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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO CUATRO

UNA MANERA PRÁCTICA DE PERMANECER EN LA VID

(1)

  A través de los siglos los eruditos y los filósofos han hecho lo posible por conocer el significado del universo y de la vida humana. Ninguno de ellos ha encontrado la respuesta apropiada. Pero el ejemplo sencillo que el Señor usó en Juan 15 de una vid con sus pámpanos y un labrador nos revela nada menos que esto.

  Yo fui salvo cuando era adolescente hace más de sesenta y cinco años, y desde entonces nunca me he vuelto atrás. Sin embargo, por muchos años en los comienzos de mi vida cristiana, no sabía lo que era la economía de Dios. Ponía todo mi empeño en amarlo, en estudiar la Biblia y en testificar de Él ante los demás, pero ignoraba Su economía. (Esta palabra en griego, según se usa en el Nuevo Testamento, significa impartir algo bajo cierta clase de administración; una mayordomía que imparte algo en ciertos vasos).

  Un día vi que Dios nos escogió y redimió con un propósito, un propósito tan elevado que la mentalidad humana es incapaz de comprenderlo. Este propósito es que el Dios Triuno, el Dios infinito, desea impartirse en nuestro ser. Luego empecé a entender por qué Dios nos creó como seres tripartitos. Externamente tenemos un cuerpo, en lo más profundo de nuestro ser tenemos un espíritu y en medio de estos dos tenemos un alma. Así como un guante es hecho para contener una mano, nosotros fuimos diseñados para que Dios entrara en nosotros.

EL FALSO CONCEPTO QUE TIENE EL CRISTIANISMO

  Nosotros tenemos la impresión equivocada de que debemos hacer algo para Dios. El cristianismo nos ha inculcado el concepto de que debemos servir a Dios, predicar el evangelio, ganar almas, mejorar nuestro comportamiento, honrar a nuestros padres, amar a nuestros enemigos y ser bondadosos y humildes. Yo intenté ser esta clase de cristiano por muchos años, sin imaginarme jamás que esto no era lo que Dios quería.

  Dios no desea que usted haga cosas para Él por usted mismo. Si Él quiere que algo sea hecho, puede hacerlo por Sí mismo. Cuando Dios creó el universo, Él simplemente habló y éste llegó a existir. Cuando Él dijo: “Haya luz”, la luz llegó a existir. ¡Dios no necesita que usted trabaje tanto! La humanidad, con todas sus religiones, se ha desviado de la meta de Dios. Lo que Dios desea es que nosotros le tomemos como vida. Este Dios está corporificado en Cristo. Aparte de Cristo, usted no puede encontrar a Dios. Cristo es Dios, el Dios práctico, no un Dios doctrinal. Este Dios tiene que llegar a ser su vida y su persona.

LA VISIÓN

  Antes que entendiera esto, aborrecía mis pecados, mis malas obras y mi mal genio. Me esforzaba por amar al Señor y trabajar para Él. Pero un día el Señor me dijo: “Hijito mío, no te quiero a ti, sólo deseo lo que Yo mismo soy. Aun si no fueras tan aborrecible, aun si fueras muy precioso y excelente, no te querría a ti. Tú jamás puedes satisfacerme. Lo que deseo es a Mí mismo en ti. Sólo cuando me recibas y abandones tu yo, estaré contento”.

  Cuando pude ver esta visión, oré diciendo: “Señor, ten misericordia de mí. De ahora en adelante nunca más viviré por mi yo”. Después que hice esa oración, sentí que tenía alas. Quería correr por las calles y proclamarles a todos que desde ese momento viviría por Cristo, que ya no vivía yo, mas Cristo vivía en mí. Todo esto sucedió hace más de cuarenta años.

LOS EFECTOS DE LA VISIÓN

  Sin embargo, después de esta experiencia y de tomar esta resolución, no expresé mucho a Cristo. La mayor parte del tiempo todavía seguía expresándome a mí mismo. ¿Por qué? Porque había nacido de esta manera, había sido criado y educado para expresarme a mí mismo y había estado practicando esto toda mi vida. Sin embargo, en realidad no era que yo hubiera captado la visión, sino más bien que algo del cielo se había asido de mí. Me controlaba y dirigía, recordándome una y otra vez que yo vivía por mi yo. Cuando estaba a punto de hacer algo, la visión venía y yo podía ver: “¡Ése eres tú otra vez! ¡Ése es tu yo!”. Entonces me detenía en medio de lo que estaba haciendo.

  Si ustedes ven esta visión, ella los rescatará de sus esfuerzos. Dios no quiere que los esposos por sí mismos amen a sus esposas ni que las hermanas por sí mismas se sujeten a sus esposos. Dios no quiere que usted ame ni odie, sino que viva por Él. Esto no tiene nada que ver con la religión o la ética, sino con Cristo. Pablo dijo que él había sido juntamente crucificado con Cristo, que ya no vivía él, mas vivía Cristo en él (Gá. 2:20). Si yo odio, debo odiar por Cristo; y si amo, debo amar por Él.

  Si usted ve esto, será salvo de discutir. Cuando era un cristiano joven, amaba al Señor y la Biblia. Me oponía a cualquier doctrina que me pareciera equivocada. Fui bautizado por aspersión cuando era joven, y un día descubrí que ésa era la manera equivocada. Desde entonces contendía por el bautismo por inmersión. Pero un día dije: “¿Por qué estoy contendiendo por el bautismo por inmersión? Ni el bautismo por aspersión ni el bautismo por inmersión son Cristo. Lo único que Él quiere es Él mismo en mí”.

  En las iglesias en estos días se discute si debemos reunirnos en las casas o en los salones de reunión. Algunos incluso dicen que quisieran ir a la playa a disfrutar al Señor. Debemos dejar de hablar acerca de las diferentes maneras de reunirnos. Ninguna manera es equivocada, y ninguna es correcta. Mientras tengamos a Cristo, cualquier manera está bien. Sin Él, cualquier manera será equivocada. Olvidémonos de todos los razonamientos y regresemos al carril central, a Cristo mismo.

PERMANECER

  “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí” (Jn. 15:4). La verdadera vida cristiana se describe aquí en este versículo. No se trata de que trabajemos para Cristo, sino de que permanezcamos en Él. Cuando el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, Él quiere decir que Él puede permanecer en nosotros únicamente cuando nosotros permanezcamos en Él. Si nosotros no hacemos nuestra parte al permanecer en el Señor, Él no puede hacer Su parte al permanecer en nosotros. Mientras usted está discutiendo con alguien y profiriendo insultos, ¿puede el Señor permanecer en usted? No. A fin de que Él permanezca en usted, primero usted tiene que permanecer en Él.

  El Señor no nos dice que entremos en Él, sino que dice: “Permaneced en Mí”. Esto significa que nosotros, pámpanos de la vid, ya estamos en Cristo. Permanecer implica quedarnos; hay una versión que lo traduce de esta manera. Simplemente quédese donde está. Si mi brazo no permanece en mi cuerpo, está separado de todo el suministro de vida. Dios nos puso en Cristo (1 Co. 1:30). Esto ocurrió el día en que creímos en el Señor Jesús.

LO QUE NOS IMPIDE PERMANECER

  ¿Cómo podemos permanecer en Cristo constantemente? Imaginémonos por ejemplo un radio. Dentro de un radio hay ciertos mecanismos complicados que deben funcionar apropiadamente para captar las ondas que están en el aire. Si tan sólo uno de ellos se daña, el radio no funcionará. Lo mismo se aplica a nosotros. Nosotros somos complicados por dentro, pues tenemos una conciencia, una mente, una voluntad y una parte emotiva. Si estas partes no son reguladas apropiadamente, la onda eléctrica celestial no podrá entrar. Si tan sólo una parte del radio no funciona, éste no funcionará. De la misma manera, si por ejemplo en nuestra conciencia hay ofensas, ello nos impedirá permanecer en Cristo.

  Como todos sabemos, el hombre se compone de un cuerpo, un alma y un espíritu. Una parte principal de nuestro espíritu es la conciencia. La conciencia junto con las tres partes de nuestra alma —mente, parte emotiva y voluntad— constituyen lo que es el corazón. Las otras dos partes de nuestro espíritu, la intuición y la comunión, no forman parte del corazón. Sólo la conciencia pertenece tanto al espíritu como al corazón. Véase el siguiente diagrama.

 

LA IMPORTANCIA DE LA CONCIENCIA

  Entre todas las criaturas de Dios, sólo los seres humanos tienen una conciencia. Ésta es la parte en usted que lo acusa o justifica (cfr. Ro. 2:15). Cuando usted toma medidas con respecto a su conciencia, esto envuelve también su espíritu y su corazón. Si usted nunca ha tomado medidas para resolver las ofensas que hay en su conciencia, no podrá ser usado por el Señor. Un radio tiene un pequeño receptor por dentro, sin el cual no puede funcionar. Aunque la pintura se haya descascarado en algunas partes, el radio todavía funcionará siempre y cuando el receptor esté bueno. Sucede lo mismo con respecto a nuestra conciencia; debe mantenerse en buenas condiciones. Cuando recibimos el evangelio por primera vez, el Señor exigió que confesáramos nuestros pecados. Confesar nuestros pecados limpia nuestra conciencia. Si usted no se hubiera arrepentido ni confesado sus pecados, no podría haber sido salvo, y el Espíritu de Dios no habría entrado en usted. Pero una vez que usted se arrepiente y confiesa, el Espíritu entonces entra en usted. Cuanto más detallada sea su confesión, más del Espíritu recibirá.

PURIFICAR LA CONCIENCIA

  El Espíritu entonces entra en nuestro ser a través de nuestra conciencia purificada. Sin esta limpieza, Él no puede entrar. Hebreos 9:14 dice que la sangre de Cristo purifica nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo. No piense que servir al Dios vivo significa hacer algo para Él. En la Biblia servirle significa contactarle, recibirle y permitir que Él se infunda en nosotros. El servicio apropiado o la adoración apropiada que le rendimos a Dios consiste en darle a Él cabida para que se infunda en nuestro ser. Esta clase de servicio requiere que tengamos una conciencia que ha sido purificada, o depurada. La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia para que podamos servir a Dios, pero no al Dios doctrinal, sino al Dios vivo.

  En Mateo 5:3 el Señor dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu”. Si nuestra conciencia no ha sido purificada, no podemos ser pobres en espíritu. Luego el versículo 8 dice: “Bienaventurados los de corazón puro”. Más aún, para tener un corazón puro se requiere que tengamos una conciencia depurada.

LA CONFESIÓN

  Debemos acudir al Señor para tomar medidas con respecto a nuestra conciencia. Tal vez a usted le parezca que sólo tiene algo pequeño y trivial que confesar. Pero si confiesa eso, su confesión inicial será un pequeño giro que lo encaminará hacia una autopista. Entonces usted se dará cuenta de que necesita un largo tiempo para terminar su confesión de una manera exhaustiva.

  Tan pronto como usted se disponga a tomar estas medidas delante del Señor, podría sonar el teléfono. Una vez que usted conteste esa llamada, se requerirá un esfuerzo para que pueda regresar a la autopista de su confesión. Después que confiese dos cosas más, el teléfono podría sonar de nuevo, y quizás sea alguien que llama al número equivocado. Ésta es la sutileza del enemigo. Así que es mejor alejarse del teléfono y de cualquier persona, o que al menos desconecte su teléfono. Si comparte el cuarto con alguien más, tal vez tenga que encontrar otro lugar donde nadie lo perturbe.

  Una vez que usted se arrodille o se siente delante del Señor y se abra a Él, encontrará que en su confesión aún le faltan “muchas millas” por recorrer. Tal vez necesite varias horas para confesar todos sus defectos, sus debilidades, sus malas acciones, su pecaminosidad y su carne. Cuando usted empieza a limpiar su casa, probablemente piense que puede terminar de hacerlo en quince minutos; pero una vez que empieza a hacerlo, encuentra que hay suciedad y polvo por todas partes, en todos los rincones. Usted es como su casa; en cada rincón de su ser, en cada cuarto, en cada repisa, hay polvo. Sus ojos se han ensuciado con muchas cosas pecaminosas que ha mirado día tras día; sus oídos se han llenado de tierra por los chismes que ha escuchado, y necesita limpiar su boca de todos los chismes que ha esparcido.

EL EFECTO DE TENER UNA CONCIENCIA PURIFICADA

  Después de hacer esta confesión, usted no querrá regresar a casa, pues temerá escuchar más chismes. Se requiere un gran esfuerzo para limpiar una ventana que está muy sucia, así que una vez que esté limpia, usted hará lo posible para que no vuelva a ensuciarse. Ésta es la manera en que usted despeja el camino para que Cristo entre en usted. Este camino abierto, su conciencia purificada, lo guardará de chismear.

EL EFECTO EN EL ESPÍRITU Y EN EL CORAZÓN

  Por lo tanto, a fin de permanecer en Cristo, tenemos que purificar nuestra conciencia al hacer una confesión completa. Una vez que su conciencia es purificada, usted puede ser pobre en espíritu. Entonces usted ya no pensará que sabe tanto, sino que será humilde y tendrá hambre de una verdadera experiencia del Señor. Si usted es altivo, su espíritu no estará abierto al Señor, y Él no podrá permanecer en usted. Depurar su conciencia hará que usted tenga un espíritu abierto.

  Otro efecto o resultado de confesar es que su corazón es purificado. Su corazón será puro porque su conciencia ha sido limpiada. Yo mismo he viajado por este camino; éstas no son doctrinas que simplemente he aprendido al estudiar la Biblia, sino que son un mapa que les he trazado, basándome en mis viajes por todas estas experiencias.

EL EFECTO EN LA MENTE, LA PARTE EMOTIVA Y LA VOLUNTAD

  Si su conciencia no es purificada ni su espíritu está abierto al Señor, y si usted no es pobre en su espíritu ni puro en su corazón, ¿qué clase de mente tendrá? Será una mente lerda y descuidada. Es posible que usted venga a las reuniones y escuche los mensajes, pero después de cierto tiempo concluya que todos los mensajes hablan de lo mismo. Para usted, la “b” es lo mismo que la “d”, y la “m” es lo mismo que la “w”. En otras palabras, usted no tiene discernimiento.

  Pero una vez que su conciencia es depurada, su mente se volverá aguda y su discernimiento se aclarará. Nada ni nadie podrá engañarlo. Eso es lo que las Escrituras llaman una mente sobria o sensata (2 Ti. 1:7). Cada vez que usted escuche un mensaje, su mente será aguda para entender y confirmar lo que es hablado.

  Una conciencia purificada también afectará su parte emotiva. Antes de hacer una confesión completa de sus fracasos y debilidades, su parte emotiva es tibia (si fuese fría en vez de tibia, usted estaría yendo a lugares de entretenimiento en vez de venir a las reuniones). Pero después que confiesa sus faltas, su parte emotiva dejará de ser tibia y el fuego se avivará. Entonces declarará: “¡Señor Jesús, te amo! ¡Soy ferviente por Ti!”.

  Asimismo usted dejará de ser una persona obstinada y vendrá a ser una persona sumisa. De hecho, disfrutará la obediencia (cfr. Fil. 2:12). En todas las cosas, grandes o pequeñas, usted estará dispuesto a obedecer.

LA CLAVE PARA PERMANECER

  Una vez que su conciencia sea purificada, su espíritu esté abierto, su corazón sea puro, su mente sea sobria, su parte emotiva sea amorosa y su voluntad sea sumisa, habrá un fluir del Señor en todo su ser. Usted ciertamente permanecerá en Él y Él en usted. Ésta es la manera en que el Señor se añade a su ser todo el día. La clave está en que usted haga una confesión completa. Sin ello, este mensaje será simplemente doctrina para usted.

VIVIR A CRISTO

  Pidámosle al Señor que nos permita ver la única visión de la economía de Dios. Su único deseo es que nosotros le tomemos a Él como nuestra vida y nuestra persona, y vivamos por Él. Los pámpanos dan fruto al permanecer en la vid. De la misma manera, el fruto que nosotros llevemos será el resultado del fluir de la vida. Ello no será una obra, sino nuestro vivir. Esto mismo se aplica a nuestras reuniones y a la predicación del evangelio. Nuestro evangelio es el Cristo a quien vivimos. Esto también se hará cargo de la propagación; la propagación no es algo que nosotros necesitamos planear. En el cristianismo casi todo depende de nuestro obrar. Pero en el recobro del Señor todo debe ser fruto de nuestro vivir, de vivir por Cristo y de vivir a Cristo.

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