
Aunque la mayoría de cristianos sabe que el tema del Evangelio de Juan es la vida, son pocos los que saben cómo tomar esta vida. Es correcto afirmar que la manera de tomar esta vida es creer en Cristo, pero ¿cómo podemos expresar esta vida en nuestro vivir? Desde mi juventud, cuando recibí al Señor, yo supe que Él era mi vida, pero seguía preguntándome cómo vivir por Su vida. ¿Cómo podía ser esto algo práctico para mí en mi vida diaria?
Sin duda alguna usted también tendrá la misma pregunta. Usted sabe que tiene vida eterna, o sea, la vida eterna de Dios, pero su vivir es otra historia. ¿Qué de su mal genio? ¿Su malhumor? ¿Su tendencia a chismear? ¿Su vida relajada? ¿Sus bromas y palabras ligeras? ¿Es todo eso el vivir de la vida divina? Según la vida que tiene en su interior, usted es cierta clase de persona; pero según su vivir, es otra persona. Estas dos historias están con usted todo el día. Los diez minutos que usted pasa en la Palabra cada mañana son maravillosos, pero ¿qué del resto del tiempo? Parte del día usted experimenta la vida de un ave, remontándose libremente por el cielo; pero también experimenta la vida de un perro, ladrando en la tierra, ¡aunque sus ladridos sólo se escuchen como susurros!
¿Por qué tenemos la vida de un ave y al mismo tiempo el vivir de un perro? Nuestro vivir no corresponde a nuestra vida. Yo fui salvo hace más de cincuenta años, al final de mi adolescencia. En ese tiempo China era un país pagano, lleno de las enseñanzas de Confucio y de los ídolos del budismo. Sin embargo, en ese país tan pagano el Señor en Su gracia no sólo me concedió Su visitación a mí, sino también a otros estudiantes universitarios que buscaban al Señor. Creo que esta visitación fue la respuesta a las oraciones de muchos santos de Inglaterra, quienes oraron por China después de la revolución de los bóxeres en 1900, cuando muchos misioneros extranjeros fueron muertos. El Señor intervino alrededor de 1920 y salvó a muchos de nosotros los estudiantes universitarios. Amábamos al Señor y también amábamos la Biblia. Sin embargo, con gran urgencia necesitábamos recibir ayuda. Los misioneros pudieron ayudarnos con el evangelio, pero ellos mismos no sabían cómo vivir a Cristo. Escudriñando la Palabra y buscando del Señor, nos dimos cuenta de que necesitábamos tener un vivir que correspondiera a la vida que estaba en nosotros. Coleccionamos muchos libros sobre temas espirituales, pero tampoco pudimos hallar en ellos el secreto.
Después de un buen número de años, descubrimos que en el Evangelio de Juan tenemos que primero creer en Jesús el Hijo de Dios y después amarlo a Él. En 1:12 tenemos el asunto del creer. Creer es recibir al Hijo de Dios. En 21:15-17 se presenta el asunto de amar: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Esta pregunta se le hizo a Pedro tres veces. A fin de recibir esta vida, tenemos que creer en el Hijo de Dios; pero para poder vivir la vida que hemos recibido, tenemos que amarle.
Sin embargo, ni creer ni amar es el secreto para vivir la vida que hemos recibido. La clave se halla en Juan 5, 6 y 7. El principio es que esta vida, que pertenece a una persona, la tiene que vivir otra persona. Sólo en estos tres capítulos vemos claramente que la vida es la vida del Padre, pero que Él mismo no vive esta vida; Su deseo es que el Hijo viva esta vida. La vida es la vida del Padre, pero el vivir es el vivir del Hijo. Juan 6:57 dice: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Luego 5:26 dice: “Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo”. Al juntar estos dos versículos, podemos ver que la vida era la vida del Padre, pero que Él quería que el Hijo la viviera. Esta vida involucra a dos personas; es la vida de la primera, pero es vivida por la segunda. Ambas poseen una sola vida y tienen un solo vivir. El asunto del vivir no le corresponde al Padre, sino al Hijo; sin embargo, la vida no es la del Hijo, sino la del Padre.
¿Significa esto, según 5:26, que el Padre tiene la vida y vive, y que el Hijo también tiene la vida pero vive por Su cuenta? ¿Cuántas personas se mencionan aquí? Hay dos: una es el Dador y la otra es el Receptor. Con respecto al vivir, ¿cuántos hay? Uno solo. Es demasiado misterioso para nosotros entender cómo puede haber dos personas pero un solo vivir; lo único que sabemos es lo que la Biblia nos lo dice.
He visto algunos matrimonios que demuestran este principio. En tales casos, el esposo y la esposa llevan una sola vida. A pesar de que son dos personas, el vivir de la esposa es el vivir del esposo. Cuando en la vida matrimonial cada uno lleva su propia vida, el resultado de ello es la separación y el divorcio. ¿Llevan usted y su esposa una sola vida?
El matrimonio no es algo que sólo se limita al vivir humano, sino que también es un cuadro de la relación divina. Cristo es el esposo y la iglesia es la esposa, como deja muy en claro Efesios 5. ¿Debe la iglesia, la esposa de Cristo, llevar una vida aparte de Él?
La clave para la vida matrimonial no se halla en Efesios 5, sino en Juan 5, 6 y 7. Son demasiados los cristianos que estudian la letra de las instrucciones dadas en Efesios 5, pero que jamás llegan a entender el secreto de esta vida tan maravillosa. Cuando una pareja tiene una sola vida y un solo vivir, eso es como estar en el cielo.
Quizás yo pueda usar como ejemplo mi propia vida matrimonial. La mayor parte del tiempo hay armonía en nuestro hogar, pues tenemos una sola vida y un solo vivir. Sin embargo, a veces mi esposa vive su propia vida y yo vivo la mía. Una de las causas de problemas entre nosotros es su preocupación por mi salud. A mí me encantan los postres estadounidenses, pero ella piensa que son malos para mi salud. A veces algunas hermanas mayores traen un pastel a nuestra casa. Mi esposa trata de esconderlo de mí, pero a veces alcanzo a oírlas hablar mientras trabajo en mi estudio. Más tarde, cuando le pregunto dónde está el pastel, ¡me entero que ya se lo dio a nuestros nietos! Esto nos permite ver que hay dos vidas y que ambas personas tienen su propio vivir.
Es un misterio cómo el Padre y el Hijo pueden tener una sola vida y un solo vivir. La vida es la vida del Padre y el vivir es el vivir del Hijo. El vivir del Hijo se lleva a cabo por la vida del Padre: “Me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre [...] No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre [...] No puedo Yo hacer nada por Mí mismo [...] El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá [...] si Yo hablo por Mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero...” (6:57; 5:19, 30; 7:17-18). Las palabras que el Hijo hablaba y lo que Él hacía —es decir, todo Su vivir— era el vivir del Padre. Debido a que Él vivía la vida del Padre, Su vivir era el vivir del Padre.
Lo que les comparto es fruto de lo que he aprendido y experimentado todos estos años. Como les dije anteriormente, en los primeros años coleccionamos mucha literatura espiritual acerca de cómo llevar una vida santa y victoriosa. Leímos estos libros y tratamos de poner en práctica lo que enseñaban. Pero en realidad dichos libros no nos brindaron mucha ayuda.
Por ejemplo, con respecto al asunto de vencer el pecado, la mayoría de los escritores nos remitían a Romanos 6. Ellos decían que uno tiene que morir, porque cuando uno muere queda libre del pecado. Sin embargo, cuando intentamos practicar esto, no encontramos la manera de morir. Finalmente concluimos que la práctica de considerarnos muertos era la respuesta. Como dice el himno escrito por A. B. Simpson:
Pequeña palabra se nos ha dado Para el tiempo de necesidad: Considerémonos muertos al pecado Para estar muertos en verdad.
Considerémonos muertos —Considerar en vez de sentir—; Fieles en considerarnos muertos, Él hará que nos sea real.
Hymns, #692
Así que, yo muchas veces intenté considerarme muerto; pero más bien descubrí que cuando no hacía nada, el pecado estaba latente en mí; en cambio, cuanto más trataba de considerarme muerto, más vivo parecía estar el pecado en mí. Esta práctica tampoco funcionó, al igual que la mayoría de las prácticas que recomendaban los escritores cristianos.
Finalmente, descubrimos que el camino era Cristo (Jn. 14:6). Cristo es el camino para poder vencer el pecado. Asimismo, el camino para morir es Cristo; cuando usted lo toma a Él, muere. El camino para obtener la santidad es Cristo. El camino para orar es Cristo. El camino para estudiar la Biblia es Cristo. El camino para que usted pueda amar a su esposa o someterse a su esposo es Cristo. Él es el camino.
Cuando somos salvos, nos unimos a Cristo (1 Co. 6:17). La salvación no consiste simplemente en que seamos rescatados del infierno, sino principalmente en que nos unamos al Señor como un solo Espíritu. Nosotros somos uno con Cristo. El resultado de ello es que Su vida llega a ser nuestra vida.
Hoy Cristo está escondido. Él no vive de forma manifiesta. Nadie en toda la tierra puede verlo directamente. ¿Dónde está Él? Hay dos lugares donde Cristo está oculto: uno es el cielo y el otro es la tierra. Él está oculto en nosotros en esta tierra. Cuando Cristo estuvo en la tierra, el Padre estaba escondido; pero el Hijo expresaba al Padre en Su vivir. Hoy se aplica este mismo principio. El Hijo está escondido, y a nosotros se nos manda que lo expresemos a Él en nuestro vivir. La vida es la vida del Hijo, pero el vivir es nuestro.
Saber esto es de mucha ayuda cuando usted contacta la Palabra. Abandone el concepto de que Cristo quiere enseñarle algo o corregirlo. El pensamiento central de la Biblia es que Cristo debe ser su vida y que usted debe expresarlo en Su vivir. Tal vez usted pregunte: “¿No tengo yo mi propia vida?”. Sí, es cierto que tiene su propia vida, pero esa vida no es la verdadera vida. Es una vida nada más en forma, mas no en realidad; es un recipiente, mas no el contenido. Su vida es un recipiente creado para contener a Cristo como su vida. Él quiere ser el contenido de su vida. Éste es el concepto que usted debe tener al leer la Biblia. Si usted acude a la Palabra con el fin de recibir enseñanzas, estará comportándose como un discípulo de Confucio, ¡no como un creyente de Cristo! Acuda a la Biblia para recibir más suministro de esta vida. Cada mañana, cuando usted acuda a la Biblia, no busque enseñanzas. Este concepto natural se halla en nuestra sangre. Cuando leemos otros libros, vamos en busca de conocimiento. Abandone este pensamiento cuando acuda a la Palabra. Usted acude a ella para recibir alimento, y no instrucciones.
El andar diario de un cristiano no tiene que ver con la moralidad ni tampoco con la ética; antes bien, dicho andar es el vivir de esta vida divina. “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Vivir por causa de Él significa que Él es la vida de usted. Él está dentro de usted como su vida, y tiene que manifestarse externamente como su vivir. Aunque Él es una persona y usted es otra, Él quiere que usted sea uno con Él. La cultura humana, bien sea occidental u oriental, ha desarrollado un código de ética para elevar la moralidad. Todos hemos sido criados bajo esta influencia. Nuestro concepto natural, cuando leemos la Biblia, es averiguar cómo debemos comportarnos de una manera ética. Este concepto es un estorbo que nos impide vivir la vida cristiana apropiadamente. Aunque la vida cristiana, sin duda alguna, representa la ética más elevada, no tiene que ver con la ética. Nuestra moralidad, humildad, amor y bondad son las más elevadas porque ellas son Cristo mismo. ¡En nuestro diccionario sólo tenemos una palabra: Cristo, y una sola nota a pie de página: la iglesia! Es Cristo quien es nuestro amor, humildad o bondad. Nosotros le vivimos a Él, y Él es nuestro todo. Digo esto basándome en parte en lo que he leído, pero principalmente basándome en mi experiencia.
Regresemos al ejemplo del pastel. Hace años, cuando yo me enteraba de que mi esposa había regalado el pastel que me habían traído, me molestaba y estaba listo para decirle palabras cargadas de enojo. Pero en mi interior había esta pregunta: “¿Quién está enojado, tú o Cristo? Esas palabras de enojo que están por salir de tu boca son tuyas, no Mías. ¿Recuerdas el mensaje que diste el fin de semana pasado sobre no vivir por ti mismo? ¿Quién anda tras el pastel, es Cristo o eres tú?”. Entonces me sentía tan avergonzado que perdía totalmente el denuedo para invocar el nombre del Señor y para orar. No podía orar ni tampoco quería orar. ¡Simplemente entraba en una especie de huelga! Después de muchas experiencias como éstas, aprendí. Ahora, por Su misericordia, no importa cuántos pasteles me oculten, puedo sonreír y decir: “¡Alabado sea el Señor!”. Puesto que eso es lo que Él dice, yo también lo digo. Yo lo vivo a Él. Él no quiere comer tantos postres estadounidenses, y yo soy uno con Él. Él es mi vida, y yo soy Su vivir.
Tal vez usted cante ese himno que dice: “Diga amén a la Palabra de Dios”; pero supongamos que el Señor le dijera: “¡No habrá más pasteles para usted! De aquí en adelante, todos los pasteles que vengan serán para sus nietos”. ¿Aun dirá usted amén? Decir amén no es lo que importa; lo que Él quiere es que usted sea uno con Él. Eso es lo que Pablo testificó en Gálatas 2:20. Ya no era Pablo que vivía, sino Cristo que vivía en Él. El Señor dijo en Juan 14:19-20: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Cristo y nosotros vivimos juntos, tenemos una sola vida y un solo vivir.
Usted necesita acudir a la Palabra varias veces al día a fin de recibir el suministro de Cristo. No use la Palabra como lo hacen muchos cristianos cuando tienen un estudio bíblico. Supongamos que usted tiene una clase cada semana para estudiar la Biblia, y el tema de una semana es Efesios 5. El maestro de la Biblia exhorta entonces a los esposos a que, conforme a las Escrituras, amen a sus esposas; y luego exhorta a las esposas a que se sometan a sus esposos. Entonces después de la clase surge una riña entre uno de los esposos y su esposa, y cada uno acusa al otro de no cumplir las exhortaciones que escucharon.
Éste es el resultado de las enseñanzas. No hay ningún suministro de vida. El maestro de la Biblia ha hecho de la Biblia el árbol de conocimiento del bien y del mal, en vez del árbol de la vida. En vez de ello, debemos orar cuando acudamos a la Palabra, diciendo: “Señor, suminístrate a Mí. Acudo a Tu Palabra para recibir el alimento. No tengo interés en el conocimiento ni en recibir algunas instrucciones. Lo único que me importa es Tu suministro”. No trate de hacer por sí mismo las cosas que se enseñan en la Biblia. Sé que suena extraño, pero yo sé de qué les estoy hablando. Acudan a la Palabra con un corazón sincero y un espíritu abierto para recibir al Señor por medio de la Palabra como su suministro. Las mejores enseñanzas no vienen de las páginas impresas, sino del verdadero alimento. El alimento de vida le enseñará.
Esta clase de enseñanza que viene al ser alimentado puede transformarlo. Aparentemente es una corrección, pero en realidad es una transformación. La Palabra como suministro de vida lo cambia a usted metabólicamente, llevándose lo viejo y reemplazándolo con lo nuevo. Este cambio es orgánico, no es un cambio ajeno a la vida.
A fin de vivir esta vida, no se precipite a hacer ni a decir nada. Si su esposa lo contraría, no se moleste. Manténgase firme. Pregúntele al Señor. “Señor, actúa en mí. No haré nada; soy uno contigo. Te pido que seas Tú el que contesta por mí”. Que nada lo obligue a reaccionar precipitadamente. Si usted practica este secreto, verá cuán diferente será de la gente del mundo. Ellos únicamente tienen su propia vida, pero nosotros tenemos la vida de Cristo. Esto hace de nosotros un pueblo especial. Nosotros somos privilegiados por tener a Cristo como vida. Ahora Él desea que nosotros lo vivamos a Él y lo tomemos como nuestro vivir. Es por eso que les dije que por nosotros mismos no debiéramos tratar de cumplir las palabras de la Biblia; ésa es la manera equivocada. Simplemente sea uno con el Señor. Mantenga la actitud de que usted es uno con el Señor y que Él es su vida. Éste es el secreto de cómo tomar la vida revelada en el Evangelio de Juan.