
Lectura bíblica: Ef. 4:7-16; Col. 2:19
Hemos estado considerando el hecho de que el Señor Jesús es el Soberano y la Cabeza. Como Soberano, Él controla y administra toda la tierra; Él dirige los asuntos de todas las naciones con miras a que se propague el evangelio y se congregue Su pueblo. Su oficio como Soberano conlleva Su mover sobre la tierra. Él está llevando a cabo un gran mover. Además, Él es la Cabeza, lo cual implica no sólo Su mover sino también Su vida. Bajo la autoridad de Cristo como Cabeza, se está llevando a cabo una obra muy fina en la esfera de la vida divina. No conocemos todos los detalles del ministerio celestial de Cristo como Soberano, en relación con Su mover sobre la tierra; no obstante, en cuanto a Su ministerio y posición como Cabeza, vemos que Cristo lleva a cabo una fina obra en la esfera de la vida divina, por medio de la vida divina y con dicha vida.
En Efesios 4 vemos dos categorías en cuanto a esta obra fina efectuada por la vida divina. En la primera categoría, Cristo da dones para el perfeccionamiento de los santos (vs. 8-12). Él “dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo”. Con respecto a la segunda categoría, Él propicia el crecimiento de todos los santos a fin de que puedan ejercer su función. Mediante dicho crecimiento y función, el Cuerpo es edificado directamente. Efesios 4 dice: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (vs. 15-16).
La autoridad de Cristo como Cabeza está operando a fin de que se lleven a cabo ambas categorías. Es Cristo como Cabeza quien produce los dones a fin de que los miembros puedan crecer y ejerzan su función. Esta es una obra fina llevada a cabo en la esfera de la vida divina.
El cristianismo opera de forma absolutamente contraria a esto. Ellos establecen seminarios y contratan profesores para enseñar la Biblia, teología, la historia de la iglesia, hebreo y griego. De esta manera, ellos esperan que los estudiantes sean perfeccionados como predicadores, ministros, pastores, etc. Ellos confían en un sistema educacional. La historia ha demostrado que el Cuerpo de Cristo no puede ser edificado de esta manera. Pablo no se graduó de un seminario; antes bien, al estar sometido a la autoridad de Cristo como Cabeza, Pablo fue levantado para ser el apóstol más útil.
¿Cómo operó Cristo en Su autoridad a fin de ganar a Pablo para Sí mismo y lograr que éste fuera un don para el Cuerpo? Recordemos que Esteban murió como mártir, sacrificado frente a un joven llamado Saulo de Tarso (Hch. 7:58). La muerte de Esteban no fue un incidente aislado e individual. En aquel tiempo, todo el Cuerpo de Cristo estaba sufriendo persecución. Saulo fue uno de los principales promotores en asolar la iglesia (8:1-3). La Cabeza del Cuerpo permitió tal persecución para mostrarle a Saulo lo que es el Cuerpo de Cristo. Saulo vio sufrir al Cuerpo de Cristo cuando él persiguió a los miembros que invocaban el nombre del Señor. Después de esto, él emprendió su viaje a Damasco con la intención de arrestar a más miembros del Cuerpo. ¡Estas fueron las circunstancias que la Cabeza dispuso para cautivar a quien sería un gran apóstol!
Jesús intervino inesperadamente, no desde la tierra, sino desde los cielos. ¡Este Jesús era ahora “Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo”! Saulo se sorprendió al escuchar una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (9:4). Saulo se sorprendió grandemente al ser confrontado por Jesús, pero le sorprendió aún más saber que los creyentes, a quienes él había estado persiguiendo, eran miembros del Cuerpo de Cristo. En el momento de su conversión, al estar sometido a la autoridad de Cristo como Cabeza, Pablo llegó a conocer el Cuerpo.
Por supuesto, Saulo no se resistió ni argumentó. El no dijo: “Señor, no te he perseguido a Ti ni a nadie en los cielos; los que he perseguido estaban en la tierra”. ¿Por qué Pablo no argumentó con Jesús? Creo firmemente de que mientras el Señor decía: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v. 5), el Espíritu del Cuerpo operaba en Saulo.
La conversión de Pedro fue mucho más simple que la de Pablo. Pedro estaba con su hermano pescando cuando el Señor lo llamó: “Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4:18-20). Aquel pescador galileo no dudó en seguirle. ¡Le agradó más la idea de ser un pescador de hombres que simplemente agarrar peces!
El caso de Pablo fue mucho más profundo. La manera en que el Señor se dirigió a él, haciéndole aquella breve pregunta, seguramente lo hizo reflexionar. Aunque las palabras que el Señor dirigió a Saulo fueron pocas, deben haber ocupado su mente durante los días en que estuvo ciego. ¡Ciertamente no pasó esos tres días durmiendo! Aquel encuentro trascendental debió haber inquietado a Saulo al máximo. Posiblemente se debe haber preguntado por qué aquella voz le había dicho: “¿Por qué Me persigues?”. ¿Qué significaba ese “Me”? El Espíritu del Cuerpo debe haberle dicho: “El ‘Me’ se refiere al Cristo agrandado, al Cristo aumentado, al Cristo corporativo, al Cristo que incluye a Pedro, a Jacobo y a Esteban”. Cuando Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?”, la respuesta fue: “Yo soy Jesús”. Pero, ¿cómo podía ser Jesús? ¿No estaba Jesús muerto y sepultado? ¿Cómo podía Él ahora venir desde los cielos?
Saulo también debe haber pensado mucho en las palabras del Señor: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hch. 9:6). ¿Por qué el Señor respondió indirectamente a la pregunta de Pablo acerca de aquello que Él quería que hiciera? De nuevo, la Cabeza estaba mostrándole el principio subyacente al Cuerpo. Saulo no iba a conocer la voluntad del Señor por sí solo; él tenía que estar en el Cuerpo y necesitaba ser adiestrado a fin de conocer el Cuerpo. Debía aprender a confiar en sus hermanos, a saber, los demás miembros del Cuerpo. Al perseguir al Cuerpo, Saulo realmente perseguía a la Cabeza, y ahora, él debía aprender a respetar dicho Cuerpo. En lugar de decirle directamente a Pablo lo que debía hacer, el Señor envió a Ananías, un pequeño discípulo, a que restaurara la vista de Saulo y le diera a conocer Su voluntad. El que visitó a Saulo no fue un líder como Pedro, sino una persona desconocida. De esta manera, el Señor subyugó a Saulo e hizo de él un apóstol útil.
Al comparar de nuevo el caso de Pablo con el de Pedro, podemos observar que Pedro fue hecho apóstol de una manera sencilla. Primero, el Señor lo vio y lo llamó para que fuera un pescador de hombres; luego, quizás después de un año o dos, el Señor simplemente lo envió con los otros once, y de allí en adelante él fue un apóstol junto con los otros (Mt. 10:1-5). ¡Cuán insensata es la exaltación que la Iglesia Católica hace de este simple apóstol!
Mientras Pablo oraba en Damasco, él recibió la visión de que Ananías vendría y restauraría su vista. Antes de esta ocasión, no se había mencionado nada acerca de este pequeño discípulo, pero la Cabeza lo conocía y le dijo a Saulo que él vendría a verlo. Después de esto, la Cabeza envió a Ananías, diciéndole: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que reciba la vista” (Hch. 9:10-12). ¿Se da cuenta usted de cuán ocupado estaba Cristo, comunicándose tanto con Saulo como con Ananías? Él ciertamente estaba llevando a cabo Su ministerio celestial.
Ananías fue a la casa donde estaba Saulo, y poniendo las manos sobre él, le dijo: “Hermano Saulo, el Señor me ha enviado —Jesús, quien se te apareció en el camino por donde venías— para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (v. 17). Entonces, Saulo recibió la vista, se levantó y fue bautizado; no sólo fue bautizado en Cristo, sino también en el Cuerpo. Después de esto, permaneció por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. De este modo, fue recibido en el Cuerpo como un hermano más.
Pablo enseguida predicó a Cristo en las sinagogas, provocando la oposición de los judíos, quienes finalmente conspiraron para matarlo (vs. 20-25). ¿Cómo fue que Pablo escapó de Damasco? Él no escapó disfrazado, sino que los miembros del Cuerpo le bajaron por el muro de noche, descolgándole en una canasta. La canasta podría representar la iglesia. Él fue enviado por el Cuerpo y en el Cuerpo.
Cuando Saulo llegó a Jerusalén, los apóstoles no lo recibieron. Ellos sospechaban que Saulo trataba de engañarlos y tenían temor de él. Otro miembro del Cuerpo, Bernabé, entró a la escena y les contó a los apóstoles cómo Saulo había sido salvo genuinamente. Una vez más, Saulo fue introducido a la comunión mediante un pequeño miembro del Cuerpo, y no por los apóstoles.
Más tarde, Saulo regresó a Tarso, su ciudad natal. Fue allí donde Bernabé lo encontró y lo trajo a Antioquía, donde permanecieron por un año reuniéndose con la iglesia y enseñando a las personas (Hch. 11:25-26).
Por medio de todos estos pasos, este joven opositor llegó a ser un apóstol. Esto nos muestra cuánto tiempo empleó el Señor Jesús para hacer de este creyente un apóstol muy útil.
Efesios 4:8 nos dice: “Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’”. Es muy simple decir que Él dio dones a los hombres, pero en el caso de Pablo vemos cuán complicado fue que este miembro fuera hecho un don, un apóstol. En Su ascensión, Cristo ejerce Su autoridad como Cabeza para dirigir Su Cuerpo, logrando que un miembro haga una parte y que otro miembro complete la otra.
El caso de Pablo muestra la fina obra en la esfera de la vida divina que la Cabeza ascendida realiza a fin de preparar a un apóstol tan útil. Dicha operación no procede del mover de Cristo como Soberano; ésta es una obra realizada bajo Su autoridad como Cabeza, la cual hace que todo Su Cuerpo entre en función cabalmente. ¿Piensa usted que Pablo habría podido convertirse en un apóstol asistiendo cuatro años a un seminario? Se necesitaron muchos miembros del Cuerpo a fin de que la Cabeza preparara a Pablo para ser un apóstol.
Dentro de poco quizás algunos de ustedes sean enviados como apóstoles. Deben comprender que para que esto suceda, la Cabeza en los cielos debe ejercer Su autoridad sobre muchos miembros de Su Cuerpo.
¿Cómo pueden los miembros crecer y ejercer su función para que el Cuerpo de Cristo sea edificado? Supongamos que un predicador pentecostés se presenta ante ustedes y predica conmoviéndoles el alma y motivando a la congregación, de modo que algunos hablen en lenguas, rueden por el piso, afirmen gritando que tienen poder, y prediquen desde las azoteas para que la gente se arrepienta y crea en Jesús, porque de lo contrario irán al infierno. ¿Cree usted que un movimiento así pueda hacer que usted crezca? He visto cómo se comportan los que están en el pentecostalismo, y por lo que he observado, puedo decir que entre ellos hay muy poco o casi nada de crecimiento. El pentecostalismo es un movimiento, y no es la fina obra en la esfera de la vida divina, la obra que realiza la Cabeza a fin de tocar las vidas de Sus miembros uno por uno y detalle por detalle.
Por favor, no me malentiendan. No es mi intención desacreditar ninguna obra cristiana, pero el Señor me ha mostrado que el pentecostalismo no es la obra que puede edificar Su Cuerpo en vida, pues tal movimiento no efectúa una fina obra en la esfera de la vida divina. He recibido una carga del Señor, y sé lo que Él quiere. Tengo la certeza que después de haber estado reunidos durante estos días, ustedes han sido tocados por el Señor de una manera muy fina. Ustedes han ido al Señor y le han alabado por haberlos sacado de las tinieblas, por haber tocado sus corazones y por haberlos iluminado. Al tocar al Señor y al ser tocados por Él, crecemos en la vida divina de una manera fina.
El resultado de este crecimiento consistirá en que nuestra función se hará manifiesta. La función procede del crecimiento, y el crecimiento proviene de la fina obra en vida efectuada por la Cabeza.
Observemos lo que dice Efesios 4:15-16: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Todos debemos crecer hasta la medida de la Cabeza; luego, proveniente de la Cabeza, recibiremos el suministro. Sin importar qué parte del Cuerpo seamos, recibiremos el suministro de la Cabeza, a fin de que ejerzamos nuestra función y ministremos vida al Cuerpo. Esta es la manera en que el Cuerpo de Cristo será edificado.
Colosenses 2:19, al igual que el pasaje de Efesios, habla sobre asirnos “de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios”. Podríamos ser coyunturas, las cuales suministran al Cuerpo, o ligamentos, los cuales entrelazan a los miembros del Cuerpo.
El Cuerpo sólo tiene una Cabeza. Consideren cuán ocupado debe estar Él, nuestra Cabeza, cuidando de cada uno de nosotros. Cristo, en Su ministerio celestial, se preocupa por todos nuestros pormenores. Él ejerció Su autoridad como Cabeza sobre mí, y me dio la carga de venir a ministrarles Su persona a ustedes. Él les da la carga a los ancianos para que tengan comunión con ustedes; Él mueve a los miembros más cercanos a ustedes para que tengan comunión con ustedes y oren juntos; Él los constriñe a ustedes a que tengan contacto con Él, a fin de disciplinarlos y de suministrarles las riquezas que ustedes necesitan. En la medida que ustedes reciban la ayuda y disfruten de Él, crecerán. Luego, quizás Él ejercerá Su autoridad como Cabeza para enviarlos a Neuchatel. Allí podrán dar testimonio y ayudar a los que moran en esa ciudad. Toda esta actividad forma parte del ministerio celestial de Cristo, el cual hace que todos Sus miembros crezcan y ejerzan su función, a fin de que Su Cuerpo sea edificado.
Lo que les he descrito es la relación orgánica que existe entre Cristo y Su Cuerpo. Ustedes son miembros vivientes de este organismo, y no miembros de una organización. La Cabeza de este organismo es Cristo, quien cuida de cada uno de los miembros y cuida de todos en mutualidad. Todos recibimos Su cuidado bajo Su autoridad como Cabeza. ¡Alabado sea el Señor que aquí, en Europa, existe tal organismo viviente bajo la autoridad de Cristo como Cabeza! Espero que puedan ver que esto es muy diferente de la obra tradicional del cristianismo. El cuerpo físico no ha sido programado artificialmente para que cada miembro funcione de cierta manera; más bien, cada nervio, cada músculo y cada miembro está bajo el control vivo de la cabeza. Todo el cuerpo se somete orgánicamente a la autoridad de la cabeza.
La actividad del cuerpo físico, la cual es gobernada por la cabeza, es similar al ministerio celestial que Cristo lleva a cabo como Cabeza. Él no necesita de ninguna organización cristiana para que Su Cuerpo sea edificado. Él obra orgánicamente, primero para levantar apóstoles, y luego para hacer que todos los miembros crezcan y ejerzan su función. Esta obra da por resultado que el Cuerpo se edifique a sí mismo.
Mi carga, bajo la autoridad orgánica de Cristo como Cabeza, no es hablarles para que se emocionen, sino ministrarles vida. Estoy seguro de que Cristo ha sido impartido en ustedes, lo cual hace que sean constreñidos a contactarlo y decirle: “Señor Jesús, te amo. Tú eres mi vida. Tú eres todo lo que necesito. Abro mi ser a Ti. Quiero ser ganado y ocupado por Ti. Quiero que Tu Persona sature todo mi ser”. Quizás ya hayan estado orando de esta manera. Si han orado de esta manera, esto indica que se encuentran bajo la autoridad de Cristo como Cabeza, es decir, bajo Su ministerio celestial, recibiendo la vida que Él ministra en ustedes para que se obtenga el crecimiento y la función de Su Cuerpo.