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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

EL BENEPLÁCITO DE DIOS

  ¿Cuál es el deleite del corazón de Dios? O, usando el lenguaje de Efesios, ¿cuál es Su “beneplácito” (Ef. 1:5, 9)?

UN DIOS DE VIDA

  ¿Sabía usted que nuestro Dios es muy emotivo? En muchas ocasiones se nos dice que Él estaba complacido (1 S. 12:22; 1 R. 3:10; Is. 42:21; He. 13:16) o que estaba enojado (Dt. 1:37; 9:20; 1 R. 11:9; 2 R. 17:18). Los sentimientos son una señal de vida. Una piedra, por ejemplo, no se enoja. Pero si usted es una persona viva, su rostro expresará sus sentimientos, por ejemplo, cuando venga a las reuniones.

  El Señor Jesús mostró cuán emotivo es el Padre en la parábola del hijo pródigo en Lucas 15. ¡De hecho, es más preciso llamarla la parábola del padre alegre! El hijo dejó a su padre y se marchó a un país lejano; pero un día su hambre hizo que él volviera a pensar en su casa, no tanto en su padre como en las riquezas de la casa del padre. “Levantándose, vino a su padre” (v. 20), preparado para decirle que ya no era digno de ser llamado hijo. Pero antes que alcanzara a ver a su padre, “cuando aún estaba lejos, lo vio su padre”. El padre debe de haber estado esperando a ver si veía a su hijo errante regresar. El versículo 20 es el único versículo de la Biblia que nos dice que Dios corrió. Él “fue movido a compasión, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”. ¡Cuán conmovedor! Siento tener que decir que nunca he abrazado a ninguno de mis tres hijos de esa manera. Esto muestra que estoy carente de vida, que no soy como Dios. ¡Alabado sea Dios, pues Él es así de emotivo con todos nosotros!

  El padre no dejó que el hijo terminara de hacer su confesión de que no era digno y les dijo a los siervos que le trajeran el vestido, el anillo y las sandalias para que se vistiera con ellas. Una vez que fue hecho apto con estas cosas externas, el hijo estuvo listo para participar del becerro gordo. El padre dijo: “Comamos y regocijémonos” (v. 23). “Y comenzaron a regocijarse” (v. 24). Aquí se describe la alegría de Dios. Debido a que Él es un Dios lleno de vida, Él puede estar lleno de alegría o, de igual modo, puede mostrarse muy enojado.

UN DIOS DE PROPÓSITO

  Nuestra emotividad no sólo se debe a que tenemos vida, sino también a que somos personas de propósito. Si no tenemos planes, no tenemos razón alguna para sentir gozo o enojo; somos indiferentes a lo que suceda. Pero si tenemos un fuerte sentido de propósito, estaremos muy emocionados o complacidos si dicho propósito se lleva a cabo. Asimismo, nos sentiremos enojados si el cumplimiento de ese propósito se ve estorbado.

  Nuestro Dios es un Dios de vida y un Dios de propósito. Él nos predestinó “para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad” (Ef. 1:5). Él nos ha dado “a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo, para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas” (vs. 9-10). Nosotros fuimos “predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad” (v. 11).

  En estos versículos podemos ver que el beneplácito de Dios está relacionado con asuntos grandes tales como Su voluntad, Su propósito (que se usan aquí en forma verbal como sustantivada), una economía (o administración o dispensación) y Su consejo. Todos estos asuntos de gran trascendencia se originan en el beneplácito de Dios. Fue debido a Su beneplácito que Él tuvo una voluntad. Conforme a esta voluntad, Él hizo un plan (o se propuso hacer algo); y a fin de realizar este plan tuvo un consejo consigo mismo. Esto entonces dio origen a Su economía, de modo que se llevara a cabo una administración.

  No nos es posible saber cuándo tuvo origen este beneplácito; pero puesto que Dios es un Dios eterno, sin principio ni fin, Su beneplácito también debe de ser eterno; debe de haber estado allí desde los orígenes mismos del universo.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON LA TIERRA

  El beneplácito de Dios se expresó primeramente en la creación de la tierra. “¿Dónde estabas tú cuando Yo eché los cimientos de la tierra? [...] Cuando cantaban juntas las estrellas de la mañana y daban gritos de júbilo todos los hijos de Dios?” (Job 38:4, 7). En ninguna parte de la Biblia puedo encontrar otra referencia similar a ésta del deleite que mostraron los ángeles y las estrellas de la mañana cuando los cielos fueron creados. ¿Por qué hubo canción y gritos de júbilo cuando fueron puestos los cimientos de la tierra?

  Para los científicos, la tierra es un pequeño planeta que no se destaca de manera particular al ser comparada con los otros cuerpos celestes. Sin embargo, para Dios la tierra es el planeta más placentero. Por supuesto, también es el que le causa más problemas; sin embargo, Su corazón se inclina por la tierra. ¿Ama usted la tierra? Definitivamente yo no lo animaría a que usted ame el mundo, puesto que pertenece a Satanás; pero la tierra es del Señor y nosotros debemos amarla.

Un concepto equivocado en cuanto a los cielos

  Existe un concepto muy generalizado entre los cristianos de que la tierra es un lugar de sufrimiento, pero que algún día iremos a un lugar muy alegre, llamado los cielos. Este concepto proviene del budismo, el cual llama a este lugar feliz el cielo del Occidente. Fue el catolicismo el que introdujo esta idea pagana en el cristianismo.

  Dios ama la tierra. Toda Su atención se centra en la tierra, no en los cielos.

Gobernar la tierra

  El reino de Dios será establecido en la tierra, no en otro planeta (Mt. 6:10; Ap. 11:15). El universo eterno será llamado el cielo nuevo y la tierra nueva (21:1). El reino eterno de Dios no estará en la luna ni en Marte. La tierra es el lugar donde reside Su beneplácito, incluso hasta la eternidad.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON EL HOMBRE

  Si leen varias veces el primer capítulo de Génesis, notarán que se repite varias veces la frase: “Vio Dios que era bueno” (p. ej., vs. 10, 12, 18, 21, 25). Después de restaurar la creación en esos primeros cinco días, Dios vio que todo ello era bueno. Sin embargo, en el sexto día, el día que el hombre fue creado, “vio Dios todo cuanto había hecho, y he aquí, era muy bueno” (v. 31). Si la tierra le había agradado a Dios, mucho más el hombre. Dios estaba tan contento con el hombre que había creado que dijo: “Muy bueno”.

  Dios no dice “muy bueno” con ligereza. Si Él sólo me dice “bueno” el día que esté en Su presencia, me sentiré muy satisfecho. Para que Él diga “muy bueno”, eso muestra que se sentía lleno de emoción. Había plantas y árboles, peces y aves, bestias y ganado. Cuando Dios vio al hombre en medio del resto de Su creación, Su amor hacia el hombre lo impulsó a decir “muy bueno”. El hombre es el deleite del corazón de Dios. Dios ama la tierra porque ésta fue preparada para este hombre en quien Él se deleita.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON LA ENCARNACIÓN

  El ejército celestial se regocijó en la encarnación, así como cuando fueron puestos los cimientos de la tierra. El ángel del Señor anunció “buenas nuevas de gran gozo” a los pastores. “Y repentinamente apareció con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, y decía: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de Su complacencia!” (Lc. 2:9-14).

  ¿Qué fue lo que agradó tanto a Dios con el advenimiento del “Salvador, que es Cristo el Señor” (v. 11)? Antes de la encarnación, la tierra era la tierra, el hombre era el hombre, y Dios era Dios. Pero en ese momento Dios llegó a ser uno con el hombre. Jesús es la mezcla de Dios y el hombre. “‘Llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)” (Mt. 1:23).

  Cuán lamentable es que el glorioso hecho de la encarnación haya sido corrompido con la celebración de la Navidad. Los cristianos en su mayor parte tienen únicamente el entendimiento de que les nació un Salvador. Sin embargo, escapa de su entendimiento el hecho de que Dios se introdujo en el hombre y llegó a ser uno con él. Cuando Jesús vivió en la tierra, Él era extraordinario. Él era el gran Dios mezclado con Su criatura.

  La Biblia no dice nada, salvo en una ocasión, acerca de los primeros treinta años de la vida de Jesús. Él fue llamado un carpintero (Mr. 6:3). En esos treinta años Él no hizo una gran obra. La lección que aprendemos es que a Dios no le interesan nuestras obras. Si Dios quiere que algo sea hecho, Él simplemente habla, y es hecho (Sal. 33:9). Él no nos necesita a nosotros para que trabajemos para Él.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON EL BAUTISMO DE CRISTO

  Cristo empezó Su ministerio público al ser bautizado. En esa ocasión “los cielos le fueron abiertos [...] y he aquí, hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:16-17). La palabra complacencia tiene la misma raíz que la palabra beneplácito hallada en Efesios 1:5 y 9. El Padre halló complacencia en Aquel que se entregó a Juan el Bautista para ser bautizado. Al aceptar el bautismo Él, de manera simbólica, estaba aceptando la cruz. Vemos esto claramente en la pregunta que hizo a los hijos de Zebedeo un tiempo después: “¿Podéis beber la copa que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?” (Mr. 10:38). Él usó la palabra bautismo para referirse a Su crucifixión.

  Así pues, a los ojos de Dios la muerte de Cristo fue algo agradable. Dios se deleita en el Cristo crucificado. Semana tras semana, al participar de la mesa del Señor, nosotros exhibimos esta agradable muerte a todo el universo (1 Co. 11:26).

DIOS ESTÁ CONTENTO CON EL CRISTO RESUCITADO

  Cuando Cristo fue transfigurado, “he aquí salió de la nube una voz que decía: Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; a Él oíd” (Mt. 17:5). La transfiguración fue una sombra anticipada de la resurrección. Este cambio de forma del Señor también tipificaba Su glorificación. Él les preguntó a los dos discípulos que iban camino a Emaús: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria?” (Lc. 24:26). En este versículo podemos ver que entrar en Su gloria era lo mismo que ser resucitado. Dios, por tanto, halló complacencia en la resurrección y glorificación de Su Hijo.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON QUE SU HIJO SEA REVELADO EN NOSOTROS

  “Agradó a Dios [...] revelar a Su Hijo en mí” (Gá. 1:15-16). El beneplácito de Dios está muy relacionado con nosotros. Hubo gozo en los cielos el día en que fuimos salvos porque ese día el Hijo de Dios fue revelado en nosotros. Este beneplácito de Dios está relacionado con todas las demás cosas que alegran a Dios. Si no existiera la tierra, ¿cómo podría Jesús haber vivido en Nazaret? Si el hombre no hubiese sido creado, ¿cómo podríamos tener a Emanuel, Dios con nosotros? Sin la tierra y el hombre, no podría haber ocurrido la encarnación, la crucifixión ni la resurrección del Hijo de Dios. Fue al mezclarse con el hombre que Él llegó a ser el Hijo del Hombre, en lugar de permanecer únicamente como el Hijo de Dios.

  Cuando Él entró en nosotros, el significado de la tierra, del hombre, de la encarnación, de la crucifixión y de la resurrección, todo ello, llegó a ser nuestra porción. ¿Dónde está Cristo hoy? Él es universal. Él es Dios y hombre. Él está en los cielos como también en la tierra. Nosotros somos uno con Él. En otro tiempo éramos personas comunes y ordinarias; éramos pecadores insignificantes. Pero ahora hay algo maravilloso con respecto a nosotros. Nos resulta difícil explicarles a los demás qué somos, quiénes somos y también dónde estamos. El Hijo que ha sido revelado en nosotros nos ha introducido en el significado de la tierra, del hombre y del Señor encarnado, crucificado y resucitado.

DIOS ESTÁ CONTENTO DE HACER SU OBRA EN NOSOTROS

  “Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito” (Fil. 2:13). Nuestra vida, la vida cristiana y la vida de iglesia, es según el beneplácito de Dios. La vida cristiana es una vida de felicidad. Muchas veces el Nuevo Testamento nos exhorta a estar contentos. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!” (4:4). Debemos regocijarnos día tras día, y no en nosotros mismos, sino en el Señor. Nosotros somos personas que continuamente estamos “cantando y salmodiando al Señor en [nuestros] corazones; dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef. 5:19-20). En lugar de celebrar el Día de Acción de gracias una vez al año, diariamente nosotros damos gracias a Dios por todo, cantando himnos a Él e, incluso, contagiando a otros con nuestro entusiasmo.

  Nosotros los cristianos debemos ser personas muy emotivas. Cuando estamos con otros, ellos deben percibir algo emocionante con respecto a nosotros. En los años de Elden Hall en Los Ángeles, nuestros vecinos nos llamaban “aleluyas”. Nosotros estábamos tan emocionados que cantábamos y alabábamos al Señor incluso mientras caminábamos por las calles.

  ¿Qué es lo que nos produce tanta felicidad? Esto se debe a que el propio Dios está operando en nosotros el querer como el hacer, por Su beneplácito. ¿Cómo sabemos que llevamos una vida que es conforme al beneplácito de Dios? Porque nos sentimos contentos. Cuando estamos contentos, estamos manifestando el hecho de que Dios está contento en nuestro interior. Nuestro gozo interno es un indicador de que vivimos y andamos según Su beneplácito.

DIOS ESTÁ CONTENTO CON NUESTRA GLORIFICACIÓN

  El día vendrá cuando todos seremos glorificados. Estaremos con Cristo en el monte de la transfiguración. Ese día Dios estará loco de emoción y, señalándonos, le dirá a Satanás: “¡Satanás, mira a Mis hijos! ¡Mis hijos han sido glorificados!”. Sin duda, Romanos 8 hace alusión a este mismo pensamiento: “Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse. Porque la creación observa ansiosamente, aguardando con anhelo la revelación de los hijos de Dios [...] La creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:18-19, 21-23).

UN PUEBLO HOY PARA EL BENEPLÁCITO DE DIOS

  El recobro consiste en que Dios pueda recuperar Su beneplácito. No hay duda alguna de que el cristianismo actual no le es motivo de gozo. Nosotros debemos ser un pueblo entre quien Dios pueda obtener Su beneplácito. Es por esto que la tierra fue creada. Es por esto que el hombre fue creado. Es por esto que Dios se encarnó. Es por esto que Jesús fue crucificado y resucitado. Éste es también el verdadero propósito de nuestro nuevo nacimiento.

  Ahora vivimos y andamos conforme al placer de Dios. Este placer llegará a su punto culminante el día en que seamos glorificados.

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