
La unidad es un tema que se trata comúnmente entre los cristianos de hoy. Nosotros no somos uno porque tengamos conceptos comunes, intereses afines y las mismas metas, ni por el hecho de realizar una misma clase de obra. Aunque cierta unidad proviene de los factores que las personas tienen en común, ésa no es la unidad genuina. Cualquier unidad que no sea la unidad genuina es una unidad que se halla en la esfera de la división. Por ejemplo, uno puede hallar unidad entre los católicos, entre los presbiterianos o entre los que participan en alguna obra cristiana; si las personas no tuvieran ninguna clase de unidad, no podrían trabajar juntas.
Fuera de Cristo no existe verdadera unidad. Todo verdadero creyente tiene a Cristo en su interior. Aparte de Él, dos seres humanos no pueden ser verdaderamente uno. Sobra decir que los chinos no pueden ser uno con los estadounidenses, ni los franceses con los alemanes; ¡ni siquiera los yanquis pueden ser uno con los tejanos! Y sin necesidad de ir muy lejos, ¿qué pareja de casados puede ser uno entre sí separados de Cristo? Él es la única unidad verdadera.
El Señor oró, diciendo: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste” (Jn. 17:21). El secreto para que los creyentes sean uno es que estén en el Dios Triuno. Los cristianos no tienen la verdadera unidad porque no viven en Él, aunque, en cuanto a posición, están en Él.
En el siguiente versículo, Juan 17:22, el Señor continuó su oración por la unidad: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno”. ¿De qué gloria se habla aquí? Existe algo en el universo que es llamado la gloria del Dios Triuno. La gloria que el Padre le dio al Hijo, el Hijo la dio a los creyentes con el propósito de que todos ellos sean uno. Cualquiera que sea el significado de la palabra gloria, sin duda es algo que simplemente le pertenece a Dios. La gloria es Dios expresado. Cuando estamos en la expresión de Dios, somos uno. La electricidad está escondida hasta que encendemos las luces. Entonces las luces al resplandecer llegan a ser uno en la gloria, en la expresión, de la electricidad.
A fin de experimentar la verdadera unidad, usted debe estar en el Dios Triuno. No hay duda de que todos los creyentes están en Él, tanto en posición como en doctrina. Sin embargo, en su experiencia, ¿dónde está usted? ¿Está usted en el Dios Triuno en su vida diaria, en su vida familiar y aun en la manera en que se relaciona con su suegra? ¿Está usted en Él cuando le toca lavar los platos? Todos tenemos que reconocer que la mayor parte de nuestro tiempo estamos en nosotros mismos; nos hallamos en la esfera de nuestros gustos, nuestras preferencias y en nuestra carne, así como en la envidia, el odio y el orgullo. Aunque estamos conscientes de que necesitamos estar en la verdadera unidad, no podemos lograr esto porque no vivimos en el Dios Triuno.
En todos estos años he visto un buen número de santos que verdaderamente amaban al Señor y vinieron al recobro, pero que estuvieron sólo por cierto tiempo para después irse y formar parte de alguna división. Incluso tuvimos algunos colaboradores cristianos muy preciosos en la China continental que salieron de nosotros para establecer una división. La simple razón de este suceso tan lamentable es que tales santos dejaron de vivir en el Dios Triuno. Si ustedes no están con temor y temblor con respecto a vivir en Él día tras día, puede llegar el momento en que también ustedes causen división.
Simplemente vivir en el Dios Triuno no es suficiente. A fin de que la unidad sea doblemente asegurada, debemos también estar en la expresión de Dios. El objetivo de laborar juntos aquí es expresarlo a Él, y no es llevar a cabo nuestro propio propósito. Todos tenemos nuestra propia intención, nuestros propios objetivos y nuestras propias metas. Todas estas cosas son aniquiladas en la expresión del Dios Triuno. Si en alguna medida éstas no son aniquiladas, en esa misma medida no estaremos asegurados en la unidad genuina. Si nuestra meta es algo diferente de la expresión del Dios Triuno, tarde o temprano esta meta diferente causará división.
¿Por qué los cristianos no pueden ser uno? ¿Cuál es la causa de que haya incontables e interminables divisiones? Todas las denominaciones han experimentado divisiones. Incluso un pequeño grupo, después de reunirse por sólo dos o tres años, acabará por dividirse quizás en tres grupos. Esta condición de división se debe a que la mayoría de cristianos no viven en Cristo ni se preocupan por la expresión de Dios. Su preocupación menor es satisfacer sus gustos y preferencias, y su preocupación más elevada es alcanzar sus metas. Debido a que se preocupan por estas cosas y no por la expresión de Dios, en lo que a ellos se refiere, la unidad genuina no es asegurada.
La oración que el Señor hizo en cuanto a la unidad alcanzó una tercera etapa en Juan 17:23: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. Noten que en el versículo 21 la oración consistió en que pudiéramos estar en el Dios Triuno. Pero en este versículo la oración consiste en que el Dios Triuno pueda estar en nosotros. El que Él esté en nosotros está más relacionado con nuestra experiencia.
¿Está el Dios Triuno en ustedes? ¿O tienen ustedes su mente ocupada con una novia, con su esposa, con un nuevo par de zapatos, con sus hijos, con su cuenta bancaria? Si estas otras cosas están en ustedes, entonces no hay espacio para Dios. Los cristianos quizás les echen la culpa a las diferencias doctrinales; pero la verdadera razón por la que no son uno es que el Dios Triuno no está en ellos, que ellos no se preocupan por Su expresión y que no viven en Él.
En el versículo 23 vemos que aun cuando estemos en la unidad genuina, todavía necesitamos ser perfeccionados. El Dios Triuno está en ustedes para operar en ustedes hasta que sean perfeccionados. Tal vez digan que son uno con los demás; pero su unidad es superficial porque todavía son muy naturales, están llenos de la carne y son muy egoístas. Pero una vez que el Dios Triuno haya operado en ustedes para liberarlos del viejo hombre, serán perfeccionados en unidad.
Ciertamente hay cierta clase de unidad en la iglesia en su localidad, pero esa unidad no es tan elevada ni tan segura. Todos necesitamos que el Dios Triuno esté más profundamente en nosotros a fin de ser perfeccionados en unidad. Si Pedro, Pablo y María estuvieran aquí, todos ellos serían completamente uno. Nuestra unidad quizás sea genuina; pero es muy frágil porque nuestro vivir en el Dios Triuno es superficial y no nos interesa lo suficiente que Él sea expresado.
Les aliento a que oren en cuanto a los puntos sobre la unidad que se abarcan en estos tres versículos:
(1) El énfasis del versículo 21 es que nosotros estemos en el Dios Triuno.
(2) El versículo 22 afirma que la gloria de Dios es lo que nos hace uno.
(3) El énfasis del versículo 23 es que el Dios Triuno está en nosotros a fin de perfeccionarnos en unidad.
Al orar, ustedes verán la necesidad de la gracia con la cual se puede guardar la unidad. Hoy su unidad es espontánea y natural. Sin embargo, cuando venga la prueba, descubrirán que no podrán pasarla. Si no se dan cuenta de que la unidad genuina es una necesidad, acabarán por dejar la vida de iglesia aun cuando hayan estado en el recobro por muchos años.
Lo que hace que el recobro del Señor sea diferente del cristianismo es su naturaleza y la posición sobre la cual se mantiene. La iglesia tiene a Cristo mismo como su naturaleza. En contraste con el cristianismo, la iglesia no es una organización edificada sobre ciertos conceptos, sino una entidad que tiene a Cristo por contenido y naturaleza. El cristianismo se compone de divisiones, y su naturaleza incluye diversas cosas. En cuanto a la posición en que nos mantenemos, el terreno de la iglesia es la unidad genuina. Si perdemos esto, entonces ya no seremos la iglesia, sino una continuación del cristianismo. Si hemos de permanecer en el recobro del Señor, debemos conservar a Cristo como nuestra vida y la unidad como nuestra posición.
Efesios 4:3 nos habla de la unidad del Espíritu, mientras que el versículo 13 nos habla de la unidad de la fe. Cuando usted creyó en el Señor Jesús, el Espíritu de Dios entró en usted. Ese Espíritu, en usted y en tantos otros creyentes, es la unidad misma. Las lámparas que están en este salón de reunión son unidades separadas hasta que se activa la corriente eléctrica; entonces llegan a ser uno. Las lámparas no son uno en sí mismas, sino en virtud de la electricidad. De la misma manera, los creyentes son uno en virtud de la corriente del Espíritu en el interior de todos ellos. ¿Cómo podemos guardar esta unidad del Espíritu que ya es nuestra?
La fe en el versículo 13 representa aquello en lo que creemos; en el mensaje anterior enumeramos algunos de los elementos que componen nuestra fe. Estas creencias en cuanto a la persona de Cristo y Su obra redentora componen nuestra fe cristiana. Debido a que tenemos estas creencias en común, experimentamos la unidad.
Desafortunadamente cuando somos salvos y entramos en la iglesia, traemos con nosotros algunas cosas de nuestro pasado. Luego, a medida que pasa el tiempo, añadimos otras cosas y las tratamos como si fueran elementos de la fe, aunque en realidad no lo son.
Por ejemplo, supongamos que cuatro estudiantes son salvos durante una campaña del evangelio. El Espíritu entra en todos ellos; por tanto, tienen la unidad del Espíritu. Además, todos creen las mismas cosas, es decir, tienen la misma fe. Sin embargo, uno de ellos, un estudiante que está haciendo un doctorado, viene a la iglesia con un concepto peculiar, y con el tiempo dicho concepto llega a ser un gran problema en la iglesia. Otro estudiante decide estudiar teología después de ser salvo. Así que él deja sus estudios seculares y se va a lo que comúnmente llaman seminario teológico donde es adoctrinado con el modernismo. El tercer estudiante empieza a asistir a una iglesia bautista, donde lo convencen de que la inmersión que practican los bautistas es la única clase correcta de bautismo. Por último, el cuarto estudiante empieza a participar del hablar en lenguas.
El día en que estos cuatro hermanos fueron salvos, ellos eran uno. Pero ahora, si se reúnen, ciertamente disputarán. El estudiante que está haciendo su doctorado defenderá su extraño concepto; el estudiante de teología defenderá sus interpretaciones modernistas; el estudiante bautista defenderá la práctica de la inmersión; y el estudiante pentecostal defenderá el hablar en lenguas. ¿Qué le ha ocurrido a la unidad? Además de la unidad del Espíritu y de la unidad de la fe, ellos han adoptado algo. En realidad lo que han adoptado y elegido es un juguete, y revela que simplemente son niños. Es cierto que uno puede estar recibiendo pronto su doctorado, pero en el Señor él es como un pequeño niño que disfruta su juguetito. Los otros “niños” también necesitan sus “juguetes”, que pueden ser las enseñanzas modernistas, la insistencia en la inmersión o el hablar en lenguas.
Los versículos 13 y 14 de Efesios 4 nos recuerdan que cuando lleguemos a la unidad de la fe, “ya no [seremos] niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza”. Todas estas doctrinas son vientos que soplan sobre nosotros y nos alejan de la verdadera unidad.
A medida que ustedes crezcan, perderán su interés en sus juguetes. Después que crezcan en el Señor, se darán cuenta de que ya han pasado la edad de los juguetes. Entonces tendrán la unidad del Espíritu y la unidad de la fe, y ninguna doctrina con sus vientos los alejará.
Recuerden que la iglesia y su naturaleza son Cristo mismo, y que la posición sobre la cual se mantiene la iglesia es la unidad genuina. Tarde o temprano soplarán vientos alrededor de ustedes. Algunos del movimiento carismático quizás le pregunten si ha recibido el bautismo del Espíritu Santo y le dirán cuán bueno es hablar en lenguas. ¿Van a permitir ustedes que este viento de doctrina sople para alejarlos de la unidad genuina?
El cristianismo se compone de denominaciones. Denominarse es hacerse llamar por algún nombre. Cualquier grupo que tenga un nombre particular, que no es común a todos los creyentes, es una división o una secta. Si usted es presbiteriano o metodista o episcopal, ese nombre es una señal de que está en una división.
Algunos grupos quizás no tengan un nombre distintivo, pero se adhieren a una doctrina especial. Quizás insistan en que todos sus miembros tienen que ser bautizados por inmersión. Es posible que incluso exijan cierto estilo de inmersión antes de recibirlo a usted como hermano. Esto sin duda es sectario.
Otros grupos practican una comunión especial. Por ejemplo, algunos pentecostales no lo aceptarán en su círculo a menos que usted hable en lenguas.
Tener un nombre particular, tener una enseñanza especial y tener una comunión restringida son las características de una secta. ¿Cuál es nuestro nombre? ¿Cómo se llama la iglesia en su localidad? No tenemos ningún nombre especial. El término iglesia incluye a todos los creyentes, no a determinado grupo de creyentes. Si usted está en Boston, la iglesia es la iglesia en Boston. Podríamos comparar esto a la luna; no importa sobre qué parte de la tierra brille la luna; con todo, sigue siendo la luna. Si adoptáramos un nombre particular, vendríamos a ser una secta. Además, no tenemos ninguna enseñanza particular. No somos la iglesia de los que hablan en lenguas, aunque muchos de nosotros hayan hablado en lenguas en el pasado. Tampoco nuestra enseñanza ni nuestra comunión son particulares. Aceptamos como hermanos a todos los que creen en el Señor y son salvos.
Muchos cristianos escogen aferrarse a su nombre divisivo, a su doctrina especial o a su comunión particular. Algunos han intentado introducir en la iglesia el hablar en lenguas; pero si llegáramos a ser la iglesia de los que hablan en lenguas, vendríamos a ser una secta. Otros quizás crean en el arrebatamiento antes de la gran tribulación. Está bien que tengan esta doctrina; pero si se esfuerzan por predicarla y hacer que toda la iglesia la crea, dicho esfuerzo conduciría a la división.
Por causa de la unidad de la iglesia, debemos ser comunes y generales. Los cristianos que insisten en su enseñanza especial o su requisito particular para tener comunión son quienes deben asumir la responsabilidad por la división existente. Cuando vinimos al recobro del Señor, muchos de nosotros dejamos nuestras enseñanzas particulares a fin de participar en la unidad común con los santos. Todavía estamos aprendiendo a no aferrarnos a ninguna cosa en particular, sino a recibir a todos los verdaderos cristianos y de ese modo guardar la unidad.