
Lectura bíblica: 2 P. 1:3-11; 2 Co. 12:9; Mt. 6:31-33; Fil. 4:19
Éste es un mensaje de entrenamiento para los hermanos y hermanas que trabajan. Cuando yo estaba buscando al Señor, inquiriendo con respecto a ustedes, sentí que si los hermanos y hermanas que trabajan han de participar adecuada y apropiadamente en la vida de iglesia, necesitan recibir el suministro de vida continuamente. Lo que ustedes necesitan no es tanto ocuparse en algo, aprender algo o llevar algunas cargas. Lo que principalmente necesitan es recibir el suministro de vida. Si en nuestra vida biológica no recibimos el debido suministro, nos resultará difícil caminar, mucho menos llevar cargas. Sucede lo mismo con nuestra vida espiritual. Lo más importante es que obtengamos el suministro de vida.
En la Biblia hay muchos pasajes que hablan de los requisitos de Dios. Por ejemplo, tenemos los requisitos de las leyes del Antiguo Testamento. Sin embargo, debido a que el hombre es incapaz de guardar las leyes por su propio esfuerzo, tenemos a Cristo quien, como gracia, es nuestro suministro en el Nuevo Testamento. Además, el primer libro de los Evangelios, el Evangelio de Mateo, no es un libro que nos habla del suministro, sino de los requisitos. Más aún, sus requisitos son más elevados que los requisitos de la ley; se trata de los requisitos del reino. Mateo 5, 6 y 7 nos muestran que los requisitos del reino superan los requisitos de la ley. Los requisitos de la ley pertenecen a la letra, mientras que los requisitos del reino pertenecen a la vida. Si una persona no tiene la vida de Dios, definitivamente no podrá guardarlos. Sería como pedirle a un perro que viva como una persona, lo cual no es posible. A fin de que un perro trabaje y viva como un hombre, debe poseer la vida de un hombre. No sólo necesita tener la vida de un hombre, sino también recibir el suministro de vida del hombre. Es por ello que después de Mateo, cuando llegamos a Juan, ya no se mencionan más requisitos, sino que más bien se nos habla del suministro. Esto nos muestra que la ley nos impone exigencias, mientras que la gracia nos imparte el suministro; el reino nos exige hacer cosas, pero la vida nos da el suministro necesario. El Señor vino para ser este suministro de vida a fin de que podamos cumplir los requisitos del reino, llevar la vida del reino, ser el pueblo del reino y cumplir el propósito eterno de Dios en la tierra.
La Biblia nos presenta muy ampliamente estos dos asuntos de los requisitos y el suministro. No hay duda de que Dios desea que cumplamos ciertos requisitos, pero Él no espera que los cumplamos por nuestro propio esfuerzo. En primer lugar, Él nos hace exigencias a fin de mostrarnos que nosotros no podemos cumplirlas. Entonces Él entra en nosotros como nuestra vida a fin de darnos el suministro para que podamos cumplir Sus requisitos y llevar a cabo Su propósito eterno. Éste es un principio inviolable en la Biblia. Con respecto a nuestra situación externa, la vida de iglesia nos impone exigencias, pues nos exige pagar un precio; no obstante, en realidad estamos disfrutando, y recibimos a Cristo como nuestro suministro.
Además de los cuatro Evangelios y el libro de Hechos, los otros veintidós libros del Nuevo Testamento nos hablan acerca del suministro que disfrutamos en la vida de iglesia, el cual nos hace capaz de cumplir los requisitos de Dios. Lo que disfrutamos es a Cristo mismo; y este Cristo es la corporificación del Dios Triuno. Todas las riquezas y la plenitud del Dios Triuno moran en Cristo. Hoy en día este Cristo es el Espíritu vivificante que está en nosotros para ser nuestra vida a fin de abastecernos. Es sólo por medio de esta vida que podemos llevar a cabo nuestra comisión delante de Dios a fin de cumplir los requisitos de Dios.
Hay un pasaje de la Palabra en 2 Pedro 1 que es el más apropiado para la necesidad de los que disfrutan al Señor en la vida de iglesia hoy. Dice que el divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Además, a fin de que podamos disfrutar de esta vida y manifestar esta piedad, Él también nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas. No sólo nos da la vida y la piedad interiormente, sino que también nos ha concedido exteriormente un Nuevo Testamento. En este testamento tenemos a Dios y también las preciosas y grandísimas promesas. Estas promesas nos dicen que aunque los requisitos de nuestro Dios son muy elevados, Él quiere cumplirlos cabalmente en nosotros tanto interior como exteriormente. Por lo tanto, no tenemos que llevar una pesada carga ni estar preocupados por llevar la vida de iglesia. Lo único que tenemos que hacer es disfrutar al Señor de una manera sencilla. Entonces, independientemente de cómo nos dirija el Señor interiormente, simplemente lo haremos. Simplemente disfrutamos y laboramos sin ningún esfuerzo, sin llevar pesadas cargas y sin tener ninguna preocupación. El suministro de Dios siempre acompaña los requisitos de Dios. Si Dios nos impone un requisito, Él también nos dará el suministro. Éste es un principio inviolable y es lo que la Biblia enseña claramente.
Todos los que están aquí reunidos son santos que tienen un empleo. Cuando yo era joven, también tenía mi trabajo. Puesto que provenía de una familia pobre, tuve que trabajar desde que era adolescente. Después, fui salvo y, debido a que el Señor me llamó y me atrajo, me sentía muy contento de ser cristiano. Siempre que leía la Biblia, oraba o predicaba el evangelio, lo disfrutaba muchísimo. Pero a veces leía algunas palabras en la Biblia que me hacían sentir triste. Por ejemplo, la Biblia dice: “Sed santos, porque Yo soy santo” (1 P. 1:16). Asimismo dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:48). En otro pasaje dice: “El que no lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo” (Lc. 14:27). Así que pensaba en mi corazón: “¿Cómo puedo ser santo? ¿Cómo puedo ser perfecto como mi Padre celestial? Además, que me pidan llevar la cruz para seguir al Señor me parece una tarea imposible. Sin embargo, no puedo simplemente olvidarme de ello e ignorarlo; no fui yo quien decidió ser cristiano”. Por esta razón, me sentía muy triste y preocupado.
Mi vida cristiana fue así año tras año. Cada vez más descubría que no era bueno. Si todavía tenemos alguna esperanza en nosotros mismos, eso prueba que todavía nos consideramos buenos. Finalmente, llegué al punto donde sentía que me conocía cabalmente y me di cuenta de que no tenía ninguna esperanza. No podía ser santo, no podía seguir al Señor, no podía vencer, no podía ser espiritual ni podía ser perfecto como Dios es perfecto. No podía lograrlo de ninguna manera.
Fue en ese momento que la luz de la Biblia me alumbró para que viera que Dios nunca dijo que somos buenos. Al contrario, estamos corrompidos hasta la médula. Es imposible que seamos santos y perfectos. Cuando me convencí de esto, entonces vino el suministro de vida. Vi que debido a que no era bueno, necesitaba a Jesús como mi vida. Después de esto, cuando leía la Biblia, la situación era diferente. Lo que anteriormente habían sido requisitos en la Biblia cambió en mi lectura y vinieron a ser palabras llenas de suministro. Recuerdo que en una ocasión hace unos treinta años, cuando trabajaba en Manila, estaba leyendo 2 Pedro 1, y mis ojos fueron abiertos para ver que el divino poder de Dios ya nos concedió todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. La vida y la piedad incluyen la santificación, la perfección, la espiritualidad, la vida vencedora y todos los requisitos de la Biblia. Por lo tanto, no tenemos que preocuparnos, pues todas estas cosas ya nos han sido concedidas.
Sé que muchos hermanos y hermanas, después que encuentran un trabajo, experimentan presión de parte de su jefe, rivalidades de parte de sus compañeros de trabajo y la envidia de los que son más emprendedores. Definitivamente no es una situación sencilla. Además de eso, después de casarse, tendrán una esposa y poco después tendrán hijos. Esto ciertamente les causa más problemas. Aunque ciertamente hallamos disfrute en estas cosas, ellas no vienen libres de problemas. ¿Qué haremos? Esto es como el himno que cantamos esta noche, que dice:
Eres Tú mi vida, Vives en mí ya, Y la plenitud de Dios me infundirás; Trae Tu santa esencia Santificación, Y me da victoria Tu resurrección.
La última estrofa dice:
Todo esfuerzo vano Tengo que parar, Siendo liberado Yo te dejo obrar.
(Himnos, #359)
Esto es exactamente lo mismo que la Biblia nos muestra. El divino poder de Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. El suficiente suministro de vida suplirá todas nuestras necesidades. Por lo tanto, no tenemos que preocuparnos; sólo tenemos que valernos del suministro de Dios por la fe.
Al comienzo de 2 Pedro 1 leemos que Dios nos ha asignado una fe igualmente preciosa. Por medio de esta fe, todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad llegarán a ser una realidad para nosotros, y seremos conducidos a dicha realidad. La naturaleza divina también ha llegado a ser el elemento de nuestra vida y experiencia cristianas. De este modo, la santidad y la perfección no son asuntos difíciles para nosotros; e incluso vencer y ser espirituales son muy fáciles. Esto es como viajar en un jet 747 de Taipéi a Los Ángeles. Llego allí después de volar por catorce horas. En realidad, no soy yo quien vuelo; simplemente disfruto. De manera semejante, lo que libró a Noé y a los ocho miembros de su familia de la destrucción del diluvio no fue Noé, sino el arca. El arca los libró del juicio del diluvio; no obstante, todos ellos estaban dentro del arca disfrutando lo que Dios había preparado.
Hoy nuestra vida cristiana es así. Todo en Cristo es un disfrute. Si no estamos en Cristo, el hecho de ser personas que trabajan es una pesada carga. El matrimonio y la crianza de los hijos igualmente son cargas. ¡Cuánto sufrimiento nos causa! Por lo tanto, no debemos olvidarnos de que al comienzo de 2 Pedro 1 se nos dice que el divino poder de Dios ya nos concedió todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Dios está en nosotros como nuestra vida y también nos imparte Su suministro día tras día.
Lo triste es que aunque tenemos a Cristo como nuestro jet 747, muchas veces no subimos a este avión. Tenemos a Cristo como el arca, pero muchas veces no entramos en ella, y en vez de ello tratamos de valernos de nuestros esfuerzos y maquinaciones; sin embargo, el resultado es que hacemos que nos sobrevengan más cargas y dificultades. Entonces, ¿cómo nos subimos al jet 747 espiritual? ¿Cómo entramos en el arca? Mientras contactemos a Cristo, no importa dónde estemos ni qué hora sea, porque Él nos pertenece. En 1 Corintios 10:4 leemos que los israelitas del Antiguo Testamento tenían una roca que los seguía, la cual era Cristo. Hoy en día Cristo es la verdadera roca que nos sigue. Podemos contactarlo a Él en cualquier momento. Podemos invocarlo desde lo profundo de nuestro corazón en cualquier momento, diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!”. Aunque invocar parece tan sencillo, con todo, es algo tremendo, pues podemos ser librados. Simplemente al invocar, disfrutamos al Señor interiormente como vida, y externamente podemos manifestar la piedad. Cuando lo invocamos sin cesar de esta manera, aunque no lo vemos con nuestros ojos, en nuestro espíritu podemos contactarlo y disfrutar de nuestra unión orgánica con Él. Es de este modo que Él llega a ser nuestro contenido y nuestro suministro.
Tenemos que comprender que todos nuestros problemas se deben a que nuestra unión con el Señor se ha interrumpido. Si la electricidad se va durante el día, las lámparas, el sonido y el aire acondicionado dejan de funcionar, y no podemos hacer nada. Pero mientras la electricidad está conectada, todos estos aparatos están disponibles. Éste es un buen ejemplo. A veces podemos equivocarnos y no entender claramente cuál es la dirección del Señor. Éste es el resultado de que nuestra comunión con el Señor se haya interrumpido y de que hayamos perdido el gozo y la paz internos. He tenido muchas experiencias humanas y también muchas dificultades. Por ejemplo, tengo muchos hijos y también muchos nietos. Todos ellos son cargas. De manera que sólo tengo una alternativa: contactar al Señor e invocarlo. En cuanto lo invoco, inmediatamente empiezo a disfrutar y me siento contento y tranquilo.
El divino poder de nuestro Dios ya nos concedió todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 P. 1:3). Esta acción de conceder es viviente; es como si nos fuera transmitida una corriente eléctrica. Fue por este divino poder que Dios nos llamó. Fuimos atraídos a Él como si hubiésemos sido atrapados con una caña de pescar. Esto es lo que significa que el Señor nos haya llamado por Su propia gloria y virtud. De ahora en adelante, somos como un pez que ha caído en el anzuelo y que ha quedado atrapado; ya no podemos escapar. Es así como Dios nos llamó. Fue la gloria y virtud de Dios la que nos atrapó. Además, mediante esta gloria y virtud, Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas (v. 4). La palabra virtud en el idioma original significa “excelencia” y denota la energía de vida que nos capacita para vencer todo obstáculo y para exhibir en nuestro vivir todos los atributos excelentes. Cuando oímos el evangelio, fuimos iluminados e invocamos al Señor Jesús, hubo algo que nos atrajo y nos hizo sentir que el Señor era bueno, glorioso y excelente. Ésta es la virtud del Señor que llega a ser nuestro llamamiento, por medio de la cual Él nos ha concedido muchas promesas.
Podríamos decir que todas las palabras del Nuevo Testamento son promesas. He escogido dos de los pasajes más obvios. Primero, en el aspecto espiritual, Pablo dijo en 2 Corintios 12 que él tenía un aguijón en su carne que le causaba sufrimiento. Él oró tres veces para que el Señor se lo quitara, pero el Señor le dijo: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (vs. 7-9). Esto nos muestra que la gracia y el poder del Señor eran suficientes para sustentar y abastecer a Pablo y permitirlo superar estos sufrimientos y dificultades. Por consiguiente, Pablo dijo que prefería gloriarse en sus debilidades, para que el poder de Cristo extendiera tabernáculo sobre él. El significado original de la palabra tabernáculo aquí es fijar una tienda o habitación sobre algo. Esto describe cómo el poder de Cristo, que es Cristo mismo, habita sobre nosotros como una tienda extendida sobre nuestro ser, cubriéndonos con su sombra en nuestras debilidades.
Cada vez que nos sintamos agobiados, debemos escuchar la voz del Señor que nos dice: “Bástate Mi gracia. Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Si nos consideramos fuertes, entonces no podremos disfrutar el poder del Señor. Por consiguiente, nuestra debilidad es preciosa, pues es debido a ella que el poder del Señor obtiene una base para manifestarse, y entonces podemos disfrutar de Su poder. ¡Qué promesa más grande!
En cuanto a las cosas materiales, el Señor dijo en Mateo 6: “No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? Porque los gentiles buscan con afán todas estas cosas. Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (vs. 31-33). Anteriormente, yo siempre le oraba al Señor en cuanto a mis necesidades diarias. Pero poco a poco fui entendiendo la revelación del Señor. En realidad, no necesito orar por todas estas cosas, pues Él sabe que tenemos necesidad de todas ellas; y Él cuidará de nosotros mientras busquemos primeramente Su reino y Su justicia. Su reino es la iglesia y Su justicia es Cristo.
En tanto que busquemos primeramente Su reino y Su justicia, Él nos añadirá todo lo que necesitemos. Él no sólo nos dará el reino y la justicia, sino que también nos añadirá todo lo que necesitemos en nuestro vivir, como son todas aquellas cosas que necesitamos para comer, beber y vestirnos. Hasta ahora no he visto a nadie que siga al Señor y se muera de hambre o de frío. Sólo he visto que los que aman al Señor y le experimentan se visten bien y tienen suficiente alimento. Por consiguiente, no necesitamos preocuparnos por nuestro vivir, porque esto está totalmente en Sus manos. Debemos cumplir nuestros deberes y trabajar diligentemente, experimentando interiormente al Señor como el poder que nos cubre con su sombra. Al mismo tiempo, debemos creer que Él se ocupará de todas nuestras circunstancias externas, necesidades diarias y provisión económica.
Por consiguiente, en la manera en que usamos nuestro tiempo, debemos también organizar ciertas cosas. Ustedes trabajan cinco días y medio. Todos los días, además de trabajar, comer y descansar, hay al menos dos horas que pueden ser usadas, más medio día del sábado y todo el día del Señor. Estos tiempos pueden ser usados para servir al Señor, para predicar el evangelio visitando a las personas, para cuidar de los santos o para asistir a las reuniones de hogar, las reuniones de grupo o las reuniones de distritos. Incluso si hay algunos que, debido a las cargas familiares, necesitan tener dos trabajos, estoy convencido de que no importa cuán ocupados estén durante la semana, pueden apartar al menos medio día para asistir a una reunión. Todo ello depende de nuestro sentir y de nuestra manera de ver las cosas.
La obra creadora de Dios se rige por una serie de leyes. Si una persona únicamente trabaja, sin tener el descanso adecuado, pronto llegará al punto de no poder seguir adelante. El hombre también tiene necesidad del entretenimiento. Según mi experiencia humana, el mejor y más noble entretenimiento es la vida de iglesia. La vida de iglesia no sólo les proporciona a las personas gozo y satisfacción, sino que además eleva la norma de moralidad de los seres humanos. Aunque muchos entretenimientos mundanos nos proporcionan placer, al mismo tiempo hacen que suframos pérdida, o incluso que seamos contaminados al degradarse nuestra moralidad. Sólo la vida de iglesia nos hace personas bendecidas. Ella es provechosa para nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestro espíritu. Si en toda nuestra vida no participamos de la vida de iglesia, ni amamos al Señor, ni le servimos, entonces no sólo seremos afectados nosotros mismos, nuestra familia y nuestros hijos, sino que la pérdida que sufriremos será mucho más de lo que imaginamos.
Dios ya nos concedió preciosas y grandísimas promesas para que escapemos de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Luego, por medio de estas promesas, podremos participar de la naturaleza de Dios y disfrutar de la esencia de Dios, que es amor. Mientras recibamos estas promesas de Dios, Él podrá ayudarnos a escapar de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia y a practicar la vida de iglesia en paz, disfrutando a Cristo y estando contentos y gozosos.
Queridos hermanos y hermanas, quisiera darles a todos ustedes una exhortación amorosa. Ustedes deben tener la actitud de estar contentos teniendo vestido y comida, y cumplir con su deber de practicar la vida de iglesia y de disfrutar a Cristo conforme a lo que han aprendido y experimentado. Todas las demás cosas están en Su mano; no necesitamos planear cómo obtenerlas. Debido a que las personas del mundo no tienen al Señor ni Sus promesas, ellas tienen que planear y preocuparse por todo. Pero nosotros tenemos un Padre en el cielo que piensa en nosotros y es responsable por lo que nos concierne. Lo único que tenemos que hacer es vivir en Sus promesas y cumplir nuestro deber, disfrutando de manera tranquila y estable Su presencia y Su esencia divina. ¡Qué bendición más grande es ésta!
En 2 Pedro 1 se nos dice a continuación que debemos cooperar con Dios y laborar diligentemente con Dios. Él ya nos asignó una fe igualmente preciosa. Por lo tanto, nosotros debemos avanzar a partir de allí y hacer crecer esta fe, y desarrollar en nuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; y en el afecto fraternal, el amor de Dios.
Cuando disfrutemos a Dios de esta manera, estas cosas estarán en nosotros y abundarán, y no nos dejarán ociosos ni sin fruto. El Señor en Juan 15 dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (v. 5). La función de los pámpanos es dar fruto. Por lo tanto, únicamente debemos ejercitar la fe que nos ha sido asignada para que las virtudes de la vida divina puedan ser desarrolladas paso a paso hasta alcanzar la madurez y producir el fruto que glorifica a Dios. Esto hará firme nuestra vocación y elección. Finalmente, nos será suministrada una rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo para que recibamos el galardón del reino, el disfrute de Su reinado y el gozo de estar con Él en el reino. Éstas son las preciosas promesas que hemos recibido del Señor y también la clase de vida que debemos llevar en virtud del divino poder de Dios.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Taipéi el 16 de abril de 1988).