
En este mensaje dedicaremos nuestra atención a la definición de la verdad. Todos reconocemos que la verdad es lo contrario de la falsedad. Muchos también piensan que la verdad denota ciertos principios verdaderos y confiables, tal como el principio que dice que la honestidad es la mejor política. Después de hablar recientemente sobre el tema de la verdad, se me acercó un hombre muy instruido para decirme que la verdad se refiere a ciertos principios. Él citó Juan 3:16 como un ejemplo de un principio arraigado. Este entendimiento de la verdad es mundano, es un concepto completamente natural que difiere del entendimiento de la verdad presentada en la Biblia. Si hemos de conocer el significado de la verdad en la Biblia, debemos sumergirnos en las profundidades de la Palabra.
En Juan 8:12 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo”, y en 14:6 dijo: “Yo soy [...] la realidad”. Juan 17:17 nos dice que la Palabra también es la verdad. Conforme a la Biblia, el Señor es la luz, la verdad y la Palabra. La Palabra, que también es la verdad, ilumina, porque hay luz en la Palabra. Por lo tanto, la Palabra, la luz y la verdad se refieren a lo mismo.
Juan 1:14 dice: “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de realidad” y el versículo 17 dice: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. Cuando creemos en el Señor Jesús, recibimos la gracia y la realidad, la verdad. Juan en su primera epístola nos dice que Dios es amor y que Dios es luz (1 Jn. 4:16; 1:5). Cuando Dios viene a nosotros, recibimos la gracia; pero cuando nosotros vamos a Dios, Él es amor. La gracia es el amor expresado y hecho real para nosotros. El amor es la fuente, y la gracia es la expresión. Asimismo, la verdad es la expresión de la luz, la luz hecha real para nosotros. La luz es la fuente y la verdad es la expresión. La expresión de la luz es el resplandor de la luz. Cuando la luz está oculta de nosotros, es simplemente la luz, pero cuando resplandece sobre nosotros, se convierte en la verdad.
Muchos cristianos creen que la palabra verdad tal como aparece en la Biblia denota doctrina. Pero si intercambiáramos la palabra verdad en el Evangelio de Juan por doctrina, sonaría bastante absurdo. Veamos algunos ejemplos. “La Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de doctrina”. “La gracia y la doctrina vinieron por medio de Jesucristo”. “Yo soy el camino, y la doctrina, y la vida”. “Conoceréis la doctrina, y la doctrina os hará libres”. “Santifícalos en la doctrina; Tu palabra es doctrina”. “Cuando venga el Espíritu de doctrina”. ¡Cuán absurdo! En la Biblia la verdad no denota doctrina. La verdad primeramente significa el resplandor de la luz, la expresión de la luz. En otras palabras, la verdad es la luz expresada. Dios nunca viene a nosotros sin resplandecer sobre nosotros. Cuando Dios viene a nosotros como luz y resplandece, de inmediato percibimos la verdad, la realidad.
La televisión es un buen ejemplo de esto. Supongamos que hay un desfile en Washington, D. C. Sin la televisión, usted no podría obtener una visión del desfile mientras está en la costa oeste. Aunque podría leer sobre el desfile al siguiente día en los periódicos, el artículo del periódico no podría hacer el desfile real para usted. Muchos cristianos hoy usan la Biblia de manera semejante a un periódico, pero no tienen la visión de lo que está escrito en la Biblia.
Por ejemplo, los pastores de la Iglesia Luterana en China creían firmemente en la justificación por la fe, y adiestraban a otros a predicar y enseñar esta doctrina. Sin embargo, algunos de estos mismos pastores no habían sido justificados por la fe y, en consecuencia, no eran salvos. Uno de ellos era un hombre llamado Ai. Aunque él contendía por la verdad de la justificación por la fe, era un traficante de opio. Él tenía la doctrina de la justificación por la fe, es decir, tenía “el artículo del periódico” con respecto a ella, mas no tenía la realidad. Nunca había sido justificado por la fe como resultado de creer en la sangre redentora del Señor. Un día este pastor escuchó a la señorita Monsen, una misionera noruega, hablar sobre la regeneración. La señorita Monsen no simplemente predicaba la doctrina de la regeneración, sino la realidad de la regeneración. Después de su mensaje, ella saludó al pastor Ai a la salida y le preguntó si había sido regenerado. Él le respondió airado que sí. Entonces la señorita Monsen le dijo que por el tono de su voz y por la expresión de su rostro, ella sabía que él no había sido verdaderamente regenerado. El pastor Ai se sintió insultado de que ella hubiera dicho esto delante de los miembros de su congregación. Así que esa noche, lleno de odio hacia esta misionera noruega, planeó matarla. Mientras preparaba sus planes malignos, el Espíritu Santo le dijo: “¡Mira cuán maligno eres!”. El Espíritu Santo obró en él, y él se arrepintió con lágrimas, hasta rodó por el suelo mientras se confesaba ante el Señor. Esa noche el pastor Ai no obtuvo la regeneración como un simple artículo del periódico, sino que recibió una visión de la regeneración por medio de la televisión celestial. La visión le fue “televisada”, y él fue regenerado. A la mañana siguiente él se sintió muy contento y alabó al Señor. Más tarde en la reunión se puso en pie para dar un testimonio de su experiencia. Por medio de ese testimonio, dado por un pastor que había sido traficante de opio, cientos de estudiantes se convirtieron al Señor.
Esta experiencia del pastor Ai nos permite entender qué es la verdad. Muchos predicadores dan mensajes que no son más que informes como los que leemos en el periódico. Dichos mensajes no transmiten la visión celestial. Pero ¡damos gracias al Señor por el hablar que nos televisa una visión! La visión que es televisada a nuestro ser es la verdad, la realidad. En el Nuevo Testamento la palabra verdad denota esta clase de televisión celestial. La verdad no es meramente un informe, ni simplemente palabras escritas en la Biblia; antes bien, la verdad es una visión celestial y espiritual que es televisada a nuestro ser. Todos debemos aprender a distinguir entre el hablar que simplemente nos comunica cierta información, y el hablar que nos televisa una visión. La mayoría de los sermones que se predican en las así llamadas iglesias de hoy, son como las noticias que leemos en el periódico. Debido a que muchos predicadores usan la Biblia como si fuera un periódico, imparten muy poca visión celestial.
Cada visión es una realidad. Supongamos que una reunión de la iglesia en Anaheim es televisada a Taipéi. Los santos que viven en Taipéi no recibirían simplemente las noticias de esta reunión, sino que verían una visión de lo que está ocurriendo en nuestra reunión. En la economía de Dios hay muchas visiones. Por ejemplo, cuando Cristo murió en la cruz, Él derramó Su sangre por nosotros. Si esto es simplemente una doctrina para nosotros, no podremos ser salvos. Pero tan pronto como la realidad de la muerte de Cristo es televisada a nuestro ser y vemos esto como una visión, somos salvos. De niño a mí me enseñaron que Cristo murió en la cruz por mis pecados y que Él derramó Su sangre por mí. Esto no era más que una doctrina para mí hasta que cumplí diecinueve años; fue entonces que la visión celestial de la muerte de Cristo me fue televisada. En ese momento pude ver a Cristo muriendo en la cruz por mí, derramando Su sangre por mis pecados. Cuando vi esto, lloré delante del Señor, lo adoré y le di gracias. Aquella experiencia fue la visión, la verdad. Todos hemos tenido experiencias como éstas.
Tomemos por ejemplo a Cristo como nuestra santidad. Quizás usted haya escuchado muchos mensajes acerca de la santidad, pero en lo que a usted se refiere, estos mensajes son sólo informes noticieros. Por consiguiente, usted tiene el conocimiento de la santidad, mas no la visión de la santidad. Sin embargo, un día, quizás durante su tiempo de vigilia matutina, usted recibe la visión de que Cristo es santidad para usted, y la visión de la santidad es televisada en su espíritu. Debido a que todos necesitamos recibir la visión celestial, en Efesios 1 Pablo oró pidiendo que nosotros pudiéramos tener un espíritu de sabiduría y de revelación. En realidad, tal espíritu es simplemente la visión televisada a nuestro ser por el Espíritu.
La diferencia entre un periódico y la televisión es que el periódico no tiene luz, sino sólo letras impresas, mientras que la televisión requiere luz y electricidad. Por medio de la luz y la electricidad, la visión nos puede ser televisada.
Ahora podemos entender que, en la Biblia, la verdad se refiere al resplandor de la luz. La Biblia contiene muchas doctrinas; sin embargo, cuando la luz procedente del Padre que está en los cielos resplandece sobre las palabras de la Biblia, de inmediato estas palabras se convierten en verdad para nosotros. Así que, primero tenemos la doctrina en letras impresas, pero luego la luz celestial resplandece sobre las palabras de la Biblia para mostrarnos la verdad. Muchos leen aquellos versículos que dicen que Cristo murió por los pecadores, como si simplemente estuvieran leyendo un artículo periodístico; no reciben más que una doctrina acerca de la muerte de Cristo. Pero cuando, por la misericordia de Dios, la luz les resplandece en estos versículos, ellos ven la verdad acerca de la muerte de Cristo y son salvos. Así que, anteriormente tenían la doctrina, pero ahora tienen la visión y la realidad.
La realidad implica el hecho de percibir lo que es real. Es por medio de la visión celestial que captamos esta realidad de las cosas espirituales. Por esta razón, podemos comparar la verdad contenida en la Biblia a la televisión de hoy.
En la Biblia se encuentran muchísimos hechos. Sin embargo, no es suficiente leer solamente acerca de estos hechos. Al leer, uno recibe la doctrina, recibe información o se entera de algo. Además de ello, es necesario que la luz celestial resplandezca sobre los hechos. Cuando la luz resplandece, la doctrina de inmediato se convierte en la verdad. De este modo, uno capta aquello que es verdadero, la realidad. Por lo tanto, para conocer la verdad, primero necesitamos los hechos y, en segundo lugar, la luz que televisa la visión de dichos hechos a nuestro ser.
Según la Biblia, el Espíritu es llamado el Espíritu de verdad, el Espíritu de realidad (Jn. 14:17). El Espíritu de realidad es la electricidad celestial mediante la cual las cosas espirituales son televisadas a nuestro ser. La Biblia también dice que la Palabra es verdad (17:17). Todos los hechos espirituales se hallan en la Palabra y son transmitidos por ella. Cristo es nuestra santidad, Cristo murió por nuestros pecados, Cristo es nuestra vida, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, Cristo es la Cabeza de la iglesia: todos éstos son hechos hallados en la Biblia. No obstante, sin la iluminación que recibimos de la electricidad divina, estos hechos no son más que simples doctrinas. Pero cuando el Espíritu brilla sobre estos hechos escritos que nos son transmitidos por la Biblia, éstos se convierten en la verdad, la realidad.
Cristo, Su Persona, Su obra redentora y todos Sus logros, todos éstos son hechos contenidos en la Palabra y transmitidos por ella. El Espíritu continuamente busca la oportunidad para resplandecer sobre la Palabra. Cuando Él resplandece, nosotros recibimos la verdad. Así pues, para conocer la verdad, tenemos los hechos, la Palabra y el Espíritu. La encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión son hechos consumados. El Cristo maravilloso, quien es Dios y hombre, es ahora el Espíritu vivificante. Éstos son hechos consumados, y ni siquiera Satanás puede negarlos. No sólo tenemos los hechos, sino también la Palabra que nos transmite estos hechos. Además, tenemos al Espíritu. Si recibimos la Palabra y no al Espíritu, no obtendremos la visión, lo cual significa que no obtendremos la verdad, porque la verdad viene a nosotros solamente cuando el Espíritu resplandece. Si leemos la Palabra sin experimentar el resplandor del Espíritu, cuando mucho obtendremos doctrinas o “informes noticieros”, pero no obtendremos la verdad, la realidad ni la visión. Damos gracias al Señor porque el Espíritu que resplandece siempre mora en nosotros. Cuando abrimos nuestro ser a Él, la luz resplandece. A medida que la luz resplandece sobre la Palabra, hay ciertas cosas que despiertan nuestra atención y dejan en nosotros una profunda impresión. Tales cosas son la verdad, la visión transmitida por la televisión celestial.
En el último mensaje hice notar que el fundamento de la vida fue puesto sólidamente entre nosotros. Este fundamento es inconmovible. Sin embargo, hemos estado escasos de la luz de la verdad. En términos doctrinales, todos hemos tenido conocimiento acerca de la autoridad de Cristo como Cabeza, la jerarquía, el terreno de la iglesia y la constitución intrínseca de la iglesia; pero esto principalmente fue algo semejante a cuando leemos un artículo periodístico, es decir, no fue una visión televisada. Por lo tanto, cuando se estableció sólidamente cierta jerarquía y ésta empezó a asumir su poder maligno en algunos lugares, casi nadie se percató de ello. Si hubiésemos estado bajo la visión televisada en lo que se refiere a la jerarquía y la autoridad de Cristo como Cabeza, inmediatamente alguien hubiera hablado en contra de esto, diciendo que tal jerarquía es un insulto para la autoridad de Cristo. Pero debido a que no teníamos esta visión, no hubo ninguna práctica de la verdad. En lugar de resplandecer la luz, hubo densas tinieblas.
Por la misericordia del Señor, hemos tenido el fundamento de la vida, pero no hemos recibido de manera adecuada el resplandor de la luz. Esto permitió que alguien dijera que había sido comisionado para administrar todas las iglesias. Pero dicho administrador era más bien como un papa, y en el recobro del Señor no tenemos tal cosa. En los años que lleva el recobro del Señor en este país, siempre he sido muy cauteloso respecto al ejercicio de la autoridad. Conforme a la verdad, cada iglesia local tiene su propia jurisdicción y administración. Ninguna iglesia ni ninguna persona pueden administrar los asuntos de todas las iglesias. No obstante, alguien que carece de la verdad afirmó ser el administrador de todas las iglesias. El hecho de que tantos recibieran estas palabras indica que no conocían la verdad o que no la practicaban.
No debemos aceptar nada que sea contrario a la verdad, no importa quién lo diga. Incluso si el apóstol Pablo dijera algo diferente de la verdad hallada en el Nuevo Testamento, deberíamos rehusarnos a aceptar tales palabras. En lugar de ello, deberíamos decir: “Pablo, cuando escribiste las Epístolas, estabas bien con Dios. Pero ahora que estás hablando algo diferente, tú eres como aquel Pedro a quien el Señor Jesús reprendió en Mateo 16”. No debemos permitir que nadie, ni siquiera al apóstol Pablo, nos engañe. Debido a la falta del resplandor de la luz, se ha hecho cada vez más manifiesta la socavación del ministerio y también el intento por cambiar la naturaleza del recobro del Señor. Si mientras esto sucedía un hermano se hubiera levantado en defensa de la verdad, habría sido un héroe en cuanto a la práctica de la verdad. De ahora en adelante, cada iglesia que está en el recobro del Señor debe ser columna y fundamento de la verdad. Además, cada iglesia debe ser una estación de policía, y cada santo debe ser un policía activo que ejerce su función, conociendo la verdad y poniéndola en práctica.
Supongamos que un hermano que ha sido usado grandemente por el Señor en Su recobro se pusiera en pie en una reunión y les exigiera a los santos que lo adoren. De inmediato, cualquier hermano, hasta una hermana adolescente, debería pedirle que se calle, diciendo: “No podemos recibir el hablar de este hombre perverso porque está haciéndose un ídolo y nos está pidiendo que lo adoremos. En el pasado, él fue de mucha ayuda para el recobro del Señor, pero ahora su hablar es el hablar de Satanás. Yo amo al Señor, amo el recobro y amo a este hermano, pero estoy bajo el resplandor de la luz celestial y he recibido la verdad de que no debemos adorar a nadie, incluso a quien nos haya brindado más ayuda. Hacer semejante cosa no es conforme a la verdad, sino conforme a la falsedad de Satanás”.
La iglesia en el recobro del Señor debe estar llena de vida y ser fuerte en cuanto a la verdad. La iglesia como columna está compuesta de todos nosotros. Por lo tanto, incluso las hermanas jóvenes deben conocer la verdad. Es por ello que animo a todos, sobre todo a los jóvenes, a que profundicen en la Palabra. Todos los hechos divinos se hallan en la Palabra y nos son transmitidos por medio de la Palabra. Cuando el Espíritu resplandece sobre la Palabra, nosotros recibimos la televisión celestial. La luz resplandece sobre los hechos de la Palabra, y de ese modo conocemos la verdad. Por lo tanto, debemos estar siempre listos para levantarnos y practicar la verdad. De ahora en adelante, toda la iglesia debe armarse de la verdad. Si todos estamos recibiendo la televisión celestial con respecto a asuntos tales como la constitución intrínseca de la iglesia, la autoridad de Cristo como Cabeza, y la jerarquía, la iglesia será fuerte. No sólo será una casa de vida, sino también una columna de la verdad.
En 1 Timoteo 3:15 el apóstol Pablo dice que la iglesia no es solamente la columna de la verdad, sino también el fundamento de la misma. Una columna, la cual es un soporte firme, requiere un fundamento sólido. La palabra griega traducida “fundamento” en este versículo realmente significa “baluarte”, una estructura fortificada que sostiene la columna. La iglesia como columna de la verdad debe tener también un fundamento sólido, un firme baluarte. Un baluarte provee protección y defensa, especialmente en tiempos de guerra. La iglesia debe ser sólida en la verdad al grado en que sea un baluarte de la verdad en tiempos de guerra. Dicho baluarte debe ser macizo, de tal forma que nada, ni siquiera las “bombas” del enemigo, puedan sacudirla. La columna descansa sobre tal baluarte. A fin de ser columna y fundamento de la verdad, todos nosotros debemos ser inconmovibles, firmes, tener la debida claridad y ser ricos en la verdad. Cada iglesia local debe ser un macizo baluarte y una columna alta. En cada localidad la columna debe ser edificada cada vez más alta para que testifique de la verdad a todo el universo.
Aunque el apóstol Juan estaba completamente a favor de la vida y del Espíritu, en sus últimas dos epístolas no recalcó la vida ni el Espíritu; en vez de ello, recalcó la verdad. En 2 Juan 1 él habla de amar con veracidad y de conocer la verdad. En el versículo siguiente, él dice: “A causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros”. Si ustedes comparan estos versículos con Juan 14:16 y 17, verán que la verdad es el Espíritu. Juan 14:16 y 17 dicen que el Espíritu de verdad estará en nosotros y que Él permanecerá con nosotros para siempre. Luego en 2 Juan 2 dice que la verdad permanece en nosotros y estará para siempre con nosotros. Por lo tanto, la verdad es, de hecho, el Espíritu. Es por eso que 1 Juan 5:6 dice: “El Espíritu es la realidad”.
Necesitamos tanto al Espíritu como la Biblia. Sin la Biblia, el Espíritu no puede ser la verdad. Necesitamos sumergirnos en la Palabra a fin de que obtengamos no simplemente al Espíritu, sino al Espíritu de verdad. Finalmente, este Espíritu de verdad será la verdad misma.
En 3 Juan 4 el apóstol Juan dice: “No tengo yo mayor gozo que éste, el oír que mis hijos andan en la verdad”. Sin embargo, en Romanos 8 Pablo nos dice que andemos conforme al Espíritu. De hecho, andar en la verdad y andar conforme al Espíritu denotan lo mismo. Cuando andamos conforme al Espíritu, andamos en la verdad; y cuando andamos en la verdad, andamos conforme al Espíritu. Nunca debemos intentar separar al Espíritu de la verdad, ya que ambos son uno solo.
Debemos recordar que aparte de la Biblia, el Espíritu únicamente puede ser el Espíritu. Es sólo cuando el Espíritu es uno con la Biblia que puede ser el Espíritu de verdad. ¡Cuánto le agradecemos al Señor que en Su economía nos haya dado el Espíritu y la Palabra! Estos dos juntos constituyen el Espíritu de verdad que nos libera y nos santifica.