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Mensajes del libro «Núcleo de la Biblia, El»
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CAPÍTULO DOCE

CRISTO EN SU HUMANIDAD

EL SIGNIFICADO DEL RECOBRO

  Estamos en el recobro del Señor. Debido a que estamos en Su recobro, debemos saber lo que significa la palabra recobro. Ser recobrado es permitir que el Señor nos lleve de regreso al principio. En el principio, sólo teníamos al Señor mismo y la Palabra pura y viva. Sin embargo, el cristianismo se desvió tanto del Señor como de la Palabra viva, convirtiéndose en una religión de doctrinas. En el cristianismo hay muy poco del Señor. La mayoría de los cristianos tiene al Señor Jesús únicamente como su Redentor y Salvador, mas no a Cristo como su todo. Algunos tienen a Cristo sólo de nombre, mientras que otros lo tienen en doctrina, pero no en un sentido todo-inclusivo ni tampoco tienen la Palabra viva, pura y completa. En vez de ello, conservan lo que la gente llama credos, los cuales abarcan sólo parte de la Biblia. En el recobro del Señor, no nos interesan los credos, sino únicamente ceñirnos a la Biblia en su integridad. Por muy bueno y acertado que sea un credo, éste jamás puede abarcar todas las Escrituras. Si ustedes prestan atención a los credos y no a la Biblia, sin duda tendrán carencias.

  Hace cincuenta años, vimos que teníamos que volver al principio, al Señor mismo y no a ninguna clase de religión, incluyendo la religión del cristianismo. Además de esto, vimos que teníamos que regresar a la Biblia entera, y no sólo a una parte de ella. Por esta razón, nunca hemos seguido nada a ciegas. Todo lo que observábamos en el cristianismo, se lo presentábamos al Señor y orábamos al respecto. Luego lo examinábamos a la luz de la Biblia para ver si realmente concordaba con las Escrituras. Estudiamos todo cuidadosa y minuciosamente a la luz de la Palabra viva, completa y pura de la Biblia.

  En la época de Martín Lutero, los que se hacían llamar cristianos en la iglesia histórica habían perdido, en su mayoría, al Señor mismo y habían sido privados de la Biblia. Por lo tanto, el Señor levantó a Martín Lutero y lo trajo de regreso al Él mismo y a las Escrituras. En la Biblia Lutero vio el asunto de la justificación por la fe, lo cual contrastaba totalmente con lo que enseñaba el catolicismo. Lutero contendió por la justificación por la fe, la batalla fue ganada y la verdad de la justificación por la fe quedó firmemente establecida.

LA EXPERIENCIA DE CRISTO Y EL RECOBRO DE LA VIDA DE IGLESIA

  Sin embargo, aquello sólo fue el comienzo de la obra de recobro del Señor. ¿Qué diríamos acerca de la vida de iglesia? Ya han pasado más de cuatrocientos años desde la época de Martín Lutero. Aunque la justificación por la fe fue recobrada hace mucho tiempo, la vida de iglesia aún no había sido plenamente recobrada. La razón de esto es que la vida de iglesia procede de nuestra experiencia de Cristo. Para ser justificado por la fe no se requiere mucha experiencia; en tanto que creamos en Jesucristo, somos justificados. Pero si queremos practicar la vida de iglesia, necesitamos experimentar a Cristo. Comer el maná representa una experiencia que tenemos de Cristo. Como hemos visto, el tabernáculo surgió como resultado de comer el maná, es decir, de experimentar a Cristo. Asimismo, el templo fue el resultado de disfrutar el rico producto de la buena tierra. Esto comprueba claramente que la experiencia que tenemos de Cristo redunda en la vida de iglesia.

  La razón por la cual la vida de iglesia no ha sido practicada a través de los siglos es que los cristianos principalmente han recibido la doctrina de Cristo, pero lo han experimentado muy poco. Siempre que experimentamos a Cristo, espontáneamente deseamos la vida de iglesia. Si ustedes disfrutan y experimentan a Cristo en la mañana, desearán reunirse con otros cristianos en la noche. El disfrute que usted tiene de Cristo lo conducirá a la vida de iglesia. Cuando les hablo de experimentar a Cristo, me refiero al hecho de comerle, es decir, al hecho de disfrutar a Cristo como nuestro alimento y suministro de vida, y participar de Él como nuestro disfrute diario. Todos los que disfrutan a Cristo y le comen desean asistir a las reuniones de la iglesia. Cada vez que experimento a Cristo, esta experiencia me alienta e incluso me constriñe interiormente a buscar la vida de iglesia.

  A muchos cristianos no les interesa la vida de iglesia porque únicamente tienen una doctrina en su mente de las tres personas de la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero aunque retienen su doctrina, no experimentan al Dios Triuno. Para ellos, el Padre, el Hijo y el Espíritu están muy lejos de su experiencia. Es por ello que aunque algunos retienen la doctrina del Dios Triuno, siguen yendo al cine, bebiendo y bailando. Aparentemente, su doctrina no afecta su modo de vivir. Pero en cuanto oyen a alguien hablar del Hijo y del Espíritu de una manera distinta de su concepto, reaccionan para defender la enseñanza tradicional de la Trinidad. ¡Cuán lamentable es esta situación! Nosotros, por el contrario, queremos tener al Padre a quien podemos experimentar; al Hijo, quien es nuestro suministro de vida y disfrute diario; y al Espíritu, quien nos transforma y cambia todo nuestro ser. Si sólo tenemos la doctrina de la Trinidad, no sentiremos que nos hace falta la vida de iglesia. Pero si experimentamos al Dios Triuno, de inmediato sentiremos que necesitamos la vida de iglesia.

  Nosotros, en el recobro del Señor, sentimos la carga de practicar la vida de iglesia. No seguimos las tradiciones ni nos interesa hacerlo. Lo único que nos interesa es el Señor viviente y la Palabra viva. En la Palabra viva, vemos al Cristo todo-inclusivo. El Cristo todo-inclusivo no es un Cristo doctrinal. Él es nuestro disfrute a fin de que practiquemos la vida apropiada de iglesia. Por consiguiente, por causa de la vida de iglesia, necesitamos ver quién es Cristo y qué es Cristo.

TENEMOS AL PADRE CUANDO CONFESAMOS AL HIJO

  En el mensaje anterior, vimos siete asuntos relacionados con la divinidad de Cristo. Vimos que Cristo es Dios, el Creador, el Señor, Jehová, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Si tenemos al Hijo, también tenemos al Padre. En 1 Juan 2:23 dice: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Si el Hijo no fuera el Padre, ¿cómo es que tengo al Padre al confesar al Hijo? Por lo tanto, 1 Juan 2:23 demuestra que, en la experiencia, el Hijo es el Padre.

  Un día, mientras el Señor Jesús hablaba acerca del Padre, Felipe le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Jn. 14:8). Era como si Felipe dijera: “Señor, ciertamente queremos ver al Padre, si Tú nos lo muestras, estaremos satisfechos”. La pregunta de Felipe perturbó al Señor Jesús, y Él le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (v. 9). El Señor parecía estar diciendo: “Felipe, ¿de qué hablas? Tú me estás pidiendo que te muestre al Padre. Por más de tres años me has estado viendo. ¿Acaso no sabes que yo soy uno con el Padre? Cada vez que me ves, ves al Padre”. Cuando vemos al Hijo, vemos al Padre. ¡Qué necedad es ser tan doctrinales! Cada vez que confesamos al Hijo, tenemos al Padre. Ésta es nuestra experiencia.

INVOCAMOS AL SEÑOR Y RECIBIMOS AL ESPÍRITU

  Según nuestra experiencia también sabemos que cada vez que invocamos: “Oh, Señor Jesús”, recibimos al Espíritu. Aunque invocamos el nombre de Jesús, es el Espíritu quien viene. No invocamos al Espíritu Santo, sino que invocamos a Jesús. ¿Por qué entonces viene el Espíritu cuando invocamos a Jesús? Porque Jesús es el Espíritu. Cada vez que yo llamo a un hermano por su nombre, dicho hermano viene. A través de este ejemplo vemos que cuando invocamos el nombre de alguien, la persona viene. Asimismo, cuanto más invocamos el nombre de Jesús, más comprobamos que el Espíritu viene. Jesús es el nombre, y el Espíritu es la persona. Cuando yo invoco el nombre de Jesús, el Espíritu viene como la persona. Esto no es una doctrina, sino nuestra experiencia. Cada vez que invoco el nombre del Señor Jesús por unos cuantos minutos, me siento lleno del Espíritu y el Espíritu arde en mí. ¡Cuán maravilloso es el Señor Jesús! ¡Él lo es todo!

CRISTO COMO HOMBRE

  Ahora debemos ver quién es Cristo según Su humanidad. Cristo no sólo es Dios, sino también hombre. En 1 Timoteo 2:5 se nos habla de “Cristo Jesús hombre”. ¿Cómo puede Cristo ser Dios y al mismo tiempo hombre? La Biblia revela que Él es Dios y hombre. ¿Cree usted esto? ¿Puede entenderlo cabalmente? Por supuesto que no. ¡Hay una inmensa diferencia entre Dios y el hombre! Dios es Dios, y el hombre es el hombre. Sin embargo, Cristo es Dios y hombre al mismo tiempo. Cada vez que se le pida explicar esto, debe decir: “No puedo explicarlo cabalmente; pero sí sé que la Biblia dice que Cristo es tanto Dios como hombre”. Cristo es demasiado maravilloso como para que alguien lo explique. Si algo puede ser explicado, entonces ya no sería maravilloso. Cristo, quien es tanto Dios como hombre, es inexplicable y maravilloso.

LA SIMIENTE DE LA MUJER

  Cristo en Su humanidad es la simiente de la mujer (Gn. 3:15). Gálatas 4:4 dice: “Cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer”. A pesar de que Cristo es un hombre, Él es diferente a nosotros. Nosotros nacimos de un padre humano, pero Cristo no lo fue. Él nació de una mujer. Por un lado, Él necesitaba la naturaleza humana, pero por otro, no podía tener la naturaleza pecaminosa. Si hubiese nacido de un padre humano, no sólo habría tenido la naturaleza humana, sino también la naturaleza pecaminosa. Por lo tanto, Jesús nació de una mujer a fin de tener una naturaleza libre de pecado. Aunque era un hombre genuino, Él no tenía nuestra naturaleza pecaminosa. Como la simiente de la mujer, Él nació de una mujer sin la naturaleza pecaminosa. ¡Aleluya por la naturaleza humana de Cristo, una naturaleza libre de pecado!

LA SIMIENTE DE ABRAHAM

  Gálatas 3:16 señala que Cristo es la simiente de Abraham. Como la simiente de Abraham, Él hereda todo de parte de Dios como una bendición que puede otorgar a Sus creyentes. En Él, como la simiente de Abraham, nosotros disfrutamos de todas las bendiciones que Dios prometió a Abraham.

LA SIMIENTE DE DAVID

  Cristo es la simiente de David, el hijo de David (Mt. 1:1). Como el hijo de David, Él hereda el reinado y el reino.

EL SEGUNDO HOMBRE

  En 1 Corintios 15:47 dice: “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es del cielo”. Aquí vemos que Cristo es el segundo hombre. A los ojos de Dios sólo existen dos hombres: el primer hombre, Adán, y el segundo hombre, Cristo. No existe un tercer hombre. Como hombre, Cristo vino para ser el segundo hombre a fin de que hubiera un nuevo comienzo. El primer hombre fue rechazado por Dios, pero el segundo es agradable delante de Él. Aunque nosotros nacimos como parte del primer hombre, renacimos como parte del segundo hombre. En lo natural, nacimos en Adán, pero espiritualmente renacimos en Cristo. ¡Aleluya, ya no estamos en Adán, el primer hombre, sino en Cristo, el segundo hombre!

EL POSTRER ADÁN

  En 1 Corintios 15:45 dice que Cristo es “el postrer Adán”. Esto significa que Él es el Último y nadie más viene después de Él. Él no sólo es el segundo hombre, sino también el postrer Adán. Después del segundo hombre pareciera que podría venir un tercer y un cuarto hombre. Sin embargo, puesto que Cristo es también el postrer Adán, sabemos que después de Él no viene nadie más.

EL SALVADOR

  Cristo es también nuestro Salvador. Según Juan 4:42, a Él se le llama “el Salvador del mundo”. Nuestro Salvador es un hombre.

JESÚS

  Cristo es también un hombre llamado Jesús (Mt. 1:21). Él era un nazareno, y creció en el hogar de un carpintero (2:23; 13:55). Después que llegó a ser adulto, Él mismo también trabajó como carpintero.

EL CRISTO

  Cristo es también el Cristo, el Ungido de Dios. Como Jesús, Él es nuestro Salvador, y como Cristo, el Ungido de Dios, Él lleva a cabo el propósito de Dios. Él es tanto Jesús como el Cristo.

EL SEÑOR

  El hombre Jesús es también el Señor (Hch. 2.36). Muchos cristianos no entienden claramente los dos aspectos de Cristo como el Señor. Debido a que Cristo es Dios, el Creador, Él ya era el Señor antes de hacerse hombre. Un día, Él nació como un hombre llamado Jesús. ¿Cómo podía este hombre, un nazareno, ser el Señor? Hechos 2:36 dice que después de que Jesús fue resucitado y ascendió, Dios lo hizo Señor. Como Dios, Cristo ya era el Señor; pero, como hombre, Él aún necesitaba ser hecho el Señor. Por lo tanto, después de que Jesús ascendió a los cielos, Dios lo designó para ser Señor. Ahora el Señor no es solamente Dios, sino también un hombre, el hombre Jesús. Las palabras que Pedro habló en Hechos 2:36 fueron habladas a los judíos opositores, quienes habían crucificado a Jesús en la cruz. Aunque ellos lo crucificaron, Dios lo resucitó de entre los muertos, lo hizo sentar en el trono y proclamó a todo el universo que Él, el hombre Jesús, es el Señor. Hoy un hombre está en el trono como el Señor.

EL PROFETA

  Hechos 3:22 revela que Cristo es un Profeta, Aquel que habla por Dios. Este aspecto fue tipificado por Moisés, quien habló a los hijos de Israel de parte de Dios (Dt. 18:15, 18). Cristo habló por Dios a Sus discípulos cuando estuvo en la tierra. Hoy Él continúa hablando por Dios en nuestro interior.

EL APÓSTOL

  Cristo es también el Apóstol. Hebreos 3:1 nos dice que consideremos a Jesús, el Apóstol. Como el Apóstol, Cristo es Aquel que fue enviado por Dios.

EL SACERDOTE

  Hebreos 3:1 también nos muestra que Cristo es el Sacerdote. Como el Apóstol, Cristo viene a nosotros de parte de Dios, y como el Sacerdote, Él va a Dios de parte de nosotros. ¡Aleluya, Cristo es tanto Aquel que viene como Aquel que va! Él viene a nosotros junto con Dios y va con nosotros a Dios.

EL REY

  Cristo es también el Rey, e incluso el Rey de reyes (Ap. 17:14). Por lo tanto, Cristo es el Profeta, el Apóstol, el Sacerdote y el Rey. Esto no debiera ser una simple doctrina para nosotros; cada uno de estos puntos debe ser nuestra experiencia. ¿Alguna vez han experimentado a Cristo como su Profeta, Apóstol, Sacerdote y Rey?

EL CAPITÁN DE LA SALVACIÓN

  Hebreos 2:10 revela que Cristo es el Capitán de nuestra salvación. Muchos cristianos no tienen ninguna experiencia de Cristo como su Capitán. Por lo tanto, nosotros, que estamos en el recobro del Señor, necesitamos experimentarlo a Él en este aspecto. Cristo no sólo es nuestro Salvador, sino también nuestro Capitán, y nosotros somos Su ejército. Como nuestro Capitán, Él va adelante en la lucha, y ahora nosotros debemos seguirlo a Él, peleando la batalla.

EL MEDIADOR DE UN MEJOR PACTO

  Hebreos 8:6 dice que Cristo es el “Mediador de un mejor pacto”. Como el Mediador, Cristo en resurrección es el Ejecutor del nuevo pacto, el testamento nuevo, el cual Él nos legó por medio de Su muerte.

EL FIADOR

  Cristo es también el Fiador, el Garante, del nuevo pacto (He. 7:22). Él no sólo es el Garante, sino también la garantía de que todas las cosas que están en el testamento nuevo se cumplirán.

EL PRECURSOR

  Hebreos 6:20 describe a Cristo como el Precursor, Aquel que abrió el camino a la gloria. Todos estamos corriendo en la carrera de Dios, y el hombre Jesucristo es nuestro Precursor en esta carrera. Él ya corrió la carrera y entró detrás del velo, donde ahora está esperándonos. Nosotros necesitamos experimentar a Cristo como el Precursor y seguirle al correr la carrera.

EL MINISTRO DEL VERDADERO TABERNÁCULO

  En Hebreos 8:2 vemos que Cristo es el Ministro del verdadero tabernáculo, el tabernáculo celestial. Como tal Ministro, Él nos infunde los cielos (los cuales no sólo son un lugar, sino también una condición de vida), a fin de que recibamos la vida celestial y el poder para llevar una vida celestial en la tierra, como Él lo hizo mientras estuvo aquí. Este asunto es muy profundo.

EL PASTOR

  Cristo es también el Pastor (He. 13:20), el Príncipe de los pastores (1 P. 5:4). Cristo con todas las aptitudes mencionadas anteriormente es nuestro Pastor hoy, quien cuida del rebaño de Dios, el cual es la iglesia.

EL TESTIGO FIEL

  Cristo es también el Testigo fiel, Aquel que testifica a Dios (Ap. 1:5). Él es el Testigo vivo y fiel de Dios.

EL AUTOR DE NUESTRA FE

  Hebreos 12:2 dice que Cristo es el Autor de nuestra fe. Esto significa que Él es el Originador, el Inaugurador, la fuente y la causa de la fe. Aunque en nuestro hombre natural no tenemos fe, Él mismo es nuestra fe. Por consiguiente, nosotros vivimos por Su fe, esto es, en virtud de Él como nuestra fe (Gá. 2:20).

EL PERFECCIONADOR DE LA FE

  Hebreos 12:2 también revela que Cristo es el Perfeccionador de la fe. Esto significa que Él es el Consumador, el Completador, de la fe. Él concluirá lo que originó. Él completará lo que inauguró.

EL NOVIO

  Cristo es también el Novio (Jn. 3:29). Cuando Él regrese, juzgará la tierra y nos tomará como Su novia. Por lo tanto, a fin de regresar, Él tiene que ser el Novio.

EXPERIMENTAR A CRISTO EN SU HUMANIDAD

  Debemos experimentar todos estos aspectos de Cristo. En el pasado, conocimos a Cristo principalmente como nuestro Salvador y, doctrinalmente, como el Hijo de Dios. Nosotros tuvimos muy pocas experiencias de Él. Sin embargo hoy, por causa de la vida de iglesia, necesitamos experimentarlo en Su humanidad. ¿Alguna vez han experimentado a Cristo como el Profeta que habla por Dios en su interior? Leer la Biblia sin Cristo no es algo real ni viviente. Por lo tanto, necesitamos tener a Cristo como el Profeta de Dios que habla en nosotros. Quizás en el pasado ustedes no tenían a Cristo como Aquel que habla en ustedes. En ese entonces, su Cristo parecía estar muy lejos de ustedes. Pero puedo testificarles que mi Cristo habla constantemente en mí y me habla a mí. Él es mi Profeta.

  Cristo no sólo es Dios, sino también un hombre, y Su humanidad debe llegar a ser nuestra experiencia. No debemos tratar de imitarlo. Más bien, debemos disfrutarle diariamente en Su humanidad. Debido a que Cristo como hombre está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), podemos experimentarlo a Él cuando nos volvemos a nuestro espíritu. ¡Aleluya, Cristo está con nuestro espíritu! Cuanto más nosotros le experimentamos en Su humanidad, más llega a ser Su humanidad nuestra comida para nutrirnos. Finalmente, esta comida nos transformará y elevará nuestra humanidad.

  No tomen los aspectos de Cristo que hemos visto en este mensaje como una simple doctrina. En lugar de ello, considérenlos como aspectos que les recuerdan que deben experimentar a Cristo. Cuán bueno es experimentar a Cristo en Su divinidad como Dios, el Creador, el Señor, Jehová, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Al mismo tiempo, es muy bueno experimentarlo en Su humanidad como hombre, la simiente de la mujer, la simiente de Abraham, la simiente de David, el segundo hombre, el postrer Adán, el Salvador, Jesús, el Cristo, el Señor, el Profeta, el Apóstol, el Sacerdote, el Rey, el Capitán de la salvación, el Mediador, el Fiador, el Precursor, el Ministro, el Pastor, el Testigo fiel, el Autor y Perfeccionador de la fe, y el Novio. Cuanto más le disfrutemos en todas Sus riquezas, más seremos introducidos en la vida de iglesia. A medida que disfrutemos a Cristo y le experimentemos en todos estos aspectos, nuestro vivir constituirá la vida de iglesia. La iglesia no es una organización, sino una entidad constituida del disfrute que tenemos de las riquezas de Cristo. Éste es el núcleo de la Biblia.

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