
Lectura bíblica: Col. 1:13-19; 2:2-3, 6-9, 16-17, 19; 3:3-4, 9-11, 15-17; 4:6
En este mensaje quisiéramos considerar algunos de los versículos principales hallados en los cuatro capítulos del libro de Colosenses.
Colosenses 1:13-19 dice: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino del Hijo de Su amor, en quien tenemos redención, el perdón de pecados. El es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación. Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y todas las cosas en El se conservan unidas; y El es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia; El es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que en todo El tenga la preeminencia; por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en El”.
En estos versículos hay catorce puntos principales. El primero es que Dios nos ha trasladado de la potestad de las tinieblas —el reino del Satanás— al reino del Hijo de Su amor. No sólo hemos experimentado cierta clase de cambio interior, sino que hemos sido trasladados de una esfera a otra, de un reino a otro. El segundo punto se encuentra en el título el Hijo de Su amor. Esto se refiere al Señor Jesús, quien es el Cristo. Cristo es el Hijo amado de Dios. Tercero, Cristo es la imagen del Dios invisible. El Hijo de Dios es la imagen del Dios invisible; Él le da al Dios invisible una imagen visible. Cuarto, Cristo es el Primogénito de toda creación. Esto significa que en toda la creación, Cristo es el primer hombre. El quinto, sexto y séptimo puntos van juntos: el quinto punto es que en Cristo fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra; el sexto, que todas las cosas fueron creadas por medio de Cristo; y el séptimo, que todas las cosas fueron creadas para Cristo. Todas las cosas fueron creadas en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo. Octavo, Cristo es antes de todas las cosas. Esto significa que Él existía antes de que todas las demás cosas llegaran a existir. El noveno punto es que todas las cosas se conservan unidas, subsisten juntamente, en Él. Esto significa que en Cristo todas las cosas encajan armoniosamente, están unidas y existen. Décimo, Cristo es la Cabeza del Cuerpo, que es la iglesia. Undécimo, Cristo es el principio, el comienzo; duodécimo, Él es el Primogénito de entre los muertos; decimotercero, Él tiene la preeminencia o el primer lugar en todas las cosas; y decimocuarto, toda la plenitud de la Deidad mora en Él.
Si dedicamos algún tiempo para leer Colosenses 1:13-19 y para meditar sobre estos catorce puntos, descubriremos qué Cristo tenemos. El reino de Dios ha sido confiado a Cristo, Cristo es el Hijo amado de Dios y Él es la imagen del Dios invisible. Con respecto a la creación, Cristo es el Primogénito de toda creación y todas las cosas fueron creadas en Él, por medio de Él y para Él. Además, Cristo es antes de todas las cosas y todo lo que ha sido creado subsiste en Él: Él es el centro y la esfera dentro de la cual todas las cosas existen unidas. Con respecto a la nueva creación, Él es la Cabeza del Cuerpo, el principio y el Primogénito de entre los muertos, es decir, el Primogénito en la resurrección. Él también es quien tiene el primer lugar en todas las cosas y en el cual habita toda la plenitud de la Deidad. Si meditamos en estos catorce puntos revelados en Colosenses 1:13-19, tendremos un entendimiento más profundo acerca de quién es Cristo.
Colosenses 2:2-3 dice: “Para que sean consolados sus corazones, entrelazados ellos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. Estos dos versículos contienen tres puntos importantes. El primer punto es el misterio de Dios; el segundo, que el misterio de Dios es Cristo; y el tercero, que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en el misterio de Dios, el cual es Cristo. No sólo toda sabiduría y conocimiento moran en Cristo, sino aún más, todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento moran en Él.
Los versículos del 6 al 9 continúan: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El; arraigados y sobreedificados en El, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Estos versículos contienen seis frases cruciales. La primera frase es habéis recibido al Cristo. Éste es el único lugar en las todas las Escrituras que nos dice directamente que hemos recibido a Cristo. La segunda expresión es andad en El. Puesto que hemos recibido a Cristo, debemos andar en Él. Esto significa que todo nuestro vivir diario debe estar en Cristo. La tercera frase importante en estos versículos es arraigados, y la cuarta es sobreedificados. Ya hemos sido arraigados en Cristo, pero todavía estamos en el proceso de ser sobreedificados en Él. Debemos prestar mucha atención a estas cuatro expresiones: recibido, andad, arraigados y sobreedificados.
La quinta expresión de la cual debemos tomar nota es mirad que nadie os lleve cautivos. En el griego original la expresión “os lleve cautivos”, trasmite la idea de ser capturados y hechos prisioneros. En este versículo Pablo les advierte a los creyentes en Colosas que ellos estaban en peligro de ser capturados y ser llevados cautivos. ¿De qué temía Pablo que ellos fueran apartados? Él temía que ellos fueran separados de Cristo. Así que, les mandó que miraran que nadie los llevara cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, “según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”.
La sexta expresión importante en estos versículos es porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Ésta es la razón por la que debemos prestar atención a no ser llevados cautivos, ya sea por los hombres o por cualquier otra cosa. Hay tantas cosas en este mundo que tratan de apresarnos y apartarnos de Cristo. Tenemos que estar alertas para evitar que esto suceda, porque en Cristo habita toda la plenitud de la Deidad. Tenemos que buscar a Cristo y asirnos de Él.
Los versículos 16 y 17 dicen: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. En estos dos versículos vemos que la comida, la bebida, los días de fiesta, la luna nueva y el sábado son todos sombras y figuras, pero la realidad es Cristo mismo. La verdadera comida y la verdadera bebida son Cristo mismo. Además, el verdadero día de fiesta, que es un tiempo de alegría, la verdadera luna nueva, que es un nuevo comienzo, y el verdadero sábado, que es un día de reposo, todos son Cristo mismo. Cristo es nuestro tiempo de alegría, Cristo es nuestro nuevo comienzo, y Cristo es nuestro reposo. Cristo mismo es el cuerpo de todas estas cosas.
El versículo 19 continúa diciendo: “Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios”. Este versículo revela que en el Cuerpo existen coyunturas y ligamentos. Las coyunturas suministran, y los ligamentos entrelazan. Este versículo también revela que cuando nos asimos de la Cabeza, esto da como resultado el aumento, el crecimiento, de Dios. Aquel de quien nos asimos es Cristo, y Aquel que aumenta es Dios. Mientras nos asimos de Cristo, las coyunturas suministran, los ligamentos entrelazan, y el resultado es que el elemento y la plenitud de Dios crecen y aumentan en nosotros.
Colosenses 3:3-4 dice: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros seréis manifestados con El en gloria”. Estos versículos son muy misteriosos. El versículo 3 dice que hemos muerto, pero luego inmediatamente dice que tenemos vida. Por una parte, estamos muertos y hemos llegado a nuestro fin, pero por otra, aún tenemos vida. La vida que ahora tenemos es una nueva vida, una vida que “está escondida con Cristo en Dios”. Además, esta vida, que está escondida con Cristo en Dios, es Cristo, y este Cristo, con quien nuestra vida está escondida en Dios, es nuestra vida. Además, este Cristo quien es nuestra vida se manifestará en gloria, y cuando esto suceda, nosotros seremos manifestados juntamente con Él. ¿Quién puede entender tales palabras? Ciertamente son muy misteriosas.
Los versículos del 9 al 11 continúan diciendo: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus prácticas, y vestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Por una parte, nos hemos despojado del viejo hombre, y por otra, nos hemos vestido del nuevo hombre. En este nuevo hombre no hay judíos, griegos, chinos ni estadounidenses, sino que Cristo es el todo, y en todos. En el nuevo hombre no hay nada excepto Cristo.
Los versículos del 15 al 17 dicen: “Y la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo Cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El”. Estos versículos hablan de dos asuntos: la paz de Cristo y la palabra de Cristo. Nuestro corazón debe ser gobernado por la paz de Cristo, y nuestra boca debe llenarse de la palabra de Cristo. Cuando esto suceda, expresaremos a Cristo. Interiormente, la paz de Cristo será el árbitro, y exteriormente, lo que expresemos con nuestra boca será la palabra de Cristo. Debemos ser llenos de la palabra de Cristo hasta el grado en que expresemos a Cristo con salmos, himnos y cánticos espirituales. No sólo debemos expresar a Cristo con palabras comunes y diálogo ordinario, sino que también debemos proclamar salmos, himnos y cánticos espirituales que estén llenos de la expresión de Cristo, llenos del idioma de Cristo y de la palabra de Cristo.
Después de decirnos que nuestro corazón sea gobernado por la paz de Cristo y que nuestra boca sea llena de la palabra de Cristo, estos versículos añaden que debemos hacer todas las cosas “en el nombre del Señor Jesús”. ¿Qué significa hacer todas las cosas en el nombre del Señor Jesús? Esto significa que lo hagamos todo como representantes de Cristo. La expresión en el nombre de Cristo significa que somos representantes de Cristo. Cuando visito a alguien en el nombre del señor Jones, significa que voy como representante del señor Jones. Es decir, que todo lo que hagamos debemos hacerlo como un Cristo-hombre, como un cristiano, como una persona que representa a Cristo.
Ahora consideremos un versículo del capítulo cuatro. El versículo 6 dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. El vocablo palabra en este versículo proviene del griego logos. ¿Qué significa la expresión con gracia, sazonada con sal? ¿Qué es la gracia? Las Escrituras revelan que la gracia es Cristo mismo (Gá. 2:20; 1 Co. 15:10). ¿Y qué es la sal? A diferencia de la miel o del azúcar, la sal puede ser usada para matar gérmenes. El significado espiritual de la sal alude a la operación de la cruz que mata todos los gérmenes. Por tanto, el hecho de que nuestra palabra sea siempre con gracia, sazonada con sal, significa que nuestra palabra siempre debe estar llena de Cristo y que siempre debe pasar por la operación aniquiladora de la cruz.
Al considerar todos estos pasajes del libro de Colosenses, podemos ver que hay una secuencia y una línea de pensamiento particular a lo largo de todo el libro, desde el capítulo uno hasta el capítulo cuatro. Mientras el apóstol Pablo escribía este libro, ciertamente en su espíritu había una línea de pensamiento.
La línea de pensamiento que vemos en el libro de Colosenses comienza con Dios, quien es un misterio. Todo lo que Dios es y todo lo que Él tiene, es un misterio. Pablo comienza su epístola con este punto.
Pablo continúa su línea de pensamiento revelándonos que el misterio de Dios es Cristo. Lo que no podemos entender en Dios, podemos entenderlo en Cristo; lo que no podemos ver en Dios, podemos verlo en Cristo; y lo que no podemos comprender y aprehender en Dios, podemos comprenderlo y aprehenderlo en Cristo. El primer punto de Pablo es que Dios es un misterio, y el segundo, que este misterio es Cristo.
Luego, el tercer punto en la línea de pensamiento que vemos en Colosenses consiste en que, ya que Cristo es el misterio de Dios, Dios ha hecho que Cristo lo sea todo. El hecho de que Dios haya hecho que Cristo sea el todo, se revela claramente en los primeros dos capítulos de este libro. Pablo revela a Cristo en tres aspectos: lo que Cristo es con respecto a Dios, lo que Cristo es con respecto a la creación y lo que Cristo es con respecto a la iglesia.
El primer aspecto de lo que Cristo es con respecto a Dios, lo cual se revela en Colosenses, consiste en que Cristo es el Hijo amado de Dios. ¿Qué es un hijo? Es la manifestación del padre. Al ver a un hijo, sabemos que hay un padre. No necesitamos preguntarle a este hijo si tiene padre o no. Si hay un hijo, debe haber un padre. Además, si observamos al hijo, podemos ver cómo es el padre. De la misma manera, Cristo como Hijo de Dios manifiesta a Su Padre. Cristo no sólo es llamado el Hijo de Dios, sino también “el Hijo de Su amor”. Esto indica lo complacido que está Dios con Cristo como Su Hijo.
El segundo aspecto de lo que Cristo es con respecto a Dios según se revela en Colosenses, consiste en que Cristo es la imagen de Dios. Dios es invisible, pero Él tiene una imagen visible, y esta imagen es Cristo. Cristo es la imagen visible del Dios invisible. No podemos ver a Dios, pero podemos ver a Cristo. No podemos tocar a Dios, pero los apóstoles dijeron que no sólo vieron a Cristo, sino que incluso lo tocaron (1 Jn. 1:1).
Cristo es también Aquel en quien habita toda la plenitud de la Deidad. Así que Pablo revela tres aspectos de lo que Cristo es con respecto a Dios: Cristo es el Hijo de Su amor, la imagen del Dios invisible y Aquel en quien habita toda la plenitud de Dios.
En el primer capítulo de Colosenses, Pablo también revela varios aspectos de lo que Cristo es con respecto a la creación. El primer aspecto consiste en que Cristo es el Primogénito de toda creación. Esto es un misterio. Cristo no sólo es el Creador, sino que es el Primogénito de la creación. La creación es una acción, y Cristo es el Primogénito de dicha acción. Cristo es también el primer elemento de esta creación. Esto hace que Cristo no sólo sea Dios el Creador, sino también la primera acción de la creación y la primera criatura de la creación.
Además de ser el Primogénito de toda creación, Cristo es Aquel en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas. La frase en El significa en el poder de la persona de Cristo. Todas las cosas fueron creadas en el poder de lo que Cristo es. La expresión por medio de El indica que Cristo es el instrumento activo por medio del cual fue lograda la creación de todas las cosas. La frase para El indica que Cristo es el fin de toda la creación. Todas las cosas fueron creadas para Él, para Su posesión. En, por medio y para indican que la creación se relaciona subjetivamente con Cristo. Cristo es Aquel en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas.
Cristo también es Aquel en quien todas las cosas subsisten. Todas las cosas subsisten y se conservan unidas en Cristo. Cristo es como el eje de una rueda. Todos los rayos de la rueda se sostienen juntos por medio del eje. Si se quita el eje, todos los rayos se desconectarán, y la rueda dejará de existir. Todos los elementos del universo se conservan unidos en Cristo y existen en Él.
Muchos aspectos de Cristo se relacionan con la vieja creación, así como también con la nueva creación, a saber, la iglesia. El primer aspecto de lo que Él es con respecto a la nueva creación consiste en que Él es el Primogénito de entre los muertos, el Primogénito de la resurrección. Vemos otra vez que Cristo es el Primogénito. Cristo murió y luego fue resucitado de entre los muertos. Él es el Primogénito de entre los muertos, es decir, el Primogénito de la resurrección.
Cristo es también la Cabeza del Cuerpo, que es la iglesia. Así que, para la iglesia Cristo es tanto el Primogénito de la resurrección como la Cabeza del Cuerpo.
El universo entero se compone de tres grandes elementos: Dios, la vieja creación y la nueva creación. Aparte de estos tres elementos, no existe nada más. Con respecto a Dios, Cristo es el Hijo de Su amor, la imagen del Dios invisible y Aquel en que habita toda la plenitud de la Deidad. Aparte de Cristo y fuera de Él, no hay Dios. Dentro de Cristo está Dios, la esencia de Dios y la realidad misma de Dios. En Cristo habita todo lo que proviene de Dios, toda la plenitud de Dios. Con respecto a la vieja creación, Cristo es el Primogénito de toda creación, Aquel en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas, y Aquel en quien todas las cosas se conservan unidas. Con respecto a la nueva creación, Cristo es el Primogénito de la resurrección y la Cabeza del Cuerpo, que es la iglesia. Éste es el Cristo que recibimos cuando creemos en Él. Por lo general, aquellos que reciben a Cristo consideran que Él es Aquel que fue crucificado, llevó nuestros pecados, derramó Su sangre y fue sepultado y resucitado. Esto es lo que ellos creen y confiesan. Sin embargo, en este pasaje de la Palabra Pablo presenta a un Cristo mucho más rico que esto. El Cristo que es el misterio de Dios significa mucho para Dios, para la vieja creación y para la nueva creación. Éste es el tercer punto presentado en la línea de pensamiento del apóstol en Colosenses. Lo que Pablo deseaba era revelar a tal Cristo.
El cuarto punto en la línea de pensamiento del apóstol Pablo consiste en que Cristo es nuestra vida. En el pasado quizá hayamos entendido que Cristo es nuestra vida, pero ¿nos habíamos dado cuenta de que el Cristo que es nuestra vida es tan rico? Este Cristo, que representa tanto para Dios, para la vieja creación y para la nueva creación, es nuestra vida. Ésta es la razón por la que debemos andar en Él, vivir en Él, asirnos de Él y mirar que no seamos capturados ni separados de Cristo por ninguna cosa. El mundo está lleno de ladrones, bandidos y enemigos, quienes están haciendo todo lo posible por llevarnos cautivos y apartarnos de Cristo. En este libro tales cosas no se refieren a cosas malas, sino a muchas cosas buenas, tales como la filosofía, el conocimiento y la sabiduría del hombre. La historia nos habla de un grupo de personas que valoraban mucho la filosofía. A estas personas se les conoce como gnósticos. Ellos apreciaban mucho la literatura y la filosofía griegas, así como la manera de pensar de los persas. Estos asuntos pueden parecer buenos desde la perspectiva de la ética del hombre, pero tales elementos son enemigos de Cristo. Todos estos elementos pueden capturarnos, apartarnos de Cristo y llevarnos cautivos. Ésta es la razón por la que debemos asirnos de Cristo como nuestra vida.
Cuando yo era muy joven, de once o doce años de edad, estudié en una escuela primaria establecida por la Misión Bautista. Después, fui a una universidad establecida por la Misión Presbiteriana Americana. Puesto que asistí a estas dos escuelas, conocí a muchos misioneros. La impresión que tuve de ellos es que casi todos apreciaban mucho las enseñanzas de Confucio. Una vez escuché a uno de ellos decir: “Las enseñanzas de Confucio concuerdan con las enseñanzas del Nuevo Testamento”. Las enseñanzas de Confucio parecen ser buenas, pero realmente son enemigas de Cristo, pues llevan cautivas a las personas y las apartan de Cristo.
Durante el tiempo en que asistí a la universidad presbiteriana, todos los días teníamos lo que se llamaba un “tiempo de capilla”, desde las once y media de la mañana hasta las doce. Durante este tiempo alguien daba un sermón y nosotros escuchábamos. De todos los sermones que oí, nunca escuché ni uno solo que nos dijera cómo poner en práctica tomar a Cristo como nuestra vida o cómo experimentar a Cristo como nuestra vida. En cambio, sólo recibimos enseñanzas. Estas enseñanzas eran substitutos de Cristo y enemigos de Cristo. Todas las enseñanzas eran buenas, fundamentales y bíblicas, pero eran enemigos de Cristo porque mantenían lejos de Cristo a quienes las escuchaban.
Debemos darnos cuenta de que Cristo es una persona viviente. Él es la imagen del Dios invisible, el centro de todo el universo, la Cabeza sobre todas las cosas y una persona real que debe ser nuestra vida. No deben interesarnos las doctrinas ni enseñanzas, sino sólo esta persona viviente. Debemos relacionarnos con este Cristo viviente y tener contacto y comunión con Él a cada momento. No estamos aquí sólo para aprender Sus enseñanzas, sino para aprender cómo vivir en Él, con Él, por medio de Él y a través de Él. Cristo es una persona viviente a fin de ser nuestra propia vida. Estamos aquí para aprender cómo tomarlo como nuestra vida diaria. Éste es el pensamiento que tenía el apóstol al decirnos que Cristo es nuestra vida.
Después de revelar que Cristo es nuestra vida, el apóstol hace de esto algo muy práctico. Él escribe: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nuevo o sábados” (Col. 2:16). Todos estos asuntos —comer, beber, las fiestas, la luna nueva y los sábados— son buenos. Nadie puede vivir sin comer y beber; a todos les gusta disfrutar de un día alegre de fiesta; a todos les gusta la luna nueva, lo cual representa un nuevo comienzo, una nueva esperanza; y a todos ciertamente les gusta reposar, lo cual es tipificado por el sábado. Después de enumerar todos estos asuntos positivos, el apóstol continúa diciendo: “Todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo” (v. 17). El pensamiento de Pablo aquí es que todas estas cosas son sólo una sombra, cuya realidad es Cristo mismo. Cristo es nuestra verdadera comida, nuestra verdadera bebida, nuestra verdadera fiesta, nuestro verdadero comienzo y nuestro verdadero reposo. Así que, la manera de experimentar a Cristo como nuestra vida en nuestro diario vivir, es tomarlo como todos estos elementos.
Para dar un ejemplo de cómo podemos tomar a Cristo de manera práctica, quisiera compartir con ustedes el siguiente testimonio. Yo creí en el Señor hace más de cuarenta años. En aquel tiempo, el Año Nuevo chino era un evento muy importante para el pueblo chino. La costumbre consistía en que todos se levantaban temprano por la mañana (algunos incluso no dormían en toda la noche anterior), se ponían ropa nueva y comenzaban a hacer muchas cosas para celebrar el Año Nuevo. Yo participé en muchas de estas actividades por cerca de dos años después de ser salvo. Pero después de dos años de ser salvo, cuando llegaba el Año Nuevo, ya no me interesaba más disfrutar de todas esas cosas; mi corazón estaba enteramente centrado en el Señor.
Antes de irme a dormir la noche anterior al primer día del Año Nuevo, pasé mucho tiempo estudiando las Escrituras. Cuando me fui a dormir esa noche, estaba muy contento y lleno de alegría, y a la mañana siguiente, cuando me levanté, enseguida me arrodillé para orar. En el momento en que me arrodillé, me percaté plenamente de que el Señor estaba conmigo. La presencia del Señor estaba muy cerca de mí, y el Señor era muy dulce a mi corazón. Mientras continuaba arrodillado en oración, mi madre vino a mi habitación y me dijo: “Ven y vístete con tu ropa nueva”. En aquel entonces aún estaba bajo la mano de mi madre, así que fui a la habitación de mi madre donde ella había puesto un conjunto completo de ropa nueva para mí. Después de vestirme con toda la ropa nueva, regresé a mi habitación y me arrodillé de nuevo para orar. Sin embargo, esta vez el Señor se había ido. Según mi sensación, el Señor estaba lejos de mí. Simplemente no pude orar, y supe que algo estaba mal con mi ropa nueva.
Después de un rato me puse de pie y regresé a la habitación de mi madre. Le dije: “Madre, lo siento, pero tengo que quitarme esta ropa nueva”. Cuándo mi madre oyó esto, me miró y dijo: “¿Estás loco? ¿Qué estás diciendo?”. Le respondí: “Perdóname, por favor, pero sencillamente no puedo usar esta ropa nueva”. Entonces fui a quitarme la ropa nueva, me puse la ropa vieja otra vez y volví a mi habitación para orar una vez más. Cuando me arrodillé para orar, mis ojos se llenaron de lágrimas, y una vez más pude percibir plenamente la presencia del Señor. Por medio de esta experiencia, aprendí que no debía celebrar más el Año Nuevo.
Después de que dejé de celebrar el día de Año Nuevo, varias veces mis amigos vinieron a mí y me dijeron: “Te compadecemos. Nunca celebras el Año Nuevo y nunca vas al cine”. Cuando me decían estas cosas, les respondía: “Yo los compadezco a ustedes aún más. No es necesario que se compadezcan de mí. Cada día es un día de Año Nuevo para mí, porque tengo a Cristo. No necesito un día de fiesta, porque cada día es una fiesta para mí y cada día es alegre para mí. Tampoco necesito ir al cine, porque Cristo es mi placer. No se compadezcan de mí; más bien, compadézcanse de ustedes mismos. Yo tengo a Cristo, y Él lo es todo para mí”.
Al decirnos que Cristo puede ser todas estas cosas para nosotros, el apóstol Pablo nos dio una manera práctica de experimentar a Cristo como nuestra vida. Cristo es la verdadera comida, la verdadera bebida, la verdadera fiesta, la verdadera luna nueva y el verdadero sábado. Cristo es también la verdadera luz. Si no experimentamos a Cristo como nuestra luz, entonces estamos en tinieblas. Debemos decirle a las personas: “Si no experimentan a Cristo como su vestimenta, entonces están desnudos. Sus ropas son simplemente una sombra. Cristo es la verdadera vestimenta”. Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros, sino que debe ser nuestra experiencia real. Todas las cosas positivas son sólo una sombra. Cristo es la realidad, y al tomarlo a Él como la realidad de todas estas cosas, podemos experimentar prácticamente a Cristo como nuestra vida.
El libro de Colosenses revela que Cristo como el misterio de Dios lo es todo. Como el Hijo amado de Dios, como la imagen del Dios invisible y como Aquel en quien habita toda la plenitud de Dios, Cristo lo es todo para Dios. Como el Primogénito de la creación, como Aquel en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas, y como Aquel en quien todas las cosas se conservan unidas, Cristo lo es todo para la creación. Finalmente, como el Primogénito de la resurrección y como la Cabeza del Cuerpo, Cristo lo es todo para la nueva creación, la iglesia. Colosenses también revela que Cristo es nuestra vida y la realidad de toda cosa positiva en el universo. Puesto que Cristo es tan rico y todo-inclusivo, debemos experimentarle y disfrutarle cada día.