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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO DIECISÉIS

CRECER HASTA LA MEDIDA DE CRISTO

  Necesitamos crecer espiritualmente. En Efesios 4:13-16 el asunto del crecimiento se menciona tres veces. Tenemos que llegar a ser un hombre maduro y dejar de ser niños. Luego hemos de crecer “en todo en Aquel que es la Cabeza”. Por último, todo el Cuerpo tiene que crecer (“causa el crecimiento del Cuerpo”). Contestemos ahora algunas preguntas antes de considerar cómo el Cuerpo puede crecer.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

  ¿Cómo podemos negarnos a nosotros mismos?

  Cuando leemos en las Escrituras que debemos negarnos al yo, nuestra respuesta natural es tomar la resolución de dejar a un lado nuestro yo. Este tipo de respuesta no es bíblica sino ética. Confucio enseñaba acerca de la negación del yo. Cuando los creyentes chinos más cultos leen Mateo 16, su formación en las enseñanzas éticas hace que ellos reaccionen, diciendo: “Señor, de ahora en adelante no voy a proteger mi yo; voy a negarme a mí mismo”. Éste es el camino del esfuerzo propio.

  ¿Cuál es el camino bíblico? “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (v. 24). ¿Ven ustedes lo que dice después de “niéguese a sí mismo”? Dice que debemos tomar la cruz. Negarnos a nosotros mismos es tomar la cruz. Cuando Cristo fue crucificado, Él lo incluyó a usted. Reciba y permanezca en el hecho de que usted fue crucificado juntamente con Él. Diga: “Señor, gracias porque no necesito negarme a mí mismo por mi propio esfuerzo. Simplemente acepto el hecho de que en la cruz fui crucificado juntamente contigo y me afirmo en ese hecho. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. La verdadera manera en que nos negamos al yo es que permanezcamos bajo Su crucifixión.

  Creo que sí necesitamos su compartir en cuanto a que necesitamos ser más legalistas en cuanto a nuestra lectura de la Palabra, pero hay un problema que se ha venido presentando. Tendemos a presionar a otros a hacerlo en vez de simplemente tomar esta palabra para nosotros mismos.

  No es nada eficaz presionar a otros. Si ustedes son fieles en practicar el contactar al Señor cada día en la Palabra, habrá un cambio en ustedes que producirá un efecto en los que lo rodean.

  Mientras mi hermano y yo estudiábamos en la universidad, yo fui salvo (a la edad de diecinueve) y empecé a amar la Biblia. Yo perdí el interés en las actividades en las que habíamos estado participando juntos, y la mayor parte de ese verano lo pasé en casa leyendo la Biblia. Mi hermano menor, quien entonces tenía quince años y era muy travieso, observó el cambio que estaba ocurriendo en mí, y por iniciativa propia empezó también a leer la Biblia. Como resultado de ello, fue salvo. Él no fue salvo porque alguien lo exhortara; más bien, fue salvo por la transmisión de vida de mí hacia él.

  Si usted acude al Señor por diez minutos cada mañana y lee la Palabra, será nutrido y su vida llegará a resplandecer. Este cambio en usted ministrará vida a los demás y los atraerá. ¡No trate de reclutarlos para que estudien la Palabra!

  ¿Considera que es bueno practicar la liberación de nuestro espíritu en las reuniones aun si podemos estar en nuestra parte emotiva y llenos del yo?

  Es mejor no ser tan analítico. La práctica es sencilla. Su espíritu es purificado gradualmente a medida que operan en usted la Palabra y el Espíritu. Mientras usted contacte al Señor por estos medios, las cosas negativas en su interior —su entusiasmo, tendencias, aversiones y otras cosas naturales— serán aniquiladas y la vida de resurrección será ministrada en su interior. Poco a poco, sin darse cuenta, usted será transformado por la vida de Cristo. Cuando venga a las reuniones, simplemente libere su espíritu de manera genuina y espontánea. Al principio, su espíritu no será tan puro; pero a medida que pasen los meses, y a medida que la Palabra y el Espíritu lleven a cabo su obra de aniquilar y resucitar, su espíritu será purificado cada vez más.

  ¿Cómo podemos ser fortalecidos en nuestra voluntad?

  A medida que usted reciba la Palabra y toque al Espíritu, la presencia del Señor lo beneficiará de muchas maneras. Este hábito de contactar al Señor hará que su mente sea sensata, aun sin pensarlo; y también afectará su parte emotiva. Incluso es posible que ni siquiera le pida al Señor que fortalezca su voluntad; pero, por contactarlo a Él, su voluntad será fortalecida.

  ¿Por qué después de tantos años que llevo de ser cristiano, no parece haber ningún cambio en mí? ¿Por qué todavía me sigo enojando? ¿Debemos esperar una mejoría?

  Entiendo su problema. Día tras día una madre cuida de sus hijos, pero ella ve muy poco cambio en ellos. Ella no hace nada con la intención de que crezcan; pero al alimentarlos apropiadamente y al regular su comportamiento, ejercicio y sueño, poco a poco ellos van cambiando. Vendrá el día en que serán adultos.

  ¿Por qué nuestro crecimiento como cristianos se ve limitado? Esto se debe a nuestro fracaso en recibir la Palabra. Nuestro comer y beber son deficientes. Si el principal objetivo de nuestras reuniones es tocar la guitarra y cantar los Salmos, tal vez lo pasemos bien, pero con el correr de los años no habrá ningún cambio en nosotros. Así como nuestra vida humana requiere que nosotros comamos, bebamos, durmamos y respiremos, igualmente nuestra vida espiritual nos exige contactar al Señor y recibir Su Palabra. Nuestras reuniones también deben suministrarnos alimento sólido. El resultado de ello será la transformación, la cual se efectúa no por actividades externas, sino por medio del suministro de vida que nos es impartido. De este modo cambiaremos.

  ¿Cuál es la manera apropiada de tratar a los santos que nos presionan con sus “vientos de enseñanzas”?

  Esto requiere sabiduría. De nada sirve que discuta con ellos. Si usted se da cuenta de que ellos no van a recibir sus palabras, es mejor que no diga nada. Sin embargo, usted debe nutrirse con las buenas cosas de la Palabra y asistir fielmente a todas las reuniones. Vendrá el tiempo en que usted habrá crecido, mientras que los que insisten en llevar una vida relajada permanecerán en una condición degradada.

  Una hermana nueva está teniendo dificultades para leer la Palabra. ¿Cómo puedo ayudarla?

  Ayúdele a orar-leer. Todos los nuevos necesitan recibir esta clase de ayuda para abrirse.

  ¿Cómo puede empezar un joven el estudio de la Palabra?

  Como mencioné anteriormente, ustedes deben recibir su alimento matutino y leer diariamente cuatro capítulos de la Palabra. Para su estudio, pueden primero escoger un libro. A fin de profundizar en él de forma minuciosa, estudiando cada palabra, necesitarán libros de consulta y algunas buenas traducciones, como la versión de Darby y la versión American Standard. Un buen interlineal de griego puede ser de ayuda, como también lo es tener la concordancia de Young o de Strong. Con estas herramientas usted conocerá el significado apropiado de las palabras. Esto lo ayudará a interpretar y ampliar los versículos. Deben hacerlo de forma consecutiva y continua, no según su estado de ánimo. Después que hayan estudiado un libro de esa manera, quizás puedan estudiarlo nuevamente concentrándose en los temas principales que abarca. Por ejemplo, algunos de los temas que abarcan Romanos son la justificación, la reconciliación, la santificación y la glorificación. Asimismo pueden estudiar la diferencia entre pecado y pecados, entre estar en Adán y estar en Cristo, y otros más. Al estudiar un libro versículo por versículo y al estudiar después sus temas principales, llegarán a estar muy familiarizados con él y obtendrán el conocimiento apropiado. Después podrían escoger otro libro. Especialmente les beneficiaría mucho estudiar Mateo, Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Hebreos, 1 Juan y Apocalipsis.

  Al leer el Antiguo Testamento, a veces uno pasa por un período de sequedad. ¿Cómo podemos superar esto?

  Si esta lectura es parte de sus cuatro capítulos, simplemente deje que sea una lectura seca. La genealogía que aparece en Mateo 1, aunque tal vez le parezca un poco frustrante, con todo le será provechoso leerla. La Escritura es dada por el aliento de Dios; ella lo refrescará, sea que la entienda o no. Además, cuando la lea por segunda o tercera vez, le parecerá cada vez menos seca. Yo he llegado a apreciar muchísimo esos primeros diecisiete versículos de Mateo 1, pues son ricos y sólidos.

  Cuando lea la Biblia, no trate de entenderla. Probablemente incluso en ocasiones tenga que orar, diciendo: “Señor, ¡ayúdame a no tratar de entender Tu Palabra!”. Simplemente entiéndala tanto como pueda; y la próxima vez que la lea, la entenderá más.

  ¿Cómo podemos adquirir más conocimiento del Hijo de Dios (Ef. 4:13)? ¿Logramos esto estudiando, memorizando, orando-leyendo o de qué manera?

  Lo animo a leer y estudiar tanto como pueda. Esto es mejor que memorizar. Usted espontáneamente se acordará de todo lo que lea y estudie. El estudio de la Biblia requiere toda su concentración y gran parte de su tiempo. Todo lo que hagamos con la Biblia nos beneficiará; pero dedicar tiempo para estudiar es más útil, a mi modo de ver, que esforzarse tanto por memorizar.

  Algo que lo ayudará en su estudio de las Escrituras es referirse a otros libros, sobre todo los libros del recobro que hemos publicado.

  Cuando acudimos al Señor para tener contacto con Él, ¿qué es mejor, orar primero o leer primero?

  Por lo general, me doy cuenta de que contacto al Señor antes de tomar la Biblia que está sobre mi escritorio. Al decir: “Oh Señor”, ya estoy en mi espíritu, aun antes de abrir la Biblia. Por favor, no piensen que meditar en Él es útil. En cuanto usted cierre los ojos para meditar, sus pensamientos viajarán primero adonde su suegra gruñona, después a Londres, a Hong Kong y otros lugares. La manera más eficaz de contactar al Señor es que usted esté en el espíritu y en la Palabra; entonces disfrutará a Cristo plenamente.

EL ESPÍRITU Y NUESTRO CRECIMIENTO

  En el capítulo 4 de Efesios, quisiera que primero prestemos atención al Espíritu: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (v. 3). Sin el Espíritu no puede haber unidad. Él también es el sello y la garantía de nuestra salvación. Nosotros sabemos que somos salvos porque el Espíritu está en nuestro interior. A veces nos preocupamos como los incrédulos; pero en medio de nuestra preocupación, nos viene el sentir de que no tenemos que preocuparnos y que podemos estar en paz. Este mismo Espíritu es el que nos hace hermanos y hermanas. Sin Él nosotros somos gentiles, y no hijos de Dios. Es debido a que Él nos constriñe que acudimos a las reuniones en vez de buscar el entretenimiento y deleite mundano. Estamos aquí porque tenemos al mismo Espíritu, quien fluye en nosotros así como la electricidad fluye en las lámparas del techo de este salón y las une para que juntas resplandezcan.

  El Espíritu es misterioso. Si ustedes dicen que Él es grande, yo les diría que es pequeño. Si dicen que es amable, les diría que a veces prefiere perturbarlos. Cuando prefieren estar tranquilos, Él no los deja en paz. Sin embargo, aun cuando Él parezca no muy amable, está siendo bondadoso con ustedes. Éste es el maravilloso Espíritu por cuya obra en nuestro interior crecemos.

DOS CLASES DE UNIDAD

  Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”, y el versículo 3 dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu”. Debemos guardar la unidad del Espíritu hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe. En otras palabras, debemos “conducir el auto” de la unidad del Espíritu hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe.

LA FE

  La fe mencionada en el versículo 13 no se refiere a la acción de creer, sino a lo que creemos. Un resumen de nuestra fe sería: Nuestro Dios, quien es triuno, se hizo un hombre llamado Jesús; Él fue a la cruz y murió por nosotros, por nuestros pecados; después de tres días resucitó de los muertos y ascendió a los cielos, donde ahora está como nuestro Redentor, Salvador y Señor. Al mismo tiempo, en Su resurrección se hizo el Espíritu vivificante, luego entró en nosotros y ahora vive en nosotros como nuestra vida, mientras que Su sangre nos limpia de todos nuestros pecados.

  Esto es lo que todos creemos. Tenemos la misma fe y el mismo Espíritu. Esto es lo que nos hace uno. No importa cuál sea nuestra edad, nacionalidad o formación, somos uno porque tenemos el mismo Espíritu y la misma fe.

VIENTOS DE ENSEÑANZA

  Las enseñanzas, como dice el versículo 14, son un viento que sacude a los niños. A veces una enseñanza puede traer una tormenta o un tornado o torbellino. Si usted ha sido zarandeado por vientos que han soplado en el recobro en estos dos años pasados, esto indica que usted es un niño. Estos vientos probablemente lo empujaron a ir al cine o lo hicieron quedar en cama cuando debía haber tenido su vigilia matutina, o lo llevaron a despreciar a los ancianos y a comportarse descuidadamente en su vida diaria. ¿Qué puede salvarlo de estos vientos? Su salvación radica en que crezca. Usted ahora es un niño que juega con sus juguetes. Esto está bien por cierto tiempo, pero necesita crecer. “No seamos niños”.

EL CONOCIMIENTO DEL HIJO DE DIOS

  Además de esto, necesitamos llegar a la unidad “del pleno conocimiento del Hijo de Dios” (v. 13). Nosotros no tenemos suficiente conocimiento del Señor Jesús. Por ejemplo, ¿qué nos revela Colosenses en cuanto a Cristo? (Véase el mensaje 12 de Mensajes de vida). Necesitamos conocerlo en todos estos diferentes aspectos. Este conocimiento sólido y detallado de Él nos salvará de los vientos de enseñanza.

LA VERDAD

  El último asunto que afecta nuestro crecimiento se halla en el versículo 15: “Asidos a la verdad en amor”. A medida que nos asimos a la verdad en amor, crecemos “en todo en Aquel que es la Cabeza”.

  No podemos crecer si no nos sumergimos en la Palabra con toda seriedad. Es por ello que los he exhortado a que aparten tiempo para esto cada día. Algunos necesitan estudiar la Palabra de una manera exhaustiva y minuciosa, para que con el tiempo puedan enseñar y pastorear en la iglesia. Les pido que se vuelvan a la Palabra. Sigan adelante en la vida y la verdad. Sigan adelante en el conocimiento y la experiencia, a fin de que podamos crecer “en todo en Aquel que es la Cabeza” hasta que lleguemos a “un hombre de plena madurez”.

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