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Mensajes del libro «Nuestro espíritu humano»
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CAPITULO DIEZ

EJERCITANDO EL ESPIRITU

  Lectura bíblica: 1 Ti. 4:7; 2 Ti. 1:7; 4:22

  Primera de Timoteo 4:7 dice: “Ejercítate para la piedad”. Segunda de Timoteo 1:7 nos dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. Entonces 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”. Cuando ponemos juntos todos estos versículos, podemos ver que el ejercicio para la piedad depende del ejercicio del espíritu, donde está el Señor. Si usted tiene la intención de ejercitarse a sí mismo para la piedad, tiene que saber cómo ejercitar su espíritu porque el propio Dios está en su espíritu. Estos versículos son la base bíblica para el ejercicio del espíritu.

ANDANDO CONFORME AL ESPIRITU

  El andar cristiano es un andar conforme al espíritu (Ro. 8:4), el cual es nuestro espíritu mezclado con el Espíritu Santo (1 Co. 6:17). Hemos visto que podemos conocer este espíritu sintiendo los diferentes aspectos de la vida, de la paz o de la muerte. Todo lo que hacemos, todo lo que decimos, tenemos que hacerlo y decirlo por el espíritu, y no por el alma ni por la carne. En todo lo que hacemos, debemos volvernos al Señor. Puede ser que algunos cristianos piensen que volverse al Señor significa volverse a los cielos, pero volvernos al Señor en nuestra experiencia es volvernos al espíritu porque el Señor está en nuestro espíritu. Esto significa poner nuestra mente en el espíritu (lit., Ro. 8:6). Poner nuestra mente en el espíritu significa volvernos al Señor. Debemos alejarnos de la carne, del razonamiento, de la enfermedad y de los problemas. Aun el conocimiento bíblico y su enseñanza podrían ser una distracción de la cual nos debemos apartar. Día tras día hemos sido distraídos de nuestro espíritu por muchas cosas exteriores.

  Amar a la esposa no es malo, sino bueno. Considerar las enseñanzas bíblicas y buscar conocimiento es bueno, pero en nuestro amor, consideración y búsqueda, por lo general somos independientes del Señor. Ponemos nuestra mente, la cual representa nuestro yo, en tantas otras cosas en vez de en el Señor mismo en nuestro espíritu. Por lo general actuamos o por el alma o por la carne, y no por el espíritu. Todos debemos aprender esta práctica: pase lo que pase, debemos volvernos al Señor. Esto quiere decir volvernos al espíritu. Por un lado, niego mi mente, mi emoción y mi voluntad naturales e independientes, lo cual es mi yo. Por otro, aprendo a sentir el espíritu. Sólo actúo cuando siento que tengo la vida y la paz interiores. Hacer esto es ejercitar el espíritu. Todos debemos practicar el andar conforme al espíritu en esta forma.

  Romanos 7 nos muestra una persona tratando de ser buena, tratando de guardar la ley de Dios. La ley de Dios está fuera de nosotros. La persona en Romanos 7 estaba tratando, esforzándose y luchando para guardar la ley de Dios. Su intención, su pensamiento y su deseo eran dirigidos hacia fuera. Pero en Romanos 8, la dirección de esta persona ha cambiado. El nunca sería distraído por nada, ni siquiera por la ley de Dios. El no se dirige a nada más que al Señor mismo en su espíritu. En Romanos 8 tenemos que andar conforme al espíritu (v. 4). No hemos de esforzarnos o luchar para hacer el bien o guardar la ley por nosotros mismos. Simplemente se nos exhorta a que andemos conforme al espíritu. Lo hago todo y lo digo todo negando mi mente, emoción y voluntad y sintiendo al espíritu. Si tengo la vida y la paz, lo hago o lo digo. Si no tengo vida y paz, no lo hago ni lo digo. Esta es la forma de ejercitar el espíritu, de usar el espíritu.

UN CAMBIO DE ORGANO

  Muchos de nosotros simplemente no ejercitamos ni usamos nuestro espíritu. En nuestra vida diaria no nos importa nuestro espíritu ni le prestamos atención. Nos ocupamos de muchas cosas buenas y tratamos de hacer estas cosas buenas por nosotros mismos. Debemos tener un cambio, no de las cosas, sino del órgano. La pregunta es: ¿usa usted el alma o el espíritu?

  Por ejemplo, ya que soy cristiano, tengo que amar a mi hermano, así que cambio el odio en amor. Esto es un cambio de cosas. En cuanto a moralidad, este cambio está correcto. Hablando espiritualmente, no está tan correcto. Cuando yo odiaba a este hermano, lo odiaba con mi yo. Cuando amaba a este hermano también lo amaba en mi yo. Ahora tengo que cambiar por medio de ejercitar mi espíritu. Este es un cambio de órgano. Anteriormente, mi tratar con mi hermano era en el yo. Ahora tengo que cambiar mí tratar con este hermano para que sea el espíritu. Al cambiar el órgano, aprendo cómo ejercitar y usar mi espíritu.

  Si soy serio con el Señor, debo aprender cómo ejercitar mi espíritu. Primeramente debo rechazar mi mente, mi razonamiento, mi emoción y mi deseo. Simplemente dejo de ejercitar mí alma. Entonces comienzo a ejercitar mi espíritu. Mientras practiquemos esto día tras día, este ejercicio se convertirá en nuestro hábito.

EJERCITANDOSE ORANDO

  Tenemos que comenzar a ejercitar nuestro espíritu orando, porque el orar, en principio, es algo en el espíritu (Ef. 6:18). Para ejercitar sus ojos, usted tiene que ver. Para ejercitar sus pies, tiene que caminar. Mientras más camina más ejercita sus pies. De igual manera, la mejor manera de ejercitar su espíritu es aprender a orar.

APRENDIENDO A SENTIR EL ESPIRITU

  Quizás cuando usted comienza a orar, todavía está en la mente, en el alma. Pero si sigue orando, entrará dentro del espíritu. Aun en nuestra oración debemos negar la mente, la emoción y la voluntad y aprender a sentir el espíritu. Uno no debe orar conforme a lo que sabe. No debe orar conforme a lo que le gusta, a lo que desea o ama. No debe orar conforme a lo que decide orar. Usted debe negar su mente, emoción y voluntad y atender al sentir interior muy dentro de usted.

  Quizás usted decidió a orar por la iglesia, pero cuando va al Señor y comienza la oración, el sentir interior es algo diferente. Tiene que olvidarse de su decisión y atender al sentir interior. Puede ser que el sentir interior indique que tiene que decir algo como esto; “Oh Señor, aun con la iglesia, estoy demasiado en la carne”. Su decisión es orar por la iglesia, pero el Señor les da el sentir de que está demasiado en la carne. Mientras más confiesa que está en la carne, más siente el ungir, la paz, la armonía y la frescura. Por el otro lado, si permanece en su decisión de orar por la iglesia en contra del sentir interior, sentirá la sequedad y el vacío interiores.

LA NECESIDAD DE PRACTICAR

  Debemos poner todos estos principios en nuestra práctica diaria. Lo hago y lo digo todo negando mi mente, mi emoción y mi voluntad y sintiendo la situación interior. Esto significa que estoy usando y ejercitando mi espíritu. Estoy viviendo, andando y actuando no por mi yo, sino por mi espíritu con el Señor. En nuestro espíritu tenemos la victoria. Simplemente vuélvase al ejercicio del espíritu. En nuestro espíritu tenemos el disfrute del Señor. Practique el usar y el ejercitar su espíritu.

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