
Lectura bíblica: Hch. 2:42; 1 Jn. 1:2-3; 2 Co. 13:14; Fil. 2:1; Ef. 4:3-6; 2 Jn. 9-11; 1 Ti. 1:3-4; Jud. 3; Ef. 4:13; 1 Co. 1:10
En este capítulo queremos ver la enseñanza y la comunión de los apóstoles. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la doctrina y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones” (gr.). En este versículo se utiliza la preposición “en” cuatro veces. Los que fueron salvos en el día de Pentecostés perseveraban en asuntos de dos categorías: en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, y en el partimiento del pan y en las oraciones. Cuatro asuntos se dividen en dos grupos. La enseñanza y la comunión están relacionadas con los apóstoles, mientras que el partimiento del pan y las oraciones, no. Esto significa que una persona que ora no necesita orar dentro de la esfera de lo relacionado con los apóstoles. Si los santos parten el pan, no es necesario que lo partan en algo que esté relacionado con los apóstoles. Pero en la economía divina nadie tiene la libertad de enseñar cualquier cosa que le guste. Lo que enseñamos debe ser restringido por el límite y por la esfera de la enseñanza de los apóstoles. Además, una comunión que esté fuera de la comunión de los apóstoles es divisiva. Nuestra comunión debe estar dentro de la comunión de los apóstoles. La enseñanza de los apóstoles es única, y la comunión de los apóstoles también es única. Pero el partimiento del pan y la oración no se limitan a la esfera de los apóstoles.
En el capítulo anterior vimos que debemos tener un solo camino para una sola meta. El camino único para la meta única se encuentra totalmente dentro del límite, en la esfera, de la enseñanza de los apóstoles. Todos los problemas, divisiones y toda la confusión entre los cristianos hoy día se debe a una sola cosa, y es que no les importa la enseñanza de los apóstoles. Muchos cristianos enseñan algo diferente de la enseñanza de los apóstoles. No se han limitado, restringido ni guardado estrechamente en la esfera de la enseñanza de los apóstoles. El factor determinante del camino único para la meta única es la enseñanza de los apóstoles.
Muchas cosas se enseñan en la cristiandad que no pertenecen a la esfera de la enseñanza de los apóstoles o que no forman parte de esta esfera. Algunos enseñan el bautismo por inmersión como la condición y requisito único con el cual se recibe a los santos. Aunque el bautismo por inmersión es correcto según las Escrituras, hacer de él un requisito a base del cual uno recibe a los creyentes es totalmente sectario. Las denominaciones son el resultado de enseñanzas que son diferentes de la enseñanza de los apóstoles. Una denominación es una secta denominada, una secta con nombre. Cuando el Señor nos mostró la verdad del único Cuerpo de Cristo y la de que las divisiones son de la carne, empezamos a condenar la palabra denominación. Una denominación es una secta que toma un nombre aparte del nombre del Señor Jesucristo. Los términos luterano, wesleyano, anglicano, presbiteriano, bautista y episcopalista son nombres que los grupos de cristianos se han tomado aparte del nombre único del Señor Jesucristo.
El bautismo por inmersión, el cual muestra el significado verdadero de ser sepultados juntamente con Cristo (Ro. 6:4), es totalmente bíblico, pero hacer de esta práctica la condición única con la cual se recibe a los creyentes es totalmente sectario. El presbiterio, que es una palabra griega españolizada la cual se refiere al cuerpo de los ancianos o al oficio de anciano en una iglesia local (1 Ti. 4:14), es una verdad bíblica. Una iglesia local está bajo la administración y la vigilancia de los ancianos. Pero utilizar la verdad concerniente al presbiterio para denominar a un grupo de creyentes, separándolos así de otros creyentes, es una diferente y errada enseñanza que causa división.
La denominación episcopal toma su nombre de la palabra griega epískopos, la cual significa el que vigila, o un obispo. Un obispo en una iglesia local es un anciano (Hch. 20:17, 28). Pero fue Ignacio en el siglo dos quien enseñó que un obispo es superior a un anciano. De esta enseñanza errónea vino la jerarquía de los obispos, arzobispos, cardenales y el papa. Esta enseñanza también es el origen del sistema episcopal de gobierno eclesiástico. Este sistema de gobierno episcopal y la jerarquía de la Iglesia Católica Romana no son bíblicos, y son abominables a los ojos de Dios. Pero usar cierta práctica, aunque sea bíblica, para denominar a cierto grupo causa una división y forma una secta denominada y oficial. El sistema denominacional es totalmente incorrecto.
El cristianismo tiene muchas maneras debido a las muchas enseñanzas fuera del límite de la enseñanza de los apóstoles. Cualquier cosa que no sea la enseñanza de los apóstoles no debe enseñarse entre los cristianos. Lo que debemos enseñar son solamente las enseñanzas dentro del límite de la enseñanza de los apóstoles. Una vez conocí a un querido santo que me preguntó si nosotros en las iglesias practicábamos el lavamiento de pies cada vez que teníamos la mesa del Señor. Le dije a este hermano que sabemos que el lavamiento de pies está en la Biblia y que lo hemos practicado, pero no de manera formal ni legalista. Entonces él dijo que nuestra mesa del Señor estaba en error porque no practicábamos el lavamiento de pies cuando celebrábamos dicha reunión. El grupo de este hermano enseñaba el lavamiento de pies como requisito o condición de tomar la mesa del Señor. Una enseñanza que esté fuera del límite de la enseñanza de los apóstoles siempre produce división. Aun si el hablar en lenguas de hoy fuera como es debido, todavía no debería ser un requisito o una condición de tener nosotros comunión unos con otros y de recibir a los santos. Aunque una cosa sea bíblica no debemos hacer de ella un requisito o una condición de la comunión con otros santos. Es sectario practicar así. Podemos tomar un solo camino solamente al guardar la enseñanza de los apóstoles. Si no, no podemos tener el camino único.
Cuando Pablo dijo a Timoteo que mandara a ciertos que no enseñaran diferentemente, se refería a la enseñanza de fábulas, genealogías interminables (1 Ti. 1:4) y la ley (vs. 7-8). En los tiempos de Pablo unos creyentes judaizantes todavía enseñaban a otros las genealogías y la ley del Antiguo Testamento. La ley fue la enseñanza de Moisés, y no la enseñanza del Señor Jesús ni la de los apóstoles. Si enseñamos alguna cosa que nunca hayan enseñado el Señor Jesús o los apóstoles, estamos enseñando algo aparte de la economía de Dios, algo fuera de la enseñanza de los apóstoles. Una enseñanza aparte de la enseñanza de los apóstoles resultará en una división. Podemos tener un solo camino solamente al restringir nuestra enseñanza dentro del límite de la enseñanza de los apóstoles.
La enseñanza de los apóstoles es la enseñanza concerniente a la persona de Cristo y Su obra redentora (2 Jn. 9-11). Es también la enseñanza concerniente a la economía de Dios en fe (1 Ti. 1:3-4). La economía de Dios no es tener un campo de misión para predicar el evangelio ni tener una escuela bíblica para enseñar las verdades. La economía de Dios es dispensar, o impartir, al Dios Triuno dentro de Su pueblo elegido y redimido para que El sea la vida y el todo de ellos, a fin de que sean regenerados y transformados en el material apropiado para la edificación del Cuerpo de Cristo, para que Dios tenga una expresión corporativa en la tierra en muchas localidades en esta época, con miras a la edificación de la Nueva Jerusalén venidera para Su expresión eterna. Si nos limitamos a la enseñanza de los apóstoles, la enseñanza concerniente a la economía de Dios, seremos guardados en unidad y tendremos un solo camino para una sola meta. Debemos tener una visión clara concerniente a la economía de Dios; entonces nunca seremos descarriados. Nos mantendremos procediendo hacia la meta única en el camino único.
La enseñanza de los apóstoles es la fe, la creencia de los creyentes, es decir, lo que creen los creyentes (Jud. 3; Ef. 4:13). Nosotros creemos que Jesucristo, el Hijo de Dios, se hizo el Hijo del Hombre. Creemos en este Dios-hombre como nuestra vida y Salvador. Creemos en Su muerte por nuestros pecados y en Su resurrección para que tengamos Su vida divina. Creemos en Su ascensión, y creemos que hoy día El es el Espíritu vivificante que reside en nosotros para vivir en nosotros a fin de que le vivamos a El. Estos asuntos son la fe de los creyentes, la cual es la enseñanza de los apóstoles. Todas las doctrinas aparte de esta enseñanza de los apóstoles causan divisiones entre los creyentes (1 Co. 1:10).
La enseñanza produce la comunión. Si yo enseñara el lavamiento de pies como una condición de recibir a los santos, esta enseñanza inmediatamente produciría una comunión particular. La comunión proviene de la enseñanza. Debe haber solamente una sola enseñanza, la enseñanza de los apóstoles. Además de esto, debe haber una sola comunión que es producida por la enseñanza de los apóstoles. Lo que enseñamos producirá cierta clase de comunión. Si enseñamos errónea y diferentemente de la enseñanza de los apóstoles, nuestra enseñanza producirá una comunión sectaria y divisiva. Si yo enseño el bautismo por inmersión como condición o requisito para recibir a los santos, esta enseñanza producirá una comunión bautista. Muchas denominaciones bautistas tienen comunión solamente con los que han sido bautizados por un predicador bautista en “el agua bautista”. Si alguien ha sido bautizado por algún otro, ese bautismo no es oficial, o sea, no cuenta. Por esto podemos ver que la enseñanza errónea produce una comunión que es errónea y divisiva. Nosotros podemos tener un solo camino para una sola meta al mantenernos estrechamente dentro del límite de la enseñanza de los apóstoles y de la comunión de los apóstoles. No debe haber otra comunión aparte de la de los apóstoles.
En nuestra obra para el Señor, debemos mantenernos firmes en la comunión de los apóstoles. Si usted tiene la carga de ir a otra localidad para llevar la vida de iglesia, debe hacerlo con la comunión adecuada de la iglesia donde está. Si usted cree que puede levantar la vida de iglesia en otra ciudad sin tener comunión con los hermanos en la iglesia en su localidad, levantará algo ajeno de la comunión de los apóstoles. La comunión de los apóstoles es universal en tiempo y en espacio. Esta comunión abarca toda la tierra, e incluye todos los siglos. Pedro, Pablo y todos los santos que practicaban la apropiada vida de iglesia estaban en esta comunión. Cualquier persona que desee ir a otro lugar para levantar la vida de iglesia debe tener comunión adecuada con la iglesia en la cual se reúne. De otra manera, lo que levanta será algo fuera de la comunión de los apóstoles y causará división.
El principio de la comunión en el Nuevo Testamento nos hace seguir viviendo la vida del Cuerpo. Mi mano no puede funcionar separada de los demás miembros de mi cuerpo. Si mi mano se separa, queda separada del cuerpo. De igual modo, como miembros del Cuerpo de Cristo, no debemos actuar de manera separada. Tenemos que aprender a escucharnos unos a otros. La comunión correcta es que nos escuchemos unos a otros. La mano escucha al brazo y el brazo escucha a la mano. No debemos levantar la iglesia en una localidad de modo independiente, sin nada de comunión con la fuente de donde salimos. Guardando el principio de comunión, nos escuchamos unos a otros. Escucharnos unos a otros es respetar al Cuerpo. Cuando la mano escucha al brazo, ella respeta al Cuerpo. Rechazar a cierto miembro del Cuerpo con quien estamos relacionados es rechazar al Cuerpo mismo. No hacer caso del Cuerpo y no escuchar al Cuerpo está mal.
Mateo 18 nos muestra que rehusar oír a la iglesia es un asunto muy serio (v. 17). Debemos mantenernos firmes en el camino único para la meta única al permanecer en la debida comunión del Cuerpo de Cristo, la cual es la unidad única. La iglesia en Nueva York no debe decir: “No tenemos nada que ver con la iglesia en Los Angeles porque todas las iglesias son independientes las unas de las otras”. Las iglesias son independientes unas de otras solamente con respecto a la administración o la dirección. Excepto en el asunto de la dirección, todas las iglesias deben depender unas de otras. Ninguna iglesia local debe ser independiente de las otras iglesias. Una vez que una iglesia se independiza, pierde su identidad y se convierte en una secta local. Si una iglesia es secta local o iglesia local, depende de la clase de comunión que mantiene.
Todos nosotros tenemos la libertad de tocar las puertas de la gente y establecer reuniones en casa. De estas reuniones en casa podemos levantar una iglesia local. Pero si hacemos esto de modo independiente, sin relación con ninguna iglesia, lo que levantaremos será una secta independiente. Una apropiada iglesia local está relacionada con otras iglesias. Debemos acordarnos de que hay iglesias en la tierra que ya existen. Cuando se establezca una nueva iglesia, está debe relacionarse con las demás iglesias que ya existen. Tener comunión con las demás iglesias nos mantiene en la apropiada comunión de los apóstoles, lo cual significa que seremos guardados en la verdadera unidad del Cuerpo de Cristo. Predicar el evangelio, bautizar a la gente y establecer reuniones en casa no se relacionan con la comunión de los apóstoles. Pero convertir esas reuniones en casa en una iglesia local en cierta localidad, eso sí tiene que ver con la comunión de los apóstoles. Tener una comunión independiente en una localidad es divisivo. Por otro lado, los hermanos responsables en la iglesia no deben controlar a los santos. No deben adoptar la actitud de que los santos necesitan obtener permiso de ellos para levantar la vida de iglesia en cierto lugar. Pedir a los santos que obtengan su permiso es ejercer control sobre los santos. El practicar esto es no guardar la unidad de la comunión de los apóstoles.
De parte de los hermanos responsables, no debe haber control, y de parte de todos los creyentes no debe haber independencia. Necesitamos el equilibrio entre el no tener control y el no tener independencia. Si los santos tienen la carga de ir a levantar la vida de iglesia, los hermanos responsables deben animarles a hacerlo y ayudarles al darles advertencias, consejos e instrucciones. Por otro lado, los creyentes deben comportarse y guardar todo su ser en comunión con la iglesia que ya existe a fin de ser preservados en la comunión única de los apóstoles. Al salir nosotros para tocar las puertas de la gente, para bautizarlos y para establecer reuniones en casa, debemos practicar esta comunión. Si no, resultarán divisiones. Debemos aprender a no ejercer control sobre nadie y a no tener la práctica de ser independientes. En nuestro cuerpo físico, los miembros no son independientes los unos de los otros. Igualmente, en el Cuerpo de Cristo la independencia no puede practicarse. Una vez que practiquemos la independencia, corremos el riesgo de estar separados del Cuerpo.
La comunión de los apóstoles es con el Padre y con el Hijo (1 Jn. 1:3) y es también la comunión del Espíritu (2 Co. 13:14), en la cual participaron los apóstoles y la cual ministraron a los creyentes al predicarles acerca de la vida divina (1 Jn. 1:2-3). El predicar produce la comunión, y la comunión se lleva a cabo en la vida divina. La circulación de la sangre en nuestro cuerpo físico es crucial para que sigamos viviendo. Esta circulación de sangre es la comunión de nuestra vida física. Si esta comunión se detiene, puede resultar en enfermedad o muerte. Las células de cáncer son las que están fuera de la “comunión del cuerpo físico”. Hoy día en la iglesia debemos darnos cuenta de que si queremos mantener la comunión adecuada, debemos aprender a vivir por la vida divina. Cuando vivimos por la vida divina, estamos en la circulación de la vida divina, es decir, en la comunión.
Tal vez cierto hermano tenga la carga de establecer la vida de iglesia en otra localidad. Puede ser que los hermanos responsables vengan a este hermano para decirle que necesitan más comunión. Entonces, es posible que este hermano responda: “¿Y qué tiene de malo ir a otra ciudad? ¿Por qué tienen que venir a averiguar lo que hago?” Si este hermano responde así a los hermanos responsables, está hablando por su vida natural y no por la vida divina. El necesita un cambio de actitud. Debería responder a los hermanos responsables desde su espíritu por la vida divina diciendo: “Hermanos, me alegro que ustedes deseen tener más comunión conmigo. Yo también quiero tener más comunión con ustedes y recibir su ayuda”. Cuando este hermano responde de tal manera, está hablando en el espíritu por la vida divina y conversando con los hermanos responsables en la comunión de los apóstoles. Hablar cosas y comportarnos por nuestra propia vida es salirnos de la comunión de los apóstoles. Mientras actuemos aparte del espíritu y sin la vida divina pero con nuestra vida natural, estamos fuera de la comunión de los apóstoles.
Necesitamos una visión de la enseñanza y de la comunión de los apóstoles que nos guíe, nos controle y nos limite. “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Pr. 29:18, heb.). Sin tal visión, nuestra obra podría resultar en división. Nosotros debemos estar en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión de los apóstoles. Para permanecer en la comunión de los apóstoles, debemos vivir y comportarnos en la vida divina. Todo lo que decimos y hacemos debe ser lo correcto en un espíritu correcto con la vida correcta, la cual es la vida divina y no nuestra vida humana. Puede ser que nuestra vida humana sea ética, moral y apropiada, pero sigue siendo nuestra vida natural. Si andamos en nuestra vida natural, estamos fuera de la comunión de los apóstoles. Entonces es posible que establezcamos una comunión aparte, la cual resultará en una división. A fin de mantenernos en el camino único para la meta única y permanecer en la comunión de los apóstoles, debemos vivir y comportarnos en la vida divina. Cuando vivimos y nos comportamos en la vida divina, nos mantenemos en la enseñanza y la comunión de los apóstoles, y en esta comunión tendremos un solo camino para una sola meta. Entonces guardaremos la unidad en el Cuerpo del Señor.
La comunión de los apóstoles es la comunión en la cual los creyentes disfrutan de la vida divina y por la cual tienen comunión unos con otros en el espíritu (Fil. 2:1; Hch. 2:42). En la comunión de los apóstoles se halla el disfrute de la vida divina. Esta comunión es totalmente un asunto de la vida divina en el espíritu mezclado. Necesitamos hacerlo todo en nuestro espíritu con la vida divina. Esta comunión única es la verdadera unidad del Cuerpo de Cristo, que es el único terreno para que los creyentes se mantengan uno en Cristo (Ef. 4:3-6). Quizás ustedes vayan a otra localidad y digan: “Vamos a tomar el terreno de la iglesia”. Tal vez quieran tomar el terreno de la iglesia, pero, ¿por cuál vida tomarán ustedes el terreno de la iglesia? Si ustedes toman el terreno de la iglesia por su vida natural para su propia posición, el terreno sobre el cual están es el terreno de división. El terreno de la iglesia debe ser el terreno de la unidad, y esta unidad puede guardarse sólo al estar nosotros en el espíritu con la vida divina.