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Mensajes del libro «Mensajes de la verdad»
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CAPÍTULO CINCO

LA VERDAD NOS SANTIFICA POR CAUSA DE LA UNIDAD

  La verdad ocupa un lugar prominente en el Evangelio de Juan. El Evangelio de Juan no es solamente un libro acerca de la vida, sino también un libro que nos habla de la verdad. Juan 1:14 dice: “En Él estaba la vida”, y el versículo 14 dice: “La Palabra se hizo carne [...] llena de gracia y de realidad”. Además, Juan 1:17 dice: “La gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. En Juan 14:6 el Señor Jesús declara que Él mismo es la verdad. Además, este Evangelio revela que el Espíritu compuesto, el cual “aún no había” (7:39) antes que el Señor fuese crucificado y resucitado, era el Espíritu de realidad (14:17). Con respecto a la palabra del Padre, el Señor Jesús dice: “Tu palabra es verdad” (17:17). Por consiguiente, el Señor Jesús es la verdad, el Espíritu es el Espíritu de realidad, o sea, de verdad, y la palabra del Padre es verdad.

LAS DOS FUNCIONES DE LA VERDAD

  El Evangelio de Juan revela que la verdad cumple dos funciones. La primera de ellas es que nos libera. Juan 8:32 dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Luego, en Juan 17:17 el Señor Jesús oró, diciendo: “Santifícalos en la verdad”. Por consiguiente, según el Evangelio de Juan, las funciones de la verdad son liberarnos y santificarnos.

  Juan 17 indica que la verdad, la santificación y la unidad están relacionadas entre sí. Aquí tenemos la palabra del Padre, la cual es la verdad que nos santifica. Por consiguiente, el versículo 17 asocia la verdad con la santificación, puesto que la santificación proviene de la verdad. Cuando la verdad opera en nosotros, el resultado de ello es la santificación. Esta santificación obtenida a través de la verdad tiene por objetivo la unidad. Los versículos del 17 al 23 del capítulo 17 abarcan la verdad, la santificación y la unidad. La verdad nos santifica, y la santificación da por resultado la unidad.

LA VERDAD ES LA REALIDAD DEL DIOS TRIUNO

  La verdad que nos santifica por causa de la unidad incluye al Señor Jesús, al Espíritu de realidad y la palabra del Padre. Por lo tanto, todos los tres del Dios Triuno están relacionados con la verdad. El Señor Jesús, el Hijo, es la verdad; el Espíritu es el Espíritu de verdad; y la palabra del Padre es verdad. En el Nuevo Testamento, en especial en el Evangelio de Juan, la verdad no denota la doctrina; más bien, se refiere a la realidad del Dios Triuno. Probablemente ya sabíamos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están relacionados con la vida, pero es posible que nunca hayamos visto que los tres del Dios Triuno también están relacionados con la verdad.

  Ya dijimos que la palabra del Padre es verdad. Puesto que la palabra del Padre es Su expresión y puesto que Su palabra es verdad, la verdad es, por tanto, la expresión del Padre.

  Toda la Biblia es la palabra de Dios. Debe impresionarnos profundamente el hecho de que la Biblia no es simplemente un libro, sino la palabra que expresa a Dios. Cada vez que acudamos a la Biblia, debemos percatarnos de que estamos acudiendo a la expresión de Dios, a Dios mismo expresado. Cada vez que yo acudo a la Palabra, tengo la profunda sensación de que estoy acudiendo a Dios mismo, no a un Dios escondido ni a un Dios oculto, sino al Dios que se expresa y manifiesta. Por medio de la Biblia, yo puedo encontrarme con Dios, hablarle a Él y escucharlo. Todos debemos tener esta profunda convicción cada vez que acudamos a la Biblia.

  Cristo, el Hijo, también es la verdad. Esto es más bien fácil de entender porque la palabra del Padre es el Hijo, quien es la expresión de Dios. Muchos maestros del cristianismo han dicho acertadamente que la Biblia es la Palabra escrita y que el Hijo es la Palabra viva. Yo estoy de acuerdo con esto. La Biblia es la palabra que está fuera de nosotros, y el Hijo es la palabra que está dentro de nosotros. No obstante, estas dos, la palabra externa y la palabra interna, son una sola.

  Podemos tener la realidad de todo esto gracias a Dios el Espíritu. Ya señalamos que en el Evangelio de Juan el Espíritu es el Espíritu de verdad. El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo se hace real para nosotros en el Espíritu de realidad. El Espíritu es el Hijo hecho real para nosotros como corporificación del Padre. Por consiguiente, el Espíritu es la realidad. El Espíritu también es la palabra. Juan 6:63 dice que la palabra es espíritu, y Efesios 6:17 dice que el Espíritu es la palabra. ¡Aleluya, pues fuera de nosotros tenemos la Palabra y dentro de nosotros tenemos al Espíritu!

  Cada vez que acudimos a la Palabra manteniendo abiertos nuestro corazón y nuestro espíritu, de inmediato tocamos la Palabra y al Espíritu como la verdad. Puedo testificar que cada vez que abro mi corazón y mi espíritu al acudir a la Biblia, me encuentro con Dios. Por medio de esta acción, toco simultáneamente la Palabra y el Espíritu, esto es, toco al mismo tiempo la Palabra escrita y la Palabra viva. Deberíamos acudir a la Palabra dos o tres veces al día. Es más bien difícil acudir al Señor en el Espíritu aparte de la Palabra. Aunque ciertamente podemos hacerlo, definitivamente necesitamos la Palabra. ¡Qué maravilloso instrumento es la Palabra para contactar al Señor! Cuando nos sentimos desilusionados o deprimidos y nos sentimos vacíos interiormente, podemos abrir nuestro ser y acudir a la Palabra. Después de leer la Palabra por unos minutos, percibimos que algo en nuestro interior se levanta y disfrutamos la presencia del Señor. Es así como experimentamos la verdad, la realidad. Éste es el Dios Triuno que en Su Palabra se imparte a nuestro ser, y esto es la verdad.

  El Padre está corporificado en el Hijo, el Hijo se hace real a nosotros como Espíritu, y el Espíritu es uno con la Palabra. Por ello, cuando tocamos la Palabra, tocamos también al Espíritu. Entonces algo se infunde en nuestro ser. Todo lo que se infunde en nosotros de esta manera es la verdad. Aunque esto incluye la adquisición de cierto conocimiento bíblico, hay algo viviente dentro de este conocimiento. Éste es el Dios Triuno que se hace real a nosotros y se nos transfunde por medio de la Palabra. Esto no es simplemente la Palabra; es la Palabra que está mezclada con el Dios Triuno y saturada de Él y que se infunde en nuestro ser. Ésta es la verdad que nos libera y nos santifica.

SANTIFICADOS POR LA VERDAD

  No podemos santificarnos a nosotros mismos. Cuanto más nos esforzamos por santificarnos, más nos enredamos con cosas que son comunes. Pero cuando la Palabra mezclada con la esencia del Dios Triuno se imparte a nuestro ser como verdad, esta verdad nos santifica. Todos hemos tenido esta experiencia. Al entrar en contacto con la Palabra escrita que está mezclada con la Palabra viviente, algo se transfunde a nuestro ser y opera en nosotros durante el día.

  Supongamos que los jóvenes tienen contacto con la Palabra y el Espíritu durante su vigilia matutina y luego se van a la escuela. Durante el día en la escuela, esta palabra de verdad operará en ellos para apartarlos y hacerlos personas diferentes de sus compañeros de clase en la manera en que se conducen, en sus acciones, en sus obras, en sus pensamientos y en sus sentimientos. Algo operará dentro de ellos para santificarlos, para hacerlos santos.

  Al ingerir de este modo la Palabra, adquirimos la clara convicción de que algo del Señor se ha forjado en nuestro ser. Esto no es mero conocimiento bíblico ni cosas relacionadas con el Señor, sino la realidad del Dios Triuno que constantemente vive, se mueve y opera en nosotros separándonos de todo lo demás. Esto nos hace diferentes de las personas del mundo. Al ver las caras de los jóvenes yo me doy cuenta de que han recibido la gracia de la presencia del Señor. ¡Qué bendición es esto! Cada mañana podemos acudir a la Palabra viviente y permitir que la realidad divina se infunda en nuestro ser. De este modo, el Dios Triuno se transfunde a nuestro ser.

  Esta transfusión del elemento de Dios nos libera de cosas negativas tales como nuestro mal genio, nuestros celos, nuestro odio y nuestro orgullo. Nos libera de todo lo que es falso. Ésta es una verdadera liberación, es una verdadera libertad. A medida que somos liberados, también somos santificados, somos apartados para Dios mismo y hechos santos delante de Él, no solamente con respecto a nuestra posición, sino también en nuestra manera de ser. Llegamos a ser uno con Dios debido a que Su propia esencia se forja constantemente en nuestro ser. Esto es lo que significa ser santificados por la Palabra de verdad.

ACUDIR DIARIAMENTE A LA PALABRA

  Es menester que nuestra práctica diaria sea acudir a la Palabra de esta manera. Esto es como respirar; no es algo que hacemos una vez para siempre, sino que debe ser una práctica continua. Tenemos que ser santificados continuamente, cada minuto del día. Éste es el motivo por el cual tenemos que acudir a la Palabra cada mañana y, si es posible, en otros momentos también. Cuando la Palabra se mezcla con el Espíritu viviente en nuestro espíritu, somos santificados con la esencia misma de Dios.

  En todos estos años que he estado en este país, mi carga no ha sido enseñarles lo que deben hacer o evitar hacer. No confío en las enseñanzas porque, conforme a mi experiencia, no son muy eficaces. Nuestra necesidad más crucial es que el Dios Triuno se infunda en nuestro ser por medio de la Palabra. Mediante esta infusión somos santificados y transformados. Ingerir la Palabra de este modo no es una práctica religiosa ni una ordenanza religiosa; más bien, es experimentar al Dios Triuno viviente —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, quien se forja en nuestro ser mediante la Palabra viva. Al entrar en contacto con la Palabra, Dios mismo se añade a nosotros día a día. Como resultado de ello, somos empapados de Dios y hechos uno con Él.

LA SANTIFICACIÓN REDUNDA EN UNIDAD AL ACABAR CON LOS FACTORES QUE CAUSAN DIVISIÓN

  La santificación lograda por medio de la palabra de la verdad da por resultado la unidad. La palabra santificadora, el Espíritu santificador, la vida santificadora y el Dios santificador son todos uno solo. Por lo tanto, si somos santificados, no podremos evitar ser uno. Seremos uno espontáneamente porque todos los factores de división habrán sido erradicados.

La mundanalidad

  El primero de estos factores es la mundanalidad. Siempre y cuando usted ame alguna sección del mundo, esa parte llegará a ser una causa de división, porque lo separará de los hermanos y hermanas. Cualquiera que sea mundano no participará en la unidad. La mundanalidad es semejante a un lobo.

La ambición

  Otra causa de la división es la ambición. La ambición es como un topo que opera debajo de la tierra de manera escondida para causar daño. La ambición nos socava por dentro. Todos tenemos que reconocer que tenemos ambición. Entonces, ¿qué puede matar nuestra ambición? Reprender a las personas no sirve de mucho. De hecho, cuanto más usted reprende a alguien, más despierta su ambición. Sin embargo, yo puedo testificar por experiencia que cada vez que tenemos contacto con el Señor por medio de Su palabra y le permitimos que se infunda a Sí mismo en nosotros, esta verdad que ha sido impartida en nuestro ser aniquila nuestra ambición. No existe otra manera de desarraigar la ambición de nuestro ser. Día a día, la verdad que nos santifica aniquila el elemento de ambición presente en nosotros. Los gérmenes de la ambición están en nuestra sangre, y es necesario que la verdad santificadora opere como un “antibiótico” para exterminarlos. Si nuestra ambición no es exterminada, no podremos experimentar la unidad genuina.

  Doy gracias al Señor porque los hermanos somos uno, no porque tengamos el mismo temperamento ni porque nos hayamos puesto de acuerdo; antes bien, somos uno porque nuestra ambición está siendo exterminada. El “topo” escondido de la ambición necesita ser exterminado por la palabra que santifica. Si deseamos experimentar la unidad genuina en la vida de iglesia, necesitamos que la verdad santificadora acabe con nuestra ambición.

  En Juan 17:17-23 vemos que la santificación redunda en la unidad genuina porque esta santificación nos guarda en el Dios Triuno. El versículo 21 dice: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. A fin de ser uno necesitamos estar en el “Nosotros”, es decir, en el Dios Triuno. La única manera de estar en el Dios Triuno es que la verdad santificadora elimine todos los factores que causan división. Al ser guardados en el Dios Triuno, somos uno. Pero cada vez que nos encontramos fuera del Dios Triuno, inmediatamente nos dividimos.

La autoexaltación

  Una tercera causa de división es la autoexaltación, la cual por lo general acompaña a la ambición. Sin embargo, algunas personas son ambiciosas, pero no parecen exaltarse a sí mismas. Otras, en cambio, son ambiciosas, y las consume el deseo de tener la preeminencia y ser exaltadas. Esta exaltación de sí mismas es como una serpiente; causa división entre los santos. Por lo tanto, a fin de guardar la unidad genuina, debemos aprender a no exaltarnos a nosotros mismos.

  Si usted es un anciano o un hermano responsable, no debe jactarse de ello. No diga que usted es alguien importante. Es mejor ser nada. Recientemente oí que cierto grupo cristiano tiene un eslogan que dice que en su grupo ellos hacen que todo el mundo llegue a ser alguien importante. La iglesia, en cambio, hace que todos lleguen a ser nada. Si usted desea ser algo, no debe venir a la iglesia, pues éste no es el lugar indicado. En lugar de ello, debe ir a aquel grupo que pretende hacer que todos lleguen a ser importantes. En el recobro del Señor todos somos reducidos a nada. Pero ¡alabado sea el Señor porque estamos dispuestos a ser nada y a exaltar a Cristo, quien tiene la preeminencia universal! Cristo es el único que es importante. Nosotros somos nada, pues al ser nada, somos verdaderamente uno.

  En los meses pasados, les dije a los ancianos al menos unas cuantas veces que me gusta ser despreciado, atacado, criticado y difamado. No me agrada publicar libros con la intención de hacerme famoso; ni siquiera me interesa ahora imprimir más artículos refutando las falsas acusaciones hechas en contra nuestra. Algunos me han sugerido que publique un libro refutando ese libro difamatorio llamado The God-Men. Pero cuando le presenté este asunto al Señor, el Señor me dijo: “No hagas nada. Deja que se opongan a ti. Tú simplemente lleva una vida crucificada. La victoria no consiste en una fama aparente, sino en llevar una vida crucificada. Deja que otros te difamen, critiquen y persigan. Basta con que Yo esté contigo y con que tú lleves una vida crucificada”. Aquí, al llevar una vida crucificada, la autoexaltación es derribada. ¡Aleluya, pues en la economía de Dios la preeminencia le pertenece sólo a Cristo! Al Padre le agrada darle a Él el primer lugar en todas las cosas (Col. 1:18).

  Doy gracias al Señor porque la gran mayoría de los santos están dispuestos a ser un don nadie a fin de poder tener la unidad genuina. En los pasados cincuenta años, hemos afrontado oposición y rebeliones. Sin embargo, la mayoría de los santos en el recobro del Señor ha sido fiel. Sólo un pequeño porcentaje de santos ha causado problemas. Sin embargo, incluso los problemas que ellos han causado nos han ayudado. ¡Cuánto agradecemos al Señor por la verdad santificadora que vence la mundanalidad, la ambición y la autoexaltación!

Las opiniones y conceptos

  El cuarto factor de la división consiste en las opiniones y conceptos. Las opiniones son como un escorpión. No debemos aferrarnos a nuestras propias opiniones, sino simplemente seguir la meta del Señor, a saber: recobrar al Cristo que es nuestra vida y nuestro todo con miras a lograr la edificación de la iglesia. Los que han estado conmigo a través de los años pueden testificar que yo no insisto en nada que no sea Cristo como vida y como el todo para nosotros por causa de la iglesia. Todos debemos estar a favor de esto, no a favor de nuestras opiniones y conceptos en cuanto a otras cosas.

  Los cuatro factores que causan división —la mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y las opiniones— pueden ser eliminados solamente mediante la verdad santificadora. ¿Creen ustedes que si tienen contacto con el Señor cada mañana, tocan la Palabra viva y tienen la realidad divina infundida en su ser, aun así podrán causar división? No lo creo. Al contactar al Señor de esta manera, vencemos los factores de división. Lo que les comparto aquí no es simplemente una simple enseñanza, sino que corresponde a mi propia experiencia.

  Cuando los factores de división presentes en nosotros son exterminados por la verdad santificadora, somos conducidos a la unidad genuina, puesto que la santificación nos guarda en el Dios Triuno. Sólo estando en el Dios Triuno podremos tener la unidad genuina. Los cristianos de hoy están divididos a causa de la mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y las diferentes opiniones y conceptos. Es imposible que sean uno los cristianos mundanos y ambiciosos, aquellos que se exaltan a sí mismos y están llenos de opiniones. Por el contrario, el recobro del Señor se basa en la unidad genuina, la cual podemos tener únicamente al ser santificados por la palabra de verdad. Esto se revela claramente en el Evangelio de Juan. Cuando la mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y las opiniones son exterminadas por la palabra santificadora de la verdad, somos guardados en el Dios Triuno y podemos tener la unidad genuina.

MANTENER LA UNIDAD GENUINA

  El hecho de que al Señor le interesa que Su pueblo tenga la unidad genuina se ve en el pasaje de Mateo 18:15-17, donde se trata un asunto negativo. Conforme a estos versículos, si un hermano peca, debemos reprenderlo; pero si no nos oye a nosotros, debemos tomar con nosotros uno o dos testigos. Si aun así rehúsa oírnos, debemos presentarle el problema a la iglesia. Entonces, si él se niega oír a la iglesia, debe ser tenido por gentil y recaudador de impuestos. El hecho de que la iglesia lo considere un gentil y recaudador de impuestos significa que él está fuera de la comunión de la iglesia. Los que son rebeldes o desobedientes a la iglesia tienen que ser considerados por la iglesia como personas que están fuera de la comunión. Esto es necesario a fin de mantener la unidad genuina entre el pueblo de Dios.

FIJARNOS EN LOS QUE CAUSAN DIVISIONES

  Romanos 16:17 dice: “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Recientemente ha habido algunos entre nosotros que han causado divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que hemos aprendido. Debemos fijarnos en tales personas. Siempre que las veamos causando división, debemos apartarnos de ellas. Aunque esto no es agradable, es necesario para conservar la salud del Cuerpo. A fin de que el Cuerpo esté saludable, debe ser protegido de todos los factores que causan división.

  Algunos de los que han causado división han dicho que si nos apartamos de ellos, no somos la iglesia ni tenemos la unidad. Ellos han venido socavando el recobro del Señor y causando divisiones; sin embargo, esperan que la iglesia los incluya. No obstante, nosotros debemos ser osados y declarar que no podemos tolerar la división. No podemos permitir que los que causan división continúen en la comunión de la iglesia. No debemos pensar que la iglesia deba incluir a los que causan división. Es cierto que la iglesia incluye a todos los creyentes, pero no a los que causan división.

  Después que Pablo habla de los que causan divisiones y tropiezos, dice: “Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (16:18). La palabra griega traducida “vientre” es un derivado de la palabra que significa “vacío”. Se refiere al estómago o bien a toda la cavidad abdominal. Los que causan divisiones tienen un vacío, una cavidad, en su interior, que no ha sido llenada. Así que ellos, en su codicia y ambición, desean llenar este vacío. Tales personas no sirven al Señor ni tampoco les importa el recobro del Señor. En lugar de ello, lo único que les importa es llenar el vacío que tienen en su interior. A ellos no les importan los santos, ni las iglesias, ni el recobro ni el testimonio del Señor. Nosotros, en cambio, somos esclavos del Señor y estamos aquí únicamente por causa del recobro del Señor. Sin embargo, recientemente ha habido algunos entre nosotros que no mostraron ninguna preocupación por el recobro ni por las iglesias, sino únicamente por llenar su propio ser interior.

  Romanos 16:18 dice que los que sirven a sus propios vientres, y no al Señor Jesucristo, engañan los corazones de los ingenuos con suaves palabras y lisonjas. En estos días muchos hermanos ingenuos han sido engañados por lisonjas y promesas.

DESECHAR A LOS SECTARIOS

  Tito 3:10 y 11 es otro pasaje de la Palabra que trata con los que causan divisiones. Según el griego, el versículo 10 dice: “Al hombre que cause disensiones, después de una y otra amonestación deséchalo”. Un hombre que causa disensiones es alguien que causa divisiones. Tales personas deben ser rechazadas después de una y otra amonestación. Desechar aquí significa “evitar, rechazar”.

  El versículo 11 dice: “Sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio”. Esto indica que la conciencia de los que causan disensiones no está completamente insensible. Al contrario, su conciencia los culpa de haber obrado mal, de haber obrado contra Dios. En lo profundo de su ser, ellos saben que son divisivos. Por esta razón, son condenados por su propio juicio.

  Romanos 16 y Tito 3 coinciden exactamente con la situación actual. Debido a que no podemos tolerar la división, debemos fijarnos en los que causan divisiones y desechar a los que causan disensiones.

  En 1 Corintios 5 vemos cómo es echado fuera un hermano pecaminoso. La iglesia sencillamente no puede tolerar a un hermano pecaminoso como el que se describe en este capítulo.

  Estos cuatro pasajes de la Palabra confirman el hecho de que la iglesia debe mantener su posición santificada. La iglesia no puede tolerar nada que pueda causar división o contaminación. ¡Cuánto le agradecemos al Señor por la palabra santificadora, el Espíritu santificador, el Dios santificador y la verdad santificadora! La palabra de verdad está continuamente combatiendo los factores de división presentes en nosotros. La mundanalidad, la ambición, la autoexaltación y las opiniones y conceptos están siendo exterminados a fin de que podamos mantener la unidad genuina. Espero que todos veamos esto, nos ejercitemos en oración en cuanto a ello, lo experimentemos y lo practiquemos.

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