, hizo que Su pueblo escogido fuera Su reino, el cual no sólo llena la tierra sino también los cielos, haciendo así que todo el universo sea Su gran reinado. Los enemigos han sido eliminados, la bendición está aquí y nosotros estamos en el reino. Ésta es la revelación de toda la Biblia. ¡Cuán maravillosa es esto!

II. LA MANERA DE RECIBIR, EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR AL CRISTO TODO-INCLUSIVO EN CALIDAD DE ESPÍRITU VIVIFICANTE Y TODO-INCLUSIVO, QUIEN ES LA TOTALIDAD DE LA BENDICIÓN QUE TODO LO ABARCA, LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO COMPLETO DE DIOS

A. La manera revelada en el libro de Gálatas

  La manera de participar de la descendencia triple y tomar parte en ella puede verse en el libro de Gálatas. En el breve libro de Gálatas, Pablo presenta el hecho de que el mismo Cristo que él ministraba a la gente es el Dios consumado como Espíritu para ser nuestra bendición (3:14). Estudié la exposición que hizo Martín Lutero sobre Gálatas, y aprecié su interpretación del capítulo 3. Sin embargo, él no vio que la bendición del evangelio de Dios es el Dios Triuno consumado como Espíritu consumado. No obstante, Pablo nos presentó esto, y damos gracias al Señor por abrir nuestros ojos para que lo veamos.

1. Dios revela a Cristo en nosotros

  La manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo, la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios, es primero que Dios revele a Cristo en nosotros (Gá. 1:16a). Aparte de la revelación de Dios, ninguno de nosotros, ni siquiera Pablo, puede lograr esto. Pablo había dicho que anteriormente él tenía mucho celo por la religión de sus padres (v. 14) y que en esa religión aventajaba a muchos de sus contemporáneos. Pablo luchaba intensamente por la religión de sus padres y en contra de Jesucristo. Un día fue de Jerusalén a Damasco para prender a los seguidores de Jesús y entregarlos al sumo sacerdote para su sentencia. Mientras iba por el camino, al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo y, cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:3-4). Eso le asustó. Él pensaba que perseguía a los seguidores de Jesús en la tierra. ¿Cómo, pues, vino una voz del cielo? Pablo respondió, y le llamó espontáneamente: “Señor”, diciendo: “¿Quién eres, Señor?” (v. 5). No sabía quién era, pero lo llamaba “Señor”. Con esto fue salvo, porque “todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13). El Señor contestó a Pablo: “Yo soy Jesús”. A partir de ese momento, la revelación comenzó a resplandecer dentro de Pablo. Recibió una revelación de Cristo, y también recibió la carga de predicar, ministrar y presentarlo a otros.

  El Nuevo Testamento nos dice que Pablo era un modelo para todos los creyentes (1 Ti. 1:15-16). Por lo tanto, puesto que Dios reveló a Cristo en Pablo, en nuestro caso debe ser lo mismo. Dios debe revelar a Cristo en cada uno de nosotros. Aquellos que en verdad han sido regenerados y salvos pueden dar testimonio de que desde el momento que escucharon el evangelio, ha habido dentro de ellos cierta revelación. Después que escucharon el evangelio, comenzó a resplandecer dentro de ellos la manifestación de una persona, Jesús. Desde aquel momento en adelante, casi todos los días se les revela algo más acerca de esta Persona. No sólo hemos oído algo; hemos visto algo interiormente. No habríamos podido ser salvos a menos que hubiéramos tenido esta revelación de Cristo en nosotros.

  El Cristo a quien hemos visto es un Cristo profundo, una persona cuyas dimensiones son las de todo el universo. Las dimensiones del universo son ilimitadas. Nadie puede determinar la longitud, la anchura, la altura ni la profundidad del universo. Sin embargo, Pablo dijo que si permitimos que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, tendremos la capacidad de conocer con todos los santos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de este universo, es decir, las dimensiones de Cristo (Ef. 3:17-18). Desde 1960, cuando estuve en Taiwán, comencé a contar cuántos aspectos de Cristo se revelan en la Biblia. Son innumerables. Desde aquel año comencé a predicar las inescrutables riquezas de Cristo (v. 8). ¡Oh, las riquezas de Cristo son inescrutables!

  Hoy en día Cristo todavía resplandece en mí, y continuamente veo más de Él. Todos necesitamos tal revelación. Ésta es la obra de Dios. Todos los aspectos de la vida cristiana provienen de esta revelación. Vivimos la vida cristiana conforme al Cristo que hemos visto. Mi vida cristiana no es conforme a las enseñanzas que he adquirido como resultado de leer la Biblia o de escuchar mensajes; mi vida cristiana proviene del Cristo que he visto día tras día. Cristo debe ser revelado no sólo dentro de nosotros, sino también en nosotros. Esto significa que algo está pasando en nuestro interior. Desde el día en que creímos en el Señor Jesús, la revelación que Dios nos da de Cristo ha continuado. Esta revelación no tiene fin.

2. Recibimos a Cristo en Su calidad de Espíritu por el oír con fe

  Día tras día vemos más del Señor Jesús. Mientras Dios, por Su parte, está revelando, nosotros, por la nuestra, estamos recibiendo. Al recibir, recibimos a Cristo en Su calidad de Espíritu por el oír con fe (Gá. 3:2). El Espíritu a quien recibimos es el Espíritu vivificante, compuesto, siete veces intensificado que mora en nosotros. Necesitamos recibir al Cristo que es el Espíritu.

  Cuando fuimos salvos, recibimos al Espíritu por el oír con fe. La fe que se menciona aquí no se refiere al acto de creer, sino a las cosas en que creemos. La palabra fe primero denota lo que creemos; luego, basados en eso, realizamos el acto de creer. En Gálatas 3:2 la palabra fe se refiere a lo que creemos. Hemos recibido a Cristo al oír las cosas de la fe. La fe cristiana es Cristo mismo en Su persona y en Su obra redentora. La persona de Cristo y la obra de Cristo constituyen nuestra fe.

  Cuando predicamos el evangelio, predicamos lo que creemos, es decir, la persona de Cristo y Su obra redentora. Cuando los oyentes escuchan nuestra predicación, ellos oyen la fe, es decir, oyen aquello en que creemos. Escuchan algo acerca de la persona de Cristo y de la obra redentora de Cristo. Mientras escuchan esto, algo surge en ellos, que es la capacidad de creer. Al oír, creemos.

  Romanos 10 dice que la fe proviene del oír, el oír por medio de la predicación (vs. 14, 17), y la predicación proviene de los que han sido enviados (v. 15). Recientemente, recibí una carta de un querido hermano que acaba de volver de un viaje que hizo a Europa oriental para visitar Checoslovaquia, Polonia y Hungría. La impresión que recibí de su informe es que es necesario predicar lo que creemos. Estos países necesitan que nuestros jóvenes vayan allí para enseñar a la gente lo que creemos, nuestra fe. Creo firmemente que el Señor nos proporcionará la manera de ir. Necesitamos enviar un buen número de jóvenes a estos países. Pero ¿dónde están las personas que irán? El Señor le dijo a Isaías: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá por Nosotros?” (Is. 6:8). ¿Respondería usted: “Señor, heme aquí. Yo iré”? Usted no necesita preocuparse por su sustento. Jesús le alimentará. Algunos de ustedes pueden ir a esos países para enseñar inglés. Mientras enseñan inglés a la gente, pueden enseñar la verdad, la fe, lo que creemos y la palabra santa que han oído. Si uno fuera allí y cuidara de tan sólo diez personas, creo que en medio año traería a los diez al Señor y a la verdad.

3. Nacimos según el Espíritu y recibimos al Espíritu del Hijo de Dios en nuestros corazones

  La tercera manera descrita en el libro de Gálatas para recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo es nacer según el Espíritu y recibir al Espíritu del Hijo de Dios en nuestros corazones (Gá. 4:29b, 6). Gálatas 4:29 se refiere a nacer según el Espíritu. Este nacimiento ciertamente se refiere a nuestra regeneración. Nuestra regeneración se realizó según el Espíritu, es decir, se efectuó según el Espíritu que está en nosotros.

  Anteriormente, usted no creía en el Señor Jesús porque no había oído nada acerca de Él. Sin embargo, un día oyó algo. Mientras el predicador hablaba, algo sucedía dentro de usted. El Espíritu en usted le mostró la preciosidad del Señor Jesús o le convenció de sus pecados o le mostró cuán miserable era usted en su vida humana. Como resultado, usted sintió remordimiento y se arrepintió. Aun antes de que alguien le pidiera que hiciera cualquier cosa, algo dentro de usted lo llevó a orar y a decir espontáneamente: “Oh Señor, quiero creer; quiero aceptarte. Eres tan bueno”. Usted quizás también dijo: “Señor, soy una persona mala”. Esto fue su arrepentimiento. Arrepentirse así fue suficiente para ser salvo. O tal vez dijo: “Señor Jesús, Tú conoces mi situación. Mira mi situación. ¡Cuán miserable soy!”. Tan sólo con esto, usted fue salvo.

  Esto es lo que significa ser regenerado según el Espíritu. No fuimos regenerados meramente por el Espíritu; fuimos regenerados según el Espíritu. Después de la reunión del evangelio tal vez usted volvió a casa, y el sentir interior continuó. En realidad, ése no fue el sentir suyo; fue el mover del Espíritu. Tal vez continuó una semana. Según recuerdo mi experiencia, este mover del Espíritu en mí duró mucho tiempo. Como resultado, comencé a perder el interés por todas las cosas mundanas. Comencé a considerar mi actitud hacia mi madre. Ésa no sólo fue mi consideración o sentir; fue el mover del Espíritu. Tal vez después de una semana o diez días, usted llega a estar totalmente consciente de su regeneración.

  Es correcto decir que la regeneración es instantánea. Sin embargo, la regeneración también es un proceso. Este proceso es el mover del Espíritu dentro de nosotros para regenerarnos. Por lo tanto, fuimos regenerados según el Espíritu. Ser regenerados por el Espíritu es instantáneo, pero ser regenerado según el Espíritu implica un proceso. Sé de algunos que fueron regenerados no sólo en una semana, sino en seis meses. El Espíritu comenzó a moverse un poco en ellos, pero no le prestaban mucha atención. No obstante, el Espíritu siguió moviéndose en ellos. Este proceso continuó mucho tiempo, hasta que comprendieron claramente que eran regenerados.

  Hablando doctrinalmente, la regeneración es inmediata e instantánea. Sin embargo, aunque la regeneración es instantánea, en algunas personas el proceso no es muy rápido, sino muy lento.

  Fue conforme al proceso del mover del Espíritu en nosotros que fuimos regenerados. Por lo tanto, nuestro ser regenerado es absolutamente espiritual. Inmediatamente después de este nacimiento en el cual fuimos regenerados, Dios envió el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones (v. 6). Nacimos según el Espíritu vivificante, e inmediatamente después del nacimiento, Dios nos dio el Espíritu vivificante. Ésta es una porción doble. Nacimos según el Espíritu vivificante, y Dios nos dio un don: el Espíritu de filiación. Este don también es el Espíritu vivificante, y el Espíritu vivificante es el Dios Triuno consumado. Por lo tanto, hemos nacido según el Dios Triuno consumado, y después de nuestro nacimiento recibimos como don al Dios Triuno consumado. Ésta es la descendencia triple en la humanidad. Todos los aspectos de nuestra experiencia espiritual son nada menos que el Dios Triuno procesado y consumado.

4. Nos revestimos de Cristo mediante el bautismo que nos pone en Cristo

  Recibimos, experimentamos y disfrutamos al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu todo-inclusivo también al revestirnos de Cristo mediante el bautismo que nos pone en Cristo (Gá. 3:27). Revestirnos de Cristo es estar vestidos con Cristo. Anteriormente, estábamos desnudos, sin nada que nos cubriera. Estar desnudo es una vergüenza. Sin embargo, cuando creímos y fuimos bautizados, algo fue puesto sobre nosotros para vestirnos. Nos hemos vestido con Cristo por medio del bautismo. Mateo 28:19 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Bautizamos a otros no sólo en agua, sino también en el Dios Triuno. Al hacerlo, los revestimos de Cristo; los vestimos con Cristo por medio del bautismo.

  El bautismo nos pone en Cristo. Cuando vamos a predicar el evangelio a otros, necesitamos estar totalmente conscientes de que cuando los bautizamos, no sólo los ponemos en el agua, sino también en el Dios Triuno procesado y consumado. Les debemos decir: “De ahora en adelante, usted ya no está desnudo; está vestido y cubierto con el Dios Triuno procesado y consumado”. Ésta es la manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien es la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios.

5. Nos identificamos con Cristo en Su muerte de tal manera que ya no vivamos nosotros, sino que Él viva en nosotros

  La quinta manera descrita en Gálatas para experimentar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante es ser identificados con Él de tal manera que ya no vivamos nosotros, sino que Él viva en nosotros, y que la vida que ahora vivimos en la carne, la vivamos en la fe de Cristo (Gá. 2:20). Ser identificado con Cristo es ser hecho uno con Cristo. El bautismo nos identifica con Cristo haciéndonos una sola entidad con Él. Estamos identificados con Cristo especialmente en Su muerte. Romanos 6:3 dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. Hemos sido bautizados en dos cosas: en Cristo y en Su muerte. Por consiguiente, ya somos una sola entidad con Cristo en Su muerte. Esto significa que Él murió y nosotros también morimos. Su muerte es nuestra muerte. En Su caso, Su muerte ya es historia; pero en el nuestro, es una experiencia actual, viva y clara. Cuando somos bautizados, somos puestos en la muerte de Cristo, lo cual hace que Su muerte sea nuestra. Una vez muertos y sepultados, ¿cómo podríamos vivir más? Hemos sido identificados con Cristo en Su muerte para que ya no vivamos nosotros, mas viva Cristo en nosotros, y la vida que ahora vivimos en la carne, la vivamos en la fe de Cristo.

  Vivir en la fe de Cristo significa que el mismo Cristo que vive en nosotros llega a ser nuestra fe. Gálatas 2:20 dice que ya no vivimos nosotros, mas vive Cristo en nosotros. Luego, añade que la vida que ahora vivimos, la vivimos en la carne y, sin embargo, la vivimos por Cristo como nuestra fe. Cristo vive dentro de nosotros, y este Cristo vivo que está dentro de nosotros a la postre llega a ser nuestra fe. Es por medio de esta fe, la cual es Cristo hecho real en nosotros, que vivimos todavía en la carne. En esta clase de vivir, en realidad, ya no vivimos nosotros sino Cristo. Que Cristo viva en nosotros significa que todavía vivimos en la carne por medio de Cristo, quien es nuestra fe. Por lo tanto, la vida que se menciona en Gálatas 2:20 es una vida que es absolutamente Cristo. Tal vez la gente diga: “Puesto que usted todavía come, duerme, estudia, trabaja y hace las cosas, todavía vive”. A esto podemos responder: “Sí, vivo todavía, pero no vivo por mi propia cuenta; vivo por Cristo como mi fe. Y este Cristo es Aquel que vive en mí. Así que, en realidad éste no es mi vivir. Éste es el vivir de Cristo, porque ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Todavía tengo cierta clase de vivir; pero este vivir no lo llevo a cabo yo, sino Cristo como mi fe. Cuanto más Él vive en mí, más me doy cuenta de Su preciosidad. Cuanto más valoro Su preciosidad, más fe encuentro en mi interior. Por lo tanto, de ninguna manera es ésta una vida por mí mismo, sino una vida por Cristo. En cuanto a mí, he sido terminado, acabado; he sido crucificado y sepultado. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Vivo todavía; pero no vivo por mi propia cuenta, sino por Cristo mismo como mi fe”.

  De esta manera disfrutamos, experimentamos y recibimos a este Cristo maravilloso. Lo que Pablo presenta acerca de la manera no es sencillo. Es muy profundo y muy lógico. Ésta es la vida cristiana. No creo que hoy en día entre los cristianos se enseñe tal verdad adecuadamente. Le damos gracias al Señor por abrir Su Palabra y también nuestros ojos para que hoy día podamos ver algo. Espero que todos ustedes aprendan estas cosas. Entonces espontáneamente le experimentarán, y tendrán algo como testimonio o enseñanza de la verdad que puedan brindar a otros. Hoy en día todo el mundo tiene necesidad. Por toda la tierra hay una enorme escasez tal como la de los tiempos de José (Gn. 41:30-31). Por lo tanto, necesitamos ser levantados como mayordomos para dispensar todas las riquezas de la gran casa de nuestro Padre. Espero que muchos de ustedes sean alentados a sacrificar todas las cosas que la gente considera bendiciones para que ganen la bendición verdadera. Todo el mundo está muriendo de hambre, esperando la ayuda de las fuentes adecuadas. Todos necesitamos entender la soberanía del Señor en levantar la situación mundial actual. También necesitamos comprender que la manera ordenada por Dios no es usar un gran orador, sino que todo Su pueblo escogido se levante para profetizar de parte de Él. Todos hemos acumulado muchas de las riquezas del Señor que están en Su Palabra; por lo tanto, ahora es el momento para que todos salgamos y ministremos a los hambrientos todo lo que hemos recibido.

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