
Lectura bíblica: Hch. 2:36; Ap. 1:5; Hch. 5:31; He. 5:10; 7:3, 7:22; 8:1, 6; 1 Jn. 2:1; He. 13:20; 1 P. 5:4; 2:25; Ef. 1:20-22
En este mensaje queremos ver el mover de Dios en el hombre en la ascensión de Cristo. La mayoría de los cristianos ponen su atención sólo en el ministerio que el Señor llevó a cabo en la tierra cuando estuvo en la carne. Su ministerio terrenal es básico y fundamental. En esos tres años y medio, el Señor puso un buen fundamento para la redención divina, la salvación divina, la economía divina y la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Pero todos sabemos que una vez que se pone el fundamento, es necesario edificar algo encima.
Sobre el fundamento establecido en el ministerio terrenal del Señor, deben hacerse todas las obras adicionales de Su ministerio celestial. Este ministerio celestial es la obra del Señor en Su ascensión. Cuando usamos la palabra ascensión, no sólo nos referimos a la acción de subir sino a Su permanencia en ascensión. El término ascensión abarca desde la ascensión del Señor hasta Su descenso para Su segunda venida. El período de la ascensión del Señor abarca por lo menos unos dos mil años. ¿Dónde está Cristo hoy? En realidad, está en ascensión. Decir que está en los cielos es muy superficial. Debemos aprender a decir: “Hoy día el Señor está en Su ascensión”.
Cuando fue crucificado en la tierra, El estuvo seis horas en la crucifixión, desde las nueve de la mañana (Mr. 15:25) hasta las tres de la tarde (Mt. 27:45-46). En las tres primeras horas, fue perseguido por los hombres por haber hecho la voluntad de Dios. En las tres últimas horas, a partir del mediodía, fue juzgado por Dios para llevar a cabo nuestra redención. Estuvo seis horas en la crucifixión, pero después de Su resurrección, ascendió para entrar en Su ascensión.
Su ascensión es una gran esfera para Su obra de edificación. Desde Su encarnación hasta Su crucifixión, El sólo puso el fundamento del plan de Dios. Durante ese período no hubo edificación. Antes de Pentecostés ni siquiera Pedro, el apóstol principal, había participado de la edificación. Fue salvo y estuvo con el Señor en la obra de fundación, pero no participó de la edificación sino hasta el día de Pentecostés, el cual fue el comienzo del mover de Cristo en Su ascensión.
Al principio del mover de Cristo en ascensión, El se derramó como el Espíritu económico para iniciar la edificación de la iglesia. Ese fue el comienzo del ministerio celestial de Cristo en la edificación, no en el fundamento. Esta edificación aún prosigue hoy y continuará hasta el final de los últimos siete años de esta era, el fin de la última semana mencionada en Daniel 9:24-27. La segunda mitad de esos siete años será el tiempo de la gran tribulación, al final de la cual Cristo descenderá de los cielos a la tierra. En ese momento se concluirá Su ministerio celestial en ascensión.
La obra del Señor para Su nueva creación se realiza en tres etapas. La primera duró tres años y medio, cuando el Señor estaba en la tierra. Se puede incluir también la encarnación como parte de la obra del Señor. En Su crucifixión, poco antes de morir, el Señor dijo: “Consumado es” (Jn. 19:30). En ese momento El terminó la obra de Su muerte todo-inclusiva por medio de la cual efectuó la redención.
La segunda etapa es la de Su obra desde Su ascensión hasta Su descenso en Su segunda venida. Esta es la era de la gracia para la edificación de la iglesia. Esta puede llamarse la era de la iglesia. En Apocalipsis 11 se revela que cuando el Señor descienda en Su segunda venida, tomará a la tierra con todas las naciones, y las hará parte del reino eterno de Dios (v. 15). Al sonido de la séptima trompeta, durante la segunda venida del Señor, no sólo se terminará la gran tribulación, sino que también se concluirá esta era de gracia (16:17), se completará el misterio de Dios (10:7), y comenzará otra era, la era del reino, el milenio.
La era del reino, el milenio, la cual comenzará cuando el Señor descienda a tomar posesión de la tierra, es la tercera etapa. Ese período de mil años concluirá la obra santa de Dios para Su nueva creación, y la Nueva Jerusalén será consumada. Después de los mil años, la obra que Dios hace en la era de la vieja creación para obtener la nueva creación en plenitud será totalmente concluida (Ap. 21:5-6). Entonces la nueva era del cielo nuevo y la tierra nueva junto con la Nueva Jerusalén existirán para siempre. En esa era eterna no habrá trabajo, sino sólo reposo. Ese será un sábado eterno donde ya no se trabajará.
Toda la era de la gracia es el tiempo de la ascensión del Señor. El está en los cielos muy ocupado, pero los cristianos de la actualidad no prestan suficiente atención a esta parte del ministerio de Cristo. Hoy día El está en los cielos, sentado a la diestra de Dios (Ro. 8:34), y a la vez está en nosotros (v. 10). Esto es muy misterioso. El está en los cielos en ascensión, y Su presencia dentro de nosotros también está en la ascensión. Actualmente estamos en la ascensión. No somos personas terrenales sino celestiales. En Fil. 3:20 dice que nuestra patria, o nuestra ciudadanía, está en los cielos. Somos ciudadanos celestiales, así que todos estamos en la ascensión (Ef. 2:6b).
Cristo está tanto en ascensión en los cielos como en nosotros, y Su ministerio celestial se está efectuando al mismo tiempo en los cielos y en nosotros. Cristo como nuestro Sumo Sacerdote está orando por nosotros (He. 7:25). El está intercediendo por nosotros en los cielos y también en nuestro interior. Hoy día El siempre está haciendo la misma cosa tanto en los cielos como en nosotros al mismo tiempo. La televisión es un buen ejemplo de esto. Si algo sucede en Hong Kong, lo podemos ver al mismo tiempo aquí, en los Estados Unidos, en la televisión. Cristo está obrando en los cielos, y al mismo tiempo está obrando en nosotros conforme a la televisión celestial. Esto es el mover de Dios en el hombre en la ascensión de Cristo, por tanto también forma parte de la historia de Dios.
La historia de Dios se extiende desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, y nosotros estamos incluidos en esta historia. Cuando al principio de nuestra vida cristiana nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados, Dios ya estaba allí participando. Si Dios no hubiera hecho nada, ¿cómo habríamos podido arrepentirnos? Nuestro arrepentimiento fue motivado por la operación de Dios. El operó, El nos motivó y después nosotros nos arrepentimos. Nuestro arrepentimiento consistió de la motivación divina más nuestra oración. Cuando confesamos nuestros pecados, Dios estaba allí operando. Si Dios no hubiera obrado, no habríamos podido confesar nada.
Nosotros fuimos regenerados, pero fue el Dios Triuno quien nos regeneró. Nacimos del Dios Triuno y desde aquel día hemos sido Sus hijos. La vida de un niño depende totalmente de la vida de su madre. La madre y el niño viven juntos. El niño come, y la madre lo alimenta. Sin ser alimentado por la madre, ¿cómo podría comer el niño? Así que, podemos decir que la historia de la madre es la del niño. De la misma manera, la historia de nuestro Dios es la nuestra. Actualmente muchos cristianos entienden esta historia sólo desde su propio punto de vista. No lo miran desde el punto de vista de Dios. No ven que la historia de ellos y la de Dios son una sola.
Ahora queremos considerar los varios aspectos del estado de Cristo en Su ascensión. Debido a que Cristo está haciendo tantas cosas, El tiene que ser una persona con varios aspectos. Si hemos de hacer algo, necesitamos una posición apropiada. Incluso un niño enviado a la escuela preprimaria se convierte en alguien con cierta posición. Cuando entra en la primaria, adquiere otra posición. En cada etapa de su educación, el niño llega a otro nivel. Cuando por fin obtiene un trabajo, obtiene otra posición. Al principio tal vez sea un contador principiante, pero después de trabajar diez años, llega a ser un contador experimentado. Cristo tiene muchas posiciones obtenidas en Su ascensión. El Nuevo Testamento nos indica claramente la posición que el Señor tiene para Su ministerio. En toda posición El tiene cierto estado. En este mensaje queremos señalar once posiciones que Cristo ocupa en la ascensión.
En Su ascensión Jesús fue hecho Señor (Hch. 2:36). Fue hecho Señor de todo para poseerlo todo después de haber introducido Su humanidad en Dios en Su resurrección. Como Dios, ya era el Señor (Lc. 1:43; Jn. 11:21; 20:28), pero se hizo carne y se puso algo que no era el Señor. La humanidad no era parte de Su señorío. Como hombre, Jesús fue hecho Señor en ascensión. ¡Hoy día un hombre en los cielos es el Señor! El Señor es Aquel que lo posee todo y lo gobierna todo. Hechos 10:36 dice que Jesús es Señor de todos. Esto indica que El es Señor de todos los pueblos, tanto de los judíos como de los gentiles. La Biblia también nos muestra que El es el Señor de todas las cosas, incluyendo toda la creación. El posee todo.
En el Antiguo Testamento, el Señor le dio a Israel la buena tierra, pero Israel no cumplió con su responsabilidad de poseerla completamente. En la actualidad hay una disputa acerca de a quién le pertenecen las alturas de Golán. Necesitamos ver que las alturas de Golán pertenecen al Señor. Toda la tierra es del Señor (1 Co. 10:26; Dt. 10:14; Sal. 24:1; 50:12). Tal vez pensemos que el terreno de nuestra casa o del salón de reunión es nuestro. Pero en realidad le pertenecen al Señor. Toda la tierra y su plenitud le pertenece al Señor.
Cuando yo era joven, a veces predicaba el evangelio preguntándole a la gente: “¿Quién es su señor? ¿A quién pertenece usted?” Puede ser que un joven piense que pertenece a sus padres, o que una esposa crea que pertenece a su esposo, pero debemos declarar que pertenecemos al Señor Jesús. En la historia de la humanidad sólo Jesús es el Señor. Ni Mahoma ni Buda ni Confucio son el Señor. ¡Jesús es el Señor! En Su resurrección, Jesús introdujo en Dios la parte humana de Su ser, y así fue hecho Señor en Su ascensión.
Como el Enviado y Ungido de Dios, Jesús era el Cristo desde el momento que nació (Lc. 2:11; Mt. 1:16; Jn. 1:41; Mt. 16:16). Pero después de treinta y tres años y medio, cuando subió a los cielos, Dios lo hizo oficialmente el Cristo de Dios (Hch. 2:36). Cuando Cristo entró en Su ascensión, Dios lo hizo oficialmente el Cristo, el Ungido de Dios, quien lleva a cabo la economía de Dios.
Hechos 5:31 dice que Cristo fue exaltado a la diestra de Dios como Príncipe, y Apocalipsis 1:5 dice que El es el soberano de los reyes de la tierra. Napoleón se consideró el líder de Europa. Sin embargo, fue desterrado al final, y reconoció que Jesús era superior a él y que pertenecía a otra índole de personas. Admitió que él había fundado su imperio a la fuerza, simplemente como hombre, pero que Jesús había establecido Su reino por amor y era más que un simple hombre. Napoleón incluso dijo que estaba convencido de que Jesucristo era divino. El verdadero Príncipe y Soberano de Europa y de todo el mundo es Jesús.
Hoy día todo el mundo usa el mismo calendario. Según la historia, la persona cuyo calendario se usa es aquel a quien uno está sujeto. Si alguien usaba el calendario de cierto rey, era porque estaba bajo el reinado de tal rey. En la actualidad todos los pueblos de todo el mundo están sujetos a Jesucristo porque usan Su calendario. Hasta los países ateos usan el calendario de Cristo. Cuando uno usa el calendario de cierta persona, reconoce que pertenece a tal persona. Ahora estamos en el año 1993, pero el mundo no ha existido sólo 1993 años. La tierra ha existido en la posición de Jesús sólo 1993 años. El nacimiento de Jesús ha llegado a ser la marca distintiva del calendario de todos los pueblos de la tierra. El es el Soberano de los reyes de la tierra para gobernar toda la tierra. Apocalipsis 19:16 dice que Cristo es Rey de reyes y Señor de señores.
Hechos 5:31 dice que Jesús no sólo es el Príncipe sino también el Salvador para salvar a los escogidos de Dios mediante el gobierno soberano que ejerce sobre toda la tierra en su medio ambiente. Su posición de Príncipe tiene que ver con Su autoridad y Su posición de Salvador está relacionado con Su salvación. El rige la tierra soberanamente con Su autoridad para que el medio ambiente sea propicio para que el pueblo de Dios reciba Su salvación (cfr. Hch. 17:26-27; Jn. 17:2). Si Jesús no fuera el Soberano, no habríamos podido creer en El como nuestro Salvador.
Yo nací en China casi a principios de este siglo. Por muchos años, la gente de China no sabía nada acerca de Jesús. Si la situación mundial no hubiera estado bajo la soberanía del Señor, el evangelio no hubiera llegado a China. El Señor gobierna soberanamente toda la tierra a fin de regular todo para Su pueblo escogido. Aunque el Señor me escogió antes de la fundación del mundo, nací en China. ¿Cómo pude oír el evangelio? Fue por el arreglo divino de la situación mundial.
Debido a que el Señor, para salvarnos, arregla soberanamente nuestras circunstancias, hemos llegado a ser ciudadanos celestiales. Nuestra nacionalidad es celestial. El Señor es el Príncipe y el Soberano de toda la tierra. El dispuso que naciéramos en cierto tiempo y en cierto lugar a fin de salvarnos y hacernos Sus ciudadanos celestiales. Muchos de nosotros nacimos en países diferentes y en tiempos diferentes, pero hoy día hemos llegado a ser conciudadanos del reino de Dios (Ef. 2:19). Nuestro Rey, Cristo, lo arregló todo para que lo recibiéramos como nuestro Salvador.
En Su ascensión Cristo es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio de días ni fin de vida (He. 5:10; 7:3; 8:1). Como Hijo eterno de Dios, como Sumo Sacerdote perpetuo, Cristo no tiene genealogía (Jn. 1:1). Este es Su aspecto divino. Pero como Hijo del Hombre, sí tiene genealogía (Mt. 1:1-17; Lc. 3:23-38). Su divinidad como Hijo de Dios lo constituye como nuestro eterno Sumo Sacerdote, así que El puede orar por nosotros tanto en el cielo como en nuestro interior.
En Su ascensión Cristo es el Ministro del nuevo pacto (He. 8:2), quien ministra todas las riquezas legadas por el Nuevo Testamento. Un testamento es un acuerdo legal y oficial lleno de legados. Un legado del Nuevo Testamento es el perdón de pecados. El segundo legado es darnos la vida divina para que nazcamos como hijos de Dios. Estos son sólo dos de los muchos legados del nuevo testamento. Un legado es una de las cosas prometidas que se otorgan según el testamento, es decir, el acuerdo legal y oficial. El perdón divino de nuestros pecados es el cumplimiento de uno de los legados que la muerte de Cristo obtuvo para nosotros. Dios nos dio Su vida para que naciéramos de nuevo. Este es otro cumplimiento de un legado del nuevo testamento. Todas las bendiciones del nuevo testamento son legados, y Cristo es el Ministro de las riquezas de estos legados.
Cristo no sólo es un Ministro que nos suministra las riquezas legadas, sino que también es el Mediador, el Ejecutor, que ejecuta todos los legados del nuevo testamento que El nos legó por Su muerte (He. 8:6).
Cristo es el fiador del mejor pacto (He. 7:22). Esto significa que El es la garantía y las arras del nuevo pacto para el cumplimiento del mismo. El Señor es el Garante y también la garantía del nuevo pacto. El es el fiador, las arras, para que todo lo contenido en este pacto sea cumplido.
En Su sacerdocio Cristo es nuestro Abogado (1 Jn. 2:1). Como Abogado, El es el Paracleto, el Consolador, el Patrocinador, Aquel que está a nuestro lado para ayudarnos, para cuidarnos y ocuparse de nuestro caso, para interceder por nosotros, para aconsejarnos y para consolarnos. El se encarga de todo lo relacionado con nosotros. La palabra griega traducida abogado también se refiere a alguien que ofrece ayuda legal. Por supuesto, Cristo se encarga de todos los aspectos de nuestro caso. Hoy día tenemos dentro de nosotros al Señor Jesús en los cielos y también al Espíritu, el Consolador (Jn. 14:16), como nuestro Abogado, quien se encarga de nuestro caso.
Cristo es el gran Pastor, el Pastor principal, quien cuida del rebaño de Dios, y el Epíscopo de nuestras almas (He. 13:20; 1 P. 5:4; 2:25). Un pastor de ovejas no puede hacer nada para ayudar las almas de las ovejas. Pero hoy día Cristo nos pastorea mirando por nuestras almas. Nuestra alma es la parte de nuestro ser que más necesita del pastoreo. Nuestro cuerpo es problemático, pero la parte más problemática de nuestra persona es el alma. Para tratar a otros apropiadamente, debemos cuidar de sus almas. Si un hombre no puede cuidar del alma de su esposa, como esposo está derrotado. Nuestra alma es nuestro ser interior, nuestra persona verdadera. Nuestro Señor como Pastor y Epíscopo de nuestras almas, nos pastorea cuidando del bienestar de nuestro ser interior y vigilando la condición de nuestra persona verdadera.
El pastoreo de Cristo sobre nosotros forma parte de la historia de Dios. Como Abogado El ora por nosotros, y esa oración es de Dios, así que es el mover de Dios en nosotros como parte de la historia de Dios. El mover de Dios en Cristo dentro de nosotros en Su ascensión es parte de la historia de Dios en Su unión con el hombre.
Además de todo lo mencionado, Cristo también fue dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (Ef. 1:20-22). Hoy día parece que no hay cabeza en el universo. Pero en realidad, Cristo, el Salvador ascendido como Señor de todo lo que hay en el universo, es la Cabeza dada sobre todas las cosas a la iglesia. El hecho de que sea la Cabeza de todas las cosas está relacionado con la iglesia. Por eso, también puede ser Cabeza de la iglesia. Así que, El está calificado, es competente, para cuidar de la iglesia en todo aspecto para satisfacer la necesidad que la iglesia tenga en diferentes situaciones. Esto también es parte del mover de Dios en la ascensión de Cristo.