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Mensajes del libro «Línea central de la revelación divina, La»
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La línea central de la revelación divina

LA ECONOMÍA DIVINA Y LA IMPARTICIÓN DIVINA

MENSAJE VEINTIOCHO

EN LA CONSUMACIÓN DEL PLENO CUMPLIMIENTO DE LA REDENCIÓN Y SALVACIÓN QUE DIOS EFECTÚA EN CRISTO SEGÚN SE MUESTRA CLARAMENTE EN LA NUEVA JERUSALÉN

  Lectura bíblica: Ap. 21:1—22:5; 1 Co. 3:9b; 2 Co. 5:17; Gá. 6:15

  Oración: Señor, te adoramos porque Tú nos has sostenido durante tantos días. Nos has traído a la conclusión, a la consumación, de la línea central de la revelación de Dios. Señor, límpianos con Tu sangre preciosa y cúbrenos con Tu sangre prevaleciente. Confiamos en Ti por esta última reunión. Danos una buena conclusión. Tú eres el Alfa y Tú eres la Omega. Confiamos en Ti como nuestro final. Señor, cúbrenos para que seamos verdaderamente protegidos en esta hora, mientras escuchamos Tu palabra. No queremos solamente oír Tu palabra; también queremos ver algo. Queremos entrar en la revelación intrínseca de Tu Cuerpo, la iglesia, que tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. Queremos sentir lo que Tú sientes, conforme al sentir Tuyo, y queremos entender como Tú entiendes, conforme al entendimiento Tuyo. Señor, somos la Nueva Jerusalén. Somos el Cuerpo. Somos Tu complemento. Señor, esta noche en esta reunión, revela todo lo que hay en Tu corazón. Ayúdanos en el hablar. Señor, reconocemos que somos muy débiles en este asunto. Que estés de nuestro lado en un solo espíritu con nosotros. Amén.

  En este mensaje hemos llegado al final de la Biblia. Todo buen escrito siempre concluye con una palabra acerca del verdadero tema tratado. Si queremos entender lo que la Biblia quiere transmitir, debemos ir al final para ver cómo concluye.

  La mayoría de los lectores de la Biblia aprecian el comienzo de la Biblia, pero no prestan mucha atención al final. Esto se debe a que su entendimiento les priva de la preciosidad del final de la Biblia. Su entendimiento es que la Biblia termina simplemente en una mansión celestial. Esto es muy objetivo y tiene muy poco que ver con nosotros subjetivamente. Según este entendimiento natural, Dios dedica muchos años y hace muchas cosas sólo en prepararnos una mansión. Ésta es la razón por la cual muy pocos ponen atención a esta parte de la revelación divina. Esto nos muestra la gran importancia de tener un entendimiento adecuado.

  Hace muchos años, comencé a darme cuenta de que la conclusión de la Biblia no podría ser una ciudad física, una mansión en la cual entraremos para residir por la eternidad. Si la Biblia realmente terminara así, sería muy pobre. Después de haber estudiado la Biblia por muchos años, comprendí hasta cierto punto la preciosidad de la Biblia y su contenido. Basado en tal principio, me di cuenta de que la figura culminante presentada al final de la Biblia no podría ser tan inferior ni tan simple. Debía ser algo muy significativo, precioso y misterioso.

  Comencé a buscar material y libros acerca de la Nueva Jerusalén producidos por escritores de siglos pasados. Encontré algo de la verdad acerca de la ciudad santa en los escritos de Tersteegen, un escritor alemán. Tersteegen indicó que la Nueva Jerusalén debe de estar relacionada con los mismos creyentes en Cristo. Eso me abrió los ojos un poco. El hermano Austin-Sparks fue un poco más allá. Hizo notar que la Nueva Jerusalén debe de ser una figura, tal como al principio de la Biblia, donde Dios también usa figuras, como por ejemplo el árbol de la vida (Gn. 2:9). En todo el universo, no existe tal árbol físico, el árbol de la vida. Hay manzanos y durazneros; hay muchos tipos de árboles, pero ¿quién ha visto o escuchado jamás de un árbol de la vida? ¿Qué es la vida? La vida es misteriosa. Así pues, el hermano Austin-Sparks dijo que debía tratarse de una figura retórica. Se usa una figura retórica para hablar de algo que no se ve, algo que es un poco misterioso, escondido y oculto. Cuando cierta cosa no es fácil de comprender o captar, no es posible expresarla en términos normales. Es por esto que se usan figuras retóricas. El árbol de la vida es una figura retórica.

  Con base en esto, me di cuenta de algo más. Puesto que el árbol de la vida en Génesis 2 es una figura retórica que indica algo misterioso, invisible y glorioso, el mismo árbol de la vida que se menciona en el último capítulo de la Biblia también debe de ser una figura retórica. El árbol de la vida crece en la Nueva Jerusalén (Ap. 22:2). Además, puesto que una parte de la Nueva Jerusalén es una figura retórica, las otras partes también deben de serlo. Apocalipsis es un libro de señales (1:1) porque nos revela lo que nunca hemos visto y lo que no podemos entender. Según este principio, la Nueva Jerusalén como conclusión del libro de Apocalipsis ciertamente debe de ser una señal.

  Necesitamos señales, o figuras, para que nos ayuden a ver las cosas misteriosas de la nueva creación. La vieja creación es totalmente visible y física, y la Biblia nos dice que la intención de Dios no es que la vieja creación perdure para siempre. Al contrario, Dios usa la vieja creación como medio para producir la nueva. La vieja creación es totalmente física, mientras que la nueva creación es totalmente espiritual. Adán era físico, pero el segundo hombre, el postrer Adán, es una persona espiritual.

  Hoy en día en el universo hay una cosa que se llama, en lenguaje figurado, el árbol de la vida. No lo hemos visto, y sin embargo existe. En realidad es la vida increada, la vida divina, la vida eterna de Dios. Esa vida no es física en lo absoluto y es totalmente invisible. Para describirla, Dios usa una figura retórica en Su revelación divina. En Génesis 1 y 2 se habla de cómo Dios creó los cielos y la tierra con billones de cosas, incluyendo al hombre. El universo creado es físico y visible. De las cosas mencionadas en Génesis 1 y 2 una es real e invisible; y ésa es el árbol de la vida. El árbol de la vida es real, pero invisible.

  Todo el libro de Apocalipsis nos muestra cosas invisibles. ¿Cree usted que hay siete candeleros físicos? Ciertamente estos candeleros no son físicos. Los siete candeleros representan a las siete iglesias locales (1:11-12, 20). Una iglesia local puede verse porque es física, pero para poder ver la realidad intrínseca de la iglesia local, necesitamos una figura retórica. Así que, los candeleros no son simplemente candeleros; son figuras, señales. Representan a las iglesias locales, no en el sentido físico, sino en el sentido intrínseco e invisible.

  En Apocalipsis el Señor Jesús es descrito como el Cordero (5:6, 8, 12-13; 6:1, 16; 7:9-10, 14, 17; 12:11; 13:8; 14:1, 4, 10; 15:3; 17:14; 19:7, 9; 21:9, 14, 22-23, 27; 22:1, 3). El Evangelio de Juan también se refiere al Señor Jesús como el Cordero. Cuando Juan el Bautista vio a Jesús, él declaró: “¡He aquí el Cordero de Dios!” (1:36, 29). Por supuesto, el Señor Jesús no era un cordero físico con cola y cuatro patas. El Cordero de Dios es una figura retórica que tiene mucho significado. En el libro de Apocalipsis, tenemos los candeleros y el Cordero. También hay muchas otras señales en el libro de Apocalipsis. Al final de este libro, se encuentra una gran señal: la Nueva Jerusalén. Esto debe ayudarnos a entender que la Nueva Jerusalén no es algo físico. Debe de ser algo misterioso, algo muy intrínseco y espiritual, algo que nunca puede ser aprehendido por la mente humana ni visto por los ojos físicos.

  He dedicado mucho tiempo al estudio de los últimos dos capítulos de Apocalipsis acerca de la Nueva Jerusalén. Doy gracias al Señor por esto. Cuando estaba en la China continental, entendía hasta cierto punto lo que era la Nueva Jerusalén, pero no lo entendí claramente sino hasta después de ir a Taiwán en 1949. A principios de la década de los sesenta, mientras revisábamos nuestros himnarios en chino y en inglés, escribí algunos himnos nuevos. Cuatro de éstos tratan de la Nueva Jerusalén (véase Himnos, #454, #455 y #456, y Hymns, #979). Estos himnos expresan el entendimiento de la realidad intrínseca del Cuerpo de Cristo. En el universo hay algo que se llama el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo no es físico como el cuerpo humano. El Cuerpo de Cristo es una figura retórica que indica que la iglesia es un organismo. Esta figura retórica debe usarse porque nadie puede explicarla. Lo misterioso e intrínseco debe describirse con figuras retóricas.

  El libro de Apocalipsis realmente es un libro de revelación, y en este libro se revela una gran señal: la Nueva Jerusalén. Esta gran señal representa la máxima consumación de la obra de Dios en la nueva creación. Cuando esta obra de la nueva creación se cumpla en su totalidad, pasarán el cielo viejo y la tierra vieja (21:1). La obra de Dios en la nueva creación requiere al menos siete mil años para culminarse. Ya han transcurrido casi seis mil años. Dios también usará el reino de mil años para completar Su obra en la nueva creación. La obra de Dios en la nueva creación no es sencilla. Para hacer la vieja creación, no era necesario que Dios se hiciera hombre. Que Dios se hiciera hombre y viviera en la tierra treinta y tres años y medio no era cosa sencilla.

  En Apocalipsis 21 y 22 vemos un cuadro de la ciudad santa. Este cuadro debe de ser muy significativo. Hace más de treinta y cinco años, recibí el entendimiento detallado del significado de cada aspecto de esta ciudad. Hymns, #979, compuesto de dieciséis estrofas, nos da los detalles de estos puntos. Necesitamos ver lo que es esta ciudad santa, la Nueva Jerusalén. En el cristianismo, muchos dicen que es una mansión celestial, pero debemos descartar ese concepto incorrecto.

I. LA NUEVA JERUSALÉN, COMO CIUDAD SANTA DE DIOS, ES:

A. El edificio universal de Dios Su nueva creación producida a partir de Su vieja creación

  La Nueva Jerusalén, como ciudad santa de Dios, es el edificio universal de Dios, Su nueva creación producida a partir de Su vieja creación (1 Co. 3:9b; 2 Co. 5:17; Gá. 6:15). La Nueva Jerusalén es el edificio que Dios produce en Su nueva creación. Dios dedicará como mínimo siete mil años para terminar esta obra. ¿Cómo lleva a cabo esta obra? Primero, Él se hizo hombre. Fue engendrado en el vientre de una virgen y permaneció allí nueve meses. Mateo 1 dice que Dios nació en el vientre de María por obra de Su Espíritu (vs. 18, 20). Fue una maravilla que el Dios infinito, el Dios eterno, quedara confinado nueve meses en el vientre de una virgen, un ser humano. Estar en el vientre de una virgen puede considerarse como un encarcelamiento para Él. Luego, salió de ese vientre para ser un Dios-hombre. El tiempo que pasó en la humanidad en Su vivir humano fue un encarcelamiento más largo. Como persona divina, estuvo encarcelado en humanidad sobre la tierra treinta y tres años y medio. Luego, fue a la cruz y sufrió allí seis horas hasta que murió (Mr. 15:25; Mt. 27:45-46). Después, descendió al Hades y permaneció allí tres días (12:40). Resucitó al tercer día (16:21). Como el Cristo resucitado, ha estado obrando casi dos mil años en los cielos para llevar a cabo Su nueva creación. Esta obra todavía no se ha terminado. Espero que podamos ver cuánto tiempo, cuánta energía y cuánta sabiduría Dios ha dedicado a la obra de Su nueva creación. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén, como máxima consumación de Su obra en la nueva creación, debe de ser muy significativa.

  Tenemos que descubrir lo que es la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es un edificio. En 1 Corintios 3:9 se nos dice que la iglesia es la labranza de Dios, la tierra cultivada de Dios, en la cual se cultiva algo, y que también es el edificio de Dios. En todo el universo, existe un edificio, y este edificio es el edificio de la nueva creación. La Nueva Jerusalén es el edificio universal de Dios.

B. El tabernáculo de Dios, el templo de Dios y la novia, la esposa de Cristo

  La Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios, la morada de Dios por la eternidad (Ap. 21:3a). También es el templo de Dios como el lugar donde el pueblo redimido de Dios vive y le sirve (v. 22). En el Antiguo Testamento el tabernáculo existió primero y luego el templo. El tabernáculo era la morada de Dios, y el templo era la morada de los sacerdotes. El templo era el lugar donde el pueblo de Dios le adoraba y le servía. Debemos comprender que incluso hoy en día en el Nuevo Testamento vivimos en el templo como nueva creación de Dios. Vivimos en el templo porque la iglesia es el templo (1 Co. 3:16-17). Para nosotros es el templo; para Dios es el tabernáculo. La Nueva Jerusalén como tabernáculo denota lo que el pueblo redimido de Dios será para Dios en la eternidad, es decir, la morada eterna de Dios. Y la Nueva Jerusalén como templo, denota lo que el Dios Triuno será para Su pueblo redimido por la eternidad, a saber, la morada eterna de ellos. En el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será una morada mutua para el Dios redentor y el hombre redimido por la eternidad.

  El tabernáculo como señal indica que el Dios Triuno procesado y consumado, después de pasar por el desierto de la encarnación, el vivir humano, Su muerte todo-inclusiva y Su resurrección que imparte vida, y de entrar en Su ascensión supereminente, ha adquirido un pueblo redimido como Su morada por la eternidad. Esto se ve en la tipología: después que Él viajó con los hijos de Israel por el desierto y llegó al monte Sinaí, Él obtuvo a Su pueblo redimido para que le edificara un tabernáculo como Su morada en la tierra. Y el templo como señal significa que el Dios Triuno procesado y consumado —después de forjarse en Su pueblo redimido, regenerado, transformado y glorificado, al haber pasado, en Su humanidad, por la muerte, la resurrección y la ascensión— ha sido constituido con Su pueblo redimido y glorificado como Su organismo, que finalmente llega a ser la morada de Su pueblo redimido por la eternidad.

  La Nueva Jerusalén también es la novia, la esposa de Cristo, el Cordero (Ap. 21:9). La ciudad llega a ser una mujer. La novia es una virgen, y la esposa es una mujer casada. La Nueva Jerusalén es una virgen así como una esposa. La Nueva Jerusalén es la esposa de Cristo, y Cristo es la corporificación de Dios. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén, por una parte, es la morada de Dios y, por otra, es el complemento de Cristo. El complemento de Cristo es Su Cuerpo, la iglesia. Que la esposa sea el complemento del esposo significa que es parte de él. Para Dios, la Nueva Jerusalén es el tabernáculo; para nosotros, es el templo; y para Cristo, es una esposa, un complemento.

C. La mezcla del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo tripartito redimido, regenerado, transformado, conformado y glorificado

  La Nueva Jerusalén es la mezcla del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo tripartito redimido, regenerado, transformado, conformado y glorificado. Este aspecto de la Nueva Jerusalén nos lleva al punto central de la impartición divina. Para mezclarse con nosotros, Dios tuvo que pasar por un proceso. El Dios Triuno procesado pasó por la encarnación, el vivir humano, una muerte todo-inclusiva y una resurrección maravillosa. Éstos son cuatro pasos, cuatro procesos. Para mezclarse con nosotros, Dios también tuvo que llegar a Su consumación. Él era perfecto en la eternidad, pero no era completo en cuanto a lo que quería ser. Él quería ser Dios mezclado con el hombre. Quería ser tanto divino como humano. ¿Era Él completo en la eternidad pasada? Era divino pero no era divino y humano. Así que, era perfecto, sin defecto, pero no estaba completo. Necesitaba ser completado, ser consumado.

  Él alcanzó Su consumación al ser procesado. Se hizo hombre, vivió una vida humana y entró en la muerte. Tal vez pensemos que Él simplemente sufrió al entrar en la muerte. Era un sufrimiento, pero también era un proceso maravilloso. El Dios eterno quien es la vida divina, la vida increada, la vida indestructible, entró en la muerte. ¿Le gustaría a usted viajar por la muerte? Dios deseaba hacer esto, y lo hizo. Viajó por la muerte. Realizó un recorrido por el Hades. Para Dios esto fue maravilloso porque fue Su proceso. Luego, entró en la resurrección y subió a los cielos en Su ascensión. Ahora Él está allí como el Dios perfecto y completo. Hoy en día Él no sólo es perfecto, sino también completo. Él ha alcanzado Su consumación mediante la encarnación, el vivir humano, una muerte maravillosa, la resurrección y la ascensión. Él es completo. Ha sido consumado.

  Así Dios, el Dios procesado y consumado, está totalmente capacitado y preparado para mezclarse con Su pueblo para que ellos sean redimidos, regenerados, transformados, conformados y glorificados. Hoy en día Dios no es sencillo, ni tampoco nosotros lo somos. Dios ha sido completado, y lo disfrutamos como tal, el Dios consumado. Un día nosotros también seremos consumados. Esa consumación será la glorificación, la redención, la transfiguración, de nuestro cuerpo de humillación al cuerpo de la gloria de Cristo (Fil. 3:21). Seremos lo mismo que Él. Él ha pasado por todos los procesos, y nosotros también pasaremos por todos los procesos de redención, regeneración, transformación, conformación y, finalmente, glorificación. Hemos sido redimidos y regenerados. Ahora estamos pasando por el “túnel” de la transformación. Con el tiempo pasaremos por los procesos de conformación y glorificación. Nuestro Dios es el Dios Triuno procesado y consumado, y nosotros somos los hombres tripartitos redimidos, regenerados, transformados, conformados y glorificados. Él se mezcla con nosotros, y nosotros nos mezclamos con Él para ser uno. La Nueva Jerusalén no es simplemente Dios ni simplemente el hombre. La Nueva Jerusalén es un Dios-hombre en el sentido corporativo. La Nueva Jerusalén es una mezcla del Dios Triuno procesado y consumado con el hombre tripartito redimido, regenerado, transformado, conformado y glorificado. Él es triuno, y nosotros somos tripartitos y estamos mezclados con Él.

D. Una entidad compuesta de los santos de Dios en el Antiguo Testamento y los creyentes de Cristo en el Nuevo Testamento

  La Nueva Jerusalén es una entidad compuesta de dos pueblos: los santos de Dios en el Antiguo Testamento y los creyentes de Cristo en el Nuevo Testamento. Esto es indicado por los nombres de las doce tribus y los nombres de los doce apóstoles (Ap. 21:12b, 14b). Los nombres de las doce tribus de Israel están inscritos en las doce puertas, la entrada a la ciudad santa. Esto indica que la Nueva Jerusalén incluye a todos los santos redimidos del Antiguo Testamento. Los nombres de los doce apóstoles están sobre los doce cimientos de la ciudad santa. Esto indica que la Nueva Jerusalén también se compone de los santos neotestamentarios, representados por los apóstoles. Los santos del Antiguo Testamento son la entrada, mientras que nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento representados por los apóstoles, somos los cimientos de la ciudad santa. Sin los santos del Antiguo Testamento, no tenemos la entrada; pero sin nosotros, ellos no tienen los cimientos. Tanto los santos del Antiguo Testamento como los santos del Nuevo Testamento componen la Nueva Jerusalén.

E. Una constitución de Dios el Padre como sustancia, de Dios el Hijo como iniciación (entrada) y de Dios el Espíritu como edificio (el muro y sus cimientos)

  La Nueva Jerusalén no sólo es una entidad compuesta, sino que también es una constitución. Una entidad compuesta es exterior, pero una constitución es interior. Nuestro cuerpo humano es un ejemplo de esto. El esqueleto exterior está compuesto de huesos, pero también tenemos una constitución interior. La constitución interior de la Nueva Jerusalén es el Dios Triuno, y exteriormente se compone de los santos y los creyentes redimidos. La constitución interior tiene a Dios el Padre como sustancia, representado por el oro puro, a Dios el Hijo como iniciación (entrada) por medio de Su redención, representada por las perlas, y a Dios el Espíritu como edificio (el muro y sus cimientos) por medio de Su obra de transformación, representada por las piedras preciosas (vs. 18-21).

  La Nueva Jerusalén está edificada con tres clases de materiales preciosos, lo cual indica que está edificada con el Dios Triuno. Primero, la ciudad en sí, con su calle, es de oro puro (vs. 18, 21). El oro, símbolo de la naturaleza divina de Dios, representa al Padre, quien es la fuente, de quien proviene el elemento para la existencia sustancial de la ciudad.

  Las doce puertas de la ciudad son doce perlas. Las perlas son producidas por las ostras en las aguas de la muerte. Cuando es herida por un grano de arena, la ostra segrega su jugo vital alrededor del grano de arena y lo convierte en una perla preciosa. Esto es un cuadro de la muerte redentora y vencedora de Cristo y de Su resurrección que produce e imparte vida, segregando Su vida sobre nosotros a fin de hacernos perlas. Cristo, Aquel viviente, entró en las aguas de la muerte, fue herido por nosotros, y segregó Su vida sobre nosotros a fin de hacernos perlas preciosas para la edificación de la expresión eterna de Dios.

  La ciudad santa también está constituida de piedras preciosas. El Espíritu obra para transformar a los santos redimidos y regenerados, convirtiéndolos en piedras preciosas. La obra de Cristo es la redención; la obra del Espíritu Santo es la transformación. Las piedras preciosas son cosas transformadas. La transformación incluye calor y presión. Un pedazo de carbón puede ser transformado en una piedra preciosa al ser sometido a calor y presión intensos. Tal vez no queramos ser sometidos al calor ni a la presión; pero sin el calor y la presión seguimos siendo pedazos de carbón y no podemos ser juntamente edificados en la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no hay carbón.

  Algunos santos que participan en la vida de iglesia acaban retirándose porque no les gusta ser transformados. No les gustan los ancianos porque les parecen muy estrictos. No les gustan las hermanas ancianas ni los jóvenes. En realidad, no les gusta nadie. Sólo se aman a sí mismos. No quieren que nadie les traiga calor ni presión. Quieren permanecer en sí mismos y quieren su libertad. Quizás digan que los Estados Unidos es un país de libertad y que los ancianos los están controlando. En años recientes, algunos trataron de introducir la democracia en la vida de iglesia. ¿Dónde están éstos hoy? Son pedazos de carbón que están fuera de la vida de iglesia.

  Para ser transformados de pedazos de carbón en piedras preciosas, debemos experimentar presión y calor. Yo he experimentado el calor y la presión durante más de sesenta años. He experimentado el calor por parte de los ancianos, los hermanos y hermanas jóvenes, mi esposa, mis hijos y mis nietos. Son carbones que me queman. Cuando yo era joven, trataba de someter a otros a presión. Pero hoy en día he aprendido que es mejor sufrir la presión. Las esposas son grandes pedazos de carbón para quemar a los esposos, y todo anciano es un carbón ardiente que nos transforma. Creo que he recibido mucha transformación por medio de tal calor.

  Éste es el arreglo soberano del Señor y no lo podemos evitar. Un esposo no puede alejarse de su esposa porque el Señor no permite el divorcio. Tenemos que permanecer bajo el arreglo soberano del Señor para experimentar el quemar del calor todos los días. En este sentido, debemos estar contentos con todos los santos, y también con nuestro cónyuge y nuestros hijos. No podemos evitar el calor y la presión porque ésta es la era de la transformación. Necesitamos ser transformados por el calor y la presión para llegar a ser piedras preciosas de la Nueva Jerusalén.

II. EL CONTENIDO DE LA NUEVA JERUSALÉN

A. La gloria de Dios como la luz increada y el Cordero como la lámpara

  Ahora queremos ver el contenido de la Nueva Jerusalén. Primero, la Nueva Jerusalén tiene la gloria de Dios como la luz increada y el Cordero como la lámpara que irradia el resplandor divino por toda la ciudad (11, Ap. 21:23; 22:5b). En la Nueva Jerusalén, no habrá luz hecha por el hombre ni creada por Dios, porque la gloria de Dios será la luz. Dentro de la lámpara, la cual es Cristo, está la luz, la cual es Dios. De esta manera Dios resplandece por toda la ciudad. Dios es la luz, Cristo es la lámpara, y la iglesia, la Nueva Jerusalén, es el recipiente de la lámpara. La Nueva Jerusalén es lo que contiene la lámpara en la que Dios es la luz que ilumina.

B. El trono de Dios y del Cordero

  El trono de Dios y del Cordero también está en la Nueva Jerusalén. Éste es el trono del Dios redentor, mediante el cual la administración de Dios en Su reino eterno será ejercida por la eternidad (vs. 1b, 3b). Este trono de autoridad para la administración de Dios en todo el universo también es el trono de la gracia. Sabemos que es el trono de la gracia porque de allí fluye el río de agua de vida donde crece el árbol de la vida. Éstas no son señales de la autoridad, sino de la gracia. El río de agua de vida es la gracia. El árbol de la vida con sus doce frutos también es la gracia. El trono es de Dios y del Cordero. Dios y el Cordero no están separados; son uno. Nuestro Dios es el Dios-Cordero, el Dios redentor, para la administración de Dios en Su reino eterno por la eternidad.

C. Una calle que sale del trono de Dios y del Cordero

  La Nueva Jerusalén tiene una calle que sale del trono de Dios y del Cordero y desciende en espiral por toda la ciudad hasta llegar a las doce puertas de la ciudad en sus cuatro lados, para establecer comunicación (v. 1c). La Nueva Jerusalén tiene una sola calle. Esta calle no es una calle recta, sino una espiral. Desciende en espiral del trono hasta llegar a las doce puertas. Hay tres puertas al norte, tres al sur, tres al este y tres al oeste. Esta única calle que sale del trono llega a todas las puertas avanzando en espiral. Esto tiene como fin la comunicación. Hoy en día aun en la iglesia hay una sola calle que desciende en espiral. No hay ninguna calle que la cruce donde uno pueda doblar. Nadie puede perderse en esta única calle. Por esta calle uno puede llegar a todas las entradas. Esto es muy significativo. Muchas veces hay santos a quienes les gusta dar vueltas, pero en la vida de iglesia no hay cruce donde hacerlo. Simplemente debemos seguir adelante en una sola calle.

D. Un río de agua de vida

  El río de agua de vida fluye del trono de Dios y del Cordero en medio de la calle hasta llegar a las doce puertas de la ciudad a fin de regar a toda la ciudad (v. 1a). Donde esté la calle, allí estará el fluir de vida. Donde esté el fluir de vida, allí se encontrará la calle. Nuestra calle, nuestro camino, es el fluir de vida.

E. El árbol de la vida

  El árbol de la vida crece a los dos lados del río de agua de vida y produce doce frutos, dando cada mes su fruto, para abastecer a toda la ciudad (v. 2a). El árbol de la vida crece a los dos lados del río, y el río está en medio de la calle. Así que, la calle, el río y el árbol están mezclados. Estos tres descienden en espiral del trono y pasan por toda la ciudad hasta llegar a las doce puertas. Toda la ciudad recibe el suministro del agua de vida y del fruto de la vida. Esto es el suministro de vida de la Nueva Jerusalén.

F. La luz increada, el río de agua de vida y el árbol de la vida tienen como fin la impartición divina

  La luz increada, el río de agua de vida y el árbol de la vida tienen como fin la impartición divina para mantener la Nueva Jerusalén, suplir las necesidades de la ciudad santa y sostener el edificio divino por la eternidad. La luz brilla para impartir, el río fluye para impartir y el árbol crece para impartir. La luz, el río y el árbol tienen como fin impartir en nuestro ser la misma sustancia, elemento y esencia del Dios Triuno. Esta impartición produce la mezcla de la Trinidad Divina con el hombre tripartito. Tal mezcla es la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la mezcla del Dios Triuno con el hombre tripartito.

  Esta mezcla no se lleva a cabo ni se completa fácilmente. No es algo muy sencillo ni directo. Por el lado de Dios, le era necesario pasar por muchos procesos. Por nuestro lado, tenemos que pasar por cinco “-ciones”: la redención, la regeneración, la transformación, la conformación y la glorificación. Cada “-ción” es un proceso. La Nueva Jerusalén es la máxima consumación de la obra de Dios en la nueva creación. Esta consumación es una mezcla del Dios Triuno procesado y consumado con el hombre tripartito redimido, regenerado, transformado, conformado y glorificado. La mezcla de la divinidad y la humanidad es la iglesia. Ésta es la visión intrínseca de la iglesia como Cuerpo de Cristo que tiene su consumación en la Nueva Jerusalén, y ésta es la consumación de toda la Biblia. Toda la Biblia tiene su consumación en esta mezcla, que es representada por la Nueva Jerusalén.

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