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Mensajes del libro «Núcleo de la Biblia, El»
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CAPÍTULO DOS

EL NÚCLEO DE ÉXODO

  En el mensaje pasado vimos el núcleo de Génesis, que es Cristo y la iglesia. Cristo es la imagen de Dios, nuestra vida y Aquel que destruye al enemigo. En estos asuntos tenemos la divinidad de Cristo, la humanidad de Cristo y la obra redentora de Cristo. Hoy nosotros disfrutamos de la imagen de Cristo, de la vida de Cristo y de la obra destructora de Cristo. Este Cristo destruyó todo lo negativo, incluyendo el mundo, el pecado, la muerte y Satanás. ¡Cuán maravilloso es el Cristo que tenemos! La iglesia, la cual se compone de muchos Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob, es producida a partir de este Cristo maravilloso. Todas estas personas son los componentes de la vida genuina de iglesia. Si queremos ver lo que es la iglesia, debemos ver los aspectos más significativos de estas personas.

LA CASA DE ISRAEL ES UN CUERPO CORPORATIVO

  En el libro de Génesis vemos primordialmente individuos, tales como Abel y Enós. Sin embargo, con Jacob, el último de estos individuos, tenemos la casa de Jacob. Cuando llegamos al libro de Éxodo, el segundo libro de Moisés, ya no vemos individuos, sino exclusivamente la casa de Jacob, la casa de Israel. En Éxodo no vemos a los creyentes individuales, sino a la casa de Israel como un cuerpo corporativo. Esto es un tipo de la iglesia corporativa. En este libro Dios se relaciona con la casa, la congregación, no con individuos.

  Al comienzo del libro de Éxodo, la casa de Israel se encontraba en una condición caída en Egipto; todos los israelitas estaban esclavizados por los egipcios. Los israelitas estaban sufriendo este tipo de opresión, y necesitaban que Dios los liberara. Por consiguiente, el Señor intervino en su situación. Al venir a ellos, el Señor es representado por dos clases de personas.

CRISTO COMO EL ÁNGEL DE JEHOVÁ

  La primera de estas personas es el Ángel de Jehová. El Ángel que se le apareció a Moisés en Éxodo 3:2 no era un ángel común; Él era el Ángel de Jehová. La mayoría de los maestros de la Biblia reconocen que este Ángel es el Señor Jesús. En su traducción de la Biblia, J. N. Darby escribe con mayúsculas la palabra Ángel para indicar que este Ángel no es un ángel común, sino un Ángel extraordinario, quien es Cristo mismo. Según el versículo 6, este Ángel dice: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Por lo tanto, el Ángel de Jehová, quien vino a liberar a los hijos de Israel, es el propio Dios.

MOISÉS COMO UN TIPO DE CRISTO

  El Señor también vino a los israelitas por medio de Moisés, quien era un tipo de Cristo. En Deuteronomio 18:15 Moisés dijo: “Un profeta como yo te levantará Jehová, tu Dios, de en medio de ti, de tus hermanos; a Él oiréis”. El profeta al que se refería Moisés era Cristo (Hch. 3:20-26). Por consiguiente, Moisés era una sombra de Cristo. Cuando el Ángel de Jehová vino con Moisés a visitar a Israel, ello indicaba que el Señor mismo había venido como el Ángel y como Moisés. Hoy en día nosotros sabemos que Cristo vino a nosotros como el Ángel de Jehová para librarnos de la esclavitud, y como Moisés para hablarnos.

CRISTO ES EL CORDERO QUE REDIME Y ALIMENTA

  El Señor también mandó a la casa de Israel que preparara un cordero (Éx. 12:3), el cual también era un tipo de Cristo. Cuando Juan el Bautista vio que Jesús venía hacia él, dijo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). En el Antiguo Testamento el cordero fue inmolado el Día de la Pascua, y su sangre fue puesta en los postes de las puertas (Éx. 12:6-7). Después de esto los hijos de Israel comieron la carne del cordero “asada al fuego y panes sin levadura; [y] con hierbas amargas” (v. 8). El hecho de que la casa de Israel inmolara el cordero, pusiera la sangre en los postes de la puerta y comieran su carne, indica que nosotros debemos aplicar a Cristo a nuestra situación. Antes de que fuésemos salvos, no sólo estábamos bajo el cautiverio, sino que también nos encontrábamos bajo el juicio de Dios. Por esta razón, tuvimos que aplicar a Cristo para ser redimidos y también para ser liberados. Cristo es nuestro Redentor. Si aplicamos Su sangre a nuestros pecados, a los ojos de Dios estamos cubiertos por Su sangre y somos perdonados. Dios pasa por encima de nosotros porque estamos cubiertos por la sangre de Cristo.

  Estando bajo la sangre, disfrutamos a Cristo como el suministro de vida, pues comemos Su carne. Así, no sólo tenemos la sangre redentora, sino también la vida que nutre. Cristo es bueno para comer. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” y “el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:48, 57). Cristo no sólo es nuestro Redentor, sino también nuestra vida. No sólo somos redimidos por Su sangre, sino también nutridos por Su vida. Fíjense en el cuadro de la casa de Israel en Éxodo 12. Debido a que los israelitas estaban cubiertos por la sangre del cordero, Dios pasó por encima de ellos. Además, debido a que comieron la carne del cordero, ellos fueron nutridos y fortalecidos para salir de Egipto.

REDIMIDOS Y LIBERADOS

  En el libro de Éxodo vemos a Cristo como el Ángel libertador, como el Moisés que habla y como el cordero que redime y nutre. La casa de Israel disfrutó de todos estos aspectos de Cristo. Ellos disfrutaron tanto de la sangre del cordero como de la vida del cordero. Por medio de este disfrute ellos fueron liberados y recibieron la fuerza para salir de Egipto. Cuando los israelitas cruzaron el Mar Rojo, todo el ejército de los egipcios los siguió. Pero Dios los sepultó a todos bajo un torrente de agua, después de que la casa de Israel cruzó el mar como por tierra seca. Por lo tanto, los israelitas no sólo fueron redimidos del juicio de Dios, sino también liberados de la esclavitud de los egipcios. Cristo es el Ángel libertador, el Moisés que habla y el Cordero que redime con la sangre limpiadora y con la vida nutritiva y fortalecedora. Cuando aplicamos este Cristo a nuestra situación, somos redimidos, liberados y salvos de la esclavitud de Satanás. ¡Aleluya, somos libres!

LA PASCUA ES UN TIPO DE CRISTO

  En 1 Corintios 5:7 y 8 dice: “Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Estos versículos nos muestran claramente que la Pascua del Antiguo Testamento es un tipo de Cristo. Cristo es nuestra Pascua. Todos los días le disfrutamos como el pan sin levadura, como el elemento que está exento de pecado. Día a día festejamos, comiendo no solamente la carne del Cordero, sino también este pan sin levadura. Hemos escapado de Egipto, y hemos sido liberados de la esclavitud de Satanás. Ahora estamos libres para seguir al Señor por el desierto, donde ya no hay esclavitud.

DISFRUTAR A CRISTO COMO MANÁ Y COMO EL AGUA VIVA

  Sin embargo, mientras seguimos al Señor por el desierto, aún tenemos que comer y beber. Mientras los hijos de Israel viajaban por el desierto, Cristo vino a ellos nuevamente. Cuando ellos estaban en Egipto, Él vino a ellos como el Ángel, como Moisés y como el Cordero. Pero en el desierto Él vino como “una cosa menuda, redonda”, “como una semilla de culantro”, a fin de nutrirlos, fortalecerlos, saciarlos y vigorizarlos (Éx. 16:14-15, 31). La casa de Israel llamó maná a aquella cosa menuda y redonda (v. 31). Sin el maná, los israelitas no podrían haber viajado por el desierto. ¡Alabado sea el Señor porque día tras día Cristo vino de los cielos para visitarlos y nutrirlos!

  La Pascua ocurrió una sola vez, pero comer el maná fue algo que ellos hicieron diariamente. Cada mañana debemos alimentarnos de Cristo como el maná. De hecho, debemos disfrutar a Cristo al menos tres veces al día, comiéndole mañana, tarde y noche. ¿Disfruta usted a Cristo de esta manera? ¿Lo comió de desayuno esta mañana? Esta mañana mi desayuno físico consistió de un poco de pan alemán. Fue un alimento bastante sólido, pues me vigorizó, sació y fortaleció. Cristo es mucho más sólido que el pan alemán. Debemos disfrutarlo a Él diariamente como nuestro desayuno. Cristo también debe ser nuestro almuerzo al mediodía y nuestra cena en la noche. Él no sólo es nuestro Ángel, nuestro Moisés y nuestro Cordero, sino también nuestro maná diario y celestial.

  Cristo es también la roca de la cual fluye el agua viva (17:6). Cristo es nuestro alimento espiritual y nuestra bebida espiritual. En 1 Corintios 10:3 y 4 dice: “Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. ¡Oh, todos debemos disfrutar a Cristo a tal grado! Día a día, Él es el maná y también la roca que nos sigue. Cada vez que nos sintamos sedientos, podemos beber del agua viva que fluye de esta roca. Cristo, quien es el maná y la bebida celestiales, es ciertamente nuestro suministro diario. Ciertamente éste es el núcleo del libro de Éxodo. Hoy en día estamos disfrutando de este núcleo.

EL RESULTADO DE DISFRUTAR A CRISTO: LA MORADA DE DIOS EN LA TIERRA

  Hemos visto que la casa de Israel estuvo bajo esclavitud en Egipto y que Cristo vino como el Ángel, como Moisés y como el Cordero para redimirlos y liberarlos. En el desierto los israelitas fueron nutridos diariamente por el maná y el agua viva. Ahora debemos ver cuál es el resultado de este disfrute de Cristo. En Éxodo 19:4 el Señor dijo: “Vosotros visteis lo que hice con los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a Mí”. En Éxodo 25:8 vemos el propósito que Dios tenía al sacar a la casa de Israel de Egipto y traerla a Sí mismo. En este versículo el Señor le mandó a Moisés diciendo: “Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos”. Dios les dijo a los hijos de Israel que le edificaran un tabernáculo, y ellos en efecto le edificaron un tabernáculo. Este tabernáculo, la morada de Dios, también representaba a la casa de Israel.

EL DESEO DE DIOS ES RECOBRAR LA TIERRA

  Muchos cristianos tienen el concepto equivocado de que Dios desea morar en el cielo. Pero la Biblia revela que lo que Dios desea es morar en la tierra. Él no está satisfecho con Su morada celestial, sino que desea descender a la tierra. Tal vez usted ame el cielo, pero Dios ama la tierra. Es posible que usted quiera ir al cielo, pero Dios desea descender a la tierra. ¿Qué prefiere usted: el cielo o la tierra? Aunque la mayoría de cristianos ama mucho más el cielo que la tierra, Dios ama más la tierra que el cielo. Él no tiene ningún problema en el cielo, pero en la tierra tiene múltiples problemas. Dios anhela recobrar la tierra a fin de establecer allí Su morada.

  Dios creó al hombre con el expreso propósito de recobrar la tierra a fin de obtener una morada en la tierra. La época de Abel, la época de Abraham, e incluso la época de Jacob no fueron la época adecuada para que Dios estableciera Su morada en la tierra. Así que Él tuvo que esperar hasta que la casa de Israel llegara a existir, fuese liberada de Egipto y luego llevada al monte de Sinaí. Fue entonces que Dios le dijo a la casa de Israel que le edificara una morada en la tierra.

  El tabernáculo que los israelitas edificaron no sólo era un tipo de la iglesia, sino también un tipo de Cristo. Más aún, no sólo tipificaba al Cristo individual, sino al Cristo corporativo, al Cristo agrandado. Este tabernáculo era Cristo mismo agrandado para ser la morada de Dios sobre la tierra.

LA GLORIA DE DIOS LLENÓ EL TABERNÁCULO

  Cuando el tabernáculo finalmente fue edificado y erigido, fue lleno de la gloria de Dios. Éxodo 40:34 dice: “Entonces una nube cubrió la Tienda de Reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo”. Esto significa que el Dios de los cielos había venido a Su morada en la tierra. Este asunto es extremadamente significativo.

EL ÚNICO TABERNÁCULO EN LA ECONOMÍA DE DIOS

  La intención de Dios es obtener una morada en la tierra. Esta morada es el agrandamiento de Cristo, un agrandamiento que nos incluye a todos nosotros. La morada de Dios no es una persona individual, sino que son todos los creyentes corporativamente. En tipología, todos los hijos de Israel eran una sola entidad. El número de los israelitas probablemente ascendía a más de dos millones. Aunque eran tan numerosos, todos ellos eran absolutamente uno, pues seguían siendo una sola casa. Este grupo de más de dos millones de personas erigieron un solo tabernáculo. Es difícil creer que entre este grupo tan grande de personas simplemente hubiera un solo tabernáculo. Es probable que muchos piensen que tendría muchos inconvenientes el que tantas personas se reunieran alrededor de este tabernáculo, y sugirieran que lo mejor sería tener varias docenas de tabernáculos, y que se asignara cierto número de personas a cada uno de estos tabernáculos. Por ejemplo, si hubiesen veinticuatro tabernáculos, habría que dividir al pueblo en veinticuatro secciones, una sección para cada tabernáculo. Éste probablemente habría sido el plan según la sabiduría humana. Los cristianos de hoy probablemente sugerirían que hubiese más de cien tabernáculos para responder a la necesidad de este número de personas.

  Sin embargo, la economía de Dios es diferente de la sabiduría humana. Conforme a Su economía, hay un solo tabernáculo para más de dos millones de personas.

SU ASPECTO ERA PEQUEÑO PERO SU CONTENIDO ERA GLORIOSO

  Además, este único tabernáculo no era muy grande; todo lo contrario, sólo medía treinta codos de largo y diez de ancho. En otras palabras, medía aproximadamente cuarenta y cinco pies de largo por quince pies de ancho. Si nosotros hubiésemos estado allí, probablemente habríamos sugerido que se hiciera mucho más grande, quizás de cinco mil pies de largo por cincuenta pies de ancho. Sin embargo, la iglesia debe tener el aspecto de un tabernáculo pequeño. Todas las personas deben acudir a este tabernáculo. Si usted no lo hace, no podrá reunirse con Dios ni escuchar Su hablar, porque la presencia de Dios y Su oráculo sólo se encuentran en este tabernáculo. Aparte de este tabernáculo, Dios no habla en ningún otro lugar.

  En el libro de Éxodo vemos tanto a Cristo como también a la iglesia, el núcleo de este libro. Vemos a Cristo como el Ángel, como Moisés, como el Cordero, como el maná y como la roca de la cual fluye el agua viva. Cuando disfrutamos de este Cristo, finalmente llegamos a ser la casa de Dios, la morada de Dios en la tierra. La morada de Dios en la tierra no es muy grande; al contrario, es bastante pequeña. La característica sobresaliente del tabernáculo no es su grandeza, sino el hecho de que allí se encuentran la presencia y la gloria de Dios. En el tabernáculo se hallaban la gloria de Dios, Su hablar, Su luz y Su suministro de vida. Es preciso que veamos la diferencia entre la manera en que Dios hace las cosas y la manera en que el hombre las hace. El hombre siempre desea tener una apariencia grandiosa. Aunque el número de personas no sea significativo, al hombre le gusta construir una edificación grande para ellas. Dios procede de una manera diferente. Aunque el número de personas sea muy elevado —más de dos millones— Él sólo cuenta con un edificio pequeño.

UN SOLO EDIFICIO

  Cuando el tabernáculo fue erigido, los hijos de Israel eran una sola entidad. Así como el tabernáculo había sido erigido, ellos también habían sido edificados como un solo pueblo. El tabernáculo había sido edificado como una sola entidad. El tabernáculo no era un montón de materiales que habían sido recolectados. No, todo el material se había usado en la edificación y ahora era un solo tabernáculo. Esto nos muestra que todos los hijos de Israel habían sido edificados como una sola entidad. Así pues, el tabernáculo físico era un tipo, una señal. La verdadera morada de Dios en la tierra era la casa de Israel, la cual estaba representada por el tabernáculo.

  Por grande que sea el número de los hijos de Dios, todos ellos deben ser uno y ser un edificio pequeño. Nunca procuren ser grandes. Aunque la iglesia en Stuttgart pueda tener mil o incluso diez mil personas, todas ellas deben ser uno. No debe haber una gran iglesia, sino una iglesia que es pequeña en su aspecto. Sin embargo, el contenido de esta iglesia es la presencia de Dios, la gloria de Dios, el hablar de Dios, la luz de Dios y el suministro de vida de Dios. En lo que al aspecto externo se refiere, todo es pequeño, pero en el interior de este tabernáculo pequeño, vemos la gloria de Dios, escuchamos el hablar de Dios, somos iluminados por la luz de Dios y somos nutridos por la vida de Dios. Todos hemos tenido esta experiencia. Quizás en algún momento visitamos las grandes catedrales con sus altos campanarios, pero descubrimos que allí no había otra cosa que oscuridad y vacío. Sin embargo, después llegamos a un lugar donde había un grupo pequeño de cristianos reunidos como la iglesia y, aunque aparentemente todo era pequeño allí, en el interior vimos la gloria de Dios, escuchamos el hablar de Dios, fuimos alumbrados por la luz de Dios y disfrutamos del suministro de vida de Dios. Éste fue un testimonio de que dicho grupo de cristianos era la iglesia.

  Los que hemos sido redimidos y liberados por Dios, y ahora le seguimos en el desierto, debemos ser Su morada. Hoy nosotros, los redimidos de Dios sobre la tierra, debemos ser edificados conjuntamente para ser el tabernáculo de Dios. Por numerosos que seamos, debemos seguir siendo uno. Cada vez que nos reunamos, no debemos tener un aspecto grande y ostentoso, sino que interiormente debemos ser llenos de la gloria de Dios y de la presencia de Dios. En nosotros y entre nosotros debe estar el hablar de Dios, la luz de Dios y el suministro de vida de Dios. Ésta es la iglesia que ha sido edificada con personas que han sido redimidas y liberadas por Dios, y éste es el cuadro de la iglesia que se nos presenta en el libro de Éxodo.

  En el primer capítulo del libro de Éxodo, vemos cautividad, esclavitud, sufrimiento y aflicción. Pero al final del libro vemos un tabernáculo, la morada de Dios sobre la tierra, lleno de la gloria de Dios y de la presencia de Dios, junto con el hablar de Dios, la luz de Dios y la vida de Dios. Si comparamos el primer capítulo de Éxodo con el último, notaremos una gran diferencia entre ambos. Antes de ser salvos y edificados como iglesia, nos encontrábamos en Egipto, bajo cautiverio, esclavitud, sufrimientos y aflicciones. Mientras estábamos esclavizados, no teníamos a Dios, ni luz ni vida. Pero alabado sea el Señor porque cuando experimentamos a Cristo como el Ángel libertador, como el Moisés que habla, como el Cordero que redime, como el maná que nutre y como el agua que calma la sed, llegamos a ser la casa de Dios, la morada de Dios sobre la tierra. Esto es Cristo y la iglesia, el núcleo de Éxodo.

COMER A CRISTO Y LLEGAR A SER UNO EN CRISTO

  ¡Cuánto le pido al Señor que usted disfrute a Cristo todos los días! Todos los días debe disfrutarlo a Él como su maná para ser satisfecho y fortalecido. Hay un proverbio que dice: “Uno es lo que come”. Miren el caso de la casa de Israel. Día tras día ellos comieron maná. Después de comer maná por tanto tiempo, ellos llegaron a estar constituidos de dicho maná. Si comemos a Cristo cada día, llegaremos a ser Cristo, pues somos lo que comemos. Si disfrutamos a Cristo, comemos a Cristo, bebemos a Cristo y recibimos interiormente a Cristo, Cristo vendrá a ser nuestro elemento constitutivo. Cristo se forjará en cada parte de nuestro ser: en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Una vez que todos lleguemos a ser Cristo, seremos uno en Cristo y uno con Cristo. Entonces seremos edificados conjuntamente como el tabernáculo, la morada de Dios en la tierra. Si realmente hemos sido edificados como el tabernáculo de Dios, cada vez que nos reunamos en Cristo y con Cristo, Dios estará presente. Su gloria, Su hablar, Su luz y Su vida estarán con nosotros. Esto es Cristo y la iglesia. No enfaticen asuntos tales como el lavamiento de los pies y la práctica de cubrirse la cabeza. Ninguna de estas cosas es el núcleo de la Biblia. Como hemos dicho repetidas veces, el núcleo de la Biblia no es otro que Cristo y la iglesia.

  Todos hemos sido salvos y liberados por el Señor, y ahora le seguimos. Diariamente debemos comer y beber a Cristo, disfrutándolo como el maná y el agua viva. A medida que le disfrutamos de esta manera, llegaremos a ser Él. Nuestros pensamientos serán Sus pensamientos. De este modo, cada vez que nos reunimos, somos el agrandamiento de Cristo. No habrá ni viejos ni jóvenes, ni europeos ni americanos. Debido a que Cristo nos habrá transformado, Él será el todo y en todos (Col. 3:11). Si disfrutamos a Cristo como nuestro maná cada día, llegaremos a tener Su semejanza. Si todos tenemos la semejanza de Cristo, entonces cada vez que nos reunimos, somos Cristo. Nuestra unidad no radica en las doctrinas, en las creencias ni en las verdades que poseemos, sino más bien en el Cristo que experimentamos y disfrutamos cada día. Todos los días debemos aplicar a Cristo a nuestra situación y tomarlo en todas las necesidades que tengamos en nuestra vida diaria. Cuanto más lo hagamos, más seremos constituidos de Cristo y llegaremos a ser Cristo. Como resultado, espontáneamente seremos uno en Cristo y llegaremos a ser el Cristo agrandado. De este modo, dondequiera que estemos, seremos el único tabernáculo, la morada de Dios sobre la tierra, a fin de expresar a Cristo y satisfacer a Dios. Cristo es nuestro suministro diario. A medida que comemos y bebemos a Cristo, todos llegamos a ser el Cristo corporativo y seremos el tabernáculo de Dios sobre la tierra. Esto es Cristo y la iglesia como el núcleo del libro de Éxodo.

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