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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO CATORCE

EL RECOBRO

  “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Pr. 29:18). Si hemos de correr por el camino recto, necesitamos recibir una visión. Si la visión es clara, no nos desviaremos. Después de responder a algunas preguntas, quisiera que consideráramos juntos lo que es el recobro del Señor.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

  Romanos 16:17 dice: “Os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones”. ¿Cómo podemos guardar la unidad y al mismo tiempo no abrir nuestro ser a un elemento negativo?

  Éste es un principio muy claro que se nos presenta en Romanos 16. Ciertamente tenemos que estar alertas en cuanto a los que causan divisiones. Sin embargo, más que simplemente estar vigilantes en cuanto a las divisiones, quisiera alentarlos a que amen a los santos. El amor debe ocupar un ochenta por ciento de nuestro ser y la actitud de vigilancia sólo un veinte por ciento. De lo contrario, nuestra actitud de unos para con otros será de sospecha y no de cuidado mutuo. Si recalcamos el amarnos más que el estar vigilantes, podremos ayudar a un hermano que manifiesta las señales de uno que causa divisiones.

  ¿Qué podemos hacer cuando el idioma causa una separación?

  La mejor ayuda para esta clase de separación es proveer traducción.

  ¿Qué debemos hacer si vemos a alguien con una actitud divisiva?

  Un cirujano no decide operar tan fácilmente. Él tratará de evitar sacrificar cualquier parte del cuerpo a menos que ello sea esencial para mantener la vida. De la misma manera, no es fácil para nosotros tratar la enfermedad de la división en el Cuerpo. Como miembros de la iglesia, debemos tener un sentido muy agudo para percibir si hay hermanos que están causando divisiones de manera sutil y secreta. Si bien no debemos ser ciegos e ignorantes al respecto, debemos mantener una actitud amorosa para con tales hermanos. Debido a que tampoco queremos encubrirlos ni resguardarlos, en un tono amoroso podemos darles a entender que algunos ya se han dado cuenta de sus intenciones divisivas. ¡Un ladrón decidirá no robar si sabe que todos han sido alertados y lo están vigilando! De una manera así de amorosa, podremos apagar su fuego divisivo.

  Especialmente los ancianos deben ser sabios y amorosos para no cortar a nadie que secretamente esté actuando para causar división. Cuando un miembro del cuerpo se enferma, debemos brindarle un cuidado tierno a ese miembro, suministrándole la mejor medicina o aun operándolo para sanarlo. En el pasado seguimos esta práctica y vimos cómo muchos hermanos divisivos fueron sanados y recobrados. Ellos nunca más volvieron a practicar esa clase de socavación tan sutil, pues estaban conscientes de que habían sido sanados de su enfermedad.

  No es nada sencillo practicar la vida de iglesia y guardar la unidad. Tal vez los demás no disciernan las tácticas sutiles de los que causan divisiones. Si usted tiene la perspicacia y la sabiduría, estará pendiente de él, observando sus movimientos y su relación con diferentes hermanos. Entonces, como guíe el Señor, es posible que tenga una oportunidad para estar con él a solas a fin de darle unas palabras que lo “vacunen” a fin de sanarlo de su “enfermedad”. Asimismo, usted necesita ser sabio para saber cuándo hablar con los ancianos acerca de la situación. Quizás necesite esperar un mes antes que sea el momento oportuno para revelar el asunto a los ancianos. ¡Oh, cuánto necesitamos aprender acerca de guardar la unidad!

  ¿Debe haber diferentes niveles en la iglesia? Por ejemplo, cuando usted viene de visita, ¿no debiera todo el mundo ser invitado a reunirse con usted en lugar de reunirse con sólo los más importantes?

  Siento tener que decirle que ese tipo de pregunta revela una condición malsana. Cualquiera que sea la condición de la iglesia —no importa si hay dos niveles o veintidós— usted no debe criticar ni decir nada. Mientras usted esté hablando de niveles, demuestra que está lleno de opiniones y que es un factor perjudicial.

  La verdad —¡no mi opinión!— es que en toda familia hay niveles. Tenemos el nivel de los abuelos, el nivel de los padres, el nivel de los hijos mayores y el nivel de los hijos más pequeños. Cuando invitamos a los santos a nuestra casa, yo no le pido a mi nietecita de dos años que venga y participe de nuestra conversación. ¡Sería una tontería que ella protestara diciendo que estoy manteniendo niveles! La iglesia es una familia. Ciertamente los ancianos no están en el mismo nivel que los que recién fueron salvos la semana pasada. También está el nivel de los que sirven de diáconos y diaconisas. Además de esto, están los que asumen la carga de ministrar la Palabra. El nivel que usted tenga depende de su crecimiento en el Señor.

  En 1 Juan 2 el apóstol Juan hace una distinción entre los padres (vs. 13-14), los jóvenes (v. 14) y los niños (vs. 13, 18). Los padres tienen la experiencia de conocer al Padre, por lo que han llegado a ser padres. Los jóvenes son fuertes y han vencido al diablo debido a que la Palabra permanece en ellos. Los niños —sí, incluso los niños— tienen la unción en su interior.

  Tenga cuidado de no permitir que se introduzca la democracia en la iglesia. Todos podemos ser hermanos, pero no todos tenemos la misma edad. A los niños de cuatro años no se les puede encargar preparar una cena; ¡es probable que dejen todo sucio aun si se les dice que únicamente saquen la basura! Nuestro nivel en la iglesia es conforme a nuestro crecimiento en vida.

  ¿Qué debemos hacer con respecto a la reunión de niños?

  En primer lugar, acudan a los ancianos y oren con ellos. Ésta es su familia; no me corresponde a mí decirles qué deben hacer con sus pequeños. Tengan comunión y oren con los ancianos, y miren qué deben hacer al respecto.

UN CONTRASTE

  A fin de poder apreciar el recobro del Señor, resulta útil conocer el entorno del cual salió. Este contraste nos ayudará a tener un entendimiento claro. El recobro del Señor salió del cristianismo, cuyas características predominantes son la confusión y la división. Estas características primero aparecieron en Babel (Gn. 11:1-9) o Babilonia (el nombre griego para Babel), cuyo nombre significa confusión. Es por ello que en el libro de Apocalipsis el Señor llama a la cristiandad de hoy Babilonia la Grande (17:5; 18:21).

  En 1 Corintios 12:12 se nos dice lo que el Señor quisiera tener en lugar de la confusión y división. “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. La palabra uno está en contraposición con la palabra división, y Cristo está en contraposición con confusión. Esto es lo que el recobro del Señor es: una respuesta ante la confusión y la división.

HISTORIA DE LA IGLESIA PRIMITIVA

  Cuando leemos el Nuevo Testamento, podemos ver que incluso en los tiempos del apóstol Pablo (aproximadamente en los años 60 o 70 a. C.) la confusión empezó a infiltrarse. En el día de Pentecostés lo único que había en la iglesia era Cristo y nada más. Pero poco tiempo después, la serpiente astuta, Satanás, introdujo el judaísmo. La religión es lo más elevado de la cultura humana, y entre las religiones no hay ninguna que supere al judaísmo. Esta religión le enseña a la gente a adorar a Dios; además, les enseña sobre la moralidad, la ética, las relaciones sociales apropiadas y también sobre cómo llevar una buena vida humana. Sólo algo tan atractivo pudo tener cabida en la iglesia, la cual se halla en el plano más elevado. Si yo tuviera algunos billetes de dólares y alguien quisiera poner entre ellos un billete falso, no pondría cualquier pedazo de papel. Nadie aceptaría un billete falso a menos que se pareciera a los billetes de dólares en todo aspecto; se requeriría un experto para poder discernir que es falso. Fue debido a que el judaísmo se asemejaba tanto al cristianismo que logró tener cabida en la iglesia. Incluso hoy en día los historiadores dicen que el cristianismo es el fruto producido por el judaísmo.

  Pablo también tuvo que contender contra la filosofía griega. La filosofía viene en segundo lugar después de la religión, y la filosofía griega era la más sofisticada. Por lo tanto, a fines del primer siglo, la llamada “iglesia” tenía a Cristo, el judaísmo y la filosofía griega. Gálatas fue escrito para confrontar el judaísmo, y Colosenses fue escrito para confrontar la filosofía.

  La tercera fuente de confusión surgió en el siglo II. Ésta fue la trampa satánica de la cristología, el estudio de la persona de Cristo, la cual realizaron los así llamados padres de la iglesia. Los estudios realizados por estos grandes maestros cristianos fundamentalistas dieron origen a diferentes escuelas de opinión en cuanto a Cristo. Una de ellas decía que Cristo no era Dios sino hasta después de Su resurrección. Otra decía que Cristo era Dios, pero no un hombre en la carne. El resultado de estos estudios cristológicos, que giraban en torno a un tema aparentemente tan bueno y bíblico, en realidad fue la división, y ya no simplemente la confusión.

  Al parecer no había forma de resolver este problema hasta que finalmente Constantino el Grande convocó el concilio de Nicea en el año 325 d. C. Como emperador, él utilizó al cristianismo para apaciguar a las facciones antagónicas dentro del reino. Constantino, un hombre mundano, fue quien presidió este concilio que resolvió las diferencias teológicas y produjo el credo de Nicea, el cual fue aceptado por los católicos, así como también por los protestantes.

  Después de esto vino un período de tinieblas. Estos siglos incluso fueron llamados la Edad de las tinieblas. Luego la Reforma encabezada por Martín Lutero introdujo la verdad de la justificación por la fe. Lamentablemente, la Reforma también dio origen a las iglesias estatales. A partir de entonces, llegó a existir la Iglesia de Inglaterra (la Iglesia Anglicana o Episcopal), la Iglesia de Alemania (la Iglesia Luterana) y una iglesia nacional en la mayoría de los países del norte de Europa. Poco después que éstas se formaron, surgieron las iglesias privadas, tales como la Iglesia Bautista, la Iglesia Presbiteriana y la Iglesia Metodista.

  Hoy nos encontramos en el siglo XX, rodeados, incluso en esta ciudad, de todas estas divisiones. Por la misericordia del Señor, estamos en Su recobro. Si no vemos claramente el significado de esto, podemos convertirnos en una continuación o extensión del cristianismo. Si eso es todo lo que somos, entonces no tendría sentido alguno que continuáramos reuniéndonos; en ese caso sería mejor regresar y unirnos al cristianismo.

¿POR QUÉ NO NOS UNIMOS NUEVAMENTE AL CRISTIANISMO?

  No podemos regresar a causa del deseo del Señor. A fines del primer siglo, Él dijo: “¡He aquí, vengo pronto!” (Ap. 22:12). ¿Por qué Él aún no ha regresado? Porque todavía no ha conseguido lo que desea. Él desea un Cuerpo que lo exprese y una preciosa novia que satisfaga Su corazón. ¿Creen ustedes que el Cuerpo y la novia pueden hallarse en medio de toda la división y confusión actual? ¿Cómo podría prepararse la novia allí? A fin de obtener Su Cuerpo edificado y Su novia preparada, el Señor necesita obtener algo que sea diferente del cristianismo, algo que sea ajeno a las denominaciones.

  ¿Pueden ver que el Señor se ha propuesto recobrar a Su iglesia de la confusión y división, y traerla de regreso a Sí mismo y a la unidad? En los primeros años del recobro del Señor en este país, de 1962 a 1973, quienes fuimos partícipes de dicho recobro podemos testificar que entre nosotros no había ni confusión ni división. Al principio, lo único que teníamos era Cristo. ¡Oh, cuánta vida, paz y disfrute tuvimos en esos años!

SEÑALES DE CONTAMINACIÓN

  ¿No han percibido un problema en el recobro del Señor en estos últimos años? Me temo que la vieja historia se está repitiendo. Se han introducido otros factores que no son Cristo. Es muy dañino aceptar los conceptos y opiniones de otros. Todo lo que no sea Cristo, incluso algo tan bueno como el judaísmo, la filosofía griega o el estudio de Cristo, es un factor que crea confusión. Si hemos de resguardar el recobro del Señor de contaminación, debemos apartarnos de nuestros conceptos y volver a la condición en la que simplemente tenemos a Cristo.

  ¿Qué es un concepto? Es difícil no ofender a nadie cuando tocamos este asunto, porque todos estimamos mucho nuestros conceptos. Pero les mencionaré dos conceptos que se están propagando entre los santos: que es religioso asistir a las reuniones con regularidad y que es una práctica legalista llegar temprano a las reuniones. No se trata de si estos conceptos son correctos o equivocados; mientras usted tenga esos conceptos y los predique, causará división; traerá confusión. Si los santos quieren venir a las reuniones temprano, ellos tienen la libertad de hacerlo. Y si otros quieren llegar más tarde, deje que lleguen tarde. ¿Por qué molestar a los santos con sus conceptos? Con esto usted crea barreras y destruye la paz.

  Consideren lo que les ha ocurrido a ustedes desde que empezaron a prestar atención a los conceptos. ¿Disfrutan ahora a Cristo más que antes? Si tienen un tiempo de quietud delante del Señor, creo que percibirán que, desde que se desviaron de Él para preocuparse por cuáles reuniones asistir y a qué hora llegar, su disfrute de Cristo ha disminuido.

EL CONTENIDO DEL RECOBRO

  No es demasiado tarde para regresar y decir: “Señor, por amor a Ti desecho ahora mismo todos mis conceptos, sean buenos o malos, útiles o inútiles. Lo único que quiero es seguir adelante contigo, con Tu iglesia, con Tu recobro y con todos los santos. Tú eres el primero y el último; Tú lo eres todo. No importa cuáles hayan sido mis conceptos, hoy los desecho”. Pidámosle al Señor que nos conceda Su gracia para que podamos volver al principio. El contenido del recobro del Señor es únicamente Cristo y nada más.

  Cristo como nuestra vida es el único material con que se edifica la iglesia.

LA POSICIÓN DE LA IGLESIA

  Además de contar con el material para la edificación, también se necesita un terreno sobre el cual edificar.

  Supe de un hombre en China que estaba edificando su casa. Sin saberlo, construía una parte de su casa en la propiedad de su vecino. El vecino esperó hasta que la casa fuese terminada, y sólo entonces fue al hombre para decirle que habían construido esa casa en el lugar equivocado. La casa, a pesar de haber sido diseñada y construida exactamente según los planos de su propietario, terminó en manos de otro porque fue construida en el terreno equivocado.

  El terreno o posición del recobro del Señor es la unidad genuina.

  He escuchado que algunos han formado un pequeño grupo dentro de su localidad y que se están reuniendo aparte. Ellos deciden juntos, basándose en alguna clase de sentir, a cuáles reuniones de la iglesia asistirán. A las demás reuniones sencillamente no asistirán. ¿Es esto guardar la unidad? ¿Acaso está Cristo dividido? ¿Asiste usted solamente a las reuniones que concuerdan con su propio gusto? ¿Podrá la iglesia edificarse según sus preferencias, ya sean individuales o de grupo?

  La iglesia se edifica sobre la base de la unidad. Cualquier otra cosa aparte de Cristo, no importa cuánto la apreciemos, debemos desecharla, porque introducir algo que no sea Él causará divisiones. No tendremos confusión ni división si valoramos estas dos cosas: Cristo como vida y unidad. La iglesia no se edifica sobre cierto estilo de reunión ni sobre personas dinámicas.

  Queridos hermanos, puesto que ustedes aman al Señor y Su recobro, deben estar dispuestos a desechar cualquier concepto en cuanto a cómo reunirse. Algunos podrán gritar y otros podrán dormir; pero usted simplemente disfrute al Señor y alábelo, por extraña que sea esa reunión a su paladar.

  Éste es el recobro de Cristo sobre la base de la unidad. Esta visión nos guardará en el camino recto.

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