
Lectura bíblica: 1 Co. 12:12-13; Ef. 2:15-16; 3:6; 4:11-16; Ro. 12:1-6
¿Qué hay en el corazón de Dios, y cuál es el deseo de Su corazón? Debemos darnos cuenta de que el deseo del corazón de Dios es el Cuerpo de Cristo. Esto es claramente presentado en la tipología del tabernáculo y del arca. El arca es un tipo de Cristo, quien es el testimonio y la corporificación del Dios invisible. El arca requiere el tabernáculo. Sin el tabernáculo, no habría lugar para el arca. Sin el tabernáculo, el arca no tendría hogar, ya que el tabernáculo es la morada del arca. El pueblo de Israel entendió esto, así que hizo todo lo posible a fin de ofrecer algo para el tabernáculo y para trabajar juntos a fin de edificar el tabernáculo. Entonces, una vez que el tabernáculo fue edificado, la gloria de Dios lo llenó inmediatamente. Éste es el deseo del corazón de Dios. Dios está buscando un tabernáculo para el arca. Dios está buscando un Cuerpo para la Cabeza. Dios está buscando la iglesia, la verdadera iglesia, para Cristo. Cristo es el arca, y la iglesia, el Cuerpo de Cristo, es el tabernáculo.
Hoy la gente hace hincapié en las así llamadas obras espirituales, pero la mayoría de ellos no presta atención al deseo del corazón de Dios. ¿Cuál es el deseo del corazón de Dios? El beneplácito de Dios es la edificación de la iglesia, la edificación del Cuerpo de Cristo. Al rey David se le llamó un hombre conforme al corazón de Dios porque él siempre procuró obtener una morada para Dios. Cuando David llegó a ser rey, no había un tabernáculo para el arca. El arca era como una persona sin hogar, como alguien que vagaba. David se propuso en su corazón buscar una morada, un lugar de reposo, para Jehová, es decir, para el arca. Este asunto le agradó mucho a Dios, porque ése era precisamente el deseo de Su corazón. Además, David no sólo preparó un tabernáculo o tienda para el arca de Dios, sino que también se propuso edificar un templo, una casa, para el arca. Aunque David no logró realizar la obra de edificación directamente, él preparó casi todos los materiales para la edificación de la casa de Dios. Él conocía el deseo del corazón de Dios, así que era un hombre conforme al corazón de Dios.
Hoy Dios está buscando lo mismo: un tabernáculo, un templo, una casa. Hoy Dios está buscando un Cuerpo para Cristo. Sin embargo, aunque hay muchos cristianos sobre la tierra, es extremadamente difícil encontrar un buen número de cristianos en algún lugar que hayan sido edificados juntos como la verdadera expresión del Cuerpo de Cristo. Dondequiera que uno vaya, es fácil encontrar cristianos. Sin embargo, es muy difícil encontrar la verdadera expresión del Cuerpo de Cristo en algún lugar sobre la tierra hoy. Pero esto es lo que el Señor busca; en esta era Él busca obtener la verdadera expresión de Su Cuerpo sobre la tierra.
Ya que Dios desea obtener el Cuerpo de Cristo, toda la obra de Cristo y toda la obra del Espíritu tienen como fin el Cuerpo de Cristo. Además, todos los miembros dotados, todo el crecimiento espiritual y todas las funciones, los ministerios y los dones de todos los miembros del Cuerpo, tienen como fin lograr la edificación del Cuerpo. Todo lo que Dios hace en Cristo y como el Espíritu, tiene como fin el Cuerpo, y todo lo que Él suministra a la iglesia tiene como fin la edificación del Cuerpo de Cristo.
La obra de Cristo incluye Su encarnación, Su muerte en la cruz, Su sepultura, Su resurrección y Su ascensión. Toda esta obra fue realizada con miras al Cuerpo de Cristo. Por ejemplo, Efesios 2 dice que Cristo creó en Sí mismo un solo y nuevo hombre. Este nuevo hombre es el Cuerpo de Cristo. Cuando yo era joven tenía el concepto que en la redención y mediante la regeneración, el Señor creó a millares de nuevos hombres. Éste era mi concepto hasta que recibí la luz en Efesios 2 de que el nuevo hombre creado por Cristo en Sí mismo no es plural, sino uno solo. Efesios 2:15 dice: “Para crear en Sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre”. De entre los miles y miles de personas incluidos en los dos pueblos —el pueblo judío y los gentiles—, el Señor creó en Sí mismo un solo y nuevo hombre. Luego, en el próximo versículo dice que este nuevo hombre es un Cuerpo (v. 16). Cristo es la Cabeza, y una cabeza sólo puede tener un cuerpo. Así que, el nuevo hombre no puede equivaler a millares de nuevos hombres individuales; antes bien, el nuevo hombre es un hombre colectivo, un hombre corporativo, un hombre universal. El nuevo hombre es enormemente grande, pero sigue siendo uno solo. La creación del nuevo hombre es la razón por la que el Señor Jesús murió, resucitó, ascendió y descendió como el Espíritu Santo. Toda la obra del Señor tiene como fin la creación del nuevo hombre, el cual es Su Cuerpo.
Toda la obra del Espíritu Santo se lleva a cabo para que se produzca el Cuerpo de Cristo. Esta obra incluye por lo menos dos aspectos, los cuales pueden verse en 1 Corintios 12:12-13, que dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo. Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Por una parte, hemos sido bautizados en el Espíritu Santo; por otra, se nos dio a beber de Él. En ambos casos el Espíritu se compara con el agua. Somos bautizados en esta “agua” y bebemos de esta “agua”. El Espíritu Santo es como agua en la que podemos ser sumergidos y como una corriente viva de la cual podemos beber. Estos versículos también revelan que en un solo Espíritu fuimos bautizados en un solo Cuerpo. Así que, en estos versículos podemos ver que fuimos bautizados en un solo Espíritu y se nos dio a beber de un solo Espíritu a fin de experimentar la realidad de la vida del Cuerpo. La obra del Espíritu Santo es hacer realidad el Cuerpo de Cristo. Efesios 2 muestra que la obra de Cristo es crear el Cuerpo, y 1 Corintios 12 dice que la obra del Espíritu Santo es hacer realidad el Cuerpo de Cristo.
Después de que Cristo obra para crear el Cuerpo y que el Espíritu obra para hacer que el Cuerpo sea una realidad, ¿por qué aún se necesita la obra de los miembros dotados? La obra de los miembros dotados es necesaria porque el Cuerpo todavía tiene que ser edificado. Todas las personas dotadas dadas a la iglesia —los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y maestros— y toda su obra, tiene como fin la edificación del Cuerpo de Cristo. Efesios 4:11-12 dice: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo”. La obra de Cristo consiste en crear un Cuerpo para Sí mismo; la obra del Espíritu Santo consiste en hacer realidad este Cuerpo; y todas las personas dotadas son dadas a la iglesia para efectuar la edificación del Cuerpo de Cristo.
Nuestro crecimiento en la vida espiritual también tiene como fin la edificación del Cuerpo de Cristo. El crecimiento de usted, mi crecimiento y el crecimiento de cada creyente en cuanto a la vida espiritual, tienen como fin la edificación del Cuerpo de Cristo. Efesios 4:16 dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Aquí vemos que a medida que crecemos, somos edificados. Somos edificados juntamente a medida que crecemos en la vida de Cristo. ¿Con qué motivo crecemos? Crecemos a fin de ser edificados. Cuanto más crecemos, más somos edificados. La edificación de la iglesia depende del crecimiento espiritual de cada uno de los miembros del Cuerpo.
Todas las funciones, los ministerios y los dones de todos los miembros del Cuerpo también tienen como fin la edificación del Cuerpo de Cristo (Ro. 12:1-6). Si usted tiene el don de sanidad, debe entender que incluso la sanidad divina tiene como finalidad la edificación del Cuerpo. Todos los dones, incluyendo el don de la enseñanza, el don de hablar en lenguas e incluso un pequeño don de amor, tienen como meta la edificación del Cuerpo. Según Romanos 12, incluso el amor que mostramos a otros miembros del Cuerpo es un don que tiene como fin edificar el Cuerpo de Cristo.
En conclusión, la Palabra de Dios revela claramente que la obra de Cristo, la obra del Espíritu Santo, la obra de las personas dotadas, todo el crecimiento en cuanto a la vida espiritual así como toda función, ministerio y don de cada miembro del Cuerpo, tienen como fin una sola cosa, a saber, la edificación del Cuerpo de Cristo. La obra de Cristo es crear en Sí mismo el Cuerpo de Cristo. La obra del Espíritu Santo es traer a la existencia el Cuerpo. Los miembros dotados —los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y maestros— son dados al Cuerpo para efectuar la edificación del Cuerpo. Además, todo el crecimiento en vida y todo don, ministerio y función de cada miembro del Cuerpo, tienen como fin edificar el Cuerpo.
Ahora me gustaría preguntarles, ¿por qué los ha regenerado el Señor? La respuesta a esta pregunta es el punto principal de este mensaje. ¿Por qué los ha regenerado el Señor, y qué es lo que ustedes han llegado a ser como resultado de haber sido regenerados? Algunos quizá respondan: “Soy un cristiano”. Por supuesto, esto es correcto. Otros quizá digan: “Soy un hijo de Dios”, o “Soy un pámpano en la vid”. Todas estas respuestas son correctas, pero también debemos darnos cuenta de que la regeneración nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo. Existe una gran diferencia entre ser un miembro del Cuerpo de Cristo y ser meramente un individuo. Una vez que fuimos regenerados, ya no somos meros individuos; esto es, perdemos nuestro individualismo. Una vez que somos regenerados, llegamos a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Si comprendemos que hemos llegado a ser miembros del Cuerpo de Cristo, esto cambiará toda nuestra vida cristiana.
Después de que ha escuchado tal palabra, si yo le preguntara: “¿Qué es usted hoy?”, probablemente respondería: “Soy un miembro del Cuerpo de Cristo”. Sin embargo, qué respondería si le preguntara: “¿Está usted en el Cuerpo ahora mismo?”. Considere esta pregunta: “¿Está usted en el Cuerpo de Cristo ahora mismo?”. Si le hiciera esta pregunta, es posible que a usted le sea difícil responderme de una manera específica. Usted ciertamente sabe que es un miembro del Cuerpo, así que no puede decir que no lo es; pero también se da cuenta de que sigue siendo muy individualista e independiente de los demás miembros, así que tampoco se atreve a afirmar que sí es un miembro del Cuerpo. Si usted pudiera afirmar de manera concreta que sí es un miembro del Cuerpo, entonces yo le haría una tercera pregunta: “¿Con quiénes está relacionado usted en el Cuerpo?”. La primera pregunta es: “¿Qué es usted?”. Si usted responde: “Soy un miembro”, entonces yo le preguntaría: “¿Está usted en el Cuerpo ahora mismo?”. Si usted responde sí a esta segunda pregunta, entonces le preguntaría: “¿Con quién está usted relacionado?”. En respuesta a esta tercera pregunta, algunos quizá respondan: “Estoy relacionado con Cristo”. Aunque esta respuesta no es incorrecta, debemos evaluarla considerando los miembros de nuestro cuerpo. Tomemos como ejemplo mi mano. Supongamos que le pregunto a mi mano: “¿Qué eres?”. Si mi mano pudiera responderme, diría: “Soy un miembro del cuerpo de este hombre”. Entonces le preguntaría a mi mano: “¿Estás en el cuerpo ahora mismo?”. La mano respondería: “Sí, estoy en el cuerpo”. Entonces le haría la tercer pregunta: “¿Con quién estás relacionada?”. Entonces la mano diría: “Señor Lee, es evidente que por una punta estoy relacionada con el brazo, y por la otra estoy relacionada con los dedos”. Nuestra relación con los otros miembros demuestra que estamos en el Cuerpo. Si usted dijera que en primer lugar está relacionado con Cristo, la Cabeza, y en segundo lugar con el apóstol Pablo (porque él era el apóstol más espiritual y el que a usted le agrada más), entonces yo diría que usted no está realmente en el Cuerpo. Sin duda alguna usted es un miembro del Cuerpo, pero en su vida diaria usted no está en el Cuerpo de modo concreto. Quizá usted conozca las Escrituras muy bien, e incluso las predique y las enseñe, pero sigue siendo un cristiano individualista e independiente que no está relacionado con nadie.
Uno de los hermanos que toma la delantera podría responder a esto, diciendo: “Todos los días me reúno, ya sea con los demás hermanos que toman la delantera o con otros creyentes”. Tal vez éste sea el caso, pero debemos saber que reunirse con los hermanos y hermanas es una cosa, y estar relacionado con los hermanos y hermanas es otra. Como un hermano que lleva la delantera, es posible que usted se reúna con los hermanos todos los días, pero aún le preguntaría: “¿Con quién está usted relacionado de manera específica?”. La relación a la que me refiero no es cuestión de amistad; la amistad no alcanza la norma. Debemos relacionarnos unos con otros en el Espíritu de Cristo, en el Espíritu de vida. ¿Con quién está usted relacionado en el Espíritu? Esto es algo muy vital.
Todos tenemos que relacionarnos con otros hermanos y hermanas, en el Espíritu y de una manera concreta. El Nuevo Testamento revela que somos piedras vivas con el fin de ser juntamente edificados (1 P. 2:5). Las piedras utilizadas para erigir un edificio están todas relacionadas unas con otras. Cada piedra está relacionada por lo menos con otras dos o tres piedras. Si las piedras no estuvieran relacionadas entre sí, entonces no pudiera haber verdadera edificación. Si alguien dice que ha sido edificado, entonces yo preguntaría: “¿Con quién ha sido edificado?”. Si usted responde: “Con los hermanos”, entonces yo le preguntaría: “¿Quiénes son los hermanos con los que ha sido edificado directamente?”. La prueba de que hemos sido edificados, es que estamos relacionados con algunos hermanos y hermanas específicos. Si usted no sabe con quién está relacionado, entonces temo que no ha sido edificado; usted está en el aire, y no en el edificio. Si alguien realmente ha sido edificado con los santos, entonces habrá algunos santos específicamente con quienes está relacionado. Esto es algo muy práctico.
La medida en que nos relacionamos con otros miembros no sólo demuestra cuánto hemos sido edificados, sino también es una prueba respecto a cuánto hemos sido transformados, ya que cuanto más somos transformados, más nos unimos y nos relacionamos con otros. Por ejemplo, supongamos que un hermano estadounidense y un hermano chino son puestos juntos. En el hombre natural es imposible que estos dos hermanos se relacionen entre sí. Después de un día de estar juntos, el hermano estadounidense no podrá soportar al hermano chino, y el hermano chino no podrá soportar al hermano estadounidense. ¿Cómo podrán entonces estos dos hermanos relacionarse entre sí para ser uno? Usted quizá responda: “En Cristo”. Sí, pero estos dos hermanos ya están en Cristo. Los dos están en Cristo, pero uno está en Cristo con una mentalidad china y el otro está en Cristo con una mentalidad estadounidense. Así que, la única manera en que estos dos hermanos pueden relacionarse entre sí para ser uno, consiste en que sean transformados. La mente de ambos debe ser transformada. Cuanto más sean transformados mutuamente estos hermanos, más unidos estarán. Mediante la transformación, estos dos hermanos crecerán juntos. A veces vemos que un hermano es muy peculiar. Les digo que nunca podremos relacionarnos con otros mientras seamos peculiares. A fin de relacionarnos con otros, tenemos que ser hermanos y hermanas normales, esto es, normales al grado en que no haya nada especial acerca de nosotros. ¿Cómo podemos llegar a ser tales cristianos normales? La única manera es que seamos transformados.
¿Cómo entonces podemos ser transformados? Somos transformados al ser renovados. Lo que primero debe ser renovado es nuestra mente. La mente es la parte que más causa problemas. Además, también tienen que ser renovadas nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Si yo permanezco en mis emociones naturales, usted considerará que soy muy peculiar, y después de algún tiempo ya no seré capaz de seguir adelante con los hermanos. En ocasiones estamos juntos con un hermano muy querido, pero no nos atrevemos a confiar en él porque nos damos cuenta de que sigue siendo muy natural en su parte emotiva. Él es bondadoso, dócil, agradable, e incluso muy querido, pero su parte emotiva aún no ha sido transformada. Así que, necesitamos ser transformados mediante la renovación de nuestra mente, parte emotiva y voluntad.
Sólo existe una cosa que perdura; lo único que perdura, incluso por la eternidad, es el Espíritu. En China hay un grupo de colaboradores que han estado trabajando juntos por más de treinta años. Por treinta años hemos estado relacionados, especialmente con el hermano Watchman Nee. La razón por la que hemos podido permanecer relacionados y trabajar juntos tan estrechamente por más de treinta años, se debe a que hemos aprendido a no seguir nuestra mente, parte emotiva ni nuestra voluntad. Sólo seguimos al Espíritu. A lo largo de los años hemos estado aprendiendo a ser transformados. Si no fuera por la gracia del Señor, ya me habría separado de estos colaboradores desde hace muchos años. A través de los años se han presentado problemas, dificultades y tiempos muy difíciles, pero nuestra relación se ha conservado porque hemos aprendido a seguir al Espíritu. Muchas veces, mientras estábamos juntos, con lágrimas cada uno le ha dicho al Señor: “Señor, tengo que seguirte a Ti. Simplemente tengo que obedecer. Estoy sufriendo en mi parte emotiva y en mi voluntad; sin embargo, tengo que seguirte en el Espíritu”. Usted y yo nunca podríamos relacionarnos uno con el otro basados sólo en la mente, parte emotiva y en la voluntad; sólo podemos relacionarnos unos con otros en el Espíritu. El Espíritu debe gobernar y regir la mente, la parte emotiva y la voluntad; es decir, que nuestra mente, parte emotiva y voluntad deben estar sometidas bajo el control del Espíritu. Cuando no estoy contento con otro querido colaborador, ¿qué debo hacer? ¿Debo obedecer mis emociones? No, no debo hacer eso; más bien, debo someter mis emociones bajo el control del Espíritu, de modo que el Espíritu llegue a ser el espíritu de mi parte emotiva, el espíritu que rige mis emociones, el espíritu que gobierna mi parte emotiva. Entonces seré transformado mediante la renovación de mi parte emotiva. Mis emociones llegarán a ser espirituales; llegarán a ser emociones sometidas bajo el control del Espíritu. Repito, lo único que perdura es el Espíritu. Deben creerme. Nuestra amistad debe efectuarse en el Espíritu para que así pueda durar por toda la eternidad. Si nuestra amistad sólo se lleva a cabo en las emociones, entonces no durará. Debemos relacionarnos unos con otros en el Espíritu. Así que, tenemos que ser transformados por el Espíritu Santo mediante la renovación de todo nuestro ser.
La manera de ser transformados mediante la renovación de nuestra mente, parte emotiva y voluntad, es al beber del Espíritu. La experiencia que tenemos del Espíritu consta de dos aspectos (1 Co. 12:13). El primer aspecto es ser bautizados en el Espíritu, al igual que fuimos bautizado en agua. Y el segundo aspecto es beber del Espíritu. Ser bautizados en el Espíritu es algo externo, mientras que beber del Espíritu es algo interno. Cuando bebemos un vaso de leche, ésta satura todo nuestro ser; de la misma manera, cuando bebemos del Espíritu, el Espíritu nos satura. ¿Qué significa ser saturados? Simplemente significa ser transformados. Así que, debemos beber del Espíritu Santo día a día, de modo que Él sature todo nuestro ser y, así, él transformará todo nuestro ser.
Esta saturación del Espíritu nos mantendrá relacionados unos con otros, y cuanto más seamos saturados del Espíritu, más relacionados estaremos unos con otros. Como resultado de ello, será hecha real para nosotros la vida del Cuerpo, la vida de iglesia. Esto no es meramente cierta clase de doctrina o enseñanza. Todos necesitamos ver algo en cuanto a la verdadera vida del Cuerpo y en cuanto a nuestra necesidad de ser transformados mediante la renovación del hombre natural efectuada por el Espíritu Santo, del cual bebemos día a día. A fin de experimentar la verdadera vida del Cuerpo, tenemos que ser bautizados por el Espíritu Santo y beber del único Espíritu. Cuanto más bebamos del Espíritu, más seremos saturados de Él y transformados por Él; y cuanto más seamos transformados por Él, más estaremos relacionados con los demás hermanos y experimentaremos la verdadera vida del Cuerpo de Cristo.