Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Ministerio remendador de Juan, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO DOCE

EL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO EN LA ADMINISTRACIÓN DE DIOS

  Lectura bíblica: Ap. 1:12, 20; 5:1-7

  El ministerio de Pablo concluyó en la última parte de la década de los años 60 d. C., cuando él muere como mártir. Después que transcurrieron unos veinticinco años, aparecieron los escritos de Juan. Su evangelio, sus epístolas y el libro de Apocalipsis fueron escritos aproximadamente el año 90 d. C. Este intervalo fue determinado soberanamente por el Señor.

  Por lo que Pablo dijo en Colosenses 1:25 sabemos que la mayordomía que Pablo recibió de Dios tenía como propósito completar la Palabra de Dios. La Palabra de Dios son las Escrituras, la revelación completa de Dios. Por tanto, si los escritos de Pablo completaron la revelación divina, ¿por qué hubo necesidad de otro ministerio después del de Pablo?

ERA NECESARIO OTRO MINISTERIO POSTERIOR AL DE PABLO

  La historia nos dice que antes del final del primer siglo, después del martirio de Pablo, la iglesia fue descarriada por herejías muy graves, con lo que fue dañada la revelación de Dios. El ministerio de Juan vino para reparar este daño.

  Una de las herejías afirmaba que Cristo no era Dios. El Evangelio de Juan fue escrito para contrarrestar esta enseñanza falsa. Todos los veintiún capítulos de este evangelio son un testimonio enfático de que Cristo es Dios mismo. Este evangelio comienza diciendo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan declara inequívocamente en todo su evangelio que Cristo no solamente era el Hijo de Dios, sino Dios mismo. En Juan 20:24-29 se nos cuenta cómo Tomás dudaba de la resurrección de Cristo. El Señor fue muy paciente con Tomás hasta que fue convencido; entonces Tomás le dijo al Señor: “¡Señor mío, y Dios mío!”. Éste es un ejemplo del testimonio que Juan da del hecho de que Cristo es Dios.

  Una segunda herejía que surgió enseñaba que Cristo no vino en la carne. Satanás, por un lado, instigó la enseñanza de que Cristo no era Dios. Si Cristo no era Dios, entonces debía ser un hombre. Pero por otro lado, el astuto también estaba detrás de la herejía según la cual se decía que Cristo no había venido en la carne; con lo cual se quiere decir que Él no era hombre.

  Nótese la vehemencia con la cual Juan combatió estos errores. Después de recalcar en el primer versículo de su evangelio que Cristo es Dios, nos dice también en el versículo 14 que el Verbo, quien era Dios, se hizo carne. En su primera epístola Juan nos advirtió que no creyéramos a todo espíritu, sino que los pusiéramos a prueba para ver si dicho espíritu reconocía que Cristo había venido en la carne (1 Jn. 4:1-3).

  La persona de Cristo es maravillosa; y lo es principalmente en dos aspectos: uno, es que Él es Dios; el otro, es que Él se hizo hombre. Estas dos verdades fueron las que precisamente Satanás atacó por medio de las herejías que él mismo inspiró. ¡Cuánto daño fue hecho al ministerio completador de Pablo, debido a que estas creencias malignas se infiltraron en la iglesia! Ello representó un resquebrajamiento de la revelación divina. Por tanto, se hizo necesario otro ministerio pero no para completar, sino para remendar.

  Supongamos que tengo un abrigo nuevo y éste se rasga. Tiene que ser remendado. Al ser reparada aquella rasgadura, la parte del abrigo que se rasgó será más fuerte que el resto del abrigo. El ministerio de Juan, hasta cierto grado, es más fuerte que el de Pablo. El hecho de que él escribiera después de Pablo es un indicio de que los escritos de Juan son más enfáticos. Comparemos además al Cristo que nos es revelado por estos dos ministerios.

CRISTO EN LOS ESCRITOS DE PABLO

  La revelación principal de Pablo es de Cristo y la iglesia. El Cristo que nos revela es todo-inclusivo. En Colosenses él presenta a Cristo como la porción de los santos (1:12); la imagen del Dios invisible (1:15); el Primogénito de toda creación (1:15); el Primogénito de entre los muertos (1:18); el misterio de la economía de Dios, Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (1:27); el misterio de Dios (2:2); la corporificación de Dios (2:9); la Cabeza de todo principado y autoridad (2:10); el cuerpo de las sombras de todas las cosas positivas (2:17); nuestra vida (3:4); y el todo y en todos en el nuevo hombre (3:11). Ciertamente, el Cristo revelado por Pablo es maravilloso y todo-inclusivo.

  Sin embargo, en ningún lugar Pablo revela a Cristo como el Administrador universal en el gobierno universal de Dios. El trono de Dios que está en los cielos ejerce señorío sobre el universo entero. ¿Quién es el que ejerce Su administración? Juan nos responde esto en Apocalipsis 5.

CRISTO EN LOS ESCRITOS DE JUAN

  La gente del mundo no sabe qué es lo que sucede detrás de la escena en relación al gobierno de Dios. Apocalipsis 5 nos presenta un panorama de estas cosas, pero este panorama está escondido para la gente de este mundo.

  “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel fuerte que proclamaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo” (Ap. 5:1-3).

  Aquel libro debe ser el nuevo pacto, donde consta lo que Dios piensa con respecto de la iglesia, Israel, el mundo y este universo. Cuando no fue hallado nadie que fuera digno de abrir este libro, Juan lloró (v. 4). Entonces, uno de los ancianos le consoló, diciéndole: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (v. 5).

  Lo que Juan vio, sin embargo, fue al Cordero, no al León. En el Evangelio de Juan vemos que Juan el Bautista recomienda a este mismo Cordero: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). Pero en este caso, el Cordero ya no está ocupado en efectuar la redención, sino en ejercer la administración divina. Juan, entonces, nos presenta un panorama del Cordero redentor que ahora ha llegado a ser el Administrador universal de Dios a fin de que el propósito de Dios pueda ser cumplido.

  Ciertamente Dios administra el universo. De otro modo, ¿cómo podría ser realizado Su propósito? En esta administración el Cordero redentor, el Redentor, es el Administrador. ¿Cuándo fue que ocurrió la escena descrita aquí según la cual el Cordero vino y tomó aquel libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono (Ap. 5:7)? Tiene que haber sido inmediatamente después que Él ascendió a los cielos. Lo que Juan nos muestra aquí es una visión, no una profecía, de algo que ya sucedió. Cuando Cristo ascendió a los cielos, Él recibió un libro de parte de Dios, con lo cual abrió el secreto del universo con miras a llevar a cabo la administración de Dios.

  ¡Qué grandiosa visión de Cristo nos presenta Juan! Sí, Pablo nos reveló que Cristo es todo-inclusivo, pero él no dijo que Cristo es el Administrador universal. ¿Por qué el ministerio de Juan es más fuerte que el de Pablo? Debido a que él vino a remendar lo que había sido dañado, y la restauración tenía que ser doblemente fuerte. Él quería asegurarse que ninguno de estos asuntos volviera a sufrir daño otra vez.

LA IGLESIA EN LOS ESCRITOS DE PABLO Y JUAN

  Ahora comparemos lo que dicen estos dos escritores acerca de la iglesia. Pablo ciertamente nos revela algunos hechos maravillosos. Nos dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). Ella es también un solo y nuevo hombre (Ef. 2:15). Además es el templo de Dios, Su habitación (vs. 21-22). Juan, sin embargo, nos revela dos aspectos más de lo que es la iglesia.

  En Apocalipsis 1 Juan nos muestra que la iglesia es un candelero (v. 12). Lo que Pablo revela de la iglesia: que ella es el Cuerpo de Cristo, corresponde a la esfera de la vida. Pero hermano Pablo, ¿por qué no nos dijo nada con respecto a la naturaleza de oro de la iglesia? ¿Y por qué no dijo nada de la función que tiene de resplandecer? He pasado mucho tiempo con usted, hermano Pablo, pero ahora tengo que acudir a Juan. Él tiene algo adicional que decirnos con respecto de la iglesia. Cuando estaba con usted, hermano Pablo, aprendí que la iglesia es el Cuerpo, que ella es la plenitud y que ella es el nuevo hombre. Pero si no contáramos con Juan, jamás habríamos sabido que la iglesia también es un candelero de oro. Un candelero es algo más fuerte que el Cuerpo, aunque ambos son ciertamente preciosos.

  Juan también nos revela que la consumación máxima de la iglesia es la Nueva Jerusalén. ¡Cuánto más grande es una ciudad que un templo! Pablo nos presentó el templo. Cuando esta revelación fue dañada, Juan nos presentó algo mucho más grandioso, elevado y poderoso. ¡Cuán indestructible es la Nueva Jerusalén! ¡Cuán fuerte es el ministerio remendador de Juan!

EL CRISTO QUE MORA EN NOSOTROS EN LOS ESCRITOS DE PABLO Y JUAN

  Tanto Pablo como Juan nos hablan del Cristo que mora en nosotros. Comparemos lo que ellos dicen al respecto. Pablo nos dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27); “Pero cuando agradó a Dios [...] revelar a Su Hijo en mí” (Gá. 1:15-16); y “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Pablo ciertamente nos reveló al Cristo que mora en nosotros.

  Sin embargo, Juan nos habla del hecho de que Cristo mora en nosotros de una manera más vital. Afirmar que Cristo vive en nosotros es hablar de una manera general y un tanto vaga. Pero decir, como lo hace Juan, que Cristo es la vid y nosotros los pámpanos, que debemos permanecer en Él, y Él debe permanecer en nosotros, es hablar de una manera más específica y particular.

  Pablo pudo declarar: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Pero en Juan 15 vemos que vivir a Cristo es simplemente ser pámpanos que permanecen en la vid, lo que el pámpano expresa de manera espontánea es la vida de la vid.

  Pablo dijo: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13). Verdaderamente, esta es una declaración maravillosa, pero es demasiado general para que nosotros la entendamos cabalmente. Nuevamente, encontramos la explicación en Juan 15 donde se nos dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (v. 4) “porque separados de Mí nada podéis hacer” (v. 5). ¿Cómo podemos hacer todas las cosas en Aquel que nos reviste de poder? Por medio de permanecer en Él. Separados de Él, nada podemos hacer. Parece que mientras Pablo afirma este hecho de manera positiva, Juan 15 lo hace de manera negativa; pero en realidad, lo que se dice en Juan 15 sobre el hecho de permanecer en Él tiene un sentido aún más positivo. Es por medio de permanecer en Él que podemos hacer todas las cosas en Él. En realidad, no somos nosotros los que hacemos, sino Aquel en quien permanecemos y que permanece en nosotros. A medida que Él se expresa en nuestro vivir, Él hace todo por medio de nosotros.

  Si vemos cómo estos dos ministerios se complementan entre sí, uno que completa la revelación divina y el otro que remienda y fortalece lo que había sido dañado, entonces poseeremos un buen fundamento para entender el Nuevo Testamento.

LOS DOS MINISTERIOS DE CRISTO

  El Nuevo Testamento es la revelación completa de Cristo. Este Cristo nos es presentado en dos etapas: una en la tierra y la otra en los cielos. De los veintisiete libros del Nuevo Testamento únicamente cuatro (además de medio capítulo de Hechos) nos hablan de Cristo en la tierra. Después, Él ascendió a los cielos.

  ¿Quién lo salvó a usted? ¿El Cristo celestial o el Cristo terrenal? Nuestro Redentor es el Cristo celestial. ¿Vive usted todavía en los cuatro Evangelios, o puede afirmar que por lo menos está en las epístolas de Pablo? Confío en que todos podamos decir que ahora disfrutamos constantemente del Cristo que mora en nosotros, nuestra esperanza de gloria, y le experimentamos como Aquel que es todo-inclusivo, y que estamos en la iglesia, el Cuerpo, el nuevo hombre y el templo. Espero también que algunos de nosotros podamos decir que estamos en el ministerio de Juan, que formamos parte del candelero y nos encontramos camino a la Nueva Jerusalén.

  El ministerio terrenal de Cristo duró apenas tres años y medio. Su ministerio celestial es eterno, ya lleva unos dos mil años y no tiene fin.

  En círculos cristianos fundamentalistas es común hablar de la obra que Cristo concluyó. Ellos usan Juan 19:30 donde Cristo dijo: “Consumado es”, para probar que Cristo completó la obra que Él vino a realizar. Debido a que todo ya fue logrado, ahora Él está sentado en el trono. Sentarse es indicio de que la obra ha sido terminada. Tal enseñanza denota falta de entendimiento con respecto a los dos ministerios de Cristo.

  En Su ministerio terrenal ciertamente Cristo completó la redención de manera cabal. Él nos redimió, borró nuestros pecados, y destruyó a Satanás. En Su crucifixión todo-inclusiva, Él puso fin al pecado, los pecados, el yo, la carne, el viejo hombre, el mundo, Satanás y su reino de tinieblas; es decir, puso fin a toda la vieja creación. Mediante Su muerte, Su vida eterna fue liberada.

  No obstante, el propósito eterno de Dios no se cumple meramente mediante la redención. La redención es parte de un proceso. Cuando el ministerio terrenal de Cristo terminó, la iglesia todavía no había sido producida. Ahora, en Su ministerio celestial, Cristo está activamente involucrado en producir la iglesia, edificarla y hacer que ella llegue a madurar. ¡Ésta es una gran obra! La redención fue lograda después de treinta y tres años y medio. La iglesia, sin embargo, requerirá de más de dos mil años para prepararla. Incluso, en la eternidad Cristo continuará ministrando en la Nueva Jerusalén. Esta entidad, que es la consumación máxima de la iglesia, todavía necesitará de Su suministro. Por la eternidad, Él ministrará el suministro de vida a todo el pueblo redimido por Dios.

  Veintitrés libros del Nuevo Testamento tratan del ministerio celestial de Cristo. Éstos nos muestran que Cristo está muy ocupado laborando en los cielos. Él intercede. Él ejerce Su sacerdocio. Él está administrando el gobierno universal de Dios.

  Este ministerio celestial es revelado de manera cabal por los escritos de Pablo y Juan. El ministerio de Pablo consistía en completar la revelación del ministerio celestial de Cristo. El ministerio de Juan consistía en remendar y fortalecer la revelación que había sido dañada. Sin sus escritos no tendríamos la menor noción de lo que Cristo hace hoy en los cielos.

EL MINISTERIO DE JUAN ES MÁS PROFUNDO QUE EL DE PABLO

  Pablo nos abrió un número de ventanas celestiales. Él nos abrió una en Romanos, otra en Gálatas y otra muy grande en Efesios. ¡Tenemos que salir a “mirar las vitrinas” visitando todas estas ventanas celestiales a fin de disfrutar lo que en ellas se exhibe del ministerio de Cristo en los cielos!

  Sin embargo, cuando leemos los escritos de Juan, no son ventanas las que él nos abre. ¡Es el amplio firmamento celestial, el que se abre ante nuestros ojos! ¡Ya no hay ventanas! ¡Ya no hay paredes! Consideren cuán fuerte es la obra remendadora que Juan realiza. Pablo fue arrebatado al tercer cielo (2 Co. 12:2), pero no nos dijo si vio la Nueva Jerusalén o no. Pero con toda certeza, Juan sí la vio. Así pues, Juan no solamente nos abre los cielos, ¡sino que además nos muestra la Nueva Jerusalén!

  En los mensajes anteriores hablamos sobre el ministerio remendador de Juan como es presentado en su evangelio y en sus epístolas. En los siguientes mensajes consideraremos la obra remendadora de Juan en Apocalipsis. En este último libro se efectúan tres reparaciones importantes con respecto al daño sufrido por la iglesia. La primera es efectuada mediante la revelación de que las iglesias son los candeleros, tal como se presenta en Apocalipsis 1 al 3. Un candelero no puede ser dañado fácilmente. La segunda es la presentación de una clara visión de la administración de Dios sobre todo el universo, tal como se presenta desde Apocalipsis 4 al 20. No debemos turbarnos por los eventos cotidianos, por más alarmantes que puedan parecer. Por el ministerio remendador de Juan, sabemos que el Señor es el Rey de los reyes, todos los asuntos terrenales están bajo Su administración. La tercera reparación es efectuada por medio de la visión de la Nueva Jerusalén. ¡Cuán fuerte y poderosa es este remiendo! Nada puede dañar la Nueva Jerusalén.

  Así pues, no solamente tenemos el respaldo del ministerio completador de Pablo, sino que también disfrutamos del ministerio remendador de Juan. ¡Qué bien remendó el daño causado a la iglesia después de los tiempos de Pablo!

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración