
Lectura bíblica: Dt. 12:5, 8; Sal. 122:1-3, 6; 133:1-3; Ap. 21:2; 22:1-2a
El principio con Babilonia es la división y la confusión. El principio con Jerusalén es la unidad. El Antiguo Testamento revela que la intención de Dios siempre consiste en reunir a Su pueblo. Su pueblo consistía de doce tribus que vivían en diferentes lugares. Pero siempre que tenían tiempo para adorar a Dios en una manera corporativa, todos se reunían en el único lugar que Dios escogió (Dt. 12:5; Sal. 122:1-3). Ese lugar no fue escogido de acuerdo a su gusto o preferencia o concepto. Fue escogido por Dios, y reunirse allá para adorar a Dios era un asunto muy serio. Adorar a Dios en un lugar escogido por ellos mismos fue condenado por Dios (Dt. 12:8).
Dios le dijo a Su pueblo que no tenía libertad para escoger un lugar para la adoración corporativa a Dios. El lugar que Dios escogió fue Jerusalén. Todos los israelitas tenían que juntarse tres veces al año en Jerusalén para adorar a Dios (Dt. 16:16). Este era el terreno de la unidad. En el cumplimiento de este tipo, todos tenemos que venir al terreno de la unidad para la adoración pública y corporativa de Dios. No tenemos alternativa. No tenemos la posición para hacer lo que preferimos. Tenemos que tomar la elección de Dios como nuestro destino. Hemos sido destinados a tomar lo que El elija, y Su elección es la unidad, el terreno de la unidad.
Quizás nos preguntemos cuál es el cumplimiento de Jerusalén hoy día. La respuesta se encuentra en Juan 4. En este capítulo la mujer samaritana habló con el Señor acerca del lugar de adoración. Entonces el Señor Jesús le dijo que ahora el tiempo es diferente. En otras palabras, la edad cambió. Anteriormente, era la edad de la antigua dispensación, y era la edad de los tipos. En la edad de los tipos, el lugar apropiado para adorar era en Jerusalén, un lugar geográfico específico. Pero en el cumplimiento de los tipos, en la nueva dispensación, la Jerusalén de hoy es nuestro espíritu. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que el lugar apropiado para adorar no estaba en cierto monte ni en Jerusalén, sino que hoy, la adoración a Dios debe estar en nuestro espíritu (vs. 21, 24).
Nuestro espíritu es la Jerusalén de hoy. Es posible tener muchas opiniones diferentes y conceptos divisivos en nuestra mente, pero cuando nos volvemos de la mente al espíritu, inmediatamente somos uno. En la mente estamos esparcidos. En el espíritu estamos reunidos. En la mente tenemos el principio de Babilonia. Pero en el espíritu tenemos el principio de Jerusalén. Cuando ejercitamos nuestra mente, estamos confundidos. El ejercicio de la mente conduce a las disputas y a los debates y con el tiempo a la división con confusión. Cuando usted está en la mente, está en Babilonia. Debemos volvernos de la mente al espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, somos uno. Entonces no hay más división ni confusión. La Jerusalén de hoy es nuestro espíritu. Es aquí donde tenemos la habitación de Dios. Es aquí donde invocamos Su precioso nombre. El nombre del Señor y Su habitación están hoy en nuestro espíritu.
Sálgase de su mente. Cuando permanece en su mente, usted tiene todos los factores disidentes. Tiene su concepto, y alguien más tiene el suyo. Cada uno tiene su gusto y su preferencia. Todos los gustos y preferencias son diferentes. Los cristianos de hoy día están divididos por varios asuntos doctrinales. Algunos insisten en el bautismo por inmersión. A otros les gusta tener el rociamiento. Algunos insisten en la práctica del lavamiento de los pies. No debemos enfocarnos en tales doctrinas divisivas. Más bien, debemos volvernos a nuestro espíritu.
En los primeros años de mi vida cristiana, no estaba tan claro. Cuando la gente me preguntaba acerca de la inmersión o el rociamiento, yo estaba listo para decirles lo que sentía, y estaba listo para argumentar. Sin embargo, si hoy día usted viene a mí, le diré: “Hermano, olvídese de su mente. Vuélvase a su espíritu. Vuélvase a su espíritu y diga: ‘Oh Señor Jesús’ ”. Si permanecemos en la mente, eso significa que todavía permanecemos en Babilonia. La mente humana caída es la esfera misma de Babilonia.
Nunca puede ver claramente con respecto a la iglesia ejercitando su mente. Mientras más ejercita su mente para averiguar qué está equivocado y qué está correcto, menos claro verá. Las preguntas en su mente son interminables. Si me hace tales preguntas, simplemente diré que usted necesita volverse a su espíritu. Nunca podrá ver con claridad en cuanto a la iglesia cuando aún está razonando en su mente. Cuando dice: “Oh Señor Jesús”, y se vuelve al espíritu, inmediatamente está tan claro como el cristal. En el espíritu ve claramente con respecto a la iglesia.
Jerusalén, la unidad, y el terreno de la unidad, no está en su mente. Está en su espíritu. Cuando usted tenga un problema, no trate de analizarlo. Simplemente sea simple y vuélvase a su espíritu para invocar: “Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús”. Los cristianos de hoy día están demasiado en su mente, estudiando, investigando y discutiendo. Cuanto más investigan y discuten, más divisiones y confusión habrá. Babilonia es división y confusión.
Quizá pensemos que estamos correctos y que los otros están equivocados. Pero nuestros sentimientos realmente no son confiables. Nuestro sentimiento no es tan preciso. Nuestros sentimientos y sentidos fluctúan todo el tiempo. En la mañana quizá diga que algo está mal, pero en la noche tal vez diga que la misma cosa es buena. No confíe en sus sentimientos. No confíe en su entendimiento. Simplemente vuélvase al espíritu.
Quizás no sea muy feliz con ciertas cosas en la iglesia local, pero si ejercita su espíritu y dice por quince minutos: “Oh Señor Jesús, Oh Señor, Amén, Aleluya”, se sentirá contento con todas las cosas en la iglesia local. Todo lo que la iglesia local haga será maravilloso para usted. ¿Qué es la Babilonia? La Babilonia consiste en disentir en su mente. Cuanto usted disiente en su mente, está en Babilonia. ¿Qué es Jerusalén? Jerusalén es la unidad en su espíritu. Cuanto usted entra en su espíritu, realmente es uno conmigo. Si viene a argumentar conmigo, viene de Babilonia, y está haciendo todo lo posible para hacerme volver allí.
Tenemos que ver las tácticas sutiles del enemigo. No debemos analizar las cosas en nuestra mente. Más bien debemos volvernos a nuestro espíritu e invocar el nombre del Señor. Cuando estamos en nuestra mente, es tan fácil debatir acerca de cosas doctrinales. Usted tiene su opinión e interpretación, y alguien más tiene la suya. Debemos olvidarnos de esto y beber de un solo Espíritu (1 Co. 12:13). Podemos beber del Espíritu al invocar: “Oh Señor Jesús”. No debemos tener nada que ver con nuestra mente disidente. Babilonia está en nuestra mente. Cuando usted ejercita su mente, regresa a Babilonia. La Jerusalén de hoy está en nuestro espíritu. Cuando nos volvemos al espíritu, tenemos la unidad. Jerusalén siempre ha sido el lugar de la unidad.
En la Nueva Jerusalén todo es uno. El trono es uno. El fluir es uno. El río es uno. La calle es una. El árbol de la vida es uno (Ap. 22:1-2). En la Nueva Jerusalén solamente hay una calle, por lo tanto nadie se puede perder. Hay doce puertas para la ciudad santa, con tres puertas en cada dirección (21:12-13). No importa por cuál puerta entre usted, está en la misma calle. Con la misma calle, está el fluir único con el único árbol de vida. Todos estos “únicos” salen del único Dios que está sobre el único trono. En la Nueva Jerusalén hay un solo Dios con un solo trono, del cual procede un solo fluir del río de vida. En este único fluir del río de la vida, crece el único árbol de vida. También hay una calle para que el pueblo camine. Esto es un cuadro de lo que hoy debe ser la vida de la iglesia. Debemos comer, beber y andar en unidad. Bebemos del mismo río, comemos del mismo árbol de vida, y andamos sobre la misma calle. Todos estamos andando en una dirección hacia Dios.
En la Nueva Jerusalén no habrá debates acerca de hablar en lenguas, del bautismo, de los dones, de la seguridad eterna, de la gracia absoluta, de cubrirse la cabeza ni del lavamiento de pies. Todas estas cosas ni siquiera pueden ser vistas en la Nueva Jerusalén. El apóstol Juan no vio esas cosas. El vio el único río de agua de vida con el único árbol de vida que fluye desde el único trono del único Dios-Cordero.
Usted tiene que ver claramente dónde está Babilonia y donde está Jerusalén. Siempre que usted permanezca en su mente, permanece en Babilonia. Cuando se vuelve de su mente a su espíritu, se vuelve a Jerusalén. Sea simple. Hoy día en la vida de la iglesia lo que necesitamos no es el entendimiento de muchas cosas. Lo que necesitamos es la unidad en el disfrute de todas las riquezas de Cristo. En la Nueva Jerusalén no hay nada sino el fluir del agua viva con el árbol de la vida para que todos disfruten de las riquezas de Cristo. El río es bueno para beber, y el árbol de vida es bueno para comer. Esto será nuestro disfrute eterno.
Hoy día, en la vida de la iglesia no nos interesa nada más. No nos interesa el entendimiento de las enseñanzas doctrinales. Sólo nos interesa el disfrute de Cristo. Nuestro Cristo hoy día es el río de vida. Nuestro Cristo hoy día es el árbol de la vida. Hoy día, El está fluyendo dentro de mí y dentro de usted. El está fluyendo en nuestro espíritu. Siempre que nos volvemos a nuestro espíritu, no solamente somos claros como el cristal, sino que también disfrutamos las riquezas de Cristo. Día tras día estamos bebiendo. Día tras día estamos comiendo. Por medio de este disfrute de Cristo, tenemos la vida de la iglesia apropiada.
Debo advertirles que no permanezcan en su mente. Cuando ejercitan su mente, regresan a Babilonia. No están en los capítulos veintiuno y veintidós de Apocalipsis. En lugar de eso, están en los capítulos diecisiete y dieciocho; están en Babilonia. El llamado del Señor en Apocalipsis 18:4 es para salir de Babilonia . “Salid de ella, pueblo Mío”. Esto significa salir de nuestra mente. Cuando usted sale de su mente, sale de Babilonia. Cuando entra en su espíritu, está en la Nueva Jerusalén disfrutando las riquezas de Cristo.
Después de la destrucción de Babilonia en Apocalipsis 18, hay alabanzas gozosas y gritos de “Aleluyas” y “Amén” en Apocalipsis 19 (vs. 1-6). La alabanza gozosa y los gritos no son en la mente sino en el espíritu. ¿Dónde está la Babilonia de hoy? En su mente. ¿Dónde está la Jerusalén de hoy? En su espíritu. ¿Dónde está la vida de la iglesia? En su espíritu. ¿Dónde está la habitación de Dios? En su espíritu. ¿Dónde está Su nombre? En su espíritu. Hoy día, estamos disfrutando a Cristo en nuestro espíritu. En nuestro espíritu tenemos un sabor anticipado de la Nueva Jerusalén en los nuevos cielos y la nueva tierra. En nuestro espíritu no hay disensión, división, ni confusión. Lo que tenemos en nuestro espíritu es la unidad divina.