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Mensajes del libro «Misterio de Dios y el misterio de Cristo, El»
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CAPÍTULO OCHO

EL CUERPO DE CRISTO ES EL AUMENTO DE CRISTO, Y LA AUTÉNTICA VIDA DE IGLESIA ES LA MANIFESTACIÓN DE CRISTO MISMO

  Lectura bíblica: 1 Co. 12:12; Ef. 4:15-16; 1:22-23; Col. 3:10-11; Gn. 2:18

LAS DOS PARTES DEL MISTERIO DIVINO, EL CUAL ES ÚNICO

El misterio de Dios

  En este universo existe un misterio divino, y este misterio se compone de dos partes. La primera parte de este misterio es el misterio de Dios, que es Cristo mismo (1 Co. 2:1-2). Todo lo que Dios es y todo lo relacionado con Él, está corporificado en Cristo. Así que, si usted no conoce a Cristo, no conoce el misterio de Dios, y si usted no está en Cristo, no está en el misterio de Dios. Además, si Cristo no está en su espíritu, usted no puede participar en el misterio de Dios. Si desea conocer a Dios y tener contacto con Él, usted tiene que estar en Cristo, porque todo lo que procede de Dios está corporificado en Cristo, y Cristo mismo es el misterio de Dios.

El misterio de Cristo

  La segunda parte del misterio divino en el universo es el misterio de Cristo. El misterio de Cristo es diferente del misterio de Dios. El misterio de Cristo es el Cuerpo de Cristo, la iglesia (Ef. 3:4, 6). Así que, si usted quiere tener un encuentro con Cristo, conocerle y recibir algo de Él, usted debe tener contacto con el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Así como Cristo es el misterio de Dios, la iglesia es el misterio de Cristo. Éstas son las dos partes del misterio divino, el cual es único en el universo.

CRISTO Y LA IGLESA ES LA HISTORIA DEL UNIVERSO

  Este doble misterio divino —Cristo y la iglesia— es la historia, el significado, del universo entero. Como cristianos, debemos ser aptos en comunicarle esto a las personas. Las personas hoy están ocupadas con la educación y la política, pero si usted les preguntara cuál es el propósito de su vida, ellos quizá se sorprendan. Cuando estaba en China conocí a algunos funcionarios del gobierno que ocupaban altas cargos, y de forma discreta y humilde les planteé esta pregunta: “¿Sabe usted cuál es el propósito por el que trabaja aquí? ¿Sabe usted el motivo por el que está trabajando?”. Varias de estas personas que ocupaban cargos elevados me dijeron: “Señor Lee, esa pregunta me sorprende. No puedo responderla. No sé el propósito por el cual trabajo aquí. Quizá trabajamos para comer, beber y dormir”. Eso era todo lo que me podían decir. En China tenemos un pequeño proverbio que dice que la vida humana consiste en tres tiempos de satisfacción al día más el tiempo de dormir. Todos los días debemos ser satisfechos: una vez por la mañana, otra vez al mediodía y una vez más por la tarde. Luego, por la noche nos acostamos a dormir, y a la mañana siguiente nos levantamos y repetimos lo mismo una vez más. En esto consiste la vida humana.

  En ocasiones hago esta pregunta a las personas educadas y cultas: “¿Cuál es el propósito y el objetivo de su vida?”. Los hombres dicen con frecuencia que trabajan para su familia, es decir, para su querida esposa y para sus hijos. Me dicen: “Simplemente trabajo para el provecho de ellos. No quisiera que ellos me escucharan, pero soy su esclavo. Todos los días trabajo arduamente para el beneficio de ellos”. Muchas veces estas personas de clase alta me han invitado a pasar un tiempo con ellos. Cuando estaba con ellos, escuchaba lo que hablan, y me decía a mí mismo: “Queridos amigos, ustedes quizá sean de clase alta, cultos, e incluso famosos, pero escuchen la conversación. Aparentemente están en lugares elevados, pero en realidad la posición que ocupan es muy baja. Parecen ser grandes, pero en realidad son muy pequeños. Hablan necedades, al igual que los niños pequeños. No saben lo que son, dónde están, a dónde van ni cuál es el significado del universo o el significado de la vida humana. Ustedes son completamente infantiles e insensatos y están en tinieblas, pero yo estoy muy complacido de ser un hijo de Dios. Ustedes permanecen en un lugar muy bajo, pero yo estoy en lo alto. Estoy en la luz, soy un miembro del Cuerpo de Cristo y conozco el misterio de este universo y el significado de la vida humana”. Quizá los incrédulos sepan de carros, televisión, radio y todo tipo de entretenimiento, pero no conocen el verdadero significado del universo y de la vida humana. ¿Conocemos esto nosotros? Como cristianos, todos debemos tener tal entendimiento. Cristo y la iglesia son el misterio del universo entero. Cristo y la iglesia son el verdadero significado de la historia del universo y de la vida humana.

CRISTO Y LA IGLESIA SON EL HOMBRE UNIVERSAL

  Cristo y la iglesia, como el misterio y el significado real de la historia del universo, son un hombre universal. Este hombre universal es muy grande. Si usted desea conocer el significado de la historia del universo, tiene que conocer este gran hombre universal. Efesios 1:22-23 dice: “Y sometió todas las cosas bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Éste es el hombre universal. La Cabeza de dicho hombre es el Cristo trascendente, a saber, Aquel que todo lo llena en todo, incluyendo el cielo y la tierra. Y el Cuerpo de dicho hombre es la iglesia, a saber, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Este hombre es muy grande, pues llena el universo entero. La Cabeza está en los cielos, y el Cuerpo, o por lo menos una parte de éste, se encuentra en la tierra. Simplemente consideren cuán grande es la iglesia, el Cuerpo de este hombre universal. Pienso que tarde o temprano el Señor correrá el velo para darnos a todos una revelación, a fin de que veamos y sepamos que existe tal hombre universal y misterioso en el universo. Este hombre es muy misterioso, pero a la vez, real.

LA IGLESIA ES EL AUMENTO DE CRISTO

  El Cuerpo de Cristo, que es el Cuerpo de este hombre universal, es el aumento de Cristo. El Cuerpo de Cristo es sencillamente el agrandamiento de Cristo, Su incremento. En Génesis 2, después de que Adán fue creado, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (v. 18). Luego, Dios trajo a todos los animales y aves delante de Adán. A medida que todos los seres vivientes creados por Dios fueron traídos delante de Adán, él los vio y a cada uno les puso un nombre apropiado. No obstante, no encontró un complemento para sí mismo entre todos ellos. Entonces Dios hizo dormir a Adán, abrió su costado, le sacó una costilla e hizo una mujer para él. Con el pequeño hueso que Dios tomó de Adán, hizo una novia, una esposa, para él y declaró que dicha esposa sería una sola carne y un mismo cuerpo con Adán. Finalmente, cuando Adán despertó, dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (v. 23). Entonces los dos llegaron a ser uno solo. Al principio sólo había un hombre soltero, pero al final hubo una pareja, esto es, Adán y Eva. ¿Quién era Eva? Como esposa de Adán, ella era la plenitud de su marido. Eva procedió de Adán y era igual que Adán. Eva era el aumento de Adán; de la misma manera, la iglesia es el aumento de Cristo. La iglesia es algo que ha salido de Cristo. De hecho, la iglesia es exactamente igual que Cristo: nada más, nada menos y nada diferente.

  Una vez asistí a una reunión en mi ciudad natal. Mientras estábamos en la reunión, teniendo comunión en libertad, un hermano mayor de edad entró a la reunión. Cuando este hermano entró, otra persona anunció que dicho hermano acababa de entrar, a lo cual el hermano mayor respondió: “No, entró sólo la mitad”. Cuando dijo esto, todos los demás se preguntaban a qué se refería. Luego su esposa entró a la reunión, y el hermano añadió: “Ahora la otra mitad está aquí”. Éste es un cuadro de Cristo y la iglesia.

  Nuestro cuerpo físico es otro cuadro ilustrativo de la relación que existe entre Cristo y la iglesia. Hoy los expertos pueden hacer miembros artificiales, o prótesis, para las personas que han perdido un brazo o una pierna. Sin embargo, ¿es dicha prótesis un verdadero miembro del cuerpo de una persona? No lo es, porque no es algo que procede de la persona, sino algo que ha sido añadido; es algo ajeno al cuerpo. Una prótesis no crece como parte del cuerpo de una persona, sino que es un miembro postizo o artificial. Por eso, no es exactamente igual que la persona misma que lo usa. La sangre fluye en un miembro genuino del cuerpo, pero no en un miembro artificial. Mi nariz, mis brazos y mis oídos son exactamente iguales a mí. La sangre que fluye por todos mis miembros es igual a la sangre que está en mí. De hecho, no sólo es igual, sino que es mi propia sangre. Estos ejemplos físicos pueden ayudarnos a entender qué es la iglesia para Cristo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, el aumento de Cristo. La iglesia proviene de Cristo mismo y es exactamente igual que Cristo.

LA VIDA DE IGLESIA ES LA MANIFESTACIÓN DE CRISTO MISMO

Expresar mansedumbre es contrario a expresar a Cristo como nuestra mansedumbre

  En estos días, muchos amados hijos de Dios han sido alumbrados por el Señor y están buscando la vida de iglesia, la verdadera expresión del Cuerpo de Cristo. Por tanto, debemos considerar lo siguiente: ¿en qué consiste la verdadera vida de iglesia? Algunas personas dirían que experimentamos la verdadera vida de iglesia cuando todos somos humildes, dóciles y mansos. Sin embargo, esto no es la vida de iglesia. En China e India hay muchas personas que viven juntas en comunidades; se aman unas a otras y son tan humildes y mansas que, como resultado, dicho estilo de vida es muy atractivo para otras personas. Usted se sorprendería al ver cuán amables son ellos entre sí. Sin embargo, no conocen a Dios ni a Cristo. Algunos de ellos incluso adoran ídolos e imágenes. ¿Es esto la vida de iglesia? No. Sin duda alguna, la auténtica vida de iglesia está llena de amor, humildad, ternura y mansedumbre, pero ella consiste en mucho más que simplemente amarse unos a otros. La verdadera vida de iglesia es la vida de Cristo; la verdadera vida de iglesia es Cristo mismo. Toda la humildad, ternura y mansedumbre en la vida de iglesia deben ser la manifestación misma de Cristo. No es suficiente tener humildad, ternura y mansedumbre, sino que, más bien, necesitamos manifestar a Cristo.

  ¿Cómo podemos entonces distinguir entre Cristo como mansedumbre y la mansedumbre que existe aparte de Cristo? Permítanme darles un ejemplo. En 1947 regresé de Shanghai a Nankín. Cuando llegué allí, los hermanos responsables fueron a la estación a recibirme. En el camino de la estación al salón de reunión, ellos dijeron: “Oh, hermano Lee, hay una hermana entre nosotros que vino de tal lugar y que es muy espiritual”. Los hermanos no lo sabían, pero yo ya conocía a esa hermana. Antes de llegar a Nankín, ella había ido a Shanghai y se había quedado allí por algunos días. Cuando los hermanos acabaron de hablarme acerca de esta hermana, les pregunté qué querían decir con que ella era muy espiritual. Ellos respondieron: “Nunca hemos visto a una persona tan mansa y tan tierna como ella”. Puesto que ellos eran hermanos muy buenos y yo los conocía muy bien, podíamos hablar franca y libremente, así que les dije: “Hermanos, si éste es el indicio de espiritualidad, entonces la estatua de María que está frente a la Iglesia Católica es más espiritual que esta hermana. Miren esa estatua; qué mansa y tierna es. Esa estatua nunca se enfadará con ustedes. No importa lo que ustedes le hagan, ella seguirá sonriendo”.

  Cuando una persona posee a Cristo como su mansedumbre, la característica principal no es la mansedumbre o la ternura, sino Cristo mismo. Ciertamente será una persona mansa y tierna, pero ninguna de estas dos características es la principal; más bien, su característica principal es Cristo mismo. Cuando usted se encuentra con tal persona, percibe la fragancia de Cristo. Éste no es el caso con aquellos cuya mansedumbre no es Cristo mismo; además, aquellas personas cuya mansedumbre no es Cristo, siempre están conscientes de su mansedumbre. Quizá sí expresen mansedumbre exteriormente, pero por dentro dicen: “Miren lo manso que soy”. Cuando usted manifieste esta clase de mansedumbre, ternura y amor, es usted y no Cristo quien es manso, tierno y amoroso; Cristo no ha llegado a ser la mansedumbre suya. Pero si Cristo es la mansedumbre en usted, usted será muy manso pero no estará consciente de que lo es. Si escucha que dicen acerca de usted: “Esta persona es muy mansa”, usted pensaría que están hablando de otra persona. Usted no estará consciente de que es manso. De la misma manera, cuando Cristo es el amor en usted y usted ama a otros con ese amor, usted no sentirá que es una persona que ama a los demás. Simplemente los amará sin sentir ni percibir que los ama. Pero cuando usted sienta que ama a los demás, esto no es Cristo, sino usted mismo. Cuando la cara de Moisés resplandecía, los demás veían el resplandor, pero él no se daba cuenta de ello. Cuando Cristo realmente se manifiesta por medio de nosotros como nuestra mansedumbre, ternura y amor, nosotros no estaremos conscientes de ello. Además, nuestra característica principal no será ninguna de estas cosas, sino Cristo mismo.

  Tenemos que entender que una cosa es ser bueno o dócil, y otra es expresar a Cristo en nuestro vivir. La vida de iglesia no es una vida de mansedumbre, ternura o amor; más bien, es una vida en la que expresamos a Cristo en nuestro vivir. Los miembros del Cuerpo de Cristo no son miembros de “amor”, sino miembros de Cristo mismo. No estamos llenos simplemente de amor, sino que estamos llenos de Cristo como amor. Existe una gran diferencia entre ambos. Expresar el amor en sí mismo es algo que procede de nuestro hombre natural, pero expresar a Cristo como amor es algo que procede del nuevo hombre espiritual, el cual es el aumento y agrandamiento de Cristo. Ésta es la verdadera vida de iglesia.

Experimentar la crucifixión y resurrección de Cristo para tener la auténtica vida de iglesia

  La única manera en que podemos tener la verdadera vida de iglesia es que seamos transformados, de modo que el hombre natural sea desechado y lleguemos a ser el nuevo hombre, el hombre espiritual. Por tanto, tenemos que considerar lo que significa la transformación y cómo podemos llegar a ser transformados. Supongamos que soy una persona mansa y tierna. Luego, un día, recibo la luz de que los miembros del Cuerpo de Cristo no son simplemente personas mansas y tiernas en sí mismas. Entonces me doy cuenta de que mi mansedumbre y mi ternura proceden del hombre natural, y que necesito ser transformado a fin de ser un nuevo hombre y no sólo un hombre natural. En ese momento, todo lo que constituye mi hombre natural, sea bueno o malo, tiene que ser eliminado. Debo aborrecer y rechazar mi mansedumbre y ternura naturales. De la misma manera en que rechazo mi orgullo, también debo rechazar mi propia humildad. En lugar de sentir aprecio por tales cosas, debo aborrecerlas y rechazarlas. La razón por la que debo hacer esto es que tanto la mansedumbre procedente de mi humanidad como la ternura que es propia de mi hombre natural, ambas son contrarias a Cristo. Debido a que amo a Cristo, aborrezco mi amor, mi mansedumbre y mi humildad naturales.

  ¿Qué ocurre cuando hago esto? Cuanto más aborrezco estas cosas, más el Espíritu Santo dentro de mí tendrá la cabida, la ocasión y la oportunidad de actuar, operar y obrar en mí, logrando que Cristo sea expresado en mi vivir. En esto consiste experimentar la cruz y la resurrección de Cristo. La cruz es aplicada a mi bondad, mansedumbre y humildad naturales, y la resurrección de Cristo logra que la vida de Cristo sea hecha real en mí. Al experimentar esto, tenemos la vida de iglesia. Cuando hay un grupo de creyentes que saben cómo experimentar la cruz y la resurrección de Cristo, ellos constituyen la verdadera vida de iglesia, una iglesia que ejerce su función, y el Cuerpo viviente de Cristo. Cuando nos negamos a nosotros mismos y experimentamos la gracia de Dios, Cristo tendrá la cabida y la oportunidad de operar en nosotros como el Espíritu Santo. Entonces lo que expresemos en nuestro vivir será Cristo mismo. Cristo será expresado y llegará a ser el todo en todos.

Experimentar la crucifixión y la resurrección de Cristo resuelve todos los problemas en la iglesia

  La experiencia que tenemos de la cruz de Cristo y de Su resurrección soluciona todos los problemas en la iglesia. Tales problemas no pueden resolverse simplemente al hablar o discutir. De hecho, cuanto más hablemos, más problemas tendremos, y cuanto más discutamos, más pelearemos. Si intentamos resolver los problemas simplemente discutiendo acerca de ellos, una vez que un problema se solucione, se suscitarán diez problemas más debido a la manera en que el primer problema fue resuelto. Los problemas en la iglesia nunca pueden ser resueltos por medio de pláticas o discusiones; únicamente pueden ser solucionados por medio de la cruz y la resurrección de Cristo. Sólo pueden ser resueltos cuando llegamos al punto en que podemos decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi” (Gá. 2:20). Esto es una crisis, y todos debemos pasar por esta crisis. La iglesia es el incremento de Cristo, esto es, el Cristo que nos satura y se mezcla con nosotros. Que todos acudamos al Señor a fin de que Él haga esta obra profunda y subjetiva dentro de nosotros. Entonces el Cuerpo de Cristo será hecho real en nuestra experiencia y se manifestará.

La auténtica vida de iglesia, el Cuerpo de Cristo, satisface tanto a Dios como al hombre

  Esto es lo que el Señor está buscando. El deseo del corazón de Dios es obtener la verdadera expresión de Cristo, el Cuerpo de Cristo, el aumento de Cristo. Además, ésta es la máxima satisfacción en la experiencia espiritual del hombre. A menos que usted alcance este punto máximo, nunca podrá estar plenamente satisfecho. Es posible que alcancemos cierto nivel de satisfacción mediante el ejercicio y búsqueda espirituales; pero después de alcanzar tal satisfacción, aún sentiremos que falta algo. Usted nunca se sentirá completamente satisfecho hasta que el Señor lo lleve al máximo nivel y usted se dé cuenta de que es un miembro del Cuerpo de Cristo. Usted nunca se sentirá plenamente satisfecho hasta que comprenda que este Cuerpo es la expresión de Cristo, el aumento de Cristo y Su agrandamiento. Y nunca alcanzará este máximo nivel de satisfacción hasta que reciba continuamente el poder del Espíritu Santo, el cual le permitirá negarse a sí mismo y dar a Cristo, el Espíritu, tanto la cabida como la ocasión y la oportunidad de vivir en usted y por medio de usted. Cuando usted llegue a este nivel, la vida de iglesia será una realidad para usted. Entonces estará plenamente satisfecho. Usted le dirá al Señor: “Oh Señor, lo hemos logrado. Esto es lo que Tú deseas y lo que yo necesito. Éste es el deseo de Tu corazón y lo que yo he estado buscando”. Especialmente en estos últimos días, el Señor busca recobrar las últimas cosas divinas. Así que, todos debemos seguir al Señor y abrirle el camino. Debemos despejarle el camino a Cristo a fin de que pueda obtener lo que ha estado buscando por generaciones y generaciones. El Señor aún está buscando obtener el deseo de Su corazón. Si realmente lo amamos y somos sinceros con Él y fieles a Él, tenemos que darle la oportunidad de operar libremente en nosotros.

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