
Lectura bíblica: Fil. 2:9-11; Ef. 1:21; Jn. 14:13-14; 15:16; 16:23-24, 26a; Mr. 16:17; Lc. 10:17-19; 24:47; Hch. 3:6; 4:7, 10, 12; 10:43; 16:18; 19:5; 1 Co. 6:11
Uno de los asuntos que debemos entender con claridad delante de Dios es el nombre del Señor Jesús. Nadie en la tierra puede ser salvo sin el nombre del Señor Jesús, y nadie puede ser útil en las manos de Dios sin conocer el nombre del Señor Jesús. Tenemos que conocer lo que significa el nombre del Señor Jesús. Es una lástima que el nombre del Señor Jesús haya llegado a ser tan común en las conversaciones del hombre. En muchas ocasiones la expresión en el nombre del Señor Jesús carece de significado. Se oye y se lee con frecuencia, hasta el punto de desvirtuarse lo que significa estar en el nombre de Jesucristo. Necesitamos pedirle a Dios que nos dé un entendimiento renovado de lo que significa el nombre tan conocido del Señor Jesús.
El nombre del Señor Jesús es un nombre especial. El no poseía esto mientras estaba en la tierra. Mateo 1 dice que cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Su nombre era Jesús. Pero Filipenses 2 dice que El fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz, y que por eso Dios le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que está por encima de todo nombre. ¿Cuál es ese nombre? Filipenses 2:10-11 dice: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. El nombre es “el nombre de Jesús”. El no recibió este nombre mientras estuvo en la tierra, sino después de ascender al cielo. Cuando estuvo en la tierra se llamaba Jesús. Por obedecer hasta Su muerte en la cruz, Dios le exaltó. En esta exaltación, se le dio un nombre que es sobre todo nombre. Dicho nombre es “el nombre de Jesús”.
Pablo no fue el único que recibió la revelación del cambio que experimentó el nombre del Señor; también el propio Señor Jesús habló en el Evangelio de Juan de un gran cambio que experimentaría Su nombre. El dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis ... En aquel día pediréis en Mi nombre” (Jn. 16:24, 26). “En aquel día” pediremos en Su nombre. Cuando el Señor dijo esto, todavía no había recibido el nombre que es sobre todo nombre. Sólo “en aquel día” recibiría el nombre que es sobre todo nombre. Sólo a partir de entonces podríamos pedir al Padre en Su nombre.
Abra el Señor nuestros ojos para que veamos el gran cambio que experimentó el nombre del Señor después de Su ascensión. No podemos comprender este cambio con nuestra mente. Este nombre es el nombre que Dios le dio, y es un nombre que está sobre todo nombre.
¿Qué representa este nombre? Representa autoridad y poder. ¿Por qué denota este nombre autoridad y poder? Filipenses 2:10-11 dice: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Esto es autoridad. Toda rodilla debe doblarse ante el nombre de Jesús, y todos tienen que llamar a Jesús Señor. Así que, el nombre de Jesús indica que Dios le dio la potestad y el poder que lo trascienden todo.
En Lucas 10:17 los discípulos dijeron al Señor: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en Tu nombre”. Para los discípulos era una gran cosa poder echar fuera demonios en el nombre del Señor. Los demonios tal vez no teman a muchos nombres que hay en la tierra, pero cuando los discípulos actuaron en el nombre del Señor Jesús, los demonios se les sujetaron. Más tarde el Señor explicó por qué Su nombre hacía que los demonios se les sujetaran. Les dijo: “He aquí os doy potestad de hollar ... sobre todo poder del enemigo” (v. 19). Por lo tanto, el nombre equivale a autoridad. Donde está el nombre, ahí está la autoridad.
También los gobernantes judíos sabían esto. Después de que Pedro sanó a un cojo, al día siguiente los gobernantes llamaron a los apóstoles para que comparecieran ante ellos y les preguntaron: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (Hch. 4:7). En otras palabras, ¿qué autoridad tenían como base para decirle al cojo que se levantara y anduviera? Ellos sabían que la autoridad yace en el nombre. Así que, el nombre de Jesús tiene toda la autoridad que Dios le ha confiado a El. No queremos decir que el nombre en sí sea la autoridad, sino que el efecto del nombre es autoridad.
En el Nuevo Testamento no sólo vemos el nombre de Jesús, sino también una expresión muy particular: “en el nombre de Jesús”. Hermanos y hermanas, ¿podemos ver esto? No se trata solamente del nombre de Jesucristo sino de estar en el nombre de Jesucristo. Si leemos cuidadosamente la Palabra de Dios y procuramos andar por la senda espiritual, es posible que frecuentemente digamos que actuamos en el nombre del Señor Jesús o en el nombre de Jesucristo, sin saber en realidad lo que significa estar en este nombre. Si no sabemos cómo conducirnos en el nombre del Señor Jesús, no podemos ni siquiera ser cristianos. Por consiguiente, necesitamos entender el significado de estar en el nombre del Señor Jesús.
La primera vez que el Señor Jesús habló de estar en Su nombre fue en Juan 14—16. Después de lavarle los pies a los discípulos, El les habló. El Señor habló claramente en estos tres capítulos de lo que podemos hacer cuando estamos en Su nombre. El dijo: “Todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré ... Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré” (14:13-14). Desde el capitulo catorce hasta el dieciséis, El dijo repetidas veces a Sus discípulos que pidieran en Su nombre. Esto no sólo muestra que un día El recibiría un nombre que es sobre todo nombre, sino también que los discípulos podrían hacer uso de este nombre. Este nombre es el nombre que Dios le dio a Su Hijo Jesús, el cual, a su vez, se nos ha dado. Ahora se encuentra en mis manos y las de usted. Ahora usted y yo y todos los demás podemos usar este nombre. Por eso la Biblia no habla solamente de que el Señor Jesús recibió un nombre que es sobre todo nombre, sino también de la experiencia de estar en el nombre de Jesucristo. No sólo existe Su nombre sino también el hecho de estar en Su nombre. El nombre de Jesucristo es el nombre que El recibió de Dios, y estar en el nombre de Jesucristo equivale a participar de ese nombre, lo cual corresponde a los hijos de Dios. Por tanto, estar en el nombre del Señor Jesús es participar de Su nombre. Esto significa que podemos usar este nombre. Hermanos y hermanas, tenemos que darnos cuenta de que esto es lo más grande que se nos ha encomendado de parte de Dios y del Señor Jesús.
¿Por qué decimos que Dios nos ha encomendado el nombre de Jesús? ¿Qué significa encomendado? Dios nos comisiona a predicar el evangelio, a hacer cierta obra y a ir a cierto lugar y hablar por El. Todas estas cosas son lo que Dios nos ha comisionado. Pero el significado de estar en el nombre del Señor Jesús no se refiere a esta clase de comisión. Estar en el nombre del Señor Jesús significa que Dios nos ha encomendado Su Hijo. Dios no nos manda cierta obra, sino que nos da a Su Hijo. Dios no nos encomienda que vayamos, sino que llevemos con nosotros a Su Hijo. Esto es lo que significa estar en el nombre del Señor Jesús.
Estar en el nombre del Señor Jesús significa que Dios nos encomienda Su Hijo. Supongamos que usted tiene una suma de dinero en el banco. Cuando usted quiere retirar el dinero, tiene que usar su sello. Si le pide a un amigo que retire el dinero por usted, tiene que darle una autorización. Será muy fácil retirar el dinero puesto que trae consigo la autorización. Cuando él va al banco, escribe un cheque por diez dólares y sella el cheque, recibirá diez dólares. Estar en el nombre del Señor es como si el Señor nos diera Su sello de autorización. Hermanos y hermanas, nosotros tenemos una cantidad limitada en depósito, y sólo podemos retirar cierta cantidad de fondos. Pero tener el sello del Señor Jesús es algo asombroso. Si yo tengo una gran cantidad de dinero en el banco y le encomiendo a alguien la chequera y la autorización, tengo que confiar en él plenamente. Si no confío en él, me preguntaré si usará o no mi sello de autorización para retirar dinero. ¿Cómo sé que no escribirá cheques con mi sello? ¿Cómo sé que no firmará contratos con mi sello? Si no confío en una persona, no puedo encomendarle mi sello. Si le doy mi sello, esto significa que respaldo todo lo que esa persona haga. Esto es lo que significa estar en el nombre del Señor; significa que el Señor se atreve a encomendar Su nombre en nuestras manos, y nos permite usarlo. El Señor confía en nosotros hasta el punto de atreverse a encomendarnos Su nombre y permitirnos usarlo. Esto es lo que significa estar en el nombre del Señor Jesús. Estar en el nombre del Señor significa que el Señor Jesús se nos da a nosotros y que está dispuesto a reconocer todo lo que hagamos en Su nombre. El está dispuesto a asumir las consecuencias de lo que nosotros hagamos en Su nombre.
A veces le decimos a una persona: “Ve y dile a cierto hermano lo que debe hacer. Si te pregunta quién lo dice: dile que yo”. Esto es estar en el nombre de alguien. Estar en el nombre de alguien es hacer uso de ese nombre. Si usted le confía su nombre a alguien, y él lo usa, usted tiene que responsabilizarse del uso que esta persona haga de su nombre. Esto es lo que significa estar en el nombre.
La última noche que el Señor estuvo en la tierra, les dijo a Sus discípulos: “Todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré” (Jn. 14:13-14). Esto quiere decir que el Señor Jesús encomendó algo grande a Sus discípulos; les dio Su nombre. Su nombre es autoridad, y no hay otra cosa que El pueda dar que sea mas grande que ésta. Supongamos que después de que el Señor Jesús encomendó Su nombre en nuestras manos, lo usamos de manera irresponsable. ¿Qué pasaría? Una persona que ocupa una posición importante sólo necesita dar una orden y sellarla, y la orden es ejecutada. Si esta persona le da su sello a otra, será responsable del uso que ésta le dé al sello. ¿Cree usted que él pueda encomendar fácilmente su sello a cualquier persona? Por supuesto que no. Pero el Señor Jesús nos encomendó Su nombre a nosotros. El nombre del Señor es un nombre que es sobre todo nombre. El está dispuesto a encomendarnos Su nombre y a permitirnos usarlo. ¿Vemos la responsabilidad que conlleva el encomendarnos Su nombre? Dios confía en nosotros y nos encomienda el nombre del Señor Jesús. Dios se hará responsable de todo lo que hagamos en Su nombre. Hermanos y hermanas, ¡qué cosa tan tremenda es ésta! ¡Dios se hará responsable de todo lo que hagamos en el nombre del Señor Jesús!
Una característica de esta era es que el Señor Jesús no hace nada directamente. El no habla directamente en la tierra, ni realiza ningún milagro directamente, ni salva a los hombres directamente, sino que actúa por medio de la iglesia. Hoy el Señor efectúa Su obra mediante la iglesia y no directamente. Esta es la razón por la cual encomendó Su nombre a la iglesia. Pero qué gran responsabilidad tiene que llevar El. Es fácil aceptar responsabilidad por lo que uno hace directamente, ya que uno sólo asume la responsabilidad por los hechos propios y no por los de otros. Si usted tiene el sello en su mano, aceptará responsabilidad sólo por lo que usted mismo haga. Pero si su sello está en la mano de otro, tendrá que asumir la responsabilidad por lo que él haga con su sello. Si el Señor Jesús estuviera en el mundo hoy obrando de la misma manera que lo hizo antes, llevándolo a cabo todo El solo, no tendría que responsabilizarse de lo que nosotros hiciéramos. Pero hoy el Señor no lleva a cabo la obra solo, pues la encomendó a la iglesia. Todo lo que el Señor Jesús hace hoy, lo efectúa en la iglesia. Hoy la obra de la iglesia es la obra del Señor. Por lo tanto, El debe asumir la responsabilidad de todo lo que la iglesia hace con Su nombre. Al encomendar una tarea, tenemos que encontrar una persona confiable. Si alguien no es confiable, no se le puede encomendar algo. Pero hoy el Señor Jesús está obligado a encomendarse a la iglesia. Esta no es la era en que el Hijo de Dios aparece en la carne, sino la era cuando el Hijo de Dios aparece en el Espíritu y en la iglesia. Puesto que tal es el caso, El tiene que encomendarse a la iglesia. De no ser así, no podría hacer nada. El ascendió a los cielos y ahora está sentado a la diestra del Padre, esperando que Su enemigo sea puesto por estrado de Sus pies. Allí está como Sumo Sacerdote orando. Este es Su oficio. El ha encomendado Su obra en la tierra a la iglesia. Por consiguiente, la iglesia tiene la potestad de usar Su nombre hoy, el Señor asume la responsabilidad por el uso que la iglesia hace de Su nombre.
La iglesia no puede obtener una autoridad mayor en la tierra que la de actuar en el nombre del Señor Jesús. El Señor ha encomendado Su nombre a la iglesia. Esta es la mayor encomienda posible, puesto que este nombre es El mismo. Todo lo que usted hable en el nombre del Señor Jesús viene a ser lo que El mismo habla. Todo lo que usted pida en el nombre del Señor Jesús llega a ser lo que El pide. Lo que usted decida en el nombre del Señor Jesús se convierte en lo que El decide. La iglesia tiene la autoridad de hablar en el nombre del Señor. ¡Qué gran cosa le ha encomendado Dios a la iglesia!
En la Biblia vemos un ejemplo de lo que es actuar en el nombre del Señor. Cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo por el cuerpo de Moisés, no dijo: “Te reprendo”, sino “El Señor te reprenda”. Si usted expresa la idea de este modo, entonces se convierte en una oración o un deseo. El arcángel dijo: “El Señor te reprenda” (Jud. 9). Esto quiere decir que cuando él reprendía al diablo era como si el Señor lo reprendiera. El arcángel Miguel aplicó el nombre del Señor. Así que, estar en el nombre del Señor Jesús no significa necesariamente decir las palabras “en el nombre del Señor Jesús”. Hacer cosas en el nombre del Señor Jesús significa que usamos Su nombre de la misma manera que usamos nuestro propio nombre. Aquí tocamos un principio espiritual muy importante: podemos usar el nombre del Señor de la misma manera que usamos nuestro propio nombre. Muchas personas dicen que no han agotado el poder que hay en la sangre del Señor. Más bien yo diría que no hemos agotado el poder que hay en Su nombre. Pablo pudo decirles a los corintios: “No tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer”. Más adelante, añade: “Pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (1 Co. 7:25, 40). Necesitamos entender que podemos usar este nombre. Hermanos y hermanas, ¿se dan cuenta de que hay un nombre, una potestad y un poder que han sido entregados en las manos de la iglesia? La iglesia los puede usar. La iglesia debe usar debidamente el nombre del Señor. Decimos que la iglesia reina, pero sin el nombre, no habría posibilidad de que la iglesia reinase. Decimos que la iglesia tiene la llaves del reino y que es responsable de traer el reino. Pero sin el nombre, la puerta del reino no podría abrirse. Decimos que la intención de Dios es que la iglesia ate la muerte mediante la vida y que ate a Satanás. Pero si no tuviéramos este nombre o no supiéramos usarlo, no nos sería posible realizar estas cosas. Tenemos que ver que el Señor Jesús le dio este nombre a la iglesia.
Por consiguiente, Dios manda que cuando un hombre cree en el Señor y es salvo, debe ser bautizado. ¿Qué es el bautismo? Es entrar en el nombre del Señor. Desde que fui bautizado, comencé a participar de este nombre, y desde ese día, Dios me encomendó este nombre. Puedo usar el nombre del Señor Jesús así como uso mi propio nombre. Es por esto que el bautismo es tan importante. Según la realidad espiritual, soy un hombre muerto y también un hombre resucitado. Puesto que estoy firme sobre la base de la muerte y la resurrección, puedo usar el nombre del Señor. A partir de entonces, estoy relacionado con Su nombre. El es Cristo, y nosotros somos cristianos. ¿Qué es un cristiano? ¿Qué es la iglesia? La iglesia es simplemente un grupo de personas en la tierra que pueden usar el nombre del Señor, y Dios asume la responsabilidad de sus acciones cada vez que hagan uso de ese nombre. Cuando usemos este nombre, Dios aceptará la responsabilidad por ello. Esto es maravilloso. Nuestra relación con el nombre del Señor comenzó cuando fuimos bautizados. Fuimos bautizados en el nombre. Es decir, mediante el bautismo entramos en el nombre.
Vemos, entonces, que la cruz y la resurrección son indispensables. Solamente al afirmarnos sobre la base del bautismo podemos usar el nombre del Señor. Si no estamos firmes en el bautismo, no podemos usar Su nombre, pues la cruz no tendrá una vía libre en nosotros, y el Señor Jesús no tendrá ningún efecto en nosotros. Aun si usamos Su nombre, Dios no asumirá la responsabilidad por ello. Necesitamos estar firme sobre la base del bautismo. Estar sobre la base del bautismo significa que creemos en la cruz y que el viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo; así aceptamos el principio de la cruz y recibimos la cruz como aquello que pone fin a nuestra vida natural. El bautismo indica que todo lo que tenemos debe pasar por la muerte diariamente. Sólo lo que queda después de pasar por la muerte tiene valor espiritual. Si algo llega a su fin al pasar por la muerte, no permanecerá delante de Dios. Dios acepta las cosas que permanecen después de pasar por la cruz, las que no son destruidas después de que pasan por la muerte.
Los hijos de Dios necesitan ver lo que es la cruz. Necesitamos que Dios nos revele lo que hemos recibido en Cristo. Vendrá el día cuando el Señor quebrantará la columna vertebral de nuestra vida natural. Sólo entonces seremos útiles. Tiene que llegar el día en que Dios pueda ver la marca de la cruz en nosotros. En muchas personas no se ve que la cruz haya hecho obra alguna. No se ve que haya hecho nada en su manera de hablar ni de actuar ni en sus sentimientos y tampoco en su actitud delante de Dios. Tiene que llegar el día en que Dios quebrante y destruya a esa persona por la cruz. Sólo lo que permanece después de la cruz es resurrección. La resurrección es lo que la muerte no logra destruir, lo que no es aniquilado por la muerte. La resurrección es lo que permanece después de que una persona es herida por el Señor. Sólo quienes se afirman sobre esta base pueden ejercer la autoridad del Señor, y sólo ellos pueden usar el nombre del Señor. Dios asumirá responsabilidad por los que se apoyen en esta base, y El los respaldará cuando usen el nombre del Señor. Hermanos y hermanas, esto es lo más grande que se nos ha encomendado. Dios puede encomendarnos el nombre de Su Hijo y permitirnos usar este nombre como si fuera nuestro propio nombre. Este es un asunto grandioso. Dios tiene que asumir una responsabilidad tremenda en este asunto. Este asunto, ciertamente, no es insignificante.
Cuando actuamos en el nombre del Señor, ¿qué resultado trae este nombre? La Biblia muestra que se producen tres cosas cuando actuamos en el nombre del Señor. La primera se relaciona con el hombre, la segunda con el diablo, y la tercera con Dios.
Lucas 24:47 dice: “Y que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Hechos 10:43 dice: “De El dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todos los que en El creen recibirán perdón de pecados”. En 1 Corintios 6:11 leemos: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios”. El pasaje más explícito acerca de esto es Hechos 3:2-6: “Y era traído cierto hombre, cojo desde el vientre de su madre, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: ¡Míranos! Entonces, él les prestó atención, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No poseo plata ni oro, pero lo que tengo, esto te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Hermanos y hermanas, ¿saben lo que significa hablarles a otros en el nombre de Jesucristo de Nazaret? Si usted no estuviera apoyado en la base de la muerte, la resurrección y el bautismo, ¿qué habría hecho? Probablemente se habría arrodillado y orado: “Señor, no sé si este hombre cojo debe ser sanado. Muéstranos si este hombre debe ser sanado. Si es así, por favor muéstranos Tu voluntad, y por favor danos denuedo. Si él no debe ser sanado, simplemente nos olvidaremos del asunto”. Esto no fue lo que experimentaron los apóstoles. Los apóstoles no tenían la idea de que el nombre del Señor permanecía con El y que ellos tenían que pedirle permiso para actuar. Ellos sabían que el nombre de Jesús de Nazaret era de ellos, les pertenecía y podían usarlo.
¿Qué es la iglesia? La iglesia es un grupo de personas que guardan el nombre del Señor en la tierra. Dios ha llamado hombres a salir de las naciones y a entrar en este nombre. Esto es la iglesia. La iglesia guarda el nombre del Señor en la tierra. Es por esto que la iglesia puede usar el nombre del Señor y aplicarlo a las personas. Podemos decirles a otros, “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hch. 22:16). Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, le dijo a una mujer: “Hija, tu fe te ha sanado, ve en paz” (Lc. 8:48). En otra ocasión le dijo a un paralítico: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:2). Hermanos y hermanas, si estamos firmes sobre la base del bautismo y tenemos la visión y la revelación, sabremos que estamos encargados del nombre del Señor. Cuando predicamos el evangelio, y alguien lo recibe, hasta cierto punto podemos decirle: “Hermano, ve a casa. El Señor Jesús te ha perdonado”. No necesitamos esperar que él diga algo; lo podemos declarar salvo.
Debido a que el hombre cojo fue sanado, los gobernantes, ancianos y escribas pusieron a los apóstoles en medio de ellos y les preguntaron: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (Hch. 4:7). Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre”. Y añadió: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:10, 12). Sólo este nombre, este nombre único, puede salvarnos. Podemos usar este nombre y aplicarlo a la gente.
No sólo podemos usar este nombre con relación a los hombres, sino también con relación al diablo. Marcos 16:17 dice: “Y estas señales acompañarán a los que creen: En Mi nombre echarán fuera demonios”. ¿Cómo echamos fuera demonios en Su nombre? Hechos 16 narra el encuentro de Pablo con una muchacha poseída por un espíritu. Durante muchos días, ella molestó a Pablo. La Biblia dice: “Turbado Pablo”. Ella se convirtió en una molestia para Pablo. ¿Qué hizo él? No oró, ni hizo muchas cosas. Simplemente se volvió y le dijo al espíritu: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella” (v. 18). Con una sola orden el espíritu salió de ella. El nombre del Señor Jesús le fue encomendado a Pablo, y él lo usó. Tenemos que comprender que cuando el nombre del Señor se nos encomienda, ya no se queda en el cielo. Si nuestra condición espiritual es normal, Su nombre estará en nuestras manos. Cuando el asunto fue una molestia para Pablo, éste le ordenó al espíritu que saliera. El no pidió al Señor. Tal vez pensemos que él no actuó de manera espiritual, que obró con cierta independencia, y que no indagó cuál era la voluntad de Dios. Pero cuando Pablo reprendió al espíritu, éste se fue. Lo importante es si vivimos delante de Dios o no, y si estamos cimentados en el terreno apropiado. Si estamos fundamentados en la base correcta, veremos que el nombre del Señor está en nuestras manos. Estar en el nombre del Señor no es una expresión vacía. Nosotros podemos usar el nombre del Señor. Lo podemos usar para realizar la obra y para echar fuera demonios.
En Lucas 10 el Señor envió a los discípulos. El Señor todavía no había ascendido, pero ya actuaba desde la posición de ascensión. Les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (v. 18). Cuando los discípulos salieron [a predicar], el Señor Jesús no fue con ellos, pero sí llevaron consigo el nombre del Señor. Más tarde, cuando los discípulos regresaron, le informaron al Señor: “Aun los demonios se nos sujetan en Tu nombre” (v. 17). ¿Por qué los demonios se sujetaban a los discípulos? Porque los discípulos actuaban “en Tu nombre”. Ellos tenían el nombre del Señor en sus manos y, por ende, tenían la autoridad en sus manos. El Señor Jesús dijo: “Os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo” (v. 19). Hermanos y hermanas, ¿hemos visto esto? Con el nombre del Señor, podemos hacer frente a todo poder del enemigo. Dios tiene que abrir nuestros ojos para que veamos que El nos dio el nombre del Señor Jesús. Esto es lo que Dios nos encomendó.
Además, el nombre del Señor no se nos ha dado solamente con relación al hombre, para salvarlo y sanarlo, y para tener autoridad sobre los demonios y echarlos fuera del hombre. Aún más grandioso es el hecho de que el nombre del Señor nos capacita para ir al Padre y hablar con El. Cuando acudimos al Padre de esta manera, El tiene que contestar. Juan 14—16 menciona el nombre del Señor tres veces. Tenemos que decir con reverencia que el Señor Jesús fue sumamente osado. ¿Qué fue lo que dijo? Dijo: “Y todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré” (14:13-14). ¡Este nombre está por encima de todos los demás! Este es el nombre que toda lengua en el cielo y la tierra y debajo de la tierra debe confesar públicamente como Señor. ¡Este es el nombre delante del cual se doblará toda rodilla! Este nombre es poderoso delante de Dios; Dios honra este nombre. Cuando actuamos en este nombre, Dios honra nuestra acción. El Señor dijo: “No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, El os lo dé” (15:16). También dijo: “En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidáis al Padre en Mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (16:23-24). ¿Podemos pensar en otra promesa mayor que ésta?
¿Qué es, entonces, orar en el nombre del Señor Jesús? Orar en el nombre del Señor Jesús es decirle a Dios: “No soy digno de fiar. Soy inútil. Pero oro en el nombre del Señor Jesús”. Supongamos que usted envía con un mensajero una carta a un amigo, en la cual le pide que le devuelva una suma de dinero por medio del mismo mensajero. Cuando su amigo ve la firma, él debe darle el dinero al mensajero. ¿No es así? Su amigo no le preguntaría al mensajero si ha estudiado, o de qué familia viene, ni quiénes son los miembros de su familia, ni qué clase de carácter tiene. Sin duda alguna, él no hará estas preguntas. A él no le interesa saber quién es el mensajero; solamente necesita verificar que la carta tenga la firma de usted. El mensajero ha venido en su nombre, y usted ha puesto su confianza en el mensajero. ¡Aleluya! Estar delante de Dios en el nombre del Señor Jesús equivale a decir que usted no confía en su propio mérito, sino en el mérito del nombre del Señor. Equivale a decir que no depende de lo que usted es o será, sino de lo que es el nombre del Señor. Muchas personas oran con la esperanza de que sus oraciones sean contestadas en el futuro; algunos oran con la esperanza de que sean contestadas dentro de unos cuantos meses o años. Esperan de esta manera porque tienen la intención de mejorar en unos años. Debido a que tienen esperanzas de mejorar, posponen la respuesta a sus oraciones. Pero tenemos que darnos cuenta de que nuestra oración es contestada por causa de Su nombre y no por el nuestro. Tenemos que negarnos completamente a nuestra carne y estar en el nombre del Señor Jesús. Todo lo que tenemos lo obtenemos por medio de El. Nos presentamos delante de Dios por causa de El y no por nosotros mismos; no por nuestra justicia, sino por Su sangre; y no nos basamos en lo que nosotros queremos, sino en lo que El quiere. Estamos aquí en el nombre del Señor.
Hermanos y hermanas, conocer el nombre del Señor Jesús es una revelación y no una doctrina. Vendrá el día cuando Dios abrirá nuestros ojos para que veamos el poder y la grandeza que hay en este nombre, y cuán maravilloso es que Dios nos haya encomendado este nombre. Ya que Dios nos encomendó el nombre de Su Hijo, podemos decir: “Dios, hacemos esto en el nombre de Tu Hijo Jesús”. Esto significa: “Dios, Tú crees en nosotros. Tú confías en nosotros. Tú te haces responsable de lo que hagamos”. Hermanos y hermanas, puesto que este nombre es puesto en nuestras manos con el propósito de que nos podamos relacionar como corresponde con el hombre, con el diablo y con Dios, debemos comprender que tenemos que vivir de cierto modo para poder usar este nombre. Así que, necesitamos experimentar la cruz cada día. Sólo entonces podremos aplicar este nombre. Hermanos y hermanas, recuerden que la cruz no se puede separar del nombre del Señor. Que la cruz obre profundamente en nosotros hasta que sepamos cómo aplicar este nombre en relación con el hombre y con el diablo, y hasta que sepamos cómo orar al Padre por medio de este nombre. Que el Señor dé a la iglesia un conocimiento profundo de este nombre a fin de que la posición, la autoridad y el poder de este nombre sean recobrados entre nosotros hoy, para que así la iglesia pueda recibir muchas riquezas espirituales por medio de Su nombre.