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Mensajes del libro «Los de corazón puro»
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CAPITULO OCHO

PARA LOS HOMBRES “ESTO” ES IMPOSIBLE; MAS PARA DIOS TODO ES POSIBLE

DOS PARABOLAS

  Hay dos parábolas en Mateo 21 y 22 que ocupan un lugar muy importante en la Biblia. El capítulo veintiuno nos habla de las labores en la viña, y el capítulo veintidós relata la fiesta de bodas. La viña tiene que ver con la labor, mientras que la fiesta de bodas alude al disfrute. La primera parábola relata que Dios envía a Sus esclavos a trabajar, y la segunda parábola nos dice que Dios llama a Su pueblo al disfrute. El trabajo exige que el hombre se esfuerce; en cambio, el disfrute es gratuito. Es menester que comprendamos plenamente el principio manifestado en estas dos parábolas. La primera parábola muestra que Dios requiere que el hombre haga un esfuerzo al laborar, esto es, que pague cierto precio. Dios exige que el hombre dé fruto. Sin embargo, la segunda parábola afirma que Dios solamente desea que el hombre disfrute. En otras palabras, no se exige que el hombre pague precio alguno debido a que todo ha sido preparado. En esta parábola, si hay algo que Dios exige del hombre, es que éste disfrute de aquello que Dios ha provisto. En la primera parábola, Dios exige algo del hombre, mientras que en la segunda parábola el hombre lo recibe todo de Dios.

  ¿A qué se refieren estas dos parábolas? Todo lector de la Biblia debe saber que la primera parábola se refiere a la dispensación de la ley, mientras que la segunda parábola se refiere a la dispensación de la gracia. En la dispensación de la ley, Dios se relacionaba con el hombre conforme a la ley y exigía que el hombre lo hiciera todo; pero en la dispensación de la gracia, Dios se relaciona con el hombre por medio de la gracia y desea que el hombre disfrute de todo lo que El ha hecho. Cuando Dios se relacionaba con el hombre conforme a la ley, bajo la dispensación de la ley, había una situación específica que produjo un determinado resultado. En la siguiente dispensación, en la que Dios se relaciona con el hombre conforme a la gracia, la situación es diferente y se produce un resultado distinto.

LA DISPENSACION DE LA LEY

  Bajo la dispensación de la ley, Dios exige que el hombre trabaje, que tenga una conducta apropiada, que pague cierto precio esforzándose y que sude. Cuando el hombre estuvo bajo la ley del Antiguo Testamento, Dios nunca hizo provisión para el hombre sino que siempre exigió de él. En Mateo 21 hay una viña en la cual se necesita laborar mucho y en la cual se le exige al hombre que trabaje. La viña requiere que el hombre invierta en ella su tiempo y su esfuerzo. ¿Pero cuál fue el resultado? El resultado fue que el hombre no produjo fruto alguno para Dios, es decir, el hombre no logró nada. No es que la ley fuese errónea, sino que debido a la debilidad y perversidad de los hombres, al hombre le fue imposible lograr algo bueno. Por consiguiente, el Señor nos muestra en la primera parábola que a pesar de que Dios exigió repetidamente al hombre que produjese fruto, El no recibió fruto alguno. Esto nos indica que bajo la ley, si el hombre desea satisfacer las demandas de Dios mediante su propio comportamiento y justicia, los resultados son vanos y vacíos, debido a que el hombre no tiene la capacidad de hacerlo. Esta parábola no nos dice que el hombre dio poco fruto, sino que no dio fruto alguno. Si el hombre trata de cumplir lo que Dios exige bajo la ley, definitivamente fracasará y no logrará nada. Por lo tanto, la primera parábola se refiere claramente a la dispensación de la ley.

LA DISPENSACION DE LA GRACIA

  La segunda parábola se refiere a la dispensación de la gracia. La dispensación de la gracia no se asemeja a una viña, sino a una fiesta de bodas. ¿Es necesario pagar para entrar a una fiesta de bodas? A nadie se le exige que pague para asistir a una fiesta de bodas. Esto nos muestra que bajo la dispensación de la gracia, Dios se relaciona con el hombre conforme a la gracia. Dios ha preparado todo, y nosotros somos los que hemos sido llamados simplemente a disfrutar. Tenemos que recurrir a Dios para que El nos muestre el principio de la gracia, de tal modo que podamos ver que todo está listo y ha sido preparado por El. Nosotros somos aquellos que han sido llamados simplemente a disfrutar, y no necesitamos pagar nada.

LA DIFERENCIA ENTRE LA LEY DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y LA GRACIA DEL NUEVO TESTAMENTO

  La ley requiere que trabajemos, mientras que la gracia requiere que recibamos. En la esfera de la ley, laboramos, mientras que en la esfera de la gracia, disfrutamos. Aquí se nos presentan dos cuadros: uno es el de la viña, donde todos laboran, y el otro es el de una fiesta de bodas, donde todos disfrutan. Bajo la dispensación de la ley, era el hombre quien trabajaba, laboraba y se esforzaba. Bajo la dispensación de la gracia, es Dios quien prepara todo y hace que todo esté listo; el hombre sólo debe disfrutar.

  ¿Qué significado encierran estas dos parábolas? Ya sabemos que una persona que desea crecer en vida delante de Dios, debe confesar sus pecados y debe tomar medidas con respecto a ellos y a su conciencia. Pero, algunos quizás digan que esta exhortación es demasiado elevada y se pregunten quién puede llevar esto a cabo. O, tal vez pregunten: “¿Quién puede tomar medidas tan exhaustivas en cuanto a sus pecados y a su conciencia? En el Nuevo Testamento, Dios exige de nosotros que confesemos nuestros pecados, que tomemos medidas con respecto a ellos, que mantengamos una conciencia sin ofensa y que nos consagremos a Dios de manera absoluta. ¿Estas son exigencias de la ley o de la gracia?”. Si leemos cuidadosamente el Nuevo Testamento, descubriremos que hay determinados pasajes en los que se nos exige confesar nuestros pecados y mantener una buena conciencia. Por ejemplo, Mateo 5:26 dice: “De ningún modo saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”. Asimismo, en Hebreos 9:14 se nos dice que debemos tomar medidas con respecto a nuestros pecados a fin de poder servir al Dios vivo con una conciencia pura. Externamente, todas estas palabras parecen ser leyes, pero en el Nuevo Testamento, de hecho, éstas son palabras de gracia.

  He aquí el problema: ¿No habíamos dicho que solamente la ley exige que las personas hagan ciertas cosas, y que la gracia tiene que ver únicamente con el disfrute, sin ninguna exigencia? Puesto que la confesión de pecados y las medidas a tomar con respecto a ellos, así como las medidas a tomar para mantener una conciencia sin ofensa, obviamente constituyen exigencias, ¿cómo podemos decir que están relacionadas con la gracia? A primera vista, todas estas cosas parecen ser exigencias; pero, de hecho, todo cuanto encontramos en el Nuevo Testamento es gracia, absolutamente gracia. En el Antiguo Testamento encontramos que Dios le exigió muchas cosas al hombre. Por ejemplo, Deuteronomio 6:5 dice claramente: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. El Nuevo Testamento también hace esta misma exigencia y nos dice que debemos abandonarlo todo para amar al Señor (Lc. 10:27; Mt. 19:29; Lc. 14:26). Estos dos mandamientos —uno en el Antiguo Testamento y el otro en el Nuevo Testamento— aparentemente son lo mismo, pero realmente no lo son.

LA LEY DEL ANTIGUO TESTAMENTO PONE EN EVIDENCIA LA INCAPACIDAD DEL HOMBRE

  Otro ejemplo es que el Antiguo Testamento exige que el hombre honre a su padre y a su madre (Ex. 20:12), y el Nuevo Testamento también exige que el hombre honre a su padre y a su madre (Ef. 6:2-3). El Antiguo Testamento requiere que el hombre sea santo (Lv. 19:2), y el Nuevo Testamento también requiere que el hombre sea santo (1 P. 1:16). Parece que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento dicen lo mismo, y resulta difícil encontrar alguna diferencia entre ambos. Es cierto que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento proceden de la boca de Dios, pero la santidad mencionada en el Antiguo Testamento es verdaderamente diferente de la santidad revelada en el Nuevo Testamento. En pocas palabras, todos los mandamientos que se encuentran en el Antiguo Testamento tienen como fin demostrar la ineptitud e incapacidad del hombre. En tiempos del Antiguo Testamento, Dios promulgó la ley y dio los mandamientos para que el hombre los obedeciera y acatara, pero al hacer esto, El tenía un solo propósito: poner en evidencia la ineptitud e incapacidad del hombre.

  ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué, en el Antiguo Testamento, Dios deseaba que el hombre honrara a sus padres, fuera santo y amara a Dios? Cuando Dios promulgó la ley, ¿lo hizo para que el hombre la cumpliese o para que la violase? Quienes conocen la Biblia saben que le es imposible al hombre guardar la ley de Dios. Y si esto es así, ¿por qué Dios promulgó la ley? Debemos prestar mucha atención a esto. Debido a que el hombre no se conocía a sí mismo, Dios le impuso exigencias muy estrictas, a fin de que llegara a conocerse. Era como si Dios le dijera: “Estás gravemente enfermo y necesitas descansar, pero como no estás dispuesto a obedecer, no me queda otra alternativa que mandarte a laborar en la viña a fin de que conozcas tu verdadera condición”.

  El problema estriba en que hasta ahora muchos de nosotros aún seguimos sin conocernos a nosotros mismos. Dios, sin embargo, conoce al hombre completa y exhaustivamente. Al hombre le es imposible complacer a Dios, y ninguna de sus buenas obras podrán satisfacer los requerimientos divinos ni serán aceptables para Dios. No obstante, el hombre todavía siente que es muy capaz y que puede hacer cualquier cosa. Es en estas circunstancias que Dios ha promulgado la ley para el hombre y le exige que sea santo y le ame de manera absoluta. Puesto que el hombre no tiene la capacidad de cumplir ninguna de las leyes, a la postre, su ineptitud es puesta en evidencia.

  Cuando en el Antiguo Testamento, Dios dictó la ley para el hombre, El jamás tuvo expectativa alguna de que el hombre guardase la ley, debido a que ya sabía que el hombre no sería capaz de hacerlo. El único propósito de la ley es demostrar la incapacidad del hombre. Así pues, todas las leyes del Antiguo Testamento sirven para poner en evidencia la ineptitud e incompetencia del hombre. Por consiguiente, siempre que leamos un mandamiento o parte de la ley, debemos postrarnos delante de Dios y exclamar: “Oh Dios, no puedo hacerlo. Tu deseas que te ame con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas; pero he aquí que, ni siquiera puedo darte uno de estos “todos”, mucho menos podré entregarte los cuatro”. Es exactamente a esta clase de comprensión a la que Dios quiere que lleguemos.

  Lucas 10:27 dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. La Biblia nos exige amar, y esta exigencia tiene dos facetas: cuatro “todos” hacia Dios —con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con toda la mente— y un “como” hacia el hombre: ama “a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Somos capaces de amar con algunos de esos “todos”? ¿Podemos cumplir con este “como”? En verdad, no somos capaces de amar ni siquiera con la mitad de estos “todos”. Cuando estamos contentos, quizás amemos a Dios un poquito; y si el vecino nos agrada, tal vez lo amemos también un poquito. Ni siquiera somos capaces de amar a nuestros padres, mucho menos a nuestros vecinos. Por consiguiente, Dios promulgó la ley del Antiguo Testamento con el fin de poner en evidencia la ineptitud, la incompetencia y la incapacidad del hombre.

LA LEY DEL NUEVO TESTAMENTO DEMUESTRA QUE LO IMPOSIBLE PARA EL HOMBRE, ES POSIBLE PARA DIOS

  Esto sucede con los mandamientos del Antiguo Testamento, pero ¿qué acerca de aquellos en el Nuevo Testamento? Los mandamientos y las leyes del Nuevo Testamento son diferentes de los del Antiguo Testamento. Los mandamientos y las leyes del Nuevo Testamento tienen como fin demostrar que Dios es capaz; esto es, tienen como finalidad demostrar que lo imposible para el hombre, es posible para Dios. El Señor le dijo a los discípulos en Mateo 19:24: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. Es difícil que un camello pueda pasar por el ojo de una aguja. Después que los discípulos escucharon estas palabras, se preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”. Los discípulos llegaron a esta conclusión, pero el Señor Jesús les dijo: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (v. 26).

  La expresión “para los hombres esto es imposible” se refiere a la ley; y la frase “para Dios todo es posible” alude a la gracia. Le es imposible al hombre cuidar de la viña, plantar vides y producir fruto para el disfrute de los hombres; pero le es posible a Dios preparar una fiesta con un rico suministro de vino a fin de que el hombre disfrute. Debemos tener en cuenta que los mandamientos del Antiguo Testamento tienen la finalidad de mostrarnos que, para el hombre, esto es imposible, mientras que los mandamientos del Nuevo Testamento nos muestran que para Dios todo es posible y que todo depende de Dios mismo.

  El Antiguo Testamento tiene que ver con la ley, y al hombre le es imposible guardar la ley por su propio esfuerzo. El Nuevo Testamento no tiene que ver meramente con la ley; más bien, el Nuevo Testamento abre el camino para que el hombre reciba la vida de Dios, la cual es Cristo mismo que entra en el hombre y le suministra de tal manera que éste cumpla con las exigencias que Dios le impone. En el Nuevo Testamento, todo cuanto Dios exige del hombre, Dios mismo se lo suministra; sin embargo, en el Antiguo Testamento, todo cuanto Dios exigía del hombre, simplemente indicaba cuán incapaz éste era. En la era del Nuevo Testamento, cada vez que contactamos a Dios y tenemos comunión con El, obtenemos el siguiente resultado: todo lo que es imposible para nosotros, se hace posible; y todas las cosas que no somos capaces de realizar, se convierten en algo que sí podemos hacer.

  Hay una porción en la Biblia que narra el milagro que el Señor hizo al alimentar cinco mil personas (Mt. 14:14-21). En aquel día, además de las mujeres y los niños, había unos cinco mil varones. Los discípulos le dijeron al Señor Jesús: “La hora ya [es] avanzada; despide a las multitudes, para que vayan a las aldeas y compren para sí alimentos” (v. 15). Mas el Señor Jesús les dijo: “Dadles vosotros de comer” (v. 16). Esta fue la orden estricta que dio el Señor, pero los discípulos replicaron que ellos no sabían dónde conseguirles alimentos. Si la historia hubiese terminado allí, la orden que dio el Señor habría sido la ley, el Antiguo Testamento. Sin embargo, las palabras que pronunció el Señor aquí no pertenecen al Antiguo Testamento, sino al Nuevo Testamento; no son la ley, sino la gracia. Para ser más específicos, las palabras del Señor aquí no eran un mandamiento, sino una indicación que mostraba al hombre la manera de recibir más de la gracia abundante de Dios. Cuando nosotros mismos no tenemos qué comer, ¿cómo podemos alimentar a otros? El Señor entonces les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” (Mr. 6:38). Ellos replicaron: “Cinco, y dos peces”. Entonces el Señor tomó los cinco panes y los dos peces, los bendijo, y se los dio a los discípulos, los discípulos se los dieron a la multitud, y todos comieron y se saciaron. Esto prueba que detrás de toda exigencia que el Señor Jesús hace, hay un gran suministro.

  Después que una persona se salva, ella tiene que confesar sus pecados, tomar medidas con respecto a sus pecados, mantener una conciencia sin ofensa y consagrarse al Señor. Nada de esto puede ser hecho por nosotros mismos. Sin embargo, ¿debiéramos detenernos aquí? Si nos detenemos aquí, todos estos asuntos serán leyes para nosotros. No debemos detenernos aquí; más bien, debemos traer toda nuestra ineptitud e incapacidad al Señor y decirle: “Oh Señor, Tú deseas que tome medidas con respecto a mis pecados y que mantenga una buena conciencia, pero yo no puedo hacerlo”. Al acercarnos al Señor de esta manera, veremos cuánto puede hacer en nosotros el poder de Dios y la abundante gracia de Cristo.

LOS MANDAMIENTOS DEL NUEVO TESTAMENTO ABREN EL CAMINO PARA LA GRACIA DE DIOS

  El Antiguo Testamento hace que el hombre vea su incapacidad, mientras que el Nuevo Testamento es la manera en que Dios muestra Su gracia para con los hombres. Siempre que el hombre se da cuenta de su pobreza, se abrirá para recibir la provisión de la gracia abundante de Dios. En pocas palabras, todo mandamiento y exigencia de Dios tiene como fin demostrar la ineptitud e incapacidad del hombre. Siempre que traemos estos mandamientos y exigencias a Dios, El, de inmediato, abre el camino para proveernos Su suministro de manera continua.

  En una ocasión, cierta esposa sintió que debía confesar sus errores a su marido. Esto le resultaba muy difícil de realizar puesto que ella estaba acostumbrada a ser una esposa muy dominante. Ella poseía una voluntad férrea y era una persona muy orgullosa. Casi siempre es la esposa la que teme al esposo; pero en este caso, era el marido quien temía a la esposa. Cierto día, sin embargo, ella sintió que estaba errada y que debía confesarlo ante su esposo. No obstante, cuando pensaba hacerlo, se enfrentó ante unos cuantos problemas. En primer lugar, sentía que no tenía la fuerza suficiente para realizar tal confesión; en segundo lugar, temía pasar tal vergüenza; y en tercer lugar, debido a que en el pasado ella había oprimido a su esposo, temía que ahora su marido encontraría ocasión de oprimirla a ella. En ese momento, ella sintió que no podía seguir siendo cristiana. Ella sabía que ser creyente implicaba ser iluminada por el Señor. También sabía que al ser iluminada por el Señor, ella tendría que tomar medidas con respecto a todo aquello que perturbaba su conciencia; pues, de no hacerlo, se sentiría aún más intranquila. Así que decidió lo siguiente: “Seré una cristiana común y corriente; seré lo que soy”. Este es un cristiano típico: su corazón es muy sincero, sus palabras son honestas y sienten congoja en su ser.

  ¿Cómo podemos ayudar a personas como ésta? Debemos ayudarles a comprender que todos los mandamientos del Nuevo Testamento abren el camino para la gracia de Dios. Siempre que recibimos un mandamiento de Dios, debemos presentárselo de vuelta a El y decirle: “Oh Dios, no puedo hacerlo; te entrego este mandamiento tal como los discípulos te entregaron los cinco panes y dos peces. Siempre he sido inepto. Te entrego Tu mandamiento, y me entrego yo mismo a Ti. Señor, haz lo que mejor te parezca. Yo no puedo hacer absolutamente nada”. Quienes ponen en práctica acudir al Señor de esta manera, serán bendecidos y recibirán el abundante suministro del Señor. Este acto es comparable al de los discípulos que trajeron los cinco panes y dos peces al Señor. En cuanto ellos hicieron esto, las riquezas de Dios se manifestaron.

  No piensen que el milagro de los cinco panes y dos peces es el único milagro. Cada vez que Dios nos guía a obedecer Sus mandamientos, se realiza también un milagro. Si el Señor no hiciera milagros en nosotros, no podríamos hacer nada ni tendríamos nada. Quizás nos sintamos acabados, aún así, el Señor hace que los muertos resuciten. Cada vez que guardamos los mandamientos del Señor, ciertamente El ha hecho un gran milagro en nosotros.

  Debemos creerle siempre a Dios, porque El nunca nos fallará. Si sentimos que fuimos injustos con nuestro cónyuge, debemos confesar nuestro pecado ante él o ella. Si no lo podemos hacer, tenemos que entregarnos al Señor. Con toda certeza, el Señor se encargará del resultado. No necesitamos estar ansiosos ni dudar. ¡La gracia del Señor es maravillosa! No somos capaces de hacer muchas cosas, pero después de orar, consagrarnos al Señor y entregarnos a las manos misericordiosas del Señor, habrá una fuerza indescriptible brotando dentro de nosotros que nos apremiará a confesar. Quizás ni siquiera hayamos dicho una sola palabra, pero nuestras lágrimas correrán. Y cuando esto suceda, no sentiremos vergüenza alguna; sólo sentiremos que estamos llenos de Dios y llenos de vigor. Y tal vez esta vaya a ser la razón por la cual la persona ante quien confesemos nuestros errores, se salve.

SIEMPRE Y CUANDO ESTEMOS DISPUESTOS, DIOS ES CAPAZ DE REALIZARLO

  Todos los mandamientos del Nuevo Testamento son iguales a las leyes del Antiguo Testamento: consisten en exigencias que Dios hace al hombre, requiriendo que éste haga algo. No obstante, las exigencias que Dios hace en el Nuevo Testamento no son dadas para que el hombre las cumpla por sí mismo, sino para que él las cumpla por medio de Dios. ¿Cómo podemos pedirle a un paciente con tuberculosis que camine hasta Gaoxiong? Si él desea ir a esa ciudad, hemos de dejarle viajar en avión o en tren. No debemos permitirle que haga esfuerzo alguno. Hoy en día, muchos hijos de Dios no comprenden que los mandamientos de Dios en el Nuevo Testamento, así como la gracia, no son en absoluto algo relacionado con nuestra capacidad sino con nuestra voluntad. Si estamos dispuestos, traeremos nuestra ineptitud e incapacidad delante de Dios. Siempre y cuando estemos dispuestos, Dios es capaz de realizarlo. Cuando nos entregamos en las manos de Dios, El hallará la manera de realizar “señales y maravillas” en nosotros.

  Si encontramos gravoso confesar nuestros pecados, tomar medidas con respecto a ellos, así como mantener una conciencia sin ofensa y consagrarnos al Señor, no debemos desanimarnos. En el Nuevo Testamento, siempre y cuando estemos dispuestos a obedecer los mandamientos de Dios y ponernos en Sus manos, Dios nos capacitará en medio de nuestra incapacidad. Entonces, podremos tener la presencia de Dios, la gracia de Dios y la gloria eterna de Dios.

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