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Mensajes del libro «Ministerio celestial de Cristo, El»
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CAPÍTULO TRES

CRISTO EN LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA

  Lectura bíblica: Hch. 2:33; 7:55-56; 9:10-16; Ef. 1:20-22; 4:8, 11-12, 15-16

  En Su ascensión, Cristo fue investido de autoridad para ejercer varios oficios, y los dos más importantes son que Él es el Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 1:5) y Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:22).

CRISTO COMO SOBERANO

  Como Soberano de los reyes de la tierra, Él administra todos los gobiernos terrenales. El propósito de dicha administración es, sin duda alguna, la propagación del evangelio. De esta manera, Dios reúne a todos Sus escogidos. Al estudiar la historia universal, podemos ver que el curso de los eventos internacionales ha propiciado la divulgación del evangelio. El calendario común, que se usa por todo el mundo, tiene como base el nacimiento de Cristo. Incluso países ateos, tales como Rusia y China, usan este calendario, lo cual indica que ellos también están sometidos al gobierno soberano de Cristo. Según el calendario de Cristo, estamos en el año de 1980. Esta fecha no hace alusión a los césares romanos ni a los zares rusos, sino al número de años transcurridos a partir del nacimiento de Cristo. ¡Nuestro Cristo es el Soberano de toda la tierra y, como tal, Él propaga Su evangelio!

El gobierno que el Señor ejerce soberanamente sobre nuestra labor

  Quisiera testificar acerca de esto basado en mi propia experiencia. A fines de la segunda guerra mundial, les dije a los santos que China sería librada del control de Japón, o sea que llegaría a ser una república, y que seríamos libres. Y así sucedió. Japón se rindió incondicionalmente en 1945. Nos regocijamos mucho por nuestra libertad. Desde 1946 hasta 1948, la predicación del evangelio entre nosotros se extendió rápidamente en todas direcciones. En 1948, un misionero que viajó por toda la China informó a su organización misionera que la obra del evangelio estaba en manos de “la manada pequeña” (como ellos llamaban a las iglesias), y que era tan prevaleciente que no necesitaban enviar más misioneros extranjeros. Esto era verdad. En esos días yo estaba en Shangai. ¡Qué felices estábamos! En toda la China había entre cuatrocientas y seiscientas iglesias. En Tsingtao, un antiguo asentamiento alemán y un puerto muy bonito y moderno, fueron bautizadas más de setecientas personas en un solo día. En los años treinta, muy pocas personas se bautizaban, raras veces más de diez. Pero después de 1945, usualmente se bautizaban al mismo tiempo más de cien nuevos creyentes. Nuestro gozo no duró mucho. De un día para otro, repentinamente, la situación política cambió, y a partir de 1949, la obra fue bastante obstaculizada.

  Yo salí de la China continental en abril de 1949, y desde ese momento no tuve correspondencia con los que conocía allí. Por años me afligía por aquella gran obra. El hermano Watchman Nee fue encarcelado en 1950 y murió en la prisión en 1972. Mi corazón estaba quebrantado, pues temía que toda la obra se hubiera perdido. Mi único consuelo era que, por medio de la pérdida que sufrió la obra en China, el Señor trajo Su recobro a los Estados Unidos y luego a Europa, a América del Sur, a África y a Australia. Con todo, siempre que pensaba en la obra en China, mi corazón se dolía. Muchos de los hermanos con los que laboré murieron en la cárcel después de muchos años de encierro. El hermano Nee fue el que más tiempo estuvo en prisión, y murió un día antes de la fecha en que se esperaba iba a ser puesto en libertad.

  En 1979 la situación cambió de nuevo. Estados Unidos y China establecieron relaciones diplomáticas, y la China Roja abrió sus puertas al turismo; debido a esto hemos recibido noticias. Mi corazón ya no está afligido, sino que ¡ahora salta de gozo! Me enteré que, desde 1949, en algunas ciudades nunca se suspendió la mesa del Señor. Los santos que están en la China continental consideran el período de 1949 a 1970 como el tiempo en que la iglesia estuvo en una condición de adormecimiento. En 1970 surgió una generación nueva, que nació y se educó bajo el presente gobierno. Algunos de estos jóvenes fueron llamados por el Señor y han llegado a ser muy prevalecientes. Aunque no tenían Biblias, comenzaron a predicar el evangelio con los pocos versículos que conocían.

  La respuesta fue asombrosa. ¡El camino había sido preparado para el evangelio! La nueva generación de la iglesia comenzó a predicar enseñándoles a los jóvenes cantos del evangelio. ¡A los jóvenes chinos, cuyo ser estaba vacío, les gustaron los cantos acerca de Jesús! Además, muchos enfermos fueron sanados milagrosamente. Miles de jóvenes creyeron. Aunque la policía les causó muchos problemas, eso no les afectó. Encarcelaron a algunos creyentes, pero había tantos —principalmente en el campo— que si diez eran encarcelados, doscientos iban a visitarlos. Ellos les decían a los policías que preferían estar en la prisión, porque ¡allí no tenían que trabajar! Simplemente cantaban himnos. Y si eran puestos en libertad, creían aún más. En cierta provincia había más de trescientos mil creyentes, y en cierta ciudad, más de veinte mil.

  Digo esto para demostrar que el Señor Jesús es el Soberano de los reyes. Yo pensé que China, con sus novecientos millones de personas, estaba totalmente perdida en cuanto al evangelio. Sin embargo, frente a la situación mundial y las necesidades que enfrentaba, China se vio forzada a abrir sus puertas el año pasado. ¿No es esto fruto del gobierno del Señor? ¡Alabado sea Él!

  El oficio de Cristo como Soberano es primariamente el de propagar el evangelio. Mediante el control que el Señor ejerce en la situación mundial, el recobro llegó al mundo occidental. Ahora, treinta años después, Su mano soberana ha hecho que las puertas de la China se abran de nuevo. Centenares de millares de jóvenes han sido salvos. ¿Quién puede detener al Soberano de los reyes de la tierra? ¡Estamos en 1980, el año del Señor conforme a Su calendario! El año pasado, el gobierno de la China Roja imprimió cien mil ejemplares de la Biblia; además, han abierto las puertas de las catedrales en las principales ciudades para que los cristianos se reúnan allí. En Shangai, más de mil quinientos personas se aglomeraron en el primer edificio que se abrió. A partir de aquel tiempo, se han abierto dos lugares más. Todos estos eventos prueban que ¡Jesús es el Soberano de los reyes! Él está llevando a cabo Su ministerio celestial. Él administra toda la tierra a fin de que sea propagado el evangelio.

CRISTO COMO CABEZA

  Además de la soberanía que Él ejerce sobre las naciones, Cristo también ejerce Su autoridad como Cabeza. Cristo fue dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia y, como tal, Él labora a fin de ganar a Sus vasos escogidos.

Gana a Saulo

  Consideremos únicamente un vaso: Saulo de Tarso. Al leer Hechos 9, podemos ver todo lo que Cristo hizo a fin de ganar a Saulo para Sí. Cristo mismo vino en persona para cautivarlo, y le habló aún más por medio de Ananías (vs. 10-17). Aunque Su intención en Hechos 9 fue capturar a Saulo, Sus palabras por medio de Ananías fueron aún más detalladas. Observe cuán ocupado estuvo el Señor sólo para obtener este vaso. Primero, se le apareció a Saulo mientras éste iba camino a Damasco; luego, le dio la visión de que Ananías vendría a restaurar su vista. Después, se manifestó a Ananías en una visión y conversó con él acerca de la visita a Saulo, de quien dijo: “Vaso escogido me es éste, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por Mi nombre” (Hch. 9:15-16).

  ¿Por qué dedicó el Señor tanto tiempo para ganar a una sola persona? Porque había la necesidad de obtener tal vaso, a Saulo, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Si bien es cierto que ya estaban presentes Pedro, Jacobo y Juan, esto no era suficiente; el Señor necesitaba un vaso como Saulo, así que, Él mismo vino a ganarlo para Sí.

Nos gana a nosotros

  No considere como algo insignificante el hecho de que usted haya sido salvo. Usted fue salvo porque el Señor Jesús ejerció Su Soberanía para salvarlo. Él fue quien dispuso que usted naciera en el país en el que nació. Usted no nació en su ciudad natal por casualidad, sino por causa de la administración soberana del Señor. Usted nació en el país correcto, en la ciudad correcta y en la familia correcta; y en el tiempo indicado, Él lo atrajo a Sí mismo. Sin importar si usted estaba en Suiza, Alemania, Francia, España, Dinamarca, Noruega o Inglaterra, Él dispuso que un día usted pasara por una circunstancia especial, se arrepintiera, creyera y fuera salvo. Si usted hubiera estado en Moscú, posiblemente no habría tenido la oportunidad de ser salvo ni de estar en esta reunión. ¡Pero bajo la soberanía del Rey, usted fue salvo!

  ¿Piensa que el Señor ha terminado Su obra en usted? ¡No! Usted fue salvo por la soberanía de Cristo; ahora, tome en consideración el hecho de que Él es la Cabeza. Simplemente considere, ¿cómo es posible que usted esté en esta reunión? Unos han venido de diferentes partes de Europa, y otros han venido conmigo desde los Estados Unidos. ¿Qué nos ha traído aquí? Aquí no hay ningún entretenimiento, ni tampoco hay música atrayente; ¡lo único que tenemos son reuniones de dos horas y media, en las cuales predica un chino! Para alguien ajeno a la situación, es incomprensible que a ustedes les interesen estas reuniones; sin embargo, ¡algunos de ustedes se habrían entristecidos si no hubieran podido venir! ¿Cómo podemos explicar esto? Se debe a que ahora estamos bajo la autoridad de Cristo como Cabeza, quien no sólo gobierna sobre nosotros, sino también dentro de nosotros. Él fue dado como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:22). El hecho de que estemos aquí, es obra del Señor.

Edifica Su Cuerpo

  Nuestro amado Señor está laborando; Él no está sentado inactivo en los cielos. Cuando Esteban fue apedreado y murió, Jesús estaba de pie a la diestra de Dios (Hch. 7:55-56) observando todas las cosas y cuidando de Sus miembros. Perseguir a un creyente equivale a perseguirle a Él. El Señor le dijo a Saulo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4-5). Esteban era parte de Él, lo mismo que Pedro. Cada miembro, cada uno de Sus creyentes, es parte de Él; Él cuida de todos ellos, y está laborando en cada uno a fin de hacerlos útiles. Él está haciendo de ellos apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros, equipándolos para que perfeccionen a los santos a fin de que Su Cuerpo pueda ser edificado.

  Europa es un buen ejemplo de cómo el Señor está laborando para edificar Su Cuerpo. Hace menos de diez años, un hermano vino aquí sin ser respaldado por ninguna organización misionera. De esta manera, el recobro del Señor vino a Europa, pero no como una organización; no obstante, el Señor ha avanzado y el recobro se ha extendido a muchos países europeos. Aún hoy, la obra sigue avanzando, incluso sin que haya una organización. Un hombre joven vino a Europa, y aunque no tenía un título en teología ni tenía mucha experiencia, ¡él vino con el Cristo ascendido! El Cristo celestial ha estado cuidando de este pequeño miembro de Su Cuerpo desde 1960, cuando él asistió a una conferencia para jóvenes en las Filipinas. Cuando él vino a Alemania en 1971, lo hizo sometiéndose a dicho ministerio celestial.

Envía a los perfeccionados

  Todos ustedes están bajo el precioso ministerio celestial de Cristo. Vendrá el día cuando serán enviados, no por ningún hombre ¡sino por la Cabeza ascendida! ¡Algunos irán a Austria, otros a Grecia y aun otros a Israel, llevando el ministerio celestial del Cristo ascendido! Cristo no labora lentamente. El recobro ha estado en el mundo occidental sólo diecisiete años; con todo, ya se ha extendido a Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica, África, Europa y Australia. En el Lejano Oriente se han levantado iglesias en Japón, Corea, Taiwan, las Filipinas, Singapur, Malasia, Tailandia e Indonesia. Cientos de iglesias han sido levantadas, sin que interviniera alguna organización. ¿Quién está haciendo esto? ¡El Cristo ascendido!

  Por nosotros mismos no podemos edificar la iglesia; sin embargo, al someternos al ministerio celestial de Cristo, estamos siendo equipados para ser miembros útiles en Su Cuerpo. El Cuerpo es edificado directamente mediante el suministro directo de la Cabeza. “Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’ ... Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo” (Ef. 4:8, 11-12). Cuando Cristo ascendió a los cielos, Él dio dones, a saber: apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Estos dones perfeccionan a los santos a fin de que en cada iglesia local los miembros sean edificados, equipados y hechos aptos para ejercer sus funciones.

  Cuando todos los miembros del Cuerpo ejercen su función, crecemos “en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:15-16). Todos los miembros crecen hasta la medida de la Cabeza, y luego, reciben el suministro que procede de la Cabeza a fin de que sea edificado el Cuerpo. Esta es la manera en que las iglesias locales son edificadas por medio del suministro de la Cabeza.

  La Cabeza está ocupada llevando a cabo Su ministerio. Mientras estamos reunidos aquí, recibiendo Su suministro, Él está ministrando y cuidando de todos los miembros de las iglesias. El recobro del Señor no es otra obra cristiana más; antes bien, ¡es el reflejo de Su ministerio en los cielos! El recobro concuerda con lo que el Cristo ascendido está llevando a cabo en los cielos. ¡Estamos cooperando y coordinando con el ministerio celestial del Cristo ascendido!

RESUMEN

  Como hemos visto, el ministerio de Cristo consta de dos aspectos. Por una parte, como Soberano de los reyes de la tierra, Cristo lleva a cabo Su administración sobre el mundo entero con el fin de que Su evangelio pueda propagarse y el pueblo escogido de Dios sea congregado. Por otra parte, como Cabeza del Cuerpo, Él está ministrando para edificar, equipar y adiestrar a Sus miembros, a fin de que ellos a su vez puedan perfeccionar a otros. Finalmente, Él enviará a algunos a nuevos lugares para extender Su recobro. ¡Aleluya por el ministerio celestial de Cristo!

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