
Lectura bíblica: Ef. 3:8-9; 1:4-5, 7-11, 13-14a, 19-23, 6, 12, 14b; Ap. 21:1-3, 10-11
En el mensaje anterior vimos que la economía divina procede de la voluntad, propósito, beneplácito y consejo de Dios; así que, la voluntad, propósito, beneplácito y consejo de Dios tienen como fin la impartición divina. La intención de Dios en Su economía es impartirse a Sí mismo en Su pueblo escogido y hacerse así uno con ellos. La intención de Dios en Su economía es impartir a Cristo con todas Sus riquezas en los creyentes que Dios ha escogido para constituir el Cuerpo de Cristo, la iglesia, a fin de que el Dios Triuno procesado sea expresado (Ef. 3:8-10). Primero, la impartición divina imparte a Cristo con todo lo que el Dios Triuno procesado es, tiene y ha logrado. Segundo, esta impartición constituye el Cuerpo orgánico de Cristo. La iglesia, como Cuerpo de Cristo, no sólo es edificada, sino también constituida. Tal constitución se lleva a cabo por medio de la impartición gradual del elemento de vida.
Una casa se edifica al juntar materiales inorgánicos, pero el cuerpo humano se edifica por medio del crecimiento. Un niño crece al asimilar el elemento orgánico de los alimentos. Para constituir nuestro cuerpo, podemos asimilar como alimento únicamente cosas orgánicas. Un estadounidense típico es la composición de todos los ricos alimentos de los Estados Unidos. Para ser constituido de estas riquezas, uno debe comerlas y digerirlas. La digestión con la asimilación produce el crecimiento. Para poder constituir el Cuerpo de Cristo, debemos asimilar más y más de Cristo. De esta manera el elemento de Cristo, el cual es totalmente orgánico, crecerá en nosotros. La intención de Dios en Su economía es impartirnos el elemento de Cristo para nuestra constitución y crecimiento orgánicos.
La intención de Dios en Su economía también es hacer que en Cristo sean reunidas todas las cosas bajo una cabeza. Cristo es la Cabeza, pero no sólo de la iglesia, sino también de todas las cosas (1:10, 22). Dios le dio el don de ser Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, Su Cuerpo. Él es la Cabeza del Cuerpo. Nuestro propio cuerpo es un cuadro de esto. Todas las partes de nuestro cuerpo están orgánicamente relacionadas con la cabeza por medio de los nervios. El hecho de reunir todas las cosas bajo Cristo, la Cabeza, se realiza orgánicamente por medio del crecimiento del Cuerpo.
En el mensaje anterior, también hicimos notar la relación que existe entre la economía de Dios y la mayordomía del apóstol. La mayordomía del apóstol es simplemente la realización de la economía de Dios. Todo lo que Dios ha planeado necesita ser realizado. El apostolado verdadero es la realización de la economía de Dios.
El libro de Efesios revela la impartición de Dios como ningún otro libro en toda la Biblia. Especialmente en los primeros cuatro capítulos, el punto más crucial es la impartición divina. Para estudiar a fondo el libro de Efesios, necesitamos estudiar y entender la impartición divina. En todo el libro no se usa la palabra impartición, pero el hecho de impartir está allí.
Empleo la palabra impartición para referirme al proceso de comer, digerir y asimilar alimentos en nuestro ser. Al final, cuando el elemento del alimento que hemos tomado es asimilado en nuestro ser, ese alimento llega a ser nosotros mismos. Impartir no sólo significa distribuir. Significa que las cosas que hemos recibido han sido asimiladas en nosotros para llegar a ser nosotros.
La impartición divina es la consumación de la economía divina. En otras palabras, el plan de Dios se lleva a cabo por medio de Su impartición. La impartición divina tiene su consumación en la economía de Dios, el plan de Dios. En Efesios 3:8-9 Pablo dijo: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio, y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. Estos versículos revelan la impartición de Dios. Pablo recibió la gracia de anunciar las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio. Anunciar significa distribuir. Que Pablo distribuyera las riquezas de Cristo a los creyentes concordaba con la economía de Dios. Tal es el apostolado que tiene como fin llevar a cabo la economía de Dios.
La economía divina procede de la voluntad, propósito, beneplácito y consejo de Dios; así que, la voluntad, propósito, beneplácito y consejo de Dios tienen como fin la impartición divina. Todo lo que Dios ha logrado tiene un solo propósito. Este propósito consiste en que Dios se imparta a Sí mismo en Su pueblo escogido.
La impartición divina de la economía divina es consumada por medio de la Trinidad Divina. Cuando comencé a hablar de la Trinidad Divina en este país, le dije a la gente que no debe considerar a la Trinidad como una simple doctrina teológica. La Trinidad Divina no es asunto de doctrina, sino de nuestro disfrute. En 2 Corintios 13:14 se nos muestra esto: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La Trinidad —Dios, Cristo y el Espíritu Santo— se revela aquí con amor, gracia y comunión. Esto es revelado para nuestra experiencia y disfrute del Dios Triuno.
La Trinidad es para nuestra experiencia, pero si la Trinidad no pudiera ser impartida en nosotros, ¿cómo la podríamos experimentar? El alimento es para nuestro disfrute, pero si no pudiéramos comerlo, digerirlo y asimilarlo en nuestro cuerpo, ¿cómo lo podríamos disfrutar? El alimento debe ser impartido en nuestro cuerpo de tal manera que lo podamos disfrutar. En 2 Corintios 13:14 se nos muestra una clase de impartición. Dios el Padre, quien es amor, está corporificado en Dios el Hijo, quien es la gracia. La gracia es impartida en nosotros por medio de la comunión del Espíritu. La comunión del Espíritu Santo es simplemente el fluir y el impartir en nosotros de lo que el Dios Triuno es y tiene. El Dios Triuno es amor con gracia, y la gracia con el amor viene a ser el fluir. Este fluir es la comunión, y la comunión es la impartición del Dios Triuno en nuestro ser para nuestra experiencia y disfrute.
La naturaleza divina es impartida en los creyentes en Cristo por medio de la elección de Dios el Padre, y la vida divina es impartida en virtud de la predestinación de Dios el Padre (Ef. 1:4-5). Efesios 1:4 dice que Dios el Padre nos escogió en Cristo para que fuésemos santos. Nos escogió para santificación. Ser santo tiene que ver con la impartición. Si la naturaleza divina de Dios no es impartida en nuestro ser, no tenemos el elemento con el cual ser santificados. Por naturaleza somos como un fangoso pedazo de barro. ¿Cómo podríamos llegar a ser de oro a menos que se mezcle con nosotros algún elemento de oro? No hay nada en el universo que sea santo excepto Dios mismo. Cuando el elemento divino y santo de Dios es impartido en nosotros los hombres de barro, llegamos a ser santos. Para ser santos, necesitamos que el elemento santificador sea impartido en nuestro ser.
Efesios 1:5 dice que Dios nos predestinó para filiación. Predestinar significa marcar de antemano. Si usted va a una tienda para comprar duraznos, primero escoge los duraznos que quiere comprar y luego los marca. Fuimos escogidos por Dios y marcados para ser hechos Sus hijos. La filiación tiene que ver con la impartición. Si la vida de Dios como elemento divino no fuera impartida en nosotros, ¿cómo podríamos ser hijos de Dios? Para que seamos hijos de Dios por nacimiento, es menester que el elemento divino de Dios como vida sea impartido en nosotros. Efesios 1:4 y 5 indican claramente que la naturaleza santa de Dios y Su vida deben ser impartidas en nuestro ser para que podamos ser hechos santos y ser Sus verdaderos hijos.
El elemento divino, por el cual los creyentes en Cristo son hechos la herencia excelente de Dios, es impartido en los creyentes por medio de la redención de Dios el Hijo con miras a la economía de Dios de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas (vs. 7-10). Dios el Hijo, Cristo, nos ha redimido. Esto implica que estábamos perdidos. Antes que fuéramos salvos, habíamos caído en, por lo menos, cuatro categorías de problemas: el pecado, el yo, Satanás y el mundo. Por medio de Su muerte redentora, Cristo nos redimió de estas cosas negativas para Sí mismo. Nosotros estábamos en el pecado, en el yo, en Satanás y en el mundo, ¡pero ahora estamos en Cristo!
La frase en Cristo implica una esfera, un ámbito y un elemento. Estábamos en Adán, y Adán era nuestra esfera. En Adán éramos seres caídos, pero ahora hemos sido redimidos y puestos en Cristo. Cristo ha llegado a ser nuestra esfera y nuestro ámbito. Cristo también es nuestro elemento. Su elemento es el elemento divino, la sustancia divina. Estar en Cristo significa estar en el elemento divino. Día tras día Cristo mismo es forjado en nosotros para llegar a ser nuestro elemento. Si no tuviéramos a Cristo como nuestro elemento, ¿cómo podríamos ser llamados cristianos? Somos cristianos porque tenemos a Cristo como nuestro elemento. Una copa es de oro porque tiene el elemento de oro. Si una copa no tiene ningún elemento de oro, no puede llamarse una copa de oro.
Hoy en día estamos en Cristo, quien es nuestro elemento. Este elemento nos ha hecho un tesoro excelente para llegar a ser la herencia de Dios (v. 11). En nosotros mismos somos pedazos de barro, indignos de ser Su herencia. Lo que Dios desea heredar es algo excelente. Debido a que Cristo ha llegado a ser nuestro elemento, nosotros venimos a ser excelentes por este elemento. Por lo tanto, Dios nos hereda como Su herencia. Para que seamos tal herencia, el elemento divino, que es Cristo mismo, debe ser impartido en nosotros.
Cuando yo era joven, dudaba de mi salvación porque no tenía mucho del elemento divino. Un día estaba leyendo el libro El progreso del peregrino, de John Bunyan. Cuando llegué al capítulo en el que el cristiano recibió un “certificado” que garantizaba su salvación, inmediatamente dejé de leer y empecé a preguntarme si yo tenía tal certificado. El “certificado” era la fe. En aquel entonces comencé a dudar de mi salvación, y estaba muy turbado. Luego, lo verifiqué con las Escrituras, leyendo porciones tales como Juan 3:15-16 y 36, y las leía una y otra vez. Dudaba de mi salvación porque no tenía mucho del elemento de Cristo. Cristo no había sido constituido en mi ser, así que yo dudaba. Sin embargo, hoy en día no tengo dudas acerca de mi salvación porque en mí hay una acumulación de Cristo; ahora tengo una mayor cantidad de Cristo en mi interior. El elemento de Cristo ha sido impartido en mí y todavía está siendo impartido en mí.
En primer lugar, la naturaleza del Padre ha sido impartida en nosotros. En segundo lugar, el elemento de Cristo también ha sido infundido en nosotros. En tercer lugar, la esencia divina, por la cual los creyentes en Cristo disfrutan al Dios Triuno procesado, es impartida en los creyentes por medio del sello y las arras de Dios el Espíritu (Ef. 1:13-14). La acción de sellar y darse en arras es muy subjetiva.
El Espíritu como sello es la consumación del Dios Triuno. Este sello es un sello mojado, lleno de la tinta divina. El Espíritu como sello también es la tinta selladora, la tinta divina, como esencia. Con el sello se encuentra la naturaleza del Padre, el elemento del Hijo y la esencia del Espíritu. La naturaleza está en el elemento, el elemento está en la esencia, y la esencia nos ha sido impartida como sello.
Desde el primer momento en que fuimos sellados con el Espíritu, este sello mojado ha ido saturándonos. Cuando se aplica un sello a una hoja de papel, la tinta del sello se extiende en el papel y lo satura. Tal saturación es una especie de impartición. De la misma manera, nosotros hemos sido sellados con el Espíritu Santo. Hemos recibido la impartición del sello mojado del Espíritu Santo, el cual incluye la naturaleza del Padre, el elemento del Hijo y la esencia del Espíritu.
La esencia del elemento de una sustancia es su extracto. El jugo de naranja es el extracto de la naranja. Cuando tomamos el jugo, recibimos la esencia de la naranja. El Espíritu como Dios Triuno procesado es la esencia. Dios ha sido procesado para que lo podamos recibir. Ésta es la razón por la cual Dios es triuno. Él tiene que ser el Padre para planear Su economía, tiene que ser el Hijo para realizarla, y tiene que ser el Espíritu para ser el extracto de la Trinidad Divina. Como Espíritu, Él está disponible para que le disfrutemos y le recibamos. Cuando el Espíritu está con nosotros como esencia, tenemos al Hijo como elemento y al Padre como naturaleza.
La impartición divina de la economía divina constituye el Cuerpo orgánico de Cristo, la iglesia, con todo lo que el Dios Triuno procesado es, tiene y ha logrado, como producto de la Trinidad Divina procesada para Su gloria y Su plena expresión, lo cual tiene su consumación en la Nueva Jerusalén.
Efesios 1 es un pasaje lleno de la verdad sobre la impartición de Dios. En los versículos 4 y 5, la naturaleza de Dios es impartida en nosotros con Su vida. En los versículos del 7 al 11, el elemento de Cristo ha sido impartido en nosotros por medio de Su redención. En los versículos 13 y 14, la esencia del Espíritu ha sido impartida como sello en nuestro ser. En los versículos del 15 al 18, Pablo ora por la iglesia acerca de la revelación. Luego, del versículo 19 al final del capítulo, Pablo habla acerca del poder que operó en Cristo y que ahora es transmitido a los creyentes. Este poder es el extracto del Dios Triuno: Dios el Padre en el Hijo como Espíritu. La Trinidad Divina ha llegado a ser tal poder. Tal como la electricidad es el poder instalado en nuestros hogares, el Dios Triuno es el poder que ha sido instalado en nuestro ser.
Este poder resucitó a Cristo de entre los muertos, lo sentó en los lugares celestiales, sometió todas las cosas bajo Sus pies, y le dio el don de ser Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (vs. 20-22). Todo lo que sucedió con respecto a Cristo, con Cristo y en Cristo debe ser transmitido a la iglesia. De esta manera, la iglesia es el gran producto de la transfusión de la Trinidad Divina. La iglesia como Cuerpo de Cristo es el resultado de la transfusión del Dios Triuno. Incluso podemos decir que el Cuerpo de Cristo es el extracto de la Trinidad Divina.
La iglesia como Cuerpo de Cristo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (v. 23). Creo que la frase todo [...] entodo que se encuentra en Efesios 1:23 es parecida a la frase todo, y en todos en Colosenses 3:11. En Colosenses 3 Cristo es todos los miembros que constituyen el nuevo hombre y está en todos los miembros. En Efesios 1 la iglesia es la plenitud de Aquel que está en todos los creyentes y que es todos los creyentes. La impartición de la Trinidad Divina produce el Cuerpo de Cristo como la plenitud del Dios Triuno procesado, quien es todos los creyentes y está en todos ellos.