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Mensajes del libro «Ministerio remendador de Juan, El»
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CAPÍTULO DIECISÉIS

EL VENCER DE LOS SANTOS ES SUSTENTADO POR EL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO

  Lectura bíblica: Ap. 7:9-17; 12:1-5; 14:1-5; 15:2-4; 17:12-14; 19:7-9, 14; 20:4-6

LAS IGLESIAS Y LA NUEVA JERUSALÉN

  El libro de Apocalipsis comienza mostrándonos al Cristo que anda entre las iglesias y concluye con la Nueva Jerusalén. Los primeros tres capítulos, que tratan sobre las iglesias en esta era, hallan su consumación en los últimos dos capítulos, con la Nueva Jerusalén en la eternidad. Lo que las iglesias son hoy en día para Dios, lo será la Nueva Jerusalén en la eternidad. Las iglesias constituyen la expresión de Dios. Esto es lo que la Nueva Jerusalén será en la eternidad: la expresión completa y eterna de Dios.

  Estos factores cruciales de las iglesias y la Nueva Jerusalén, son, en realidad, los factores que dan conclusión no solamente al libro de Apocalipsis, sino a toda la Biblia. Toda la Biblia concluye hablándonos de la expresión de Dios, la cual es, en primer lugar, la iglesia y, finalmente, la Nueva Jerusalén.

EL SEÑORÍO DE CRISTO CONCUERDA CON SU SACERDOCIO

  Entre los primeros tres capítulos de Apocalipsis, y los últimos dos, hay diecisiete capítulos. Ya en los primeros versículos del capítulo 4 se nos da a conocer el tema de estos capítulos. Juan vio “un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado” (4:2). La escena descrita por Juan nos da a entender que Dios administra Su gobierno en todo el universo. Por tanto, estos diecisiete capítulos tratan de la administración universal de Dios.

  En esta administración Cristo juega el papel central. Estos diecisiete capítulos nos muestran cómo Cristo ejerce Su señorío a fin de administrar el gobierno de Dios. Él controla toda la tierra e incluso los cielos.

  Él dirige todas las cosas en concordancia con Su ministerio celestial. El propósito de Su sacerdocio consiste en que las iglesias lleguen a la plena madurez; y para lograr esto, Cristo tiene que ejercer Su señorío a fin de preparar todas las situaciones en la tierra para que éstas contribuyan a dicho propósito. Así pues, Él intercede ante el Padre, y después, Él viene con la respuesta dada por Dios a Su intercesión. Entre las naciones, entre los reyes de la tierra, Él hace arreglos de todo asunto, de tal modo que el pueblo elegido y predestinado por Dios sea conducido a la plena salvación de Dios y, más aún, a la vida de iglesia apropiada, en la cual ellos podrán disfrutar de Su sacerdocio celestial.

  Por tanto, Su señorío concuerda con Su sacerdocio a fin de conducir a las iglesias a la madurez. Éste es el tema principal de estos diecisiete capítulos. Al mismo tiempo que administra el gobierno de Dios sobre todo el universo, Él también lleva a cabo Su ministerio celestial.

  Estos capítulos abarcan, pues, un lapso largo, de por lo menos unos dos mil años, desde la ascensión de Cristo hasta Su segunda venida. Durante todo este tiempo, Él es el Soberano de los reyes de la tierra, el que administra el gobierno de Dios a fin de llevar a cabo el propósito de Dios. Al mismo tiempo, Él brinda el sustento que hace posible que los santos venzan. Así pues, mientras gobierna, Él también provee el suministro que necesitan aquellos que le aman y van en pos de Él a fin de que puedan vencer.

  Nosotros estamos entre aquellos que Dios eligió y predestinó antes de la fundación del mundo. Después, en el tiempo, fuimos llamados, salvados, regenerados y el Dios Triuno entró a morar en nosotros. Estamos entre los que han sido bendecidos. No obstante, incluso entre este grupo, hay algunos que le aman más que otros. Éstos son los que de manera especial, necesitan recibir los cuidados que el Cristo ascendido les brinda al ministrarles el suministro celestial mientras ellos vencen todo aquello que pudiera retenerlos. Ellos vencen al pecado, al mundo, a Satanás, el yo, la carne, sus propias concupiscencias, e incluso todo aquello que pertenece a la vieja creación, en especial la religión.

VENCER LA RELIGIÓN

  Nada retiene a los elegidos de Dios más que la religión. Casi un cuarto de la población mundial es católica. La Iglesia Católica conduce a sus seguidores apenas una corta distancia en el camino que lleva a Dios; y después les impide dar un paso más. Debemos, pues, prevalecer sobre esta religión engañosa y demoníaca. Después, tenemos el Protestantismo, el cual conduce a las personas un poco más cerca de Dios para después impedirles avanzar en dicho sentido. También tenemos que prevalecer sobre el Protestantismo que carece de Cristo. Finalmente, tenemos la religión satánica, la cual obstruye por completo que el hombre avance en la senda que lleva a Dios. Esto es algo que, nuevamente, tenemos que vencer. Así pues, no solamente tenemos que prevalecer sobre aquellas cosas que son abiertamente malignas, tales como el pecado, Satanás, y el mundo, sino especialmente tenemos que vencer las religiones satánicas, sin Cristo y demoníacas.

  Consideren la siguiente ilustración que nos muestra el caso de ocho pecadores típicos. Si bien ellos nacieron de Adán y, por tanto, son caídos, todos ellos fueron elegidos y predestinados por Dios.

  Supongamos que dos de ellos fueron cautivados por el judaísmo, una religión formada en conformidad con el Antiguo Testamento. Cuando alguien viene a predicarles el evangelio, ellos no quieren saber nada con dicha persona, pues se rehúsan a ceder un ápice en asuntos de su religión. ¿Pueden ver cómo esta religión tiene en sus garras a estas personas y les impide avanzar hacia la meta de Dios?

  Supongamos que otros dos asisten a una universidad católica. Uno de sus profesores, una persona brillante, es un sacerdote. Bajo su influencia estos dos estudiantes deciden hacerse miembros de la Iglesia Católica. Uno de ellos tiene un tío que se reúne con la Asamblea de los Hermanos. Él les habla a estos jóvenes esforzándose por persuadirlos de su necesidad de ser salvos. Cuando estos dos jóvenes consultan con su catedrático-sacerdote al respecto, él les insta a no ser influenciados por puntos de vista tan anticuados. Así, estos dos son mantenidos en la trampa de la religión demoníaca.

  Otros dos escuchan el evangelio de labios de un predicador cristiano y creen en el Señor. En su escuela uno de sus profesores es un hermano que está en el recobro del Señor. Al tener contacto con estos dos estudiantes, él les ayuda a ir más allá de su experiencia inicial de salvación. Sin embargo, aquel predicador todavía continúa ejerciendo influencia sobre estos jóvenes. Al observar el cambio en estos dos que se convirtieron por medio de él, este predicador se resiente por el hecho de que su influencia sobre ellos es cada vez menor. Así, se suscita un conflicto en los estudiantes al tener que elegir entre su deseo de avanzar en la vida cristiana y su lealtad para con el predicador que les predicó el evangelio por primera vez.

  En el último de los ocho casos, dos personas conocen un día a un hermano de la iglesia. Él les predica el evangelio y ellos son salvos. Desde entonces, ellos asisten juntos a las reuniones de la iglesia y son animados a avanzar hacia la meta de Dios.

  Por tanto, de los ocho, dos son retenidos por el judaísmo, dos por el catolicismo y dos por el protestantismo. Únicamente dos vinieron a la vida de iglesia donde se los puede ayudar a alcanzar la meta de Dios.

  ¿Pueden ver ahora cuán necesario es que prevalezcamos sobre la religión? Tienen que prevalecer sobre cualquier clase de religión que ustedes tengan. Lean nuevamente las epístolas a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3. Siempre que se habla de vencer, se hace referencia principalmente a algún asunto de la religión sobre el cual hay que vencer. Muchos maestros cristianos piensan que cuando se habla de vencer esto atañe únicamente a lo concerniente a la carne, el pecado y la mundanalidad. Ellos no se dan cuenta de que se tiene que vencer la religión. Tenemos que prevalecer sobre todas esas cosas y también sobre la religión.

UN SUMINISTRO CELESTIAL PARA LOS AMADORES Y BUSCADORES DE DIOS

  Al mismo tiempo que el Señor Jesús dirige la situación mundial de tal modo que el pueblo de Dios pueda avanzar, Él también ejerce Su ministerio celestial, especialmente para suministrar las riquezas celestiales, el elemento divino, a quienes aman y buscan a Dios, a fin de mantenerlos en un nivel de vencedores. Todo lo que ellos buscan es a Dios mismo y a Cristo; no hay nada más que ellos deseen. Para sustentar a estas personas que aman a Dios y buscan a Cristo es necesario el ministerio celestial de Cristo.

  No es poca cosa que estemos en el recobro del Señor. Nuestro Señor ejerció Su señorío a fin de arreglar nuestro entorno de tal modo que podamos estar aquí. Mientras tanto, Él también ejerce Su ministerio celestial a fin de suministrarnos las riquezas de Dios.

  En la reunión de la mesa del Señor, Cristo viene a nosotros como el Melquisedec celestial, quien nos trae pan y vino. En tiempos antiguos, cuando Abraham se encontró cansado de combatir contra los reyes, Melquisedec vino a refrescarlo con pan y vino (Gn. 14:18-20). ¡Cuán refrescante es la reunión de la mesa del Señor, pues en ella el Señor nos sirve el pan y el vino! Pero Él también viene a nosotros mañana tras mañana, suministrándonos el nutrimento que necesitamos para nuestras necesidades diarias. Este Melquisedec es nuestro Cristo celestial, quien nos trae las riquezas celestiales para sustentarnos a fin de que podamos vencer.

SUSTENTA A LOS VENCEDORES

  Apocalipsis 4 al 20 nos deja ver siete casos en los que se nos muestra a este Sacerdote celestial ministrando el elemento divino a quienes le aman y le buscan. Si bien el señorío de Cristo es el tema principal de estos capítulos, estos casos no tratan de eso, sino más bien de Su ministerio sustentador para los vencedores.

(1) La gran multitud

  El capítulo 7 es una inserción entre el sexto y el séptimo sellos. Mientras el Señor Jesús, el Cordero, abre los sellos, lo cual equivale a administrar el gobierno universal de Dios, vemos que dos casos son insertados en medio de todo esto. El primer caso muestra cómo los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel son sellados (vs. 2-8), y el segundo concierne a la innumerable multitud que está delante del trono (vs. 9-17).

  En el primer caso Cristo como “el otro Ángel” restringe a los ángeles que salían a causar daño a fin de que las doce tribus de Israel fuesen selladas. Es mediante Su señorío que Él los detiene.

  A diferencia del primer caso, el segundo caso es el resultado de Su ministerio celestial. “He aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de toda nación y tribu y pueblo y lengua, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de vestiduras blancas, y con palmas en las manos; y claman a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (vs. 9-10). Esta multitud, como explica uno de los ancianos, está conformada por aquellos “que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en Su templo; y Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (vs. 14-17).

  Sus vestiduras indican que éstos han sido lavados y justificados por Dios. Su blancura muestra que ellos no están en tinieblas, sino que han sido aprobados y aceptados por Dios. Sabemos que ellos son vencedores, porque llevan palmas en las manos, lo cual significa que han prevalecido sobre todo obstáculo que encontraron en el largo y calcinante desierto.

  ¿Cómo es posible que esta multitud pueda ser aprobada por Dios y llegue a ser vencedora a este grado? Esto es posible por causa del ministerio celestial de Cristo. Para el mundo y para los judíos, Él es el Soberano de los reyes de la tierra; pero para esta gran multitud, el Cordero es su Pastor. Él los pastorea y los guía a manantiales de agua de vida; es decir, los trae a Dios mismo. Estos amados santos que aman a Dios y buscan a Cristo a cualquier precio, obtienen el suministro del agua viva, que es Dios mismo. Esta agua viva los sustenta a fin de que puedan vencer todo obstáculo.

  En términos generales el tiempo que abarca Apocalipsis 7:9-17, comienza desde la ascensión del Señor o, a más tardar, después del séptimo sello, y continúa por la eternidad. Éste es un lapso muy largo, durante el cual, un buen número habrá recibido el sustento de parte del Señor para vencer todo obstáculo y acudir a los manantiales del agua de vida.

  Con respecto a su pasado en la religión, muchos de los que se reúnen con nosotros pueden testificar que ellos no encontraron allí agua viva que les refrescara. Algunos de ustedes se criaron en el judaísmo; y ciertamente ustedes nos dirían que la religión judía es un desierto en el que no se encuentra suministro de agua viva. A quienes estuvieron en el catolicismo, día tras día se les dio de comer heno sin haber tenido jamás un solo vaso de agua viva. Muchos de ustedes que pertenecían al protestantismo pueden dar testimonio de su aridez. Nuestra intención al decir estas cosas no es criticar, estamos simplemente diciendo la verdad.

  ¡Aleluya por el día en que el Señor nos trajo a la iglesia! ¡Aquí hay una fuente que es Dios mismo, la fuente de agua viva! Aquí corre el agua día y noche, ¡hay tanta agua que no podemos contenerla! Es cuando estamos llenos de esta agua que apaga la sed, que fácilmente podemos prevalecer sobre cualquier obstáculo que se nos presente en el camino. Es por el agua viva que procede de esta fuente que nosotros vencemos todo.

  El Cordero que en la actualidad está en los cielos es Aquel que nos pastorea. Él ejerce Su señorío sobre el universo, sobre las naciones, y sobre los judíos. Pero a nosotros, que somos los que le buscamos, Él nos lleva a los manantiales de aguas de vida. A esto se debe que disfrutamos tanto cantar:

  Bebo de la fuente inagotable hoy, Bebo de la fuente de la vida yo. Hallo en gran medida Gozo y alegría, De la fuente de la vida bebo yo.

  Himnos, #155

  ¡Ciertamente podemos testificar que aquí hemos encontrado un suministro inagotable e incesante! ¡Al beber esta agua encontramos en ella gozo y alegría en abundancia! ¡A qué fuente nos ha traído el Cordero mediante Su ministerio celestial!

(2) El hijo varón

  En Apocalipsis 12:1-5 se describe una señal muy extraña: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta, y clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como lo diese a luz. Y ella dio a luz un hijo varón, que pastoreará con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado a Dios y a Su trono”.

  Esta señal en la que se nos presenta a la mujer, el dragón y al hijo varón es difícil de entender a menos que veamos que el punto clave de la misma es que el hijo varón regirá con vara de hierro a todas las naciones. Aquellos que reinarán sobre las naciones son los vencedores. Éstos son considerados por Dios como la parte más fuerte de Su pueblo. Él considera al resto de Su pueblo como la mujer, la cual no es tan fuerte como el hijo varón.

  Entre el pueblo de Dios, hay una parte que es más fuerte que el resto. La mayoría está conformada por los más débiles. No obstante, ambas partes conforman el pueblo de Dios. En Su ministerio celestial Cristo cuida de ambas partes por igual. Sin embargo, cuando cuida de los más débiles, principalmente lo hace por medio de ejercer Su señorío a fin de preparar a “las dos alas de la gran águila” que traerá a la mujer a su refugio en el desierto (12:14). (Pueden estudiar esto en mayor detalle leyendo el Estudio-vida de Apocalipsis).

  En cambio, el hijo varón recibe el cuidado que necesita, no tanto por medio del señorío de Cristo como por medio de Su ministerio celestial. Ellos son sustentados en su condición vencedora por medio de recibir el suministro celestial de vida. Cristo ejerce Su ministerio celestial brindando el suministro que requiere la parte más fuerte de Su pueblo a fin de que ellos sean fortalecidos para ser los que reinen en el reino venidero.

  Este capítulo 12, al igual que el capítulo 7, es una inserción, y estas inserciones indican que mientras Cristo ejecuta la administración de Dios, Él también labora a fin de nutrir y brindar el suministro adecuado a aquellos que le aman y le buscan a fin de mantenerlos en una condición victoriosa. ¡Cristo está muy ocupado! Por un lado, Él tiene que hacerse cargo de la crisis suscitada en Irán, por otro, Él está en medio nuestro a fin de nutrirnos. En Irán Él es el Soberano de los reyes de la tierra; entre nosotros, Él es el Ministro celestial que nos provee el elemento rico y divino.

  Incluso mientras asistimos a esta conferencia, tengo la certeza de que hemos sido nutridos y fortalecidos. Algunas veces se me ha dicho que sobrecargo a la gente con demasiada comida, como si fueran camellos que necesitan abastecerse para una larga travesía. ¡Y ésa es precisamente mi intención! Sé que ustedes tienen una larga jornada por delante, así que quiero asegurarme que tengan abundante comida. Espero que tengan alimento en abundancia, suficiente para varias comidas, no solamente para una. ¡Gracias al Señor por habernos dado una gran capacidad para almacenar nuestros alimentos!

  El Señor es el Ministro celestial que cuida de nosotros, Sus miembros. Aunque somos apenas pequeños miembros, aun así estamos bajo Su cuidado. Él nos ministra el suministro celestial no solamente durante una conferencia como esta, sino también en todas las reuniones de la iglesia. Podemos testificar que en cualquier reunión de la iglesia lo encontramos a Él ministrándonos. Que la reunión haya sido deficiente o muy buena es algo secundario; pues siempre que la iglesia se reúne, podemos estar seguros que el Señor estará allí, andando y hablándonos. Su ministerio celestial continúa adelante.

(3) Los ciento cuarenta y cuatro mil

  “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de Él y el de Su Padre escrito en la frente. Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantan un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron comprados de la tierra. Éstos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Éstos fueron comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha” (Ap. 14:1-5).

  Estos ciento cuarenta y cuatro mil son las primicias que crecieron hasta alcanzar la madurez antes que los demás. Ellos maduraron más rápido debido a que recibieron mayor suministro de parte del Señor. Por medio de seguir al Cordero “por dondequiera que va”, este suministro ha sido su porción. Algunos de nosotros estamos satisfechos con el suministro que recibimos en las reuniones. Es posible que además de este suministro que recibimos en las reuniones, no busquemos otro suministro cuando estamos en nuestros hogares. Por supuesto, recibir el suministro en las reuniones es mejor que no recibir nada; pero hay otros que continuamente están con el Señor, que le siguen durante todo el día, todos los días, los cuales reciben un suministro mayor. No importa dónde estén y cual sea la situación en que se encuentren, ellos crecen. Esto implica que el Cordero a quien ellos siguen les ministra el suministro de vida.

(4) Los vencedores que están de pie sobre el mar de vidrio

  “Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían salido victoriosos sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, esclavo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son Tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son Tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará Tu nombre? pues sólo Tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y adorarán delante de Ti, porque Tus justos juicios se han manifestado” (Ap. 15:2-4).

  Este cuarto caso es el de aquellos que salen victoriosos de la persecución desatada por la bestia al negarse a adorar a la bestia y a llevar el número de su nombre. De pie sobre el mar de vidrio, ellos cantan dos cánticos, el de Moisés y el del Cordero. Cuando los hijos de Israel atravesaron el Mar Rojo, cantaron celebrando su victoria sobre Faraón (Éx. 15:1-19). Llegará el día en que los vencedores tardíos también estarán de pie a orillas del mar, no del Mar Rojo, sino del mar de vidrio, y alabarán a Dios con el cántico de Moisés. Pero además, estos vencedores alabarán con el cántico del Cordero. El cántico de Moisés es principalmente acerca del juicio ejecutado por Dios, mientras que el cántico del Cordero es por la redención que Él efectuó. Ellos alabarán a Dios por Su juicio sobre la potestad de Satanás y alabarán al Cordero por haberlos redimido. Ellos cantarán en alabanza a Dios como el eterno Juez justo, y en alabanza al Cordero como el Redentor.

  ¿De qué manera ellos pudieron salir victoriosos de la persecución que padecieron a manos del anticristo y permanecer en pie sobre el mar de vidrio? Fue por medio del ministerio celestial de Cristo, el cual incluye Su intercesión. Tanto el capítulo 14 como el capítulo 15 son inserciones parentéticas. Mientras Cristo abría los sellos y, así, ejecutaba la administración eterna y universal de Dios; simultáneamente cuidaba de los Suyos, los cuales están representados tanto por los ciento cuarenta y cuatro mil del capítulo 14, como por aquellos que prevalecen sobre la bestia en el capítulo 15. El pueblo de Dios es capaz de soportar la persecución y el sufrimiento, debido a que Él les ministra el suministro de vida. Por sí mismos, ellos no podrían soportar tales padecimientos, pero el ministerio celestial de Cristo los sustenta a fin de que ellos puedan salir victoriosos de cualquier circunstancia adversa.

(5) La novia

  “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:7-8).

  La novia está conformada por todos los vencedores mencionados anteriormente. Primero, ellos eran seguidores del Cordero; a la postre, se convierten en Su novia. ¡Nosotros somos esa novia!

(6) Los ejércitos en los cielos

  “Y los ejércitos de los cielos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos” (Ap. 19:14). En Apocalipsis 17:14 a los ejércitos, se les llama escogidos y fieles. Aquellos que prevalezcan sobre todo obstáculo serán los que combaten junto con Cristo en la batalla final contra el anticristo. Éstos son Su novia. Ellos se convierten en los compañeros de armas de Cristo mediante el rico suministro de vida que les ha sido ministrado. Ciertamente la expectativa expresada aquí es que todos nosotros lleguemos a ser los compañeros de armas de Cristo.

(7) Co-reyes

  En el capítulo 20 vemos que el reino milenial es establecido (20:4-6). Cristo será el Rey y nosotros, los vencedores, seremos co-reyes con Él. Primero, fuimos Sus compañeros de armas, combatiendo a Su lado; después, llegamos a ser Sus co-reyes, los que reinan con Él para regir sobre toda la tierra.

SE CUMPLE EL PROPÓSITO DE DIOS

  Estos casos nos muestran de qué manera el señorío de Cristo y Su ministerio celestial se complementan entre sí. Su señorío atañe a la situación del universo, mientras que Su ministerio celestial suministra de Sus riquezas celestiales a los que van en pos de Él a fin de hacerlos vencedores a todos ellos. Al final, el propósito de Dios se cumple. Cristo obtiene así a Su novia, los que combaten a Su lado y reinan juntamente con Él. ¡Cuán grandes son los logros del ministerio celestial de Cristo!

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