
En la Biblia el edificio de Dios comienza con el tabernáculo y alcanza su consumación en la Nueva Jerusalén. En el tabernáculo había oro y madera, mas no piedras. En la edificación del templo se usaron piedras, además del oro y la madera. Aunque la Biblia habla de la piedra de fundamento del primer templo, no se menciona la piedra cimera sino hasta la época de la reedificación del templo. Zacarías nos habla de la piedra cimera (4:7), mas no de la piedra de fundamento. Sin embargo, es posible tener la piedra de fundamento sin la piedra cimera, pero no es posible tener la piedra cimera sin la piedra de fundamento. A fin de tener la piedra cimera, se necesitan tanto la piedra de fundamento como la piedra angular.
En la iglesia, el edificio de Dios en el Nuevo Testamento, vemos el oro, mas no la madera. La madera ha sido petrificada y, por tanto, se ha convertido en piedra. Además, en la Nueva Jerusalén no sólo no estará la madera, sino que además todas las piedras que allí se encuentran serán piedras preciosas, no piedras comunes. Así pues, en la primera etapa del edificio de Dios, o sea, en el tabernáculo, había oro y madera, pero en la consumación, habrá oro y piedras preciosas. Cuando la vida de iglesia empezó en Alemania, había muy pocas piedras; principalmente había madera. Pero hoy en la iglesia en Stuttgart, no sólo hay madera, sino también cierta cantidad de piedras. En los días venideros habrá menos madera, y aumentará el número de piedras. ¡Aleluya por la disminución de la madera y por el aumento del número de piedras!
El cambio de madera a piedras ocurre mediante el proceso de transformación. Anteriormente, cierto hermano era completamente de madera, pero hoy es un sesenta por ciento de piedra y apenas un cuarenta por ciento de madera. Después de que transcurra otro periodo de tiempo, será de piedra en un ochenta por ciento, y de madera en un veinte por ciento. Cuando este hermano entre en la Nueva Jerusalén, será ciento por ciento piedra, y esa piedra será una piedra preciosa. Además de la salvación, necesitamos la transformación. Aunque la salvación puede ocurrir en un instante, la transformación es un proceso que dura toda la vida. Yo he estado más de cincuenta y dos años en este proceso, y aún me encuentro en el proceso de ser transformado. Sé que todavía tengo cierta cantidad de madera. Sin embargo, tengo la certeza de que la madera que todavía queda será petrificada, es decir, se convertirá en piedra.
La Biblia revela que Cristo es tanto el Cordero como la piedra (Jn. 1:29; Hch. 4:10-11). Es muy común que los cristianos alaben al Señor, diciendo: “¡Digno es el Cordero! ¡Aleluya al Cordero! ¡Gloria al Cordero! ¡Alabado sea el Cordero!”. Sin embargo, nunca hemos escuchado a alguien alabarle diciendo: “¡Aleluya a la piedra! ¡Digna es la piedra! ¡Alabado sea la piedra! ¡Gloria a la piedra!”. Al parecer el cristianismo a lo largo de la historia no ha conocido a Cristo como la piedra ni le ha alabado como tal. Un día el Señor Jesús les dijo a los fariseos que lo rechazaban: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos’?” (Mt. 21:42). Cuando los fariseos rechazaron a Cristo, también rechazaron la piedra angular. Cuando Pedro predicó el evangelio, también habló de Cristo como la piedra angular. Según Hechos 4:10 y 11, Pedro dijo: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre. Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo”. Todos los cristianos saben que el Señor Jesús es el Salvador, pero muy pocos saben que Él también es la piedra. Él es tanto el Cordero crucificado como también la piedra rechazada.
La teología cristiana hace mucho hincapié en el asunto fundamental de la redención. Sin embargo, los teólogos no ven el asunto de la edificación y, por tanto, no hablan de ello. Por esta razón, la teología recalca que Cristo es el Cordero, pero pasa por alto el hecho de que Él es la piedra. Cristo no sólo es el Cordero que nos redime, sino también la piedra útil para la edificación. La meta es la edificación, no la redención. La redención es parte del proceso necesario para alcanzar la meta.
Podemos comprobar que Cristo es tanto el Cordero como la piedra al comparar Apocalipsis 5:6 con Zacarías 3:9. Apocalipsis 5:6 nos muestra que Cristo es el Cordero que tiene siete ojos, y Zacarías 3:9 nos muestra que Él es la piedra que tiene siete ojos. Por lo tanto, los siete ojos del Cordero son los siete ojos de la piedra. Esto demuestra que el Cordero es la piedra y que la piedra es el Cordero. Además, revela que la redención de Cristo tiene como objetivo la edificación. Cristo no sólo es el Cordero que nos redime, sino que también es la piedra útil para el edificio de Dios.
Con respecto a Cristo como la piedra, hay tres aspectos principales: la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera, la piedra de coronación. Debajo del edificio está la piedra de fundamento, y arriba del mismo está la piedra de coronación. Entre el fundamento y la piedra de coronación tenemos la piedra angular, la cual une las paredes y sostiene la piedra cimera. Por consiguiente, si tenemos la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera, tenemos la estructura completa del edificio. Cristo, como la piedra de edificación, está abajo y arriba, y también es el elemento que une y sostiene. Él lo es todo en el edificio de Dios. Más aún, Cristo es también la piedra viva (1 P. 2:4). Todo lo que tiene vida crece, se multiplica y produce fruto. Por lo tanto, Cristo como la piedra apta para el edificio de Dios, no sólo es el fundamento, la esquina y la piedra de arriba, sino también Aquel que está creciendo y produciendo algo. Él nos produjo a nosotros, y ahora está creciendo en nosotros para hacernos piedras vivas útiles para el edificio de Dios (v. 5).
Cristo lo es todo en el edificio de Dios. Cristo es el templo de Dios, la morada eterna de Dios. En este edificio Cristo es la piedra de fundamento, la piedra angular, la piedra cimera y la piedra viva con miras al aumento. Así pues, por debajo, por encima, por todos lados y en todas las esquinas, tenemos a Cristo. Finalmente, este Cristo es la iglesia. La iglesia es el edificio que tiene a Cristo como el fundamento, la piedra angular, la piedra cimera, la pared que crece y, finalmente, como todo el edificio. Éste es el núcleo de la Biblia, Cristo y la iglesia.
Debemos experimentar todos los aspectos de Cristo como la piedra apta para el edificio de Dios. Si lo experimentamos en estos aspectos, tendremos un edificio completo. Este edificio es sencillamente Cristo mismo. El hecho de que Cristo es la piedra de fundamento no es una doctrina, sino algo que debemos experimentar. Aparte de la vida de iglesia, no podemos experimentar a Cristo como la piedra de fundamento. Asimismo, fuera de la vida de iglesia, no es posible experimentarlo como la piedra angular, mucho menos como la piedra cimera. En los primeros días de la vida de iglesia en Alemania, ustedes hermanos probablemente no tenían mucha experiencia de Cristo como la piedra de fundamento. Pero después de que los vientos tempestuosos empezaron a soplar y empezaron a presentarse ataques contra la iglesia, ustedes se dieron cuenta de que no podían ser una iglesia sin un fundamento. Así pues, tuvieron que experimentar a Cristo de manera que pudieran soportar la tormenta y la corriente. Ésta es la experiencia de Cristo como el fundamento. ¡Alabado sea el Señor porque en Stuttgart ya fue puesto el fundamento!
Poco a poco, después de que fue puesto el fundamento, ustedes empezaron a experimentar a Cristo como la piedra angular, es decir, como Aquel que une todo el edificio. No basta con que las paredes sean sólidas, también es preciso que estén unidas. Las paredes se unen cuando usted experimenta a Cristo como el elemento que une, es decir, como la piedra angular. Esto es mucho más que una doctrina, ello se trata de una experiencia muy real.
Aunque usted puede tener a Cristo como la piedra de fundamento y como la piedra angular, tarde o temprano comprenderá que todavía está al aire libre. ¿Qué lo protegerá de la lluvia? No sólo necesitamos un sólido fundamento y una piedra angular fuerte, sino también una piedra cimera. No es un asunto sencillo el que Cristo sea la piedra cimera. Zacarías 3:9 revela que la piedra cimera tiene una inscripción grabada. La acción de grabar alude a algún tipo de sufrimiento. Nada fue grabado en la piedra de fundamento ni en la piedra angular. Pero lo que ha sido grabado en la piedra cimera la hace bella. La belleza del edificio reside principalmente en la piedra cimera, y esta belleza proviene de la acción de grabar o cortar. Este asunto es profundo y muy significativo.
Con relación a la edificación del primer templo, no se menciona la piedra cimera. Es únicamente en la época de la reedificación del templo que la Biblia nos habla de la piedra cimera. De hecho, no se menciona allí ninguna otra piedra. Aunque el templo que fue reedificado era pequeño en tamaño, su belleza era mayor que la del templo anterior. A los ojos de Dios, el templo reedificado era hermoso y precioso. La iglesia que fue edificada el Día de Pentecostés era bastante grande, pero su piedra cimera no era tan hermosa. Posteriormente, la iglesia sufrió daño. Ahora, al final de esta era, el Señor está reedificando la iglesia. Aunque en tamaño es más pequeña que la iglesia del Día de Pentecostés, tiene una piedra cimera con muchas inscripciones. Estas inscripciones son la belleza de la iglesia de hoy que ha sido recobrada. Los santos de la iglesia en Stuttgart deben sentirse muy animados, porque la iglesia en su localidad tiene cierta medida de belleza.
Espero que muchos de ustedes tengan un sueño espiritual acerca del edificio de Dios. Espero que en su sueño ustedes vean la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera con sus hermosas inscripciones. Hoy en día en la iglesia reedificada, tenemos la piedra cimera con sus inscripciones. Cuando les hablo de tener un sueño espiritual, no les estoy diciendo tonterías. Según el libro de Génesis, José tuvo dos sueños espirituales (Gn. 37:5-9). En el primer sueño, las demás gavillas se inclinaron ante su gavilla. En el segundo sueño, el sol, la luna y las once estrellas le rindieron reverencia. José tuvo estos sueños mucho antes de que empezara a reinar en Egipto. De igual manera, antes de que nosotros podamos tener la verdadera vida de iglesia, necesitamos tener algunos sueños. Espero que ustedes sueñen día y noche con la piedra de fundamento, con la piedra angular y con la piedra cimera. Finalmente, un día sus sueños se harán realidad.
Hasta ahora hemos recibido una visión panorámica del Antiguo Testamento. En principio, debemos llegar a conocer la Biblia de la misma manera en que hemos llegado a familiarizarnos con una ciudad. Primero debemos ver un esquema general y luego familiarizarnos con las calles principales. Si en lugar de ver un esquema general de la ciudad, usted empezara aprendiendo dónde están las calles pequeñas y los callejones, se perdería y nunca llegaría a conocer la ciudad de modo general. De la misma manera, si usted trata de conocer la Biblia, estudiándola primero versículo por versículo, se perderá. Ni siquiera sabrá por dónde ir en el primer capítulo de Génesis. Por ejemplo, Génesis 1:2 dice que las tinieblas estaban sobre la superficie del abismo. Al leer esto, tal vez usted se pregunte cuáles son las tinieblas y luego qué es el abismo. Queriendo averiguar esto, probablemente consulte en una concordancia y después en un diccionario bíblico. Si estudia la Biblia de esta manera, se tardará mucho tiempo nada más para terminar los primeros versículos del primer capítulo de Génesis. Si opta por este método, jamás llegará a conocer la Biblia. La mejor manera de conocer la Biblia consiste primeramente en recibir una visión panorámica y ver el núcleo de la Biblia, que es Cristo y la iglesia. En los primeros tres capítulos de Génesis, tenemos a Cristo, y en los cuarenta y siete capítulos restantes, vemos la iglesia. En Éxodo tenemos el tabernáculo; en 1 Reyes, tenemos el templo; y en Esdras, Hageo y Zacarías, tenemos el templo reedificado. Ésta es una visión panorámica del Antiguo Testamento.
Ahora llegamos al Nuevo Testamento. Lo primero que debemos hacer es averiguar quién es Cristo y qué es Cristo. ¿No les suena un poco extraño hablar acerca de qué es Cristo? Debido a que Cristo es tan maravilloso y todo-inclusivo, no sólo debemos hablar de quién es Él, sino también de qué es Él. Cuando decimos que Cristo es Dios y hombre, estamos hablando acerca de quién es Cristo. Pero cuando decimos que Cristo es la luz y la puerta, estamos hablando acerca de qué es Cristo. En este mensaje veremos quién es Cristo en Su divinidad. En el siguiente mensaje veremos quién es Cristo en Su humanidad.
En cuanto a quién es Cristo en Su divinidad, mencionaremos siete asuntos. Primero, Cristo es Dios. Ciertas personas que se hacen llamar cristianos no creen que Cristo es Dios. Entre ellos están los Hijos de Dios y los modernistas. Hace aproximadamente veinticinco años cierto grupo de supuestos cristianos en Manila, quienes no creían que Cristo era Dios, enviaron cuatro representantes para que me visitaran. Dos de ellos eran médicos, otro era abogado y otro era contador. Ellos vinieron a verme con la intención de demostrar que Cristo no era Dios. Yo los remití a Juan 1:1, que dice: “En el principio era el Verbo [...] y el Verbo era Dios”, y a Juan 1:14, que dice: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”.
A lo largo de los siglos, han habido muchos debates en cuanto a la persona de Cristo, especialmente en cuanto a Su divinidad. Algunos de los que negaban que Jesús es Dios argumentaban que Cristo era un buen hombre que llegó a ser Dios después de la resurrección. Esto es una herejía. La Biblia dice que en el principio, esto es, en la eternidad pasada, nuestro Cristo era Dios. Él es nada menos que Dios mismo. Aunque Cristo es Dios, ello no significa que tengamos dos Dioses. Tenemos un solo Dios, el único Dios. Cristo es nuestro único Dios. Los judíos incrédulos, quienes eran obstinados, no creían que Cristo fuera Dios. Si hubieran creído esto, se habrían convertido. Pese a que los judíos incrédulos se niegan a reconocer que Cristo es Dios, nosotros creemos que Él es Dios porque la Biblia nos lo dice. Romanos 9:5 dice: “Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”. Nuestro Cristo es el propio Dios, quien está sobre todas las cosas.
Segundo, Cristo es el Creador. Hebreos 1:10 dice: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos”. El propio Dios nuestro Creador, Aquel que creó los cielos y la tierra, es Cristo.
Tercero, Cristo es el Señor. Los cielos y la tierra le pertenecen. Nosotros también le pertenecemos. Todas las cosas tienen un dueño, un poseedor. El dueño del universo es Jesús el Señor. Él es dueño de los cielos, Él es dueño de la tierra, y Él es dueño de usted y de mí. Si no cree en Jesús, entonces usted es una persona que no tiene dueño. ¡Cuán lamentable sería esto! Aquellos que no tienen dueño no reciben ningún cuidado ni protección. Si usted no cree en Jesús, no tiene al Señor como su dueño. Sus padres no son sus dueños; su dueño tampoco es su esposo o esposa. El Señor Jesús debe llegar a ser su dueño. Si usted le recibe, Él vendrá a ser su dueño. Usted vendrá a ser Su posesión y Él cuidará de usted. ¡Qué bueno es tener a esta persona que nos posee!
Consideren el ejemplo de mi reloj. Si mi reloj no tuviera dueño, no recibiría ningún cuidado ni protección. Debido a que soy dueño de mi reloj, lo cuido mucho. Si no estuviera en el lugar correcto, no tendría la paz para dormir en la noche. Si yo cuido mi reloj de esta manera, ¿cuánto más no cuidará el Señor a aquellos que posee? ¿Quién cuida de usted? Si no tiene a Jesús, usted no tiene un Señor ni le pertenece a nadie. ¡Cuán agradecido estoy por tener a Jesús! Él es mi Señor y Él cuida de mí.
Cuarto, Cristo es Jehová, el Eterno. De eternidad a eternidad, Él es Jehová. El nombre de Jehová significa Aquel que era, Aquel que es y Aquel que será. El nombre de Jesús incluye el nombre de Jehová, pues significa Jehová el Salvador.
Quinto, Cristo como el Hijo es el Padre. Aquellos que retienen las enseñanzas tradicionales se sienten muy confundidos cuando nosotros decimos que Cristo el Hijo es el Padre. Sin embargo, no me interesa la tradición ni la historia; lo único que me interesa es la palabra pura de la Biblia. Isaías 9:6 dice: “Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado [...] Se llamará Su nombre [...] Dios Fuerte, Padre Eterno”. En este versículo se mencionan el niño y el Hijo. El niño nos es nacido, y el Hijo nos es dado. Como todos sabemos, el niño era Jesús, quien nació en el pesebre de Belén, y el Hijo es el Hijo de Dios que nos ha sido dado. El niño que nació en el pesebre es llamado Dios Fuerte, y el Hijo es llamado Padre Eterno. Esto claramente nos muestra que el Hijo es el Padre. Sin embargo, según las enseñanzas tradicionales, es una herejía decir que el Hijo es el Padre. Por esta razón, me han acusado de enseñar herejías cuando cito Isaías 9:6 para mostrar que el Hijo es llamado el Padre eterno. Algunos de los difamadores puede que digan: “El Hijo es el Hijo, y el Padre es el Padre. ¿Cómo puede usted afirmar que el Hijo es el Padre? Hacer tal afirmación es una herejía”. Sin embargo, no me importan las tradiciones ni las enseñanzas de los hombres, sino únicamente lo que dice la Biblia en Isaías 9:6. ¿No se menciona el Padre en Isaías 9:6? Por supuesto que sí. ¿Es el Padre mencionado en este versículo diferente del Padre santo que forma parte de la Deidad? Si usted dice que el Padre de Isaías 9:6 es diferente del Padre de la Deidad, entonces afirma que tiene dos Padres divinos, y se constituiría en un hereje. Tal vez en su mentalidad todavía se aferre al concepto de que el Hijo es el Hijo y de que el Padre es el Padre, y a que no debemos afirmar que el Hijo es el Padre. Si usted dice que es equívoco afirmar que el Hijo es el Padre, entonces no cree completamente lo que dice Isaías 9:6.
Recientemente, los opositores en sus escritos dijeron: “Debemos adherirnos a lo que dice la iglesia histórica. A través de los siglos, la iglesia siempre ha dicho que el Hijo es el Hijo y que el Padre es el Padre. Decir otra cosa es desviarse de la iglesia histórica. Las iglesias locales y Witness Lee se han desviado de la enseñanza de la iglesia histórica”. Sin embargo, no somos los primeros en desviarnos de la iglesia histórica. ¿Qué diríamos de Martín Lutero? En su época la iglesia no creía en la justificación por la fe. Cuando Lutero vio el asunto de la justificación por la fe en las Escrituras, él se apartó de la iglesia histórica. Si no hubiera hecho esto, nada habría sido recobrado. Sin esta desviación, ¿cómo podría haber venido la reforma? Cada vez que el Señor recobra cierto asunto, ello constituye una desviación de la iglesia histórica.
Aquellos que afirman que la iglesia histórica jamás ha enseñado que el Hijo es el Padre son los mismos que se aferran al credo formulado por el Concilio de Nicea. Ellos dicen: “El Credo de Nicea no enseña que el Hijo es el Padre”. Esto me hace recordar un proverbio que dice: “Si tus zapatos fueran más pequeños que tus pies, ¿te comprarías un nuevo par de zapatos o te cortarías los pies para seguir usando los mismos zapatos?”. Si tus pies son demasiado grandes para tus zapatos, no deberías cortarte los pies para que se ajusten al tamaño de los zapatos, sino que más bien deberías comprar un nuevo par de zapatos. Sin embargo, hoy los opositores están tratando de cortarse los pies para seguir poniéndose los mismos zapatos. Lo que ellos tienen es un credo pequeño y estrecho, un credo que es más pequeño y más estrecho que la Biblia. Sin embargo, puesto que no están dispuestos a deshacerse de su credo, prefieren cortar la Biblia para que se ajuste a su credo. Sin embargo, a mí me han condenado porque prefiero conservar la Biblia completa. ¿Creen ustedes en toda la Biblia, incluyendo Isaías 9:6? ¿Creen lo que dice Isaías 9:6 en cuanto a que el Hijo es llamado Padre eterno? Si no creen en esto, eso significa que están cortando la Biblia para que concuerde con su credo. Yo les aconsejo que desechen esos pequeños zapatos y se compren un par de zapatos más grandes. No sufran tratando de cortarse los pies para que se ajusten al tamaño de sus zapatos. Hoy en día aquellos que se adhieren a las enseñanzas tradicionales están cortando la Biblia. Sin embargo, alabamos al Señor por Isaías 9:6. El niño es el Dios Fuerte, y el Hijo es el Padre Eterno. Nuestro Cristo es Dios, el Creador, el Señor, Jehová y el Padre Eterno.
Sexto, Cristo es el Hijo. No hay discusión al respecto. Cristo, como el Hijo, es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). Más aún, en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (2:9). Como el Hijo, Él es la corporificación y expresión del Padre.
Séptimo, Cristo es el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Ningún credo es lo suficientemente grande como para incluir Isaías 9:6 y 1 Corintios 15:45. ¿Quién es el Espíritu vivificante del cual se habla en 1 Corintios 15:45? Sin duda alguna, es el Espíritu Santo. Cristo, el postrer Adán, llegó a ser este Espíritu vivificante. ¿Es este Espíritu vivificante diferente del Espíritu en la Deidad? Por supuesto que no. Si usted dice que este Espíritu vivificante es diferente del Espíritu en la Deidad, entonces es un hereje por afirmar que hay dos Espíritus vivificantes. En 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. El Señor aquí es Jesús. Por lo tanto, Jesús es el Espíritu.
Algunos cristianos dicen: “Si el Hijo es el Padre y el Señor es el Espíritu, entonces ¿son Ellos uno o son tres?”. La respuesta es que Ellos son uno y al mismo tiempo tres. Aunque no puedo explicar esto, sí sé que son uno y a la vez tres porque la Biblia nos lo dice. Al respecto, todos debemos adoptar la actitud de Martín Lutero, quien dijo:
Los que descuidan las Escrituras y tratan tales asuntos [como la Trinidad] confiando en su propio intelecto son maestros de Dios, no Sus discípulos [...] Si es perturbado por razonamientos y surgen preguntas como las de los turcos: ¿Hay entonces dos dioses? Responda: Sólo hay un Dios, y al mismo tiempo existen el Padre y el Hijo. ¿Cómo es esto posible? Responda con humildad: No lo sé.
La Trinidad es un misterio. El Padre, el Hijo y el Espíritu son uno y a la vez tres. No sabemos cómo puede ser esto, ni debemos tratar de saberlo. Tratar de hacer esto es como querer ser el maestro de Dios. Dado que la Trinidad es un misterio, nadie puede entenderla adecuadamente. Lo único que debemos hacer es creer en este hecho según la Biblia. La Biblia dice que hay un solo Dios, y nosotros decimos: “¡Aleluya, hay un solo Dios!”. La Biblia dice que este Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu, y nosotros decimos: “¡Aleluya, nuestro Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu!”. Asimismo, la Biblia nos dice que el Hijo es llamado el Padre y que el Señor es el Espíritu. A esto, también debemos decir: “¡Amén!”.
En este mensaje hemos visto siete asuntos relacionados con la divinidad de Cristo. Vimos que Cristo es Dios, el Creador, el Señor, Jehová, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Ahora quisiera preguntarles lo siguiente: ¿cuántos tiene usted en su experiencia? ¿Tiene usted primero a Dios, y después al Creador, al Señor, a Jehová, al Padre, al Hijo y al Espíritu? No, en nuestra experiencia no son siete, sino uno solo. En nuestra experiencia Dios es el Creador, el Creador es el Señor, el Señor es Jehová, Jehová es el Padre, el Hijo es llamado el Padre, y el Hijo también es el Espíritu. ¡Aleluya, tenemos a una persona que es todo-inclusiva! Si ustedes ejercitan su mente para tratar de entender este asunto, dirán que son siete, porque su mente ha sido saturada y llena de enseñanzas tradicionales. Según esta línea de pensamiento, usted primero tiene a Dios el Padre, y después al Hijo y al Espíritu. Para usted, el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Si bien no se atrevería a afirmar esto, en lo profundo de su ser abriga este concepto, aunque no se dé cuenta ni esté consciente de ello. La razón por la cual muchos abrigan este concepto es que han absorbido demasiado el ajo de las doctrinas tradicionales. No tienen el aire fresco de la Palabra pura de la Biblia. Según la Palabra pura de la Biblia, nuestro Dios es Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Más aún, la Palabra pura revela que el Hijo es llamado el Padre y que el Señor es el Espíritu. Por lo tanto, no tenemos tres Dioses; simplemente tenemos un solo Dios. Nuestro Cristo es todo-inclusivo. Si le tenemos a Él, tenemos a Dios, al Creador, al Señor, a Jehová, al Padre, al Hijo y al Espíritu. Todo lo que el Ser Divino es, nosotros lo tenemos en Cristo. Este Cristo llegó a ser nuestro Salvador, nuestra vida y nuestro todo. Al comer y disfrutar a este Cristo, llegamos a ser los materiales útiles para la edificación de la casa de Dios.