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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO VEINTICINCO

VIVIR POR LA VIDA DE OTRO

  Desde el momento en que recibí al Señor, me di cuenta de que Su vida estaba en mí. Juan 3:16 lo dice muy claramente: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. Yo supe que al creer en Él había recibido vida eterna. Sin embargo, me preguntaba cómo esta vida podía afectar mi diario vivir.

¿UN AVE O UN PERRO?

  Quizás algunos de ustedes tengan esta misma inquietud. Es posible que por la mañana usted tenga un tiempo maravilloso en la Palabra, pero durante el día se sienta condenado muchas veces por la manera descuidada en que habla por teléfono o porque está muy irritable con su familia. A veces usted experimenta la vida de un ave que se remonta en el cielo abierto, pero otras veces lleva la vida de un perro que le ladra a su madre o a sus hijos. En un momento dado usted ora al Señor, y minutos después descarga su ira contra su familia. ¿Qué es usted, un ave o un perro?

  Por muchos años quise saber cómo mi vivir podría corresponder a la vida que había recibido. Yo había sido salvo en China, una tierra caracterizada por los ídolos y la filosofía de Confucio. Muchos jóvenes estudiantes de universidad, incluyendo a Watchman Nee, fueron salvos alrededor del mismo tiempo, en la década de los veinte. Yo creo que el Señor en Su gracia nos concedió Su visitación como resultado de las oraciones de muchos santos, la mayoría de los cuales vivían en Inglaterra. En 1900 la revolución de los bóxers llevó al martirio a muchos misioneros, que en su mayoría eran de origen inglés; este acontecimiento constriñó a muchos a orar por China. Nuestra salvación, sin duda alguna, fue fruto de dichas oraciones.

  Con base en nuestro estudio de la Biblia y nuestra búsqueda del Señor, llegamos a comprender que nuestro vivir debía ser diferente. Nos conseguimos muchísimos libros cristianos, tratando de encontrar la manera de vivir tal vida, pero ninguno de ellos nos fue de ayuda. De hecho, pasaron muchos años antes que encontráramos el secreto.

  En el Evangelio de Juan observamos que nuestra relación con el Señor empieza en el momento en que creemos en Él: “A todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio autoridad de ser hechos hijos de Dios” (1:12). Este primer capítulo muestra que creer en Él es recibirle.

  Sin embargo, en el último capítulo vemos que nuestra relación con Él es una relación de amor. “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” (21:15). Pero amarlo no es la manera en la cual vivimos la vida que hemos recibido.

SON DOS PERSONAS, PERO LA VIDA ES UNA SOLA

  La clave de esto se encuentra en los capítulos 5, 6 y 7. Allí se nos muestra que la vida que hemos recibido es la vida de otro; sin embargo, Él no vive dicha vida, sino que esto lo hacemos nosotros. El Señor Jesús demostró esta manera de vivir al tomar la vida del Padre. En 6:57 el Señor dijo: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Al comparar este versículo con 5:26, que dice: “Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo”, vemos que aunque la vida era la del Padre, no era el Padre quien la vivía. Su deseo era que el Hijo expresara esta vida en Su vivir. Esta vida involucraba a dos personas: era la vida de la primera persona, pero tenía que ser vivida por la segunda persona. El Padre era el Dador de esta vida y el Hijo era el Receptor. Eran dos personas pero una sola la vida que debía ser vivida.

UN EJEMPLO

  La vida matrimonial se asemeja a esto. Esta vida involucra a dos personas, al esposo y la esposa; pero, a fin de tener una vida matrimonial feliz, solamente una vida debe ser vivida. Si la esposa vive su propia vida en vez de vivir por la vida de su esposo, ellos tendrán una vida matrimonial infeliz. Esta comparación del matrimonio con nuestra relación con el Señor no es superficial. Efesios 5:23-32 nos dice que Cristo es el Esposo y que la iglesia es la esposa. ¿Debe llevar la iglesia una vida independientemente de Cristo?

  Sin embargo, la vida matrimonial no es un ejemplo perfecto porque involucra dos vidas. La vida del esposo no puede literalmente ser la vida de su esposa, pues cada uno tiene su propia vida. Pero en el caso del Padre y del Hijo, los dos verdaderamente tenían una sola vida. En el caso de Cristo y de la iglesia también hay una sola vida; la vida que Cristo tiene es la misma vida que tiene la iglesia.

  Por mucho que las esposas intenten sujetarse “a sus maridos en todo” y por mucho que los esposos sinceramente traten de amar a sus esposas “así como Cristo amó a la iglesia”, todos sus esfuerzos serán vanos. Esto sucederá aun cuando la esposa siga el principio de tomar la vida de su esposo como su propia vida. Las exhortaciones en Efesios sólo pueden llevarse a cabo cuando el esposo y la esposa toman la vida de Otro. El amor y la sumisión son del Señor. Cuando ellos tomen a Cristo como su vida, habrá sumisión en la esposa y surgirá amor en el esposo.

EXPRESAR A ALGUIEN QUE ESTÁ OCULTO

  Cuando fuimos salvos, nos unimos a Cristo para ser un solo Espíritu con Él (1 Co. 6:17). Por lo tanto, somos uno con Él. Hoy en día nadie puede ver a Cristo. Él está oculto a los ojos de los hombres, pues primeramente está en los cielos (Hch. 3:20-21) y, en segundo lugar, está en nosotros (1 Co. 13:5). Mientras estuvo en la tierra, Él siguió el principio de vivir por una vida que estaba oculta. Juan dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (1:18). Así como el Hijo expresó esa vida que estaba oculta en Él, de igual manera hoy a nosotros, Sus discípulos, se nos manda que tomemos Su vida como nuestro vivir, de modo que demos a conocer Su vida, que está oculta en nuestro ser.

NO SE TRATA DE MEJORAR NUESTRA CONDUCTA

  Cuando los discípulos de Confucio intentaron seguir las enseñanzas de su amo, todos sus esfuerzos se encaminaron a mejorar su conducta, de modo que ésta fuera conforme a lo dicho por Confucio. Éste es también nuestro concepto natural cuando acudimos a la Biblia. Los cristianos creen que deben comportarse de una manera ética y moral. Estudian la Biblia para averiguar en qué consiste el comportamiento cristiano; entonces se esfuerzan por ajustarse a esa norma.

  Todos estos esfuerzos no son más que un estorbo a la manera en que los cristianos deben vivir. La vida cristiana apropiada no está relacionada con la ética, sino con una persona. Sin duda alguna la moralidad y la ética cristianas son las más elevadas, pero esto se debe a que ambas son Cristo mismo. Es Cristo mismo quien es el amor, la humildad o la bondad. Estas características se expresan cuando nosotros lo vivimos a Él.

  Es un pensamiento muy común el querer mejorar nuestro comportamiento después de ser salvos y querer conducirnos como hijos de Dios, no como hijos del diablo. Pero la intención de Dios con respecto a nosotros no es que tengamos una mejor conducta. ¿Creen ustedes que el Hijo vivía por el Padre porque Su propia vida no era lo suficientemente buena? ¡De ninguna manera! El Hijo sencillamente quería cumplir el deseo del Padre de que el Hijo lo expresara en Su vivir. “No busco Mi propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió” (Jn. 5:30). La comisión del Hijo era expresar al Padre, no a nadie más. “Me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre” (6:57). El Hijo tomó la vida del Padre no porque tuviera algún pecado o debilidad o deficiencia, sino simplemente con el fin de cumplir el deseo del Padre. Él no fue enviado para establecer un imperio ni para realizar una gran obra. Incluso afirmar que Cristo vino para salvar a los pecadores es sólo cierto en parte. En realidad, Él vino para vivir al Padre. Si la cruz no hubiese sido la voluntad del Padre y si salvar a los pecadores no hubiese sido la voluntad del Padre, Cristo no se habría sometido a la cruz. Ustedes bien recuerdan Su oración en Getsemaní: “Pero no sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39).

ES LA VIDA DE CRISTO PERO ES USTED QUIEN VIVE DICHA VIDA

  Durante el día usted necesita comprender que Cristo y usted tienen una sola vida, que no es la vida suya, sino la de Él. A fin de que esto sea su experiencia, su propia vida tiene que ser rechazada. Entonces los dos tendrán un solo vivir, el cual será no el vivir de Él, sino el suyo, porque el vivir de Él está escondido.

  Esto no es fácil de entender. Pídale al Señor que le ayude a ver esto claramente. Dígale: “Señor, te doy gracias porque Tú y yo tenemos una misma vida. Muéstrame cómo tomar esta vida, y muéstrame también cómo rechazar mi propia vida. Te doy gracias, Señor, porque los dos tenemos un solo vivir; éste es mi vivir, no Tu vivir. Te agradezco porque la vida es Tuya; ¡y Tú debes agradecerme también porque el vivir es mío!”. Si usted continúa orando de esta manera, entenderá claramente que en la vida cristiana el Señor y usted tienen una sola vida. En sí mismo, usted tiene su propia vida, y Él en Sí mismo, tiene la Suya. Sin embargo, en Él, en Su vida, los dos son uno. Esta única vida es su vivir.

  Si oramos de esta manera, probablemente sentiremos que el Señor está complacido; Él estará complacido de poder tener una vida para nosotros y de que nosotros tengamos un vivir que es para Él.

CÓMO PONER A UN LADO SU PROPIA VIDA

  A fin de experimentar esta única vida, tenemos que poner a un lado nuestra propia vida. Específicamente, debemos poner a un lado nuestra voluntad y nuestra gloria. El Señor dijo: “No busco Mi propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió” (Jn. 5:30). En 7:17-18 Él dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la enseñanza es de Dios, o si Yo hablo por Mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en Él injusticia”. El Señor buscaba la voluntad y la gloria de Aquel que lo había enviado. Rechazar nuestra voluntad y nuestra gloria es negarnos al yo.

  Todos los seres humanos buscan su propia voluntad y su propia gloria. ¿Por qué nosotros preferimos vivir por nuestra propia vida? Porque interiormente tenemos una voluntad con respecto a nosotros mismos. Esta voluntad siempre tiende a promover nuestro nombre, nuestra popularidad y nuestra posición. Interiormente nuestra voluntad busca promover nuestra gloria externamente.

  Lo que caracteriza a la sociedad humana es que cada quien procura promoverse a sí mismo. Todos quieren ser alguien. Incluso en la vida de iglesia podemos encontrar estas aspiraciones de ser alguien importante. Pero la iglesia nos anula a cada uno de nosotros. Yo he escuchado críticas contra los que se reúnen en la iglesia, en las que dicen que ellos son una “partida de marionetas”, que carecen de seguridad y confianza en sí mismos. ¿No es esto un testimonio de que el Señor nos está haciendo personas diferentes de la gente del mundo?

  Cuando renunciamos a la voluntad y a la gloria de la vida natural, dicha vida es anulada.

CÓMO RECIBIR AYUDA POR MEDIO DE LA PALABRA

  Si queremos recibir el máximo beneficio de la Palabra, no debemos buscar nuestra propia voluntad ni nuestra propia gloria. Si usted procura obtener una posición para sí mismo, cuando acuda a la Palabra la ayuda que recibirá será, en el mejor de los casos, fragmentaria e incompleta. Conténtese con ser un don nadie. Mientras desee ser alguien, estará tomándose a sí mismo como vida. El bautismo del Señor Jesús al comienzo de Su ministerio fue una declaración de que Él había sido aniquilado, que Su vida natural estaba bajo la cruz y que deseaba vivir al Padre. Es cuando usted escoge llevar esta vida que la Palabra puede nutrirlo. La Palabra no le es dada a usted para que sustente su vida natural. La intención de la Palabra no es instruirlo. No trate de obrar conforme a lo que la Biblia enseña. Simplemente abra su ser a Él a medida que se abre a Su Palabra, y recíbalo como su suministro por medio de la Palabra.

LA COMISIÓN MÁS ELEVADA

  ¿Está usted satisfecho de ser un don nadie? Si quiere ser alguien, sería mejor que incursionara en el campo de la educación. También podría encontrar algún puesto vacante en el mundo de la política. No obstante, en cuanto usted pasa por la puerta de la iglesia, llega a ser un don nadie. ¿Está usted dispuesto a esto?

  Sin embargo, quisiera más bien replantearles este asunto desde un punto de vista positivo: ¿Está usted satisfecho con la comisión más elevada que existe? El Señor Jesús renunció a Su propia voluntad y Su propia gloria a fin de tomar la vida del Padre y vivirle a Él. Esta misma elevada comisión es suya: tomar a Cristo como su vida y vivirle a Él. Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí. Ésta es la vida cristiana y la vida de iglesia. ¡Cuán superior es esto a la voluntad y la gloria del yo!

  No deje que nada lo distraiga de esta comisión. No se distraiga con la mundanalidad; tampoco piense en su debilidad. No deje que sus pecados lo sobrecarguen. Cuanto más usted trate de vencer la mundanalidad, su debilidad y el pecado, más será víctima de ellos. Pero si toma a Cristo como su vida y lo vive a Él, estas cosas y todas las demás huirán.

LA PRÁCTICA

  En los asuntos de la vida cotidiana, no se vea forzado a hacer las cosas apresuradamente. No se precipite a responder ni a decir nada. Cualquiera que sea la provocación, manténgase firme. Por ejemplo, si surge alguna situación difícil con su esposa, no se deje perturbar por ello. Simplemente vuélvase interiormente y consulte con el Señor, diciendo: “Señor, no voy a hacer nada. Soy uno contigo. Actúa en mí. Respóndele a mi esposa. No quiero hacer nada aparte de Ti”.

  Esta actitud de tomar al Señor como nuestra vida nos salvará de tratar de obedecer la letra de la Biblia. Al volvernos a Él constantemente y al declarar que somos uno con Él, le proveemos a Él la oportunidad de cambiarnos metabólicamente al eliminar lo viejo y al reemplazarlo con lo nuevo. Éste será el efecto de la Palabra nutritiva que recibimos; no será una corrección externa, sino un cambio interno.

  ¡Cuán privilegiado es usted de tener esta otra vida! A medida que practique vivir por Cristo, usted verá cuán diferente será de las personas del mundo, quienes únicamente tienen su propia vida. Dios ha impartido en usted Su propia vida. Ahora Él quiere que usted lo expresa a Él en su vivir.

  Así como el Hijo vivió al Padre por la vida del Padre, de la misma manera hoy nosotros vivimos al Hijo por la vida del Hijo. Démosle gracias a Él porque los dos tenemos una misma vida y un solo vivir; la vida es de Él, y el vivir es nuestro. Ésta es la vida cristiana apropiada.

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