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Mensajes del libro «Ministerio remendador de Juan, El»
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CAPÍTULO QUINCE

LA ADMINISTRACIÓN CELESTIAL DE CRISTO EN EL GOBIERNO UNIVERSAL DE DIOS

  Lectura bíblica: Ap. 1:5a; 4:1-2; 5:1-8; 6:1; 7:2-3; 8:1-6; 10:1-3; 18:1-2; 19:11-16

  En los versículos citados Cristo es revelado como el Administrador celestial en el gobierno universal de Dios. Podría parecernos que esta administración no guarda relación alguna con nosotros; pero en realidad, nos concierne en gran medida. En los dos mensajes anteriores hablamos acerca de la manera en que el sacerdocio celestial de Cristo es un ministerio para las iglesias. Ahora veremos que Su sacerdocio requiere de Su señorío, a fin de llevar a cabo este ministerio a las iglesias.

EL SOBERANO DE LOS REYES DE LA TIERRA

  Noten el saludo a las iglesias en Apocalipsis 1:4-5. “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. El saludo que solemos encontrar en las epístolas de Pablo es: “Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”; el cual contrasta con el saludo que encontramos en Apocalipsis.

  Él Señor Jesús es llamado el Testigo fiel; Su testimonio es para con Dios; luego, para con la iglesia, Él es llamado el Primogénito de entre los muertos, y finalmente, con respecto a las naciones, Él es llamado el Soberano de los reyes de la tierra. Nuestro Cristo celestial es el Testigo fiel de Dios. Él es el Primogénito de entre los muertos que fue dado por Cabeza a la iglesia, la nueva creación, y Él es el Soberano de los reyes de la tierra y todas las naciones están sujetas a Él.

  ¿Dudan ustedes de que Él es Soberano sobre las naciones? El mundo entero usa el calendario de Cristo. No se usa el calendario de Alejandro Magno ni el de Napoleón. Todas las naciones, sean estas comunistas, “cristianas” o neutrales, han adoptado el calendario de Cristo. Usar Su calendario es reconocer que Él es el Rey. El mundo entero es el reino de Cristo.

EL SACERDOCIO SE LLEVA A CABO POR EL SEÑORÍO

  Sin el señorío celestial de Cristo sería difícil que Su sacerdocio celestial pudiese ser ejercido.

Las circunstancias que lo condujeron a su salvación

  Simplemente consideren de qué manera ustedes fueron traídos al Señor. Si Cristo no fuera el Soberano de, o sea el que rige sobre, toda la tierra, muchos de ustedes no habrían podido ser salvos. Cristo, el Soberano de los reyes de la tierra, es quien dispone la situación mundial. Fue debido a lo dispuesto por Él que usted fue traído a la ciudad donde está. Después, quizás por causa de la situación económica usted fue obligado a mudarse de una parte de la ciudad a otra; y que coincidencia, su casa quedaba en los alrededores del salón de reunión de la iglesia. Y al lado suyo vivía un vecino que también estaba en la iglesia; que coincidencia. Después de un poco de tiempo, su vecino lo trajo a una reunión y usted fue salvo.

  Usted fue salvo porque Cristo estaba intercediendo por usted. Él sabía que usted había sido elegido desde antes de la fundación del mundo: “Padre, Tú escogiste a esta persona. Ahora ella está deambulando. Padre, hay una iglesia en la ciudad de Nueva York. Tráelo allí”. Él lo hizo así. Él dispuso toda clase de circunstancias tanto en su trabajo como en su familia para que, finalmente, usted fuera traído a Nueva York, después de Manhattan a Queens, y después a un lugar cerca del salón de reunión, donde usted escuchó el evangelio y fue salvo. Tal vez su intención haya sido obtener más ganancias en bienes raíces, pero en realidad, todas sus mudanzas fueron dispuestas por Él con miras al cumplimiento de Su propósito.

El mover a Taiwán

  Hemos visto muchos casos similares que demuestran que el gobierno de Cristo complementa Su sacerdocio celestial. Cuando nos mudamos de China a Taiwán, hace más de treinta años, esta historia se repitió una y otra vez. Muchos pobladores de China rechazaron el evangelio mientras estaban en la China continental; cuando el evangelio les fue predicado, ellos no quisieron saber nada de ello. Pero el Soberano de los reyes de la tierra dijo: “¿No quieres Mi evangelio? Muy bien; entonces ejerceré Mi señorío a fin de permitir que otros tomen control de tu país y hagan que tú salgas huyendo”. Cuando las circunstancias obligaron a estas personas que fueran a Taiwán, ellas tuvieron que irse sin nada. Estas personas perdieron todos sus bienes materiales; lo cual hizo que estuvieran deseosas de recibir al Señor Jesús. Al mismo tiempo, nosotros, los creyentes, nos vimos obligados a ir a Taiwán. Al vernos libres de muchas ocupaciones, nos vestimos con túnicas evangélicas y tocando tambores desfilamos por las calles. Conseguimos que cientos nos siguieran al centro de la ciudad, donde había un parque con instalaciones para conciertos al aire libre que podía recibir hasta tres mil personas. Semana tras semana, todos los domingos por la tarde, recolectábamos de cuatrocientos a quinientos nombres. Cientos fueron salvos. Muchos de ellos nos decían que si las circunstancias no los hubieran obligado a ir a Taiwán, jamás habrían estado abiertos al evangelio.

  ¿Qué propósito tiene el señorío de Cristo? Tiene como finalidad que nosotros seamos llevados a Dios y, especialmente, a la vida de iglesia. ¡Qué maravilloso es que estemos en la vida de iglesia! Fue el propio Señor Jesús quien dispuso todos los eventos que hicieron que fuésemos traídos aquí.

La manera en que Inglaterra se salvó de ser invadida en la Segunda Guerra Mundial

  Consideren la Segunda Guerra Mundial que ocurrió desde 1939 a 1945. ¡De qué manera el Señor ejerció Su gobierno para manejar los eventos de aquel entonces! Él ciertamente es el Soberano de los reyes. En 1940 las fuerzas de Hitler invadieron Bélgica. ¡Cuán fácil les hubiera sido en ese entonces cruzar el Canal de la Mancha e invadir Inglaterra! Ellos podrían haber tomado Londres con gran facilidad. El gobierno inglés y la familia real estaban preparados para huir a Canadá. No obstante, las fuerzas alemanas no invadieron Inglaterra. En su lugar al año siguiente iniciaron un ataque contra la Unión Soviética, con lo cual gran parte de su ejército fue diezmado. Si las tropas de Hitler hubieran cruzado aquella estrecha faja marítima invadiendo Inglaterra en lugar de atacar a Rusia, la situación mundial hoy en día sería muy diferente. Pero Hitler no era rey. ¡El señorío está en las manos del Señor Jesús!

Un testimonio

  Permítanme relatarles ahora de qué manera el Señor gobernó sobre mis planes a fin de que pudiese servirle.

  Después del bombardeo de Pearl Harbor en 1941, los Estados Unidos se unieron a la guerra contra el Japón. Entonces, comprendí que la derrota japonesa era ineludible y que la victoria de China estaba asegurada. Al final de la guerra, sin duda que China se convertiría en un gran país democrático. Debido a esto, tomé la carga de desarrollar la región del noroeste, el interior de Mongolia. Nuestro suministro provendría de los santos más pudientes del noreste, de Manchuria. Cuando compartí esto con los demás, todos estuvieron de acuerdo. Y en marzo de 1943 enviamos setenta santos de mi ciudad natal, Chifú, al interior de Mongolia. Estos setenta realizarían la labor de preparación a fin de que, después de la guerra, los santos más útiles del norte de China pudiesen ir a las regiones más atrasadas con la ayuda financiera provista por los hermanos del noreste. En nuestros corazones sentíamos gran anhelo por realizar esto.

  Mi testimonio es que el Soberano de los reyes no nos permitió realizar tales planes. Unos años después el norte de China fue tomado por los comunistas; y yo fui arrojado de allí. Mi intención era mudarme al noroeste, pero terminé en el sureste. Fui enviado al sureste asiático, a las Filipinas, y finalmente a los Estados Unidos. ¿Quién me trajo aquí? El Soberano de los reyes. Él quería que el recobro llegase aquí, por lo que Él dispuso los eventos a fin de que esto sucediera.

  Incluso durante la Segunda Guerra Mundial, nosotros no pensábamos venir a los Estados Unidos. Nuestra obra en China era prevaleciente. Después de la guerra habían unas quinientas iglesias en todas, las treinta y cinco, provincias de China. Nosotros estábamos en Shanghái, un lugar céntrico. Puesto que teníamos un idioma común, podíamos servir a más de setecientos millones de personas. Al tener un campo tan vasto a nuestra disposición, no teníamos ninguna intención de mudarnos. Nosotros ciertamente pensábamos que el recobro del Señor se extendería al mundo occidental, pero creíamos que probablemente ocurriría mediante la traducción de las publicaciones del ministerio o mediante algunos santos oriundos del occidente. No esperábamos vernos personalmente involucrados en ello. Pero el Señor, en Su señorío, dispuso las cosas de otro modo. Fue por Su señorío que fuimos traídos a este país, pese a todos nuestros planes de querer ir en otra dirección.

  Así pues, Apocalipsis nos presenta primero a Cristo como el Testigo fiel para Dios, como el Primogénito de entre los muertos para la iglesia y como el Soberano de los reyes de la tierra para las naciones.

ÉL ES DIGNO DE ABRIR EL LIBRO

  Apocalipsis 4 y 5 nuevamente nos presentan a Cristo. “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y Yo te mostraré las cosas que han de suceder después de éstas. Y al instante yo estaba en el espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado” (4:1-2).

  La escena descrita en estos dos capítulos nos presenta lo sucedido cuando Cristo ascendió a los cielos. Dios estaba sentado en el trono y sostenía en Su diestra un libro (5:1). Ese libro contenía Su secreto del universo, pero parecía que no había nadie calificado para abrirlo (v. 4). Entonces Cristo, el León Cordero, fue adelante y tomó el libro para abrirlo (vs. 5-7). Al abrir los siete sellos, Cristo desencadenó el secreto del universo.

CRISTO ES “EL OTRO ÁNGEL”

  En Apocalipsis Aquel que abrió este libro misterioso hasta cuatro veces es llamado “otro Ángel” (7:2; 8:3-5; 10:1-3; 18:1). Estos capítulos, Apocalipsis 7, 8, 10, y 18, revelan a Cristo como “el otro Ángel”. Un ángel es uno que ha sido enviado. De todas las miríadas de ángeles, Cristo fue el único enviado por Dios para ejercer la administración divina.

  En el capítulo 7 este otro Ángel “clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado potestad para hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los esclavos de nuestro Dios” (vs. 2-3). Él ordenó a los ángeles que irían a hacer daño a la tierra que esperasen hasta que los de Israel fuesen sellados.

  En el capítulo 8 “otro Ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para que lo ofreciese junto con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del Ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el Ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto” (vs. 3-5). Este otro Ángel aquí ofrece oraciones a Dios. Después, Él lleva la respuesta de Dios a la tierra. Cuando Él derrama sobre la tierra la respuesta de Dios a las oraciones de los santos, la tierra cae bajo el juicio de Dios.

  En el capítulo 10 Juan vio “descender del cielo a otro Ángel fuerte, vestido de una nube, con el arco iris sobre Su cabeza; y Su rostro era como el sol, y Sus pies como columnas de fuego. Tenía en Su mano un librito abierto; y puso Su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces” (vs. 1-3). Aquí, Cristo desciende como Aquel que es poderoso. El hecho de que Él tenga un pie sobre el mar y el otro sobre la tierra significa que Él viene a tomar posesión de todo el planeta. Tanto el agua como la tierra le pertenecen. Sin embargo, en esta etapa de Su venida, Él permanece escondido por una nube y no es visible para los que están en la tierra.

  En el capítulo 18 vemos “a otro Ángel descender del cielo con gran autoridad; y la tierra fue iluminada con Su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia la Grande, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible” (vs. 1-2). En esta etapa de Su venida, el otro Ángel ya no está oculto. Él viene investido de toda autoridad y gloria a fin de juzgar a la gran Babilonia.

SUBYUGA Y JUZGA

  En el siguiente capítulo Él viene como el Comandante del ejército celestial (19:11-16). Él es llamado el Verbo de Dios (v. 13), el Rey de reyes, y el Señor de señores (v. 16). Él viene a ejecutar el gobierno de Dios por medio de combatir. Algunos ciudadanos rehúsan obedecer la ley, por lo cual la policía tiene que intervenir y ponerlos en custodia. Ellos tienen que presentarse ante el juez y ser sentenciados. Así también, en el gobierno de Dios, Cristo es tanto el Comandante del ejército para subyugar a los rebeldes, como el Juez que ejecuta el juicio celestial.

TODO ESTÁ SUJETO AL GOBIERNO DE CRISTO

  Todos los asuntos de las naciones se encuentran bajo el gobierno de Cristo. Por ejemplo, no debiera preocuparnos lo que sucede en Irán, pues toda nación, incluso Irán y Rusia, está bajo Sus órdenes. Él no es el rey solamente de una nación, sino que Él es el Soberano de todos los reyes. Las naciones tienen que cumplir con todo lo que Él ordena. Por lo tanto, no estén ansiosos.

  La situación mundial en su totalidad corresponde a Su sacerdocio celestial. Él labora a fin de salvar a los elegidos de Dios y a disciplinar a algunos de ellos. Tal vez ustedes piensen que la economía de su país está fuera de control. Tal vez les preocupen las altas tasas de inflación y desempleo. Es posible que incluso algunos de ustedes pierdan su empleo. No obstante, ¡alabado sea el Señor! Antes de ser despedidos de su trabajo, tal vez ustedes hayan sido cristianos tibios, pero al perder su trabajo, ¡se vuelven cristianos ardientes! ¡Ser despedidos de ese modo hizo que ustedes se volviesen ardientes!

  En Romanos 8:28 se nos dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. “Todas las cosas” incluye a Rusia, Irán, la economía, su situación laboral y todas sus circunstancias. Todas estas cosas operan juntas, pero no para el beneficio de Satanás ni en el beneficio de Rusia, sino para nuestro beneficio, el beneficio del pueblo elegido de Dios. Todo redunda en el beneficio de los santos y de las iglesias.

EL PROPÓSITO DE DIOS ES LLEVADO A CABO

  ¡Quiera el Señor que todos podamos ver el cuadro completo del ministerio celestial de Cristo! Él labora en los cielos a fin de que el pueblo elegido de Dios sea salvo, sea llamado y sea traído a Dios. Él dispone los eventos y circunstancias de tal modo que todos podamos crecer en términos de la vida divina. Él dispone todas las cosas de tal modo que las iglesias locales puedan ser edificadas y los candeleros completados. Por Su ministerio, todo lo que es oscuro es eliminado y los elementos celestiales son añadidos, de tal modo que podamos ser transformados en candeleros de oro que resplandecen con Su gloria.

  Si solo una vez llegamos a ver este ministerio celestial, nuestra tibieza desaparecerá. ¡Seremos personas ardientes que inclusive haremos que otros ardan!

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