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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

FORTALECIDOS EN EL HOMBRE INTERIOR: EL BENEPLÁCITO DE DIOS

  Como seres humanos que somos, compuestos de un cuerpo, un alma y un espíritu, necesitamos entender más acerca de nuestra persona. El cuerpo no es nuestra persona, sino un vaso que la contiene. El espíritu tampoco es nuestra persona, sino un órgano con el cual podemos contactar a Dios. Nuestra persona es nuestra alma. A fin de conocer adecuadamente nuestro espíritu, primero debemos conocer la diferencia entre estas partes de las cuales estamos compuestos.

EL ALMA

  Al referirse a las personas, la Biblia las llama almas. “Todas las almas [lit.] que procedieron de los lomos de Jacob fueron setenta” (Éx. 1:5) significa que éstas fueron setenta personas. “Se añadieron aquel día como tres mil almas” (Hch. 2:41) significa que hubo tres mil personas más con ellos. Cada persona es un alma. Esto nos permite inferir que el alma es la persona. Cuando el hombre rico en Lucas 16 murió, su cuerpo fue sepultado, pero su persona todavía existía en el Hades (vs. 22-31).

  Nuestra vida humana, el yo, está en el alma. El cuerpo es el lugar donde reside la vida física, biós. Pero la vida psujé, nuestra persona, está en nuestra alma.

EL CAMBIO QUE OCURRE EN LA REGENERACIÓN

  Cuando nosotros somos regenerados, este cuadro del alma como nuestra persona y del espíritu como el órgano por el cual contactamos a Dios, cambia. Cuando la vida divina entra en nuestro espíritu, otra persona está con nosotros. Nuestra existencia se vuelve muy compleja, porque la persona natural que está en nuestra alma no está de acuerdo con la persona que está en nuestro espíritu. En cierto modo la regeneración es como casarse. Cuando usted es soltera, toma todas las decisiones según su preferencia; pero una vez que tiene un esposo, tal vez él quiera tener la ventana abierta cuando usted quiere cerrarla o tal vez él quiera salir cuando usted quiere estar en casa. Esta misma complicación, de dos personas con tendencias discordantes, surge en nosotros como cristianos.

  Nuestra alma es el hombre natural. Nuestro espíritu, el cual ha sido regenerado y habitado por el Espíritu Santo, es el hombre interior. Es esta segunda persona, el hombre interior, en que Dios se deleita. En realidad, esta persona es Jesucristo, quien está mezclado con usted. Él es el deleite de Dios. La persona que está en su alma es ofensiva y desagradable a Dios, pero Aquel que está en su espíritu es una dulce fragancia para Él.

  Esta mezcla del Espíritu Santo con el espíritu humano es una mezcla de divinidad con humanidad. La vida que entró en nosotros es divina y eterna.

CÓMO TRATAR CON ESTAS DOS PERSONAS

  ¿Cómo cuidamos de estas dos vidas? ¿Debe la persona que está en el alma ser alimentada y embellecida? La Biblia la llama nuestro viejo hombre y dice que él fue crucificado juntamente con Cristo (Ro. 6:6). Lo que debemos hacer con la primera persona es ignorarla. En las palabras del Señor Jesús, “si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt. 16:24). Tomar la cruz significa permanecer allí, donde Cristo nos puso. Declárele al viejo hombre, que está en su alma, que él está en la cruz. Después de esto, rechácelo no prestándole ninguna atención.

  ¿Significa esto que el alma es anulada? La vida natural en nuestra alma ha sido crucificada, pero las funciones del alma todavía permanecen y son útiles. Nuestra alma todavía piensa y decide, ama y odia. No son nuestra mente, parte emotiva y voluntad las que han sido crucificadas, sino el viejo hombre que está en el alma. Lo que sucede es que el alma ya no es la persona, sino el órgano. Ahora el espíritu es la persona y ha dejado de ser simplemente un órgano.

  En nuestra experiencia diaria descubrimos que parte del tiempo somos personas que viven en el alma y que otras veces nuestra persona se halla en el espíritu. Mientras estamos en la reunión, podemos ser una persona en el espíritu, que escucha la Palabra de Dios, ora y adora; pero después que nos vamos a casa, nos molestamos con algo que hace nuestra esposa y nuevamente nos convertimos en personas que viven en el alma. Nuestro enojo tal vez nos dure la mayor parte de la noche, haciéndonos perder el sueño. Luego, cuando nos levantamos a la mañana siguiente, le decimos al Señor: “Perdóname, Señor, por mi fracaso de anoche. Límpiame con Tu sangre”. Así una vez más disfrutamos la presencia del Señor y llegamos a ser una persona en el espíritu.

VIAJAR

  Dios quiere que seamos personas en el espíritu. La función del alma es ser un órgano, no ser nuestra persona. Sin embargo, son demasiadas las veces durante el día que “viajamos” de nuestro espíritu a nuestra alma y de nuestra alma al espíritu. Debemos exhortar a nuestra alma, diciéndole: “Alma, anteriormente tú eras mi persona, pero ahora eres simplemente un órgano. No te considero mi persona. Mi verdadera persona es el hombre interior, mi espíritu, en el cual mora el Espíritu Santo con el Señor Jesús”.

  Pídale al Señor que le ayude a poner esto en práctica, diciéndole: “Señor, te agradezco porque tengo una nueva persona. Yo no soy ese viejo hombre. Mi espíritu regenerado, en el cual moras Tú, es mi nueva persona. Ayúdame a andar, vivir, actuar y hablar en el espíritu, y no vivir más en el alma. Deseo vivir por el hombre interior”.

  Esta clase de oración puede ser nueva para nosotros. Es mucho más común pedirle al Señor que nos ayude a someternos a nuestro esposo o amar a nuestra esposa, a fin de obedecer Su Palabra. Pero el resultado de orar así, de una manera ética, es someternos menos y amar menos que antes.

  Regocíjese en esta nueva persona que está en su interior. Él se somete a la autoridad de la Cabeza. En Él está el amor hacia su esposa. Esta persona es el propio Señor que está mezclado con su espíritu.

  Lo que hemos dicho hasta ahora nos prepara para entender Efesios 3:16: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”. Por muchos años yo estuve considerando este versículo, pues no es un versículo fácil de entender.

“SER FORTALECIDOS”

  Cuando el apóstol oró pidiendo que Dios el Padre nos concediera el ser fortalecidos, estaba orando precisamente por nuestra necesidad. Nosotros somos débiles, y nuestra necesidad es ser fortalecidos.

“CONFORME A LAS RIQUEZAS DE SU GLORIA”

  Esta frase, aunque es fácil leer las palabras que la componen, es difícil de entender. Necesitamos ser fortalecidos conforme a una norma, y esa norma es las riquezas de la gloria de Dios. El fortalecimiento no es simplemente conforme a la medida de la gloria de Dios, sino aun hasta la medida de las riquezas de Su gloria. ¿Qué significan estas palabras tan profundas?

  La gloria es Dios manifestado. Si nosotros oramos pidiendo ser fortalecidos en el hombre interior, el resultado de ello será que estaremos llenos de la expresión de Dios. Cuando Dios es expresado, allí hay gloria. Las riquezas de Su gloria se refieren a las virtudes divinas, a saber: amor, vida, luz, santidad y justicia. Estas riquezas de la expresión de Dios serán vistas en nosotros. Los demás percibirán que sobre nosotros reposa la gloria de Dios. Éste es el significado de que Dios nos fortalezca según las riquezas de Su gloria.

“CON PODER”

  La palabra griega traducida “poder” aquí está relacionada con las palabras dinamo y dinámico. El poder del cual se habla aquí es semejante a un generador; significa una tremenda fuerza. Éste es el poder que bastó para levantar a Cristo de los muertos, elevándolo al tercer cielo y sentándolo allí por encima de todo (1:19-21). Es con este mismo poder que Dios el Padre desea fortalecernos. ¡Cuán grande es el poder que tenemos en nuestro espíritu!

“POR SU ESPÍRITU”

  Es por el Espíritu de Dios que somos fortalecidos con poder.

“EN EL HOMBRE INTERIOR”

  Esta frase, especialmente la palabra que se traduce “en” [eis, gr.], me intrigó por muchos años. ¿Por qué Pablo usó esta palabra en [eis, gr.] en vez de haber usado la otra palabra también traducida “en” [ev, gr.]? Sin duda alguna, él escogió esta palabra intencionalmente. Poco a poco, a través de la experiencia, yo empecé a entender el pensamiento indicado por estas palabras.

  Cuando somos débiles, nos encontramos fuera del hombre interior. Estamos en nuestra mente, en nuestra parte emotiva, en nuestra voluntad o en nuestro corazón. Si nos ponemos a pensar en lo incompetentes que son los ancianos o en lo insumisas que son las hermanas, podemos estar seguros de que estamos en la mente. Todo lo que pensemos causará problemas. ¡Huyan de la mente! ¡Escapen al espíritu! Somos débiles cuando estamos en nuestra mente.

  La mente es la autopista por la cual conducen los hermanos. En contraste, la mayoría de las hermanas pasan el tiempo en su parte emotiva, considerando por qué esta hermana o aquella las ignora, o por qué los ancianos respetan a otra hermana más que a ellas. También hay un número más pequeño de hermanos y hermanas que se mantienen en su voluntad. Su aspiración es ser mejores que los demás que están en la iglesia. Por ello se proponen no criticar a los ancianos, pese a que no creen que los ancianos estén haciendo un buen trabajo.

  Estas descripciones retratan la condición general de una iglesia local: la mayoría de los hermanos están en su mente, la mayoría de las hermanas están en su parte emotiva y unos cuantos hermanos y hermanas están en su voluntad. ¡Cuán débil es esta condición! Es por eso que Pablo oró pidiendo que Dios el Padre nos diera el ser fortalecidos en el hombre interior.

LA MANERA DE SER FORTALECIDOS

  Exhortar o amonestar a los santos no los ayudará a entrar en su hombre interior. Por ejemplo, si les dice a los hermanos y hermanas que no chismeen, eso pareciera que los estimula más a chismear. La mejor manera en que usted es llevado a su hombre interior es orar. Olvídese de su situación. No piense en su condición. No se preocupe por su lengua, que tan fácilmente se presta para chismear. ¡Ore! Diga: “Señor, te necesito. Quiero inhalarte. Impártete en las profundidades de mi ser. Anhelo verte. Encuéntrate conmigo mientras oro-leo Tu Palabra. Añádete más y más a mí”.

  Si usted pasa tiempo orando de esta manera, encontrará que es trasladado de su mente, o de su parte emotiva o voluntad, o incluso de su corazón, a su espíritu. El interés que usted tiene en propagar chismes desaparecerá, pues será fortalecido por el Espíritu de Dios con poder.

  El Padre anhela que nosotros vivamos de esta manera. Su beneplácito es que seamos fortalecidos en el hombre interior conforme a las riquezas de Su gloria. La moralidad o la virtud ética no se comparan con el hecho de que la vida divina se exprese a través de nosotros. No se trata de que ya no vayamos a las tiendas de departamento ni a lugares de entretenimiento mundano porque no amamos más el mundo; esa actitud es demasiado superficial. Lo que hagamos debe ser el resultado de ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu.

LLENOS

  Cuando seamos fortalecidos de esta manera, Cristo hará Su hogar en nuestros corazones y nosotros seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:17, 19). Ésta es la vida de iglesia. Llegamos a ser la expresión de las riquezas de Dios al ser llenos de dichas riquezas. Así somos fortalecidos en nuestro hombre interior, Cristo hace Su hogar en nuestro corazón y nosotros somos llenos incluso hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

  No piense que este vivir está lejos de su alcance. Si no fuera posible, no se hablaría de esto en la Palabra. Ésta es la vida de iglesia normal, la cual expresa plenamente al Dios Triuno. La meta que persigue el recobro del Señor no son las doctrinas ni las prácticas externas, sino más bien el que nosotros experimentemos este fortalecimiento en nuestro hombre interior para que Cristo pueda ocupar todo nuestro ser hasta que finalmente seamos llenos de Dios a fin de ser Su plena expresión. No se desanime al ver a los ancianos ni se preocupe por la condición de la iglesia. Tampoco hable de este hermano o aquella hermana; más bien ore, diciendo: “Señor, te doy gracias por mi espíritu regenerado donde Cristo mora. Fortaléceme conforme a las riquezas de Tu gloria en mi hombre interior por Tu poderoso Espíritu. Extiéndete desde mi espíritu y establécete también en mi corazón. Haz Tu hogar en todo mi ser interior, para que yo pueda ser lleno de Dios, hasta ser la plena expresión de Dios”.

JUNTAMENTE EDIFICADOS

  Cuando el Señor nos ocupa completamente, podemos ser uno con todos los creyentes. Esta unidad es el significado de ser juntamente edificados. “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra del ángulo Cristo Jesús mismo, en quien todo el edificio, bien acoplado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu” (2:20-22). Experimentar cercanía con ciertos santos no es lo que significa ser edificados. Es cuando somos plenamente uno con el Señor y somos saturados de Él que podemos también ser uno con todos los demás creyentes.

LOS ESTORBOS CAUSADOS POR NUESTRA MANERA DE SER

  La edificación se produce a medida que el elemento de Cristo aumenta en nosotros. Supongamos que usted va a Japón y se encuentra allí con un hermano japonés. Al comienzo usted sentirá cierta afinidad con él porque ambos tienen al Espíritu vivificante —aunque sólo sea de forma inicial—, quien los une. Pero si pasan más tiempo juntos, empezarán a sentirse incómodos, pues él no expresa sus sentimientos, y usted no sabe si él está contento o molesto. Usted habla abiertamente, pero él es hermético. Eso es porque la manera de ser de los estadounidenses es diferente de la manera de ser de los japoneses.

  Sin embargo, este mismo problema de la manera de ser surge en una casa de hermanos, donde todos son estadounidenses. Aunque tienen la relación inicial por medio del Espíritu vivificante, las fricciones surgen incluso cuando se trata de lavar los platos, porque cada hermano tiene su propio modo de ser. Aunque todos están creciendo a medida que asisten a las reuniones semana tras semana, su modo de ser no cambia.

  ¡Su modo de ser se aferrará fielmente a usted año tras año! La economía de Dios no tiene por finalidad cambiar su modo de ser, sino llenarlo de Cristo. A medida que Él crezca en usted, poco a poco usted irá cambiando. Gradualmente usted será saturado de Él y su propio modo de ser será absorbido.

EL CRECIMIENTO DE CRISTO

  Este cambio orgánico e intrínseco, que es llamado santificación y transformación, nos hará uno con los otros santos adondequiera que vayamos. Cuando esto ocurre, hemos sido edificados. Les ruego que tengan claro que la edificación entre los santos no es cierta intimidad, amistad o afecto, sino que es únicamente el crecimiento de Cristo en todos nosotros.

  Usted tiene que crecer. A fin de que Cristo crezca, usted debe permanecer en su espíritu, o volverse a él, donde Él se encuentra. No trate de reformarse a sí mismo. Desarrolle la práctica de permanecer en su espíritu. Si usted se sale de su espíritu, regrese rápidamente. Especialmente ponga esto en práctica en su casa. Es fácil estar en el espíritu en las reuniones o cuando usted está con hermanos que son más espirituales. La prueba viene cuando usted está solo con su esposa. Es en esos momentos cuando usted más fácilmente complace su yo.

  Que el Padre nos fortalezca a todos en el hombre interior, para que Cristo pueda hacer Su hogar en nuestros corazones, y para que seamos edificados juntamente hasta ser la morada de Dios en el espíritu. Éste es Su beneplácito.

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