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Mensajes del libro «Mensajes de la verdad»
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CAPÍTULO NUEVE

SER UNO EN EL DIOS TRIUNO Y EN SU EXPRESIÓN

  En Juan 17 el Señor Jesús oró pidiendo que nosotros fuésemos uno en el Dios Triuno. Este concepto es muy profundo, y va más allá de nuestro entendimiento. En el versículo 23 el Señor dijo: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. Estas palabras escapan también nuestra comprensión. Sin embargo, si estudiamos el tipo del tabernáculo en Éxodo 26, podremos captar más fácilmente el significado de la oración del Señor por la unidad en Juan 17.

UN CUADRO DE NUESTRA UNIDAD EN EL DIOS TRIUNO

  Casi todas las realidades espirituales que se encuentran en el Nuevo Testamento son abstractas. Sin embargo, en el Antiguo Testamento podemos encontrar tipos o cuadros para la mayoría de estas realidades. En Éxodo 26 vemos un cuadro de la unidad que existe en el Dios Triuno. Las tablas erguidas del tabernáculo formaban una estructura corporativa. El Arca que estaba dentro del tabernáculo era un solo objeto, pero el tabernáculo era una entidad corporativa. El Arca tipifica a Cristo. Sin embargo, los mismos materiales que se usaban para hacer el Arca también se usaban para hacer las tablas erguidas del tabernáculo. Tanto el Arca como las tablas estaban hechas de madera de acacia revestida de oro. Había un total de cuarenta y ocho tablas. Cuando estas tablas eran puestas juntas, formaban la morada de Dios. Sin duda alguna, la morada de Dios es una entidad corporativa. Por lo tanto, cuando contemplamos el tabernáculo con las cuarenta y ocho tablas erguidas vemos un cuadro de la verdadera unidad. A fin de ser una sola entidad, esto es, la morada de Dios, las cuarenta y ocho tablas tenían que ser unidas. Ellas eran uno, no en virtud de la madera de acacia, sino en virtud del oro que revestía la madera.

  El Arca es un tipo de Cristo con Sus dos naturalezas: la naturaleza humana tipificada por la madera de acacia y la naturaleza divina representada por el oro. Ya hicimos notar que estos mismos materiales también se usaban para hacer las tablas a fin de que fuese edificada la morada de Dios. Si el oro le hubiese sido quitado a las tablas erguidas y sólo la madera de acacia hubiera quedado, de inmediato las tablas se habrían desplomado. Aun si ellas no se hubiesen desplomado y hubiesen permanecido juntas lado a lado, no podrían haber constituido una sola entidad; más bien, serían cuarenta y ocho tablas separadas. Su unidad no radicaba en la madera de acacia, sino en el oro. Esto nos muestra claramente el hecho de que nuestra unidad no se basa en la naturaleza humana, sino en la naturaleza divina, en el Dios Triuno. Si fuésemos despojados de la naturaleza divina, de inmediato nos separaríamos unos de otros. Aunque siguiéramos amándonos unos a otros e incluso nos abrazáramos, no seríamos uno. La unidad de las tablas erguidas del tabernáculo, o sea, la unidad que se basa en el oro, es un símbolo de nuestra unidad en el Dios Triuno.

SER UNO EN LA GLORIA DE DIOS

  El oro no simplemente hacía posible la unidad de las tablas, sino que además era su gloria. Al ser recubiertas de oro, las tablas tenían la gloria del oro, pues el resplandor del oro era su gloria, su expresión. Cualquiera que entrara en el tabernáculo podía percibir por todos lados el resplandor del oro. Por lo tanto, la unidad de las cuarenta y ocho tablas no radicaba únicamente en el oro, el cual representa a Dios mismo, sino también en el resplandor del oro, el cual representa la gloria de Dios. Conforme a este mismo principio, nuestra unidad hoy es la unidad que se halla en el Dios Triuno y en Su gloria, Su resplandor.

LA MADERA Y EL ORO

  Todos hemos sido salvos, lavados en la preciosa sangre del Señor, perdonados de nuestros pecados, reconciliados con Dios y regenerados con la vida de Dios por el Espíritu. Esto significa que somos cristianos genuinos. Permítanme ahora hacerles esta pregunta: como alguien que posee tanto la naturaleza humana como la naturaleza divina, ¿es usted madera que tiene oro por dentro, o madera que está revestida de oro? En otras palabras, con respecto a usted, ¿el oro está dentro de la madera o la madera dentro del oro? Si usted simplemente tiene oro dentro de la madera, estará acabado en lo que a la unidad se refiere. Ahora bien, si dice que usted es madera que está dentro del oro, le haría otra pregunta: ¿qué ven los demás cuando tienen contacto con usted? ¿Ven la madera o el oro? Y si otros ven el oro que lo reviste, ¿qué tanto oro ven? ¿Qué tanto ha sido usted revestido de oro? Es cierto que somos tablas de madera que están revestidas de oro, pero ¿cuánto oro hay sobre nosotros? Ésta es una pregunta muy crucial.

NECESITAMOS TENER UNA ESPESA CAPA DE ORO

  Cada una de las tablas del tabernáculo medía diez codos de altura y un codo y medio de ancho; en otras palabras, medían unos cuatro metros y medio de largo por sesenta y nueve centímetros de ancho. Definitivamente se requería una gran cantidad de oro para recubrir una tabla de ese tamaño. Si la capa de oro hubiese sido demasiado delgada, no habría podido soportar el peso de la tabla. Preparar las tablas de madera no era demasiado difícil, pero recubrir estas tablas tan grandes era una tarea bastante difícil. Aun cuando todos nosotros somos las tablas, es posible que estemos revestidos de una capa finísima de oro. Es cierto que ya estamos en el Dios Triuno, pero probablemente no hayamos entrado profundamente en Él. En lugar de estar revestidos de oro, quizás apenas nos envuelva una finísima capa de oro, como en el caso de Babilonia la Grande mencionada en Apocalipsis 17. Si las tablas erguidas hubiesen estado apenas envueltas en una capa muy delgada de oro, no habría habido oro suficiente para los anillos que habían de soportar todo el peso de las tablas. A fin de que las cuarenta y ocho pesadas tablas se pudieran mantener juntas y unidas, todas ellas tenían que ser recubiertas con una espesa capa de oro.

  Aunque el oro es glorioso y resplandeciente, es un material más bien blando. De igual manera, el Dios que une también es un poco “blando”. Si sólo tenemos un poco de Él, no tendremos la cantidad de oro suficiente que la unidad requiere. Nuestra experiencia lo demuestra. Supongamos que usted contacta al Señor temprano en la mañana y obtiene un poco de oro. Pero a la hora del desayuno cuando usted ve la expresión de desagrado en el rostro de su cónyuge, inmediatamente se ofende. La capa delgada de oro que lo cubría parece haber desaparecido. Sin embargo, si usted ha sido revestido de una gruesa capa de oro, no se ofenderá, por desagradable que sea la situación que tenga que afrontar. Nada podrá hacerle daño a esta espesa capa de oro. Aunque usted haya obtenido cierta cantidad de oro, es posible que dicha cantidad no sea suficiente para guardarlo en la unidad genuina.

NO PODEMOS SER UNO EN VIRTUD DE NUESTRA HUMANIDAD

  Ya dijimos que conforme a la tipología de las tablas erguidas del tabernáculo, nuestra unidad no estriba en la madera, sino en el oro. Años atrás, pensaba que si yo era humilde, amable, suave, gentil y manso, fácilmente podía ser uno con los demás. Pero con el tiempo aprendí que cuanto más humilde, amable, suave, gentil y manso era, más difícil era para mí ser uno con otros creyentes. La razón es que los que poseen estas características son también muy cuidadosos y hábiles para encontrar defectos en los demás, por lo cual suelen condenarlos. Pero los que son burdos y toscos no se molestan casi con los errores de los demás. Cada vez que estoy con personas que son muy cuidadosas, me siento observado, acusado y condenado. Sin embargo, esto no significa que por ello tengamos que volvernos personas toscas, puesto que tanto la mansedumbre como la tosquedad causan dificultades.

  Yo antes pensaba que si el esposo como la esposa fueran mansos, llevarían una vida matrimonial feliz. Pero he aprendido por experiencia que no es así. Al parecer no importa si ambos son mansos o ambos son toscos, o si uno es manso y el otro es tosco. Toda pareja de casados tiene problemas. Muchas personas casadas comparan su matrimonio con el de otros. Esto muestra que en cierto modo se sienten insatisfechos con su matrimonio. Cuando yo hice este tipo de comparación en el pasado, descubrí que las demás personas casadas no se sentían más satisfechas que yo. Lo que quiero decirles es que en nuestra humanidad es imposible ser uno. En lugar de unidad, experimentamos fricción. El cuadro de las tablas en Éxodo 26 claramente nos muestra que la unidad de las tablas radicaba totalmente en el oro. Y este oro debe ser lo suficientemente grueso, espeso y fuerte para sostener una pesada tabla y mantenerla unida a las demás. ¡Cuán importante es que tengamos una buena capa de oro! Necesitamos tener suficiente oro para que sostenga el peso de la tabla.

CREER LO QUE PALABRA DE DIOS DICE ACERCA DE LA UNIDAD GENUINA

  No es fácil conseguir la suficiente cantidad de oro como para recubrir una tabla de madera de acacia de cuatro metros y medio de largo por sesenta y nueve centímetros de ancho. Hablando humanamente, esto es imposible. Asimismo, parece imposible que los santos sean verdaderamente uno; no obstante, el hecho de que el tabernáculo fue edificado en el desierto indica que, aunque esto es imposible para el hombre, para Dios ciertamente es posible. Las experiencias que he tenido en la vida de iglesia a lo largo de los años me han causado mucha desilusión y desánimo. El ánimo que poseo hoy no proviene de mis experiencias, sino de la Palabra. Nada de lo que está escrito en la Palabra de Dios es vano; tarde o temprano, todo lo que está escrito en la Palabra de Dios será cumplido por Él. Nada es imposible para Dios. Por consiguiente, debemos creer lo que la Palabra dice acerca de la unidad genuina. Creo firmemente que ha llegado el momento en que Dios verá la verdadera unidad entre nosotros en Su recobro.

  Mi carga en este mensaje es mostrarles que la unidad genuina no proviene en absoluto de nuestra humanidad. No piensen que por el hecho de ser humildes o mansos, ustedes pueden ser uno con los demás. Indistintamente de si somos mansos o toscos, rápidos o lentos en nuestro proceder, orgullosos o humildes, cultos o incultos, a todos se nos dificulta tener la verdadera unidad. En nosotros mismos y por nosotros mismos y mediante nosotros mismos simplemente no podemos ser uno con los demás. De hecho, muchas veces no somos uno ni siquiera con nosotros mismos. Así pues, debo recalcar que la unidad depende del oro, no de la madera de acacia. Esto significa que la unidad en la iglesia no depende de nuestra humanidad, sino enteramente del Dios Triuno. En el pasado me preguntaba por qué el Señor, cuando oró por la unidad, nunca mencionó virtudes tales como la humildad, la mansedumbre y la bondad. En lugar de ello, habló principalmente de estar en el Dios Triuno. El concepto presentado en los versículos del 21 al 23 indica que la unidad se halla en el Dios Triuno. Esto revela que en nuestra humanidad no podemos experimentar la unidad, ya que ésta se experimenta únicamente en el Dios Triuno.

SOMOS PERFECCIONADOS EN UNIDAD AL OBTENER MÁS ORO

  En ningún otro pasaje de la Biblia se nos revela el Dios Triuno de una manera tan práctica como en el capítulo 17 de Juan. Los diferentes pronombres usados —Yo, Nosotros, Tú— indican que el Dios Triuno está relacionado con la unidad de los creyentes. Es en el Dios Triuno que somos perfeccionados en unidad. Ser perfeccionados implica obtener más oro. Sólo después que las tablas fueron debidamente recubiertas de oro, fueron perfeccionadas en unidad. Esto muestra que ser perfeccionados en unidad significa obtener más de Dios. Sin duda alguna, las enseñanzas acerca de la unidad por sí solas no pueden hacernos uno.

  La unidad no es un asunto superficial. Para poder experimentarla, tenemos que sumergirnos profundamente en el Dios Triuno hasta ser plenamente revestidos de oro. Todos necesitamos obtener muchísimo más de Dios. No es suficiente poseer una delgada capa de Él. Si realmente somos iluminados con respecto a nuestra necesidad de ser revestidos de oro, nos arrepentiremos y diremos: “Señor, me arrepiento de estar cubierto de una capa tan delgada de oro. Aún no he sido debidamente revestido de oro. Lo que he experimentado de Ti no es más que una delgada capa de oro; ésta sólo sirve para que otros me admiren, pero no es suficiente para experimentar la verdadera unidad, para unirme a los demás creyentes. Cada vez que surge un pequeño problema, mi delgada capa de oro no basta para sostenerme y, como resultado, la unidad sufre daño. Señor, por causa de la unidad, revísteme de la cantidad de oro que necesito”.

  Cuanto más seamos revestidos de oro, más unidad tendremos. Nada puede dañar la unidad que proviene de ser revestidos de una generosa cantidad de oro. Cuanto más Dios poseemos, más se fortalece nuestra unidad.

DIOS REVISTE DE SÍ MISMO A SU PUEBLO RECOBRADO

  Recientemente, algunos de entre nosotros cayeron en disensión, pese a que afirmaban haber visto el terreno de la unidad y estar en pro del recobro del Señor. Debido a que no habían sido suficientemente revestidos de oro, infligieron daño a la unidad. Lo mismo puede suceder en el futuro a cualquiera que no esté plenamente revestido de oro. El hecho de no poseer la debida cantidad de Dios puede crear serios problemas en cuanto a la unidad. El recobro del Señor no es un movimiento. No buscamos atraer a un gran número de personas. En el recobro nos preocupa principalmente tener el verdadero peso de oro. La pregunta más crucial que debemos hacernos es: ¿cuánto de Dios hemos obtenido? El recobro del Señor consiste en que Dios reviste de Sí mismo a Su pueblo recobrado.

  Siempre que veo a algunos caer en disensiones, siento lástima por ellos. Al mismo tiempo me doy cuenta de que en dicha situación uno es probado, puesto al descubierto y purificado. Esto pone a prueba lo que verdaderamente es real, nos muestra en realidad cuánto oro poseemos. Todos necesitamos obtener más oro. No es suficiente tener un buen corazón, conocer la verdad y mostrar un verdadero interés por el recobro del Señor. Todo depende de cuánto oro tengamos. Si no tenemos suficiente oro, cualquiera de nosotros puede caer en disensión. Esto debe ser una advertencia para todos nosotros. Repito una vez más que la unidad genuina es posible únicamente estando en el Dios Triuno.

LA MEJOR PORCIÓN DE DIOS

  Debemos ahora decir algo acerca de los anillos de oro. Aun después de que las tablas fueron recubiertas de una espesa capa de oro, no podían mantenerse juntas sin los anillos, los cuales eran llamados los sostenedores. El oro que recubre es el oro común, pero los anillos de oro son la porción superior del oro. Esto nos muestra que necesitamos tener la mejor porción de Dios. A fin de experimentar la unidad de manera práctica necesitamos esta porción especial de Él. A fin de que hubiera unidad entre las tablas del tabernáculo, era imprescindible que cada tabla tuviera esta porción. Los anillos que estaban hechos de esta porción de oro eran los que sostenían las barras que unen.

  Si estudiamos con la debida seriedad el cuadro de las tablas erguidas del tabernáculo descrito en Éxodo 26, nos causará una profunda impresión ver cuán escasos estamos de Dios. Desde 1925 he estado leyendo los artículos publicados en diversas revistas cristianas acerca de la vida vencedora. Si bien estos artículos brindan ayuda en cuanto a cómo ser victoriosos, ninguno de ellos nos dice que necesitamos más de Dios. En realidad, lo que necesitamos no es aprender una gran diversidad de métodos, sino simplemente sumergirnos en el Dios Triuno y ganar más de Él. Dios es nuestra verdad, nuestro camino, nuestra vida y nuestro todo. Si no tenemos a Dios, no tenemos nada. Nuestro problema estriba en que estamos escasos de Dios, y nuestra verdadera necesidad es ganar más de Él.

  Quizás usted sea alguien que está firme en la vida de iglesia. Esto sin duda es algo muy bueno, pero ¿qué acerca de la unidad que se experimenta en el Dios Triuno? Todos necesitamos una porción adecuada de Dios para que las tablas sean recubiertas de oro y de la mejor porción de Dios para tener los anillos que sostienen las barras que unen. Si poseemos el oro común y la porción superior del oro, no tendremos problemas con respecto a la unidad. Sin embargo, si no obtenemos el oro necesario, tarde o temprano tendremos problemas. Necesitamos la unidad que se manifiesta de manera concreta. Esta unidad consiste en la medida adecuada de Dios que hayamos obtenido. No confíe meramente en las enseñanzas ni en las doctrinas; más aún, tampoco dependa de su amor o afecto natural. Ni siquiera una voluntad firme es confiable para guardar la unidad. Sólo hay una cosa en la cual podemos confiar con respecto a la unidad, y es ésta: poseer la medida adecuada de Dios. Así como las tablas erguidas sólo podían ser una sola entidad en virtud del oro, nosotros sólo podemos ser uno si nos sumergimos completamente en Dios.

  Hoy el Señor requiere la unidad genuina. Si no poseemos esta unidad, no podremos seguir adelante en el recobro. Por lo tanto, el asunto más importante y vital es la unidad genuina. La única manera de ser guardados en esta unidad verdadera y concreta es que obtengamos una buena medida del Dios que experimentamos. Ésta es nuestra necesidad hoy en día.

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