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Mensajes del libro «Manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, La»
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CAPÍTULO OCHO

PUNTOS PRÁCTICOS EN CUANTO AL PASTOREO

  Lectura bíblica: 1 Ts. 2:7, 11; 2 Co. 12:15; 1 Co. 4:14-15

UNA PALABRA ADICIONAL TOCANTE A LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

Si hemos de ser edificados debemos tomar medidas en cuanto a nuestras peculiaridades

  Como vimos en el capítulo anterior, lo primordial en el servicio de la iglesia es la edificación. Debido a que la mayoría de los cristianos no se dan cuenta de la necesidad de la edificación, el cristianismo actual es meramente un grupo de organizaciones. Un edificio no es meramente una recopilación de materiales. La verdadera naturaleza del edificio de Dios se muestra en Efesios 4:16, que dice: “Todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado”. En un edificio, todos los materiales finalmente pierden su propia identidad. Cada pieza del edificio pierde sus características peculiares y todas las piezas llegan a ser iguales. Por ejemplo, una casa se edifica con varios materiales. Resulta fácil identificar cada uno de los diversos materiales o piezas específicas e individuales antes de que formen parte de la casa edificada, debido a la peculiaridad de cada uno de ellos. Por lo tanto, ser edificados equivale tomar medidas en cuanto a nuestras peculiaridades para que seamos librados de ellas. Cualquier peculiaridad que tengamos debe ser eliminada.

  No queremos hablar sobre este asunto de una manera meramente doctrinal. Si hacemos esto, estaremos repitiendo la trágica historia del cristianismo. Algunos de los queridos santos en el recobro del Señor tienen el concepto de que el recobro crecerá de una manera rápida. Nosotros podemos rápidamente emplear trabajadores para que amontonen los materiales de construcción, pero no podemos levantar un edificio adecuado de una manera rápida. De la misma manera, el recobro del Señor no puede avanzar rápidamente, ya que se trata de una obra de edificación y no de un movimiento. Si deseamos producir un movimiento, lo podemos hacer rápidamente; pero hacer esto sería simplemente repetir los fracasos del cristianismo. No hay necesidad alguna de repetir tal historia de fracasos. En lugar de ello, nosotros deseamos ver que los santos crezcan en vida y que el número de santos aumente en todas las iglesias. Nosotros no queremos ver un “amontonamiento” de materiales, sino una obra genuina de edificación. Ser edificados equivale a permitir que nuestras peculiaridades sean eliminadas. Este asunto no es nada insignificante.

Guardar el orden apropiado en el Cuerpo bajo la autoridad de Cristo como cabeza

  Además, todo edificio es algo vertical, no solamente horizontal, y los edificios más útiles son los altos. Nosotros, los seres humanos, no fuimos creados planos. Sólo Satanás, la serpiente, es plano. En principio, cada sociedad mundana es una serpiente plana, arrastrándose sobre la tierra sucia. Incluso algunos santos en el recobro del Señor aún tienen el concepto de que la iglesia es “plana”, esto es, que todos tienen el mismo lugar en el Cuerpo. Si tratamos de hacer que todos sean iguales de esta manera, convertiremos la iglesia en una serpiente. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Un cuerpo no solamente es horizontal, sino también vertical. El hecho de que un hombre esté parado de manera vertical indica que es fuerte, pero cuando está cansado, él se sienta y, cuando está rendido, se acuesta. Con el tiempo, cuando una persona muere, su cuerpo yace plano. Muchos queridos santos aún desean que el Cuerpo sea “plano”. Ésta es la sutileza del enemigo. Cualquier cosa que sea vertical es útil, pero cualquier cosa que sea solamente horizontal pierde mucha de su utilidad. Derribar las partes de un edificio y ponerlas en el piso horizontalmente, las hacen inútiles.

  Edificar algo es hacer que se levante verticalmente. Entre más “vertical” es una iglesia local, más fuerte es. Cualquier cosa que sea vertical debe tener un orden apropiado. El Señor no pone a los miembros de Su Cuerpo en una posición ni muy alta ni muy baja. Por el contrario, Él nos ha colocado a todos en el lugar apropiado (1 Co. 12:18, 28). Si todos permanecemos en el lugar donde hemos sido puestos, estaremos en el orden apropiado. Ésta es la manera de la edificación. Decir que la iglesia es el Cuerpo de Cristo con la función de todos los miembros, no significa que los miembros tienen el mismo lugar en el Cuerpo. Tal cosa no sería el Cuerpo. En nuestro cuerpo físico, los pies se encuentran abajo, mientras que la cabeza se encuentra arriba. Los pies no dicen: “Cabeza, estás muy arriba; necesitas bajar. Seamos todos iguales”. Ni la cabeza puede decir: “Pies, están muy abajo. Por favor, suban”. En la iglesia odiamos la jerarquía, pero apreciamos la autoridad como cabeza. Todo nuestro cuerpo depende de la cabeza. Tal vez digamos que el cuerpo se sostiene por los pies, pero si cortamos la cabeza, los pies no harán su función. El hecho de que nuestro cuerpo se mantenga en pie depende muy poco de los pies; eso primordialmente depende de la cabeza que lo sostiene. Si no estamos bajo la autoridad como cabeza, no seremos reunidos bajo una cabeza.

  El término reunir bajo una cabeza no es un invento nuestro. En Efesios 1:10 el apóstol Pablo dice: “Que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas”. En la creación efectuada por Dios existía un orden, pero con la caída del hombre el orden fue destruido y la humanidad quedó en una posición “plana”, sin la autoridad apropiada como cabeza. Desde entonces hasta el presente y aun en el futuro, lo que Dios está haciendo es que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas. Cristo es nuestra Cabeza hoy, lo cual implica la posición como cabeza, o sea, la autoridad que tiene como la Cabeza sobre todo el Cuerpo. La autoridad de la Cabeza es lo que sujeta y sostiene a todo el Cuerpo. Si perdemos la Cabeza, no tendremos la autoridad como cabeza y el Cuerpo se derrumbará. En nuestro cuerpo físico cada miembro tiene su propio lugar en el orden apropiado. El brazo se halla debajo del hombro; la mano, debajo del brazo; y los dedos, debajo de la mano. Esta clase de orden mantiene la autoridad como cabeza, y es el hecho de que guardemos la autoridad como cabeza que hace que los miembros sean útiles. Una vez que un miembro pierde su posición, está fuera de la autoridad de la cabeza, se sale de su función y estará fuera de la edificación apropiada. Esto no es un asunto de poca importancia. Lo que detiene a las iglesias en el recobro del Señor de avanzar rápidamente son los problemas relacionados con la autoridad como cabeza.

  Muchos de nosotros tenemos un concepto equivocado de lo que es la edificación. Si el Señor abre nuestros ojos para ver lo que realmente es la edificación apropiada, nos daremos cuenta de cuánta edificación nos falta. Por un lado, el cristianismo a través de los siglos pasados nos brindó mucha ayuda. Incluso hoy en día estamos apoyados sobre los hombros de muchos santos que vivieron antes que nosotros. Por otro lado, el cristianismo ha ejercido una influencia negativa sobre nosotros, y hoy es muy difícil ser librados de ello. Si todos nosotros tomamos las cosas en serio con el Señor, deberíamos tratar con el Señor en este respecto de forma absoluta, diciendo: “Señor, desde hoy en adelante, dejaré todo el conocimiento, enseñanzas y prácticas doctrinales que recibí en el cristianismo y sólo permaneceré en el espíritu contigo”. Si hacemos esto, seremos personas diferentes, y nuestros conceptos cambiarán radicalmente.

  En el edificio debe haber un orden “vertical” apropiado. Sin el orden apropiado, nada puede ser edificado, y no podremos ser útiles. Esto es exactamente lo que el enemigo desea. Mientras no seamos edificados, para él no hay diferencia entre cuántas reuniones tengamos o cuánta gente asista a ellas. Hoy en día la Iglesia Católica Romana tiene millones de personas en todo el mundo; sin embargo, debido a que se basa en el mismo principio que cualquiera de los movimientos seculares que hay en el mundo, no le es útil al Señor. El Señor necesita el edificio genuino. Por consiguiente, necesitamos orar, pedirle al Señor misericordia y decirle: “Señor, necesito ser edificado”. Esto causará que de manera espontánea experimentemos un cambio radical. Aquellos que están fuera de las iglesias no se dan cuenta de lo que hacemos aquí; por tanto, hablan de muchas maneras acerca de nosotros. Nos entienden sólo conforme a lo que ellos son y a lo que practican. Sin embargo, si el Señor tiene misericordia de nosotros, tendremos la debida edificación.

NECESITAMOS PASTOREAR A OTROS EN NUESTRA VIDA DIARIA

  En este capítulo hablaremos acerca de la necesidad de pastorear a las personas. Es difícil hablar de este tema debido a que éste nos afecta a cada uno de nosotros. Es fácil ser diplomático con las personas, pero tocarlas de una manera honesta y franca no es fácil. En 1956, cuando un servidor del Señor nos visitó en Taiwán, nos sugirió ser diplomáticos para tener contacto con las personas. Él ilustró esta manera al decir que nosotros nunca debiéramos decir la verdad a las madres acerca de sus bebés. Si una bebé es hermosa, podemos decir: “¡Qué hermosa es esta niña!”. Si la bebé no es bonita, de cualquier manera debemos decir: “¡Oh, qué niña!”. Al escucharlo no podía estar de acuerdo con esta clase de hablar diplomática. Sentí que era como una clase de “diplomacia británica”. En el recobro del Señor no debemos ser diplomáticos. Si yo estuviera aquí para esto, no habría necesidad de tener el presente entrenamiento.

El pastoreo es la necesidad de mayor exigencia en la iglesia

  Las hermanas que son madres saben que nada exige más que ser madres. Aquellos que nunca han tenido hijos no conocen el verdadero significado de exigencia. Nada ni nadie en el universo exige más que los hijos. Si un adulto se resfría, tal vez no pida ayuda, pero si se trata de un pequeñito, se le deberá cuidar. Una madre nunca pedirá una “justificación por enfermedad”. Aun cuando ella esté a punto de morir, primero debe tomar cuidado de la necesidad de su hijo. Lo mismo sucede con los padres. Un padre apropiado debe cumplir con las exigencias de sus hijos. La exigencia de un hijo es sin misericordia. He visto muchas hermanas jóvenes que no fueron reguladas por su padre, madre ni por su esposo; sin embargo, una vez que tuvieron hijos, aprendieron muchas lecciones de esos pequeñitos (1 Ti. 2:15). Algunas hermanas, puesto que no tienen hijos, no se levantan temprano en la mañana. Pareciera que todo en su universo es ideal para levantarse tarde. Sin embargo, después que tienen hijos, los pequeñitos las despiertan muy temprano. Algunas veces cuando veía esta situación, quería aplaudirle a los pequeños y decirles: “¡Muy bien! Lo que nadie logró hacer en muchos años, ustedes lo han hecho en tan sólo unos pocos meses”. Nada exige más que el pastoreo, ni siquiera la predicación del evangelio. Tal como en la crianza de un hijo, todo lo relacionado con el pastoreo no depende de nosotros; depende de los nuevos. No está bien decir que no tenemos tiempo o que no conviene. Los que deciden son los que están a nuestro cuidado.

Cada miembro en la iglesia tiene la capacidad normal de pastorear a las personas

  En el cristianismo se contrata a un pastor para que pastoree una iglesia. Esto no es a lo que nos referimos al hablar de pastoreo. Algunas personas discuten que el pastoreo es un don que no todo hermano y hermana posee. No obstante, nadie diría que criar hijos es un don que algunas personas tienen y que otras no. Cada padre, independientemente de cuán inteligente o tonto que sea, tiene un talento para criar hijos. Criar un hijo no implica tener un talento especial, sino que es un talento dado al nacer. De la misma manera, por medio del nacimiento espiritual cada miembro en la iglesia posee el talento de pastoreo. Anulamos nuestro nacimiento espiritual al afirmar que no tenemos el don de pastorear. Algunas personas piensan que debido a que son demasiado jóvenes y debido a que no son pastores, ancianos ni cristianos con experiencia, no son capaces de pastorear a otros. Esto es un entendimiento y concepto equivocados. Debemos olvidar las enseñanzas erróneas que recibimos en cuanto al pastoreo. Tal vez alguien no sepa cómo criar hijos, pero una vez que los tiene, esa persona se ve obligada a aprender. Es posible que los padres de una madre joven piensen que ella no es capaz de criar a sus hijos, pero entre más le permitan hacer su trabajo, ella aprenderá más cómo hacerlo. Necesitamos dejar los conceptos erróneos y quedarnos con los apropiados. Incluso una persona que acaba de ser salva hace unos cuantos días puede aprender a pastorear a alguien.

  A fin de ser miembros apropiados y normales de la iglesia en el recobro del Señor, necesitamos edificar una vida diaria del evangelio, y necesitamos acudir al Señor para que nos muestre quién debe estar bajo nuestro cuidado para pastorear. Si estas dos cosas se edifican en la iglesia, tendremos una iglesia normal y apropiada. Una iglesia normal no es tan sólo una en la que los miembros se levantan a hablar algo en las reuniones. Esto es solamente una pequeña parte de nuestro servicio. La parte principal del servicio en la iglesia es llevar una vida diaria del evangelio y pastoreo. Nuestro concepto debe ser calibrado y cambiado radicalmente. Debemos comprender que es una gran carencia y una vergüenza no llevar fruto cada año ni tener a alguien bajo nuestro cuidado. Todos los miembros en las iglesias deben llevar fruto y pastorear a las personas todo el tiempo. Si tales asuntos son edificados en nosotros, la iglesia será maravillosa. La manera en que el Señor procede siempre es la mejor y la más sabia. Su manera no es depender de los gigantes espirituales, sino de cada miembro, aquellos que llevan una vida diaria del evangelio y pastoreo. Con relación a este asunto, todos necesitamos un cambio en nuestros conceptos.

  Hace más de treinta años, todos los lunes en la mañana me reunía con un grupo de servidores desde las 8:00 a. m. hasta la tarde para aprender mutuamente a pastorear a las personas. Después de tener esta reunión durante tres años, hubo un gran avivamiento en aquella localidad. La causa de esto no fue un movimiento, sino que surgió espontáneamente debido a la edificación que había entre nosotros. La predicación del evangelio y el pastoreo eran adecuados y prevalecientes. Esto es lo que necesitan las iglesias hoy. El Señor ha levantado Su recobro en muchas ciudades; sin embargo, todavía estamos cortos en llevar una vida diaria del evangelio y pastoreo.

QUINCE PUNTOS PRÁCTICOS EN CUANTO AL PASTOREO

No ser rápido, sino pasar el tiempo adecuado para pastorear a las personas

  No debemos ser tan rápidos a fin de pastorear adecuadamente a las personas. Nuestra manera de ser rápida deberá ser eliminada. No podemos pastorear a alguien hablándole unos cuantos minutos. Por consiguiente, tenemos que estar preparados para pasar tiempo suficiente con las personas.

Ser positivo y no ser descuidado

  Aunque no debemos ser tan rápidos, debemos ser muy positivos. Con frecuencia, las personas que son positivas son rápidas, mientras que las personas lentas son pasivas, incluso descuidadas e indiferentes. Si un hermano dice: “Vamos a visitar a alguien”, el pasivo diría: “No debemos ser tan rápidos. Vamos a esperar otras dos semanas”. No obstante, si las madres tomaran cuidado de sus pequeños pasivamente, sus hijos no sobrevivirían. No debemos ser tan rápidos, pero debemos ser positivos y llegar a tiempo. El secreto de un buen cirujano no radica en ser tan rápido, sino en ser positivo y en no perder el tiempo. Todos debemos aprender la mejor manera. Tenemos gran necesidad de que la cruz opere en nuestra manera de ser. Cada persona tiene cierta capacidad de pastorear; sin embargo, a fin de pastorear conforme al estándar apropiado, debemos ser muy positivos aunque no muy rápidos.

Escuchar a los demás a fin de conocer sus verdaderas necesidades y situaciones

  Debemos aprender a escuchar a los demás a fin de conocer sus verdaderas necesidades y situaciones. Esto requiere detener nuestro propio pensamiento, concepto, sentimiento y hablar mientras los pastoreamos. Debemos estar abiertos a los demás y permitirles que su situación nos hable. Esto no es fácil; significa que debemos ser muy positivos y no rápidos. No debemos decir muchas cosas ni tomar decisiones rápidas. Por el contrario, debemos detenernos y escuchar a la persona a quien estamos cuidando, permitiéndole que diga algo y haciendo todo lo posible por entenderla, poniéndonos en su lugar para comprender su situación de la misma manera que ella la entiende.

  Cuando visitamos a las personas, muchas veces en vez de ayudarlas, las perjudicamos; derribamos en lugar de edificar. Esto se debe a que estamos muy crudos; nunca hemos sido “cocinados”. Todavía somos demasiado salvajes debido a que no hemos sido quebrantados adecuadamente. Mientras estemos crudos y salvajes, sólo seremos capaces de ofender a las personas y no de nutrirlas. Incluso si las nutrimos hasta cierto punto, quizás las ofendamos en otro punto aún más, dando como resultado un “adeudo neto”. Tal vez sentimos que hemos ayudado a un hermano; sin embargo, no nos damos cuenta de que le hemos golpeado aún más. Al final, esta clase de pastoreo resulta en pérdida. Por tanto, todos necesitamos ser disciplinados. Tal vez alguien diga: “Si es así, ser un hermano o una hermana en la iglesia local es muy difícil. Simplemente queremos asistir a la reunión el día del Señor y pasar un buen tiempo durante una hora escuchando los buenos cantos y hablar. Pastorear a las personas conforme a un estándar elevado es una carga muy pesada”. Sí, es una carga, pero no tenemos opción. Cuando digo estas cosas, parece que soy un alborotador que primero se perturba a sí mismo y luego perturba a los demás. No obstante, conforme a los escritos de Pablo, él era un “alborotador”. Él se dio a sí mismo sin paz ni descanso para cuidar a las iglesias (2 Co. 11:23b-28). Él se perturbaba a sí mismo, perturbó a todos los santos e incluso hoy nos está perturbando. Si leemos sus epístolas, todos nos perturbaremos. La vida de iglesia es una vida de perturbaciones, pero ¿qué otro camino podemos tomar? Nuestro destino es tomar este camino. Como seres humanos, debemos creer en el Señor Jesús, y como creyentes, no tenemos opción, sino que tomar el camino de la vida apropiada de iglesia.

Visitar a otros sin hablar demasiado

  Debemos aprender también a no hablar demasiado cuando visitamos a las personas. Ésta es la lección más difícil de aprender en cuanto al pastoreo. Entre más esperemos para hablar, mejor. Tal vez pregunten: “Si no debemos decir nada, ¿por qué debemos contactar a alguien?”. El secreto radica simplemente en contactarlos sin decir mucho. Si hablamos demasiado, seremos como los amigos de Job. Esto hará que perdamos nuestro tiempo y nos traerá más problemas. La mejor manera de pastorear a una persona es visitarla sin hablar demasiado. Si esa persona pregunta si hay algo que tengamos que decir, simplemente podemos decirle: “Alabado sea el Señor. Amén”. Hace más de cuarenta años algunos de nosotros fuimos donde el hermano Nee y le dijimos: “Hermano Nee, recibí la invitación de una iglesia en cierto lugar. Por favor, dígame, ¿qué debo hacer?”. Él nos decía: “No hagan nada excepto esto: siempre que les pregunten algo, deben decir: ‘No sé’”. Esta respuesta de verdad nos molestó. Dijimos: “Si es así, no necesitamos ir. Si respondemos así, ellos simplemente nos pedirán que nos vayamos”. No obstante, con el tiempo reconocimos que esta comunión nos brindó la mejor ayuda.

  Debido a que todos asumimos saber demasiado, es difícil decir: “No sé”. El hermano Nee nos enseñó a decir: “No sé”, porque estrictamente hablando, no sabemos mucho, y lo que sabemos, no lo sabemos perfectamente. No contactamos personas para enseñarles. Nosotros mismos tenemos una necesidad mayor de que nos enseñen. Debemos ir a los santos y a las iglesias para aprender de ellos. No debemos considerar que nosotros sabemos más de lo que ellos saben. Es posible que ellos sepan más que nosotros. Aquellos que fueron a las iglesias sin practicar el principio del hermano Nee al final causaron muchos problemas. Así que, el secreto al contactar a las personas no es hablar mucho, sino dejar que ellos digan algo.

No tomar decisiones por otros

  Nunca debemos tomar decisiones por otros. Hacer esto es considerarnos superiores a ellos. No debemos ser diplomáticos. Necesitamos ser honestos con los que están bajo nuestro cuidado, pero aún debemos permitir que el Señor nos restrinja para no tomar decisiones por ellos.

Nunca debemos discutir con las personas

  Nunca debemos discutir con las personas, ya sea que estén en lo correcto o en lo incorrecto. Cada conversación es una tentación para corregir a otros, convencerlos o “vender” nuestras buenas opiniones y conceptos. Necesitamos evitar todas estas cosas. No hay necesidad de hacerlas. Si las hacemos, no ayudará en nada.

No dar conocimiento en vano

  Nunca debemos dar conocimiento vano a las personas. Quizá la gente nos haga preguntas acerca de muchos temas, pero debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para discernir la intención de tales preguntas. Si discernimos de la manera apropiada, nos daremos cuenta de que las preguntas son vanas. A menudo a la gente le gusta adquirir conocimiento al hacer preguntas acerca de los ancianos, de los hermanos y hermanas, y de muchos otros asuntos. Tenemos que aprender a ser sabios, a no involucrarnos en cuestionamientos y a no dar conocimiento vano. Ésta también es una lección difícil de aprender.

No involucrarnos en ninguna conversación negativa

  No debemos involucrarnos en ninguna conversación negativa. En otras palabras, no debemos ser un “bote de basura”. A las moscas les gustan los lugares sucios, pero nosotros debemos estar limpios y esterilizados. Si al visitar a las personas no lo hacemos de una manera limpia, sino que más bien los contaminamos de gérmenes, tal vez los estemos incitando a abrirse a nosotros equivocadamente. Ellos abrirán sus “tumbas” y saldrá muerte. No debemos ser parte de ninguna conversación negativa ni contestar preguntas relacionadas a asuntos negativos. Debemos estar en otra esfera, en otro reino.

Ser honesto y no diplomático

  Debemos aprender a ser honestos y nunca aparentar ni ser diplomáticos. No debemos ser diplomáticos con el fin de suavizar la situación. Debemos ser personas honestas, contestando honestamente sí o no. Si la situación no nos permite contestar sí o no, entonces no debemos decir nada. Si aprendemos todas estas lecciones, podremos cuidar a otros.

Ministrar vida a otros

  Lo más importante es que debemos aprender a ministrar vida a otros. Para ello, nosotros debemos tener vida. Permítanme ilustrarles esto con el asunto del dinero. Si deseamos darle dinero a alguien, primero nosotros necesitamos tener dinero. Si nuestro bolsillo está vacío, no tenemos nada que dar. Antes de poder ministrar algo a los demás, debemos tenerlo. Por tanto, es necesario que aprendamos las lecciones de vida. Entonces sabremos cómo ministrar a otros. De hecho, si tenemos vida, no habrá necesidad de que nos propongamos ministrar vida a los demás. La vida ya se habrá ministrado a ellos. Cuando visitamos a las personas para cuidarlas, el principio apropiado es ministrarles vida. Todos los puntos anteriores son una preparación para ministrar vida. Si no contamos con tal preparación, cualquier cosa que hagamos sólo disminuirá nuestro ministerio y suministro. Si no ponemos atención a estos asuntos, nuestro ministerio de vida será anulado y consumido. Pero si ponemos atención a cada uno de ellos, permaneceremos en una condición pura para ministrar a otros.

Tomar la delantera para introducir a otros en una vida de oración

  Necesitamos orar con otros y ayudarlos a orar. No tratemos de impresionar a las personas de forma equivocada al querer mostrar que tenemos la manera de hacer las cosas, que somos inteligentes o que lo sabemos todo. En cambio, simplemente debemos ayudarlas a que pongan su confianza en el Señor y a que dependan de Él en todo. Para esto, debemos llevar un espíritu y una atmósfera de oración con el fin de ayudar a otros a entrar a una vida de oración. Necesitamos crear una atmósfera de manera que cualquier cosa que les suceda a las personas, ellas oren, miren al Señor y dependan de Él, al buscar Su presencia y Su dirección clara. Necesitamos que aquellos a quienes cuidamos sean edificados conforme a una vida de oración. Si nosotros mismos no somos personas que llevan una vida de oración, no seremos capaces de edificar a otros como esta clase de persona. Nosotros mismos necesitamos tomar la delantera en esto.

Contactar a las personas con paciencia

  A fin de cuidar a otros, necesitamos ser pacientes. No esperemos que una persona que ha sido recién salva o recobrada inmediatamente se encuentre en una condición apropiada. Necesitamos paciencia para cuidar a los más débiles. Se requiere paciencia para contactar una y otra vez al que es más débil. Esta clase de contacto paciente y continuo pastoreará a las personas. Toma tiempo, pero no hay nada más que hacer. La iglesia crece por medio del pastoreo. Si predicamos el evangelio sin pastorear a fin de cuidar a los nuevos, muchos de los recién salvos se alejarán. Esto echaría a perder nuestro apetito por la predicación del evangelio y acabaría con el mismo. Muchos dirán: “Trajimos a muchos al Señor, pero muchos de ellos ya no están aquí”. Seremos como una familia que ha perdido a sus hijos. Por tanto, necesitamos pastorear apropiadamente para criar de manera apropiada a un hijo. No es posible que solamente los hermanos que toman la delantera en la iglesia se preocupen por el pastoreo. Todos deben tomar la carga de cuidar a otros. Esto requiere de nuestra paciencia.

Confiar en aquellos bajo nuestro cuidado

  Debemos aprender a confiar en quienes están bajo nuestro cuidado y contar con ellos. Es decir, debemos tener una comunión apropiada. En cierto sentido, somos padres que nutren a sus hijos, pero en otro, todos somos hermanos y hermanas. Por tanto, necesitamos mostrarles que no solamente ellos confían en nosotros, sino que también nosotros confiamos en ellos. Esta confianza mutua es de mucho provecho, ya que provoca que otros se abran a nosotros, confíen en nosotros y depositen su confianza en nosotros. Esto es que “nuestras venas se abran para que la sangre circule”. Todos los miembros deben estar abiertos unos a otros. Entonces la circulación hará su trabajo apropiado. Hemos visto que algunos de los que están bajo nuestro cuidado, a pesar del tiempo que pasamos con ellos, no se abren a nosotros. Esto significa que no confían en nosotros. Necesitamos comportarnos de una manera que edifique una confianza mutua; esto hará que se abran a nosotros. Esto requiere que dependamos de ellos, confiemos en ellos y les mostremos que necesitamos su ayuda.

Nunca debemos obligar a nadie a hacer algo

  Nunca debemos hacer sentir a quienes cuidamos que los estamos obligando a hacer algo. Todos debemos aprender los atributos de Dios. Desde el principio, Dios nunca obligó a las personas a hacer nada. En cambio, les dio la libertad de escoger. Ni siquiera debemos tratar de ejercer influencia sobre ellas. No obligar ni compeler a las personas es contrario a nuestro concepto natural. Sin embargo, en el pastoreo debemos abstenernos de obligar, compeler y convencer. Tenemos que permitir que las personas elijan libremente.

Tener comunión con otros según nuestra propia experiencia

  Cualquier comunión que tengamos con los santos queridos debe ser según nuestra propia experiencia. Pablo les dijo a los tesalonicenses: “Así como también sabéis que hemos sido para cada uno de vosotros como un padre para sus hijos, exhortándoos y consolándoos y dando testimonio” (1 Ts. 2:11). Sin duda, Pablo dio testimonio a los santos de muchas cosas, pero una gran parte de su testimonio debió estar basado en sus propias experiencias. Necesitamos tener experiencias personales para ser capaces de dar testimonio a los más jóvenes. En el buen sentido, cualquier ayuda que les brindemos debiera basarse en nuestro propio testimonio. Lo mucho que podamos testificar de esta manera dependerá de cuánta experiencia tengamos. Debemos ser personas con cierta experiencia en cuanto a todos los puntos mencionados. Entre más carga tengamos por pastorear a otros, más cosas necesitaremos aprender.

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