
Deseo dirigirme a todos aquellos que tienen entre trece y diecinueve años de edad. Estos siete años, que corresponden a la adolescencia de un ser humano, son los años dorados de su vida. Estos años son valiosos y cruciales, pues determinan el futuro de uno. Antes de cumplir los trece años de edad, quizás uno pudiera haber sido negligente, descuidado, ocioso e incluso malvado; y después de cumplir los diecinueve, podría permitirse algún error o maldad, aunque esto no está bien. Pero durante los siete años de adolescencia, uno no debe darse el lujo de cometer errores. Si lo hace, sería terrible y arriesgado, puesto que podría traerle serias consecuencias. ¡No desperdicien ni un sólo día de su juventud! Aprovechen cada día, cada hora, cada minuto e incluso cada segundo. Les ruego que tomen esto muy en serio.
Siete años son pocos y transcurren rápidamente. Si ustedes no consiguen formarse debidamente durante este tiempo, habrán arruinado su futuro. Si no aprovechan este período para echar un cimiento estable para su existencia humana, especialmente en lo que se refiere a la educación, no tendrán futuro. Si fracasan en sus estudios, les será muy difícil enmendar este error por más que lo intenten. Les será casi imposible, debido a que sus años de adolescencia habrán terminado.
Recuerden siempre que, en todo sentido, los años de adolescencia son valiosísimos. Por ejemplo, si no desarrollan un cuerpo sano durante estos años, cuando cumplan los veinte años, físicamente serán pequeños y frágiles. Para gozar de buena salud y tener un cuerpo bien desarrollado, deben cuidarse durante estos años, inclusive haciendo ejercicios físicos. Cuando uno solicita para alguna facultad de Medicina o de Derechos, es muy probable que le pregunten cuánto ejercicio físico hizo en los años de su juventud. Si uno no hizo ejercicio ni participó en ningún deporte, tal vez no lo admitan, aun cuando sus calificaciones hayan sido excelentes.
La vida humana tiene diversos aspectos, tales como la educación, la salud, el cuidado del cuerpo, la moral, la ética y la relación personal que uno tiene con el Señor. De todos éstos, el más importante es la relación con el Señor, lo cual también se gesta y forma durante la adolescencia. Es especialmente durante estos años que uno debe amar al Señor, buscarlo y seguirlo, porque después de este tiempo, le resultará muy difícil hacerlo.
Lo mismo se aplica al aprendizaje de un nuevo idioma. Después de los diecinueve años es casi imposible aprender cabalmente otra lengua. Yo diría que después de esta edad, lo mismo sucede con otras cosas semejantes. ¿Quieren ustedes sacar las mejores calificaciones? Háganlo durante su adolescencia. ¿Desean amar al Señor con todo su ser? Háganlo ahora, porque después de su juventud, les resultará difícil empezar a hacerlo. En general, después de estos años, nos resulta muy difícil emprender algo nuevo. Por lo tanto, amen al Señor en los años de su mocedad.
En cierta ocasión, Josué prolongó un día al ordenar al sol que se detuviera (Jos. 10:12-13). La manera de “hacer que el sol se detenga” es tomar cada día como si fuera un mes. No basta con realizar lo equivalente a un día de trabajo cada día; ustedes deben realizar en un día el equivalente a treinta días. Así, utilizarán un año como si fueran treinta. Tienen que esforzarse, luchar y laborar al buscar al Señor y amarlo, al leer la Biblia, al orar, al alabar y al hacer cualquier cosa.
¿Con cuánta intensidad siguen al Señor? Si responden que no lo buscan lo suficiente, eso implicaría que no han sido sabios. En realidad, el joven más sabio es aquel que siempre usa un día como si fueran treinta. Les digo esto muy en serio. No desperdicien ni una hora, ni siquiera un minuto de los años de su adolescencia, especialmente en lo que respecta a amar y buscar al Señor.
Probablemente hayan oído hablar del hermano Watchman Nee, como él, cuando era joven, tomó la decisión de leer el Nuevo Testamento cincuenta y dos veces en un año, o sea, una vez por semana. A la postre, nuestro hermano Nee se convirtió en un Nuevo Testamento viviente. Esto indica que él utilizó cada día como si fueran muchos, y por ende, cada año como si fueran muchos años. Les comparto este ejemplo para que ustedes hagan lo mismo. Con esta actitud, nunca malgastarían su tiempo, incluso cuando vayan a hacer ejercicios físicos. Deben presupuestar cada minuto de su tiempo, sus energías e incluso su respiración. Si hacen esto, cosecharán todos y cada uno de los beneficios del ámbito o reino espiritual.
Les aconsejo a todos ustedes que tengan la más alta estima por los años de su adolescencia. Aun si ya cumplieron dieciocho años, tienen todo un año por delante. Valoren ese año como si fueran cien, y sáquenle el máximo provecho. Si lo hacen, tendrán éxito en todas las áreas de su vida, inclusive en su búsqueda del Señor.
Son muchos los cristianos que han sido derrotados únicamente por no haber establecido un buen fundamento en muchas áreas de su vida. Consideren el mundo que nos rodea. En los Estados Unidos, hay muchos “don nadie”, meras entidades vivientes que apenas respiran, comen y duermen. Estas personas se hallan en esta condición porque no echaron un buen cimiento, un fundamento sólido que les permitiera tener éxito en la vida. Esto también ocurre en el ámbito espiritual. Si ustedes aspiran a tener éxito en esta área de sus vidas, deben valorar mucho sus preciosos años juveniles. No escatimen esfuerzos: sumérjanse en la Biblia todo lo posible, oren mucho y ejerzan su función en las reuniones. Esfuércense al máximo por hacer esto.
Pregunta: Si sabemos que el Señor es el único que satisface ¿por qué seguimos procurando hallar satisfacción en otras cosas?
Respuesta: Esta es una buena pregunta. Al comienzo de la Biblia vemos dos árboles. El primero es el árbol de la vida, que simboliza al propio Señor. A nuestro modo de ver, este árbol es todo lo que necesitamos. Entonces, ¿por qué había otro árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal? ¿Por qué había dos árboles, uno que simbolizaba al Señor, y el otro que representaba al mundo y todo lo que éste incluye?
A lo largo de la historia de la humanidad, siempre ha habido dos opciones en el universo. Aun hoy, a diario, ya sea en nuestra vida familiar, en nuestra vida escolar o en nuestra vida matrimonial, tenemos frente a nosotros dos opciones. Esto se debe a que hay dos fuentes en el universo. Una fuente es Dios, y la otra es Satanás. Satanás ya estaba ahí aun antes de que la tierra fuese restaurada y hubiese una nueva creación. En la creación original, Satanás era un arcángel, un siervo de Dios bajo Su autoridad. Sin embargo, él se rebeló y se convirtió en Satanás. El nombre “Satanás” en el idioma original, significa “adversario”, lo cual no alude a un enemigo externo sino a uno interno. Satanás se convirtió en el adversario de Dios, una especie de enemigo circunscrito a los límites del reino de Dios. Por lo tanto, desde entonces y hasta el fin de esta era, ha habido dos fuentes en el universo: Dios y Satanás.
Fue en estas circunstancias que el hombre fue creado, así que Dios tuvo que poner dos símbolos delante de Su criatura: el árbol de la vida, el cual simbolizaba a Dios, y el árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual representaba a Satanás. Hoy tenemos frente a nosotros al Señor mismo y algo más, el cual puede ser el mundo, el pecado, el yo, la carne o cualquier otra cosa negativa. Siempre estamos enfrentándonos a estas dos clases de cosas, pertenecientes a dos categorías distintas y provenientes de dos fuentes diferentes.
Cuando Dios creó al hombre le dio un libre albedrío. El no obligó a Adán a elegir el árbol de la vida. Dios simplemente le puso frente a dicho árbol y le advirtió que si tocaba o comía del otro árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal, moriría. Por tanto, debemos elegir el primer árbol, aquel que nos da vida.
Hoy ocurre lo mismo. El Señor está presente, y también se encuentran presentes muchas otras cosas que no son el Señor y que pertenecen a la segunda fuente. En la Biblia, e incluso en nuestro himnario, hay muchas advertencias que nos recuerdan que no debemos tomar nada que provenga de la segunda fuente. Debemos adherirnos, aun aferrarnos, a la primera fuente, a Dios mismo.
Pregunta: ¿Qué tipo de reuniones debemos celebrar en las universidades? Por lo general, tenemos estudios bíblicos semanales, pero son pocos los que asisten a ellas.
Respuesta: Deben asistir a las reuniones cuantas veces que les sean posibles, independientemente del tipo de reunión que sea. Asistir a una reunión una vez por semana es para cristianos mayores de sesenta años y no para los que tienen dieciséis años de edad. Por ser un anciano de ochenta y cuatro años de edad, quizás me sea suficiente asistir a una reunión por semana; aun así, asisto a todas las reuniones.
Las reuniones que se celebran en los recintos universitarios les pertenecen a ustedes. Es difícil decirles qué tipo de reuniones deben ser. Esto dependerá de la carga que sientan. Tienen que orar con apremio y llenos de anhelo. No hagan las cosas de una manera apresurada; tengan una meta específica para que todo lo que hagan tenga sentido. Deben valorar mucho estas reuniones semanales, pues invierten en ellas su tiempo, el cual no deben desperdiciar. Por lo tanto, oren mucho para entender en qué dirección el Señor los quiere guiar. Para decidir cómo proceder, también deben considerar la situación específica en la que se encuentran. ¿Tienen la carga de impartir Cristo a otros, o sea, de predicar el evangelio? ¿Conocen a algunos estudiantes que no sean creyentes? Deben considerar todos estos factores antes de tomar una decisión.
Independientemente de lo que ustedes hagan durante su adolescencia, no lo hagan a la ligera. Si se han dado cuenta de lo preciosos que son los años juveniles, será suficiente.
Pregunta: Yo no dediqué mucho tiempo a leer la Biblia durante mi juventud. ¿Qué debiéramos hacer nosotros los que tenemos más edad?
Respuesta: Lo siento mucho si ya pasó su adolescencia. Todos los que están en la universidad, debieran tomar a los adolescentes como modelo y ser tan diligentes y estar tan ocupados como ellos. Si usted no utilizó sus años juveniles apropiadamente, siga los ejemplos que tiene alrededor suyo y vuelva a ser un adolescente. El Señor Jesús nos dijo que aprendiéramos de los niños (Mt. 18:2-4). Aunque tengo ochenta años de edad, sigo esforzándome a diario por aprender de ellos. En cierto sentido he vuelto a ser un niño. Incluso aquellos que tienen cincuenta años de edad, debieran volver a ser como un adolescente. Aprendan de los modelos. Nosotros, los más ancianos, debemos amar al Señor como niños. Aprendamos de ellos y tengamos un nuevo comienzo.
¡Alabado sea el Señor! El Señor sea con ustedes y los bendiga mucho.