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Mensajes del libro «Pastorear a la iglesia y perfeccionar a los jóvenes»
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CAPÍTULO DIEZ

PERFECCIONAR A LOS SANTOS Y ESTABLECER LOS SERVICIOS DE LA IGLESIA

APRENDER A ADAPTARNOS AL AMBIENTE

  La comunión en este capítulo trata acerca de la obra y tiene que ver principalmente con los hermanos. La mayoría de los colaboradores tienen una forma particular de realizar la obra. Cuando un colaborador va a servir en una localidad, desea que los ancianos y los santos le entreguen todo. Si los ancianos retienen algo, los colaboradores sienten que no pueden obrar, pues están restringidos. Esta actitud tiene que ser derribada. Ésta es la razón por la cual la obra no tiene un impacto entre los santos.

  Sin embargo, incluso si los ancianos hicieran todo lo que los colaboradores les digan, me pregunto cuánto los colaboradores podrían lograr. Los colaboradores sirven de una forma que hace que todos los demás pasen a estar “desempleados” porque tienen que ser guiados por los colaboradores. Además, los colaboradores quizás no sean capaces de ejercitar su función apropiadamente. Como resultado, los santos no sólo están ociosos, sino que la obra del Señor se ve obstaculizada. Es muy difícil que una persona cambie su temperamento, su hábito y su estilo de trabajo. Tan pronto como alguien llega a ser el experto, todos tienen que escucharle. Esto crea problemas en la coordinación.

  Por tanto, si no abandonamos este concepto, nuestra obra no tendrá efecto alguno. Los colaboradores no serán capaces de coordinar con otros, y los demás tampoco podrán coordinar con ellos. Esto es un problema que existe entre nosotros. Los colaboradores tienen este sabor en su obra. Perdónenme por decir esto: no todos los santos están capacitados para ser un colaborador cuando comienzan a servir a tiempo completo. Realmente, todos los hermanos y hermanas que sirven juntos son colaboradores, pero esto no quiere decir que pueden llevar la delantera en la obra. Algunos santos piensan que los colaboradores son apóstoles. Esto no es cierto. Cada santo es un discípulo y cada discípulo es un colaborador. Si los colaboradores desean ser útiles en las manos del Señor, tienen que adaptarse a su ambiente, y no deben esperar que su ambiente se adapte a ellos.

  Algunos hermanos han dicho que hay muchos santos capaces en la iglesia en Los Ángeles y que los que sirven allá también son aptos. Cuando sirvo, hago mi mejor esfuerzo por introducir a los santos en su función. La iglesia en Los Ángeles es la cuarta o quinta iglesia en que he servido. Cuando yo estaba en el norte de la China, allí había muchos santos capaces. Había muchos santos capaces en Shanghái y había aún más santos capaces en Taiwán. Sin embargo, inicialmente los que sirven no necesariamente son capaces. La verdad es que los santos que son conducidos a ejercer su función llegan a ser capaces, pero aquellos que no son conducidos a ejercer su función permanecen limitados. Cuando perfeccionamos a los santos, no necesariamente tenemos que llevar la delantera. Aun si no tomamos la delantera, los santos todavía pueden ser perfeccionados.

  Por tanto, los colaboradores no deben depender de que otros sean adaptables. Los colaboradores tienen que ser como el agua de lluvia, que puede filtrarse por cualquier grieta. En el pasado hemos dicho que los colaboradores deberían adaptarse a otros al punto que sean como pegamento. El pegamento puede aplicarse a una superficie horizontal, y también a una vertical; puede aplicarse a un área bajo una mesa y también a una superficie inclinada. Además, el pegamento puede aplicarse a objetos de cualquier tamaño, sean puntiagudos, redondos o rectangulares. Los colaboradores no tienen otra alternativa que ser como el pegamento, que puede aplicarse a cualquier superficie en cualquier condición, aun si la superficie se ve desordenada. Pueden adaptarse al medio ambiente al ejercitar su función cuando están en una localidad donde los asuntos de la iglesia están en orden, y también pueden adaptarse al ejercitar su función cuando vayan a una localidad donde los asuntos de la iglesia no están en orden. Dondequiera que vayan, necesitan ejercer su función como si fueran pegamento, sin importar cuál sea la situación en la localidad. La función de los colaboradores consiste en ser capaces de adaptarse como el pegamento. Ellos deberían ser adaptables, sea que los ancianos les restrinjan o no.

  De ahora en adelante, deberíamos ser más directos en los tratos que tenemos unos con otros. Quien no esté dispuesto a ir a cierto lugar para servir debería ser forzado a ir, y quien no esté llevando a cabo una obra aceptable debería continuar sirviendo hasta que su obra sea aceptable. No es correcto que un colaborador se desempeñe deficientemente en su servicio, o que haga un trabajo mediocre. Él tiene que servir de manera satisfactoria. A un colaborador que tenga temor de ser restringido por los ancianos se le debería pedir que sirva con los ancianos más fuertes, de modo que pueda aprender la lección. Los ancianos en algunas iglesias locales son muy restrictivos, pero han sido preparados soberanamente por el Señor. Cuando los colaboradores sirvan, deben adaptarse a su medio ambiente y no deberían esperar que el ambiente se adapte a ellos.

  En el pasado, quise que varios colaboradores fuesen al occidente y sirvieran en países tales como Canadá, los Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, cuando en cierta ocasión recomendé un colaborador a algunos hermanos locales en el occidente, ellos estaban preocupados por su temperamento. A una persona con problemas de temperamento se le hace difícil adaptarse a otros. Por esta razón, los colaboradores tienen que visitar otros lugares. Mientras más lugares visiten, más amplios serán su experiencia y su conocimiento. Los hermanos que han ido al extranjero quizás no sean diestros y experimentados, pero tienen una perspectiva más amplia de las cosas, pues han vivido en el extranjero, conocen la situación de las iglesias en China y han tenido contacto con muchas personas occidentales. Muchos problemas en la obra se deben a que los colaboradores son incapaces de adaptarse a su medio ambiente. Si no tenemos la capacidad de adaptarnos a nuestro ambiente, no podemos ser útiles.

  La utilidad de un colaborador se verá muy limitada a menos que su concepto cambie, no importa si se encuentra en el extranjero o en su propio país. Algunos desean que otros les veneren, pero no veneran a otros. Esto indica que no son adaptables en su servicio; más bien, desean ser el amo. Si ellos no pueden ser el amo, no están dispuestos a servir. Siempre hemos tenido este problema, aun cuando estábamos en la China continental. Si no fuese por este problema, la obra se hubiese propagado a muchos lugares.

PROBLEMAS RELACIONADOS CON LOS ANCIANOS

  Hay distintos tipos de ancianos. El primer tipo de anciano consiste en los que son ancianos en posición solamente; ellos se ven limitados tanto por su tiempo como por la magnitud de su carga. Este tipo de anciano desea que otros se encarguen de las cosas para que él sólo tenga que firmar su nombre. No está preocupado por cómo deba proceder la obra. Algunos colaboradores prefieren esta clase de anciano porque así los colaboradores pueden hacer lo que deseen en esa localidad, y nadie molesta a los colaboradores. El segundo tipo de anciano consiste en aquellos que ni son capaces ni están dispuestos a hacer las cosas, pero tales ancianos muchas veces retienen las cosas firmemente en sus manos. En esta situación el temperamento humano impide que las cosas en la iglesia se logren sin inconvenientes.

  El tercer tipo de anciano consiste en los ancianos que son capaces y están dispuestos a hacer las cosas; ellos dan su energía, su tiempo y su todo al Señor. Sin embargo, tales ancianos también conservan todo en sus manos. Dirigen a los santos y nunca les delegan responsabilidades. En otras palabras, tales ancianos saben cómo hacer las cosas, pero no saben cómo perfeccionar y vigilar a los santos. En su libro acerca de la administración de la iglesia y los asuntos de la iglesia, así como en su entrenamiento acerca de la administración de la iglesia por parte de los ancianos, el hermano Nee dijo repetidas veces que los ancianos son los que vigilan, y que no deberían mandar a los santos que hagan las cosas. Los asuntos de la iglesia se deberían encomendar a los santos, y los ancianos deberían vigilar, instruir, alumbrar y guiar a los santos (cfr. La vida cristiana normal de la iglesia, págs. 71-74). Aunque el hermano Nee escribió todas estas palabras, todavía estamos cortos de esto. Por ejemplo, cuando los colaboradores salen para servir, en algunos lugares no pueden hacer mucho porque los ancianos tienen todo firmemente en sus manos. Esta última situación hace que todos aprendan lecciones.

  Por la misericordia del Señor, los colaboradores en Taiwán han aprendido algunas lecciones. No están dispuestos a causar problemas, y son reservados, de modo que están renuentes de expresar sus opiniones cuando los ancianos son restrictivos. Los ancianos y los colaboradores parecen llevarse bien de forma pacífica, pero carecen de la capacidad de coordinar juntos. Por ende, los colaboradores y ancianos deben tener un entendimiento claro de sus roles. Si yo fuera un colaborador que sirve en una localidad, no me interesaría ser el “experto” o lograr algo. Sólo me interesaría ser adaptable, como el pegamento que puede aplicarse a cualquier superficie, como el aire que llena cada espacio o como el agua que se filtra por cualquier grieta. No me interesaría nada más. Los colaboradores deben aprender hasta esta medida y deben cambiar hasta esta medida. Además, los ancianos en cada localidad tienen que vigilar. Sabemos que hay muchos asuntos en una iglesia, tales como la hospitalidad, el servicio de los ujieres, la limpieza, la decoración, el dar diezmos, las visitas, el pastoreo, la enseñanza, etcétera. Los ancianos deberían hacer una lista de los servicios. Los ancianos también pueden tener comunión con los santos, entrenarlos y poner los servicios en sus manos. Los ancianos sólo necesitan vigilar y enseñar. Entonces toda la iglesia será distinta.

TRES ASUNTOS NECESARIOS

Perfeccionar a los santos a fin de establecer los servicios

  Lo primero que un colaborador debe observar en una localidad es si los ancianos ejercitan la función de ancianos y los diáconos ejercitan la función de diáconos. Si los ancianos y los diáconos son apropiados en su función, el colaborador sólo necesita apoyar a los ancianos. Si no hay un funcionamiento adecuado entre los ancianos y diáconos, un colaborador debería encontrar maneras en que pueda ayudar a establecer los servicios de la iglesia. Establecer servicios no significa que un colaborador necesita hacerlo todo por su propia cuenta. Más bien, debería considerar las cosas que necesitan realizarse, considerar los santos que pueden llevar a cabo los servicios y fomentar la delegación de estos servicios a los santos. Él debería considerar formas en que los santos puedan servir y debería entrenarlos. En todo lo que haga, nunca debe reemplazar a los santos. Los servicios deberían estar completamente en manos de los santos. Él también debería enseñarles a los santos cómo guiar a otros a que entren en la obra. Tal obra no puede lograrse en un día. Podría tomar un mes para que un área de servicio sea establecida, y luego otro mes para que otra área sea establecida.

  Hemos visto cómo las personas construyen casas. Sin embargo, ¿alguna vez ha visto a un albañil que, mientras edifica una casa, se edifique a sí mismo como columna y llegue a ser una columna en la casa? Si eso ocurriera, esa columna nunca podría moverse, pues si se mueve, todo el edificio colapsaría. Ningún ingeniero o albañil haría esto. Éste es un ejemplo extremo; sin embargo, ésta es la situación entre los colaboradores. Algunos colaboradores en la iglesia local sirven al grado que no pueden irse de esa iglesia; no pueden ser movidos. Como resultado de su falta de servicio, los hermanos en una localidad ni siquiera saben cómo comprar billetes de tren para los que visitan. Esto es un ejemplo sencillo, pero revela la carencia que existe en nuestra coordinación.

  Algunas iglesias locales siempre tienen colaboradores. Cuando un colaborador se va, otro viene, pero ningún anciano es producido. Si el Señor quitase los colaboradores, esas iglesias colapsarían. En cierto distrito un colaborador ha estado sirviendo con los jóvenes. El día que se vaya, la obra con los jóvenes colapsará. En esta clase de supuesto servicio, los colaboradores se han edificado a sí mismos como materiales en el edificio. Cuando se vayan, el edificio colapsará. Éste es un problema fundamental entre nosotros.

  Un colaborador que sirva en una iglesia local tiene que aprender a permitir que los santos locales se ocupen de los asuntos de la iglesia. Cuando algunos santos no puedan mantenerse firmes, él les podría ayudar al “cortar” un poco o “serruchar” un poco. De este modo, los santos serán fortalecidos para sostener la estructura. Esta clase de obra es sólida. Con una estructura tan sólida y fuerte, las columnas podrán mantenerse firmes, incluso cuando el colaborador se vaya para realizar otra obra. Está mal que un colaborador esté completamente ocupado en un lugar y atado a ese lugar. Un colaborador debe tener la libertad de ir a cualquier sitio donde haya necesidad. No debería darles a los santos la sensación de que sostiene la iglesia en una localidad, como si fuese una gran columna. Los santos tienen que ser las columnas en una localidad, y el colaborador debería ir allá solamente para apoyar a los santos de manera temporal. Cuando el colaborador tiene la libertad de viajar, puede dirigir su tiempo y energía a otros asuntos relacionados con la obra.

  No obstante, en la actualidad los colaboradores a menudo reemplazan a los ancianos y los diáconos. Esto no está bien. No importa cuál sea la circunstancia, los ancianos en una localidad tienen que lograr algunas cosas, y deberían delegar cosas a los diáconos. Por ejemplo, en cada distrito hay santos que sirven en la oficina de negocios. Los ancianos pueden delegar muchas cosas a estos santos y liberar a los diáconos para que hagan otras cosas. Los diáconos pueden distribuir folletos del evangelio. Pueden contactar a una persona en la mañana y a otra persona en la tarde. Si dos personas son salvas en un día, habrá catorce nuevos ganados en una semana. Los ancianos pueden hacer los arreglos para que dos santos se ocupen de la oficina administrativa. Estos dos santos pueden pastorearse el uno al otro al leer la Biblia y orar juntos. Entonces, dependiendo de su capacidad, se les pueden delegar más cosas. Lamentablemente, los santos no son conducidos a ejercer su función. Los colaboradores que desean lograr algo primero deberían establecer este asunto. Si hay falta de ancianos, los colaboradores pueden adiestrar y perfeccionar más ancianos. Si hay una carencia de diáconos, los colaboradores pueden adiestrar a algunos santos para que sean diáconos. La clave es permitir que los santos ejerzan su función. Los ancianos no deberían estar ociosos; deben enseñar a los santos. Ésta es la manera en que deberíamos servir a la iglesia.

Conducir a los santos a crecer en vida

  Sin embargo, la obra más básica de los ancianos consiste en impartir vida a los santos; a fin de hacer esto, los ancianos mismos necesitan estar desesperados por tener vida. Aunque algunos santos aman al Señor, tienen poco crecimiento en vida, y su experiencia y conocimiento de Cristo son limitados. Los ancianos deberían estar desesperados por impartir el suministro de vida a ellos. Si la mayoría de los santos en una localidad avanzan, el anciano no debería dar mensajes ordinarios ni hacer una obra ordinaria. Debería hacer su mejor esfuerzo por suministrar a los santos lo que ellos necesitan en ese punto. Nadie puede hacer esto por él. Por ejemplo, un maestro de matemáticas tiene que considerar las maneras en que pueda enseñar multiplicación y división a sus estudiantes. Entonces los estudiantes avanzarán a un nivel más alto. En cuanto los estudiantes aprendan multiplicación y división, el maestro tiene que enseñarles algo nuevo. Si el maestro no tiene nada más para enseñarles a sus estudiantes, tiene que aprender algo nuevo rápidamente. Si no puede aprender, debería pedir que alguien venga y le ayude. Los ancianos deberían conducir a todos los santos a crecer en vida. Si los ancianos se esfuerzan en este asunto, la iglesia irá adelante. Puesto que estamos cortos en nuestro propio crecimiento en vida, nos es muy difícil conducir a la iglesia a crecer en vida. Éste es el segundo asunto propio de nuestra obra.

Suministrar la palabra

  El tercer asunto es que los colaboradores tienen que estar desesperados por tener el suministro de la palabra. Una iglesia local siempre necesita la palabra; las doctrinas son inútiles. Tiene que haber el suministro de la palabra viviente. Una iglesia local debería tener dos mensajes cada semana para satisfacer dos clases de necesidad. Un mensaje debería ser sencillo y el otro debe ser más profundo. Esto requerirá que los colaboradores laboren. En el pasado un hermano daba un mensaje, otro hermano pedía los himnos y otro hermano oraba, y entonces la reunión era despedida. Esta clase de reunión no es apropiada. Las reuniones deberían vivificar a los santos y hacer que ellos liberen su espíritu. Sin embargo, si en cada reunión los santos solamente liberan su espíritu pero no hay una palabra viviente ni un suministro sustancial en la palabra, los santos no recibirán un suministro sólido de las reuniones. En una buena reunión se debería dedicar al menos de media hora a cuarenta minutos para suministrarles la palabra a los santos. Por ende, los colaboradores deberían tener un suministro de la palabra a fin de impartirla a los santos. Esto causará que los santos crezcan en vida.

  Algunos colaboradores dijeron que no tienen el don de hablar. No es apropiado que digan esto; tampoco es adecuado que alguien diga que no tiene el don de comer. Sólo los muertos carecen del don de comer. Todos podemos hablar, del mismo modo que todos podemos comer. Algunos podrían decir que no tienen el don de cocinar. Esto tampoco es correcto. En el Nuevo Testamento Pablo dice: “Teniendo dones [...] según la gracia que nos es dada” (Ro. 12:6). Sea que cocinemos bien o no, todos podemos cocinar. Todo depende de si estamos desesperados o si hacemos algo con nuestro corazón y nuestras fuerzas. Somos demasiado generosos con nosotros mismos, y no hemos sido estrictos con nosotros mismos. Si, como colaborador, yo no tengo un suministro de la palabra, debería ser diligente y estar desesperado por producir una palabra viviente. Si no lo puedo hacer por mi propia cuenta, hay otros hermanos que sirven a tiempo completo conmigo. Les puedo pedir que se esfuercen juntamente conmigo. Tenemos que esforzarnos de modo que siempre tengamos una palabra viviente, un suministro viviente, para los santos.

  Hay tres puntos cruciales en los que deberíamos enfocarnos. Primero, los asuntos administrativos de una iglesia local deben ser delegados a los santos. Segundo, tenemos que estar desesperados de que los santos crezcan en vida. Tercero, tenemos que esforzarnos por tener el suministro de la palabra. Nada es imposible de alcanzar para quienes están determinados. Mientras estemos determinados, lograremos algo. El Señor nos concederá gracia.

  Si estamos determinados, encontraremos una manera para ir adelante. Un colaborador que sirve en una localidad debería observar cuidadosamente la situación en la iglesia y orar. Él podría observar que los santos aman al Señor, asisten a las reuniones con regularidad y dan el diezmo, pero que no tienen un buen fundamento en vida. Debería hallar una manera de darles un fundamento en vida. Quizás se percate de que los santos no conocen adecuadamente el significado de la regeneración. Ellos han sido regenerados, pero no tienen suficiente conocimiento acerca de la regeneración y no conocen la experiencia de la regeneración. Algunos colaboradores podrían decirles a los santos que lean libros tales como El conocimiento de la vida, La experiencia de vida, Mensajes para edificar a los creyentes nuevos y Lessons for New Believers. Esta estrategia podría compararse a comprar comestibles y luego colocarlos sobre la mesa para que la gente coma. Los comestibles aún necesitan ser procesados. Los colaboradores no pueden esperar que los santos reciban el suministro simplemente leyendo libros espirituales. A fin de tener comunión basándose en la lección 8 de Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, primero tienen que digerir la lección y luego presentarla a los santos. Incluso si los colaboradores no son elocuentes, sus palabras conmoverán a los santos. Si un colaborador no puede digerir una lección por su propia cuenta, debería pedir ayuda a algunos de sus compañeros. Entonces los santos recibirán la ayuda y serán suministrados.

  Administrar una familia depende más de diligencia que de capacidad. Los chinos son inteligentes y capaces, pero les gusta tomar atajos. Una persona china podría tomarse una hora en terminar un trabajo, pero una persona japonesa se tomará tres horas en hacerlo. En base a esto podemos ver la diligencia de los japoneses. Aquí es donde radica el éxito de las industrias japonesas; nadie puede competir con ellos en este aspecto. Los estadounidenses buscan eficiencia, los chinos buscan atajos y los japoneses aspiran la perfección. La manera de ser de las personas chinas no ha sido desarraigada de los santos. Tan pronto como hablamos de ministrar la palabra, los colaboradores piensan en hacer un trabajo rápido o depender de otros. Como resultado, la obra no tiene mucho efecto, nada de valor es edificado, no hay mucho crecimiento en vida y hay muy poco suministro de la palabra. Tal obra es semejante a la de un pastor que conserva una congregación como es, y no sirve de mucho.

LLEVAR A CABO UNA OBRA DE EDIFICACIÓN EN VEZ DE CONSERVAR

  Los colaboradores tienen que dar un giro. Cada colaborador es como una viga y una columna en una casa. Son vigas y columnas que sostienen la casa. La iglesia completa no debe ser sostenida por los colaboradores. Más bien, cuando un colaborador se vaya de una localidad, debería haber santos que hayan sido levantados para reemplazarlo. Sin embargo, incluso entre los colaboradores que han estado sirviendo por veinte años, es difícil hallar una localidad donde el servicio haya sido edificado con miras a que los santos lleven a cabo su función.

  Hay un grupo en las Filipinas que tiene un gran número de miembros. El fundador de este grupo no cree que el Señor Jesús sea Dios. No obstante, debido a que piensa que el Señor Jesús fue un hombre con un carácter y una conducta excelentes, los miembros de este grupo son diligentes en cuanto a mantener una buena conducta. Por ejemplo, los miembros en este grupo son excomulgados si son descuidados en su matrimonio. Sus reuniones son apropiadas y su lugar de reunión es respetable. Visité una de sus capillas en Manila, y había muchas personas. Los ujieres están adiestrados particularmente. En cierta ocasión al menos cuatro de sus miembros, uno que era abogado y otro que era médico, vinieron a debatir conmigo acerca de Dios. Por nuestra conversación observé su carácter y cuán estrictos eran. Quizás nosotros no igualemos ni un diez por ciento de su norma de conducta. Ellos tienen muchos miembros, mas cada uno de ellos es bien educado. Aunque no nos interesan sus regulaciones externas, podemos aprender de su diligencia. La carencia que hay entre nuestros colaboradores es una carencia en la palabra. Si estuviesen dispuestos a pasar tiempo, hacer un esfuerzo y empeñarse diligentemente delante del Señor, tendrían una palabra viviente.

  Éstos son los tres puntos cruciales en los que deberíamos concentrarnos. Primero, la edificación de los servicios de la iglesia; segundo, el crecimiento en vida de los santos; y tercero, el suministro de la palabra. Los servicios de la iglesia se mantienen de una manera ordinaria. El número de los que sirven en una localidad no aumenta. Además, la condición de los santos en la vida divina permanece igual año tras año. Por tanto, los colaboradores solamente mantienen el statu quo como mucho. No es de extrañar que los santos no hayan crecido en vida y que las iglesias no hayan avanzado.

LOS PROBLEMAS EN LA OBRA Y CÓMO CORREGIRLOS

Aprender a entregar las cosas a otros

  En el pasado, cuando los colaboradores iban a varias localidades, generalmente reemplazaban a los ancianos. Los colaboradores ya no deben servir de esta manera; más bien, deberían llevar consigo a los ancianos en la obra. Tenemos que descubrir cuáles son nuestras debilidades y nuestros problemas. Anteriormente, tanto los colaboradores como los ancianos retenían los servicios en sus manos y no estaban dispuestos a entregarlos a los santos. Esto tiene que cambiar. Cuando comencemos la obra, deberíamos sentar las bases para permitir que los santos ejerzan su función. A medida que los santos aprenden a ejercer su función, nosotros deberíamos estar cada vez menos involucrados. Todo debería entregarse en sus manos. De este modo, los asuntos de la iglesia llegan a ser el servicio de los santos. Éste es un gran principio.

  Además, cuando entreguemos las cosas a los santos, deberíamos observarlos a una distancia. Nuestra vigilancia no alberga la esperanza de que las cosas regresen a nosotros, y no nos concentramos en los errores que los santos puedan cometer. Cuando entreguemos cierto asunto a un hermano, deberíamos observarle como si estuviésemos sentados a su lado enseñándole a conducir un auto. No solamente deberíamos explicarle las cosas, sino también instruirle en cuanto a cómo hacerlas. Si él no hace un buen trabajo, deberíamos alentarle de modo que no se desanime. Si se desanima, nosotros no nos deberíamos desanimar. Deberíamos alentarle hasta que sea fortalecido. Ésta no ha sido nuestra práctica en el pasado. En vez de ello, pareciera que no hemos dedicado todo nuestro corazón a expandir la obra. Cuanto más involucrados estábamos en varios aspectos del servicio, menos eran los santos que servían. Al final sólo había una pequeña cantidad de “veteranos” experimentados, y los demás santos estaban ociosos. Éste ha sido un gran problema en nuestra obra. Por ende, los colaboradores y los ancianos tienen que aprender a entregar las cosas a los santos y también a observar y enseñar a los santos mientras sirven hasta que los santos sean plenamente capaces de ejercer su función.

Obrar con el elemento de la vida

  Algunos colaboradores parecen ser muy capaces en la obra, pero su servicio es superficial; es una obra que no tiene el elemento de la vida. No nos interesa esta clase de obra. Nuestra obra podría compararse a tomar cuidado de un huerto. A fin de que los árboles frutales crezcan y lleven fruto, algunas ramas tienen que ser podadas o recortadas. Pero ésta no es la necesidad principal. La necesidad principal es fertilizar y regar el huerto, y deshacernos de los insectos. Estas cosas se hacen con la expectativa de que los árboles frutales crecerán y llevarán fruto. Por ende, hay crecimiento y también hay producción de fruto.

  Algunos colaboradores pueden realizar una obra que se ve bien, pero su obra carece de la vida divina. Es necesario que nuestra obra tenga el elemento de la vida. Nuestras reuniones podrían parecer “desordenadas”, pero tiene que haber el elemento de la vida. No deseamos llevar a cabo una obra que no tenga vida. Deseamos efectuar una obra que tiene vida, crece y lleva fruto. Sólo esta clase de obra crecerá. Los mensajes atractivos no son útiles sin el elemento de la vida. No nos interesan los mensajes atrayentes. Sólo nos interesa que nuestros mensajes tengan el efecto de la vida y penetren hasta el ser interior de los santos. El crecimiento en vida no depende de los mensajes atractivos. El crecimiento en vida depende de si la vida es impartida a los santos y crece en ellos. Si un colaborador da mensajes llenos de la vida divina, esta vida seguirá operando en los santos, incluso después que se vaya. La vida se encarga de su propio crecimiento.

  Tenemos que cambiar nuestro concepto y no repetir nuestros errores a fin de que nuestra obra pueda avanzar. Si no hacemos frente a este problema, nuestra obra no avanzará. Si prestamos atención a la comunión en este mensaje, estaremos vivientes. Estos puntos son básicos. Si los colaboradores toman estos puntos en cuenta, la obra será efectiva.

  En muchas localidades los colaboradores reemplazan a los ancianos y los diáconos en su servicio. En otras localidades muchas cosas son bloqueadas y nada se logra porque los ancianos controlan a los santos. Tales situaciones no deberían existir entre nosotros. En nuestra coordinación tenemos que dejar de mandar a los santos. Siempre que se necesite hacer algo, deberíamos entregar la responsabilidad a los santos y permitir que se encarguen de ello. No deberíamos depender de dar instrucciones a los santos. Por ejemplo, es posible que no muchos santos se ofrezcan para servir en una conferencia. Los santos sirven solamente cuando se les asigna que sirvan. Si no se hicieran los arreglos para que ellos sirvan, ellos no servirían. Los colaboradores tienen la responsabilidad de cambiar esta situación. Deberían delegar todos los servicios a los santos con miras a que ejerzan su función con regularidad.

  Los santos tienen un corazón dispuesto a apartar tiempo para las reuniones, y el diezmo que dan es considerable. Sin embargo, los santos no han sido perfeccionados en el servicio. Los santos que se reúnen con regularidad no ejercen su función, nosotros no les ayudamos a crecer en vida y no les suministramos con la palabra. En las reuniones los santos sólo son guardados. Esto es mejor que no tener reuniones. Sin embargo, no es adecuado sencillamente guardar a los santos; necesitamos darles alimento. Cada semana deberíamos darles a los santos un suministro en la palabra. A veces la palabra debe ser sencilla y a veces debe ser profunda. Sea el mensaje sencillo o profundo, siempre deberíamos dar una palabra que cause que los santos sean vivificados, alimentados y satisfechos.

  Hace poco, los ancianos en una localidad pidieron un método para satisfacer la necesidad de suministrar vida a los santos. No tengo métodos para darles. Ustedes deberían hallar una manera. Encuentren cuáles son las razones por las cuales los santos no vienen a las reuniones. Esto será una gran ayuda para la iglesia. Entonces, solucionen los problemas de modo que los santos se puedan reunir. Cuando los ancianos se reúnen, no deberían discutir asuntos, sino pasar tiempo orando y buscando las razones que impiden que los santos vengan a las reuniones y que obstaculizan el que llevemos fruto. No llevamos fruto porque estamos ociosos, somos perezosos y no somos diligentes. Por tanto, tenemos que hacer un gran giro. Deberíamos estudiar esta situación exhaustivamente.

Ser renovados y no aferrarnos a las viejas maneras de proceder

  Es imprescindible que pasemos tiempo delante del Señor a fin de ser renovados y no aferrarnos a nuestras viejas maneras de proceder. De 1967 a 1970 no hicimos mucho progreso. Las iglesias han estado aquí por más de veinte años, y algunos ancianos y hermanos responsables están envejeciendo. Por ende, verdaderamente necesitamos un cambio. Los ancianos y los hermanos responsables pueden seguir ejerciendo su función detrás de la escena al orar, interceder y cuidar de los santos, y al suministrar vida. Ellos también deberían permitir que los santos más jóvenes manejen los asuntos administrativos de la iglesia. Necesitamos una nueva manera de hacer las cosas porque el Señor es nuevo cada día.

  Todos tienen que levantarse en el Señor para perfeccionar a los santos más jóvenes. Será una desgracia si no podemos cambiar el sistema y pasar la batuta. Es una vergüenza controlar las cosas, y también es una vergüenza no perfeccionar a los santos. Los hermanos tienen que ser animados a avanzar. No es suficiente que los ancianos y los colaboradores les pidan a los santos que oren, oren-lean y liberen el espíritu en las reuniones. La raíz, la causa, de nuestra enfermedad aún está presente, y tiene que ser extirpada. De otro modo, incluso el orar-leer llegará a ser un método entre nosotros.

  A menos que los colaboradores, los ancianos y los hermanos responsables tengan un cambio fundamental en vida, cualquier método será meramente superficial. Los colaboradores y los ancianos carecen de vitalidad, y apenas logran satisfacer la necesidad. Esto de todos modos es digno de elogio porque las reuniones están siendo mantenidas. Sin embargo, necesitamos estar vivientes y energizados. Tenemos que esforzarnos y luchar por ser flexibles y vivientes. Esto podría compararse a un boxeador que tiene que ser regulado en su práctica, pero que también tiene que ser flexible y activo en la competencia. Necesitamos ser regulados mientras estamos siendo entrenados, pero en nuestra aplicación práctica deberíamos ser vivientes y no ser rígidos. Que una persona haya sido adiestrada o no hace una diferencia. Una persona adiestrada es capaz de implementar su entrenamiento.

LA BENDICIÓN DEL SEÑOR

  Génesis 2:5 nos muestra la necesidad que Dios tiene de enviar la lluvia y la necesidad que el hombre tiene de labrar la tierra. Esto significa que necesitamos laborar y esforzarnos a fin de coordinar con Dios en la obra. Si estamos dispuestos a coordinar con Dios, el Oriente —de Japón a Hong Kong y las Filipinas, Malasia, Singapur, Indonesia y Tailandia— estará abierto a nosotros. El Señor nos ha abierto esta puerta, y deberíamos corresponderle con nuestra cooperación.

  El Señor de hecho ha bendecido este camino. Él nos otorga Su bendición. No somos dignos, pero el Señor aún realiza Su obra. Es obvio que el Señor bendice lo que hacemos. Cuando obramos con los jóvenes y los niños, Él bendice la obra. Aunque aún no somos maduros en vida, el Señor nos ha bendecido y nos ha hecho ser distintos del cristianismo en nuestra función y nuestra obra. Esto es completamente la bendición del Señor.

  Además, la iglesia en Taipéi ha recibido ofrendas considerables. Esto también es la bendición del Señor. Esto comprueba que el Señor está bendiciendo Su camino. El Señor también ha abierto puertas para nosotros. Lo único que necesitamos hacer es cooperar con Él. Tenemos que ir en contra de la manera de ser, el carácter y el temperamento chinos. No debemos excusarnos y decir que nacimos así. Puesto que amamos al Señor y estamos dispuestos a servirle a tiempo completo, debemos tener un corazón para la obra y no volvernos al mundo. Puesto que nos hemos entregado, tenemos que estar desesperados por encontrar la manera de mejorar. Algunos hermanos se quejan de que yo hago cambios cada día. Sin embargo, no he hecho suficientes cambios. Espero que los hermanos no discutan ni insistan en conservar la vieja manera de proceder. Todos tenemos que ir en pos del Señor. Si podemos seguir adelante y cambiar nuestra manera de proceder, tendremos una situación maravillosa. El Señor bendecirá este camino; también bendecirá nuestra comunión.

LOS COLABORADORES DEBEN IR AL EXTRANJERO PARA TENER UNA PERSPECTIVA MÁS AMPLIA Y TRAER UNA NUEVA COMUNIÓN

  Conforme a nuestra situación actual, doce hermanos irán al extranjero por lo menos de dos a tres meses cada año. Algunos de ellos podrían ir por medio año. Cuando estos colaboradores regresen, se les asignará que guíen a los santos en una localidad más grande. Los colaboradores irán al exterior a fin de aprender cómo obrar. Mientras estén en el exterior, su capacidad para suministrar la palabra aumentará, y la propagación de la obra también aumentará. Si todos los colaboradores pudieran servir de esta manera, el sudeste de Asia sería vivificado y conjuntamente compenetrado. Taiwán llegaría a ser un centro para la obra. Ésta es la situación que anticipamos. Sin embargo, no debe suceder por medio de la organización humana.

  Esperamos que más santos jóvenes puedan ser añadidos a la obra gradualmente. Se necesitan tanto hermanos como hermanas que sirvan a tiempo completo. Carecemos de colaboradores que tengan entre veinticinco y cuarenta años. Espero que algunos en este grupo de edad puedan ser traídos a servir en coordinación con el resto de los colaboradores, de modo que los más jóvenes puedan ser levantados. Este sendero que tomamos no es demasiado difícil. Acudimos al Señor para que nos dé Su dirección en este asunto.

  Los colaboradores que vayan al extranjero tienen que ir con una carga. Espero que todos los santos reciban la carga de orar por este asunto. Siempre que haya oportunidad, los colaboradores deberían ir al exterior para servir por un periodo de tiempo y luego regresar. Los que sirven también deberían visitar distintos lugares tales como Japón y los Estados Unidos. Esto sería una gran ayuda para ellos. Unos pocos servidores pueden ir al extranjero y visitar algunos lugares. Deberían esforzarse por ayudar en el lugar que visiten y traer de regreso algo nuevo, teniendo así una clase de comunión. Esta clase de comunión necesita aumentar, pero esto no significa que deberíamos tener un mover con un gran grupo de santos que viajan. Al mismo tiempo, los santos del extranjero también pueden visitar Taiwán. En pocas palabras, debería haber mucha comunión entre los santos de todo el mundo, ya sea al venir ellos aquí o al ir nosotros a visitarlos a ellos. Si ponemos esto en práctica, nuestra perspectiva será ampliada, y la obra llegará a ser una sola. Que todos recibamos la carga de orar por esto a fin de que tengamos una perspectiva amplia y hagamos la misma obra, que es una sola.

PUNTOS CRUCIALES DE LA OBRA EN TAIWÁN

  Hay cinco ciudades principales a lo largo de la costa oeste de Taiwán, a lo largo de la vía férrea. Estas ciudades son Kaohsiung, Tainán, Taichung, Taipéi y Keelung. Podemos añadir Hsing-chu, Chia-yi y Chung-hua para tener ocho ciudades principales. Necesitamos fortalecer nuestra labor en estas ocho ciudades y hacer de ellas la base de nuestra obra. Estas ciudades deberían ser el enfoque de nuestra obra. También deberíamos laborar con los estudiantes. La obra con los estudiantes es más importante que la obra en las ciudades estratégicas. La bendición está con los estudiantes; por ende, tenemos que darnos por completo a esta obra. Nuestra obra tiene que concentrarse en las ciudades principales y en los estudiantes. Los colaboradores necesitan hacer este cambio y obrar con los estudiantes, es decir, pasar más tiempo con los estudiantes. A la misma vez, los colaboradores no deben conservar los asuntos de la iglesia en sus manos. Los asuntos de la iglesia tienen que entregarse a los ancianos y los santos. Los colaboradores tienen que concentrarse en el crecimiento en vida y el suministro de la palabra. El resto de su tiempo debería dedicarse a las escuelas.

  Tenemos que prestar atención al crecimiento en vida y al suministro en la palabra. Cuando nos percatemos de que hay santos que se reúnen en una escuela, deberíamos centrar nuestra labor en ellos. Esto aplica en especial a las iglesias locales en ciudades grandes. Tenemos que fortalecer la obra en las escuelas. También debería haber una desesperación en la obra de pastoreo y visitación. Los estudiantes deberían estar involucrados en la obra; no deben depender de que otros hagan la obra por ellos. Hay mucho trabajo que realizar.

  Visitamos unas cuantas iglesias que fueron establecidas mediante la migración y vimos que el Señor ha bendecido muchos aspectos de la vida de iglesia. Por tanto, los colaboradores tienen que salir. Cuando salgan, llegarán a ser vivientes. La iglesia que ellos visiten llegará a ser viviente y los colaboradores también llegarán a ser vivientes. Además, traerán de regreso algo viviente a su localidad. Esto también se aplica a quienes permanezcan en Taiwán. Los colaboradores tienen que concentrarse en tener una palabra viviente. No tienen que servir en un área designada. Podría ser eficaz que sirvan en distintas áreas. Cuando una persona sirve en un área, es fácil volverse regulado y mecánico. Tenemos que efectuar una obra que sea viviente y vigorizante.

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