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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 2 (#42-75)»
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CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS

CRISTO EN LOS CUATRO LIBROS CENTRALES

  Lectura bíblica: Gá. 1:13-16a; 2:20a; 4:19; Col. 2:2, 6-9; 3:4, 11; Fil. 1:19-21a; 3:7-8; Ef. 3:8-11, 17a, 19b

  Estos cuatro libros que aparecen juntos en nuestro Nuevo Testamento —Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses— constituyen el corazón de la revelación de Dios. Ellos nos dicen que Cristo y la iglesia son el punto central de la revelación divina. El apóstol Pablo, por medio de quien este misterio ha sido revelado, nos dice que este misterio estuvo escondido en Dios hasta que se dio a conocer la economía neotestamentaria (Ef. 1:9).

  ¿Qué es lo que nos impide ver este misterio, pese a que ya ha sido plenamente revelado?

GÁLATAS

  El primer estorbo es la religión, el asunto que Pablo confronta en Gálatas. Cuando el Señor Jesús vino, entre el pueblo judío había una religión, que no era pagana, sino que había sido formada y establecida conforme a la palabra de Dios. El elemento básico de la religión judía era la ley, la cual fue dada por Dios. Además de esto, estaban las tradiciones hechas por los hombres. Esta religión, con su ley dada por Dios y con sus tradiciones hechas por los hombres, fue el mayor opositor del Señor Jesús y Su ministerio.

  Más tarde, cuando los apóstoles salieron a predicar el evangelio, la mayor oposición que experimentaron provino de estos mismos religiosos judíos, no de los paganos. Era con el fin de guardar las tradiciones que habían heredado de sus padres y la ley dada por Dios que estos judaizantes hicieron todo lo posible para oponerse a los evangelistas y al evangelio que éstos predicaban.

Arrebatado de las garras de la religión

  Uno de ellos, un joven muy agresivo y provocador llamado Saulo de Tarso, iba un día camino a Damasco, con la intención de traer presos a Jerusalén a los discípulos de Jesús que estaban allí, para que fuesen castigados. Ésta era su intención, y él proseguía en su camino para llevarla a cabo. Él ciertamente tenía la libertad de proponerse hacer esto, mas no de llevarlo a cabo. ¡Su misión fue interrumpida por un Visitante celestial! Cayendo a tierra, Saulo llamó Señor a esta persona que le hablaba desde el cielo: “¿Quién eres, Señor?” (Hch. 9:5). La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. Saulo pensaba que estaba persiguiendo a los discípulos de Jesús, pero ahora descubría que había estado persiguiendo a Jesús mismo.

  Ese día algo le sucedió a Saulo no sólo externamente, sino también internamente. Externamente, cayó a tierra y quedó ciego por el resplandor de la luz. Pero en Gálatas 1 podemos ver que algo le sucedió también internamente. Él nos dice: “Perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres” (vs. 13-14). En el momento en que Dios intervino, él estaba teniendo bastante éxito en lo que se refería a su celo religioso. Después de esto, nos dice: “Agradó a Dios [...] revelar a Su Hijo en mí” (vs. 15-16). Interiormente le fue impartida una visión.

Cristo es contrario a la religión

  ¿Cuál era la visión? Era que Cristo es contrario a la religión. La religión es la invención más sofisticada de la cultura humana. Sin embargo, Cristo es contrario a ella. Cristo es contrario a la ley y contrario a las tradiciones. Él no tiene nada que ver con la religión. Desde entonces, en todos estos siglos, esta batalla entre Cristo y la religión ha continuado. La religión aborrece a Cristo. Si usted se aferra a su religión, no podrá tener a Cristo; pero si aprecia a Cristo, la religión lo aborrecerá a usted.

  Cristo arrebató a Saulo de Tarso de las garras de la religión. Mientras él aventajaba a sus contemporáneos en su celo religioso, Cristo no sólo se asió de él, sino que también le impartió Su vida.

Es revelado, vive y es formado

  En su carta a los gálatas, Pablo habla de su experiencia de que el Hijo le fue revelado. Luego en 2:20 él cuenta de cómo experimentó el que Cristo vivía en él: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Cristo le fue revelado y después vivía en él. En 4:19 vemos un desarrollo adicional de este pensamiento cuando dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Cristo ya había sido formado en él, pero no en los gálatas. Por lo tanto, no es suficiente que Cristo nos sea revelado y viva en nosotros; además de esto, es necesario que Él sea formado en nosotros.

  Romanos 9 nos dice que somos vasos que Dios ha hecho (vs. 20-23). Los seres humanos fuimos hechos para ser recipientes de Cristo. Somos como un guante, diseñado para contener la mano. Para que una mano sea “formada” en el guante, el pulgar y los demás dedos deben entrar en el guante de una manera correcta y precisa. ¡Ninguna de las fundas de los dedos debe quedar vacía! ¿Ya ha sido formado en nosotros el Cristo que entró en nuestro ser?

Nuestros propios mandamientos

  Quizás algunos de ustedes aún no hayan sido arrebatados de las garras de la religión. Estoy seguro de que no están tratando de guardar la ley de Moisés, pero probablemente tengan sus propias leyes. Es probable que se hayan formulado más de diez mandamientos que están tratando de guardar. Es por ello que tratan de comportarse como caballeros y se esfuerzan por controlar su enojo. Asimismo, se esfuerzan por amar a sus esposas. ¿Aún esperan poder guardar estas leyes? ¿Creen que tienen la forma de hacerlo? Ustedes oran pidiéndole a Dios que los haga capaces, pero Él no parece hacer nada. A pesar de ello siguen aferrándose a sus leyes.

  ¿Qué de los mandamientos más recientes que ustedes han estado tratando de guardar? Ustedes han estado levantándose temprano por la mañana para dedicar tiempo a la Palabra y a la oración. Han estado leyendo tres capítulos del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Han estado apartando varios momentos durante el día para orar. ¿Consideran que es bueno guardar estas leyes? Pues bien, tal vez ustedes digan que fui yo quien le propuso hacer estas cosas. Si es bueno guardar esas leyes o no, no me atreveré a decir; pero si ustedes han de experimentar el que Cristo sea revelado en ustedes, viva en ustedes y sea formado en ustedes, tienen que ser arrebatados de todas estas leyes que han estado procurando guardar.

  Esto quizás ponga ansiosos a los ancianos, y teman que ahora los jóvenes se volverán relajados y dejarán de madrugar para tener la vigilia matutina. Sin embargo, después de la ley viene Cristo. ¡Ahora venimos a Cristo!

  El mensaje de Gálatas, el primero de estos cuatro libros, es que debemos salir de la religión a fin de que Cristo sea revelado, viva y sea formado en nosotros. Él no tiene nada que ver con la religión, la ley ni las tradiciones.

COLOSENSES

  Consideraremos ahora el último de estos cuatro libros. Pablo les da esta advertencia a los colosenses: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). No mucho después que las iglesias fueron establecidas, varios “ismos” se hicieron presentes. Cuando Pablo se refiere a la filosofía y a los rudimentos del mundo, está hablando específicamente del gnosticismo, del misticismo y del ascetismo. El gnosticismo era una compilación de pensamientos filosóficos judíos y paganos (egipcio, babilónico y griego). El misticismo era también una creencia filosófica que contenía algunos elementos misteriosos. El ascetismo era el duro trato del cuerpo. Todos estos “ismos” invadieron la iglesia y de forma sutil empezaron a reemplazar a Cristo.

Cristo es contrario a la filosofía

  Pablo escribió para declarar que Cristo era contrario a la religión judía, al gnosticismo, al misticismo y al ascetismo. Él les dijo a los colosenses que Cristo no tenía nada en común con la filosofía, que Cristo no podía ser comparado con el misticismo, y que el ascetismo no tenía nada que ver con Él.

El Cristo inigualable

  Pablo dijo que Cristo es incomparable. Él es una categoría aparte. ¿Quién es Cristo? Él es el misterio de Dios. Él es la corporificación de toda la plenitud de la Deidad. ¿Quién o qué puede compararse con Él? Esta persona inigualable es nuestra vida. Él en nosotros es un misterio, la esperanza de gloria. Él es el componente del nuevo hombre, la iglesia. En la iglesia nadie tiene cabida, salvo Él. En esta nueva creación todos los demás han quedado excluidos, pues en ella no hay “griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre” (3:11). En este nuevo hombre Cristo es el todo y en todos; es decir, Él es cada uno de los miembros y está en todos ellos. ¿Hay alguna cosa o persona que se pueda comparar con este Cristo?

  ¡Valorar cualquier otra cosa por encima de Él es estar sepultado en una tumba bajo siete capas! Estas siete capas están implícitas en la religión, la ley, la tradición y la filosofía, todo lo cual Pablo condena enérgicamente. Necesitamos ser arrebatados de las garras de todas estas cosas: la caída, la vida natural, la cultura, la religión, la ética, la moralidad, las virtudes y la búsqueda espiritual. Estas cosas nos sepultan a nosotros, incluso a los que somos cristianos. Por lo tanto, debemos ser liberados de estas capas que nos envuelven.

Estorbos que nos impiden experimentar a Cristo

  El libro de Gálatas nos enseña que vivir a Cristo no tiene nada que ver con la religión. Colosenses nos muestra que vivir a Cristo es algo completamente distinto de la filosofía. Estos dos asuntos, la religión y la filosofía, son muy valorados por la sociedad y guardan una estrecha relación entre sí; ambos son enemigos de Cristo, son estorbos que nos impiden experimentar a Cristo.

  ¿Se dan cuenta de que tienen que escapar de la religión, la filosofía y la cultura? Ésta no es una doctrina que usted deba entender, sino una realidad que necesita experimentar. Si todavía se considera estadounidense, se encuentra aún en su cultura. La Biblia dice que en el nuevo hombre no tiene cabida ninguna nacionalidad, ya sea estadounidense, china o alemana. Todas las distinciones nacionales y culturales han sido sepultadas. ¡Ahora su estatus es Cristo! Él lo es todo.

  Confío en que todos ustedes hayan podido captar el mensaje de estos dos libros. Nosotros, quienes vivimos a Cristo, no tenemos nada que ver con la religión, la ley, las tradiciones ni con los preceptos; tampoco tenemos nada en común con la filosofía ni la cultura.

FILIPENSES

  Filipenses una vez más trata el asunto de la religión. Pablo se describe a sí mismo como “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible” (3:5-6). La palabra traducida “perseguir” aquí es la misma que se traduce “proseguir”. Antes que Pablo fuera arrebatado de las garras de la religión, él perseguía a Cristo de forma negativa; pero después de ser salvo, empezó a perseguirlo de manera positiva.

  Debido a que Pablo, al ir en pos de Cristo, rechazó la religión, este libro describe los sufrimientos, aflicciones y pruebas que le sobrevinieron (1:12-13). ¿Son las dificultades deseables? En naturaleza no lo son, pero en función sí lo son. Las dificultades vinieron a ser excelentes oportunidades para que Pablo no sólo viviera a Cristo, sino también lo magnificara. Ya sea que Él viviera o muriera, eso era lo de menos. Lo que más le preocupaba a este seguidor de Cristo era vivirlo y magnificarlo en su cuerpo. Él quería que Cristo fuera expresado por medio de él.

  Al hablar de sus sufrimientos, Pablo dice: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (v. 19). El Espíritu todo-inclusivo nos brinda la abundante suministración, mientras que el sufrimiento resulta ser una salvación para nosotros. Por medio de esta abundante suministración, Pablo magnificó a Cristo y lo expresó en su vivir (vs. 20-21).

EFESIOS

  Efesios nos habla sobre el resultado de una vida que vive a Cristo.

Dios es impartido

  Este libro nos dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:22-23). ¿Cómo puede la iglesia ser la plenitud de Cristo? Esto es posible al ser impartidas las inescrutables riquezas de Cristo en todos los miembros que expresan a Cristo en su vivir. Cuanto más expresemos a Cristo en nuestro vivir, más se impartirán Sus riquezas en nuestro ser. En el versículo que viene después de la mención de las inescrutables riquezas de Cristo, tenemos la economía del misterio (3:8-9). Por lo tanto, el misterio se refiere a la impartición del Dios Triuno: el Padre como fuente, el Hijo como cauce y el Espíritu como fluir.

El resultado

  El resultado de esta impartición del Dios Triuno en Sus escogidos es la iglesia (v. 10), que dará a conocer la sabiduría de Dios “conforme al propósito eterno” (v. 11).

  ¿Había notado la secuencia de estos cuatro versículos (vs. 8-11)? Las inescrutables riquezas de Cristo mencionadas en el versículo 8 son la economía del misterio del versículo 9. El resultado de ello es la iglesia, mencionada en el versículo 10, que es conforme al propósito eterno de Dios, del cual nos habla el versículo 11.

El propósito eterno de Dios se lleva a cabo

  De manera práctica, el propósito eterno de Dios se lleva a cabo cuando nosotros participamos de las riquezas de Cristo. Hacemos esto al tomar a Cristo como nuestra vida y nuestra persona. Si Él es nuestra vida y nuestra persona, entonces podemos decir que Él vive en nosotros y hace Su hogar en nosotros (v. 17). No tenemos nada en común con la religión, la ley ni los “ismos”. Nuestra única preocupación es tomar a Cristo como nuestra vida y como nuestra persona. A medida que hacemos esto día tras día, disfrutamos de todas Sus riquezas. Este disfrute es la economía del misterio.

Una relación orgánica

  Esta manera de vivir da por resultado la iglesia. La iglesia no es un grupo de personas que se ha acogido a la fe cristiana y se reúne para cantar himnos. La iglesia es un Cuerpo. Mi cuerpo no es simplemente un conjunto de huesos adheridos que están cubiertos de piel y que encima tiene puesta una ropa. Decir que eso es mi cuerpo es un insulto. Mi cuerpo está compuesto de órganos, los cuales están relacionados entre sí orgánicamente. Un grupo de cristianos que cantan himnos no necesariamente tienen una relación orgánica. Algunos cristianos quizás podrían ser comparados a una dentadura postiza que, aunque ha sido colocada en el cuerpo, no forma parte de él.

  ¿Es nuestra relación con el Cuerpo de Cristo semejante a la de una dentadura postiza? ¡No! Nosotros estamos creciendo orgánicamente; no somos puestos juntos por una organización. Cuando se juntan personas de diferentes nacionalidades, no es fácil para ellos relacionarse. Pero en la iglesia tenemos diversas nacionalidades y formaciones. No obstante, ¡todos podemos crecer juntos!

La alimentación tiene por finalidad el crecimiento

  ¿Qué es lo que nos hace crecer? Crecemos al recibir el alimento apropiado. Si tomaran un pedacito de piel de nuestro cuerpo y lo injertan en otra parte de éste, después de unos cuantos días el injerto vendría a ser parte de la piel de esa nueva área. Sin embargo, sin alimento ese pedacito de piel no podría crecer junto con el cuerpo. Ambas partes son orgánicas, pero requieren alimento.

  Nuestro alimento es las inescrutables riquezas de Cristo. A medida que vivimos por Él y Él es magnificado en nuestro cuerpo, todos creceremos juntos como Su Cuerpo. Por lo tanto, debemos aprender a participar de Cristo. Si lo único que tenemos se halla en la esfera del conocimiento, el resultado serán las disensiones. Pero si en vez de ello disfrutamos a Cristo como nuestro alimento y bebida, Sus inescrutables riquezas nos harán crecer y, como resultado, se producirá la iglesia.

La vida de iglesia

  Fue por esto que Pablo oró en Efesios 3. Él doblaba sus rodillas ante el Padre “para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe [...] a fin de que [...] seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (vs. 14-19). El Padre nos fortalece por medio del Espíritu para que el Hijo haga Su hogar en nuestros corazones, a fin de que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto es la iglesia.

  Si observamos a los cristianos hoy, podemos ver cuánta atención le prestan al conocimiento y cuán poca atención le prestan al disfrute de las riquezas de Cristo en términos de la experiencia. Es por ello que hay tan poca vida de iglesia, pese a que hay multitudes de cristianos.

  Algunos de nosotros hemos sido cristianos por muchos años. ¿Con quiénes hemos estado creciendo juntos? Si vivimos a Cristo, el resultado de ello será la vida de iglesia. Si encontramos que seguimos siendo individualistas, eso es un indicio de que nuestra experiencia de Cristo no es genuina. Las experiencias de Cristo no son para individuos, sino para el Cuerpo corporativo. Nuestro disfrute de Cristo debe resultar en la vida corporativa de iglesia.

Sólo Cristo

  Espero que todos entendamos claramente que Cristo es contrario a la religión, a la filosofía y a la cultura. Debemos ocuparnos únicamente de Él. Cuando nos venga el pensamiento de que debemos ser amorosos o simpáticos, debemos rechazarlo. Debemos rechazar todas estas consideraciones y únicamente tener en cuenta a Cristo, a este Espíritu todo-inclusivo, que está en nuestro espíritu.

  “Señor, te doy gracias porque fui crucificado juntamente contigo. Tú eres contrario a la religión, a la filosofía y a la cultura. Yo tampoco tengo que ver con tales cosas porque he sido crucificado juntamente contigo. Ahora soy un solo espíritu contigo. Deseo únicamente ocuparme de Ti. Prefiero seguir contactándote y andando en Ti. Deseo conversar contigo y ser uno contigo todo el tiempo”.

  Si seguimos orando y practicando esto, nuestra mente estará puesta en el espíritu. El suministro de vida se infundirá en nuestro ser y llegará a ser nuestro alimento. Creceremos e incluso creceremos juntos. Entonces podremos decir: “Para mí el vivir es Cristo. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.

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