
“Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:14). Antes de considerar los diferentes aspectos del camino que lleva a la vida, contestaremos algunas preguntas.
¿Podría usted aclarar la distinción que hizo entre vivir por Cristo y vivir a Cristo?
Sé que la expresión “vivir a Cristo” es extraña gramaticalmente, pero tuvimos que inventarla para expresar lo que hay en nuestro corazón. Si vivimos por Cristo, todavía la responsabilidad de vivir es nuestra. Pero vivir a Cristo significa que Cristo es nuestra vida (Col. 3:4). Cuando nosotros vivimos, Él vive; y cuando Él vive, nosotros vivimos.
De los cuatro legalismos, ¿qué representa el de dormir?
Por lo general, dormir en el sentido espiritual tiene una connotación negativa, pero también debemos estar conscientes de su valor positivo. Dormir significa descansar de toda actividad. Es muy saludable tener un tiempo cada día en el que no hacemos nada. No piensen que les estoy hablando de meditar. Simplemente descansen; libérense de sus pensamientos y ansiedades. La mayoría de nosotros estamos demasiado ocupados, y nuestras mentes están demasiado activas, preocupándonos por nosotros mismos o por los problemas de la iglesia. Es difícil darse un tiempo para dormir espiritualmente; pero si lo hacemos, esto nos hará saludables espiritualmente. Este tiempo no es para orar, ni para leer la Palabra ni tampoco para contestar una llamada telefónica. Es un tiempo que apartamos simplemente para descansar.
Con respecto a todos estos legalismos —comer, respirar, beber y dormir— tenemos que ejercitar una voluntad firme. La voluntad es la única parte de nuestro ser natural que le es útil al Señor. Si hemos de guardar estos legalismos y los mandamientos del Nuevo Testamento, tenemos que pedirle al Señor que fortalezca nuestra voluntad. Para chismear no se requiere ninguna fuerza de voluntad; pero para disponernos a orar y a leer la Palabra, ciertamente la necesitamos.
A veces cuando leo la Palabra o trato de orar, me aburro y me quedo dormido.
Es difícil para nosotros los seres humanos caídos detenernos incluso por unos minutos. Pero si nos quedamos dormidos, eso nos detendrá. Esto es bueno para nuestra salud.
¿Cómo podemos ayudar a los que se han apartado de la iglesia?
Si el Señor quiere que ayudemos a estos queridos hermanos, Él nos dará una carga, preparará la situación y nos proveerá la oportunidad. No es necesario que nos aflijamos por ello. Salmos 127:1 nos recuerda lo siguiente: “Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no guarda la ciudad, en vano vela la guardia”. El Señor es la Cabeza. Si éste es Su recobro, Su iglesia, nada podrá dañarla. El Señor les dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19), lo cual quería decir que cuando ellos destruyeran Su cuerpo, Él levantaría uno aún más grande en la resurrección.
¿Está bien que me someta a alguien?
Ésa es una buena pregunta. Muchos hombres de renombre en la historia se sometieron a alguien o a alguna idea cuando eran jóvenes. Incluso cuando usted se someta a una persona equivocada, su sumisión aún es saludable. Alguien que nunca se ha sometido a nadie es inexperto y es de poca utilidad. Incluso los materiales como el hierro, el cobre y el algodón tuvieron que ser procesados antes de poder ser usados. Esto es algo que Dios ha ordenado también para nosotros como seres humanos. Lamentablemente, la tendencia moderna es desechar este principio.
Si usted es un niño, sométase a sus padres. Si es estudiante, sométase a sus maestros y a las otras autoridades de la escuela. Si está trabajando, sométase a su jefe. A fin de ser exitoso, ¡tenga primero éxito en someterse! En la iglesia, aun si los ancianos no son personas muy adecuadas, su posición es la de someterse. Esto lo ayudará a crecer. En la iglesia se necesita más la sumisión por parte de los jóvenes.
¿Qué sucede si la sumisión ofende nuestra conciencia?
La sumisión ciertamente ofenderá su conciencia si esto lo lleva a usted a adorar un ídolo o a hacer algo contrario a la verdad. Daniel y sus tres amigos son un ejemplo de la sumisión del más alto nivel; sin embargo, ellos no se contaminaron (Dn. 1:8-20).
En 1938 hubo una hermana en Pekín cuyo esposo, quien era incrédulo, le causaba muchas molestias. Él se iba al teatro y luego no llegaba a casa sino hasta después de la medianoche. La manera en que ella manejaba la situación era que echaba seguro a la puerta y no lo dejaba entrar sino hasta que él hubiera tocado a la puerta por una hora o más. Cuando ella nos contó esta historia, le dijimos que tenía que cambiar su manera de proceder a fin de salvar su matrimonio. Ella nos pidió que la aconsejáramos, y esto fue lo que le sugerimos: “Usted tiene que someterse a su esposo. Cuando él quiera ir al teatro, ofrézcase a acompañarlo. Vaya en el coche con él hasta la entrada del teatro. Luego dígale que entre y que usted regresará a casa y lo esperará. Luego, cuando usted esté en casa, cocínele su comida favorita y téngala lista. En cuanto lo escuche tocar a la puerta, ábrale inmediatamente y dele una calurosa bienvenida. Ofrézcale la comida que le preparó y siéntese a acompañarlo mientras come. Hermana, si usted practica esto, en poco tiempo su esposo será un hermano en la iglesia”. Esto fue lo que sucedió. Ese esposo que era tan aficionado al teatro llegó a ser un hermano a causa de la sumisión de su esposa.
Creo que esta historia demuestra la sumisión que es conforme a la Biblia. Sométase tanto como pueda sin contaminar su conciencia.
Los asuntos relacionados con la vida quizás no sean fáciles de explicar, pero son fáciles de experimentar. Los médicos dedican años para estudiar el cuerpo físico, pero no saben lo que es la vida física. Sin embargo, un bebé experimenta la vida simplemente al respirar, sin recibir ninguna instrucción ni aplicarse a estudiarla. Yo disfruto mi vida física sin necesidad de entenderla, pues ella me capacita para hablar y moverme. La experiencia de vida simplemente consiste en respirar. Cien libros no pueden explicar la respiración, pero la acción de respirar es muy sencilla. Lo mismo se aplica a la vida en nuestra experiencia.
A fin de experimentar la vida de Dios, tenemos que tener al Hijo (1 Jn. 5:12). La vida es una persona: es Cristo mismo. No piense que saltar y gritar son indicios de esta vida. La vida no es una condición, sino una persona. Sea que yo duerma o salte, sea que grite o esté callado, tengo vida. Lamentablemente, muchas veces me ha parecido que los que gritan en las reuniones son los que están más escasos de la vida.
Los que son ricos en vida no tienen necesidad de gritar. Cuando vienen a la reunión y se sientan, la vida irradia de ellos. Recuerdo las reuniones en Shanghái a principios de los años treinta. El hermano Nee tenía veintinueve años; era dos años mayor que yo. Él podía estar en las reuniones sin decir nada, sin orar y aun sin cantar bien, pero estaba lleno de vida. Si había una reunión y él estaba viajando en algún otro lugar, ¡cuánto lo extrañábamos! Aunque nos esforzábamos por ejercitarnos en oración, sentíamos que había una carencia de vida. La vida en una sola persona es un factor determinante.
¿Por qué Dios creó los cielos y la tierra? Para cumplir Su propósito, Él necesitaba la tierra, el aire, la luz del sol y la lluvia. Él hizo todas estas cosas para que sirvieran de entorno a la vid que Él quería cultivar (Jn. 15:5). Para nuestro Padre Dios, la tierra es una viña en la cual Él cultiva y cuida la vid, Su Hijo. Sin embargo, una vid es poca cosa sin sus ramas. ¿No es maravilloso que nosotros seamos esas ramas (v. 5)? ¿Por qué Dios tiene la iglesia? ¿Por qué Él nos ha reunido a nosotros? Él desea cultivarnos a nosotros, no nuestra vida natural, a fin de que esta vid pueda crecer y extenderse. Cuando los pámpanos crecen, la vid crece. Nuestra profesión, nuestro llamamiento, nuestra responsabilidad, consiste en cultivar y producir esta vid. Cuando nosotros vivimos a Cristo (“Para mí el vivir es Cristo”, Fil. 1:21), nosotros lo cultivamos. Luego, cuando lo cultivamos, lo producimos.
Nuestras reuniones deben ser un escaparate de nuestra vida cristiana. Dios en Su economía ha determinado que nosotros vivamos a Cristo, cultivemos a Cristo y produzcamos a Cristo. Nosotros vivimos de esta manera y, por tanto, también nos reunimos de esta manera. No es necesario discutir respecto a la clase de reunión que debemos tener. Este asunto es resuelto en nuestra vida diaria: en nuestra vida matrimonial, en nuestra vida laboral y en nuestra vida escolar. Si no vivimos a Cristo en nuestra vida personal y privada, ¿cómo podremos liberarlo a Él en las reuniones? Incluso si de una manera sincera intentamos liberar nuestro espíritu, con todo, la reunión seguirá siendo una mera actuación.
El fruto que producen los pámpanos no es resultado de una labor, sino del fluir de la vida interior. Nuestra predicación del evangelio tiene que ser nuestro vivir. Vivir de esta manera atraerá a las mejores personas. Nos hemos esforzado mucho, pero el fruto que hemos producido ha sido muy escaso; esto indica que no hemos vivido mucho a Cristo.
En estos pasados meses, he estado profundamente preocupado por la dirección que está tomando el recobro. El Señor me ha inquietado y ha puesto en mí la carga de que la naturaleza del recobro ha sido cambiada de la vida a actividades, conceptos y planes.
Por el bien del recobro del Señor, debemos dejar de lado nuestras opiniones. No se distraigan con ningún concepto. ¿No se dan cuenta de que sacrifican la unidad cuando defienden sus conceptos?
Ustedes dicen que las reuniones son aburridas. Dicen que es religioso asistir a todas las reuniones. Dicen que pueden disfrutar al Señor en la playa. Yo les pregunto: ¿No es la familia su familia, independientemente de si es buena o mala? ¿Qué creen ustedes que lamentarán en la próxima era: haber asistido a reuniones aburridas o no haber asistido a las reuniones? ¿Alguna vez han recibido gracia estando fuera de las reuniones, yendo a la playa, viendo televisión o participando en deportes?
Dejen de lado todos esos conceptos tan dañinos. Muchas veces cuando la condición de las reuniones no era buena y yo no sentía deseos de ir, de todos modos fui porque siempre me empeño en asistir a las reuniones. (En toda mi vida de iglesia son muy pocas las reuniones a las que no he asistido). Sin embargo, especialmente en esas reuniones, muchas veces recibí la gracia del Señor.
Nada honra más a nuestro Padre que el hecho de que nosotros recibamos Su Palabra y la guardemos. La Biblia es la Palabra de nuestro Padre. Supongamos que usted recibe una carta de su madre. Cuando la empieza a leer, siente que es como si estuviera acudiendo a ella. De manera semejante, cuando usted acude a la Biblia, tiene la dulce sensación de que está acudiendo a su Dios, a su Padre, a su Señor. Además, si ingiere la Palabra, recibirá la realidad del Dios Triuno. Aun el Espíritu que mora en usted está corporificado en la Palabra.
Dentro de nosotros tenemos un sentir interno. Si prestamos atención a dicho sentir mientras oramos con base en la Palabra, estaremos tocando al Espíritu. Por ejemplo, si el sentir que recibimos nos dice que estamos equivocados o errados en algo, debemos confesar esto para que seamos lavados con la sangre. Después podríamos tener un sentir respecto a otro asunto; encarguémonos de ello. No discutamos; simplemente hagamos caso al sentir interno. Tomar la Palabra y tocar al Espíritu de esta manera es permanecer en la vid y disfrutar de todas las riquezas del Dios Triuno como nuestra porción.
El verdadero crecimiento en vida es Cristo añadido a nosotros. Él es el Espíritu, el cual es misterioso, pero muy real. ¿Cuál es la puerta por la cual Él puede entrar? Él se añade a nuestro ser por medio de la estrecha puerta de nuestra conciencia. La puerta de nuestro corazón es más ancha, pero Él no puede entrar allí sin pasar por la conciencia. En 1 Timoteo 1:19 se describe lo que sucede a los que no toman medidas con respecto a su conciencia. “Manteniendo la fe y una buena conciencia, desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos”.
Además del legalismo de sumergirnos en la Palabra y el legalismo de pasar tiempo en oración, también necesitamos el legalismo de atender nuestra conciencia. Si usted no quiere que su conciencia lo moleste, ¡simplemente manténgase alejado de la Biblia! Muchas veces al leer la Palabra, usted será iluminado y su conciencia lo condenará. Por ejemplo, quizás esté leyendo Romanos 12 y llegue al versículo 5, que dice que somos “miembros [...] los unos de los otros”. Su conciencia entonces lo acusará de que no ha sido un miembro apropiado para sus hermanos. Usted tendrá que confesar y pedir perdón. De no haber estado en la Palabra, no habría experimentado tal acusación.
Cuando usted confiese, abra la puerta para que Cristo pueda entrar. Cuanto más confiese, más de Cristo ganará. Ésta es la manera de enriquecer su experiencia de permanecer en Cristo.
Si usted cree que está disfrutando al Señor, pero no toma medidas con respecto a su conciencia, se engaña a sí mismo. El disfrute del Señor es el resultado de permanecer en Él; y permanecer en el Señor depende de que usted se ocupe de su conciencia.
A fin de que las semillas crezcan, hay que plantarlas. Ellas no brotarán si permanecen sobre una mesa. Así que, en contra de la “voluntad” de ellas, tenemos que sembrarlas en la tierra. Eso es lo que estoy queriendo hacer con ustedes: ¡estoy enterrándolos por la fuerza para que crezcan! A fin de crecer, ustedes necesitan el entorno de las reuniones de la iglesia y de la Palabra. Es de Satanás que ustedes se mantengan alejados de ellas.
Recientemente, mientras pasaba vacaciones en una montaña, noté que por encima de cierta altitud crecían pinos muy altos. Pregunté por qué no se veían árboles por debajo de esa altitud. Según me dijeron, para que esos altos pinos puedan crecer, necesitan un clima frío. Debajo de esa altitud el clima no era lo suficientemente frío. Lo que se aplica a los pinos también se aplica a nosotros. ¿Queremos ser cristianos tropicales? Los niños necesitan experimentar “el invierno” que les proveen sus padres para que puedan crecer muy alto. Asimismo, los santos necesitan experimentar una temporada invernal en la iglesia, la cual los ayudará a crecer.
Si ustedes se sumergen en la Palabra regularmente, como les he exhortado, aun si toman este legalismo como una ráfaga helada de invierno, en cuestión de dos meses notarán el cambio en sus vidas y en la vida de iglesia.
Los animo a sumergirse en la Palabra y a orar todos los días de manera legalista. No teman seguir legalismos. Yo tengo muchos más legalismos de los que les he dado a ustedes. Por ejemplo, soy legalista con respecto a dejar mis zapatos en el mismo lugar todas las noches; también mantengo todos mis libros de mi biblioteca acomodados en cierto orden; y tomo una ducha con regularidad. Estos legalismos me ayudan a estar saludable y también a encontrar las cosas cuando las necesito.
La mayoría de aspectos de nuestra vida son gobernados por legalismos. ¿Acaso una madre prepara desayuno para su familia sólo cuando siente deseos de hacerlo? Cuando ustedes escriben, ¿hacen las letras como les place? Cuando hablan, ¿se inventan ustedes sus propias reglas gramaticales? No lograríamos hacer mucho si no fuéramos legalistas.
¿Creen ustedes que únicamente hay Diez Mandamientos y que todos éstos se encuentran en el Antiguo Testamento? Las páginas del Nuevo Testamento contienen aún más mandamientos que el Antiguo Testamento. Les mencionaré sólo unos pocos.
(1) “ Orad sin cesar” (1 Ts. 5:17). No dice: “Por favor, oren si tienen tiempo”.
(2) “Sed llenos en el espíritu” (Ef. 5:18). No digan que están cansados o aburridos, y que Dios es misericordioso. Dios es más estricto que yo.
(3) “Transformaos” (Ro. 12:2). Para ser transformados, ustedes necesitan pasar tiempo en oración.
(4) “Creced en la gracia” (2 P. 3:18).
(5) “Fortaleceos en el Señor” (Ef. 6:10).
(6) “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). No se nos dice que llevemos a cabo nuestra salvación con gozo y gritos de júbilo, sino con temor y temblor. ¿Cómo podemos hacer esto sin ser legalistas?
(7) “Haced todo sin murmuraciones y argumentos” (v. 14). Cuando estén a punto de murmurar, deben recordar este mandamiento y detenerse. Asimismo, cuando quieran argumentar acerca de los asuntos de la iglesia o preguntar por qué los ancianos se comportan de cierta manera, recuerden que este mandamiento les prohíbe hacerlo.
(8) “Huye de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). He aquí un mandamiento que especialmente los jóvenes tienen que atender.
(9) “Absteneos de toda especie de mal” (1 Ts. 5:22). Incluso la apariencia del mal nos conduce al mal.
En estos días he oído de cosas muy extrañas que se están diciendo. Esto de ningún modo se parece a lo que dice el Nuevo Testamento. Algunos andan diciendo que no quieren ningún tipo de estándar. Para mí, tal afirmación es absurda, pues todo tiene un estándar. También he escuchado que debemos ser lo que somos. Si ustedes piensan que los cristianos deben seguir siendo lo que son, ¿por qué entonces la Biblia nos dice: “Transformaos”? ¿Quiere usted seguir siendo el mismo? Yo quiero crecer y ser transformado. Algunos incluso han dicho que no debemos restringirnos a nosotros mismos, sino más bien dejar que un poco de nuestra carne se manifieste y haga lo que quiera. Quisiera recordarles que, como seres humanos caídos, somos capaces de cometer cualquier acción lujuriosa. Dios vino inmediatamente después de la caída para imponer ciertas restricciones. Es sólo debido a estas restricciones que somos guardados de complacer nuestros deseos. ¿Puede usted confiar en su carne? Independientemente de qué edad usted tenga y de cuánto tiempo tenga de estar en Cristo, si no le impone restricciones a su carne, será capaz de cometer cualquier tipo de mal. Si usted dice: “No sea legalista”, yo le diría: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”.
La norma que la Biblia nos presenta es la más elevada. “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20). Los cristianos debemos ser personas estrictas. Entramos por la puerta estrecha y andamos por el camino angosto (7:14). “Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y muchos son los que entran por ella” (v. 13). Seguir el camino del libertinaje es escoger la puerta ancha cuyo fin es la destrucción. Que seamos de aquellos que escogen la puerta estrecha y el camino angosto y así son llevados a la vida.