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Mensajes del libro «Ministerio celestial de Cristo, El»
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CAPÍTULO OCHO

CRISTO PONE EN EJECUCIÓN EL NUEVO TESTAMENTO

  Lectura bíblica: He. 7:16, 25; 9:11-12, 15-17

  En Hebreos del 7 al 10, se presentan tres aspectos de Cristo: Sumo Sacerdote, Ministro y Ejecutor del nuevo testamento. Cuando la Biblia menciona que Cristo es el Sumo Sacerdote, también nos afirma que Él es el Ministro de los lugares santos y el Ejecutor del nuevo testamento. Estos tres títulos se mencionan juntos debido a que sus funciones se sobreponen una con otra. Mientras Cristo está llevando a cabo Su obra sacerdotal, a la vez también pone en ejecución el nuevo testamento y nos ministra el contenido del mismo.

  En este mensaje consideraremos la manera en que Él pone en ejecución el nuevo testamento. Este es el asunto más complicado y difícil de entender en el Nuevo Testamento, y a la vez, es un tema todo-inclusivo.

DIOS HABLA AL HOMBRE

  A lo largo de toda la Biblia, Dios ha hablado al hombre de tres maneras: por medio de Su palabra, por medio de Su promesa y por medio de Su pacto o testamento. En la palabra de Dios se halla Su promesa. Cuando Su promesa fue ratificada mediante un juramento, ésta llegó a ser un pacto, el cual es también un testamento.

  Desde el principio Dios ha hablado al hombre. Aun antes que Adán desobedeciera, Dios habló con él. Y después de la caída, Dios vino de nuevo a hablarle, esta vez prometiéndole que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). La promesa de Dios acompañó Su palabra.

  Lo mismo sucedió con Abraham. Cuando Dios habló con él, le prometió una simiente y la buena tierra (13:15). Dios habló y Dios prometió.

  ¿Cómo llegó la promesa a ser un pacto? Al agregársele a la promesa un juramento, junto con un sacrificio en el cual sangre fue derramada (15:7-18). Un pacto es un acuerdo en el cual una de las partes promete llevar a cabo ciertas cosas a favor de la otra parte.

  A su vez, un testamento es el legado de lo que ya ha sido logrado; es la última voluntad, un documento jurídico unilateral y solemne mediante el cual una persona dicta disposiciones respecto de sus bienes y asuntos, para que sean cumplidos después de su muerte. La Biblia, en su totalidad, es realmente el testamento de Dios; incluso a sus dos partes se les llama el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

  Dios es un Dios que habla. Cuanto más habla, más está atado a Sus palabras. No obstante, ¡Él no puede dejar de hablar! Él ciertamente tiene mucho que decirle al hombre. La Biblia está llena del hablar de Dios. Dicho libro es la palabra de Dios para el hombre.

  Cuando hablamos, quizás hagamos promesas sin darnos cuenta de ello. Si conseguimos que otros nos hablen, posiblemente los induzcamos a que nos prometan algo que no tenían la intención de prometer. Si permanecen callados, no podremos inducirlos a que se comprometan; pero si hablan, ellos mismos se comprometerán.

  Dios ha hablado. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Él ha hablado. Al hablar, Él ha hecho promesas. La Biblia está llena de promesas, promesas dadas a Adán, a Noé, a Abraham, a David y a nosotros, los creyentes neotestamentarios.

  Si el Señor Jesús no hubiera muerto, esas promesas habrían permanecido sólo como simples promesas. Pero a fin de cumplir dichas promesas, Él murió. Mediante el derramamiento de Su sangre, esas promesas llegaron a ser un pacto; ahora existe un firme compromiso de que estas promesas se cumplirán. En este pacto, algunas cosas aún tienen que ser cumplidas, y otras ya se han cumplido y han sido legadas a nosotros. Por tanto, el pacto ha llegado a ser un testamento, en el cual se nos informa de nuestra herencia.

  Hebreos 9:15-17 dice: “Y por eso es Mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo una muerte para remisión por las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador. Porque el testamento se confirma sólo en caso de muerte; pues no es válido mientras el testador vive”.

  En griego se usa la misma palabra tanto para pacto como para testamento. El nuevo pacto, que fue consumado con la sangre de Cristo (He. 9:11-14), no es solamente un pacto, sino también un testamento en el cual todo lo logrado por la muerte de Cristo nos fue legado. Primero, Dios dio la promesa de que haría un nuevo pacto (Jer. 31:31-34; He. 8:8-13). Luego, Cristo derramó Su sangre para establecer el pacto (Lc. 22:20). Puesto que este pacto contiene promesas de hechos ya logrados, es también un testamento. Este testamento, este legado, fue confirmado y ratificado por la muerte de Cristo, y es puesto en ejecución e implementado por Cristo en Su resurrección. La promesa del pacto de Dios está asegurada por la fidelidad de Dios; el pacto de Dios está garantizado por la justicia de Dios; y el testamento es implementado por el poder de resurrección de Cristo.

  La Biblia primero nos dice que Cristo vendría; luego, nos promete que ciertamente vendrá. No sólo lo dice, sino que también lo promete. Muchas bendiciones estaban incluidas en esta promesa, a saber: Cristo moriría por nosotros para que nuestros pecados fueran perdonados y para que fuéramos redimidos; la vida divina nos sería dada; dicha vida es el Espíritu, quien es Dios mismo como el todo para nosotros, a fin de que lo disfrutemos; y finalmente, heredaríamos todo lo que Dios es, todo lo que Él tiene y todo lo que Él ha hecho.

  Después que Dios habló y prometió (lo cual incluye lo contenido en Sus promesas), Cristo fue a la cruz y murió, derramando Su sangre por nosotros. Sobre la base de la muerte de Cristo, la promesa fue consumada, el pacto fue establecido y el testamento fue puesto en vigencia.

  Tenemos, entonces, cuatro etapas con respecto al hablar de Dios al hombre: la palabra de Dios, Su promesa, el establecimiento de Su pacto y la ejecución de Su testamento. En Génesis 2, en la primera etapa, vemos a Adán; y en Génesis 12, en la segunda etapa, la etapa de la promesa, vemos a Abraham. La tercera etapa ocurrió cuando los discípulos vieron a Cristo morir en la cruz, quien establecía así el pacto. Hoy en día, nosotros estamos en la cuarta etapa, en la etapa de la ejecución del testamento. Dios ha hablado, Él ha prometido, Cristo ha establecido el pacto, y el pacto ha llegado a ser para nosotros un testamento.

NUESTRO LEGADO

  Ya hemos abarcado tres aspectos del ministerio celestial de Cristo: primero, cómo Él ejerce Su señorío o gobierno sobre todo el mundo, a fin de que Su evangelio sea predicado y el pueblo de Dios sea salvo; segundo, cómo Él ejerce Su autoridad como Cabeza a fin de lograr nuestro crecimiento y función, con miras a que Su Cuerpo sea edificado; y tercero, cómo Él, en calidad de Sumo Sacerdote, intercede por nosotros y cuida de nosotros. En este mensaje veremos el cuarto aspecto: cómo Él pone en ejecución Su testamento, el cual nos ha sido legado. Al ejecutar el nuevo testamento, el Cristo celestial hace posible que todos los elementos contenidos en dicho testamento sean hechos reales a nosotros.

  A todos nos gusta que se nos incluya en el testamento de alguien. ¡Estoy seguro de que todos mis hijos, y aun mis nietos, esperan ser incluidos en mi testamento! Supongamos que recibimos como herencia una gran propiedad que tiene una mansión de veinticuatro habitaciones y siete baños, y además, recibimos diez millones de marcos alemanes. ¡No hay duda de que estaríamos muy contentos! No obstante, tendríamos que asegurarnos de que la herencia es más que dos cláusulas escritas en un pedazo de papel; el testamento necesita ser ejecutado a fin de que podamos tomar posesión de lo que se nos ha legado.

  ¿Alguna vez ha tratado de averiguar todo lo que está incluido en el nuevo testamento? ¡Es una lista inmensa! De hecho, después que varias veces intenté enumerar todas las cosas que hay en él, he llegado a la conclusión de que es imposible lograrlo. La lista no tiene fin. He aquí algunas de las cosas que contiene: la redención, el perdón de pecados, la justificación, la reconciliación, la regeneración, la santificación, la filiación, la vida divina, el poder, la paz, la santidad, etcétera.

  ¿Ha recibido usted todos estos legados? Algunas veces el heredero es muy joven y ni siquiera sabe lo que ha heredado; a veces, el heredero es una persona muy ingenua y sencilla, y no entiende los términos o cláusulas del testamento; o quizás es muy maduro y sabio, pero está enfermo y no tiene el vigor para reclamar su herencia. En todos estos casos, es necesario que alguien ayude al heredero a tomar posesión de su legado.

EL PACTO ESTABLECIDO POR LA SANGRE DE CRISTO

  Cuando Cristo murió en la cruz, Él logró que las promesas de Dios llegaran a ser un pacto. Su sangre fue el factor que estableció dicho pacto. La mesa del Señor, la cual celebramos cada semana, es un símbolo del testamento. El Señor tomó la copa y dio gracias; luego, la dio a Sus discípulos diciendo: “Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre del pacto, que por muchos es derramada para perdón de pecados” (Mt. 26:27-28). Lucas 22:20 dice: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que por vosotros se derrama”. La copa que tomamos es el nuevo pacto. Este es un hecho profundo. Cuando tomamos la copa, debemos entender que esto es el nuevo pacto.

  Los dos elementos principales del nuevo pacto son el perdón de pecados y la impartición de vida. Por medio de estos dos elementos disfrutamos a Dios. Él es la bendición contenida en la copa, y Él es la porción eterna de dicha bendición.

  Por tanto, la sangre de Jesús estableció el pacto; Su muerte lo confirmó; y en resurrección, Él pone en ejecución el contenido del mismo.

LA EJECUCIÓN DEL TESTAMENTO

  Hoy, el Señor está en los cielos y es viviente, divino, apto y constituido de la vida indestructible. ¡Nada puede detenerlo! ¡Nada puede destruirlo! ¡Él es el viviente, el que vive para siempre! Por consiguiente, Él es apto para ejecutar el testamento en cada detalle.

  ¿Necesitamos vida, poder, perdón, paz o santidad? Ciertamente nuestras necesidades son muchas. ¿Cómo podemos obtener el suministro que requerimos? Todo lo que necesitamos está en el testamento; todo esto nos ha sido legado. Hoy en día Cristo está ejecutando el testamento, asegurándose de que cada elemento esté disponible y sea real para nosotros.

  Supongamos que su esposa le hace pasar un mal rato. Usted necesita paciencia. ¿Dónde puede usted obtener la paciencia necesaria para soportar a una persona tan dominante? La paciencia es uno de los elementos mencionados en el testamento. La paciencia es aplicada y hecha real para usted cuando Cristo pone en ejecución el testamento. Cuando usted necesita paciencia, Él hace que esté disponible para usted. Entonces sentirá cómo la paciencia le invade como un torrente. ¿No es ésta su experiencia?

  Lo mismo sucede cuando necesitamos gozo. Posiblemente usted esté sufriendo, pero en este testamento hay gozo. ¿Cómo puede este gozo ser real para usted? Cristo mismo ejecutará el testamento, liberando el gozo dentro de usted e inundándolo de él.

  Posiblemente ustedes se pregunten cómo es posible que yo tenga tanto que hablar. Tal vez piensen que un día ya no tendré nada que decir. Les digo, en este testamento está incluida la Palabra abundante. Cuando voy a dar un mensaje, no busco libros de referencia para encontrar un tema, para reunir algunos puntos, estudiar algunos comentarios y luego organizar el mensaje que expresaré. ¡No! Más bien, Cristo como el Ejecutor me inunda con las riquezas de la Palabra de Dios. De este fluir provienen los pensamientos profundos, esto es, las ricas expresiones. Por eso, este hablar no tiene fin.

  ¡Qué testamento tenemos! ¡Qué Ejecutor tan viviente, poderoso y apto!

  La intercesión de Cristo forma parte de la ejecución del testamento. Quizás usted esté escaso de vida y de luz, y no esté disfrutando a Dios como su vida y su luz; entonces, el Sumo Sacerdote orará para que usted pueda disfrutar ricamente a Dios. En esto consiste Su intercesión. Luego, Él ejercerá Su oficio para impartir la vida y la luz de Dios en usted. Esta será la respuesta a Su intercesión y también la ejecución de Su testamento.

NUESTRA COOPERACIÓN

  Así como necesitamos cooperar con la intercesión de Cristo acercándonos al trono de la gracia, también necesitamos cooperar con la ejecución del testamento. Anteriormente no habíamos respondido adecuadamente porque nadie nos había ayudado a ver estos asuntos. Probablemente nunca antes habíamos escuchado mensajes sobre ello. Sin embargo, de ahora en adelante no hay razón para permanecer en la misma situación; ¡ahora podemos cooperar con Él!

  Hebreos 7:25 nos da la manera de corresponder con la ejecución del nuevo pacto: “Por lo cual puede también salvar por completo a los que por El se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos”. Cooperamos con Dios al acercarnos a Él.

  Acerquémonos a Dios siempre. Por la mañana y por la tarde, de día y de noche, cuando estemos orando y cuando no, ¡acerquémonos a Dios! Digámosle: “Oh Dios, abro mi ser a Ti. Eres tan rico. Te necesito. Necesito todo lo que está contenido en Tu testamento. Deseo que mi ser esté abierto a Ti todo el tiempo”. Si nosotros hacemos esto, entonces Cristo, quien es apto, ejecutará el testamento impartiendo en nuestro ser todo lo que necesitemos. Es parte de Su ministerio celestial ejecutar todo lo que el testamento contiene, impartiéndolo en nosotros para que lo disfrutemos.

  Comprender esto nos fortalecerá. Supongamos que ha llegado la hora de salir del trabajo y estamos listos para irnos a casa. Han transcurrido ocho horas de arduo trabajo y estamos agotados. Sin embargo, no nos anima mucho la idea de volver a casa, pues nunca sabemos cuál será la situación que enfrentaremos allí. No sabemos si seremos recibidos en casa con alegría o no. Algunos días, al regresar a casa nos encontramos allí con una tormenta; en otras ocasiones, encontramos calma y tranquilidad. Pero hoy, sentimos que no podríamos soportar una tormenta. ¿Qué debemos hacer? ¡No olvidemos el testamento! Abramos nuestro ser a Dios, acerquémonos a Él y digámosle: “Oh Dios, Padre mío, abro mi ser a Ti”. Entonces, sentiremos en lo profundo de nuestro ser que habremos sido fortalecidos. Él ha intercedido por nosotros y ha ejecutado el testamento a nuestro favor, de modo que nuestro hombre interior ha sido fortalecido. Ahora, estamos listos para regresar a casa, y podemos declarar: “Señor, no importa si el tiempo está turbulento o tranquilo, quiero regresar a casa y disfrutarte. No importa si el cielo está claro o nublado, si llueve o está soleado, continuaré abriendo mi ser a Ti. Tú serás mi provisión conforme a Tu voluntad. Estoy incluido en Tu testamento. Padre, ese testamento te compromete. Además, tengo un Ejecutor que se encarga de que yo obtenga todos los elementos contenidos en él. Las circunstancias no me preocupan, pues Tu testamento contiene todo lo que necesito”.

  El ministerio celestial de Cristo no ha concluido. Su ministerio terrenal ya se llevó a cabo totalmente; no obstante, como Ejecutor del nuevo pacto, Él aún está ministrando para fortalecernos, consolarnos, abastecernos, sostenernos e incluso llevarnos sobre Sí.

  Él hace todo esto para que crezcamos y desarrollemos nuestra función a fin de que Su Cuerpo sea edificado. Su ministerio celestial, cuya meta es la edificación de Su Cuerpo, tiene varios aspectos. Ya hemos estudiado cuatro de ellos: el ejercicio de Su soberanía y gobierno, el ejercicio de Su autoridad como Cabeza, el sacerdocio, y la ejecución del testamento de Dios. En el siguiente mensaje, veremos otro aspecto.

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