
Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee en Stuttgart, Alemania, del 5 al 13 de abril de 1980 y en Anaheim, California, del 17 al 18 de abril de 1981.
¿Por qué el Señor buscaba a Pablo? Porque necesitaba un apóstol que completara Su revelación. Pueden haber muchas otras predicaciones; sin embargo, ellas no completan debidamente la revelación de Dios. El propósito del llamamiento de Pablo era obtener la persona que pudiese completar la revelación (Col. 1:25).
Si no tuviéramos el ministerio de Pablo, ¿qué nos faltaría? Tendríamos los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento y también los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, ¿qué nos faltaría?
Primero, no nos percataríamos de que Cristo está en nosotros, que Él debe de vivir en nosotros, y que Él también debe ser nuestra vida y suministro de vida. En los otros cuarenta y tres libros de la Biblia no se da el debido énfasis a este punto. Por supuesto, el Evangelio de Juan hace mención de que debemos permanecer en Cristo, que Cristo debe permanecer en nosotros (Jn. 15:4) y que vivimos porque Él vive (14:19). No obstante, sin los escritos de Pablo no nos hubiera sido fácil entender estas palabras. Es Pablo quien nos dice que Cristo debe vivir en nosotros, que Cristo debe vivir en nuestro espíritu y morar en nosotros como Espíritu vivificante. Él es nuestra vida, incluso es nuestro suministro de vida, y Él debe ser formado en nosotros.
Segundo, los escritos de Pablo revelan que Cristo es todo-inclusivo. No hay ningún otro libro en la Biblia que revela a Cristo como la corporificación de Dios, como el Primogénito de toda creación, como el Primogénito de entre los muertos y como la realidad de todas las cosas positivas.
Tercero, los escritos de Pablo son los únicos que mencionan que Cristo es la Cabeza y que la iglesia es Su Cuerpo. Este pensamiento no existía antes del ministerio de Pablo; sus epístolas son las que desarrollan esta verdad.
Estos tres puntos son los que completan la revelación de Dios; es por los escritos de Pablo que sabemos que Cristo en nosotros es nuestra esperanza de gloria, que Él es todo-inclusivo, y que la iglesia es el Cuerpo y Cristo es la Cabeza.
Espero que ahora todos nosotros veamos cuán importante fue el llamamiento de Pablo. Pedro fue llamado para ser pescador de hombres, pero Pablo fue llamado para completar la revelación de Dios. No existe ninguna comparación entre estos dos. Quizás la Iglesia Católica exalte a Pedro; pero, al fin y al cabo, ¡él no era nada más que un pescador! Tengo mucho más aprecio por Pablo.
Nuestro llamamiento fue igual que el de Pablo. No fuimos llamados por el Jesús terrenal durante Su encarnación. Nuestro llamamiento no provino del mar de Galilea, sino del Jesús ascendido y exaltado; nuestro llamamiento provino de los cielos.
Es un principio en la Biblia que el que nace después es el mayor. Acuérdense lo que el Señor dijo acerca de Juan el Bautista: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él” (Mt. 11:11). Si bien Juan el Bautista era mayor que todos los profetas del pasado, él era inferior al más pequeño en el reino de los cielos. ¿Se considera usted mayor que Adán, Abraham y Moisés? Usted sí es mayor que ellos porque vino después. ¡El que viene después, mayor ha de ser! Los que vinieron primero se hallan en la etapa inicial, pero ustedes ahora están en la etapa de compleción.
De Adán a Abraham transcurrieron dos mil años, y desde Abraham hasta Cristo hubo otros dos mil. Ahora, desde Cristo hasta nosotros han pasado otros dos mil años. Ciertamente estamos de acuerdo que los primeros y segundos dos mil años no fueron muy grandiosos. Incluso, aquellos que nacieron al principio de los terceros dos mil años tampoco fueron tan bendecidos como aquellos que nacieron al final. ¿Por qué nosotros somos los más bendecidos? Porque estamos encima de los hombros de aquellos que nos precedieron. Noé se apoyó en los hombros de Adán, Abraham en los de Noé, y Moisés estaba sobre Abraham. Así los santos neotestamentarios están sobre los hombros de aquellos santos del Antiguo Testamento. Hoy nosotros estamos apoyados sobre los hombros de Pedro, Pablo y Martín Lutero. Si quieren que les diga la verdad, me hubiera gustado haber nacido mucho después, ya que así yo estaría apoyado sobre los hombros de ustedes; pero tal y como es, ¡ustedes están sobre los míos!
Ustedes están viviendo en un tiempo en el que se está completando la economía del Señor. El recobro del Señor actual está completando Su economía. Antes de que usted entrara en el recobro, dudo mucho de que haya visto mucho de estos tres asuntos: Cristo en vosotros la esperanza de gloria, Cristo es el todo y en todos, y la iglesia es el Cuerpo y Cristo es la Cabeza. Llevo más de cincuenta años en el recobro, y mis días están por finalizar, pero aún queda algo por completar. Mas eso les tocará a ustedes, ello estará sobre sus hombros. Ustedes continuarán este ministerio completador, que consiste principalmente en estas tres cosas que hemos mencionado.
Pablo dijo que a Dios le agradó revelar a Su Hijo en él (Gá. 1:15-16). En el momento de la conversión de Pablo, Dios se alegró de revelarle a Cristo en él. Cuando predicamos el evangelio, no sólo deberíamos decirle a las personas que son pecadores que necesitan a Jesús y que deben arrepentirse delante de Dios, sino que estas personas también necesitan saber que Jesús debe entrar en ellas a fin de ser su vida. Estas personas necesitan que Cristo viva en ellas. Sin esta verdad, nuestra predicación del evangelio es incompleta.
Hemos dicho que Saulo de Tarso no era una persona pecaminosa, ni tampoco era un idólatra. No obstante, aunque era irreprensible y celoso de Dios, él no tenía a Cristo en su ser. En el instante de su conversión, Dios expresamente reveló a Su Hijo en él. A partir de entonces, Pablo era una persona completamente diferente. Él vio que lo que importaba no era la ley, la adoración a Dios, ni tampoco las buenas obras, sino más bien, él debía tener a Cristo, una Persona viviente, en su ser.
El segundo del Dios Triuno tiene que entrar en nuestro ser. Esta otra Persona divina debe entrar en nosotros para ser nuestra vida y nuestro suministro de vida, y también ser formado en nosotros, ser uno con nosotros, e incluso llegar a ser nosotros y hacernos uno con Él a tal grado que nosotros llegamos a ser Él.
A veces los cristianos les preguntan a los nuevos creyentes: “¿Es usted salvo? ¿Ha sido regenerado? ¿Ha recibido el Espíritu Santo?”. Llevó cincuenta años oyendo estas mismas preguntas, pero jamás he escuchado, ni siquiera una sola vez, la pregunta: “¿Vive el Hijo de Dios en usted?”. Sería bueno hacerle esta pregunta a la gente. El punto principal del evangelio consiste en que el Hijo de Dios entre en nosotros a fin de ser nuestra persona. Si su predicación del evangelio carece de esto, su predicación es incompleta.
En el momento de la conversión de Pablo, ¿cómo el Señor Jesús le hizo saber que Él era todo-inclusivo? Cuando el Señor Jesús le llamó a Pablo desde los cielos y le preguntó: “¿Por qué me persigues?”, Él dejaba implícito que todos aquellos que Saulo había estado persiguiendo formaban parte de Él. Pedro, Jacobo y Esteban formaban parte de Él, y perseguirlos a ellos equivalía a perseguir a Jesús.
Según el entendimiento de Saulo, Jesús de Nazaret era un hombre terrenal que fue crucificado y sepultado. No obstante, para su asombro, ¡este Jesús vino a él desde los cielos! Esto confirma de nuevo que Cristo es todo-inclusivo. No sólo Sus discípulos estaban en Él, sino que Su presencia también estaba en todo lugar. Él está en la tierra, pero Él también está en los cielos.
¡Cuán maravilloso fue el evangelio que el Señor Jesús le predicó a Saulo! Si bien las palabras fueron sencillas y las frases breves, ¡cuánto significado llevaba implícito! Saulo se percató de que la persona a quien él resistía era todo-inclusiva. Él era cada uno de Sus creyentes y también estaba en todo lugar, tanto en los cielos como en la tierra. Saulo reconoció que no había posibilidad de escaparse de Aquel que era todo-inclusivo y siempre presente.
En su conversión, ¿cómo supo Pablo que la iglesia era el Cuerpo de Cristo? Repito las palabras del Señor: “¿Por qué me persigues?”. Estas palabras hicieron que Pablo se diera cuenta de que los creyentes eran uno con Cristo. Quizás Saulo pensó: “Yo no he perseguido a nadie en los cielos”, mas el Señor le estaba mostrando que aquellos que él había perseguido eran miembros de Su Cuerpo. Debido a que dichos miembros eran uno con el Señor, perseguirlos equivalía a perseguir la Cabeza. Supongamos que golpeo a una persona en el brazo, y que ésta se quejará y me dijera: “Por qué me estás pegando?”. Si le digo: “No te estoy pegando a ti, sino solamente le estoy pegando a tu brazo”, ciertamente, ella me diría: “Mira, si me pegas en el brazo, me estás pegando a mí”; el brazo de ella es un miembro de su cuerpo. Igualmente, Pablo pudo deducir basado en las palabras del Señor que todos los creyentes eran miembros de Cristo.
Una vez que Saulo se percató de quien le estaba hablando, hizo la segunda pregunta: “¿Qué haré, Señor?” (Hch. 22:10). Y el Señor le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hch. 9:6). Según estas palabras, el Señor daba a entender que Pablo no podía seguir siendo individualista. Él tenía que ir a Damasco, donde un creyente desconocido llamado Ananías le indicaría el paso siguiente a tomar. Ahora que Saulo había sido introducido en el Cuerpo, si él deseaba conocer la voluntad del Señor, en vez de que la Cabeza le hablara directamente, él tenía que acudir a otro miembro del Cuerpo.
Ven ustedes ¡qué maravillosa fue la conversión de Pablo! A Pedro se le dijo simplemente: “Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres”, mas el caso de Pablo no fue tan sencillo. En su llamamiento hay indicios del Cristo en mí, el Cristo el todo-inclusivo y el Cristo la Cabeza con la iglesia Su Cuerpo. Estas tres verdades eran lo que Pablo predicaba. Si no tuviéramos el ministerio completador de Pablo, el cual completó estas tres cosas, no habría compleción de la revelación de Dios. Estos tres puntos cruciales componen el ministerio de Pablo.
Una vez que veamos cuán maravillosas son estas verdades, le agradeceremos al Señor por habernos traído al recobro. Nos daremos cuenta de que es aquí donde tenemos el ministerio completador. Lo que Pablo predicó desde hace mucho tiempo atrás está siendo recobrado. ¡Aleluya por el ministerio completador: Cristo en mí la esperanza de gloria, Cristo es Aquel que es todo-inclusivo, Cristo es la Cabeza del Cuerpo y la iglesia es Su Cuerpo!